El barullo de la calle, los sonidos de los cubiertos y el cristal de los vasos hacía que los silencios fuesen casi estrictamente obligatorios en su conversación.

Cómo siempre, la comida era deliciosa y reconfortante, aligerando cualquier tensión, sobre todo si podía robar comida del plato de su amigo cada que lo deseara.

—Deberías deshacerte de eso— añadió Harry entre bocados, señalando con su tenedor la esquina del sobre de propuestas saliendo de su bolso.

—¿Eso hiciste tú?— inquirió ella, adueñándose de su último trozo de carne.

—No, pero lo haré pronto, pequeña ladrona. No vas a necesitarlo más, y cualquier otro idiota que se atreva a hacerte una proposición…

Le sorprendía casi tanto como la divertía el odio con el que Harry se refería a todos sus posibles prospectos de prometido, incluso cuando ya lo había elegido a él sobre todos.

—Ya haremos algo al respecto— lo detuvo, antes de que pudiera empezar a maldecir, consultando su reloj. Pronto debían marcharse al ministerio y entonces... Sabrían que Harry era su prometido, sin marcha atrás para arrepentimientos.

—Estuve pensando en eso ayer, durante toda la tarde— contó él, terminando su sustancioso desayuno con expresión satisfecha.— Haremos todo como se supone que sea. Lo correcto.

¿Que significaba? No lo sabía, pero Hermione no quiso preguntar. Con el tiempo ambos aprenderían como ser los mejores prometidos en su peculiar posición y esperaba que, sin dañar su amistad.

—¿Estás listo para registrarte?— cuestionó ella cuando la cuenta llegó. La mano de Harry cubrió la suya sobre la mesa.

—Siempre que tú lo estés.

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El recién creado Departamento de Registros Mágicos resultaba un lugar extraño, ubicado en uno de los últimos pisos del Ministerio, con empleados recién contratados que no se daban abasto y montones de documentos apilados estratégicamente por todos lados.

Posiblemente Hermione estaba adelantándose al pensar que el presupuesto para sus oficinas no había sido suficiente, pero todo ahí, desde el asfixiante aire caliente hasta la carencia de buena iluminación natural, organización de las oficinas y cubículos creaba el ambiente perfecto para la desolación.

Desde el momento que ella y Harry subieron al elevador, reconfortándose uno al otro con cualquier pequeño gesto, la vitalidad que habían conseguido desayunando juntos comenzó a evaporarse.

Dejaron pasar los primeros pisos, incluidos los suyos, mirando con envidia a las pocas personas que bajaban antes que ellos para caminar a sus respectivos trabajos.

En su lugar, esperaron en silencio, sin separarse aun cuando el espacio fue suficiente para hacerlo. Incluso si solo la punta de sus dedos se tocaban, la presencia del otro era como un bálsamo.

Al final del recorrido, solo quedaban ellos y una muy joven pareja que ni siquiera se atrevía a mirarse. La postura de cada uno, alejándose como si la vida se les fuera en ello, sin hablarse ni tocarse materializó toda la esencia del estatuto.

Sentir la mano de Harry buscando la suya con el mismo anhelo, los mismos miedos y expectativas, la reconfortó totalmente. No estaba sola. Los dos, juntos, estaban dispuestos a esforzarse en la misma medida para hacerlo funcionar.

Finalmente el elevador se abrió con su típico chirrido, invitándolos a internarse entre los improvisados cubículos. Por suerte, al ser tan temprano, el siempre abarrotado lugar estaba casi vacío.

Intentando no devolverle la mirada a la pareja a su lado, que evidentemente los reconocía, se acercaron hacia uno de los cubículos marcados con enormes letreros flotantes en los que podía leerse: "Aceptación de documentos".

—Es aquí— susurró Hermione, aferrándose al brazo de su amigo inconscientemente.

Eligieron el único en el que una bruja mayor, de aspecto molesto y gafas cuadradas deslizaba apasionadamente su pluma sobre un montón de folders con nombres y fechas. Decididos, se dirigieron a ella y se sentaron en las dos sillas disponibles frente al escritorio.

—Los registros comienzan diez para las ocho.

—Y quedan solo cinco minutos.—corroboró Harry, con la voz demandante que Hermione no estaba segura que fuera consciente de utilizar.

Habría resultado imposible que no llamase la atención de la mujer, que no tardó en levantar la vista y al encontrarse cara a cara con Harry, se enderezó rígidamente en su silla.

