—¡Papi!

Lo primero que vi cuando asomé la cabeza por la habitación de James, fue sus ojos bien abiertos y una sonrisa de oreja a oreja puesta en su rostro.

—Hola compañero —saludé metiéndome de lleno al cuarto.

Acababa de cumplir siete, y estaba poniéndose más fuerte y alto con el pasar del tiempo. Ni siquiera me daría cuenta cuando ya estuviese yendo a Hogwarts, creciendo, yéndose de casa.

Sí, a veces tendía al dramatismo. Un mal hábito.

Como siempre hacía, cuando me acerqué hasta él, fue pasar sus brazos por alrededor de mi cuello para depositar un abrazo, al que yo correspondí gustoso. No sabría cuando aquellos terminarían.

—¿Qué haces despierto? —pregunté, apenas nos separamos, frunciendo el ceño— Es tarde.

—No sabía que hora era. Mamá no ha llegado aún.

Mi corazón se encogió un centímetro, antes de volver a su tamaño normal. Traté de disimularlo, pero la única razón por la que estaba llegando más tarde de lo usual era porque Ginny se había comprometido a cuidar de James, y nuevamente estaba faltando a su promesa.

Otro detalle que agregar a la lista de cosas que iban mal entre nosotros.

—Bueno, aquí estoy yo, y es hora de dormir jovencito —terminé diciendo, luego de unos minutos de silencio.

Luego, me fijé en una fotografía que había encima de la cómoda. Una que no estaba allí antes.

La tomé, viendo como los ojitos de mi hijo brillaban con temor un segundo, y mi respiración se detenía un poco. ¿Donde la había encontrado?

—¿Donde estaba esto, Jamie? —pregunté en el tono de voz más suave que podía.

Él se mordió el labio, evitando mis ojos, y comenzó a jugar con sus dedos por sobre el colchón.

—Estaba...uhm...estaba entre tus cosas de--en la caja, eh, de Grimmauld Place.

Sonreí en su dirección, acariciando su cabello, y luego volví la vista a la foto.

En ella, mi madre y padre estaban juntos, y él estaba tomando su cintura con cariño. Su largo cabello rojo ondeaba al viento, mirando a mi papá con dulzura y él se peinaba brevemente su propio pelo. Mientras a un lado estaban Remus y Sirius, éste último con un brazo por sus hombros mientras que el del otro hombre, (chico, en esa foto), estaba pasándolo por su cadera, mirándose a los ojos, como si no hubiese nada más. A unos pocos pasos estaba, seguramente Colagusano, con mirada tímida e inocente. Todos abandonando su posición inicial para reír y voltearse al lente, saludando a la cámara. Mi sonrisa se amplió aún más de forma inconsciente.

—¿Quienes son, papi? —preguntó James cautelosamente— ¿Qué hicieron? ¿Por qué uno tiene unos lentes iguales a los tuyos?

Me dio gracia, al volver la mirada hacia él y que sus ojitos estuviesen puestos en la foto, pero al mismo tiempo, una extraña sensación de pérdida y tristeza se expandió por mi pecho. Era la primera vez que alguien no señalaba el parecido entre mi padre y yo.

Quizás porque nadie sabía cómo él debía haber lucido a mi edad.

Me incliné, sentándome bien con él en la cama, acurrucándolo contra mí. Hace un tiempo ya no le contaba una historia para dormir.

—Uhm...déjame contarte una historia... —dije, luego señalé a mis papás con mi dedo índice— Acerca de un chico y una chica. Es algo corta, y quizás un poco aburrida, pero el final es un...torbellino —no hallé mejor manera de describirlo—. Se conocieron en Hogwarts a los once. Ella —apunté a mi madre—, se llamaba Lily. Y él —ahora a mi padre—, James--

—¡Igual que yo, papá! —interrumpió él, sonriendo

—Si, Jamie. De hecho, tú te llamas así por él —su sonrisa se amplió, y el sentimiento de calidez que tenía al observar a mi hijo se extendió por todo mi cuerpo—. Bueno, como decía. No se llevaban muy bien. De hecho, ella... decía odiarlo. Es que él era un poco idiota —eso le hizo reír un poco, así que, cansado y todo, reí con él—. Luego de innumerables, e innumerables veces en las que él le pidió una cita, -una cita, James-, y ella se negara, al fin en séptimo año de la escuela, ella accedió —continué, recordando las memorias que Remus y Sirius solían guardar en su cuarto de Grimmauld, las que encontré luego de la guerra, y me permití mirar—. Tenían solo diecisiete, y amaban. Se amaban mucho--

—¿Y se siguen amando? —preguntó él con curiosidad.

Suspiré, recordando el día que morí. Lo felices, tranquilos que lucían a minlado en el bosque. Esperaba que donde sea que estuvieran, siguieran haciéndolo.

—Eh...tenían solo veintiún años cuando la gente era mala, Jamie. Había mucho dolor y guerra a su alrededor y sufrimiento y... —traté de tragar el nudo de mi garganta. Pasaban los años, y hablar de eso no se hacía más fácil— Se han ido... —acaricié su cabello castaño— Pero espero que donde estén, sigan amándose.

James miró hacia arriba un momento, con una sonrisa triste. Como si entendiera perfectamente lo que quería decirle. Esperaba que lo hiciera.

