Bueno, siento que tarde tanto en publicar, pero el trabajo se lleva toda mi energía (poco personal y mucho trabajo), y el lugar donde escribo no es lo que se diga muy cómodo, por lo que se me quitan las ganas de encender el ordenador. A ver si hay suerte y para el mes que viene me mudo y ya me sienta más cómoda y con energías en un sitio que en verdad me gusta. (Banco por favor, termina el papeleo ya T_T)

He decidido que publicaré mensualmente, para estar más cómoda con el capítulo después de releerlo varias veces y tener tiempo de terminar la historia, por si tengo que hacer alguna variación con capítulos ya escritos pero no publicados. Si todo sale bien, el mes que viene estaré con asuntos de mudanza, por lo que puede que tarde aún más en poder ponerme a subir el capítulo, pero si eso pasa, ya idearé algo para compensar...

Disclaimer: Los personajes son de Gosho Aoyama


Capítulo 5: El Ritz

Su idea de salir de la casa temprano se vio truncada al ver tanto movimiento en la calle. No esperaba que hubiese tanta gente pasando por esa calle en día laboral.

Se mantuvieron encerrados en ese incómodo silencio. El mago miraba de vez en cuando a su amiga, pero parecía que ella evitaba su mirada en todo momento, bastante seria. Estaba seguro que, si no fuese por las circunstancias, ella ya le habría gritado, golpeado, y dejado atrás.

En cuanto vio la oportunidad de por fin salir de aquellas cuatro paredes, no la desaprovechó. - Ve saliendo. - Se dirigió a ella mientras caminaba hacia la puerta por donde entraron la noche anterior. - Espérame fuera donde no te vean desde la entrada.

Ella tardó varios segundos en asimilar sus palabras, pero hizo lo que le dijo. En cuanto salió al jardín bajo la luz del sol, escuchó la puerta cerrarse tras ella, con seguro incluido. Se giró y se encontró sola. Los nervios empezaron a recorrerla, revisó todo el lugar y vio unos matorrales bastante frondosos cerca, quedándose junto a ellos.

A los pocos minutos, una ventana del piso superior se abrió, mostrando la cabeza del moreno. Observó el arte con el que sacaba todo su cuerpo y se quedaba en el borde, cerraba la ventana tras él, y saltaba hasta el suelo con la agilidad de un gato. Como todo un ladrón.

Borró esos pensamientos turbios de su mente y se dirigió hacia él cuando la llamó con la mano, consiguiendo salir de la propiedad sin ser vistos y dirigiéndose a la ciudad.

Se detuvieron en la vibrante plaza Saint-Sulpice, repleto de comercios artesanos, y sentándose en uno de sus bancos que vieron libre. - Enseguida vuelvo. - Dijo el mago levantándose después de unos minutos y perdiéndose entre la multitud.

¿Por qué no era capaz de devolverle la palabra? Por mucho que lo intentase, las palabras se atascaban en su traquea. Suspiró dolida recostándose más en el respaldar, escuchando a las personas a su alrededor hablar entre ellos, aunque no tenía ni idea de lo que decían. No podía parar de pensar en lo que le dijo. ¿Cuántas veces le había mentido? ¿Cuánto tiempo? No quería ni imaginarlo. Pero seguramente a cierta persona no lo había hecho. Sonrió con tristeza al pasársele por la cabeza ese pensamiento y la imagen de la bella chica.

Un olor que la hizo salivar se adentró en sus fosas nasales, viendo a su amigo sentado a su lado con un croissant extendido hacia ella. ¿Cómo había llegado sin que se diese cuenta? - Está recién hecho, aprovecha antes de que se enfríe.

Lo tomó con algo de indecisión, pero la verdad que no había comido nada desde el sándwich de la noche anterior y se moría de hambre. Le vio dar una mordida al que tenía en la mano y miró de nuevo el suyo. - ¿De dónde lo has sacado?

Se encogió de hombros. - ¿Acaso importa?

- ¿Lo has robado? - Preguntó con preocupación e indignación.

La miró de reojo. - ¿Prefieres morir de hambre? - Se removió incómoda en su asiento. - No sabemos cuánto tardaremos en hacer lo que hemos venido a hacer, así que tendremos que hacer cosas no muy legales para sobrevivir. Así que deja de ser tan puritana y come. - Terminó dando otro bocado.

Y la noche anterior lo pudo comprobar, al ser ella la que abriese la cerradura de aquella casa. Miró de nuevo el croissant y lo mordió, disfrutando de tener algo que llevarse a la boca, pero odiando el método de obtención. - Eso no significa que esté de acuerdo. - Refunfuñó.

- Lo sé. - Asintió el mago.

- Pareces muy cómodo haciendo esto. - No pudo evitar observar.

El mago se detuvo de llevar otro bocado a la boca, bajando las manos. - He estado pensando… - Y tuvo toda la mañana para hacerlo. - Cuando volvamos a casa, te lo contaré todo. - La chica le miró con una ceja alzada, curiosa. - Te contaré ese secreto. Aunque luego me odies por ello.

Ella también se detuvo de comer, analizando sus palabras. - ¿No deberías de decírselo a otra persona antes que a mi? - Preguntó con tristeza y molestia a la vez. ¿Por qué había dicho eso? Si seguro que ya lo sabía…

- ¿A quién te refieres? - Preguntó confundido.

