Como siempre, un millón de gracias a Mileya por revisar y betear cada capítulo. Si ella, esto sería mil veces peor.
Los hijos del basilisco
Capítulo VI
Unos días después de la visita de Pansy y Gregory, Draco recibió una lechuza con un pergamino en el que le indicaban que esperase en la puerta de Malfoy Manor a las nueve de la noche de ese viernes. Sintiendo el estómago en la garganta y el corazón palpitándole en los oídos, Draco acudió a la cita con puntualidad.
Pansy y Gregory estaban aguardándole junto a la verja de los terrenos familiares. Llevaban unas largas capas de un verde negruzco cubriendo sus túnicas, lo que supuso que sería el uniforme de los Hijos. Un broche dorado con la forma de un basilisco sujetaba sus capas sobre el hombro derecho.
—¿Qué queréis? —les disparó.
—Herpa desea verte —anunció Pansy —¿Nos acompañarás?
—¿Mataréis a mis padres si no lo hago?
Draco no esperaba respuesta, pero no podía resistirse a echarles en cara lo que habían hecho. Ser hostil e hiriente era todo lo que le quedaba: Herpa le tenía en sus garras.
Obtuvo una pequeña satisfacción al ver cómo Gregory tragaba saliva en grueso. Pansy, por su parte, se limitó a poner los ojos en blanco y hacerle una seña a su acompañante. El chico se acercó a Draco e intentó cogerle por un antebrazo, pero él se zafó, dio un paso atrás y le dijo con frialdad:
—No te atrevas a tocarme, traidor.
Pudo ver en los ojos de Gregory, en el breve instante en que este se atrevió a mirarle, que sus palabras le habían hecho daño: se detuvo con las manos en el aire y aspecto de haber tragado una gragea de Bertie Bott de un sabor un tanto desagradable, y después se volvió hacia Pansy, como preguntándole qué hacer a continuación. Estaba claro que Gregory seguía siendo el mismo de siempre: sin iniciativa, esperando que otro tomase decisiones por él y le dijera qué debía hacer. No había cambiado, simplemente lo había reemplazado a él por Pansy.
—Herpa no se fía de ti, así que vamos a aparecernos conjuntamente para que no sepas a dónde vas —Pansy se acercó a Draco con expresión irritada y le puso una mano en el hombro —¿Entendido?
Sin tiempo de reaccionar, Draco notó un tirón bajo el ombligo y la extraña sensación de ser ingrávido y estar girando en todas direcciones le hizo apretar los dientes.
Cuando por fin todo se estabilizó, volvía a estar en la sala de piedra en la que había conocido a Herpa. Ella estaba allí. Ahora que ambos estaban de pie, veía que era casi tan alta como él. El rictus de una sonrisa cruzaba su cara.
—Dejadme a solas con nuestro invitado, si sois tan amables —dijo, dirigiéndose a Pansy y Gregory. A Draco le sorprendió el tono que empleó con ellos. Sonaba más como una madre severa pero afectuosa, que como la líder de un grupo de gente dispuesta a matar.
Al ver cómo sus antiguos amigos asentían y salían con tranquilidad de la habitación, comprendió que no le tenían miedo. Parecían sentirse cómodos en su presencia. Todo eso era completamente diferente a su experiencia como mortífago, así que durante unos segundos se sintió desconcertado, pero pronto recordó lo único que le importaba de todo aquello.
—¿Y mis padres?
La sonrisa que había estado planeando sobre la boca de Herpa, aterrizó sobre sus labios.
—A salvo. Hubiese preferido no tener que recurrir a ellos para persuadirte, pero supongo que no eres tan inteligente como había pensado.
A pesar de sus palabras, Draco estaba seguro de que en el fondo se alegraba de tener a su familia encarcelada. Después de todo, según su retorcida lógica, se habían convertido en doblemente traidores por eludir Azkaban.
—¿Y ahora qué? ¿Qué es lo que quieres de mí? —Draco no tenía ganas de escuchar discursos grandilocuentes. No tenía más remedio que obedecer a Herpa si quería recuperar a sus padres, así que lo único que deseaba era ponerse manos a la obra cuanto antes.