—Señor Potter, es... Que inesperado.

Él esbozó una sonrisa lacónica.

—Mi prometida, la señorita Granger y yo queremos registrarnos lo más pronto posible— agregó, abarcando a Hermione para hacer notar más, si eso era posible, que ambos asistían juntos.

Era la primera vez que alguien se refería así de ella y que fuera precisamente Harry le provocó un escalofrío. Por alguna razón al pronunciar aquellas palabras no titubeó, como si la idea ya hubiese sido procesada desde hace mucho, cuando hasta hace una semana, lo escuchó refiriéndose así de Ginny.

—Por supuesto. Los felicito— carraspeó la mujer, acomodándose las gafas. Su mirada astuta recorrió a la chica con una apatía que no se esforzó en ocultar.

—Gracias— se adelantó Hermione, solo para poder decir algo— . Traemos todo lo necesario.

—¿Su compromiso es por asignación o voluntario?

—Vountario— contestó Harry.

—En ese caso voy a necesitar sus varitas y sus respectivos sobres de proposición. Además, llenaran estos formularios.

—¿Con eso Hermione será borrada de la lista?

La mujer sonrió comprensivamente.

—Le aseguró que su prometida será descartada de la lista tan pronto terminemos. Aunque estoy segura que no tiene de que preocuparse, una mejor propuesta que la suya no encontrará.

No costaba imaginarse su postura respecto al estatuto.

Con la mano de Harry sobre su rodilla, calmándola, se frenó a tiempo para no omitir ninguna opinión. A veces, no tenía caso discutir con personas encerradas en sus propias ideologías.

—Que curioso. Fue precisamente eso lo que me motivó a venir aquí a primera hora. Hermione tenía ya muchas propuestas, el afortunado fui yo cuando ella me aceptó.

La sonrisa cariñosa que apareció en sus labios al escucharlo fue completamente sincera, limando las asperezas que sentía acumulándose en cada oración proveniente de la amable encargada.

Sin replicar, entregaron lo solicitado y la mujer, llamada Jules Seal, por la pequeña placa sobre su pecho, les entregó un formulario con varias hojas repletas de preguntas y líneas en blanco esperando ser llenadas. Mientras llenaba los espacios, llenos de preguntas extrañas, su mirada vagó hacia la pareja que los acompañó en el ascensor, a dos cubículos de distancia.

La pobre chica solo miraba su regazo, limitándose a reaccionar hasta que tuvo que entregar su varita. En medio de todo el infierno, Hermione tenía suerte, tanta suerte...

El hombre con el que se casaría la quería, no de la manera que se suponía llevaba a todos al matrimonio, pero bastaba. Y sobre todo, la respetaba.

Harry miró sobre su hombro en ese momento, despertándola de sus ensoñaciones. Igual que en Hogwarts, miraba sus respuestas con curiosidad, frunciendo las cejas cuando pareció notar algo peculiar.

—¿Qué pasa?

Por toda respuesta, él le mostró su formulario. Aunque en apariencia y tamaño igual, el título resaltaba entre ambos, mostrando una latente diferencia.

—¿Por qué es diferente?— cuestionó Hermione con voz áspera. Sentía la indignación bullendo en su interior.

La mujer anotaba sus nombres y datos en un folder dorado con absoluta concentración y al escucharla, levantó la mirada, inexpresiva ante su tono.

—No creo entender a qué se refiere, señorita.

—A esto— anunció, tomando el formulario de Harry y el suyo para poner ambos sobre la mesa, señalando los encabezados.

—¿Cuál es el inconveniente?

Hermione soltó una risita incrédula, esforzándose arduamente en no mostrar lo indignada que se sentía.

—La de él dice "proposición y datos del contrayente", la mía "aceptación de maternidad" y... Las preguntas, solo les interesa saber cuántos hijos aceptaré tener y si puedo tenerlos, ¡A él solo le preguntan su edad!

—Al ministerio le interesa saber su salud, sobre todo si se convertirá en la madre de los hijos del señor Potter, esto es importante para...

—Olvídelo— decretó Hermione sin gentileza.— Sé que solo les interesa cuántos hijos podré darles, no a Harry, sino al Ministerio. ¿Debo firmar aquí?

El semblante autoritario de la bruja se neutralizó al asentir y continuar su trabajo en silencio, al mismo tiempo que Hermione firmaba hasta la última hoja del formulario con Harry haciendo lo mismo en silencio. Su mano sobre su pierna nunca se alejó.

