Disclamer: Todos los personajes y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag, yo solo escribo para divertirme y sin ánimo de lucro.

.

.

.

Nota: He decidido participar en el reto #MarichatMay porque el marichat es uno de mis shipps favoritos y como el año pasado me quedé sin tiempo, pues espero resarcirme este. Trataré de llegar lo más lejos posible y no retrasarme demasiado a la hora de subir los relatos. ¡Espero que os gusten!

.

.

.

Maullidos a la Luz de la Luna

(Reto Marichat para el mes de Mayo)

.

.

.

.

.

Día 6: Medianoche

.

.

.

Al igual que en su sueño, Chat Noir tembló al sentir la afilada frialdad nocturna que le cortaba el rostro en su acelerada carrera sobre los tejados de Paris.

Era más de medianoche. Técnicamente un nuevo día, pero no lograba sacarse de encima las imágenes de la pesadilla y mucho menos los devastadores sentimientos que había provocado en él. Los ojos le picaban a causa de la somnolencia interrumpida de manera tan brusca, el estómago le rugía porque hacía horas desde la cena y tenía la garganta seca.

Su respiración era tan acelerada que no le bastaba con su nariz, sino que tomaba el aire helado a través de sus labios entreabiertos. Saltaba de un lado a otro, estirando sus brazos, alargando la zancada para ir más deprisa.

Procuraba no pensar.

Si Chat Noir dejaba que el más mínimo pensamiento cayera bajo el foco de su consciencia, las dudas le abrasaban. En realidad, no sabía porque estaba cometiendo tal temeridad. Incluso Plagg, antes de transformarse, se había mostrado en desacuerdo con su plan y le había advertido que era una idea muy mala.

¡Ella misma te pidió que no fueras a su casa!

Le había recordado.

Sí, pero es una emergencia se decía él para seguir adelante. Aunque no era verdad.

¿Es que quieres ponerla en peligro?

No, ¡por supuesto que no! Además estaba teniendo mucho cuidado… ¿verdad? No creía probable que Lepidóctero estuviera despierto, vigilando los cielos, en busca de algún rastro suyo o de Ladybug.

Tan solo con que Plagg estuviera en contra de algo ya era una prueba, más que irrefutable, de que ese algo no debía hacerse y él lo sabía. Pero no había podido reprimir el impulso que le empujó a salir de su casa para ir en busca de su amiga; era imposible.

Se sentía nervioso, aturdido, ansioso… Y no sabía en qué cambiaría el hecho de ir a verla, pero era cuanto podía hacer si quería recuperar la calma y tal vez, dormir unas pocas horas antes de tener que levantarse.

La ciudad estaba silenciosa y tranquila.

El cielo estaba despejado y aunque era de un tono profundamente oscuro en el que las estrellas brillaban con escasa fuerza, no notó ni un atisbo de inquietud. Esa pesadilla había sido tan desoladora que, en comparación, todo parecía estar bien en la realidad.

Salvo por él.

Aterrizó, al fin, sobre el diminuto techo que, en un tiempo que ahora parecía muy lejano, fue el escenario de su confesión a Ladybug. Era, en verdad, un lugar solitario; una pequeña pasarela entre dos tejados con una bonita vista de la catedral y del río, pero apartada de la gente y sus vidas.

Respiró ampliamente, irguiéndose sobre la piedra y miró a su alrededor. No había vuelto desde aquella noche. Sin las velas, los cojines y los pétalos de flores esparcidos… parecía un lugar diferente.

Avanzó hasta la barandilla y dirigió sus ojos hacia la casa de Marinette.

Todas las luces estaban apagadas y el silencio campaba a lo largo y ancho de la calle. Esperó unos momentos a recuperar el aliento en los que se dedicó a observar, fijándose en algo que le llamó la atención. La ventana que daba al cuarto de su amiga estaba tapiada. Bueno, no exactamente tapiada; no es que le hubiera puesto tablones de madera, pero había cubierto el cristal con tela o papel de colores para que no se viera nada del interior.