- A Akako. - Dijo sin pensar, arrepintiéndose al instante. Se pensará que estaba celosa, aunque muy en el fondo lo estaba.

La mueca que se le dibujó en la cara la hubiera hecho reír si no fuese el ambiente tan serio. - ¿Por qué debería decírselo a esa bruja?

- Es la chica que te gusta, ¿no? - Seguía hablando con seriedad, sin embargo un nudo en el estómago la molestaba. - Siempre está cerca de ti, es la chica más guapa y popular del instituto, y es normal que seas sincero con la chica por la que estás colado. A no ser, que ella ya lo sepa…

el mago boqueó por la sorpresa. ¿Cómo habían terminado hablando de su vida amorosa, o no amorosa? ¿Y de dónde demonios sacó esa idea? - Te equivocas, Akako sólo es una chica molesta que no me deja en paz. ¿Por qué me gustaría alguien tan narcisista como ella? - ¿Y por qué sentía que debía de explicarse?

Frunció el entrecejo. - ¿Entonces es otra? O espera… ¿Otro? - Intentando atar cabos. - ¿Es Saguru? - Divagó. - Siempre estáis como el gato y el ratón, podría ser que…

El mago no podía creer lo que salía de su boca. - Te puedo asegurar, que soy totalmente hetero. - Dijo entre dientes. - De todos los hombres, ¿me tenías que imaginar con el detectivucho? - No sabía qué le molestó más, que creyera que era gay, o que le emparejase con el inglés.

- Los que se pelean se desean, ¿no? - Se excusó.

- Como si fuese el único con el que discuto. - Demandó con un leve sonrojo en las mejillas.

Ella se dio cuenta de su insinuación. No podía ser, ¿verdad? Sus mejillas también se tiñeron y apartó la vista a su croissant ya frío. No podía darse esas esperanzas. - Entonces… - Cogió una tira de piel del panecillo y jugueteó con él, nerviosa por no sólo la conversación, sino por la intensidad de su mirada. - ¿No hay nadie?

Apartó la mirada. - Te lo diré… - La respiración de la chica se detuvo. - Cuando te cuente mi secreto y no me odies. - Se levantó y miró a su alrededor. - ¿Quieres dar un paseo? - Cambió totalmente de tema. - Aún tenemos tiempo antes de ir al hotel.

Se puso de pie al recuperar el aire, asintiendo a su propuesta.

Mientras caminaba un paso tras él, observando su espalda mientras terminaba de comer, sólo pudo pensar con una sonrisa triste que, sea quien sea, esperaba que le correspondiese. Ella lo haría… Sin embargo, era un sueño inalcanzable.

Llegó la noche, y entraron a la sala donde se llevaría a cabo el espectáculo, no sin antes sufrir una mirada despectiva por parte del trabajador que revisaba las entradas. Sabían que no era la mejor vestimenta para la noche, pero no tenían otra opción.

Se sentaron en una mesa alejada para poder analizar todo el lugar. No conocían al brujo, o si era él o ella, así que debían de estar atentos a todos.

Un camarero se les acercó y extendió un menú de bebidas. Kaito negó. - Non, mercy.

El joven, algo crispado seguramente por la pérdida de propina, se dirigió a la siguiente mesa. - ¿Sabes francés? - Preguntó su amiga, sorprendida.

- Non. - Negó con una sonrisa.

Las luces se apagaron, y el espectáculo comenzó. Los dos amigos, al ver al hombre haciendo sus trucos como pez dentro del agua, fue como si fuesen trasladados a su tierna infancia. Cuando eran unos niños sin preocupaciones, y disfrutaban con la magia del cabeza de familia Kuroba.

Aoko, ilusionada como una niña con el espectáculo, observó a su amigo sentado a su lado, el cual observaba el show con una triste sonrisa. Gracias a que las mesas eran redondas y estaban sentados en un sofá, se pudo acercar a él y apoyó su cabeza en el hombro masculino. Notó la tensión en el cuerpo de su amigo, para al poco desaparecer, calmándose tanto él como ella. No sabía porqué había hecho eso, sólo quería demostrarle que estaba con él, apoyándole, y su cuerpo actuó automático.

El joven mago no sacó la mano del bolsillo, la cual llevaba todo el día escondida por su evidente transparencia, pero si movió su otro brazo y le cogió la mano, agradeciendo con ese gesto el apoyo silencioso. Ninguno de los dos podía ver el rostro del otro, y lo agradecían internamente, no queriendo mostrar su rubor.

En cuanto terminó el espectáculo, el protagonista de la noche saludó a todos los asistentes uno por uno, terminando por acercarse a ellos. Cabía decir, que en cuanto volvieron las luces sus cuerpos se despegaron, pero se quedaron lo suficientemente cerca para sentir el calor del otro. - Gracias por venir, amigos.

- Gracias por invitarnos, To… Kuroba-san. - Se corrigió. - Ha sido maravilloso. - Respondió la chica con una cálida sonrisa. Kaito asintió en concordancia con la chica.