Volvió su vista a la foto, y luego apuntó a los dos hombres abrazados. Tragué en seco, recordando.

—Ellos...eran mejores amigos--

Me detuve un momento, con las memorias que había visto en el pensadero irrumpir mi mente.

Sirius estaba en el patio de una casa, con una chaqueta de cuero y suciedad por todo el rostro, arreglando una motocicleta completamente nueva. Lucía de no más de veinte años, su largo cabello negro cayendo hasta su barbilla, su piel brillando ante al sol, y sus ojos resplandeciendo cuando levantó la vista y vio allí a Remus, apoyado en la pared y levantando una ceja hacia él.

—¿Todo bien, Pads? —preguntó él, mordiendo su labio.

Él también estaba mucho más joven. Alto, delgado. Las distinguidas cicatrices adornando su rostro. Se veía guapísimo. Algo que nunca pude ver en vida, por el cansancio que arrastraba, de años y años de sufrimiento.

—Hey, Moony —sonrió él, levantándose de su lugar, acercándose a Remus, posando sus manos en su chaqueta—. Estoy haciendo unos arreglos, para que vuele.

El aludido rodó los ojos, dejando de recargarse en la pared y caminando hasta él. Se veía seguro de sí, aunque no siendo consciente de su imponencia y belleza física como Sirius lo estaba.

—Vas a terminar matándote así —dijo, acortando la distancia entre ambos.

—¿Sí? —preguntó, distraído— Y yo que pensaba en que fueras el primero en darte un paseo. James tampoco quiere. Supongo que era obvio que la única con reales huevos en esta familia sería Evans.

Remus rió, agitando sus hombros, para tomar a Sirius de los antebrazos, fijando toda su atención en el otro hombre. Vio como su padrino se estremecía, pero no se apartaba.

—Lily está embarazada, ridículo —pronunció, acercando un poco su rostro al de él. Sirius tragó.

—¿Y? —replicó, posando la vista en sus labios— ¿Acaso ese niño le va a quitar toda la diversión?

Remus lo ignoró, terminando de juntar los centímetros que los separaban con un beso. Uno que nunca había visto que compartieran durante el tiempo que los conoció. Se veían tan jóvenes, llenos de vida, de esperanza. De ganas de mirar hacia el futuro. Mientras la memoria se desvanecía y yo caía de vuelta a mi habitación.

—¿Papi? —James llamó, preocupado. Tuve que haber estado unos minutos en silencio.

—¿Hmm? Oh, sí, lo siento —me disculpé, volviendo a mirar la foto—. Ellos eran mejores amigos —hice una pequeña pausa—, pero siempre desearon ser algo más.

—¿Algo más? —dijo, confundido.

Pensé en cómo nunca le dijeron a nadie de la Orden que ellos estaban juntos. Que estaban enamorados. Pensé en las notas que había encontrado de Remus luego de la muerte de Sirius, cómo decía que nunca podría volver a amar a otro hombre. Cómo un año después se casó con Tonks y habían tenido un hijo. Cómo tuvo que haber visto a Teddy y pensar en los planes que tenía con Sirius.

—Sí, James. Porque estaban enamorados, pero nunca los descubrieron, porque tenían demasiado miedo... de lo que dirían —expliqué, con una sonrisa triste—. Tomaron diferentes caminos. Pero ahora...ahora están juntos también.

—A mí también me da miedo, papá —comentó James, acurrucándose contra mi pecho, somnoliento.

Me gustaba ver como apenas parpadeaba ante la idea de dos personas del mismo género juntas. Era algo que aplaudirle a Gin por inculcarle.

—¿Qué te da miedo, James? —dije, abrazándolo— ¿El que dirán?

Él negó, y murmuró un "mm-mm" que me arrancó una sonrisa.

—Que así sea como funcione el mundo.

Bajé mis vista hasta él, quien estaba cerrando los ojos contra mí. Era un chico inteligente, demasiado quizás, para su corta edad.

—A mí también —le dije, pensando nuevamente en como sus historias terminaron en tragedia—. Pero podríamos hacer que funcione, para ti y para mi.

Él sonrió cansadamente, y respondió.

—¿Cómo?

No estaba seguro qué responder.

—Solo espera, y verás —respondí, tratando de darle misterio al asunto—. Además, ese no es el final de la historia, no.

—¿No?

Recordé la promesa de Remus de reencontrárselo en el más allá, cómo ahí las cosas funcionarían finalmente para ambos. Cómo ahí no habrían ni guerras, ni matanza, ni desconfianza, ni malas personas. Que por fin serían libres. Recordé a Sirius, diciéndole a 'Moony' que sentir las lunas llenas en Azkaban, y pensar que lo que les pasó fue real, transformarse en Padfoot para hacerle compañía a la distancia, y hablarle a la luna, fue una de las pocas cosas que lo mantuvieron con un poco de cordura.

—No. No es el final de la historia —agregué, esperanzadoramente—. Ahora están bien. Espero que lo estén.

James no respondió, y su respiración se fue haciendo cada vez más pausada contra mí, haciéndome sentir pleno. Al menos, él no crecería para encontrarse ningún horror.

Podría ser capaz de hacer lo que la mayoría no pudimos.

Vivir la vida.