Qué extraño… pensó, arrugando la nariz.

¿Había algo que no quería que nadie más viera? ¿O es que Marinette no quería ver el exterior?

Ambas opciones le resultaron por igual absurdas.

Recuperado de su carrera, se subió a la balaustrada y de un par de agiles saltos, cayó sobre el suelo del balcón de la chica con todo el sigilo del que pudo. Ese lugar también estaba diferente a la última vez que lo visitó.

El suelo de piedra crujió bajo sus pies a causa del polvo y la suciedad. Había hojas esparcidas por los rincones y amontonadas sobre le pequeña mesa, las plantas de las macetas se habían secado y la cuerda de la que pendían las bombillas que lo iluminaban se había soltado por acción del viento y nadie lo había recogido.

Chat Noir estaba empezando a sentir parte de la ansiedad de su pesadilla invadiendo su cuerpo de nuevo. Igual que la Marinette del sueño no parecía del todo ella con su cabello suelto y esa mirada fría que le heló la sangre, tampoco veía ya su dulce presencia en ese balcón.

Ella era detallista y entregada en todo, no le cuadraba que hubiese permitido tal atmosfera de dejadez.

Ya sabía que la chica no estaba pasando por su mejor momento, por eso en parte se le había ocurrido la idea del café secreto; aunque no supiera lo que le pasaba, ansiaba a ayudarla a animarse. Pero sin conocer la verdadera razón de su tristeza, tampoco sabía el alcance que ese dolor estaba teniendo en ella.

En ningún momento Chat Noir pensó que fuera algo demasiado grave…

Si bien no había logrado que Nino le contara nada sobre el chico misterioso (y quizás su amigo no sabía nada de verdad o tal vez ni siquiera existiera tal chico), Adrien había construido una especie de teoría valiéndose de lo poco que había descubierto.

Marinette estaba triste, eso era obvio. No quería hablar de ello y, de hecho, parecía estar haciéndose la fuerte con todos los que conocía (salvo con Chat Noir), el nombre de Luka había desaparecido, hacía poco, de las conversaciones que escuchaba desde su asiento entre Marinette y Alya, y eso había ocurrido después de que el chico fuera akumatizado… ¿Y acaso Verdad no había ido como un loco a buscar los secretos de Marinette, en primer lugar?

Todo ello conducía sus conclusiones hacia una única razón para el estado de su amiga: un corazón roto. Pero si igualmente él tenía razón y Luka no era el chico al que Marinette más quería… Su teoría se tambaleaba.

Y, desde luego, no explicaba el nivel de deterioro que veía en ella, o que estaba captando en esos instantes a su alrededor.

Le pasa algo más se dijo, convencido. Algo mucho más serio.

Algo que ella no había contado, puede que a nadie. ¿La razón porque había tapado las ventanas? ¿La razón por la cual le pidió expresamente que no fuera hasta allí? Petición que él no había tardado ni tres días en desoír.

¿Qué estoy haciendo aquí? Se preguntó, entrando en razón. Sacudió, avergonzado, la cabeza. Marinette lo estaba pasando mal por alguna razón, pero no le había pedido ayuda. Al contrario, a su manera estaba pidiendo espacio y él no lo estaba respetando.

Por una estúpida pesadilla.

¡Las pesadillas no son reales! No necesitaba ir a incordiar a la chica de madrugada para asegurarse de que nada de lo que había visto en ese sueño era real, de que ella no le rechazaba, ni le miraba como si le odiara… ¡Y aunque lo necesitara, no era tan egoísta como para poner sus necesidades por delante de los deseos de su amiga!

Resopló y lanzó una última mirada a la trampilla que daba acceso al cuarto de la joven. A pesar de todo, sintió un agarrón por dentro que lo desarmó.

