¡Hola de nuevo! No quiero robaros mucho tiempo porque tendréis ganas de leer el capítulo, tan solo quería hacer un pequeño resumen de lo que había pasado hasta el momento para los que me vayáis leyendo "en directo", ya que hace bastantes meses que no actualizaba y podéis estar un poco perdidos:

Lydia había conseguido sacar a Theo del jardín y, por suerte, al final todas las lesiones se habían quedado en un susto. Pero la directora McGonagall estaba muy enfadada con los chicos por su imprudencia... acabamos el capítulo anterior a expensas de ver si decidía o no expulsarlos. Y justamente en ese punto comienza este nuevo capítulo. Os dejo que sigáis leyendo, no quiero entreteneros más. Un besito 😘


Lydia se mordió el labio inferior, nerviosa. Se había intentado convencer, por todos los medios posibles, de que la directora sería benévola y no los expulsaría, pero estaba comenzando a entender que su infracción había sido demasiado seria. McGonagall se frotó el puente de la nariz y les indicó que tomaran asiento en las sillas que acababan de situarse frente a su escritorio.

- Antes de tomar una decisión, sin embargo - continuó -, me gustaría darles la oportunidad de defenderse y, sobre todo, explicarse. Llevo días dándole vueltas a todas las posibles opciones, pero nada de lo acontecido parece tener sentido. La señorita Weasley llegó a la Enfermería con un golpe severo en la cabeza, seguida por el señor Potter, que presentaba una herida con veneno de basilisco. Un veneno que no solamente no se puede encontrar en Hogwarts, sino que es muy difícil conseguir de manera legal - suspiró -. Y por último, la señorita McLean llega con un hombro dislocado y trae al señor Black que, a pesar de haber sido visto por cientos de testigos en el comedor la noche del viernes, presenta signos visibles de deshidratación, inanición y anemia, como si llevara días sin alimentarse.

Los chicos guardaron silencio, incapaces de encontrar una excusa ante semejantes evidencias.

- Cada uno de ustedes llegó en diferentes momentos, lo que quiere decir que no se hirieron todos en el mismo accidente. Aún así, sería ilógico pensar que todo esto no forma parte de la misma historia. Les contaré mi teoría: tras varios días de búsqueda incansable por los terrenos del jardín dieron con aquello que tanto habían buscado. Y, considerando que aparecieron todos empapados, deduzco que ese algo se encuentra en el lago. Ignoro si es un lugar, un objeto o incluso una criatura, pero lo cierto es que lo que encontraron ha estado a punto de costarles la vida - esperó, pero ninguno se atrevió a darle o quitarle la razón -. ¿Y bien?

- Directora - Theo fue al fin quien tomó la palabra -, quiero que sepa, de parte de todos, que en ningún momento pensamos que estuviéramos tomando parte en algo peligroso; nunca jamás hubiéramos involucrado a James Potter de haber sido así. Pero la situación se nos fue de las manos.

Victoire asintió y tomó la palabra.

- Entienda que nos gusta la acción, pero no somos imprudentes.

- Y sería una lástima que nos expulsaran unos meses antes de acabar nuestra formación - añadió Teddy.

- En ese caso comiencen a explicarse.

Los chicos se miraron entre sí.

- Es que no podemos - contestó Lydia, tamborileando nerviosa con las puntas de los dedos sobre el reposabrazos de su silla -. Si no le damos explicaciones nos exponemos a la expulsión, sí. Pero si se las damos, nos exponemos a algo bastante peor.

McGonagall frunció el ceño y se inclinó hacia delante, visiblemente curiosa.

- ¿Puede ser más concreta?

Como toda respuesta, Lydia se hizo a un lado el cuello de la camisa, exponiendo así la pequeña cicatriz con forma de hoja de su hombro.

- Es una marca del silencio - puntualizó la Ravenclaw - que se nos impuso durante nuestra aventura. Si desvelamos aquello que encontramos… - no hizo falta que finalizara la frase.

McGonagall, tras observar varios segundos en silencio la pequeña cicatriz y repasarlos uno a uno con la mirada, se giró hacia el retrato tras su escritorio.

- Albus, ¿tú sabías algo?

El viejo director, que había permanecido atento a la charla, sonrió con misterio y benevolencia.

- Dicen la verdad, Minerva - levantó la manga de su túnica para que los presentes pudieran ver la pequeña hoja, igual que la de Lydia, que había en su antebrazo -. No se te pasa nada por alto, ¿eh? - sonrió -. Pero por mucho que ya haya fallecido, no puedo hablarte sobre ello; te legaría la maldición a ti.

- ¿Estabas al tanto de sus planes y no me informaste? - continuó la directora, intransigente.

- Jamás se me hubiera ocurrido que pudieran estar en peligro - clavó sus ojos profundamente azules en Theo y asintió -. Aunque ahora entiendo que me equivoqué enormemente y os pido perdón por ello.

- Albus.

- Minerva, ellos no podían saber que las cosas iban a salir tan mal, has de hacerme caso. Se merecen la redención.

La directora se masajeó las sienes y alzó una mano hacia el retrato.

- Luego hablaremos.

Se volvió hacia los chicos y los observó con mirada cansada.

- Ha sido inmensamente difícil impedir que lo acontecido la noche del viernes llegara hasta la prensa, pues todo el colegio está al tanto de lo ocurrido. Y me será extremadamente complicado conseguir que se les permita seguir estudiando en Hogwarts si carezco de una explicación razonable.

Los chicos contuvieron el aliento.

- Pero soy la directora y la decisión, al fin y al cabo, está en mis manos - se frotó las manos con nerviosismo y finalmente asintió -. Por las barbas de Merlín, no saben lo difícil que va a ser encontrar una explicación razonable a todo esto sin que el Ministerio eche la culpa al colegio.

- Yo me encargo de eso.

McGonagall frunció el ceño y miró a Theo.

- Señor Black, no creo que…

- Hablaré con mi madre. Al fin y al cabo, de algo tiene que servirme el ser hijo de la Ministra de Magia. Le aseguro que el asunto no se agravará.

McGonagall hizo como que reflexionaba y finalmente se reclinó en su silla y se frotó el puente de la nariz. Aunque el reglamento así lo exigiera, tenía demasiado cariño a esos chicos como para expulsarlos; eran temerarios y desobedecían las normas, pero también eran alumnos brillantes y ejemplares. Y, si como Dumbledore había dicho, lo de la maldición era cierto, tampoco podía obligarlos a darle más detalles.

- Después de seis años y medio no seré yo la que los expulse a tan pocos meses de su graduación. Pero han de saber que van a estar en el ojo de mira lo que queda de curso y no me gustaría que me defraudaran.

- No lo haremos directora McGonagall.

- Muchas gracias, de verdad.

Los chicos sonreían de oreja a oreja y la miraban como si fuera la persona más amable del mundo. La directora rodó los ojos.

- ¿Señor Lupin, señorita Weasley? - los aludidos elevaron la cabeza y le prestaron entera atención -. Ambos son prefectos de sus respectivas casas. Hagan el favor de dar una buena imagen a nuestros estudiantes más jóvenes.

- Claro, directora. Sabe que lo haremos - contestó Teddy.

La mujer asintió. En el fondo eran buenos chicos.

- Ya pueden marcharse. Espero que esto les sirva de lección y, en el futuro, sean un poco más cautos. Han salido ilesos en tantas ocasiones que han perdido la capacidad de juzgar cuando pueden estar en peligro.

- Lo haremos - Lydia sonrió -. Puede estar segura de ello.


- Os juro que por un momento pensaba que nos iba a expulsar - Victoire se reclinó en su butaca habitual junto a la chimenea del Salón Común y esperó hasta que sus amigos se hubieran sentado a su alrededor.

- Oh vamos, estoy seguro de que lo hizo solo para ponernos nerviosos - Teddy sonrió -. Haría falta que hiciéramos explotar el colegio para que nos expulsara. McGonagall nos tiene demasiado cariño.

- Por cierto - añadió Lydia -, ¿a nadie le ha sorprendido lo de Dumbledore?

Victoire se encogió de hombros.

- He de decir que tenía mis sospechas. Teniendo en cuenta que fue él quien nos ayudó a encontrar el jardín y que es un reconocido caballero de la Orden de Merlín, y Gryffindor… no es de extrañar. Reúne todos los requisitos necesarios.

