Huir del combate era lo más vergonzoso que podía hacer un grysk, al menos que se trate de una estrategia o de una orden del superior, pero huir sin ninguna de esas razones, era suficiente razón para ser castigados.
Era por ello por lo que los dos pilotos sobrevivientes de la batalla de Bimmiel, habían recibido la orden de luchar hasta el final, incluso cuando el destructor había sido destruido.
El piloto temblaba como una hoja cuando contó todo lo acontecido en aquella batalla ante el Maestro Bélico Reign Kray, quien se hallaba sentado en el puente de mando.
Reign Kray sabía que su padre estaba en aquella nave y que tendría que haberse encontrado donde estaba, detrás de la luna de Sernpidal.
— ¡Lo siento, señor...tenía que hacerlo, para contarle estas noticias!
— ¡Fallamos en conquistar Bimmiel, Maestro Bélico, ¡pero le juramos por Yungrysk que volveremos!
— ¡Silencio! — bramó Reign, aun procesando la muerte de su padre, se puso de pie y avanzó hacia a los dos pilotos, de rodillas y con la frente en el suelo.
—Mi padre luchó hasta el final ¿verdad?
—Sí.
— ¿Les ordenó quedarse y morir por su Supremo Soberano?
—El crucero estalló antes que nos ordenase algo, señor—musitó un piloto, Reign miró al mamparo donde estaba la luna, ocultando el planeta.
—De acuerdo, Bimmiel está bien defendida, así que tendremos cuidado—exclamó el Maestro Bélico— Informaré al comandante Taht.
— ¿Cuál será nuestro castigo, Maestro Bélico?

Se giró, pero aquellos aún estaban en el suelo, sin atreverse a mirarlo.
—El Abrazo del dolor es el castigo más justo para ustedes. Ahora, lárguense de mi vista.
Los dos pilotos se pusieron de pie torpemente, y avanzaron con gran rapidez por la pasarela del crucero estelar. Reign Kray se acercó al mamparo con las manos a la espalda.


Sernpidal es un planeta desértico, la mayoría de la población local se concentraba en el ecuador, viviendo en casas de tierra.
Los sernpidalanos eran casi humanos, de piel pálida, cabello blanco y ojos rojos, vestidos con túnicas marrones, un pueblo muy religioso siendo Tosi Karu, la deidad más importante de ellos, quien estaba representada en la luna dobido.
Una adolescente rubia estaba sentada en el suelo de una cabaña pequeña, meditaba y sentía la Fuerza en cada uno de los seres vivos que vivían en el planeta.
Su nombre es Kaity Katz, un aprendiz Jedi de Finn, quien aún no llegaba a la cabaña.
La joven adolescente abrió los ojos y se puso de pie, percatándose que su maestro aún no llegaba del mercadillo, decidió salir.
Caminando en medio de hierbas secas, Kaity observó las otras cabañas que estaban en la zona y a los locales que estaban ahí, entre tendiendo la ropa o alimentando a animales de granja, inhaló y exhaló profundamente, sintiendo los rayos del sol en el rostro, y vio lo que parecía un meteorito en el horizonte, estrellándose con gran estruendo, no muy lejos de ahí.

No le dio importancia a diferencia de los sernpidalanos, quienes observaban y señalaban el horizonte, entre asustados y nerviosos, algo que le llamó la atención, pero supuso que ese fenómeno era algo inusual para ellos.
—Kaity ¿terminaste con tus ejercicios?
La mencionada se giró, Finn se acercaba con una bolsa a la espalda.
—Sí, maestro. Por cierto, acaba de estrellarse un meteorito, los locales parecen que nunca han visto uno.
—Bueno eso es raro—exclamó Finn deteniéndose—Sernpidal no está rodeada de un cinturón de asteroides, es extraño.
—Entonces eso explica toda esa curiosidad de ellos.
—Vamos a la cabaña, Kaity ¿Están listas tus cosas? Regresaremos a Shedu Maad.
—¡Genial! En un momento lo hago.