—Oh, esa actitud me gusta más —Herpa se acercó a él. Draco apenas le sacaba unos centímetros, pero aun así le tomó por la barbilla y le obligó a bajar la cabeza para que sus ojos estuviesen a la misma altura. Apenas se adivinaba el azul en ellos a la luz de las velas. Tenía pequeñas arrugas que marcaban un tortuoso camino hacia sus sienes. Al contrario que Voldemort, que apenas si parecía humano, Herpa tenía el aspecto de un mujer normal y corriente —¿Recuerdas lo que te dije de las ratas traicioneras? Ahora tengo la punta de mi bota sobre tu cola pelada. No puedo aspirar a tu lealtad pues los Malfoy no conocéis tal cosa, pero sí puedo contar con tu miedo. No te gustaría que a tus padres les pasase nada malo, ¿verdad?
Draco no se molestó en contestar: los dos sabían la respuesta. Pese a su apariencia corriente, sentía la fuerza de Herpa en los dedos con los que le tiraba de la barbilla. Ella sonrió con cierta rigidez, como si no estuviese acostumbrada a hacerlo.
—He pensado mucho en qué hacer contigo. Todos mis Hijos tienen habilidades a las que puedo encontrarle utilidad, pero tú, el vástago renegado y lleno de escrúpulos, eres todo un desafío. No puedo confiar en ti para ciertas misiones, otras eres demasiado cobarde para cumplirlas incluso con la motivación adecuada… —Herpa le soltó el mentón con brusquedad y retrocedió un par de pasos para mirarle a los ojos sin tener que elevar el rostro —Voldemort fue un necio al pensar que podrías encargarte de Dumbledore; sin embargo, conseguiste introducir mortífagos en Hogwarts. Eso demuestra que eres bueno abriendo el camino para que otros hagan el trabajo sucio por ti.
Herpa se calló en ese punto, entrelazando las manos a la altura de las caderas. Le observaba en silencio, como una profesora que aguardaba que su alumno contestase a la cuestión que le habían planteado. El problema era que no había pregunta.
Estaba esperando a que él la hiciera.
Era la segunda vez que hablaba con ella, pero Draco ya estaba harto de sus pausas dramáticas.
—¿Así que…? —murmuró entre dientes.
—Así que... he descubierto cómo usarte.
Más que curiosidad, Draco sentía miedo de lo que la retorcida mente de la mujer pudiera haber planeado para él. Sus palabras no habían sido muy halagüeñas y tenía un presentimiento horrible, pero al mismo tiempo sabía que, fuera lo que fuera, no podía negarse. Lo único que le importaba era recuperar a su familia.
—Si hago lo que me encargues… ¿soltarás a mis padres?
Herpa alzó una ceja, en un gesto que no se comprometía a nada.
—Tal vez, si te ganas mi confianza.
Otro callejón sin salida, otra respuesta que lo dejaba con más preguntas.
—¿Qué quieres que haga? —explotó, lleno de impaciencia y temor.
Decenas de escenas de sus tiempos como mortífago pasaron por su mente a toda velocidad. Dumbledore arrinconado en la torre de Astronomía mientras su brazo, apuntándole con la varita, temblaba. Rowle en el suelo de su salón, gimiendo de dolor cada vez que Draco lo torturaba por orden de Voldemort. Ollivanders y Luna Lovegood encerrados en el sótano de Malfoy Manor, pidiéndole ayuda cuando iba a llevarles comida. Bellatrix sujetándolo por los hombros y sacudiéndole, histérica, por haber dejado que Potter y sus amigos escaparan. Los asquerosos pies de Voldemort entrando en su ángulo de visión mientras yacía sobre el suelo del hall, junto a sus padres, intentando no gritar del dolor. Correr con Vincent y Gregory en medio de la batalla de Hogwarts hacia la Sala de los Menesteres. Salir de allí con solo uno de ellos…
Casi como si estuviese leyendo su mente, Herpa se acercó a él y le puso una mano en el hombro con suavidad. Con el tono dulce de una madre le dijo:
—No soy un monstruo, querido. Puede que incluso disfrutes del trabajo. Lo que quiero es… a Hermione Granger.
El corazón de Draco se saltó un latido.
Crookshanks tenía la cola tiesa pero sacudía la punta de vez en cuando mostrando su irritación. Estaba inquieto y molesto, cosa por la que Hermione no podía culparlo porque su pequeño apartamento se encontraba lleno de extraños.