—Les daremos la fecha de su boda en unos días. Pueden organizar la ceremonia como deseen, pero un funcionario del ministerio tendrá que asistir para asegurarse de la legalidad de la misma, después de ello, se les darán nuevas instrucciones para el cumplimiento de... La cláusula final.

Hermione puso los ojos en blanco, tomando y guardando en su bolso el certificado de registro que la mujer le ofrecía a Harry. Él, mirándola orgullosamente se levantó, esperó que recogiera sus cosas y la escoltó con una mano sobre su espalda.

—A veces olvido lo fascinante que es verte así— la alabó, tocando la punta de su nariz.—Pequeña y dulce Hermione, estoy orgulloso de ti.

Seguramente él era el único lo suficientemente valiente para atreverse a hacer algo como eso cuando estaba sintiéndose tan furiosa. Trabajando, Hermione contó con el tiempo suficiente para asegurarse que el Ministerio seguía tan lleno de prejuicios como en el pasado, pero no por ello dejaba de ser indignante.

—Esa mujer es una bruja, ¿Cómo puede apoyar algo como esto?— siseó ella dando pasos firmes, abrumada por haber retenido todo lo que pensaba realmente. Estaba dispuesta a alejarse de aquel horrible lugar de una buena vez.

Justo cuando Harry intentaba tranquilizarla, esperando a que el elevador llegara, de él emergió la persona con la que ninguno de los dos les apetecía encontrarse.

Igual que siempre, vistiendo una túnica verde olivo pegándose estrechamente a su hinchado cuerpo, con maletín y varita en mano, Finley Roux los miró atónito.

Al principio ninguno dio indicios de procesar su encuentro, hasta que Roux unió las piezas. Solo entonces una burlesca sonrisa se extendió por su redondo rostro.

—Vaya, admito que no esperaba ver a ninguno de los dos por mi departamento pronto. ¿A qué se debe su visita?

Él conocía la respuesta, por supuesto. Pero el malévolo deseo brillando en sus ojos no le permitió contenerse.

—¿Estaban buscándome? Creo que el ministro Shackelbot fue claro sobre el estatuto. Ahórrate las súplicas, Potter, no puedo ayudarlos.

Los hombros de Harry parecían esculpidos en piedra, obligando a Hermione a prepararse para un muy posible fatídico desenlace.
Intentando evitarlo, lo tomó del brazo suavemente, apenas con fuerza, pero lo bastante segura de que le haría sentir que no valía la pena sucumbir a los comentarios.

—Afortunadamente no estamos aquí para verte a ti, Roux— aclaró Hermione con toda la serenidad que consiguió—. Y puedo hablar por ambos al decir que pedir tu ayuda sería lo último que haríamos. Ahora, si nos dejas pasar...

—Así que si no es para verme a mí... ¡Oh! No podría creerlo de no estar viéndolo. Señorita Granger, ¿Quién diría que aspiraría a un matrimonio de tan alto perfil?

Los dedos de la chica se hundieron en el abrigo de Harry, cada vez más tenso, pero aún soportando la furia. Algo que motivó a Roux a continuar con su despliegue de comentarios.

—Y tú, Potter. ¿No hasta hace poco tenías otra prometida? La señorita Weasley, ¿No es así? Mira, no te juzgo, cualquiera habría dudado ante una elección tan difícil.

Harry avanzó hacia él, moviéndose con lentitud hasta que Finley tuvo que retroceder torpemente. Su rostro se pegó al suyo, a escasos centímetros mientras sus ojos lo recorrían con desprecio.

—Lo mejor es que te calles de una buena vez si no quieres ser humillado frente a todos tus empleados.

El brazo del joven rodeó a Hermione para avanzar, apartando al mismo tiempo a Roux del elevador con un nada discreto empujón.

—Te felicito de todas formas. Después de todo, siempre han sido extremadamente cercanos, ¿Verdad? Nunca lo dudé. Su compromiso era de esperarse.

Con un dedo sobre el botón, a punto de presionarlo para que las rejas frente a ellos se abrieran, tan cerca de alejarse del peor momento de la mañana, Hermione previó lo que evidentemente, de haber sido más listo Finley habría evitado.

Todo pasó muy rápido. En un segundo Harry estaba a su lado y al otro, su antebrazo presionaba el pecho de Roux contra la pared.