Los dos ingresaron a la cabaña, Kaity estaba ilusionada de reencontrarse con sus viejos amigos de su antiguo clan Ronto, de sus tiempos de Iniciada Jedi.
Cuando terminó de colocar sus cosas en si equipaje, sintió que algo vibraba en el suelo; se detuvo y miró a su maestro Finn, quien también estaba inmóvil.
El movimiento sísmico empezó poco a poco, a subir de intensidad, se podía escuchar los pasos y voces alteradas en la parte del exterior, los Jedi se colocaron sus equipajes a la espalda, luego salieron.
—¡Mire!—señaló la adolescente hacia el horizonte, Finn levantó la vista y vio una especie de hilo de luz que conectaba al suelo.
—¿Será eso lo que está provocando este terremoto?—preguntó el maestro Jedi, la tierra empezó a agitarse sin control, no daba indicio de detenerse.—Vamos al hangar— apremió.
El camino hacia el hangar no era nada fácil, la tierra no dejaba de temblar, además, tenían que esquivar a cada sernpidalano que se cruzaban en su camino.
Vieron al yate estelar y subieron al transporte, Finn observó que el suelo se formaban grietas, y las naves del hangar se elevaban, buscando salir del planeta.

Finn podía ver el hilo a lo lejos, y tenia que saber que es lo que ocasionaba ese efecto ¿era algo natural? Nunca había escuchado algo así.
El yate estelar se elevó y fue hacia el hilo de luz en el horizonte, el maestro Jedi se percató que era el mismo lugar donde vio caer el asteroide.
—¿Iremos a ese punto, maestro?—preguntó Kaity.
—Sí, ese tipo de luz que conecta el suelo…
—Llega al cielo—exclamó Kaity—¿Crees que ese haz de luz esté ocasionando este terremoto?
—Puede ser o tal vez es nada—exclamó Finn—Veo que la tierra no deja de temblar.
EL yate se acercó lo suficiente al lugar, pero no aterrizó, ya que era imposible hacerlo, Kaity se asomó en el transpiacero, vio el asteroide, pero parecía algo vivo.
Aquella extraña esfera parecía que latía, dando la sensación de ser un órgano enfermo; la joven Jedi estuvo cerca de vomitar sobre el tablero.
—Esa cosa conecta algo de arriba—exclamó Finn observando el asteroide de aspecto extraño, vio como Kaity se sentaba, tapándose la boca. —Lo sé, es asqueroso.

Tras decir esto, Finn maniobró el yate hacia las nubes, atravesando suavemente hasta llegar a la estratosfera, donde vio a la luna dobido acercarse hacia ellos de manera rápida.
Maniobró violentamente para evitar una colisión, Finn vio entonces, que el hilo atraía a la luna hacia el planeta, como si se tratase de un imán.
—¿Va hacia el planeta?—preguntó Kaity con las manos en el tablero.
—Es tarde para alertarlos—exclamó Finn—Vamos a recoger a algunos y nos iremos.
—Pero al menos algunos se están yendo.
—Los que se pueden pagar una nave, Kaity—exclamó Finn con amargura.
—Oh…

Deslizó el yate hacia abajo, la luna ya casi se asomaba en las nubes, y la nave sobrevolaba el terreno agrietado, los volcanes empezaron a hacer erupciones, las humaredas y cenizas cubrían el ambiente de a pocos.
—Kaity, anda a la puerta y abre la compuerta. Rescataremos a aquellos sernpidalanos que están detenidos.
El yate se colocó a centímetros del suelo y la rampa bajó, Kaity estaba en la entrada.
—¡Vamos, los sacaremos de aquí!—vociferó, moviendo el brazo para hacerles entender que los estaban rescatando, ellos habían quedado atrapados en medio de la nada, con grietas rodeándolos.

