Ese día, Lincoln por fin iba a hablar con Lucy.
No sabía qué era, pero desde el principio había sentido una afinidad con ella, como si no hubiera nada que deseara más que verla. De todos modos, ahí iba, con un pequeño broche que pensaba darle a Lucy. Como parecía que ella aún no confiaba del todo en él, le pareció buena idea el detalle.
Ya iban a dar las cinco, por lo que se dio prisa en llegar. Atravesó las diversas tiendas que lo rodeaban el club, evitando caer en la tentación de comprarse algo. Entró al café, y trató de ponerse cómodo. Para pasar el rato, pidió un café y decidió observar a los poetas o escritores. Muchos de ellos eran buenos, pero Lucy le siguió pareciendo mejor. Ésta no tardó en aparecer, con ropa que lucía nueva, pero sin descuidar su estilo gó , la amiga de Lucy, la vio antes de que se sentara, divertida. Mientras le daba una sonrisa juguetona a Lucy, señaló a Lincoln con los ojos sin que éste se percatara, dándole una clara indirecta a Lucy de que se había conseguido un buen chico. Diciéndole con una mano que no era eso, Lucy le indicó que los dejara en paz y que luego hablarían. Julia sonrió y los dejó. La gótica se acercó a la mesa de Lincoln y se sentó.
- Hola, Lucy. ¿Cómo estás?
- Hola, Lincoln... Un poco nerviosa, la verdad. Casi nunca hago esto.
- Wow, ¿en serio? Bueno, yo solo lo hago de vez en cuando con mis amigos, así que no es nada del otro mundo.
- Supongo que sí. ¿Querías hablar de algo en especial?
- No, sólo de lo que se nos ocurriera. Después de todo, me gustaría conocerte un poco, si es posible.
Eso era lo que Lucy más temía, pero por alguna razón, Lincoln le inspiraba confianza.
- Bueno, como mencionaste que tenías muchas hermanas, me da curiosidad saber como son -aventuró Lucy.
- Claro. Vamos a ver... Ya conoces a Lynn. Ella es la mejor deportista que existe, y es experta en lo que hace sin lugar a dudas. Es algo ruda, pero es imposible no sentir respeto por ella. Mi hermana Luan es comediante. Tiene su propio negocio de bromas y todo. Hace fiestas para niños y esas cosas. Mi hermana Luna es cantante de rock. Ella toca, canta, y aprende a tocar todos los instrumentos. Hay veces en las que incluso realiza conciertos con su banda. Y por último también está mi hermana Lisa. Ella es superdotada, y se adelantó varios años en la escuela. En estos mismos momentos la quieren aceptar en universidades para que sea científica, a pesar de ser tan joven.
El albino siguió hablando de todas las cosas que hacían sus hermanas, describiendo lo mucho que lo usaban a él de intermediario entre ellas, pero que aún así lo querían.
- Y pues, eso es todo. Bueno, tú también tienes muchas hermanas, ¿no?
- Sí -respondió Lucy, con la voz algo ronca después de tanto tiempo sin hablar- Mi hermana Lori trabaja y estudia una ingeniería. Es la mayor y es algo mandona, pero es a quien vamos mis hermanas y yo si necesitamos consejo. Lola es una ganadora de concursos de belleza, y no hay nadie que se resista a sus encantos, o al menos eso dice ella. Lana repara autos, vehículos y cosas así además de que no es muy femenina que digamos, pues le gustan mucho los animales exóticos y revolcarse en el lodo. Mi hermana menor, la más pequeña, es Lily. Todavía es una bebé; apenas está aprendiendo a hablar. Y finalmente está Leni. Ella diseña ropa, trajes y vestidos, como los que traigo puestos ahora, ya que quiere ser una modista.
- Wow, ella debe de ser realmente buena, te queda bien -comentó Lincoln.
- Ehm... Gracias -dijo Lucy en un susurro.
Al notar su atrevimiento, Lincoln se apresuró a cambiar de tema. El resto de la tarde se la pasaron hablando sobre cualquier cosa, bebiendo café y sintiéndose más abiertos de lo que jamás habían estado. Ni siquiera Lincoln había hablado así con Clyde.
- Ah, por cierto, creo que mi amigo Clyde está saliendo con una de tus amigas. Haiku, creo que se llama.
- Oh, ¿así que tu eres su amigo? Me habían dicho que eras una buena persona, pero nunca he sido muy buena hablando con la gente, por lo que no me importó mucho... Entonces, así fue como viniste aquí. Te invitaron a venir.
