Nuevo capítulo n_n


6. Nueva vida

— ¿Qué es todo esto? —preguntó el monstruo recién nacido.

La creadora sonreía complacida, así que decidió acercarse para tocar a su nuevo hijo. A pesar de estar compuesto casi de líquidos, la carne de las serpientes y de la bestia guardiana había surtido efecto para darle una forma tangible y aceptable. En tanto, él la miraba como si se tratara de un animal extraño, una especie de alimaña a la que por alguna razón que no comprendía, sentía el deber de guardarle respeto.

— ¿Qué es todo esto? —preguntaba una vez más.

—Tu nuevo hogar —dijo Edna, sonriéndole mientras acariciaba—. Hijo mío, este mundo es tuyo si así lo quieres. Te he buscado por tantos años sólo para dártelo.

Pero él no se veía complacido, sino extrañado por lo que la mujer le mostraba, le presentaba como "suyo". El cielo era oscuro, una mezcla de azul y negro, salpicado en muchas partes por pequeñas partículas luminosas que lucían hermosas. En sus pies, había una extraña sensación de hormigueo debido al contacto con la tierra húmeda de las cascadas y las piedrecillas lisas que estaban regadas por ahí.

— ¿Todo es mío? —las preguntas no terminaban para él.

—Sí, querido —Edna extendió los brazos, sacándolos de su túnica para hacérselo notar—. Éste es tu nuevo reino. Tú eres el Rey de estas tierras y todo lo que alcancen a ver tus ojos, con cada paso que des.

Aquella parte más o menos lo entendía. Y, si lo entendía, entonces la mujer frente a él era suya. También aquella cosa con muchas piernas brillantes. En cierto modo, lo que tenía esa cosa en sus patas brillaban como las estrellas. Se acercó con sigilo, mirándolo, poniendo especial atención en sus patas. En el momento que quiso tocarlo, él apartó sus extremidades y dio un gruñido.

—Déjame tocarte —dijo—. Yo también quiero un adorno como esos.

—Son míos.

—Pero…

—Oh, no, no vamos a pelear por estas cosas, queridos —Edna se interpuso entre ellos, quienes no dejaban de mirarse—. Debes entender que estos hermosos brillitos son parte de tu hermano y no debes quitárselos. Tú has sido provisto de cosas únicas, querido hijo mío. Tú puedes hacer lo que quieras.

— ¿Y por qué no puedo tener algo así?

La criatura gruñó con agresividad al escuchar las palabras de su hermano. Edna sentía que, de algún modo, las cosas podían ponerse tensas con sus dos queridas creaciones. Por lo tanto, decidió apartar a su hijo mayor del recién nacido, interponiéndose entre ambos para que no iniciaran algo en lo que seguro el menor estaría perdido.

—Tú vienes… bueno, una forma de decirlo es como "el conquistador" de estos lugares. Desde este sitio, donde acabas de nacer, hasta donde alcancen a ver tus ojos y no lo necesitas a él. Él te ayudará.

Aquella idea no lo convencía, pero esa mujer hacía que algo dentro de su cabeza palpitara y no pudiera responderle nada. Se dedicó a caminar por el pequeño lugar donde estaban metidos. Había muchas palabras agolpándose en su mente; ¿mente? Sí, esa era una palabra nueva. Como lo era la luna, las estrellas, los pinos y los animales. Conocía un poco de todo, así como algunas otras cosas se acomodaban en sus pensamientos; oh sí, había cosas como las nubes, el agua, los ríos y las hadas.

Todas esas cosas tenían un lugar en su memoria, dentro de su cabeza, y gritaban como si quisieran salir de su boca en ese mismo instante. Al mismo tiempo, otras cuantas cosas se acomodan haciendo ruido como una colmena de abejas furiosas. Le costaba trabajo, pero podía asimilar todo. Todo lo que estuvieran diciéndole. Todo lo que podía sentir.

—Creo que algo salió mal —dijo la criatura de ocho patas—. Debe comenzar de nuevo, ama.

—Tonterías —decía ella con soberbia—. Sólo está tratando de comprender todo. Es un recién nacido, así que es muy normal no saber las cosas que están pasando por su cabeza en este momento.

—Yo no era así cuando nací —la criatura lucía confundida.

—La perfección lleva su tiempo.

Por algún motivo, escucharla decir algo así lo sintió ofensivo. Por supuesto, él solo era una cosa repugnante, pero hasta él podía ver que algo no marchaba bien con dicho recién nacido; su forma podía verse perfecta, extraña, incluso hermosa para ella. sin embargo, tampoco dejaba de temblar. Así mismo estaba viendo el infinito horizonte nocturno sin siquiera parpadear, pero sus ojos, su mirada, seguía notándose vacía. Algo había mal en él y podía sentirlo.

—Entonces yo puedo tenerlo —dijo torciendo su cabeza sin dejar de mirar el cielo—. Yo puedo tener todo lo que me plazca, ¿no es verdad, madre?

— ¡Oh, incluso ya sabe quién soy! Estoy tan orgullosa.

Edna casi derramaba lágrimas al escucharlo hablar, y conforme lo hacía, su forma líquida tomaba un poco más de espesura. Tanto así, que ya casi no lucía trasparente ni de muchos colores mezclados; más bien parecía un solo individuo de cuerpo casi deseable. Incluso musculoso, que se regodeaba en el supuesto poder que ella le decía poseer.

—Entonces lo quiero todo.


Muchas gracias a quienes vienen leyendo estos locos delirios. Ya nos estaremos leyendo.

Slash.