Donatelo salió de la enfermería y se encontró con Abril que les llevaba un desayuno especial que había ido a recoger con Murakami después de enterarse de lo que había pasado con Mikey.
― ¡Donnie! Te ves fatal, ¿qué pasó?
― Estuve cuidando a Mikey durante la noche, Abril, sufrió de una fiebre muy alta durante muchas horas… ― contestó con voz lenta y somnolienta. Abril estaba segura de que su buen amigo iba directo a su cuarto, pero Donnie se sentó en los escalones y se relajó bastante.
― Donnie, ¿no deberías ir a dormir a tu habitación? ― le preguntó Abril, gracias a sus poderes psíquicos sintió de inmediato la preocupación del más listo por el travieso.
― No abril, lo que de verdad debo de hacer es quedarme tan cerca de mi hermanito como pueda, mucho me temo que las reacciones del cuerpo de Mikey a esa extraña substancia puedan ser impredecibles y cada segundo en una emergencia cuenta, es la diferencia entre la vida y la muerte ― le explicó el de morado a su buena amiga, disponiéndose a recostarse en el escalón para dormir.
Abril, entrecerrando los ojos sintiendo una ternura infinita por los sentimientos protectores del chico tortuga enamorado de ella. Se acercó al lado de Donatelo y antes de que el más listo se recostara para entregarse por completo al sueño reparador, la chica se sentó junto a él y le ayudó a apoyar su cabeza sobre sus piernas para que le sirvieran de almohada.
― Gracias… Abril… no te preocupes por mí… ― murmuró el de morado, durmiendo casi enseguida, dejando que una ligera sonrisa dilatara sus labios al sentir la suavidad de las piernas de Abril y el aroma del perfume que usaba.
― De verdad que eres alguien admirable, Donnie ―. Murmuró la pelirroja acariciando la cabeza de Donatelo con una de sus manos al verlo respirar con tranquilidad, resguardando y haciendo más placentero su bien merecido descanso.
Mientras tanto Leo y Rafael atendían a su hermanito. Leonardo sentía algo extraño en la actitud de Rafael.
― ¿Qué es lo que te tiene tan pensativo, Rafa? ― preguntó Leonardo tocando con suavidad uno de los hombros del de rojo quien, además de tener el ceño fruncido, estaba cruzado de brazos como intentando razonar algo que no tenía sentido.
― ¿Eh? Nada, intrépido, es sólo que… ¿no te parece extraño que ambos hayan aparecido como de la nada?
― Siendo honesto, si, un poco, pero pienso que tal vez en cierto momento cambiaron de lugar cuando tú buscabas en otro lado de nuestro hogar. No creo que Donatelo o Mikey salieran de la guarida. Ya conoces a Donatelo, si sabe que estás enfermo, primero nos ata a la cama con cadenas antes de permitirnos levantarnos sin su permiso ―, terminó Leonardo, Rafael no podía estar más de acuerdo.
― Ojalá que esa estúpida substancia no le haga daño a nuestro hermanito, Leo ―, dijo Rafael, confiando sus temores a su mejor amigo, humedeciendo de nuevo la toalla con agua fresca para colocarla con suavidad en la frente de Mikey.
― Yo también espero que no Rafa, pero si llega a suceder confío plenamente en las capacidades de Donnie para salvarlo. Tú y yo estaremos siempre ayudándolo ―, afirmó el de azul, mirando a su hermano de rojo con una sonrisa llena de esperanza.
― ¡Ya lo creo! ― asintió el de rojo sonriéndose también, chocando su puño con el de su hermano en común acuerdo; esas palabras despertaron al joven travieso.
― ¿D-dónde estoy? ― preguntó Mikey, con debilidad mezclada con alegría al ver a sus dos hermanos a los lados de su cama. Sus párpados le parecían en extremo pesados.
― Chicos… ― enfermo o no, Mikey siempre les ofrecía a todos los miembros de su familia una gran sonrisa al verlos.
― Mikey, ¿cómo te sientes? ― preguntó Leo, tomando entre sus manos la manta para cobijar mejor a su pequeño travieso mientras Rafael le sonreía ya más tranquilo al ver consciente a su hermanito.
― Mejor, mucho mejor que ayer en la noche… ¿Y Donnie? ― Mikey intentó levantarse un poco para mirar a su alrededor, buscando a su buen hermano, pero Leonardo se lo impidió presionando su pecho con suavidad regresándolo a su posición original.
― Fue a dormir un poco, hermanito, estuvo cuidándote gran parte de la noche ―. Le contestó su hermano mayor. Mikey dejó salir un suspiro en el que se adivinaba que se sentía un poco culpable.