- Supongo que tienes razón - corroboró Lydia.

- Además, gracias a él hemos descubierto algo acerca de William Barrow - puntualizó Teddy, haciendo así que sus tres amigos se volvieran a mirarlo con expresión dubitativa.

- ¿Ah sí? - inquirió Lydia.

- ¿No os acordáis de lo que ha dicho? Que, aunque esté muerto, no puede contarle nada a McGonagall porque le cedería la maldición.

- ¡Claro! - a Lydia se le iluminó el rostro -. ¡Eres un genio Teddy!

Victoire frunció el ceño.

- Pues yo sigo sin pillarlo.

- ¿Recordáis que mi teoría era que William, con ese poema, había querido alertar a las generaciones futuras acerca de la existencia del jardín? - sus amigos asintieron -. Bueno, pues Theo no estaba del todo de acuerdo conmigo. Decía que si lo que William pretendía era que todo el mundo se enterara, lo habría contado y ya está. Además, ¿qué más le daba? Tenía pensado suicidarse de todas formas.

- Razón de más para que pudiera haberlo contado sin temor a morir - recalcó Theo, pero Lydia negó con la cabeza.

- ¿Qué habría ganado con ello? Si se lo hubiera comunicado a alguno de sus amigos o familiares les habría cedido la marca; los hubiera puesto en peligro. Y él no quería eso. Por ello se le ocurrió esta inteligente…

- Y enrevesada - la cortó Theo, ganándose una mirada de reproche de Lydia -. Perdón, sigue.

- Por ello se le ocurrió el poema. No estaba contando nada, tan solo daba las pistas necesarias para poder llegar al jardín. Además, supongo que no quería correr riesgos… en caso de que el poema nos cediera la maldición, tampoco le importaba mucho. Es decir, hace casi 400 años que murió.

- Sí, supongo que tienes razón - Victoire suspiró -. Qué historia tan bonita y tan estúpida. Es decir, es bonito que se quisieran tanto… ¿pero que él se suicidara?

Teddy la atrajo hacia sí.

- ¿Así que si me pasara algo seguirías con tu vida y te olvidarías de mí?

La Gryffindor le dio un suave puñetazo en el hombro.

- Edward Remus Lupin, ni se te ocurra bromear sobre eso.

El Hufflepuff frunció el ceño.

- Ya sabes que no me gusta que me llames Edward.

Victoire parecía a punto de replicar con un comentario mordaz, pero se detuvo al oír la carcajada que soltó Theo.

- Cuánto echaba de menos todo esto.

Teddy bajó las cejas y le puso una mano sobre el hombro.

- Ojalá todo hubiera sido más fácil.

- Me salvasteis a tiempo y eso es lo único que importa.

El Slytherin sonrió y se volvió hacia Lydia.

- Por cierto, si esta era tu táctica para debilitarme y hacer que perdamos la copa de Quidditch, he de decirte que no va a funcionar. Estoy de vuelta, lo que quiere decir que os vamos a machacar.

La Ravenclaw rodó los ojos.

- Vaya, ¿cómo has podido darte cuenta de que eso era en realidad lo único que pretendía?

Theo se inclinó hacia ella y elevó una ceja.

- Porque eres muy predecible.

Lydia sonrió.

- ¿Ah sí?

El Slytherin se acercó un poco más, hasta que sus rostros estuvieron apenas separados por un par de centímetros.

- Totalmente.

- Pues resulta que…

- Chicos - el hechizo que los rodeaba se rompió cuando Victoire habló. Theo y Lydia se giraron y se dieron cuenta de que la Gryffindor y el Hufflepuff se habían puesto en pie -. Es solo que tenemos que hacer varios ensayos, rondas de prefectos… ya sabéis, todo ese rollo. Y parece que os lo estáis pasando bien así que...

- Os dejamos solos - Teddy se esmeró por enfatizar la última palabra -. ¿Nos vemos a la hora de la cena?

- Claro - dijo Lydia.

- Puede - replicó Theo, lanzando una mirada suspicaz a la Ravenclaw que hizo que esta se ruborizara ligeramente.

- Pues hasta luego… o no - Victoire le guiñó un ojo a su amiga -. Pasadlo bien.

Cuando por fin se hubieron quedado los dos solos, Theo se giró hacia la Ravenclaw y le dirigió una sonrisa casi felina.

- ¿Vamos?

Lydia tenía los nervios a flor de piel y notaba miles de mariposas revolotear en su estómago, pero trató de parecer despreocupada cuando contestó a Theo.

- ¿Dónde?

- A pasarlo bien, claro.


Los chicos tardaron más de lo previsto en llegar hasta la torre de Ravenclaw, debido a que muchos de sus compañeros y amigos detenían a Theo para preguntarle acerca de su estado de salud y, de paso, intentar sonsacarles algo de lo que había ocurrido la noche del viernes. Finalmente llegaron hasta la puerta de entrada a la Sala Común y la vieja aldaba de bronce con forma de águila susurró con voz melodiosa:

- ¿Qué resucita a los muertos, qué te devuelve la infancia y te hace reír o llorar? ¿Qué nace en un solo instante y dura una eternidad?

Theo frunció el ceño pero Lydia tardó apenas un par de segundos en contestar.

- Los recuerdos.

Al momento la puerta se abrió hacia el interior, permitiéndoles el paso a la espaciosa Sala Común. Theo se recreó un momento en admirar las estanterías que se elevaban hasta el techo abovedado y la estatua de mármol de Rowena Ravenclaw que presidía la estancia. A través de las ventanas con forma de arco decoradas con ricas cortinas de seda azul y bronce se podían observar el Bosque Prohibido, el campo de Quidditch o los picos de las elevadas montañas del paisaje escocés, la mayoría de ellas teñidas todavía de blanco. Había estado allí numerosas veces, pero la sensación de grandeza a la par que sencillez siempre lo embriagaba nada más entrar.

Unos cuantos curiosos levantaron la mirada de sus apuntes o dieron codazos a sus amigos, señalando con no mucha discreción hacia la recién llegada pareja. Algunos de sus compañeros de curso incluso se sumaron a la larga lista de estudiantes que habían preguntado a Theo acerca de su estado, lo que hizo que les costara otros diez minutos llegar hasta la habitación de Lydia.

Aunque sabían que en los dormitorios femeninos de Gryffindor no podían entrar chicos, esa norma no se aplicaba a la torre de Ravenclaw, pues la fundadora de la Casa había creído innecesario impedir la confluencia de alumnos de un pasillo a otro. La habitación de las chicas de séptimo era la última y más amplia de todas, puesto que Lydia contaba con seis compañeras (eran una de las promociones más grandes que había en Hogwarts). Por suerte y para alivio de los chicos, estaba vacía.

Sin terciar palabra la morena cerró la puerta a sus espaldas y sonrió nerviosa a Theo, que la siguió en silencio hasta la cama más alejada de la izquierda, que se situaba bajo el amplio ventanal. Se sentaron ambos en el borde del colchón, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Finalmente la chica rompió el silencio.

- Creo que te sería más rápido redactar un documento y pegarlo a la entrada del Gran Comedor. Así no haría falta que dos de cada tres personas te pararan por los pasillos.

Theo se dejó caer hacia atrás y sonrió.

- ¿Celosa por mi popularidad?

- Oh sí, ojalá poder estar en tu piel.

Súbitamente el Slytherin se incorporó y la expresión en su cara cambió.

- No sabes lo que dices. No tienes ni idea de lo que supuso estar encerrado y…

Lydia sintió que se le venía el mundo abajo.

- Theo, sabes que no me refería a eso. Yo… - el chico soltó una carcajada y la morena frunció el ceño -. No deberías bromear con este tema. Es como restarle importancia y no creo que debas restársela.

El Slytherin se mordió el labio y tomó las manos de Lydia entre las suyas con delicadeza.

- Tengo que intentar volver a la normalidad, Lydia. No puedo estar lamentándome cada segundo por lo que pasó, ni tratando de perpetuar ese sufrimiento. Ahora estoy aquí, estoy bien y eso es lo que importa.

- Sabes que no pretendo que lo pases mal. Pero te conozco y sé cómo gestionas tus emociones. No puedes enterrar los recuerdos porque al final acabarán golpeándote con fuerza. Y sería normal que lo estuvieras pasando mal, porque hace apenas un par de horas seguías en la enfermería.