Pero si tenía ganas de verla… se lamentó. Y es que recordaba su sonrisa luminosa en el café secreto, sosteniendo su taza invisible con el meñique graciosamente estirado hacia arriba y el modo en que le había llamado payaso. Sin ningún tipo de regaño en su voz; divertida, complacida, feliz…

Debo irme se dijo.

Se dio la vuelta y sacó su bastón dispuesto a echar a volar, cuando un inesperado sonido zarandeó la noche. Sus orejas gatunas lo captaron con asombrosa claridad, provocándole un vuelco en su estómago. Se giró de nuevo hacia la trampilla con los ojos muy abiertos.

Era un llanto.

Un llanto que trataba de ser silenciado, pero aún audible y quizás más desgarrador por ello.

Chat Noir apretó la mandíbula. Se colocó el bastón a la espalda y se agachó sobre la madera, inclinando la cabeza. El sonido subía en dirección recta hacia él, pues Marinette debía estar echada en su cama, puede que con el rostro oculto en su almohada, pero podía oír sus hipos nerviosos, sus jadeos descontrolados, el ligero alarido final tras el sollozo.

—No puedo más… —Las palabras, susurradas y arrastradas con ese tono agitado y algo mocoso, le estrujaron dolorosamente el corazón. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Con qué no podía?—. Son demasiados secretos…

Secretos… pensó él. Ese era un tema que le resultaba muy familiar. Pero, ¿qué secretos podía ocultar alguien tan honesto y transparente como ella?

El llanto se intensificó, con saña y Chat Noir, cerró los ojos, ladeando la cabeza. Una pequeña parte, aún racional, de sí mismo le advirtió que no fuera imprudente, que no hiciera lo que estaba pensando, que siguiera a su primer instinto y se marchara

Nadie le había pedido ayuda.

¡Pero es mi amiga! Se dijo, entonces, resuelto y decidido. No necesita pedirme ayuda… si está tan triste, debo hacer algo.

Sin más, golpeó la trampilla con el puño y el llanto se cortó de golpe.

—¿Marinette? —la llamó él. Nadie respondió—. Soy yo, Chat Noir —El silencio siguió, como si ya no hubiera nadie al otro lado de la madera—. ¿Estás bien…? —Entonces oyó movimientos apresurados y algo parecido a un golpe que le puso nervioso. Trató de abrir la trampilla pero esta estaba cerrada—. ¡Marinette! ¿Puedes abrirme, por favor?

Tardó unos segundos, de hecho él estaba a punto de hablar de nuevo, cuando la trampilla se abrió. Chat Noir fue a asomarse dentro, pero la chica salió de un salto y volvió a cerrarla tras ella.

Sintió un gran alivio al verla, al menos hasta que se fijó mejor en ella.

Marinette permaneció de pie, sin acercarse a él, con las manos a la espalda y el rostro inclinado, semi oculto a la luz del farol que pendía del tejadillo del balcón. Estaba despeinada, con el pijama arrugado a la altura del estómago y su pecho se movía agitado.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Le espetó en primer lugar, sin alzar demasiado la voz aunque dejando claro su enfado—. ¡Chat Noir! ¡Es peligroso!

—No, he tenido mucho cuidado…

—¡Pero, ¿por qué has venido?! —Le hablaba de un modo tan atropellado que él quedó descolocado. Tanto así que se sentía más como el confuso Adrien, que como el seguro de sí mismo Chat Noir.

—Yo… estaba preocupado y decidí…

—¡¿Preocupado por qué?!

—Pues… —vaciló. No pensaba hablarle de su pesadilla, claro. Entonces se le ocurrió que ese habría sido un momento más que perfecto para devolverle su paraguas y habría tenido una verdadera excusa para estar allí. ¡¿Cómo había vuelto a olvidarse?!

¿Y si la pesadilla tenía razón? ¿Y si en realidad él no quería devolvérselo?

Mientras reflexionaba sobre esto, podía captar al mismo tiempo que los nervios crecían en su amiga con angustiante intensidad. Se balanceaba sobre sus pies desnudos y no dejaba de lanzar miradas a su espalda, hacia la trampilla cerrada.