—Deberías cuidar muy bien lo que dices, Roux— siseó con voz gélida, similar a cuando hablaba parsel— Si antes no lo hice era porque intentaba ser civilizado contigo, ya que Hermione abogó por ti en muchas ocasiones, pero ahora ella será mi esposa y no esperes que admita ninguno de tus estúpidos comentarios. Si no es así, no dudaré en obligarte a respetarla.

Finley tragó con fuerza, limitándose a permanecer con la espalda pegada a la pared, adquiriendo un brillante color rojizo en el rostro.

—Harry— gruñó Hermione, metiendo una mano entre ambos para empujar su pecho, intentando hacerlo retroceder.

Las personas comenzaban a mirarlos, asomándose desde los cubículos y murmurando entre sí. Lo que Hermione menos deseaba era que pudiera sancionar a Harry si se atrevía a golpear a Roux, como cada fracción de su cuerpo indicaba desear.

—Si tu escasa educación no te lo permite, seré yo quien te enseñe a respetarla. Si fuera tú, me alejaría de su camino siempre que pudiera.

—No he dicho nada que fuera mentira, muchacho— jadeó el hombre, retorciéndose inútilmente cuando Harry lo presionó con más fuerza.

Roux parecía ser verdaderamente valiente o muy estúpido. Hermione no dudaba que se tratara de la segunda opción.

—Sí, tenías razón. Cualquier mago habría deseado convertirla en su esposa, ¿Pero sabes qué? Te dije que no lo permitiría.

Finley asintió patéticamente.

—Claro, no podías dejar ir a una brillante chica como ella. Muy... Muy buena elección, Potter.

Harry soltó una risita mordaz y aflojó el agarre.

—Si alguna vez vuelvo a oírte hablando mal de ella, o uno de tus asquerosos comentarios llega a mis oídos, deberías saber que no pienso ser muy amable contigo.

—Sí, sí... No tienes que ponerte así, chico.

Soltándolo bruscamente, Hermione tiró de Harry hacia ella y presionó el botón del ascensor. Finley no tardó en acomodarse la corbata y la túnica, pretendiendo que nada había sucedido.

Irremediablemente sus ojos se encontraron con los de Hermione, detrás de las rejas del elevador, a tiempo para que ella pudiera decirle justo lo que pensaba.

—Eres un idiota, Roux.

Si él había respondido, ninguno pudo saberlo. El elevador se movió con un suave traqueteo antes de tomar su fuerza acostumbrada y llevarlos hacia arriba en medio de un inquietante silencio.

—Hermione…

—Estabas haciéndolo tan bien— lo reprendió con severidad, levantando una mano para pedirle callar antes de encararlo. Costaba imaginar que hasta hace poco se veía tan amenazante y ahora, como un niño esperando ser regañado.

—No esperabas que permitiera que ese idiota...

—Sé que es un idiota, ¡Acabo de decírselo! Pero no tenías que hacer eso frente a todos— insistió ella.

—¿En privado sí?— sonrió él, juguetonamente.

Ella lo golpeó sin fuerza en el pecho, todavía lo suficientemente seria para hacer desaparecer la sonrisa en su rostro mientras se acercaba a arreglarle el uniforme. Sin otra opción, él permitió que ajustara cada centímetro de tela, incluso que intentara ordenar su despeinado cabello.

—Hablo en serio, eso estuvo mal, Harry Potter.

—Al menos estamos registrados— objetó él, comentario que no animó a nadie— Vamos, Hermione, quita esa cara. ¿Pensaste cuando se lo diremos a tus padres?

—Hoy— respondió con simpleza cuando el ascensor se detuvo y tres magos con aspecto atareado entraban, obligándolos a bajar la voz.

—¿Hoy?— repitió casi sobre su oído, sin ocultar su asombro— ¿Por qué precisamente hoy?

—Porque Crookshanks lleva mucho tiempo viviendo con ellos, y deben estar creyendo que algo malo sucede. Hacerlo ahora no mejorará ni empeorará nada. Quiero que sean los primeros en saberlo.

La comprensión atravesó el rostro de Harry y asintió, obligándola a replantearse lo que él pensaba respecto a todo.

—Me imagino que a ti te gustaría que los Weasley...

—No, tu familia es importante, ellos deben enterarse primero.

