Algo había cambiado en Senkuu desde el día en que aprendió a disparar una flecha a larga distancia. Kohaku lo pudo notar por su repentino cambio de actitud a una más reservada y huraña. No sabía si se sentía nervioso, asustado o molesto por algo, pero tampoco tenía tiempo de preguntar: tenía que salir a procurarse alimentos no perecibles y cavar un gran hoyo en la tierra para comenzar a construir un congelador de máxima potencia en tiempo récord, y cuando paraba para descansar, Senkuu desaparecía como por arte de magia.

Cuando le explicó los planos de la máquina, el científico actuó como si nunca nada hubiese pasado, y se dedicó a trabajar en silencio creando una caña de pescar plegable, arcos, flechas, hondas, escudos, y bombas de sonido y molotov.

Kohaku podía asegurar que pasaron todo ese último mes dentro de la escuela sin hablar, y esto era más extraño ahora que nunca, considerando que antes de eso pasaban una gran parte del día conversando sobre cualquier cosa, por más tonta que fuera.

La joven lo miró de reojo mientras ambos inventariaban la cantidad de vacunas en silencio. Sin duda era un avance a cómo estaban las cosas antes: parecía contento y relajado, finalmente. De cerca, parecía como si no hubiese dormido en varios días y se preguntó si debía sugerirle acostarse y ella seguir hasta finalizar con esta tarea, una vez que estuvo lista.

Era lo último, después de todo. Ya tenían armado el congelador y sus bolsos estaban equipados con herramientas, armas, ropa, útiles de aseo personal, algo de comida de alto valor energético y, por supuesto, las veinte vacunas refrigeradas en un pequeño compartimento en el bolso de la rubia.

-Has hecho un buen trabajo, leona. -Senkuu le comentó, sacándola de su corriente de pensamiento.

-¿Ya terminaste de contar tu lote? -la leona lo miró confundida.

-Sí. Disculpa por interrumpirte.

-Está bien. Ya había terminado con el mío.

Senkuu sonrió ampliamente, mirando dentro del congelador que se encontraba a unos pocos escalones bajo tierra.

-Tú también, Senkuu. He visto que perfeccionaste tu puntería y has estado ejercitándote.

Kohaku se puso de pie, y comenzó a bajar los frascos hacia el congelador, colocando pequeñas almohadas de espuma entre cada uno para evitar que se quebraran. Le emocionaba saber que ya estaban a pasos de comenzar su viaje, aún más cuando estaban lo suficientemente preparados y se habían dado el trabajo de empezar a salvar a la humanidad.

Senkuu la ayudó a bloquear la entrada al congelador con tierra y escombros, escondiendo e impidiendo el paso fácil hacia su tesoro, que había conectado a unos paneles receptores de energía solar ubicados en la azotea de la edificación.

-Ahora solo nos queda quemar las cosas que ocupamos y partir. -Kohaku comentó, mirando la pila de escombros con cierto cariño y nostalgia.

-Deberíamos descansar antes de irnos. -Senkuu acotó.

-Jamás en mi vida pensé que dirías algo así. -rio ella.


Sintió un terror irracional invadirla por completo cuando se sintió en completa oscuridad.

Su vista siempre había sido su mejor cualidad, y ahora, con el solo olor a tierra y la vibración del suelo, Kohaku se sentía en peligro.

Y no era como si no supiera qué hacer: podía correr por su vida sin saber dónde y tentar a su suerte. Pero ahora tenía algo que proteger.

¿Qué tenía que proteger?

¿Estaba ahí Ruri, o Suika? No podía identificar a la persona que la jalaba brazo, y, sin embargo, tenía el presentimiento de que no se trataba de ninguna de las dos.

-¡Corre! -exclamó la voz, y la empujó lejos cuando el peligro se encontraba más cerca que nunca.

-¡Senkuu! -Kohaku gritó a todo pulmón, soltando lágrimas como si no pudiera controlarse.

Senkuu estaba muerto.

Y todo comenzó a temblar.

-¡Oye! ¡Leona! -el científico la zamarreó enérgicamente hasta despertarla, y Kohaku brincó y se levantó de golpe.

Su cuerpo estaba húmedo del sudor y sentía lágrimas caer por su rostro.

-¿Qué…?

-Son las tres de la mañana. No puedes estar gritando a las tres de la mañana. -Senkuu balbuceó.

Kohaku no sabía si su expresión era de miedo por su vida o preocupación por ella, y aunque realmente esperaba que fuera la segunda opción, la chica sabía que era la menos probable.

Y sin embargo…

-¿Estás bien? ¿Te pasó algo? -…ahí estaba.

-Una pesadilla… -Kohaku articuló, aún en estado de shock por su sueño y por la extraña reacción del científico, quien todavía la sostenía del antebrazo.

Senkuu la soltó tan pronto como ella miró hacia su brazo, y prefirió no decir nada. No entendía cuál era la gravedad del asunto, como para que el científico aún estuviese mirándola de la misma manera.

-Pensé que… algo te había atacado, o no sé… -se explicó.

-Te ves agitado. -Kohaku notó.

-No he estado durmiendo bien últimamente.

-Oh… -Kohaku miró hacia el costado, intentando calmarse y despertar por completo.

Parecía como si aún estuviese soñando, con Senkuu a su lado, más cerca de lo que acostumbraba a estar. Solo entonces recordó que había estado gritando su nombre hacía unos segundos, y toda la sangre le subió a las mejillas.

Le había dicho que estaba algo enamorada de él hacía años, ¿no? ¿cómo podía olvidarlo?

¿Acaso había bloqueado ese recuerdo de manera inconsciente? ¿Acaso no seguía enamorada de él?

Kohaku respiró hondo, intentando concentrarse y dejar un poco de lado esos pensamientos tan intrusivos.