Algunos incluso eran desconocidos para ella. Además del ministro Shacklebolt y Harry, había varios miembros de la oficina de aurores, incluido el jefe Robards. También había una mujer con un velo que Hermione sospechaba que era una inefable, un anciana de los servicios administrativos del Wizengamot y varias brujas guardianas. En definitiva, no cabía ni un alfiler en su pequeño salón-cocina.
Shacklebolt y la anciana estaban sentados en su sofá (Hermione había tomado la precaución de retirar los cojines antes de su llegada para hacer más sitio). La bruja velada se apoyaba sobre la barra americana. Harry miraba por la ventana, mientras que Robards parecía entretenido en leer el título de todos los libros de la estantería de Hermione. La tres brujas guardianas y los dos aurores se habían parado de pie junto a la puerta, con las varitas en la mano prestas para actuar.
Reinaba el silencio, lleno de tensión.
Hermione renunció a ofrecerles un té: no tenía suficientes tazas para todos, y la verdad era que estaba demasiado nerviosa para ejercer de anfitriona. Cuando le contó a Kingsley Shacklebolt lo que Malfoy quería, jamás pensó que accedería con tanta facilidad y rapidez.
Tanto era así que, por iniciativa de Robards, habían decidido plantarse en su ático antes de que hubiese podido informar a Malfoy de que habían accedido a reunirse con él.
"Así vendrá confiado y no tendrá tiempo de tramar nada", había opinado Robards. Aunque tenía sentido, le hubiese gustado que le hubieran dado más tiempo de preparar su pequeño hogar para la llegada de once personas contando a Malfoy.
Eso si aparecía. Hermione miró con impaciencia el reloj de aguja que tenía en la pared, colgado encima de su televisor. Malfoy no había dicho a qué hora vendría, pero teniendo en cuenta que sabía sus horarios, le parecía que estaba tardando mucho en hacer acto de presencia.
¿Y si no aparecía y al día siguiente volvía a tener a medio Ministerio de Magia metido en su casa?
Crookshanks, subido a un armario de la cocina, parecía tan impaciente como ella.
En ese momento escuchó unos leves toques en la puerta. Todos se volvieron hacia la fuente del sonido, con una mano sobre la varita.
Hermione tuvo que abrirse paso con dificultad entre los guardianes. Hasta que Robards no les hizo un gesto con la cabeza, no se quitaron de en medio, pegándose a las paredes para darle espacio para abrir.
Hermione prácticamente se arrojó sobre la mirilla, suspirando de alivio y de nervios al ver una figura familiar al otro lado. Tomó aire e intercambió una mirada con el ministro, antes de girar la manilla.
De pronto, Draco Malfoy estuvo frente a ella. Alto, pálido, vestido de negro.
Lanzó un breve vistazo por encima del hombro de Hermione, con el rostro inexpresivo. Si estaba sorprendido por lo que veía, no dejó que se notara ni un poco.
Hermione pensó que ojalá ella fuese tan capaz de disimular sus emociones y mantener sus nervios a raya. Parecía una habilidad muy útil.
—Te agradezco todos tus esfuerzos pero hoy no es mi cumpleaños, Granger —dijo Malfoy a modo de saludo.
De algún modo, su estúpido sarcasmo aligeró un poco el peso que Hermione sentía sobre los hombros. Le hizo un gesto para que pasara y se apartó, pisando a una Guardiana del Ministerio en el proceso.
—Ouch —se quejó ella.
Malfoy entró, su rostro una máscara de pura calma. Parecía que sus facciones habían sido talladas en piedra por una mano muy habilidosa, debía admitir. Si estaba molesto o ansioso por lo que le esperaba en el interior de la buhardilla, no lo dejó ver. Ni siquiera parecía incómodo por estar rodeado de desconocidos hostiles.
Hermione cerró la puerta, mordiéndose el labio inferior.
—Debo decir que como fiesta sorpresa deja bastante que desear. No veo que haya tarta y no has invitado a ninguna persona a la que le caiga bien —continuó él.
—Eso es porque no había —aportó Harry, desde su posición junto a la moribunda planta del alfeizar.
—Ah, Potter. Veo que todavía no has pegado el estirón. No pierdas la esperanza, tal vez a los cuarenta —replicó el aludido.
Pese a que en la boca de Harry se adivinaba una sonrisa, Hermione decidió interrumpir el reencuentro antes de que le cosa empeorara.
—Te he traído algo mejor —dijo, poniéndose a la altura de Malfoy —El primer ministro está aquí y Temperance Spinster, de los Servicios Administrativos del Wizengamot, también.