Se subieron con dificultad, y el yate nuevamente se puso de en marcha, los locales empezaron a lamentarse y a llorar. La Jedi escuchó la palabra "Tosi Karu" de uno de ellos.
Finn se acercó al pueblo donde estuvo hospedado, y la rampa bajó, Kaity observó a lo lejos que la luna estaba ya muy cerca de tocar tierra, estaba rodeada de fuego y rocas pequeñas.
El yate se tambaleó por los vientos huracanados que empezaban a azotar al planeta, el yate bajó para que los lugareños se subieran, pero debido a los violentos vientos, el yate se tambaleó y la Jedi perdió el equilibrio, deslizándose por la rampa junto con tres sernpidalanos.

Se agarró a tiempo de la rampa y sintió el tirón en la pierna de un local, sus ojos estaban aterrorizados, el pánico estaba a punto de dominarla.
El yate se seguía tambaleando mientras ascendía lentamente, escuchó la voz de Finn, muy lejos, decirle que cierre la rampa para escapar del planeta.
—Vamos—exclamó Kaity mirando al sernpidalano que estaba en el umbral— Mueve la palanca, dos vueltas hacia atrás. — Señaló la palanca e hizo el gesto de girar con los dedos, el local entendió la señal e hizo lo que se le pidió, la rampa se subió ligeramente, entonces la Jedi, usando la Fuerza y sintiendo el agarre en su cintura de parte del local, se impulsó y se encaramó del borde. Dos de ellos la ayudaron a subir al yate, luego raudamente se acercó a la palanca para cerrar la rampa.
—Maestro, ya está—exclamó mientras corría hacia la cabina de pilotaje.
Vio horrorizada como los edificios salían volando como si se tratasen papel, el cielo estaba cubierto de un espeso humo negro, el yate se tambaleaba de un lado a otro.
—Kaity, triangula las coordenadas a Shedu Maad.
Finn observó que la luna hacia contacto con el planeta y elevó la nave hacia el espacio, dejando atrás las nubes negras, y una vez que su aprendiza terminó de colocar las coordenadas, el yate estelar saltó al hiperespacio.

Mientras tanto, Reign Kray, el maestro bélico de los grysk observaba totalmente maravillado como la luna se hundía en el planeta, atravesándolo como una vibrocuchilla, saliendo por el polo sur, ahora Sernpidal se cubría de rojo y negro.
Escuchó aplausos de parte de su tripulación, el Maestro Bélico sonrió y miró al comandante Taht que lo acompañaba.
—Informe al Ejecutor que la operación ha sido un éxito.
El comandante inclinó la cabeza y lo dejó al Maestro Bélico mirando al planeta rojo.


Poe Dameron avanzaba muy rápidamente por los pasillos del Palacio de los Cristales, lugar de la residencia del Jefe de Estado, quien lo halló en su oficina.

Borks Fey'ya, el bothano, no estaba solo, lo acompañaba una mujer de cabello negro, llamada Viqi Sesh de Kuat, un planeta astillero y Tyler Veijo.
—Teniente Dameron—exclamó el bothano acercándose, el hombre llamado Veijo miraba al piloto con rostro adusto. — Me he enterado de que ha movilizado tropas.
—Tropas no, señor—explicó Poe, no entendía porque la senadora Sesh estaría en una reunión de militares—Contacté al Rogue One para que nos ayudara en un combate.
—¿Un combate?—soltó Veijo—¿Qué peligro había?
—De acuerdo, esto es grave, Jefe de Estado. Un caballero Jedi nos informó que el planeta donde estaba yo con mi familia, seria atacado por un enemigo sin identificar. Y lo fuimos, sus naves tienen aspecto extraño, ningún disparo hacia efecto en ellos. El Rogue One estaba en el sector más cercano, fueron al planeta para ayudarnos. Derrotamos a este enemigo de naves de piedra…parecían asteroides.
—Posiblemente sean piratas—exclamó Sesh—No confiaría en la palabra de un Jedi—exclamó la senadora, mirando al Jefe de Estado.
—Hay protocolos, teniente Dameron—exclamó Veijo—Debió haberme informado, puso el crucero estelar en riesgo. Recuerde que es el crucero más fuerte que tenemos.
—¿Eso que importa?—exclamó Poe—El punto es que debemos enviar un equipo para vigilar, posiblemente el sector Dalonbiano.
—El almirante del Rogue One me emitió un informe de la batalla—exclamó Veijo—Y él ha dicho que se trata de piratas y contrabandistas muy bien armados. Posiblemente se trate del Sol Negro.
—¿Sol Negro?—exclamó Poe—Ellos no atacan a un planeta porque sí. Además, ese sindicato criminal lleva años inactivo.
—Son piratas, Dameron—exclamó Borks moviendo la mano, como si le quitase importancia al asunto. Veijo enviará un pequeño contingente al planeta Bimmiel por si estos regresan.
—Señor—exclamó Poe humedeciéndose los labios y acercándose al bothano—No son piratas—realmente le estaba costando mucho no alzar la voz—Dos cruceros estelares y tres escuadrones hacia el sector Dalonbiano, de ahí vinieron y posiblemente tengan un puesto de avanzada. Hagámoslo antes de lamentar.
—La reunión terminó, señor Dameron—exclamó Veijo—Retírese o lo suspenderemos.