Ambos dieron un respingo ante un nuevo sonido que se escuchó al otro lado.

—¿Qué ha sido…? —Chat Noir, con el ceño fruncido, quiso avanzar de nuevo, pero entonces Marinette se lo impidió extendiendo sus brazos.

—¡Nada!

—¿Tienes una nueva mascota o algo así?

—¡No! Es… —Sus ojos se movieron, temerosos—; uno de esos… robots que limpian solos…

—¿Un robot de limpieza?

—Sí… eh… se habrá golpeado contra algo…

—¿Y lo pones de noche?

—Ah…

Chat Noir sacudió la cabeza. Sabía reconocer ese tipo de excusas de sobra, él las usaba a menudo. Se cruzó de brazos.

—Marinette, sé que te está pasando algo —le dijo con calma—. Antes te he oído llorando…

—¡No! Yo… —Pero ahora su rostro quedaba a la vista, justo bajo el chorro de luz de la farola y aunque no fuera así, la visión nocturna del héroe ya había visto los ojos hinchados, la piel brillante, la marca de la almohada cruzándole la mejilla. Y ella lo supo, porque se pasó una mano por la cara y resopló—. No es nada… estoy bien.

—Pero no lo estás —insistió él, entristecido. Avanzó un nuevo paso y alargó la mano hacia ella. Le rozó la mejilla y por un momento, la chica dejó caer los párpados, desinflando su pecho, como si descansara—. Yo soy un experto guardando secretos.

. Si algo va mal o te preocupa, puedes contármelo…

Pero ante esas palabras, Marinette se tensó. Abrió los ojos y se apartó de él con tal brusquedad como si acabara de golpearla. Su expresión calmada se había transformado en otra, herida y recelosa.

—No me pasa nada —insistió—. No tengo nada que contarte.

. Y no deberías estar aquí… ¿es que ya no te preocupa mi seguridad?

—¡Pues claro que sí! —replicó él a toda prisa—. Pero también me preocupa que lo estés pasando mal…

—Es que no lo estoy pasando mal.

—¡Esa forma en que llorabas debe ser por algo!

Marinette apretó los labios y desvió la mirada, como si no pensara decir más. Pero Chat Noir estaba decidido a no rendirse.

—Puedes confiar en mí —le aseguró—. Puedo quedarme un rato contigo y hablar de lo que sea que te está pasando…

Pero la chica sacudió la cabeza, con fuerza, llevándose las manos a la frente.

—Lo único que está pasando es que te pedí que no vinieras aquí y tú no me has hecho ningún caso, Chat Noir…

—Ya te he dicho que estaba preocupado… ¡Somos amigos!

—¡No! ¡Los amigos no dicen una cosa y después hacen otra! —Alzó sus ojos, desesperados. Su figura tembló, no estaba claro de si de furia o de nervios, pero su voz sonó clara y firme al decir—. ¡No eres tan bueno amigo mío como yo pensaba, después de todo!

¡¿Qué?!

Esas palabras… fueron el peor golpe que podía asestarle.

Chat Noir se quedó helado. Sin aire que llegara a sus pulmones, sin notar latido alguno en su pecho durante unos segundos. Su pesadilla se había hecho realidad y él estaba tan aturdido que no pudo decir o hacer nada salvo apartar los ojos de la chica con dolor.

¡¿No soy… un buen amigo?!

Sus piernas, por suerte, se pusieron en marcha por él. Retrocedió un paso, después otro y otro más. Su espalda rozó la barandilla del balcón y por alguna razón, eso activó el dolor en su pecho haciéndole reaccionar.

¡No, no, no…!

Tomó aire, se dio la vuelta y saltó sin ver si quiera el siguiente punto de aterrizaje.

Se alejó lo más rápido posible de allí.

.

.