—Y supongo que el resto son mis fans.
—Qué joven tan impertinente —terció Robards. Era un mago mayor, canoso y orondo, con muy poco sentido del humor según parecía.
—¿Y usted es…? —preguntó Malfoy, impertérrito.
—Gawain Robards, jefe de la Oficina de Aurores, y la última persona que verás en tu vida si decides hacer alguna jugarreta.
—Robards —amonestó Shacklebolt, poniéndose en pie. Su presencia llenaba más la estancia que las once personas restantes —Procuremos ahorrarnos conversaciones superfluas, tengo mucho trabajo que hacer. Draco Malfoy, soy Kingsley Shacklebolt. La señorita Granger me ha hecho saber que deseabas verme para discutir los detalles de tu colaboración con el Ministerio.
—Así es —dijo él. Hermione se fijó en que Malfoy tenía las manos apretadas en puño. ¿Estaba tan tenso como ella o se trataba de otra cosa? —Supongo que todos los presentes sabréis que formo parte de los Hijos del Basilisco. Digamos que eso me pone en posición de proporcionar al Ministerio información… sensible, que puede seros de ayuda.
—Eso parece evidente —señaló Shacklebolt —Pero antes de acordar nada, me gustaría saber por qué unirse a los Hijos del Basilisco para luego traicionarlos.
Un músculo tembló en la mejilla de Malfoy cuando apretó las mandíbulas.
—Digamos que, como sangre pura, el programa político de los Hijos me conviene más que el del Ministerio. Sin embargo, una vez dentro comprendí que aunque comparta alguna de sus metas, no comparto sus medios. El problema es que si te conviertes en miembro, no puedes dejarlos. Así que la única manera de garantizar mi seguridad es acabar con ellos.
A Hermione le sorprendió la elocuencia de Malfoy, incluso habiendo sido pillado por sorpresa. Supuso que había pensado mucho en su encuentro con el ministro y las cosas que este podría preguntarle. Aunque en esencia era lo que le había contado a ella en encuentros anteriores, su respuesta la ayudó a completar algunas piezas del rompecabezas en que se había convertido.
Secretamente deseó que Shacklebolt siguiera interrogándole. Estaba claro que se mostraba mucho menos evasivo con él que con ella.
—Entiendo. En ese caso, ¿qué ofreces y qué quieres a cambio?
—Os ofrezco toda la información que pueda conseguir sin comprometer mi posición. Datos que pueden permitiros salvar vidas y detener a los Hijos. No pido mucho a cambio, solo quiero inmunidad: la garantía de que no me enviaréis a Azkaban en cualquier momento y que tampoco lo haréis si conseguís detener a los Hijos.
—Un criminal pidiendo inmunidad —gruñó Robards —¿Quieres que legalicemos el asesinato para ti? ¿El uso de imperdonables? ¿El secuestro?
Malfoy alzó una ceja, dos tonos más oscura que su pelo peinado hacia atrás.
—¿Acaso no es eso lo que hace el Ministerio cuando le conviene? Mi padre me habló de lo que pasó tras la Primera Guerra, de todos los mortífagos que se libraron de la cárcel tras hacer un trato con el Ministerio. Eso es lo que estoy pidiendo, con la salvedad de que os ofrezco algo mucho mejor.
—¿El qué? —quiso saber Shacklebolt.
—La posibilidad de evitar una nueva guerra.
Tras duras negociaciones, objeciones acaloradas por parte de Robards, discursos legales de Spinster, ofertas y contraofertas entre el ministro y Malfoy, se llegó a un acuerdo que no pareció contentar a nadie.
El antiguo mortífago consiguió gran parte de sus demandas, garantizándosele por escrito inmunidad frente a la ley por su trabajo como agente doble, a excepción del asesinato y las maldiciones imperdonables. Shacklebolt logró arrancarle a Malfoy el compromiso de proporcionar toda la información de la que dispusiera en el momento presente y la que lograra en el futuro, sin darles razones para desconfiar de su veracidad o pondrían a personal del Ministerio a espiarle para asegurarse de que cumplía con lo pactado.
Tras limar algunos detalles legales, Spinsters redactó el documento y los interesados lo firmaron con una pluma mágica que no escribía si las intenciones del portador a ceñirse al acuerdo no eran sinceras. Tras ello, Malfoy comenzó a contar lo que sabía sobre los Hijos.