Poe supo que no ganaría nada con discutir, deseó en el fondo que realmente se tratase de piratas y no de algo mucho más serio.
—De acuerdo, me retiro.
Se dio la vuelta, sin despedirse, Veijo miró al Jefe de Estado.
—El Princesa Leia está listo para ir al planeta Bimmiel, señor.
—Verá señor, se dará cuenta que se trata solo de unos piratas con juguetes nuevos.
—¿Y quienes les han dado dinero para conseguir estos armamentos que desconocemos?—preguntó Veijo.
—Posiblemente el Imperio de la Mano—acotó Sesh, quien luego notó que su comlink emitía una luz roja.
—Yo también debo retirarme, Jefe de Estado—exclamó la senadora de Kuat.

Una vez que cerró la puerta detrás de ella, notó que el pasadizo estaba desierto, así que apuró el paso hacia su oficina y asegurándose que estaba bien cerrada la puerta, abrió su comlink.
—¿Me llamaba?
—Hablaremos con el villip, conéctate.
El comlink se cortó, ella, sintiendo los nervios a flor de piel, se acercó a una esquina de su oficina, donde retiró un trozo pared, donde guardaba una esfera, que, a simple vista, parecía estar forrado de carne.
Ya estaba acostumbrada para no sentir algo de asco, así que, sentándose en su sillón, y con el villip en el regazo, pasó un dedo en la superficie.
En el centro de la esfera, se asomó un rostro deformado, como si estuviera atrapado ahí dentro. Era Vanuuri Nar, Ejecutor de los grysk, y el que le entregó el villip para comunicarse.
—He escuchado lo de Bimmiel.
—Un piloto contactó con un crucero estelar y los ayudó a ganar la batalla.
—Solo un tropiezo—exclamó Vanuuri—¿Sospechan de algo?
—Piensan que son piratas, pero enviarán un equipo allá en tres días.
—De acuerdo, gracias por la información—exclamó Vanuuri esbozando una sonrisa desagradable—Enviaré un gran ejercito hacia Bimmiel. Ahora lo más importante ¿averiguó la base de los Jeedaii?
—Aún no—exclamó con pesar Viqi—Es secreto y solo lo saben un puñado de personas, allegados y amigos de la maestra Skywalker.
—Para un grysk nunca hay imposibles. ¿Ha recibido el "regalo" que le dio Pedric Cuff?