- Lo superaré.

- Lo sé - la morena le apartó el flequillo de la frente con cariño -. Pero si en algún momento necesitas algo sabes que nos tienes a tu lado. No quiero que lidies con esto tú solo.

La mirada de la chica se encontró con la del Slytherin y durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Disfrutaron de la sensación eléctrica que los recorría por la cercanía del otro, de la sensación de bienestar por poder, al fin, dar rienda suelta a sus sentimientos.

Theo se inclinó poco a poco hasta que su nariz se topó suavemente con la de Lydia y sintió como una sonrisa se dibujaba en el rostro de la Ravenclaw. Las manos de la chica ascendieron hasta el rostro del Slytherin y sus pulgares acariciaron con cuidado las mejillas rasuradas del chico. Finalmente sus labios se encontraron casi con miedo, y poco a poco los besos se fueron volviendo más intensos, casi apremiantes.

- Lydia…

La Ravenclaw se separó un par de centímetros del chico y sonrió al ver lo dilatadas que tenía las pupilas.

- Dime.

- Es solo que… - Theo se mordió el labio y Lydia sintió un enorme sentimiento de ternura crecerle en el pecho al observar su nerviosismo -. Hoy no me apetece… ya sabes. Hacerlo.

La Ravenclaw intentó conservar su expresión calmada y asintió, pero el chico fue capaz de detectar el gesto inseguro y decepcionado en su semblante.

- No me malinterpretes - se apresuró a seguir -. Sí que me apetece. Pero no sé si es el momento correcto. Quiero… quiero que sea perfecto - bajó levemente la cabeza y Lydia vio que tenía las orejas rojas -. Y me siento bastante débil todavía. Sé que te dije que cuando pudiéramos estar solos ocurriría, pero creo que…

- Tenemos toda la vida por delante - susurró Lydia -. No tiene por qué ser hoy ni mañana. No hay prisa.

El Slytherin se inclinó de nuevo para besarla durante un par de segundos y la observó con los ojos brillantes de felicidad.

- Lo siento.

- Deja de pedirme perdón, Theo. Sí, me apetece hacerlo. Pero tampoco estaría mal que nos tomáramos las cosas con calma.

El chico asintió, empezando a notar que sus párpados se cerraban.

- ¿Quieres que nos tumbemos? - preguntó la Ravenclaw, a lo que el chico respondió asintiendo con la cabeza.

Una vez que hubieron desprendido de sus zapatos, se echaron hacia atrás y se recostaron envueltos en un abrazo sincero.

- No puedes imaginar el tiempo que llevo deseando esto.

- Y yo.

Lydia le pasó las manos con suavidad con el cabello y Theo apoyó la cabeza en el hueco de su hombro, sintiendo que el cansancio acumulado durante los últimos días lo invadía de golpe. Hubiera querido seguir hablando con Lydia, disfrutar de la sencillez que sentía cuando estaba con ella. Pero el simple hecho de abrir la boca le costaba un esfuerzo tremendo y notaba sus extremidades tan pesadas como si fueran de plomo. Así, dejándose tranquilizar por las dulces caricias de la chica, se dejó vencer por el sueño, que lo devolvió a parajes bellísimos repletos de hadas mezquinas y peligrosas.


- ¿Mamá? - Theo frunció el ceño, confuso. Cuando la mujer llegó a su lado se dejó abrazar y besar con actitud resignada y finalmente se apartó suavemente de ella -. Podrías haberme avisado de que ibas a venir.

- Por fin, no sabéis lo que me ha costado encontraros. Menos mal que Neville me ha dicho que os ha visto pasar por delante de los invernaderos hace un par de minutos.

Lydia, ligeramente sonrojada, observaba con admiración a la Ministra de Magia. Era la persona más poderosa de toda la comunidad mágica de Londres, pero no hacía muestra de ello. Vestía con elegancia pero sencillez y sus palabras y acciones eran humildes de corazón. Los periódicos habían llegado a referirse a ella como la bruja más lista de la historia; dominaba una enorme cantidad de disciplinas diferentes y era capaz de realizar hechizos increíblemente complejos con tanta facilidad como si fueran simples Alohomora, y eso que solo contaba con 35 años. Y, aunque normalmente se servía de su varita, eran numerosas las veces que Lydia la había visto conjurar sin ella. Pero sin duda lo que más admiraba Lydia era su procedencia: Hermione Granger era hija de muggles, de lo cual se sentía profundamente orgullosa. En numerosas ocasiones prescindía de las vestimentas mágicas y lucía preciosos vestidos y trajes muggles. Las revistas de moda mágicas seguían sus pasos de cerca y cada vez era más común ver a magos y brujas alternando túnicas con jeans y jerséis de punto. De pronto, la Ravenclaw se dio cuenta de que no estaba prestando atención a la conversación.

- ...McGonagall y he venido en cuanto he podido. ¿Qué ha pasado? Dice que no podéis decir nada. Escucha, sé que te molesta que el Ministerio se inmiscuya, pero si estamos hablando de una fuente de peligro en el terreno de Hogwarts los departamentos de la planta de…

- Mamá - Theo la frenó, rodando los ojos -. No. McGonagall te ha dicho la verdad - se apartó la túnica y le enseñó la cicatriz con forma de hoja -. No podemos decir nada, bajo pena de muerte.

Su madre le acarició el hombro con clara curiosidad y frunció el ceño. Finalmente se volvió hacia los otros tres.

- ¿Vosotros también lo tenéis? - Lydia, Teddy y Victoire asintieron con la cabeza -. ¿Y James? El otro día me llamó su padre bastante preocupado.

- James no. Lo dejamos al margen del peligro - dijo Theo.

- Y sin embargo fue el que más grave llegó a la enfermería, según me ha dicho la directora. Y tú no te quedas corto - ya no hablaba como Ministra, sino como madre -. Theodore, eres ya lo suficientemente mayor como para…

- No fue adrede, mamá, tienes que creerme. No sabíamos dónde nos metíamos. Pero de verdad, no te preocupes. Las posibilidades de que alguien más se ponga en peligro por eso son prácticamente inexistentes. Diles lo que te parezca a los del Ministerio, pero por nosotros no vas a saber nada más.

- Estuvisteis a punto de ser expulsados - añadió la mujer -. Tuve que mover bastantes hilos para que no se abriera una investigación y tuvisteis suerte de que Harry no quisiera indagar. Como jefe de los aurores...

- Vosotros vivisteis aventuras más peligrosas cuando estudiábais aquí - puntualizó Theo y sonrió ante la expresión de su madre -. Y no solo cuando teníais 17, sino desde los 11 años.

- Sabes que no es lo mismo. Lo vuestro son ganas de enredar; nosotros estábamos en guerra.

- Nos portaremos bien en los que queda de curso, ¿vale? Además, tampoco es que tengamos mucho tiempo que perder. Ya no queda nada para los Éxtasis.

- Eso es lo que quería oír - Hermione se inclinó y besó la mejilla de su hijo -. Ahora centraros en la importante, ya tendréis tiempo en verano para pasarlo bien. Me tengo que ir cariño, tengo una reunión en 15 minutos. ¿Vosotros estáis bien? - los otros tres asintieron -. Me alegro. Tu madre te manda saludos Victoire. Bueno, me voy o no llegaré. Pasad buen día.

Lydia no supo si se lo había imaginado o fue real, pero le pareció que Hermione le guiñaba un ojo antes de darse la vuelta y alejarse hacia el castillo.


Durante las siguientes semanas, Theo y Lydia se vieron asediados por las enormes pilas de deberes que habían ido acumulando durante el tiempo que investigaron acerca del jardín, por lo que apenas tuvieron tiempo para estar juntos. Intentaban quedar un rato cada día, normalmente en un rincón apartado del castillo y, aunque estaban cada vez más cómodos con la compañía del otro, todavía no habían encontrado el momento perfecto para dar un paso más en su relación. Pero aunque pareciese contradictorio, eso les encantaba.