Marinette se encontraba en un estado de pánico y frustración tal que hasta que no oyó el chasquido del bastón sobre la piedra, no fue consciente de lo que había pasado.

Crack

Abrió los ojos, apartó las manos de su cara y el corazón se le heló.

—Chat… —Las palabras que había dicho tan solo unos segundos atrás regresaron a ella. No las sintió propias, pero sabía que habían salido de sus labios—. No, Chat Noir… —Se abalanzó hacia la barandilla corriendo y se agarró a ella con los puños cuando del impulso, se balanceó hacia abajo—. ¡Chat Noir! —Logró verle un instante, un brillo oscuro titilante que se perdió en la noche, demasiado lejos como para que la escuchara—. ¡Chat Noir, no!

. ¡No te vayas tú también…!

Demasiado tarde.

Más dolor y congoja la ahogaron sin remedio. Marinette volvió a gemir con la vista nublada por nuevas lágrimas. Se encogió en el suelo con el pecho descontrolado, haciendo movimientos erráticos y fuera de su control.

Se arrastró de vuelta a su cuarto, cayendo sobre la cama sin cuidado alguno. Echó un vistazo en el que apenas distinguió nada, salvó un borrón rojo que se precipitó a su cara.

—¡Lo siento, Marinette! La caja rodó por la cama cuando saltaste al balcón y no pude sostenerla —Torció la cara hacia Tikki, confusa. ¿Qué caja? ¿Qué balcón? ¿Qué le estaba diciendo? Se frotó los ojos y lo primero que vio fue la hora en el reloj de la estantería que tenía sobre la cama. Pasaba de la medianoche, no debería estar despierta, solo pasaban cosas malas tras la medianoche—. La caja de los prodigios se cayó al suelo y…

. ¿Chat Noir lo oyó?

Ella asintió.

Se inclinó sobre la cama para recuperarla. Esa enorme caja ovalada, roja y negra y que vibraba en sus manos. Estaba demasiado cansada como para llevarla a su lugar así que la ocultó bajo la cama y volvió a echarse. Percibió la humedad de su almohada, ni siquiera había dado tiempo a que se secara desde la última vez que había llorado.

Estoy tan cansada de esto…

—Marinette… ¿qué ha pasado?

Meneó la cabeza.

—Ahora Chat Noir también me odia —susurró consternada—. Ahora sí…

. Ahora estoy complemente sola.

.

.

.

.

.

¡Hola a todos y a todas!

Siguiente capítulo: Medianoche.

Es la misma noche que el capítulo anterior, pero en teoría, en día 6, jaja.

Una de las primeras cosas que se me ocurrió cuando pensé en hacer este reto fue justamente que la historia avanzara al mismo ritmo que los días. Un día, un capitulo. En sincronía. Por ahora me va bien porque, aún estoy manteniendo la coherencia en la historia, así que sirve para situarnos temporalmente.

Tengo que decir que, a pesar de todo, sigo improvisando de la mejor manera y no sé porque me está saliendo tan dramático, jejeje. Pero no se quedará así toda la historia. Los relatos tienen que empezar con las cosas un poco mal para que después puedan mejorar, ^^

Espero que os haya gustado, no os enfadéis mucho con Marinette, lo está pasando muy mal.

Gracias a los que seguís leyendo y ayer me dejasteis comentarios en el capítulo anterior: Ialiceiamgodness, Mizuki0709, génesis, DAIKRA, Espinal, y Gabriela Cordon. No sé cómo expresar lo feliz que me hace leer vuestros comentarios y saber qué os está gustando, me llena de alegría y me da más ganas de continuar adelante. Estoy un poco fastidiada por no tener más tiempo para responder convenientemente a todos ellos, pero trato de seguir el reto sin atrasarme ningún día Pero en serio, me hacen muy feliz, me encanta leerlos y os doy las gracias de todo corazón.

En fin, nos vemos mañana con una nueva palabra ^^

¡Besos para todos y todas!

-Erolady-