- Me alegra de que os haya gustado. - Miró de reojo a un lado, sonriendo. - Ahora, si me disculpáis, he hecho esperar demasiado a una dama. - La pareja miró hacia la dirección que el mayor había mirado y vieron a una mujer despampanante tomando en solitario una copa de vino tinto. - Disfrutad de la noche.

En cuanto se marchó en dirección de la mujer, ninguno apartó la vista de ellos. - Tu madre siempre ha sido preciosa. - Dijo en un susurro. - Es nostálgico verlos a los dos de nuevo. - Sonrió con tristeza.

Kaito comenzó a inspeccionar todo el lugar con ojo crítico. Si el que fuera a hacer algo iba a actuar, debía de ser en ese momento. No tenía tiempo para hundirse en sus recuerdos, por mucho que intentasen emerger al ver a sus padres juntos. Después de varios minutos, observó a un hombre que no apartaba sus ojos de la pareja. Su sonrisa fría y autosuficiente no le dio buena espina. Vio que se giró y se marchó de la sala, no sin antes echar de nuevo otro vistazo a sus padres. Aoko también le había visto. - ¿Es él? - Preguntó con temor.

- No lo sé. - Se levantó bajo la atenta mirada de su amiga. - No apartes la vista de mis padres. Voy a investigar.

- ¿Tú solo? - Preguntó con angustia, temiendo que le pasase algo si iba tras el sospechoso.

- Ahora mismo ellos son la prioridad. - Señaló a la pareja que hablaba sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor. - Ten. - Se quitó un pinganillo del oído y se lo entregó a la chica, terminó sonriendo. - Confío en ti. - Tomó su mochila y salió en busca de aquel hombre.

Aoko se quedó sola por primera vez, rodeada de gente que no conocía en una época que no era de ella. Observó el aparato de escucha con confusión, preguntándose cuándo lo había instalado. Debió de ser cuando Toichi-san se acercó, pero no se había dado cuenta de nada. Su amigo era muy ágil. Estuvo atenta a los futuros padres del mago, pero también a las salidas en caso de que su amigo volviese, o aquel hombre de mirada fría.

Se percató que Toichi-san y Chikage-san se levantaban de sus asientos para abandonar el salón. Ella no se lo pensó dos veces y se puso el pinganillo en el oído, en caso de perderlos mientras les seguía alejada por los pasillos para que no se percatasen de que eran observados. No quería romper la magia de la cita y ser la causante del desastre, aunque estuviese mal espiar su conversación, lo hacía por su seguridad.

Entraron en un cuarto, cerrando la puerta tras ellos. En ese momento, no sabía qué hacer. Dos personas, empezando a conocerse, encerrándose en un cuarto de hotel… Sus mejillas se tiñeron de rojo.

- Kuroba-san… - Escuchó a través del aparato de escucha. Oír esa voz de nuevo después de tanto tiempo la emocionó, aunque sus recuerdos fueron alterados por culpa del brujo y ella aún debía de seguir viva, no quitaba que esos sentimientos la abrumasen.

- Toichi, por favor. - Dijo con una dulce voz. Pudo imaginar las mejillas de la madre de Kaito volverse rosadas, y sonrió con añoranza. - ¿Una copa de vino? - Le ofreció.

- Toichi… - Pudo notar que intentaba que la vergüenza no se le notase. - ¿Estás seguro de lo que me has propuesto? - Dijo más segura. - ¿Continuar donde lo dejé? Te convertirás en un criminal.

Sus palabras sorprendieron a la joven. ¿Qué quería decir? ¿Toichi-san un criminal?

- Como yo lo veo, no puedo dejar que sigas haciendo algo tan peligroso.

- ¿Me crees débil? - Dijo molesta. - ¿Que no puedo contra ellos?

- Para nada. - La calmó. - Te veo muy capaz, pero creo que con mis métodos, será más fácil y menos peligroso. Además, no puedo dejar que te pongas en peligro cuando estemos formando una familia.

El silencio se hizo durante varios segundos. Aoko contuvo el aliento. ¿Pero no se conocieron ayer? Si que iba rápido y directo Toichi-san. - Estás muy seguro de que aceptaré.

- No me has rechazado.

- ¿Y cómo lo planeas hacer? - Inquirió la mujer.

- ¿El formar una familia? - El rostro de Aoko estaba totalmente carmín, no se podía imaginar el de Chikage-san.

- ¡El recuperar los objetos falsificados! - Le reclamó molesta y avergonzada.

- Bueno, como bien dije anoche, el traje que planeaba utilizar para esta noche, tendrá que ser mi nueva identidad.

- ¿No es demasiado llamativo? Ese traje blanco…

- Un mago tiene que llamar la atención… Si lo hace y la policía está por los alrededores, el deseo de sangre se verá mermado. - De nuevo silencio. - Guarda las mil caras, Chikage. - Dijo con suavidad. - Déjame protegerte.

- No soy ninguna damisela en apuros. - Reclamó en un susurro.

- Lo tengo bastante claro después de verte actuar anoche.

- Y aún así quieres que pare.

- En efecto.

- ¿Por qué?

- ¿Te lo vuelvo a explicar?

De nuevo silencio. - Soy una mujer muy difícil.

- Lo tengo bastante claro.

- Eres un cabezota.