― Si no me hubiera rezagado… ahora les he dado a mis hermanos más preocupaciones… ― Mikey bajó su mirada, dejando escapar un triste suspiro.
― No te sientas mal, Mikey ―, dijo Leonardo acariciando la cabeza de su hermanito tratando de consolarlo mientras que Rafael asentía mirándolo sin recriminaciones ―, cualquiera de nosotros pudo haber sido el blanco.
― ¿Es en serio, chicos?
― Claro que lo decimos en serio, tonto ―, le aseguró el de rojo ―, ¿por qué creías que no?
― Es que… de seguro Leo se habría dado cuenta de inmediato de una presencia extraña y tú, Rafa, hubieras sido más rápido para reaccionar y no te habría caído nada encima, en cambio yo… cuando me estoy divirtiendo me distraigo… no es como en la Dimensión X, ahí si soy genial… pero aquí…
― ¡Eso no es verdad, hermanito! ― exclamó el mayor, regañando suavemente al joven bromista ―, tú siempre eres genial, recuerda cuando en la granja presentiste que la mamá de Abril en realidad era una impostora. Eso de la Dimensión X es sólo una cuestión de geografía, nada más.
Mikey se sintió tan contento con saber eso que dejó salir un par de lágrimas, al verlas Leonardo y Rafael le sonrieron más joven al mismo tiempo como si fueran gemelos, eso hizo reír suavemente a la pecosa tortuga ruborizándose al mismo tiempo.
― ¿Cómo te sientes, Mikey? Justo ahora que te toqué te sientes menos caliente ―, el mayor estaba más que listo para seguir consintiendo al menor. Y Rafael no se quedaba atrás.
― Si, chicos, mucho mejor, gracias.
― ¿Tienes hambre? ― preguntó el gruñón.
― Sí, tengo un poco de hambre ― admitió Mikey tímidamente.
― Enseguida te traeré algo de comer, hermanito ―. De inmediato Leonardo salió rumbo a la cocina. Al salir vio enseguida a Donatelo, durmiendo confortablemente con su cabeza sobre las piernas de Abril.
La tortuga de azul saludó a su amiga agitando su mano, Abril hizo lo mismo y además le hizo seña a Leonardo para que se acercara a ella.
― Les he traído el desayuno, chicos, unas pizzas gyozas que acabo de recoger con el Señor Murakami ―, le explicó la pelirroja en voz baja para no interrumpir el sueño del más listo. Eso alegró a Leonardo que estaba un poco preocupado por prepararle algo bueno a su hermanito.
― Gracias Abril.
Muy contento con la amabilidad de su amiga, Leonardo se dirigió a la cocina, sirvió la comida en tres platos dejando las raciones de los demás sobre la mesa y se dirigió con la mesita portátil a la enfermería para comer en compañía de sus dos hermanos.
Rafael y Miguel Ángel también estaban muy contentos por la previsión de la pelirroja de llevarles un poco de comida, después de todo ellos no eran muy buenos para cocinar y sabiendo que el que preparaba los alimentos estaba enfermo pues sabía que todos ellos lo apreciarían.
― ¡Pizza Gyoza! ― exclamó Mikey, su lado goloso y siempre hambriento le hizo relamerse a pesar de no sentirse muy bien.
Leonardo le pidió a Mikey erguirse para colocar unas cuantas almohadas detrás de su caparazón para que pudiera comer sentado, el travieso lo intentó, pero extrañamente estaba demasiado débil y después de un par de intentos que resultaron inútiles sus hermanos se ofrecieron a ayudarle.
Leonardo, abrazó el torso de Mikey para ayudarlo a sentarse y sostenerlo mientras Rafael colocaba las almohadas. La pecosa tortuga se sentía tan querido mientras sus hermanos hacían todo eso por él que no paraba de sonreír, con debilidad, pero lo hacía.
El tratar de llevarse la comida a la boca fue el segundo round para Mikey contra la debilidad y por desgracia también lo perdió, pero ayudado después por sus hermanos, no le importó en lo más mínimo.
Leonardo y Rafael, por turnos, le daban de comer. Leonardo, con los palillos le daba pequeños bocados de la gyoza a Mikey quien los masticaba con gusto. Rafael mientras comía le acercaba a Mikey un vaso lleno de su jugo de frutas favorito al que le había puesto un popote para que pudiera darle pequeños sorbos.
Al terminar de comer, los dos mayores se alegraron al ver que el organismo de Mikey no rechazaba la comida, eso desvaneció un poco la preocupación tanto el Leo como en Rafa.
― ¿Por qué me sentiré tan débil? ― preguntó Mikey sin dirigirse a nadie en particular ―. Ojalá y no me convierta en una carga para ustedes chicos.