La atracción crecía entre ellos cada día más, llegando a alcanzar niveles que les hubieran parecido imposibles. Cada mirada, cada leve roce, hacía que su ritmo cardiaco se elevara considerablemente y que el deseo los invadiera. Sabían que no aguantarían mucho más tiempo, pero querían exprimir ese sentimiento tanto como les fuera posible. Además, nadie excepto Teddy y Victoire sabía que estaban juntos; antes de estar en boca de todo Hogwarts querían estar seguros de que aquello iba a durar.

Poco a poco Theo había ido recuperándose de su experiencia y había conseguido recuperar su personalidad explosiva y segura. Los primeros días, por mucho que hubiera querido ocultarlo, le fue bastante difícil adaptarse de nuevo a esa tan ansiada normalidad de la vida en Hogwarts. Pero lo peor llegaba por las noches, cuando su mente hacía que sus sueños se volvieran pesadillas repletas de hadas que lo secuestraban, jardines que cantaban y amigos que morían. A menudo se despertaba sudando, enredado entre las sábanas y con el corazón a mil por hora. Por suerte, durante la última semana había conseguido llegar a dominar sus temores nocturnos y hacer frente a esas pesadillas, lo que suponía un paso enorme.

Era la noche del segundo viernes de marzo, y Lydia y Theo se habían reunido en una de las apartadas aulas del quinto piso, ajenos al ajetreo del castillo. Era una clase que había pasado a utilizarse como almacén, pero que durante años se había utilizado para enseñar Encantamientos. En la parte trasera de la estancia, un sofá había quedado olvidado por el tiempo y, con algo de paciencia y sus mejores encantamientos limpiadores, Lydia había conseguido devolverlo a su aspecto original.

En aquel sofá, los dos enamorados se besaban apasionadamente, enlazados de manera intrincada. Las manos de Lydia despeinaban como de costumbre el pelo del chico, mientras que Theo se había aventurado a introducir las suyas bajo la suave e impecable blusa de la Ravenclaw, que se agitaba con excitación ante el toque del Slytherin. De pronto, el sonido del enorme carillón que ocupaba una de las esquinas los sobresaltó, devolviéndolos a la realidad.

- Es medianoche - apuntó Theo, tratando de hacer que su voz no temblara por la agitación.

Lydia asintió y ambos se miraron en silencio. No querían irse, pero sabían que debían hacerlo. Al día siguiente tenían que madrugar, pues los equipos de Slytherin y Ravenclaw se enfrentaban en unos de los partidos de Quidditch decisivos del año. Puesto que Gryffindor había ganado a Hufflepuff hacía un par de semanas, la casa roja se había situado en el podio, poniendo a Ravenclaw y Slytherin en la cuerda floja: debían ganar todos los partidos que tenían por delante si querían asegurarse un puesto en la final. El partido del día siguiente sería pues casi decisivo y Theo y Lydia, como capitanes de sus respectivos equipos, se habían volcado en cuerpo y alma en los entrenamientos para conseguir esa victoria.

- ¿No podemos quedarnos un ratito más? - Theo se inclinó de nuevo hacia la chica y esta tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para apartarlo.

- Quizás a ti no te haga falta dormir mucho porque de todas formas vais a perder - comentó Lydia -. Pero a mi me gustaría estar descansada.

- ¿Descansada para la derrota?

- Para tu derrota, querrás decir.

- Os vamos a machacar - Theo sonrió de medio lado y se colocó bien la corbata mientras se ponía en pie -. Nuestra técnica es tan buena que ni nos vais a ver pasar.

- Más quisieras, Black - caminaron juntos hacia la puerta y se detuvieron para observarse en silencio, ambos con sendas sonrisas traviesas.

- Hasta mañana - susurró Theo.

- Te veo en el partido - Lydia se puso de puntillas y lo besó suavemente, pero el Slytherin la apretó con fuerza contra sí y la apoyó contra la pared más cercana con pasión. Cuando se separaron, la chica sentía los nervios a flor de piel.

- ¿Desorientada, McLean? Quizás deba hacer lo mismo antes de empezar el partido.

Lydia sonrió y elevó una ceja en actitud desafiante.

- Quizás debas.


Los exámenes finales estaban cada vez más cerca, pero casi todos los alumnos habían conseguido hacer un hueco en sus apretados horarios para acudir a ver uno de los partidos más importantes del año. Las cuatro enormes gradas bullían bajo los gritos de cientos de espectadores que, ansiosos, esperaban la salida de los respectivos equipos al campo. Y, sin duda alguna, las bufandas y estandartes azules y verdes eran las que más ruido hacían.

Lydia terminó su ya habitual charla de ánimo y recorrió con la mirada brillante de emoción los rostros de sus compañeros de equipo. Mientras se aseguraba de que todas las pelotas e instrumentos estaban en condiciones óptimas, intentaba relajar la tensión apretando con fuerza el bate de madera que sostenía. Apenas quedaban un par de minutos para el comienzo del partido y no debería haber estado más nerviosa que otras veces, pero en esta ocasión había algo totalmente diferente que hacía que se le pusieran los pelos de punta y le temblara la voz: era la primera vez que se enfrentaría a Theo desde que estaban juntos. Y, por alguna razón, sentía que algo importante estaba a punto de ocurrir.

El señor Thomas, el árbitro y profesor de Vuelo desde la jubilación de la señora Hooch, entró al vestuario y se dirigió directamente a ella.

- Señorita McLean, salen en un minuto. Prepárense.

Lydia asintió, sintiendo que estaba a punto de vomitar, y cogió aire con fuerza.

- En fila, chicos. Ya sabéis el orden. A mi señal saldremos todos al mismo paso. Guardad la distancia y concentraros, no os despistéis mirando las gradas o escuchando los gritos. Ya sabéis que es vital que ganemos este partido: tenemos que dar lo mejor de nosotros. Y sobre todo, jugad limpio y pasadlo bien, ¿estamos?

Un coro de gritos acogió sus palabras y se giró decidida. Abrió la puerta con aplomo y, sin mirar atrás, empezó a avanzar con paso marcial hacia el centro del campo, viendo como la puerta del vestuario del lado contrario se abría casi a la par para dar salida a Theo, precedido por su equipo. Un coro de gritos y cánticos se elevó por encima del bullicio; había pancartas lo suficientemente grandes como para poder leerlas, pero Theo sabía que no podía dejarse despistar por eso. Sin embargo, sonrió al observar de reojo su nombre en varias de ellas.

Con la barbilla alta y los hombros erguidos avanzó, con paso decidido, hasta el punto en el que estaba el señor Thomas. Escuchó su nombre y el de algunos de sus compañeros de equipo aclamados por la multitud, al igual que el nombre de muchos de los jugadores de Ravenclaw. Los espectadores verdes y azules parecían haberse decidido a tirar abajo las gradas, a juzgar por la forma en la que saltaban, gritaban y silbaban presas de la emoción.

Pero todo aquello desapareció en el mismo momento en el que su mirada se posó en la de la capitana de Ravenclaw. Lydia elevó una ceja y sonrió de una forma desafiante. Theo supo interpretar su silencio: "prepararos para perder". Llegaron hasta el lugar designado y se detuvo, esperando hasta que el señor Thomas hubiera terminado de hablar: jugad limpio, volad seguro… siempre decía lo mismo, año tras año, partido tras partido. El chico miró al suelo y trató de concentrarse, no en el partido sino en lo que iba a hacer a continuación. Inspiró con fuerza, secándose el sudor de las palmas de las manos contra su túnica deportiva, y cuadró los hombros ante la señal del árbitro.

- ¡Capitanes, saludaros!

Lydia y Theo dieron un paso al frente y se observaron en silencio; de alguna forma, los dos sabían lo que iba a ocurrir. Al final, fue Lydia la primera en tender la mano hacia el chico. El Slytherin, lejos de apretársela, la asió con cuidado por la muñeca y la atrajo hacia sí, inclinándose para unir sus labios en un beso firme. Apenas duró un par de segundos, pero cuando se separaron las gradas parecían a punto de venirse abajo. Si antes el público hacía ruido, ahora el estruendo resultaba ensordecedor.

- Buena suerte - dijo al fin Theo, haciendo caso omiso de los comentarios que se oían por el megáfono y del bullicio que todavía resonaba en el campo.

- Que gane el mejor - asintió Lydia.