- Todo mago lo es para mejorar sus habilidades. Y si tiene que delinquir para traer justicia, que así sea.

Aoko no podía escuchar más. Se quitó el aparato de la oreja y se alejó de la puerta. Su mente analizaba con rapidez todo lo que había escuchado, encajando piezas que no le gustaban el resultado.

Kaito era el hijo de la hace años desaparecida "Ladrona de los mil rostros" y del mago ladrón "Kaito Kid". No era tan tonta como para no entender sus referencias a pesar de no haberlo dicho abiertamente. Recordó la mirada de añoranza la noche anterior de su amigo, mientras miraba hacia la dirección donde había volado la pareja de ladrones. En aquel momento no le dio importancia, pero ya lo había entendido. ¡Qué estúpida! Estaba viendo a sus padres cuando se conocieron. Él lo sabía.

Pero no tenía ningún sentido, se llevó una mano a la cabeza y se negó a sí misma. En su época, Toichi-san estaba muerto, ¿cómo era posible que Kaito Kid...?

- ¡Aoko! - Su mente dejó de pensar al ver a su amigo llegar hasta ella. Pero la idea estaba ahí. No podía ser, ¿verdad? Él no podía… Su cuerpo se estremeció ante la gran verdad que se mostraba ante sus ojos. ¿Cómo pudo ser tan ciega? - ¿Estás bien? - Escuchó su voz preocupada. No pudo hacer otra cosa que asentir. - He perdido a aquel sujeto, es bastante escurridizo. - Se quejó.

- Dudo que sea más que tú. - Susurró.

- ¿Dijiste algo? - Preguntó al no escucharla con claridad.

- Tus padres se fueron a una habitación. Dudo de que salgan en un tiempo. - Dijo con monotonía. No sabía cómo tratar con su nueva información.

- Puede… - Dijo algo avergonzado. Se llevó una mano a la cabeza, despeinándose su ya de por sí despeinado cabello. - Eso es demasiada información para mi. Deberíamos de buscar por el hotel. - Se giró y tras dar un paso, tuvo que agarrarse en la pared al sentir de repente que todo le daba vueltas.

Aoko observó el traspiés. - ¿Estás bien?

Asintió, intentando calmarse. Sacó su mano del bolsillo y prácticamente no la diferenciaba. Volvió a esconderla, agradeciendo de que Aoko estuviese en una posición que no pudiese verlo. Comenzó a caminar, sintiendo que el pasillo se movía a sus pies, pero debía de seguir como si no ocurriese nada.

La chica caminaba tras él, más preocupada analizando su gran descubrimiento. Por más que lo pensaba, se le hacía más real.

Llegaron a un callejón poco iluminado a través de una salida de emergencia del edificio. Gracias a la poca visibilidad, recordó lo que le había dicho el mago durante la noche anterior. Ese gran secreto que temía decirle y por el que estaban allí. - Kaito. - Le llamó con suavidad, deteniendo sus pasos. Casi perdió el aire al darse cuenta de su actuar. Ya lo entendía. Le mentía porque tenía miedo de perderla como amiga por ser quien era. Sentimientos contradictorios la embargaron. Quería odiarle, ¡vaya si quería! Quería gritarle, mostrarle lo dolida que estaba. Sin embargo, también quería culparse a sí misma, al no mostrarle lo suficiente que podía confiar en ella. Así que así funcionaba el amor. Le miró a los ojos por fin, él la observaba con las pocas luces que iluminaba la callejuela. - Lo sé.

Sus ojos mostraron curiosidad e intriga. - ¿Qué sabes?

Quiso ser directa, que supiese que ya no debía de esconderle nada. - Sé por qué estamos aquí, por qué alguien querría evitar que nazcas, y el secreto que temes decirme.

El rostro del mago era indescifrable. Negó con la cabeza, llevándose una mano a la cabeza, intentando calmar el mareo que sentía. - Es imposible que lo sepas. - Sonrió con ironía.

Arqueó una ceja, curiosa. - Entonces, ¿no es porque eres el hijo de Kaito Kid?

Su rostro se desencajó, olvidando por completo su cara de póker. - ¿Qué? - No sabía si había escuchado bien. Ella aún no debía saberlo.

- Y has seguido sus pasos. - Siguió su explicación con tranquilidad. - Además, que tu madre también era una ladrona muy reconocida hace veinte años. Así que vienes de una familia de ladrones. - La cara que le mostraba el mago casi la hacía reír. Casi… - ¿O me equivoco, Kid?

El silencio les rodeó. - ¿Cómo sabes lo de mi...? - Su voz ahogada casi no salía de él.

Aoko le mostró el pinganillo que hacía minutos él mismo le había entregado para vigilar a sus padres. - Tuvieron cierta conversación que me hizo unir los puntos. - El mago desvió por un segundo la vista al objeto, para devolverla al rostro tranquilo de la chica. - Por un comentario de Toichi-san, supe quién era Chikage-san. Mi padre tenía un expediente de ella que leí por curiosidad, ya que sus objetivos eran parecidos a los de Kid pensaba que estaban de alguna forma relacionados. Pero, nunca pudieron ver la conexión. ¿Quién se imaginaría que eran marido y mujer?