Ella sintió que un enorme peso se aligeraba. Hasta ahora, no había negado ninguna de sus peticiones, así que supuso, pronto tendría que hacer algo por enmendarlo. Quizás dejarlo escoger el sitio en el que vivirían no era mala idea.

—¿No bajarás?— preguntó Hermione, inquietándose cuando él no salió del ascensor en su piso, manteniéndose a su lado.

—Déjame acompañarte. Ir a trabajar es lo que menos deseo.

De mejor humor una vez que la repugnante presencia de Roux se encontró varios pisos por debajo, se repitió que con quién debía molestarse no era con Harry.

Por el resto del camino esperaron en silencio, con sus hombros rozándose hasta que llegaron al piso de la chica, llenándose rápidamente de sus compañeros. Mirarlos juntos no era ninguna novedad, pero Hermione sintió que en ese momento, todos sabían el demencial cambio en su relación.

—Vendré a recogerte a las seis, ¿Está bien?

Los labios de la joven se abrieron, pero la voz acercándose a sus espaldas los detuvo.

—¡Ahí estás!— gritó Susan desde lejos, visiblemente molesta—¿Crees que Elizabeth y yo podemos con todo? Vaya... ¡Hola, Harry!

—Susan— respondió él, antes de que Hermione retrocediera ágilmente. La aguda intuición de su amiga nunca antes la había asustado tanto.

—A las seis— dijo, dirigiéndose al joven esperando pacientemente su respuesta— Te esperaré aquí.

Harry quiso acercarse para despedirse igual que siempre, pero al último momento, pareció replantarse todo y solo atinó a apretar suavemente su brazo.

—Bien, que tengan un buen día— se limitó a decir inclinando la cabeza, dándose la vuelta para desaparecer entre la marea de empleados.

De todos modos, su figura atlética resaltó entre todos y cada uno de ellos, recordándole con cada segundo que con el chico que se alejaba de ella pronto la uniría un lazo más fuerte que solo su amistad, y todos lo sabrían.

—¿Qué fue eso?

—¿El qué?

—Esa despedida tan... ¿Qué hay de las bromas que solo los dos entienden? ¿Harry está bien? Seguramente su prometida y él la están pasando mal, ¿No es así?

¿Su prometida? Recordar el nombre de Ginny fue igual a tocar una herida abierta. ¿Habría hecho bien registrándose como la prometida de Harry sin consultarselo antes? Eran amigas y aunque su conexión no era tan fuerte como alguna vez fue, se lo debía.

Hermione sintió que tenía que dejar de desanimarse sola, pero sobre todo, de mirar a Susan o terminaría enterándose de todo. En su lugar, caminó hacia su cubículo repleto de papeles, con su amiga siguiéndola.

Estar sin Harry a su lado se sentía igual a perder al único cómplice del crimen que acababan de materializar.

—¿Estás bien?— preguntó Susan cortésmente. Tan perspicaz como era, notar que algo iba mal no resultó complicado.

—Todo está muy bien— tajó Hermione, sentándose rectamente—. ¿Qué es lo que quieres que haga?

La pelirroja se recargó sobre su cubículo analíticamente.

—¿Es Harry quién se no encuentra bien?

Hermione desvío la mirada ante su insistencia. Para ser temprano, había vivido un montón de sensaciones vertiginosas para una sola mañana y lo que le esperaba por la tarde... No quería ni pensarlo.

—Que tonta. Si se tratara de él ya estarías buscando soluciones para tu "querido" Harry.

—Susan…— le advirtió la castaña, sujetándose la cabeza con ambas manos. Con tantas mentiras y altercados comenzaba a dolerle.

—Sabes que no puedes mentirme— señaló la pelirroja orgullosamente.

—Sí, podría decirse que sí, y lo solucionaremos.

—¡Oh! Eso es muy esclarecedor— se mofó Susan dando una palmada sobre su escritorio—. Siempre "nosotros". ¿Pero sabes qué? No me lo digas, algún día guardar tantos secretos te hará explotar.

Y sin decir más se alejó hacia su cubículo dignamente. Mirarla alejándose, su único escape para confesar las acciones que no la dejaban tranquila, con las palabras deseando salir atrapadas entre sus labios fue más de lo que Hermione pudo soportar.

La culpabilidad le hacía temblar las manos. Tal vez debía ser más fría con sus emociones, ¿Pero a quién engañaba? Nunca pudo mentir el suficiente tiempo antes de sentirse culpable por ayudar a Harry, con cualquiera que fuera la situación en la que rompían las reglas.