― Claro que no tonto, yo no me sentí como una carga cuando me rompí la pierna y eso que duré casi dos meses sin poder hacer casi nada ―, le aseguró su gruñón hermano.
― Y aunque de verdad esperamos que las consecuencias no duren mucho, Mikey ―, comenzó Leonardo ―, si te lleva mucho tiempo recuperarte no importa, ninguno de nosotros te considerará jamás una carga, jamás.
Una vez más el travieso se sintió muy feliz de tener a sus hermanos apoyándolo en todo. La pecosa tortuga comenzó a bostezar. Al ver eso, Leonardo arropó a su hermanito para que durmiera.
― Yo me quedaré para seguir ayudando a que la fiebre de Mikey se mantenga bajo control, Intrépido ― le aseguró Rafael a su hermano mayor. El de azul asintió y antes de salir revisó el tubo de ensayo de Donnie y salió. Al quedarse solo con su somnoliento hermanito, Rafael acariciaba la cabeza de Mikey con suavidad, el travieso era muy feliz al sentir el toque cariñoso de Rafa sobre su piel.
Un par de horas más tarde, Donatelo despertaba de su siesta, pero al recordar sobre lo que estaba recostada su cabeza, se dio el lujo de permanecer acostado con los ojos cerrados un par de minutos más, después de todo no siempre tenía la oportunidad de disfrutar estando al cuidado de su adorada pelirroja. Durante ese corto lapso respiró profundamente cada vez que inhalaba, deseaba con toda su alma que el aroma corporal de Abril quedara grabado en sus fosas nasales para toda la eternidad.
Pero, después de un rato, se resignó y 'despertó' por fin.
― Abril, gracias por cuidarme mientras dormía ―, agradeció el joven genio, levantándose por fin hasta quedar sentado, levantando sus brazos al cielo para estirarse y sacudirse lo poco que le quedara de cansancio.
― No hay de qué, Donnie, además, te prometí que pasaría más tiempo contigo, ¿verdad? Pues he venido a cumplir con mi promesa ―, le sonrió la chica, logrando como siempre que el cerebro de Donatelo se despojara de todo su intelecto por unos segundos después de mirarla con adoración.
― Donnie… Donnie…
― Donatelo… ― era la voz de Leo quien intentaba llamar su atención, pero no había modo de sacarlo del trance, el joven líder sabía que después de que su hermano de morado ponía cara de zombie tenía que esperar unos minutos hasta que volviera a conectarse con el mundo.
Mientras tanto, como sabía que a pesar de estar como hechizado si podía caminar, Leonardo colocó sus manos en los hombros de Donatelo y lo dirigió hasta la cocina, sentándolo frente a su porción de pizza gyoza mientras Splinter y Abril, sentados en el otro extremo de la mesa desayunaban al mismo tiempo que charlaban un poco con Leonardo.
El aroma de los alimentos ayudó a que la conciencia de Donatelo volviera más rápido.
― ¡Pizza gyoza! ― exclamó Donatelo tomando de inmediato sus palillos para comenzar a devorar la comida, sin siquiera molestarse en preguntar cómo había llegado hasta la mesa.
Tan pronto como el más listo terminó su desayuno, su hermano mayor le habló.
― Donnie, cuando salí de la enfermería, miré tu tubo de ensayo y el contenido había cambiado de color ―. Soltando los palillos, Donatelo, sin perder ni un segundo, se levantó y fue directo al lugar. Rafael, al lado de Mikey quien dormía, miró con curiosidad a Donatelo quien entró deprisa yendo directo a su mesa, el más listo tomó el tubo y lo examinó con cuidado.
El resto de la familia también entró momentos después.
― ¿Y bien, genio? ― preguntó Rafael un poco impaciente después de unos momentos en los que Donatelo no hablaba por estar inmerso en mirar a través de su microscopio una muestra del contenido en el tubo.
El volumen alto de la voz de Rafael provocó que los demás le hicieran guardar silencio siseando un poco.
― Perdón…
― ¿Qué has descubierto, Donatelo? ― preguntó Leonardo dejando pasar un buen rato desde la primera pregunta de su hermano de rojo.
― Miren esto ―, pidió el más listo, alejándose un poco de su mesa de trabajo, dejándole el puesto a Leo para que mirara la muestra.
El joven líder pudo observar unos pequeños microorganismos nadando en el líquido, todos los demás hicieron lo mismo.
― ¿Qué son? ― preguntó la chica.