Kaito asimiló sus palabras y sonrió de una manera desquiciada, apoyando la espalda en la pared. Todo ese tiempo con miedo a contárselo, evitando que se enterase, para finalmente escuchar una conversación de sus padres. La culpa era totalmente suya, no debió dejarla, y tampoco darle el pinganillo para que escuchase. Debía de suponer que esa conversación saldría a flote. - ¿Y qué vas a hacer ahora? - Preguntó. Todo le daba vueltas y su vista se volvía borrosa. - Tienes la oportunidad de que el quebradero de cabeza de tu padre desaparezca, que nunca hubiera existido. - Aoko se mantuvo en silencio. - Sólo tienes que dejar que ese brujo gane, y todo terminará.

La furia que quería salir de ella desde hacía tiempo, terminó por salir a flote. - ¡Eres un idiota! - Le gritó con todo su ser.

- Sí. - La vista se le cansaba cada vez más, pero por más que luchase, terminó por oscurecerse. - Sí que lo soy. - Era un idiota, porque se dio cuenta que de forma inconsciente, había deseado que ella se enterase. Que le odiase por si eso ocurría. - Lo siento, Aoko. - Terminó susurrando sin apenas fuerza, deslizándose por la pared hasta el suelo.

La chica vio el movimiento como si el mundo a su alrededor se hubiera ralentizado. En cuanto se dio cuenta de lo que pasaba, salvó la distancia que les separaba y se agachó a su lado mientras gritaba su nombre, intentando que reaccionase. - Kaito, por favor, ¿qué te pasa? - Sus manos intentaban tocarle, pero no sabía dónde podría hacerlo. - ¿Qué...? - Observó la mano del chico dentro del bolsillo, en ese momento se dio cuenta que, al menos delante de ella, nunca la sacó de ahí en todo el día. Con temor, la sacó de donde estaba, horrorizándose por lo que vio, o lo que no vio. Su mano no estaba. La manga de la camisa estaba totalmente vacía.

Con desesperación, le levantó la camisa, y vio que el proceso de transparencia empezaba a acercarse al corazón. Aún podía ver su hombro, pero no quedaría mucho para que le pasase lo mismo que a su casi inexistente brazo. - No… Por favor, Kaito, no me hagas ésto… - Lágrimas recorrían sus mejillas. - Aún tenemos mucho que discutir, mago de cuarta. - Dijo con voz ahogada.

- ¿Señorita? - Una voz bastante conocida se escuchó a su espalda. - ¿Está usted...? - Se giró para observar a un algo más joven Jii Konousuke a su espalda, observando la extraña situación con ojos desorbitados. - ¿Qué le está pasando al joven? - Preguntó contrariado.

Le bajó la camisa con rapidez, pero ya no tenía ningún sentido. El que será un apoyo para su amigo en el futuro, había visto cómo una persona estaba desapareciendo. Volvió a mirar las facciones del joven, no podía rendirse, debía de encontrar el modo de detener eso. - Jii-san. - Llamó la atención del hombre y se secó las lágrimas, decidida. El hombre se extrañó de que se dirigiese a él con familiaridad, pero estaba tan sorprendido por lo que sus ojos habían visto, que no le dio mucha más importancia. - No tengo tiempo para explicarlo, en verdad, no sé si debería… - Cogió la mochila que colgaba del hombro de su amigo inconsciente y se puso de pie, girándose a observar al mayor. - Sólo hay una manera de solucionarlo, y necesito que te quedes con él hasta que vuelva. - Leyó la duda en sus ojos. - Te lo ruego.

El ayudante de mago varió la mirada entre los dos jóvenes, terminando de posarla en el chico. No sabía por qué, pero presentía que ese joven le era conocido, y no sólo porque le había visto de pasada la noche anterior. Asintió, haciendo que la chica agradeciera con una sonrisa leve.

Salió corriendo y entró por la puerta donde había salido minutos antes con él, avanzando por los pasillos para llegar al lugar donde quería ir, aún pensando en lo que debía de hacer. No detuvo su paso y abrió la mochila, esa mochila que Kaito recelaba tanto y no se separaba de ella. Al revisar su interior, de lo primero que encontró fue la botella de agua que le había dado la noche anterior, varias cosas que no tenía ni idea para qué servían, un táser, la pistola de cartas y… En cuanto las puertas del ascensor se cerraron tras ella, obligándola a parar su carrera, sacó un poco a la luz su último encuentro. El traje blanco del ladrón apareció ante ella en todo su esplendor.

Rechinó los dientes y sus ojos volvieron a aguarse. Aún tenía sentimientos encontrados ante ese descubrimiento… Sin embargo, no podía detenerse a analizarlo. Primero debía de salvarle, luego ya perseguiría al ladrón júnior más famoso con una escoba.

Salió en el piso donde aún debían de estar Chikage-san y Toichi-san. Pero no tenía ni idea de cómo enfrentarse a ese brujo. No es que pudiese pedirle amablemente que no siguiese con su plan de hacer desaparecer a Kaito. Observó de nuevo el interior de la mochila y un objeto llamó de nuevo su atención. Y justo a tiempo, porque el hombre de mirada fría se dirigía con una bandeja hacia la puerta donde se encontraba la pareja de ladrones.