Theo sobrevolaba el campo, tratando de no perder de vista a la buscadora de Ravenclaw y oteando a su vez en la distancia, buscando el tan conocido brillo dorado de la snitch. Había creído verla en un par de ocasiones, pero no había sido capaz de llegar a cogerla. Apenas llevaban media hora de partido y el marcador iba 70-20 a favor de Ravenclaw, pero eso no lo desanimaba.

Sabía que, en cuanto a táctica, Ravenclaw era uno de los mejores equipos, por no decir el mejor. Por eso, el moreno sabía que el partido estaba en sus manos: conseguir la snitch era la única forma de derrotar a sus contrincantes. Y, por mucho que lo ocultara, deseaba ganar a Lydia.

- ¡SMITH CON LA PELOTA, SE LA PASA A WAGNER QUE SE ACERCA A LOS AROS Y… INCREÍBLE LA PARADA DE HUDSON! ¡LA GUARDIANA DE RAVENCLAW ESTÁ HOY QUE SE SALE! ¡BLACK Y SWAN SIGUEN BUSCANDO LA SNITCH PERO DE MOMENTO NINGUNO DE LOS DOS PARECE ENCONTRARLA!

Theo apretó los dientes y se inclinó para girar hacia la derecha. Tal como hábilmente acababa de remarcaba el comentador, el partido se le estaba haciendo cuesta arriba. A los pocos minutos de empezar había comenzado a llover débilmente y, aunque el resto de sus compañeros no se veían afectados, tratar de encontrar la pelota dorada era como buscar una aguja en un pajar. Maldijo para sus adentros no haberse cortado el pelo, pues el flequillo mojado le entraba en los ojos y le obligaba a apartárselo cada diez segundos y se asió con fuerza a la escoba, serpenteando entre los jugadores. Sintió parte de la tensión de sus hombros relajarse cuando Slytherin marcó el 70-30, y se dirigió hacia una de las esquinas del terreno, desde donde tenía una visión completa del campo. Y entonces la vio, a apenas unos centímetros del aro superior de su equipo. Se inclinó hacia delante y salió despedido en esa dirección, estirando la mano en el aire y dejándose mecer por los gritos de ánimo de las gradas. Pero cuando apenas quedaban un par de metros y ya sentía la calidez de la victoria en la punta de sus dedos, una bludger lo golpeó con fuerza en el costado, obligándolo a detenerse para recuperar el aliento. Se agarró con fuerza a la empuñadura de su escoba, temiendo caerse a causa del ligero mareo y, cuando pudo elevar la vista, comprobó con rabia que la pelota dorada había desaparecido sin dejar rastro.

- ¡JODER!

Al momento sintió que una escoba se paraba a su lado.

- ¡¿ESTÁS BIEN?! - chilló Lydia para hacerse oír por encima de la multitud.

Theo observó en silencio el bate que sostenía la chica y sonrió con sorna.

- ¿ASÍ QUE ESAS TENEMOS MCLEAN? ¡TE VAS A ENTERAR! - y salió volando, dirigiendo de nuevo su plena atención al partido y haciendo caso omiso de los comentarios que resonaban por el megáfono.

- ¡ESTO ES LO QUE YO LLAMO UNA RELACIÓN EXPLOSIVA! ¡CUIDADO MCLEAN, QUE COMO TE PASES LUEGO BLACK NO TE VA A RENDIR! - la riña de la profesora McGonagall quedó acallada por la risa colectiva que se extendió por las gradas -. ¡¿QUÉ HACE BLACK?! ¡LOS BUSCADORES DE AMBOS EQUIPOS HAN INICIADO UNA REÑIDA CARRERA! ¡Y… SÍ, PARECE QUE HAN VISTO LA SNITCH! ¡SWAN INTENTA ALCANZAR A BLACK PERO NO LO CONSIGUE Y... ! - Theo se elevó con gesto triunfante. Entre sus dedos cerrados se podía distinguir el inconfundible brillo dorado que indicaba el fin del partido -. ¡BLACK HA COGIDO LA SNITCH! ¡SLYTHERIN GANA A RAVENCLAW POR 70-180! ¡CON ESTA DERROTA, RAVENCLAW LO VA A TENER MUY DIFÍCIL PARA CONSEGUIR EL TROFEO DEL CAMPEONATO!

Pero Theo ya no veía ni escuchaba nada. Como tantas otras veces aterrizó junto a sus compañeros y los fue recibiendo con los brazos abiertos, acogiendo sus felicitaciones y devolviendo cumplidos a su paso.

- ¡Un partido genial, chicos! - no pudo evitar dirigir su mirada hacia sus contrincantes, pero Lydia ya se había dado la vuelta y marchaba hacia su correspondiente vestuario. Estaba cabreada, lo sabía. Pero se le acabaría pasando. De momento, nada le iba a impedir celebrar la victoria.

Los de Slytherin coreaban desde las gradas con tanto ímpetu que parecía que acababan de hacerse con el trofeo; y no era para menos. Esa victoria los colocaba a tan solo dos puntos por debajo de Gryffindor.

- ¡A las duchas, venga! - chilló Theo para hacerse oír por encima de los vítores de sus compañeros -. ¡Y prepararos, porque esta noche habrá fiesta de celebración en la Sala Común!


- ¡Dijiste que no era tu novia! - Theo se giró al oír aquella vocecilla aguda tan conocida y trató de ocultar que se había bebido casi dos tercios de una botella de Whisky de Fuego lo mejor que pudo.

- ¿Qué pasa enanos? - miró su reloj y tuvo que concentrar toda su atención en descifrar la hora que marcaban las agujas, que parecían moverse ante sus ojos -. ¿No es un poco tarde para que sigáis aquí?

- ¡Pero si son solo las doce! - protestó Albus -. ¡Además, con todo este ruido sería imposible dormir!

- ¡Dijiste que no era tu novia! - replicó de nuevo Scorpius, tratando de encaminar la conversación a su gusto -. ¡Nos mentiste! - frunció el ceño y Theo tuvo que contener una sonrisa.

- No os mentí. Entonces todavía no era mi novia.

- ¿Y ahora? - volvió a preguntar su hermano pequeño con una sonrisa de oreja a oreja.

- Pues no sé qué decirte después del partido de hoy - el chico rio recordando la cara de Lydia cuando se habían encontrado en la cena.

- ¿La puedo llamar cuñada?

- Ni se te ocurra - respondió el mayor mientras le daba un golpe en la frente -. No… ¡McLagen, deja esas botellas! - Theo se enzarzó en una batalla amistosa con uno de sus compañeros de habitación que pasaba por su lado y finalmente se volvió hacia los dos niños de primero -. Me voy chicos. Pasadlo bien.

La noche siguió avanzando y el alcohol bajando. Poco a poco las parejas iban desapareciendo misteriosamente de la sala, rumbo a las habitaciones. Theo se dejaba aclamar y felicitar por sus compañeros de casa, e incluso se animó a subirse a la mesa y cantar una desafinada canción en el improvisado karaoke. Pero, a pesar de la diversión, no era capaz de apartar la imagen de Lydia de la cabeza. Hacía rato que había dejado de beber pero todavía sentía el efecto afrodisíaco del alcohol y cegado por el deseo, observó la hora que marcaba el enorme reloj de pared de la estancia: las dos y media. Echó un último vistazo a su alrededor y, tras despedirse de algunos de sus amigos con excusas atropelladas, corrió hacia la puerta y salió al pasillo de las mazmorras; le quedaban bastantes pisos que subir hasta llegar a su destino.


Lydia era una persona de sueño ligero. Extremadamente ligero. Lo cual resultaba una tortura teniendo en cuenta que convivía con otras seis personas; pero había conseguido acostumbrarse y, aunque se despertara, era capaz de volver a dormirse al segundo. Sin embargo, cuando oyó la puerta abrirse algo le dijo que no se trataba de ninguna de sus compañeras. Dos de ellas pasaban la noche con sus novios y las otras cuatro dormían apaciblemente en sus respectivas camas. Por ello, sin hacer el menor movimiento para tratar de aparentar que dormía, aguzó el oído intentando descifrar quién era el intruso. La piel se le erizó cuando escuchó los pasos aproximarse hacia su cama, y deslizó la mano hacia la mesilla de noche para asirse con fuerza a la varita. De golpe, una sombra atravesó con torpeza las cortinas y se desplomó con fuerza sobre ella, inmovilizándola contra el colchón.

