Aviso: Triste. Muerte de personaje.
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—¡Boruto! Comprendo cómo te sientes, pero no puedes forzar más esto o terminaremos todos agotados.
Boruto captó las palabras de Mitsuki como si estuviera hablando desde muy lejos. Sólo podía escuchar las palpitaciones de su corazón en los oídos, sus jadeos y las mismas palabras repitiéndose una y otra vez en su cabeza.
El ave había llegado de improviso, casi finalizando una misión. Sólo debería de "entregar" el paquete y podría ser libre al fin.
El problema es que él quería estar en otro lugar. No ahí donde estaba. Konoha le parecía cada vez más lejos a cada salto que daba.
Se limpió el sudor de la barbilla con el dorso de la mano y se quitó la cinta, liberando sus cabellos húmedos de sudor. Las personas a su espalda jadeaban, agotados. Algunos, cargaban a niños y personas mayores.
Vio a Shikadai y Chou sentarse al final, agotados.
Mitsuki se acercó a él, posando una mano en el hombro.
—Era el halcón de Sasuke. ¿Verdad?
—Sí… —confirmó jadeante. Le miró en súplica—. Mitsuki, tengo que…
El albino asintió.
—Ves. No estamos lejos de Konoha y sólo te retrasaremos. Además, no hay ningún tipo de peligro.
Boruto lo abrazó inesperadamente. Miró en dirección a su hogar.
—Gracias, amigo.
Después, desapareció.
El halcón había llegado esa mañana, despertándole a base de picoteos dolorosos para que le hiciera caso. No siempre se había llevado bien con él. Al parecer, sólo obedecía a Sasuke.
Llevaba una nota en la pata que parecían haber atado apresuradamente y cuando la leyó, entendió por qué.
Apretó los dientes.
—Maldita sea, Sarada…
Las mil y una promesas cruzaron su mente. Martillearon su corazón y aligeraron sus pies.
Cuando llegó a la puerta, sudaba a mares, sus piernas parecían estar a punto de colapsar y respiraba tan agitado que la garganta y los pulmones le dolían.
Avanzó en dirección al hospital.
Sasuke ya estaba allí, sentado en uno de los bancos de espera, más pálido de lo normal. Boruto caminó hacia su altura, apretando los puños a medida que avanzaba.
—¿Cómo fue? —preguntó.
Uchiha ni siquiera le miró.
—Atacaron la aldea y fue la primera en advertirlo. Sin pensar ni esperar refuerzos, fue directa a la batalla. Los mató a todos. Pero…
Le escuchó maldecir. Sasuke cerró el puño sobre su rodilla, atrapando la tela con impotencia. Boruto dejó sus cosas junto a él y avanzó hasta la puerta del quirófano. Nada más abrirla, enseguida apareció una enfermera para detenerlo.
—Inténtalo si puedes —advirtió, furioso.
La mujer soltó un taco en alto y las demás empezaron a levantar la vista. Sakura estaba tras la mesa y levantó un momento la mirada hacia él.
—Déjale entrar —indicó—. Pero ponte el material adecuado —le advirtió.
Él obedeció, luchando contra el impulso de desear correr hacia la mesa. Había visto parte de sus cabellos oscuros y húmedos caer por la camilla.
Cuando estuvo listo, se acercó.
Sarada estaba sedada, por supuesto. Su rostro reflejaba una calma que los demás no sentían. Tenía magulladuras leves en su rostro. Lo importante estaba más abajo, donde su madre trabaja.
Podía empatizar perfectamente con Sakura. No debía de estar siendo fácil tener que operar a tu hija y cuando la miró, comprendió en un instante lo que ocurría.
—Será un espacio muy corto, Boruto.
—Será suficiente —aceptó.
Entonces, le hizo retroceder. Boruto se apoyó contra la pared mientras las veía trabajar. Cuando finalmente se apartaron, Sakura se quitó el gorro y los guantes llenos de sangre. Cuando le tocó el hombro, temblaba.
—Que conste que hacer esto me está arrancando el alma. A Sasuke y a mí. No lo desperdicies.
Boruto asintió y tras verla marchar, se acercó a la camilla. Tras que la enfermera terminara lo necesario, Sarada abrió los ojos. Le miró y al instante, se le llenaron de lágrimas. No necesitó expresar lo que pasaba, ella ya lo sabía.