Confesó que su líder era una mujer de mediana edad llamada Herpa, cuya identidad real desconocía. Se hacía llamar así en recuerdo de Herpo el Loco, el mago oscuro que había creado el primer basilisco. Era sangre pura y la había visto en una fiesta en casa de los Greengrass meses atrás, pero era todo lo que sabía sobre ella.
Explicó que los Hijos del Basilisco tenían numerosas secciones, cada una encargada de distintos cometidos (espionaje, reconocimiento, sabotaje, infiltración, reclutamiento, financiación…), y que Herpa procuraba que los Hijos no se conocieran entre sí y que solo tuvieran acceso a la información necesaria para sus misiones.
No, no estaba al tanto de la identidad de ningún otro miembro. Todos llevaban capas verdes y máscaras de piel de serpiente cuando se reunían. Lo que sabía era que eran muchos y todos sangre pura (no admitían a mestizos)
No, tampoco podía decir dónde encontrar a Herpa: era ella la que contactaba con él y usaban la aparición conjunta para trasladarle al lugar de sus reuniones.
Siempre era la misma sala de piedra. No, no había visto el exterior. Creía que quizás se tratase de un castillo, pero no estaba seguro.
Querían derrocar al gobierno actual, anular todas las leyes mágicas de la posguerra, abolir el estatuto de secreto mágico e instaurar un régimen de supremacía de la sangre. No estarían permitidos los matrimonios con mestizos o sangre sucia. Ningún mago o bruja con menos de cuatro generaciones mágicas podría ostentar puestos de poder.
Hogwarts solo admitiría a sangre limpias. Los impuros recibirían una formación mágica elemental para desempeñar trabajos adecuados a su estatus. Los muggles pagarían tributos y serían severamente controlados.
¿Cómo pretendían lograr todo eso? La primera fase de su plan era darse a conocer ante el gran público, cometiendo delitos que llamasen la atención de la prensa (como el incidente en el Victoria Park). Herpa creía que tarde o temprano la sociedad mágica vería la justicia de sus demandas y apoyarían su causa.
Malfoy había oído vagamente algo sobre infiltrarse en el Ministerio. Sospechaba que los Hijos ya tenían agentes en él, lo que causó gran conmoción entre los presentes. Robards se tomó las palabras de Malfoy como una especie de crítica a su trabajo así que, con grandes aspavientos, aseguró que aquello era imposible y que no pasaba nada en el Ministerio sin que él se enterase.
Shacklebolt tuvo que intervenir para que el auror se calmase, y Harry sugirió que llevasen a cabo una investigación interna solo por precaución.
También contó que estaban tramando su próximo golpe pero todavía no tenía más datos, lo que provocó más comentarios desairados por parte del jefe de aurores. No paraba de decir que Malfoy no les estaba dando nada útil y que Shacklebolt no debería haber firmado el contrato de inmunidad hasta saber qué podía ofrecerles. Tampoco tuvo muchos reparos a la hora de insultarlo veladamente de todas las maneras que se le ocurrieron.
Malfoy encajó sus comentarios con aparente indiferencia, pero Hermione se dio cuenta de que tenía los nudillos blancos y que de vez en cuando un músculo se movía en sus mejillas hundidas, como si estuviese recurriendo a toda su fuerza de voluntad para no responder a las provocaciones de Robards.
Tras un rato que a Hermione le pareció eterno, una de las guardianas del Ministerio se acercó a Shacklebolt y susurró algo en su oído. El ministro se puso en pie.
—Bien. Tenemos que irnos. El traslador que hemos habilitado para regresar al Ministerio se activará en unos instantes. Pero antes de concluir esta reunión, queda una última cuestión —explicó —En el Ministerio nos tomamos muy en serio la seguridad de la señorita Granger. Ha accedido a ser nuestro enlace contigo, pero queremos que nos mantengas informado sobre cualquier detalle que descubras sobre el plan de secuestrarla. Debes saber que si algo le sucede, nuestro acuerdo quedará rescindido en el acto. ¿He hablado con claridad?
Malfoy asintió con un movimiento seco de cabeza. A Shacklebolt pareció valerle, aunque Hermione pudo escuchar a Robards refunfuñar por lo bajo.