Pedric Cuff también era senador y amigo cercano de Viqi.
—No lo he visto aún—exclamó la senadora kuati.
—Revísalo y el resto depende de ti. Recuerda, Sesh; sirve bien y tu planeta Kuat, estará libre de cualquier ataque nuestro.
—Lo sé, lo sé—exclamó Viqi, mordiéndose el labio.
—Cuando lo averigües, infórmame. Es de vital importancia que los herejes Jeedaii queden fuera de esto.
Se cortó la transmisión, la senadora se quedó observando la esfera que tenia en su regazo, segundos después, lo guardó en su escondite secreto.
Avanzó hacia su escritorio y abrió el cajón inferior donde estaba el regalo de su amigo, quien le entregó hace dos días en un tapcafe.
Abrió el empaque, y luego el cofre, donde observó con asco un bicho parecido a un abejorro.
Había una nota en la tapa inferior del cofre "Los grysk usan esto para escuchar conversaciones"
—Una mosca en la pared—susurró, el bicho movió sus alas lentamente pero no voló. Sabia que Poe estaba en el palacio ¿pero iría a su nave?
Sumida en sus pensamientos, salió de su oficina, pero se detuvo para no chocarse con Kaydel Ko Connix, Viqi parpadeó y notó que ella estaba junto con el piloto.

No se percataron de su presencia, así que sigilosamente, sacó el bicho de su estuche y susurró: "Hacia aquel hombre de cabello rizado".
Se escabulló detrás de su oficina, mientras veía al bicho volar hacia ellos, sin apenas notarlo.


Helska IV, el cuarto planeta ubicado en el sector Dalonbiano, era un lugar frio, cubierto con una capa de hielo, además, también era el puesto de avanzada grysk.
Goran Beviin caminó por el largo camino de piedra hacia la base de los grysk, cubierto con un poncho y harto del frio planetario.
Pero tenia que informar lo que viese o encontrase en Helska, un punto débil o cualquier cosa servirá.
Fue recibido por el prefecto Rar Thyss, quien estaba acompañado por otro grysk, pero a diferencia del prefecto, vestía una túnica blanca con varias medallas.
—¿Usted es el mandaloriano, verdad?
—Lo soy—exclamó secamente.
—Él es el científico Waobb. Vamos te presentaré el lugar.
Goran Beviin siguió al dúo por toda la instalación, guardias en las entradas, y otros en los techos, tenían unas especies de armas en algunos puntos elevados. Él escuchaba mientras observaba con atención, para un futuro ataque.
—Waobb, te presentaré a una colega que trabajarás—exclamó el prefecto Rar, Beviin desvió la vista del comedor, y su vista se enfocó en lo que decía el prefecto ¿tenían a una prisionera?

Fueron hacia un corredor y luego tomaron un camino que los dirigía a los calabozos, bajando por las escaleras, el mandaloriano notó que no había nadie en las celdas, pero escuchó un grito desgarrador en una de ellas.
—¿Qué es eso?—preguntó, Rar sonrió de malicia.
—Depende a quien se lo preguntes—exclamó Waobb y miró a Rar Thyss—Muéstrale el castigo.
El prefecto abrió la puerta de la celda, donde a lo lejos, en la pared, había un tronco con varias ramas puntiagudas.
En ambos lados había dos guardias, quienes colocaban a un rodiano cabeza abajo, apoyando su espalda en el tronco; las ramas se enroscaron en los brazos y piernas, además del abdomen, las púas se incrustaban en la piel del desdichado prisionero.
Gritó agónicamente, en el otro lado, estaba el prisionero hecho un ovillo y temblando febrilmente.
Goran quedó asqueado de la tortura, pero luego la puerta se cerró en su cara, y reanudó el paso.
Llegaron a otra celda, donde el prefecto abrió la puerta, donde el mandaloriano vio a una mujer rubia, agazapada y temblando, su rostro estaba sucio y las pestañas húmedas, era una clara señal que estuvo llorando.
—Tal como te dije, aquí está nuestro científico que trabajará con usted. Como te dije, tu vida depende de Reto.
—¿Reto?
—Un emisario en Belkadan. Ahí tenemos otro puesto de avanzada.
—Ya veo— y volvió a mirar a la mujer, se acercó hacia ella.
Ella levantó su vista, observando el casco del mandaloriano.
—Por favor…—susurró, mirando implorante al mandaloriano—Te pagaré…si me sacas de aquí.
—Él esta de nuestro lado—exclamó Waobb, acercándose a la mujer y sonrió maliciosamente—Eres joven y sé que haremos grandes avances.
—¿Cuál es tu nombre?—preguntó el mandaloriano.
—Danni Quee.
—Bien, señorita Quee. Se quedará unos días más antes que establecer mi laboratorio.
El mandaloriano notó que las mangas de la camisa de la mujer tenia puntos rojos, como si le hubiesen clavado alfileres.
—Bien, es hora de retirarnos—exclamó el prefecto.
Una vez que se alejaron de la zona de calabozos, Goran Beviin respiró hondamente.
—¿Ella también está en esa cosa que parece un árbol?
—Se llama Abrazo del Dolor. Y a veces va ahí, cuando no quiere cooperar o intenta suicidarse.
—¿Te quedarás aquí? Tengo una habitación para usted, mandaloriano.
—Gracias por la oferta, pero estoy cómodo en mi nave.