Le sonrió.
—Bienvenido a casa —susurró.
Él inclinó la cabeza, pegó su frente a la de ella y sus propias lágrimas se mezclaron sobre el rostro femenino.
—Estoy en casa. Pero ahora eres tú la que te vas. ¿Por cuánto tiempo, Sarada?
Ella no contestó. Jamás lo haría.
No supo cuantas horas estuvo a su lado, cuantas lágrimas desechó.
Hasta que Sasuke no apareció a su lado, no reaccionó. ¿Cómo se disculpaba alguien con un padre al que acababa de perder a su hija?
—Sakura te está esperando fuera —le dijo—. Hay algo que necesitas ver.
Boruto asintió. Le costó mucho dejarle el lugar y marcharse.
Sakura le esperaba sentada al final del pasillo. Su rostro marcaba el dolor que sentía como madre. Le tomó de la mano y lo guio entre los diferentes pasillos hasta detenerse tras unas cristaleras. Boruto miró el lugar sin ver nada realmente. Hasta que lo comprendió.
—Sarada sobrevivió para él.
—¿Él?
Observó la dirección y comprendió.
Estaban en la UCIN. Dentro de una de las incubadoras, había un pequeño bebé. Sakura sollozó.
—Lo siento, los genes Uchiha parecen ser más fuertes que los Uzumaki.
Boruto resbaló hasta caer de rodillas.
—¡Boruto! —exclamó Sakura inclinándose—. Ay… cariño —susurró acunándolo entre sus brazos maternalmente—. Lo sé, lo sé. Sé cuánto duele. Sarada decidió ser Hokage, estar al frente y hacer una vida contigo. Juró entregar su vida por la villa como anteriores Kages. Sé que no lo justifica, más cuando odias el mundo ahora mismo. Pero piensa que ella dejó algo para ti. Dio su último aliento para él.
Cerró los ojos con fuerza para disipar las lágrimas.
Cuando Sarada le informó de que estaba embarazada él no estaba tampoco en la aldea. Se había marchado a otra misión junto a Sasuke. Cuando llegó la misiva, estaba lo suficientemente feliz como para abrazar a su maestro, aunque este quisiera matarlo.
No estaban casados. No había nada formal a ojos de los demás. Incluso Sarada tuvo que esconder su embarazo en ese tiempo.
En ninguno de los dos momentos más importantes estuvo presente. Y lo acababa de perder todo.
No. Todo no.
Se levantó y miró de nuevo hacia la incubadora.
—¿Sobrevivirá?
—Sí —aseguró Sakura—. Lo hará. Es prematuro, pero Sarada lo protegió bien.
Asintió, entrecerrando los ojos.
—Me gustaría decir que…
—"Ojalá nunca hubiera sido Hokage" —terminó Sakura por él. Miraba con intensidad al pequeño—. Mi marido no llegó a serlo, pero lo era en las sombras. Cuando mi hija se convirtió, pensé que debía de tener la peor de las suertes y la mejor a la vez. Ellos son cabezones como sólo un Uchiha puede ser. Pero los amamos igual.
Se limpió las lágrimas.
—Para Sasuke también ha sido un duro golpe perder a Sarada —explicó. Boruto asintió. Sarada le había contado la historia tras todo—. No le tengas muy en cuenta ahora si entra en un bucle de oscuridad, por favor.
Negó, mirando al frente. Sakura le tomó de la mano.
—Y tampoco lo hagas tú. Esa criatura, de verdad, te necesitará. Es lo que te queda de Sarada, recuérdalo.
Le devolvió el gesto y asintió.
—Tengo que informar de la… —cerró la boca. ¿A quién? ¿A quién debía de informar ahora? No lo sabía.
La muerte de Sarada significaba también un funeral público. No podía coger su cuerpo y llevársela para darle un entierro íntimo. No podía despedirse a solas durante un tiempo.
—Deja que Mitsuki se encargue de eso ahora —recomendó Sakura.
Se volvió, tambaleante. Ahogó un sollozo entre sus manos. Antes de que pudiera atraparla, Sasuke lo hizo. Le miró un instante, inclinando la cabeza y, después, se la llevó.
No era el único al que ella dejaba atrás.
Tampoco sería al único al que jamás volvería a darle la bienvenida.
Sarada Uchiha, ya no existía.
Día #6
#Borusaraweek2021