En el callejón, un cada vez más confuso Jii observaba a un más desaparecido Kaito. Eso era algo inaudito, ¿cómo iba alguien a desaparecer? Eso es lo que todo mago desearía poder hacer para sus trucos. Pero viendo el estado del joven y la preocupación de la chica, parecía que no era para nada bueno.

Se agachó junto a él, observando más de cerca sus rasgos. Desde que le vio la noche anterior, se le hacía conocido. En ese momento, estando más de cerca, se le parecía a alguien quien conocía, pero no podía terminar de ubicarlo.

Sabía que no estaba bien, pero revisó sus bolsillos, encontrando su cartera. La abrió y observó su interior, observando varias tarjetas que, al leerlas, su ceño se fruncía aún más. La fecha de caducidad era para dentro de casi veinte años, eso era imposible. Observó su carné de identidad. - ¿Kuroba? - Ese era el apellido de su empleador y amigo. Dedujo que debía de ser una casualidad, y que por supuesto la fecha de nacimiento estaba errónea ya que, según lo escrito, el chico que tenía delante aún no habría ni nacido.

En su análisis, se percató de una pequeña cremallera, abriéndola y sacando el contenido del hueco, quedándose paralizado.

Dentro del hotel, el sospechoso de brujo se detuvo ante la puerta de la habitación de Toichi Kuroba. Aunque ya para ella no había atisbo de duda, la sed de sangre que vio en sus ojos negros la hizo querer salir corriendo. Pero no lo iba a hacer, debía de seguir adelante. Era curioso, podía leer a otras personas, pero no tenía ni idea de cómo leer a su mejor amigo.

Tragó saliva para humedecer su seca garganta, estaba terriblemente asustada y nerviosa, pero no debía de mostrarlo. Era su única oportunidad para detenerle. - ¿Disculpe? - Le detuvo en cuanto iba a tocar la puerta. Sus oscuros ojos la recorrieron con la mirada, pero no podía darse el lujo de mostrar sus emociones y flaquear. - Disculpe, ¿es del servicio de habitaciones? - Haberle visto con la bandeja de plata le dio la idea. - Mis padres llevan siglos esperando por la cena. No se encuentran bien y necesitan comer algo para tomar sus medicinas.

La mirada heladora que le echó, la consiguió amedrentar, mas siguió firme. - Lárgate, niña. Tengo trabajo. - Le dijo en tono despectivo.

Tensó la mandíbula, cierto que Kaito siempre se metía con ella por su poco pecho, ¿pero que le llamase niña? - ¿Quién se cree que es? ¡Somos los clientes! ¡No tiene ningún derecho a hablarme de ese modo! - Elevó la voz, molestando aún más al hombre. - Le diré a sus superiores el trato que he recibido. - Terminó poniéndose tras él.

Se encogió de hombros. - Haz lo que quieras.

- ¡Oh si! - Exclamó. - Eso haré. - La mano que tenía todo el tiempo tras ella, la llevó a la espalda del hombre, haciendo que la electricidad de la pistola táser recorriese su cuerpo.

Fue como si sintiese los músculos del hombre contraerse, haciendo caer la bandeja que llevaba en la mano y estamparse sobre la moqueta del pasillo, para seguirlo el cuerpo pesado del brujo. En cuanto vio que no se movía, pero seguía respirando, sus propios pulmones se permitieron funcionar de nuevo, su corazón galopando contra su pecho. Sin embargo, aún no había terminado. Había causado demasiado revuelo, y podría aparecer personal del hotel en cualquier momento, o peor… Los mismísimos padres de su amigo. Esa parte de su plan tenía varias trabas. ¿Cómo explicar por qué había un hombre inconsciente en medio del pasillo?

- ¡Señorita! - Su corazón casi se sale del pecho ante el susto, pero al reconocer a quien se acercaba hacia ella, se calmó un poco.

- ¿Jii? - Preguntó sorprendida en cuanto llegó a su lado. ¿Qué hacía ahí? ¿No estaba con...? - ¿Y Kaito? - Su tez palideció con una mueca de terror. No podía haber llegado tarde.

- Le he dejado en mi cuarto, al otro lado del piso. - Aclaró para calmar a la joven. - ¿Es él? - No apartó la mirada seria del hombre inconsciente. - ¿El responsable de que el señorito esté en ese estado? - Con el silencio y la estupefacción de la chica, no necesitó una respuesta verbal. - Cójalo por los pies, tendremos problemas si alguien nos ve.

Tras unos segundos sin poder moverse, guardó el arma en la mochila y se dirigió a los pies del brujo. Era un hombre grande y pesado, y a pesar de que tenía ayuda, les costó llegar hasta el cuarto del ayudante.

En cuanto entraron, Aoko ayudó a la puerta a cerrarse con una ligera patada, asegurándose con el golpe que estaba bien cerrada. Se dirigieron a una silla, costándole horrores dejarlo bien sentado. - Vaya a mis maletas, en la más pequeña, hay una cuerda. Tráigala. - Le indicó mientras se aseguraba de tener bien sujeto al hombre por si despertaba.

Aún en silencio, hizo con rapidez lo que le pidió, encontrando al instante la cuerda y volver con rapidez hasta Jii. Cambiaron roles y ella le mantuvo sentado, mientras el ayudante se cercioraba de que estuviese bien atado. - Ya puede soltarlo, señorita.