― No sólo los seres más complejos en el planeta son susceptibles a mutación, chicos, también los seres vivos más básicos pueden verse alterados por el mutágeno ―, comenzó Donatelo a explicar ―, parece ser que alguna clase de bacteria del planeta ha sido mutada a propósito para provocar efectos adversos en nuestros cuerpos también mutados.
― ¿Sabes qué clase de bacterias fueron las que mutaron, Donnie? ― preguntó Leo, razonando que si ya era un organismo conocido hubiese ya una forma de eliminarlo.
― Por desgracia no, hermano, he estado analizando el resto de la mezcolanza que llenaba el contenedor, la que le daba la coloración obscura a la substancia, pero era sólo el producto de los desechos de estas bacterias que han observado, creo que la única opción que me queda es observar todos los síntomas que Mikey sufra de ahora en adelante para clasificarlos y de esa forma descubrir cuál era la bacteria original. Aunque…
Ante la pausa que hizo Donatelo, todos lo miraron expectantes, de seguro que había algo más que el joven científico no les quería mencionar por algún motivo.
― ¿Qué es lo que te preocupa, hijo? ― preguntó el maestro Splinter, listo a enfrentar alguna horrible posibilidad apoyando a sus hijos para que no abandonaran la esperanza.
― Me preocupa que sea una bacteria alterada, sensei; varios científicos en el planeta se dedican a crear microorganismos nuevos. Si de alguna forma una bacteria peligrosa que tenga un ADN alterado llega a ser robada por un villano y la mezcla con el mutágeno… las consecuencias podrían ser terribles.
Todos comprendieron bien la explicación del más listo y compartían por completo sus preocupaciones. Un problema de esas dimensiones podría arrastrarlos no sólo a ellos sino también a toda la población a enfrentar un destino incierto, uno que tal vez tuviese como resultado la extinción de toda la vida en el planeta.
― Pero cuando menos hay una buena noticia ―, añadió el más listo intentado desvanecer un poco esos pensamientos tan preocupantes.
― ¿Qué puede haber de bueno es toda esta situación, genio? ―, preguntó Rafael con su bien conocido tono de sarcasmo.
― Por alguna razón que aún no comprendo, lo que tiene nuestro pequeño hermano no es contagioso, Rafael, eso es bueno porque de haber sido lo contrario, no podríamos acercarnos a él y bien sabes que Mikey antes de morir por la enfermedad moriría de tristeza porque no podríamos tocarlo de ninguna forma. Hemos visto con nuestros propios ojos que tiene la mente de un niño inocente.
― ¿Cuánto tiempo te llevará descubrir la bacteria original, hijo? ― preguntó el viejo sensei en medio de sus cavilaciones.
― No lo sé, sensei, en estos momentos veo que Mikey duerme tranquilo y si su sistema inmunológico reacciona favorablemente podría estar ya curado dentro de unos pocos días o también podrá empezar a escupir sangre de la nada ―. Esa respuesta no hizo feliz a nadie, pero la realidad para todos ellos era tener en cuenta que alguien, un enemigo desconocido había planeado todo eso para deshacerse de ellos.
― Me parece que puede ser riesgoso que los demás salgan en estos momentos ―, pensó el maestro Splinter en voz alta ―, si alguno más de ustedes llega a tener contacto con esa arma biológica eso podría diezmarnos uno a uno, parece ser que ahora nos enfrentamos a alguien que no sólo tendrá la paciencia sino la inteligencia para vencernos poco a poco. Así que ninguno de ustedes saldrá a la superficie hasta que su hermano determine la naturaleza del mal que ataca a Miguel Ángel.
A pesar de que Leonardo y Rafael querían atrapar al culpable y sacarle la verdad como fuera para salvar a su hermanito, Splinter fue tajante al dar la orden de no salir de la guarida.
Las siguientes semanas, todos ellos se dedicaron en cuerpo y alma a cuidar a Mikey y ayudar a Donatelo. El padre de Abril se ofreció generosamente a pagar todos los alimentos preparados por Murakami para la familia de mutantes mientras estuviesen encerrados y no sólo él aportaba dinero para mantener a las tortugas y su sensei sino también Casey había tomado un trabajo de medio tiempo repartiendo pizzas en su bicicleta. El dueño del lugar al comprobar la eficiencia de su nuevo empleado lo había incluido a la lista de personas que podían quedarse una o dos pizzas que habían quedado de la producción del día. Demostrando con creces la sincera amistad del joven, todo lo que ganaba, dinero y comida, era para sus amigos en ese tiempo de necesidad.
Conforme iba reuniendo datos de los síntomas que Mikey sufría, Donatelo también registraba mucho más. Pero, por desgracia, a medida que la información se acumulaba, también los padecimientos del más joven de las tortugas.
Continuará...