- ¡Quita! - supo que había despertado a sus amigas, pero el sigilo no era su prioridad en ese momento -. ¿Quién eres? - Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, distinguió una mata de pelo castaño y unos ojos azules brillantes observarla con diversión -. ¿Theo? ¿Qué haces aquí? - arrugó la nariz -. Apestas a alcohol.

Un coro de risas apagadas le llegó desde las camas vecinas.

- Yo también me alegro de verte - contestó el chico mientras se incorporaba con dificultad -. Es que estábamos celebrando la victoria.

- ¿Has venido a reírte de mí? Porque si es eso ya puedes…

- He venido porque te echaba de menos.

- Oooh, que mono - oyó que decía Andrea Rochier desde la cama de enfrente.

Lydia rodó los ojos.

- Has despertado a toda la habitación.

- En realidad has sido tú. Yo estaba siendo bastante sigiloso. Bueno, ¿qué me dices?

- ¿Qué de qué? - Lydia distinguió el destello de la sonrisa del chico.

- ¿Me puedo quedar?

- Como no te metas ya a Black en la cama me lo voy a meter yo - comentó Chloe Hudson, provocando una carcajada general entre todas las presentes.

Theo se giró y abrió algo más la cortina.

- ¿Eres tú, Hudson? Me temo que voy a tener que rechazar tu invitación - se volvió y rio al ver el semblante de Lydia -. No te enfades gruñona, ya sabes que soy solo tuyo.

- Más te vale - alzando la comisura de la boca en una media sonrisa, Lydia hizo a un lado las sábanas y sintió como Theo se tensaba a su lado. El Slytherin devoró con sus ojos la imagen de la chica, que dormía tan solo con una camiseta larga y un tanga de algodón y se inclinó para besarla con avidez.

La Ravenclaw se aferró a las sábanas y trató de contener los suspiros de placer que le arrancaba Theo al recorrer su cuello con los labios. Haciendo acopio de toda la concentración que pudo, selló las cortinas y lanzó un encantamiento silenciador, dejando después la varita en la mesilla de noche.

- Theo… - consiguió articular Lydia -. Theo.

- ¿Mmmh? - respondió este contra su oreja, haciendo se que le erizara el vello de la nuca.

- ¿Vas borracho?

El moreno apoyó ambos codos a los lados del cuerpo de la chica y se elevó para mirarla.

- Hace rato que he dejado de beber.

La chica elevó una ceja en actitud desconfiada.

- Va en serio - resopló y se aflojó el nudo de la corbata -. Eso sí, me muero de calor.

Lydia sonrió y metió sus manos bajo el jersey del Slytherin, comenzando a levantárselo poco a poco.

- Eso tiene fácil solución.

Theo sonrió y se puso de rodillas sobre el colchón, elevando a la Ravenclaw con él. Así, sin dejar de mirarse un solo instante, dejó que la chica le quitara el jersey y comenzara a desabrocharle los botones de la camisa. El moreno se inclinó hasta apoyar su frente contra la de Lydia y cerró los ojos, centrándose en disfrutar de la calidez de su toque.

Sintió que las finas manos de su novia bajaban, acariciándole el abdomen, hasta posarse sobre la hebilla de su cinturón con actitud dubitativa. Theo le acarició la mejilla y la atrajo hasta que sus labios se encontraron, dándole así permiso para que siguiera desnudándolo. Una vez se hubo deshecho de los pantalones, sin dejar ni un segundo de besarla con dulzura pero pasión, el chico deslizó sus manos por los muslos de Lydia, asiéndose al borde de su holgada camiseta y levantándola a su paso hasta que se la sacó por la cabeza.

La Ravenclaw lo abrazó por la espalda, acercándolo a ella tanto como le fue posible y este descendió con una lentitud tortuosa por su torso hasta llegar a sus pechos. Las manos de Lydia se enredaron en su cabello, y sintió descargas eléctricas recorrerlo hasta concentrarse en la parte baja de su vientre al oír los suaves gemidos que esta emitía. Sin mediar palabra se fue inclinando hacia delante hasta quedar tumbado encima de ella, atrapado entre sus finas pero musculosas piernas. Los besos se iban volviendo cada vez más feroces, más profundos, mientras sus lenguas se encontraban una y otra vez en un sensual y complicado baile. En aquel momento todo lo demás desaparecía y solo quedaban ellos, amándose como durante tanto tiempo habían ansiado, dejándose llevar por la pasión y el amor, recorriéndose como si tuvieran miedo de olvidar el cuerpo del otro, como si no tuvieran suficiente.

Theo deslizó sus dedos con delicadeza bajo la prenda íntima de Lydia, que se retorció ante el toque del moreno, agarrándose a su espalda entre quejidos de placer. La Ravenclaw le recorrió el cuello con húmedos besos, notando como este se tensaba de deseo entre sus brazos. Sintiendo que no aguantaría más, la chica lo apremió susurrando su nombre; se separaron el tiempo justo para desprenderse de las últimas prendas y, con un cariño infinito, Theo se hundió en ella.

Se movían acompasados, dejándose llevar por la explosión de sensaciones, acompañando sus rítmicos movimientos con caricias y susurros de amor. El chico se dejó caer sobre ella con delicadeza, apoyando parte de su peso a ambos lados para no hacerle daño y centrando toda su atención en las descargas que lo recorrían desde la coronilla hasta la punta de los pies, acercándolo lentamente al clímax. Sentía las cortas uñas de Lydia clavarse en su espalda y las piernas de la chica enrolladas alrededor de su cadera, tensándose con cada nueva embestida. Los gemidos agudos de ella y guturales de él resonaban en sus oídos como la más maravillosa de las melodías, acariciándolos de manera embriagadora.

Con cada minuto que pasaba descubrían que eran capaces de sentir más, de desear más, como si el placer no tuviera límites. Las sábanas se pegaban contra sus cuerpos sudados y el cabezal de la cama rebotaba una y otra vez contra la pared, al ritmo al que los chicos se amaban con frenesí. Theo notaba en cada nervio de su piel que estaba a punto de llegar, y los gemidos de Lydia indicaban lo mismo; por ello, se elevó encima suya lo justo como para que sus rostros se encontraran y, sin apartar la mirada de la de la chica, ralentizó el ritmo hasta convertirlo en un balanceo suave. Sintió la mano de la Ravenclaw buscar la suya y, enlazados en el abrazo más sincero que jamás habían dado, dejaron que el clímax se apoderara de ellos, invadiendo cada hueso, cada músculo; la sensación indescriptiblemente placentera los hizo sentirse en el cielo, los reafirmó en la creencia de que juntos, eran perfectos.

Una vez remitió aquella maravilla, Theo salió de ella y se tumbó a su lado, envolviéndola entre sus brazos y besándole la frente una y otra vez con devoción. Durante varios minutos ninguno de los dos dijo nada y se recrearon reviviendo cada momento de lo que acababa de suceder. El Slytherin, dejándose mecer por las caricias que la chica dibujaba en su espalda y sin desenlazar su mano de la de Lydia, sintió que poco a poco comenzaba a quedarse dormido.

- Te quiero - lo dijo apenas sin pensarlo, como si hubiera salido de lo más profundo de su corazón. Sintió que la chica lo abrazaba con más fuerza.

- Yo también te quiero - respondió Lydia, teniendo que tragar saliva un par de veces para hacer frente a la sequedad de garganta que sentía.

Y así, satisfechos y llenos de amor, se quedaron dormidos.


Theo sintió que la luz se colaba a través de las cortinas y, sin atreverse todavía a abrir los ojos, comprobó maravillado que no le dolía la cabeza. No supo precisar qué hora sería, pero a juzgar por la luminosidad de la estancia hacía ya bastante que había amanecido. Durante algunos segundos no supo distinguir qué lo había despertado, pero finalmente se dio cuenta de que unas manos suaves y finas lo acariciaban con dulzura. Abrió los párpados lentamente y no consiguió reprimir una sonrisa de felicidad al ver el rostro de Lydia a escasos centímetros del suyo, observándolo con curiosidad.

- Buenos días dormilón - le dio un beso corto -. ¿Te he despertado?

- Sí, pero no te preocupes. Pagaría lo que fuera por despertarme así todos los días.