Sin pensar en posibles personas escuchando o en lo mucho que podría lamentar su indiscreción, antes de darse cuenta su voz había hecho a Susan detenerse.

Hicimos algo malo.

Cómo esperaba, la joven se detuvo abruptamente, demorando menos de un segundo antes de darse la vuelta y correr de puntillas en su dirección.

—No estarás…

Hermione asintió débilmente.
—Es algo terrible.

Sí, probablemente ya sabía todo solo con eso. Las señales estaban ahí y de todos modos el altercado con Roux los situaría en el lugar del crimen. En el Ministerio, los rumores corrían rápido.

Susan casi se abalanzó sobre ella, agachándose a su lado para hacerse espacio en su diminuta silla.

—¿Dormiste con él?— jadeó, abanicándose el rostro—. Siempre supe que esto no era una amistad normal, yo sabía que por mucho que te quisieras convencer... ¿Quién no se fijaría en él? Oh, linda, no te sientas mal, todos somos humanos y...

—¡Cállate!— chilló Hermione, cubriéndole la boca con la mano antes de que todos en el lugar oyeran sus atroces palabras. Al asegurarse que no volvería a interrumpir la soltó, esforzándose en no pensar en la terrible implicación de que ellos... Eso no importaba.

Eso no pasó— susurró, deteniendose a tiempo para no asegurarle que nunca sucedería. Susan resopló con fastidio.

—No entiendo que sería tan abominable entonces.

—Él y yo...— tartamudeó Hermione. Sin conseguir hilar una oración coherente, tomó su bolso y sacó el certificado, dándoselo.

Por un momento nada ocurrió. Solo los voraces ojos de su amiga recorriendo una y otra vez el documento, sin creerselo.
Cuando la idea echó raíces en su mente, dándose cuenta que no estaba siendo parte de una broma, ante todo pronóstico, Susan la abrazó con emoción, meciendo sus cuerpos al mismo ritmo.

—¿Sabes lo que esto significa? No tendrás que casarte con ningún repugnante desconocido, ¡Es Harry!— chilló Susan, casi llorando del alivio—Estaba tan preocupada por ti, ¡Sabía que él nunca te dejaría sola!

Hermione deshizo el abrazo con disgusto. Francamente, no era la reacción que esperaba. Tal vez solo deseaba que alguien le hiciera ver lo egoísta que había sido para poder arrepentirse debidamente.

—¡No lo entiendes!— lamentó, volviendo a guardar su certificado en el fondo del bolso, donde nadie podría verlo.

—No, la que no entiende eres tú— apuntó Susan malhumorada.

Hermione la jaló del brazo en su dirección y en medio de un susurro ahogado se obligó a explicarle.

—¿Qué pasará con Ginny?

—No estarás diciéndome que no ha terminado con ella.

—¿Qué? ¡Claro que sí!

Hermione dio un salto cuando Susan terminó levantándose de improvisto, como si estuviera a punto de sacudirla.

—¿Qué demonios sucede contigo entonces?

—Ginny es mi amiga también y los Weasley… ¿Qué les diremos a ellos?

La mano de su amiga se apoyó sobre su espalda, intentando consolarla con una paciencia que no sentía.

—No les debes nada, linda. Ni siquiera a ella. Aunque me cueste decirlo, esto no habría sucedido sin el decreto.

—¿Qué quieres decir?— indagó Hermione esperanzada.

—Que eres demasiado buena como para involucrarte con Harry de esa manera, incluso si él, como siempre he creído, estuviera dispuesto a romper su "sagrada amistad".

—Harry nunca...

—Mira, a lo que quiero llegar es que han sido las circunstancias, nada más. De todas formas, ellos no pueden estar juntos. ¿Y quién propuso la idea a quién?

Hermione se encontró deseando no tener que responder.

—¡Solo dilo!

—Él fue a buscarme— farfulló la castaña, ganándose una palmadita sobre la cabeza. Evidentemente, no mencionaría bajo que circunstancias lo hizo.

—¡Ahí tienes! No es ningún pecado casarse en estos tiempos, sobre todo en tu situación.

—Tal vez tengas razón.

—¡Usualmente la tengo! Ahora quita esa cara, que los rumores corren pronto y debes ser fuerte cuando los Weasley se enteren— opinó Susan, luciendo verdaderamente compasiva.