Asintió y se alejó unos pasos de ellos. Necesitaba respirar, calmarse y pensar. Sus manos no dejaban de temblar, había noqueado a un hombre. Se las miró y las hizo puños, una sonrisa irónica asomando en sus labios. Era cierto lo que le dijo el mago horas antes, tendrían que hacer cosas no muy legales para poder salir de ésta. Inhaló y exhaló aire con lentitud, necesitaba calmarse.

En cuanto se sintió con más fuerzas, miró al anciano ayudante de mago. Aunque bueno, no era tan anciano en ese momento. Él la observaba con los brazos a los costados, analizándola. ¿Por qué la había ayudado?

Apartó la vista de Jii y recorrió el cuarto, una simple habitación de hotel de cinco estrellas. Fijó la vista en su amigo, acostado en la cama. Con todo el ajetreo, no se había percatado de él hasta ese momento. Se dirigió hacia él, bajo la atenta mirada del ayudante, pero no le importó. Se quedó a su lado, apoyando una rodilla sobre el borde del mueble, toda su atención centrada en el chico. No estaba mejor a como le había dejado, pero tampoco estaba peor. - Kaito, le tengo. - Susurró, en un burdo intento de que abriese los ojos y la mirase. - ¿Por qué no despiertas? - Se frustró, sus ojos humedeciéndose. - Tenemos mucho que pelear. Tengo que gritarte por tus mentiras, y tienes que echarme en cara por haberme enfrentado al brujo. - Casi podía verlo en su mente, su rostro furioso por ponerse en peligro. - Aunque ha sido culpa tuya. - Rió entre gemidos, intentando secarse las lágrimas. - ¿Qué debo hacer ahora? - Notó movimiento al otro lado de la cama, viendo a Jii, pero lo suficiente alejado para dejarles su espacio, cosa que agradeció internamente. - Lo sabes, ¿verdad? - Se dirigió al mayor.

- Aún lo estoy procesando. - Asintió. - Es una maldita locura. - Suspiró. - No sé los detalles, pero juré servir a Toichi Kuroba hasta mi muerte. - Sacó algo del bolsillo interior de la chaqueta, extendiéndoselo a la chica mientras se acercaba lo suficiente para que lo cogiese. - Y eso incluye a su hijo.

Tomó la fotografía, viendo a un sonriente Kaito de cinco o seis años junto a sus padres, mirándose con adoración. - ¿Dónde...?

Se llevó una mano a la nuca, mostrando algo de nerviosismo. - No lo pude evitar y revisé su cartera. Tenía curiosidad. - Dijo con tono culpable. - Ahora, debemos averiguar cómo revertir… Esto. - Terminó señalando al chico.

Aoko asintió y miró al brujo, aún inconsciente. - Tiene que haber una manera…

- ¿Que tiene que ver este hombre para que el señorito esté así? - Inquirió también fijando su vista en él.

- Ha venido para evitar que Kaito nazca. - Respondió en un susurro.

El ayudante se quedó paralizado por la impresión. - Ya veo… - Dilucidó. - Por ello estaba ante la suite de Toichi-sama. Si algo le pasa a él o a esa mujer, el señorito no existirá. - Suspiró cansado. - Aunque aún tengo muchas preguntas.

- Créeme, Jii-san, ya sabes demasiado. - Se relamió los labios secos, nerviosa. - Que sepas que Kaito existirá ya es un riesgo. No sabemos cómo funciona esto de los viajes en el tiempo.

- Ya, ya… Algo he leído, aunque no me lo creía hasta ahora. - Observó de nuevo al que sería el hijo de su amigo. Era clavado a él si le miraba bien, por eso esa sensación de familiaridad. Aunque, ¿cómo iba a adivinar que era su futuro hijo?

Aoko analizó de arriba a abajo al brujo, era un hombre alto de cabello negro en sus treintena seguramente. Se percató de que tenía algo que reconocía, ya lo había visto antes. Miró los dedos visibles del mago, pero no encontró lo que buscaba, preocupándose de que se hubiese perdido. Cogió la mochila con desespero y rebuscó por todas partes, encontrando una pequeña caja que, al abrirla, sacó el contenido. - Es un anillo mágico. - Aclaró al mayor que la miraba interrogante. - Kaito me dijo que el suyo se lo dio Akako… Una compañera de clase que es bruja y la que nos trajo hasta aquí. - Aclaró, obviando de que en verdad ella no debería de estar. - Con el anillo, podemos volver a casa. - Volvió a guardar el de Kaito en la caja y se acercó quitándole el objeto al hombre, viendo que era exactamente igual.

Un movimiento proveniente del brujo la hizo sobresaltarse, haciéndose hacia atrás hasta chocar con el pecho de Jii, cobijándose entre los brazos que la agarraron y querían protegerla de alguna manera. - Pero que mierda… - Gimió con voz rasposa, sentía la garganta seca y no sabía dónde estaba. Pero se había percatado que sus movimientos estaban fuertemente limitados. En cuanto recuperó la vista, observó a su alrededor, viéndose atado y a sus captores, volviéndose furibundo con sus ojos negros casi inyectados en sangre. - Tú… ¡Maldita perra! - Escupió removiéndose en su asiento. - ¿Quién te crees...? - Detuvo su pregunta al identificar al hombre que la agarraba con protección. Viró la cabeza hacia la cama, viendo el cuerpo de alguien tumbado, sabiendo al instante de quién era. Una risa histérica resonó en la habitación. - Así que el niño mago no vino solo, debí de reconocerte antes. - Alzó una ceja. - Eres la noviecita de ese patético.