¿De qué servía eso ahora? Kohaku observó a Senkuu de reojo, quien parecía estar mirando hacia la nada. Era algo en lo que no había pensado por años, y le molestaba ahora ser consciente de eso. ¿De qué le servía amar en un mundo de monstruos? Sería algo egoísta. No podía priorizar sus deseos en un contexto como este.

La joven dio la media vuelta y volvió a recostarse, fingiendo quedarse dormida hasta que la luz del sol comenzó a colarse por las persianas.


Partieron tan pronto como pudieron luego de quemar los colchones en los que habían dormido en dirección al Este, prefiriendo tomar el camino del bosque, donde podrían procurarse alimentos, refugio y también sombra cuando fuera necesario.

Kohaku se mantenía en silencio, la mayor parte del día, intentando escuchar y estar atenta a posibles amenazas, pero, para suerte de ellos, durante las primeras semanas los únicos monstruos que había no eran letales. Sin embargo, tampoco habían visto a ningún ser humano deambulando por allí.

Las marcas que encontraron en el camino eran el único indicador de que alguien había estado caminando por el mismo lugar que ellos, pero aún cuando hicieron algo de tiempo por si otra persona se adelantaba o intentaron caminar de noche para encontrarse con alguien, no lo lograron.

Era extraño. Kohaku esperaba que más gente hubiese salido de sus respectivos refugios para ir a La Montaña.

-Temo que esto haya sido una trampa. -expresó Senkuu una noche, luego de que encontraran refugio en una estrecha cueva que parecía haberse formado por derrumbes postapocalípticos.

-Es extraño que no hayamos visto a nadie. -Kohaku asintió, vigilando la entrada. -No hay otra emisión aparte de la de La Montaña. ¿Crees que deberíamos volver?

Senkuu negó con la cabeza.

-Si Tsukasa tiene algo que ver en esto, es mejor que sigamos moviéndonos. Él no debe tener idea dónde estoy, y si llega a vincularme contigo, tampoco conoce tu ubicación actual. Con que no llegue a nosotros todo está bien.

-¿Crees que haya llegado a mi colonia? -la joven lo miró de reojo, sintiendo su pecho constreñirse ante la idea.

-Sinceramente, no lo sé.

Kohaku apretó sus puños. Si alguno de ellos estaba en peligro y podía evitarlo, tenía que ir.

-Tengo que saber si están bien. -la joven tomó su mochila y rápidamente sacó el comunicador de ella, corriendo fuera de la cueva para captar algo de señal.

A veces, Kohaku no escuchaba razones. Incluso podía omitir la voz de Senkuu tras ella advirtiéndole del peligro, olvidar sus armas y hacer lo primero que se le pasara por la mente.

Muchas veces le había exigido de más a su cuerpo cuando se ponía un objetivo, y había terminado de malas formas: podía ser tanto un esguince como una experiencia cercana a la muerte, tal como sucedía ahora.

Y Kohaku solo se percató de su estúpida e irresponsable decisión cuando se encontró cara a cara con una araña gigante, a metros de su refugio, muy parecida a la que había aplastado a sus padres tiempo atrás. Su corazón se aceleró y, como si hubiese estado en el sueño que tuvo antes de partir de la escuela, su cuerpo se paralizó por completo, con el comunicador resbalando de sus manos.

Qué irónico morir así.

-¡Kohaku!

Una flecha cayó directo en la cabeza de la araña, como si un imán la hubiese atraído hasta allí. Y antes de que su cuerpo se hubiese decidido a correr, una mano la arrastró lejos de allí, evitando que el cadáver cayera sobre ella.

¿Cuántas veces alguien la había salvado? Y aún así, ahí estaba, respirando agitadamente frente al hombre que hacía un tiempo invadía sus sueños, quien la inspeccionaba rápidamente como si estuviese buscándole alguna herida, y cuando no encontró nada, la guio de la misma manera de vuelta a la cueva.

-¡¿Cuál es tu problema?! -Senkuu susurró una exclamación. Su mirada se veía tan afilada como acomplejada.

-Mi colonia… está en peligro. -Kohaku murmuró, cruzando miradas con él y perdiéndose repentinamente.

-¿No puedes pensar en ti misma por tan solo un segundo?

Kohaku ladeó su cabeza. ¿No era eso lo que estaba haciendo al quedarse con él? ¿No había dejado a todos atrás? Bajó su vista para observar la mano de Senkuu rodeándole la muñeca con fuerza. La importancia de la misión del científico podía bien ser una excusa para estar con él.

Esa excusa se hacía mucho más grande cuando se dio cuenta de que estaba enamorada

-Estamos juntos en esto. -el científico insistió.

Parecía como si sus palabras no fueran las de él, y Kohaku sintió unas ganas terribles por callarlo. No le ayudaba en nada su cercanía. No le ayudaban sus palabras que le demostraban que se preocupaba por ella. Y casi perdió el aliento cuando, al levantar su mirada, lo vio mirándole los labios por menos de un segundo.

¿Qué pretendía? ¿Qué esperaba de ella?

-Lo siento, Senkuu.

-No me pidas perdón a mí. -rio el científico, soltándola repentinamente.

Kohaku se sentía cansada, y su vista se puso borrosa. No lo pensó mucho cuando se inclinó hacia él apoyó la cabeza en su hombro. Y si bien agradecía que no la apartara, sabía que eso estaba mal.

Solo el chirrido de la radio logró devolverle la compostura.

"… Aquí habla Nanami Ryusui para quienes se dirigen a La Montaña. Avistamiento de un nido de larvas de avispa cinco quilómetros al oeste del lago Miyagase. Cambio."

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Senkuu, y un fuerte sentimiento de alivio invadió el cuerpo de Kohaku.

No estaban tan solos.