Lydia sonrió y lo atrajo hacia sí con cariño, notando como los fuertes brazos del chico la abrazaban con cuidado.

- Lo de ayer fue…

- Sí.

Los dos rieron suavemente y se volvieron a besar, esta vez más largamente.

- ¿Qué hora es?

- Casi las doce - Lydia apoyó su cabeza en el torso de Theo, relajándose al notar las manos del chico ir y venir a lo largo de su espalda -. Creo que se han ido todas del dormitorio.

- Luego te bombardearán a preguntas.

Lydia rio.

- Oh, ya lo hicieron ayer después del partido de Quidditch.

Theo elevó una ceja y sonrió de medio lado, notando las caricias circulares que Lydia le realizaba en el brazo.

- ¿Y qué les dijiste?

- Que eras un chulo y que solo estaba contigo porque estás bueno.

Theo le mordió con cuidado la mejilla y la Ravenclaw no pudo contener una carcajada.

- Supongo que seremos la novedad de esta semana.

- No es para menos después del beso de ayer. No dejamos a nadie indiferente - el pecho del chico vibró bajo la cabeza de la Ravenclaw cuando este se rio -. Me alegro de que por fin sea oficial.

- Sí, aunque creo que voy a echar de menos lo de tener que ir escondiéndonos por cada esquina.

- Bueno, eso todavía podemos hacerlo - puntualizó la chica. Los brazos de Theo la rodearon y la alzaron hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura.

- Eso es lo que quería escuchar - Lydia inclinó la cabeza y dejó que sus labios se encontraran suavemente con los del chico, en un beso casto y dulce que poco a poco fue acelerándose. La Ravenclaw no pudo evitar una sonrisa por la evidente reacción que ciertas partes de la anatomía de Theo estaban sufriendo.

- ¿Es que tú siempre tienes ganas?

- De ti sí - contestó el Slytherin, rematando la frase con una pequeña mordida a su labio inferior que la hizo derretirse en sus brazos.

Lydia, lanzándole una mirada sugerente, descendió poco a poco a lo largo de la línea de su mandíbula y, lamiendo con sutileza la firme y pálida piel de su cuello, continuó a lo largo de sus hombros y clavículas. Agarrándose con una mano al cabezal de la cama y con la otra a las enredadas sábanas, Theo se curvaba de placer ante las descargas eléctricas que los besos de la chica provocaban al descender por su abdomen. Y, cuando pensaba que el sentido del tacto no podía ir más allá, notó la calidez de la boca de Lydia acariciarlo íntimamente, subiendo y bajando con tanta calma que pensó que se volvería loco.

Aferrándose con cuidado al pelo de la Ravenclaw, gemidos débiles escapaban de su garganta; sintió que sus piernas se tensaban de placer ante las caricias que Lydia realizaba con sus dedos en la zona interior de su muslo. Su corazón latía tan desenfrenado que parecía a punto de salírsele del pecho, y se notaba la boca seca y los sentidos embotados, todos ellos centrados en la tarea que de manera tan diestra realizaba la chica.

- Lydia - susurró con la voz ronca, sabiendo que no aguantaría mucho más así. La Ravenclaw, colmándolo de besos en su ascenso, se colocó a horcajadas sobre él y se inclinó para unir sus labios con pasión, ayudándose de sus temblorosas manos para permitir que el chico se introdujera en ella. Y terminaron de amarse como lo habían hecho la noche anterior.


- Señor Black - Lydia y Theo se volvieron y adoptaron un gesto serio al encontrarse frente a la directora -. Sabe perfectamente que no puede estar en la torre de Ravenclaw.

El Slytherin, restándole importancia con un gesto de mano, sonrió a la mujer.

- Está usted resplandeciente, directora. ¿Le he dicho alguna vez lo bien que le sienta el rojo?

McGonagall rodó los ojos.

- Solo como quinientas veces. Pero no trate de zafarse. Saben que tienen habilitado el Salón Común, junto con todas las zonas exteriores y demás salones internos para reunirse con miembros de otras casas.

- Pero hay ciertas cosas para las que las zonas comunes no sirven - Lydia le pegó un codazo y se sonrojó ligeramente.

- Entienda que a veces nos apetece estar juntos sin que haya docenas de personas a nuestro alrededor - añadió la chica de forma bastante más adecuada que su novio.

McGonagall negó con la cabeza con actitud resignada y suspiró. ¿Qué les iba a decir? Ella también había tenido su época de estudiante y entendía que los chicos tenían razón. Además, era plenamente consciente de que los alumnos iban de Casa en Casa sin miramientos; pero su deber era echarles la bronca, aunque fuera de manera perezosa.

- Anda, sigan. Y que no vuelva a verlo por aquí, señor Black.

Theo le lanzó una sonrisa cómplice y le guiñó el ojo.

- Tranquila directora, trataré de venir cuando no pueda verme - y, agarrando a Lydia por la cintura, se alejaron hacia las escaleras con actitud cariñosa.

La directora sintió un pinchazo de nostalgia; sus padres habían elegido bien el apellido porque, que ella recordara, nunca ningún alumno la había alabado tanto desde que Sirius Black terminó sus estudios.


Entraron en el Gran Comedor y sintieron como, de golpe, todas las miradas presentes se volvían hacia ellos. Sin esforzarse por disimular, la gente daba codazos a sus amigos y se inclinaba para susurrarles al oído. Lydia no pudo sino rodar los ojos.

- En algún momento tenía que pasar.

Theo sonrió y le pasó el brazo por los hombros, saludando con la mano a un grupo de Gryffindors que los miraba descaradamente y haciendo que estos se sonrojaran de vergüenza.

- Prepárate - le dijo segundos antes de que una cabellera platino llegara hasta su lado y se plantara ante ellos, de brazos cruzados.

- ¿Te importa que hable un momento con mi mejor amiga?

- Toda tuya - Theo se inclinó para darle un último beso en la coronilla a Lydia y golpeó suavemente la frente de Victoire al pasar por su lado, ganándose una mirada fulminante de la Gryffindor. Apenas se hubo alejado un par de pasos, Victoire pasó su brazo por el de la Ravenclaw y se giró para encaminarse hacia el hall.

- Sabes, tengo bastante hambre.

- Ah no, no voy a esperar ni un segundo más. Quiero saberlo todo. ¿Qué fue el numerito de ayer en el campo de Quidditch?

Lydia sonrió al recordarlo.

- Ya sabes que a Theo le gusta hacerlo todo a lo grande.

- Pensé que las gradas se vendrían abajo. Y a mí casi me da algo, tardé 5 segundos en darme cuenta de que se me había olvidado respirar. Ay, quería que sacaras tú el tema pero no puedo esperar más. Hablando de que a Theo le gusta hacerlo todo a lo grande... Andrea Rochier me ha dicho que has dormido con él - la rubia le dirigió una mirada sugerente -. Venga, no te dejes ningún detalle.

Lydia se sonrojó y Victoire comenzó a saltar de alegría.

- ¡Lo sabía! Cuenta, ¿cómo ha sido? Theo tiene pinta de…

- Ssssh - chistó la Ravenclaw, mirando a su alrededor con los ojos como platos -. No hace falta que se entere todo Hogwarts - sonrió de medio lado y se sentó en uno de los bancos de madera de la entrada, a la que habían llegado sin apenas darse cuenta -. Theo estaba de fiesta en Slytherin y decidió que la mejor idea era irrumpir en mi habitación casi a las 3 de la mañana. Aunque supongo que Andrea ya te habrá contado eso… - Victoire asintió y le apretó el brazo, incitándola a continuar su narración -. El caso es que vino hasta mi cama y… bueno, creo que los dos nos moríamos de ganas.

- ¿Entonces fue bien? Porque si él había bebido un poco y…

Lydia negó con la cabeza.

- Aun así fue genial. Y esta mañana…

- ¿Esta mañana también? Ya decía yo que tardábais en despertaros… - le guiñó un ojo -. Con razón traes esa sonrisa. Chica, no perdéis el tiempo.

- Me dijo que me quería.

Victoire elevó las cejas y una sonrisa se dibujó en su rostro.

- ¿Y qué le respondiste?

Lydia sonrió.

- La verdad.