—Perfecto. En ese caso, seguiremos en contacto a través de la señorita Granger. Cualquier información que tengas para nosotros o cualquier duda… deberás comunicársela a ella.
Malfoy se limitó a apretar las mandíbulas en silencio. Robards se aseguró de golpearle en un hombro al pasar a su lado para llegar al traslador que había sobre la mesita de té, encima de unos quince libros que Hermione no había tenido tiempo de esconder. Era un panettone que había hecho uno de los aurores presentes, al parecer aficionado a la repostería mágica. Utilizar un objeto efímero como traslador les había parecido lo más seguro.
Previamente se habían tomado mucho trabajo en levantar ciertas protecciones que le habían puesto al pequeño ático para poder trasladarse a su interior. Harry le había explicado a Hermione que volverían a colocarlas una vez se hubieran ido.
Pronto, el nutrido grupo de trabajadores ministeriales se hubo apelotonado incómodamente alrededor del panettone. Harry tuvo que ponerse de puntillas para llegar a tocar el dulce, lo que hizo que Malfoy sonriera con malicia. Unos segundos después de que todos tuvieran un dedo puesto sobre el traslador se esfumaron.
De repente, a Hermione ya no le parecía tan diminuto su pequeño ático, y aunque llevaba un rato deseando que se marcharan, encontrarse a solas con Malfoy después de todo aquello le resultaba muy incómodo.
Él estaba parado cerca de la barra americana, con el ceño fruncido, las manos en los bolsillos y los labios apretados. Parecía enfadado y Hermione no pudo evitar sentirse culpable por haber participado en lo que había terminado por ser una especie de encerrona.
—Malfoy, siento no haberte advertido de lo que ibas a encontrarte aquí —dijo —Robards se negó en rotundo a que te avisara de que el ministro había accedido a reunirse contigo. No quería perder "el factor sorpresa".
—Por mí, Robards puede irse a la mierda —declaró el joven, sin arrastrar las palabras como hacía habitualmente. Al parecer cuando se enfadaba vocalizaba mucho más, como si marinara cada palabra en saliva y rencor, antes de escupirla con perfecta dicción.
—Al menos has conseguido lo que querías —trató de animarle Hermione.
Malfoy la miró a los ojos unos instantes, como si fuese a decir algo. Finalmente pareció cambiar de opinión y bajó la vista hacia Crookshanks, que había salido de su escondite y estaba sobre la barra americana, pasando su cola de plumero por el brazo del joven.
Él le rascó detrás de las orejas y Hermione notó que su expresión se relajaba un poco. Como sintiéndose observado en un momento de debilidad, Malfoy se irguió, apartó la mano del gato y se dirigió a la puerta.
¿Iba a irse así sin más? No sabía por qué pero Hermione se sentía culpable. Como si hubiese roto la frágil confianza que ni siquiera había sabido que estaba construyéndose entre ambos.
—¿Te vas? —preguntó, pese a que era obvio. Se dio cuenta de que deseaba saber si Malfoy estaba enfadado con ella por lo que había sucedido.
—Será lo mejor. Me sorprende que el Ministerio haya permitido que te quedes a solas con un peligroso criminal como yo. Mira bien debajo de tu cama esta noche, Granger, no me extrañaría que te hubiesen colocado un ejército de aurores.
Separó los labios para contestarle, pero Malfoy ya estaba abriendo la puerta antes de que pudiera hacerlo. Salió sin añadir nada más y cerró con más fuerza de la necesaria.
Y aunque Hermione llevaba casi dos horas anhelando que la dejaran sola, de pronto la soledad le supo amarga.
¡Hola!
¿Qué tal? Hemos visto un poco más de Herpa y de sus intenciones para con Draco. ¿Por qué estará interesada en Hermione?
Por otro lado, Draco ya es oficialmente un espía trabajando para el Ministerio con inmunidad. ¿Cómo acabará esto?
Espero que el capítulo os haya gustado. Últimamente estoy un poco desinflada respecto al fic porque me da la impresión que de entrada tuvo gran acogida pero que el interés se ha ido perdiendo. ¡Ojalá no sea así!
Como siempre, agradezco muchísimo conocer vuestras opiniones. Siento no tener tiempo de contestar los reviews, ¡a ver si esta vez lo consigo! Gracias por vuestro apoyo.
Con mucho cariño,
Dry
PD: Deja un review para darle una verdadera fiesta sorpresa al pobre Draco :P