- Fue Clyde, ya que Haiku estaba de vacaciones. Pero sí, así fue como di con este lugar... Oye, la otra noche habías proclamado un poema, me gustó mucho. ¿Lo haces seguido? -preguntó Lincoln.
- Prácticamente a eso me dedico -confesó Lucy- Y me va bien, algunos días.
- ¿Lo harás algún otro día? Me encantaría oírte.
- ...Creo que hoy diré otro -susurró Lucy, nerviosa.
- Excelente -sonrió Lincoln.
Siguieron hablando de lo que hacían, hasta que la noche se cernió sobre ellos, señal de que había llegado la hora de los poetas más experimentados. Lucy se puso de pie, temerosa ahora que sabía que tenía una persona que la escucharía.
- Suerte -le deseó Lincoln.
Lucy se acercó a la tarima, donde Julia le sonrió con picardía, lo que indicaba que llevaba un buen rato observándolos. Si su mirada se pudiera ver, Julia habría visto en Lucy su mirada asesina, bastante amenazante. Lucy subió a la tarima, después de que los demás terminaran con sus poemas. Lucy juntó las manos, recordando su poema, y dejó que las palabras fluyeran.
Cada vez que lo hacía sentía como si se alejara flotando del club, y se viera transportada a esos mundos que ella misma creaba, sufriendo o amando lo que hubiera escrito, sintiendo en carne propia lo que el poema declaraba. Prácticamente no salían palabras de ella, sino un recuerdo que llevaba al público a un mundo nuevo y hermoso. Claro, sólo unos cuantos ponían la suficiente atención como para disfrutar de esos momentos, y Lincoln era, por mucho, el más conmovido.
Cuando Lucy terminó, recibió más aplausos que de costumbre, y eso que había menos clientes que otros días. Parecía que poco a poco se ganaba una mejor reputación como poeta. Regresó a su asiento, dónde Lincoln la esperaba con una sonrisa de oreja a oreja.
- Estuviste genial. Nunca había escuchado a nadie hablar como la haces tú.
- Gracias, Lincoln -dijo Lucy, sonriendo tímidamente.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió una especie de anhelo. No solo de conocer a quien la acompañaba, sino como... el ansia de estar al lado de esa persona. Lincoln siguió hablando, pero Lucy no lo escuchaba del todo. Le llegaban sonidos, pero nada claro, sólo veía como Lincoln se había convertido en un amigo para ella, pero lo que quería era saber todo de él, y seguir a su lado... con tal de ver esa sonrisa, y de recibir su atenta mirada. Volvió en sí justo a tiempo.
- ...entonces, ¿nos podemos ver otro día?
Lucy no dudó.
- Claro, me encantaría.
Lincoln sacó una caja de su bolsillo.
- Oh, por cierto, casi se me olvida. Te compré esto, por si algún día quieres descubrir tus ojos... Te ayudaría.
Le dio el broche, que tenía una diminuta calavera de adorno de un violeta intenso, el cual sujetaría el cabello de lado.
- Gracias -se limitó a decir Lucy, aceptando con gusto el regalo.
Se fueron a sus casas. Lucy pasó tan desapercibida como siempre, por lo que llegó a su cama sin ningún problema. Pero Lincoln se encontró a su padre nada más entró a su casa, pues estaba haciendo la cena.
- Hola, campeón, ¿cómo te fue en tu día?
- ¡Oh, hola papá...! Muy bien. Mis amigos y yo ya por fin podemos descansar de la escuela.
- Jaja, eso sí. Oye, ¿adónde fuiste esta tarde, que ni te vi?
- Oh, sólo fui a ver a una amiga. La chica que nos contó Lynn, Lucy Veral.
Su padre puso una cara tensa.
- ¿Papá, pasa algo? -se extrañó Lincoln.
- No, nada, hijo. No pasa nada, sólo que no me acordaba de quien estabas hablando -aunque su cara parecía convincente, Lincoln estaba seguro de que mentía.
- Muuuy bien, como sea -dijo Lincoln, alejándose lentamente.
Fue a darse un baño. Apenas había cerrado la puerta, cuando el señor Faren subió las escaleras, y abrió la puerta del cuarto de su hija menor.
- ¡Lisa! ¿No habías dicho que todo había funcionado? Primero Lynn, ahora Lincoln... Parece que algo salió mal. Las reconocen.
Lisa parecía confusa.
- No entiendo a qué te refieres padre.
- Ya sabes de qué hablo. Lo que ocurrió... Hace cuatro años -susurró el señor Faren.
Lisa puso cara de preocupación.
- Nuestro mayor temor, figura de autoridad paterna -susurró Lisa.