—No, Harry y yo se los diremos antes, como a mis padres. Hasta ahora solo lo sabes tú y Roux y mientras él no se atreva a decir nada, como sospecho que será si aprecia su vida, tenemos tiempo.

—¿Roux los registró?— se escandalizó Susan.—Ese idiota no perderá tiempo para... Espera, ¿Qué van a decirle a tus padres?

—No lo sé. Pero puedo suponer que Harry está aterrado.

—Yo lo estaría— coincidió, peinándose su largo cabello pelirrojo con los dedos—.¿Cómo tomarán que estás casándote por obligación?

Hermione se encogió de hombros, fingiendo despejar su escritorio, solo para mantener las manos ocupadas.

—Lo tengo cubierto. Él solo debe seguir el hilo de nuestra preciosa y ficticia historia de amor y con suerte no sospecharán nada.

—Creí que no aprobabas las mentiras.

—¡Bones! ¡Granger!

Ruan Evadine, su jefe inmediato, un mago de mediana edad y expresión bonachona estaba observándolas con reprobación.

—No es hora para chismorreos.

—¡A la orden, señor Evadine!— exclamaron las dos, separándose decepcionadas por la interrupción. No era un secreto que el hombre tenía una personalidad bondadosa y torpe, de la que tampoco pensaban aprovecharse.

Susan le palmeó la espalda antes de alejarse, claramente desconforme.

—¡Aún tienes que contarme porqué el idiota de Roux lo sabía!

Hermione meneó la cabeza, sonriendo internamente al confirmar que no existía un solo asunto que su dulce amiga pasara por alto.

El día que le esperaba prometía ser agotador… ¡Y cuánto esperaba el momento en que el reloj marcara las seis!

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Un minuto más... Solo un poco más y la manecilla del reloj se movería.

El señor Evadine pasó a su lado, despidiéndose afablemente con su mano libre mientras se alejaba con su típico andar torpe hasta la salida. Si él se había ido quería decir que podría hacer lo mismo sin parecer irresponsable luego del incidente matutino.

Su pierna se movió frenéticamente otro poco, debatiendose sobre que tanto quería marcharse ahora que podía hacerlo. Lastimosamente, no tuvo mucho tiempo para decidirse.

Un par de manos apretaron sus hombros, hundiéndose cariñosamente sobre sus clavículas.

—¡Son las seis!— gritó la voz de Susan, apretándole la mejilla—¿Sabes quién está esperándote?

Hermione se enderezó indignada, poniéndose su máscara de indiferencia ante la mención. No hubo un solo minuto en el día en que Susan no le recordara las ventajas que tendría su compromiso.

Mirar el lado bueno.… ¿Existía uno? Más vale que comenzara a creer que sí, o su madre terminaría dándose cuenta de todo y no lo aprobaría.

—¿Por qué no piensas en tu propia boda, Su?— curioseó entre dientes, empujando su hombro contra el suyo mientras se alejaban de sus escritorios.

—Tengo mucho tiempo para eso y planeo que te cases primero tú. Nunca opacaría algo que siempre soñé que sucediera.

—No voy a enamorarme de Harry— repitió por enésima vez en el día— Con suerte tu boda será la única en la que los novios se casen enamorados.

Al dar la vuelta en el único pasillo que conectaba las oficinas con el recibidor de su piso, Susan tuvo que tirar de Hermione cuando se encontraron con que Harry ya estaba esperándola, recargado contra la pared, con su túnica sobre el hombro y los ojos fijos en el sitio por el que aparecieron.

Sorprendentemente no estaba solo, aunque parecía desearlo. Levi Agoney lo acompañaba, hablando animosamente con él sin recibir respuesta alguna que no fueran miradas irritadas sobre el hombro.

Al ver a Hermione, los ojos de Harry se iluminaron de alivio, avanzando hacia ella y dejando a Levi atrás, que no tuvo otro remedio que imitarlo.

—Solo digo que en tu posición, con un prometido como ese... intentarlo ni siquiera sería difícil— susurró la pelirroja mientras no podían escucharlas—. Y mejor que comiences a verlo como el apuesto hombre que es o sufrirás mucho, cariño.

—Señoritas— se adelantó Levi, con una sonrisa deslumbrante—. Venía a invitarlas a cenar, pero puedo ver que estarás ocupada, querida.

Para ninguna de las dos chicas pasó desapercibida la mueca despectiva formándose en los labios de Harry al notarlo adelantándose para recibirlas.