Los grysk no insistieron, luego de ello, reanudaron su camino, hablando entre ellos, a excepción del mandaloriano.
Goran Beviin llegó a su nave, ubicado en un lugar más alejado del puesto de avanzada, y usando su tecnología, se cercioró que su canal de comunicación estuviese limpio.
Conocía la tecnología grysk, así que se cercioró que su nave no tuviese algún tipo de bicho.

Una vez que se aseguró, se retiró el casco y lo dejó en el asiento del copiloto, se pasó una mano sobre su cabello castaño y respiró profundamente.
Ellos tenían una rehén, y sentía que debía rescatarla, pero no quería poner en riesgo la tapadera mandaloriana.
Se masajeó la barbilla, pensativo cuando recordó que conoce a una amiga, cuyo hermano de adopción es un Jedi.
Abrió el holo y contactó con su compañera mandaloriana, con circuito cerrado.
Una figura azulada se mostró ante él.
—Su cuy 'gar, Taryn—saludó.
—¿Beviin? Que sorpresa. ¿No estás en una misión con los grysk? —preguntó Taryn.
—Sí, lo estoy—exclamó—Pero tengo una petición para tu hermano, el alien verde si no me equivoco.
—¿Qué clase de misión?—preguntó.
—Aquí tienen retenida a una mujer, está sufriendo mucho.
—¿Por qué razón quieres que sea rescatada?
—Porque me lo ha pedido. El dinero no importa, hay otros dos prisioneros, pero ellos están por morirse, pero ella, aún esta viva. Será obligada a trabajar con estos "cabezas conos"
Taryn se quedó en silencio, meditando el pedido de Beviin, quien no mostró ningún tipo de ansiedad.
—¿Ellos no informan a la maestra Skywalker?—preguntó nuevamente Beviin para romper el silencio.
—No, están por su cuenta—respondió—De acuerdo, les informaré.
—Genial, pero esto es importante. Les enviaré las coordenadas, pero deben darme una paliza para seguir con esta pantomima.
—Bien, les hablaré y trazaremos con un plan.
—De acuerdo. Ret'—se despidió.
—Ret', Beviin—exclamó Taryn.

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Taryn cortó la transmisión con su amigo Beviin, pero ella aún tenía las manos en el tablero, sintió que alguien se acercaba.
—¿Has hablado con alguien?—preguntó un hombre de cabello corto y hombros anchos, quien se quedó en el umbral. Vestía un mono de piloto negro, detrás de él, apareció un alien verde tridáctilo, cuya altura llegaba la mitad del muslo del hombre.
—Kubariet, hablé con un amigo. Solicita tu ayuda para un rescate.
—¿Un rescate? Eso suena bien—exclamó el alien verde— ¿Es sobre aquellos extraños seres?
—Sí, Grogu. Es sobre ellos, quienes tienen a una mujer de rehén.
—Bien, hora de trazar un plan—exclamó Kubariet.
Taryn Djarin asintió mientras Kubariet se acercaba al panel holográfico, seguido del pequeño alien llamado Grogu.