Lo que quedaba de curso resultó ser mucho menos interesante que lo vivido. A partir de ese momento, los cuatro amigos concentraron toda su atención en los Éxtasis, que cada día estaban más cerca. Salían, y jugaban al Quidditch, y pasaban rato juntos y disfrutaban, pero el estudio se convirtió en una parte esencial de su día a día. De vez en cuando, se estremecían interiormente al observar la calmada superficie del lago. Por suerte para ellos, James Potter acabó curándose sin ninguna secuela excepto una: no recordaba nada de lo acontecido aquella fatídica noche. Tan solo era levemente consciente de haber sido sacado de su habitación en mitad de la noche y despertarse días después en la Enfermería, bajo la atenta y preocupada mirada de su madre.

Casi como si se tratara de un sueño, llegó y pasó junio y, con él, los exámenes. Los chicos terminaron su último Éxtasis, el último examen que harían en Hogwarts, el miércoles anterior al final de curso. Eso les daba casi 5 días para aprovecharlos al máximo y las Salas Comunes bullían de actividad desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche. Entre los alumnos de séptimo, solo se hablaba de una cosa: el baile de fin de promoción que tendría lugar ese mismo sábado. La tradición llevaba instaurada apenas 10 años, pero ya era una de las más esperadas por todos.

- No me puedo creer que quede menos de una semana para que nos vayamos de Hogwarts y no volvamos nunca más.

- Habla por ti - sonrió Teddy, tratando de ocultar la pena bajo su mirada. Desde que era pequeño había tenido claro que su vocación era la enseñanza. Pero, aunque se convirtiera en profesor de Hogwarts, sabía que no sería lo mismo estar en el castillo sin sus amigos.

Victoire se acurrucó contra su novio

- ¿Cómo ha pasado todo tan rápido? Parece que fue ayer cuando nos pusieron el Sombrero Seleccionador.

- Al menos piensa que todavía nos queda el baile. Y no podemos quejarnos, los Éxtasis nos han salido bastante bien...

- Sí bueno, si no tenemos en cuenta el de Astronomía... pero no me importa. No hace falta sacar buenas notas en Astronomía para dedicarse al cuidado de criaturas mágicas.

Victoire, por sus capacidades de veela, había tenido siempre una conexión especial con todo tipo de criaturas. Era por ello que no había dudado ni un instante en mandarle una carta a su tío, el hermano de su padre, pidiéndole que le hiciera un hueco en su trabajo y que le dejara formarse a su lado. Charlie Weasley le había respondido más que encantado, y Victoire tenía previsto partir a Israel con él el próximo agosto y pasar allí al menos un par de meses.

- ¿Me escribirás todas las semanas?

Teddy la apretó contra sí con más fuerza.

- Sabes que lo haré. Y no te preocupes; estaremos tan entretenidos aprendiendo que antes de que nos demos cuenta llegará Navidad y volveremos a vernos.

La Gryffindor suspiró.

- Sí, supongo que tienes razón.


- ¡Me han aceptado para las prácticas en San Mungo! - Lydia blandió la carta con orgullo ante Theo, que sonrió y la cogió para leerla.

- Te dije que lo harían.

- Es un destino muy solicitado.

- Sí, pero tú eres la mejor - le dio un beso en la nariz -. Lo que pasa es que enseguida te pones nerviosa.

- No todos somos hijos de la Ministra de Magia para que nos enchufen en el Ministerio - la Ravenclaw le sacó la lengua. Ambos sabían que, más allá de la influencia de su madre, Theo había sido admitido por la dimisión de aurores por sus amplias capacidades mágicas. Pero a Lydia le gustaba tomarle el pelo con ello.

- Hablando de mi madre, este verano deberías venir a pasar unos días con nosotros. Ya sabes que ella lo está deseando.

Lydia se mordió el labio.

- No sé Theo, es que...

- Vamos, pero si has estado en mi casa decenas de veces. Ya conoces a mis padres.

- Sí, pero entonces iba como tu amiga. Ahora soy tu novia y será totalmente diferente.

- Bueno, tómate tu tiempo y ya me darás una respuesta. El verano es muy largo.

- No me sumes más preocupaciones, por favor. Suficiente tengo con no saber qué ponerme para este sábado.

- ¿No ibas mañana a Hogsmeade con Victoire?

- Sí pero, ¿y si no encontramos nada? Vamos demasiado justas de tiempo.

- Encontraréis algo seguro. Y si no, no os preocupéis. Vais a estar guapísimas con cualquier cosa que os pongáis.

Lydia sonrió y se inclinó para besarlo brevemente, pero Theo tenía otros planes. Pasó sus manos por su cintura, arrastró a la Ravenclaw hasta quedar ambos tumbados sobre el colchón y se giró, sepultándola con su peso. El chico descendió por su cuello, depositando suaves besos, hasta que finalmente Lydia consiguió articular:

- Cierra la puerta.

El Slytherin sonrió con suspicacia y se giró, apuntando con su varita hacia la entrada. Sí, echaría de menos aquello.


❤️ ¡Y fin del capítulo! ❤️

Antes de nada, pediría perdón por el retraso, pero teniendo en cuenta que hace casi 9 meses que no escribo, supongo que eso no sería suficiente para disculparme 😅 Pero tanto el curso como diversos asuntos familiares me han impedido escribir antes. Aunque de hecho, casi todo el capítulo lo tenía escrito para septiembre, pero procrastinando y procrastinando no decidí acabarlo hasta hace un par de días. Aun así, espero que os guste y la espera haya merecido la pena 😊

Este iba a ser el último capítulo, pero se estaba alargando demasiado y no quería tener que terminarlo con prisa, así que el desenlace lo colgaré en el próximo capítulo. Vaya, al final de la nada me ha salido una historia medianamente larga. La verdad que cuando empecé, dudaba si sería capaz de escribir dos capítulos, pero los personajes han resultado ser bastante buenos para desarrollar la historia, y toda la trama del jardín me ha exigido alargarlo para adaptar la longitud a una buena historia. De momento, este capítulo ha sido bastante más relajado. Ahora que ya ha pasado el peligro, hemos visto un capítulo centrado en nuestros dos protagonistas (estoy enamorada de ellos 😍) y su ya anunciada relación. Además, he querido aprovechar para retratar un poco lo que sería el final de la vida en Hogwarts, los estudios posteriores... porque, como ya sabéis, fue algo que no pudimos ver en los libros de Harry Potter debido a la guerra. ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya dejado con tantas ganas de estudiar en Hogwarts como a mí 😊

No os puedo decir cuándo subiré el capítulo final porque tengo una idea vaga de lo que quiero hacer pero, entre lo que me cuesta que quede perfecto, y que estoy en plenos exámenes finales, lo más probable es que lo vaya dejando para más adelante. En fin, parece que solo me apetece escribir cuando apenas tengo tiempo para ello 😂 De momento, tengo poco más que decir. Espero que todos sigáis bien y que tanto vosotros como vuestras familias conservéis la salud. Recordad, esta situación todavía no ha terminado, y está en manos de todos nosotros cumplir las medidas y ayudar a hacer frente al virus 😷

No dudéis en dejarme vuestra opinión acerca de la historia: qué os está pareciendo, qué esperáis encontrar en el capítulo final... junto con sugerencias acerca de oneshots u otras historias que os gustaría leer (aunque no prometo nada, ya lo sabéis 😜). Me encanta contar con vuestra opinión, es lo que más me gusta. Si no sabéis como utilizar esta plataforma, no dudéis en poneros en contacto conmigo a través de la cuenta de instagram que hay en mi biografía. Ahí también actualizo la situación de la historia, os voy dando información sobre próximas publicaciones y, de vez en cuando, os hablo un poquito más sobre mí 😊

Muchas gracias a todos por leerme, no olvidéis dejar una review, suscribiros y recomendar la historia a vuestros amigos (que hayan leído "Dulce perdición", ya sabéis que esto es una secuela. Y si no la han leído, recomendádsela también 😊) para que esta comunidad pueda seguir creciendo. Muchas gracias por seguir a mi lado.

Con todo el cariño del mundo, un capítulo más;

- Daphnea ❤️


P.D.: quería aprovechar para mandar un saludo a mis lectores colombianos (sé que son pocos, pero los hay). Mucho ánimo en estos días tan complicados para el país, desde el resto del mundo seguimos las noticias con el corazón en un puño y os enviamos todo nuestro apoyo 💪