—Yo saldré a cenar con Justin y Hermione está ocupada— se excusó Susan, dándole unas palmaditas sobre la mejilla al joven auror—. Como ves, hoy no es la noche, Lev. Pero puedes acompañarme hasta la salida.

Levi chasqueó la lengua, sin parecer mínimamente decepcionado.

—Otro día será— se lamentó, ofreciéndole un brazo a su amiga, que ella rechazó riéndose. Antes de que pudiera decir algo más, Susan lo detuvo con una mirada asesina.

—¡Suerte, Hermione!— le deseó la pelirroja, envolviendola en un rápido abrazo que no escondió la emoción que le provocaba su compromiso—. ¡Adiós, Harry!

Mientras él besaba fugazmente la mejilla de Susan, despidiéndose, Levi se acercó a Hermione e hizo lo mismo a modo de quizás, una despedida demasiado afectuosa.

—Nos vemos, querida.

Al verlos separarse, el rostro de Harry reflejaba absoluto desagrado, pero no dudó en colocarse al lado de Hermione con gesto de hastío. Susan no tardó en tirar de Levi hacia la salida, dejándolos intencionalmente solos.

En cuanto tuvo oportunidad, Harry ladeó la cabeza hacia su mejor amiga, intercambiando sus primeras palabras luego de todo el día separados.

—¿Querida?— se burló, imitando el varonil tono que Levi tanto se esforzó en perfeccionar. En Harry era totalmente diferente

Su voz ni siquiera era demasiado grave, pero al intentarlo, surtió el efecto preciso como para que ella no tuviera razón para burlarse.

—No tenía idea de lo bien que te llevabas con Agoney— prosiguió, quitándole de las manos su abrigo para cargar con él.

—París— contestó por toda respuesta. Comenzaba a hacer mucho calor.

—Tendrás que contarme con lujo de detalles todo lo que hiciste lejos de mí, querida.

—¡Deja de llamarme así!— protestó, golpeando su hombro con el suyo juguetonamente. Lo que fuera, con tal de no volver a escuchar aquel seductor tono de voz viniendo de su mejor amigo. Costaba imaginarselo intentando coquetear con alguien, sobre todo sabiendo que lo haría estupendamente bien.

—¡Bien! Mejor sígueme contando que es lo que le diremos a tus padres.

Ella se congeló por un segundo. Hasta ese momento planeó encargarse de todo, limitándose a llevarlo consigo como prueba etérea de estar diciendo la verdad.

—Para empezar… ¿Qué tan bueno eres fingiendo estar enamorado?

Él soltó una carcajada mientras ambos entraban al elevador.

—Bastante malo. Pero tratándose de ti, puedo suponer que no será difícil.

La concentración de Hermione se enfocó en no caer ante las sacudidas del ascensor. Luego de comprender que al parecer todo el mundo creía que entre ellos algo surgiría eventualmente, comenzaron a bromear al respecto.

Todo siempre reflejando como algunos pequeños comentarios burlescos y coquetería sin sentido que acabababa cada que Harry volvía con Ginny. Por primera vez, Hermione no supo que responder.

Valentía, se repitió en su mente. Si ambos "estaban" enamorados debía dejar de comportarse como una niña asustada y comenzar a lucir como la prometida ilusionada que se suponía que era.

Haciendo uso de una confianza que no sentía, buscó la mano de Harry y enlazó sus dedos sin miramientos. La intensidad de su mirada no se doblegó cuando él arqueó una ceja, sin entender sus intenciones, aunque tampoco la soltó.

—Necesito que te enamores de mí solo por esta noche.

Mirarlo intimidado le provocó un extraño y reconfortante sentimiento de seguridad. Claro que Harry Potter no era la clase de persona que permitiría rendirse a la sumisión, por lo que se recuperó con bastante facilidad.

Cuando las rejas del ascensor se abrieron al salir, soltó su mano solo un segundo para, en su lugar, rodear su cintura y pegarla a él, como tantas otras veces miró a otras parejas hacer.

—Tú actuación se está adelantando— río ella, mientras sentía su pulso acelerándose con cada paso que daban.

Harry le regaló una sonrisa ladeada.

—No si debo convencer a tus padres de cuanto amo a su hija.

Hermione no pudo debatir nada al respecto, pero tenía la sensación de que Harry no podría cargar eternamente con todo el peso de sus mentiras.