Intentó ignorar las palabras con la que se dirigió hacia ella, no iba a aclarar su relación con el mago en ese momento. Sin embargo, sus mejillas la traicionaron y no pudo evitar que un leve carmín se asomase por ellas. - Has perdido, te hemos detenido. - Volvió al tema que les ocupaba. - Así que detente en tus planes y deja a los Kuroba en paz. - Un tono serio que ni ella misma reconoció resonó en la habitación.

Salió un bufido hastiado de sus labios. - ¿En serio crees que es tan fácil? Sólo habéis ralentizado lo inevitable. He hecho un trato, y los brujos no podemos romperlos sin una causa de fuerza mayor. - Una sonrisa fría asomó en sus labios, sus ojos negros clavados en ella. - Y créeme, hermosura, que no tardaré mucho en liberarme y terminaré lo que he empezado.

- Debe de haber algo que quieras. - Sugirió el mayor. - Algo con lo que podamos negociar.

- No hay nada que podáis ofrecerme. - Sonrió divertido. - Pero yo si puedo ofrecerte algo, chica. Lo de él es inevitable, y cuando desaparezca, tú te quedarás atrapada aquí. - La observó con intensidad. - Sé que tú no deberías de estar aquí, no te sentí cuando se activó el viaje. ¿Te caíste en su círculo mágico por accidente? - Se encogió de hombros como pudo. - Bueno, eso no importa. Ya es una proeza que el viento no te separase del chico y te hayas perdido por el tiempo. - Rió al ver el rostro descompuesto de la chica. - No tenías ni idea, ¿verdad? - Se intentó acomodar como podía. - Te ofrezco un trato, libérame y te llevaré conmigo a nuestra época. Intentaré no soltarte. - Sonrió con sorna.

- Pero seguirás con tus planes. - Confirmó.

- Exactamente. Eso no ha cambiado. - Asintió con tranquilidad. - No puedes pensártelo mucho, después de todo, el anillo sólo puede crearse en el año de origen.

Jii y Aoko se miraron a los ojos al entender sus palabras. - ¿Anillo?

- Sí, este… - En cuanto miró donde debería de estar el anillo, se dio cuenta de que no estaba rodeando su dedo. Su rostro pasó de blanco al pensar que se le pudo perder, a rojo chillón en cuanto vio lo que tenía Aoko en su mano.

- Parece que ahora tenemos algo con lo que negociar. - Dijo con tranquilidad Jii.

- Después de todo, no puedes volver a casa sin esto, ¿no? - Dijo con una sonrisa segura la chica. - Y si no llegamos a un acuerdo, sólo tengo que destruir el anillo, quedándote atrapado aquí. - ¿Cuándo se había convertido en una mujer despiadada? No se reconocía a sí misma. Quiso desviar la vista hacia su amigo, pero sabía que estaban en un duelo de miradas que quien lo rompiese, perdería.

Se removió en la silla, pero al ver que era imposible se detuvo, cerró los ojos y una risa histérica volvió a salir de sus labios. - Parece que estamos en un impás. - Estaba seguro de que no quería quedarse en esa década, tenía una vida llena de lujos en su época, y sabía que si no aceptaba sus exigencias, destrozaría su único método para volver a su comodidad. A costa de que ella también se quedaría atrapada allí. Sabía que el otro anillo no se podría utilizar sin el chico que estaba desapareciendo en ese momento. La miró con seriedad. - ¿Qué quieres?

- Sabes lo que quiero. - Dijo sin dejar atisbo de duda. - Deja a los Kuroba y a su círculo en paz, para siempre.

El silencio reinó en el cuarto, para ser rota por la risa estridente del brujo. - No puedo creerlo, con eso has asegurado que no haya represalias contra el viejo ni contra tu familia. Tienes cerebro, chica. - Suspiró, calmando su risa. - Si me liberas y entregas el anillo a cambio, sellamos el trato.

- Señorita… - Jii la llamó en un susurro. - ¿Cómo sabremos que lo hará? ¿Que no nos atacará en cuanto lo soltemos?

Se quedó pensativa. - No lo sabemos. - Sacó el táser, entregándoselo al hombre mayor, y luego sacó la pistola de cartas. Había visto decenas de veces a su amigo con ella, y sabía cómo funcionaba. Tampoco es que fuese muy diferente a una pistola real como la de su padre.- Pero si lo intenta, estaremos preparados. - Miró al brujo y sonrió. - Soy hija de un policía, algo tiene que haber en mis genes.

Dio un paso hacia el brujo, pero Jii la detuvo anteponiendo una mano a su cuerpo. - Iré yo. Permanezca atenta. - Le advirtió en un susurro. Se dirigió hacia el hombre, el cual le miraba con seriedad. - No sé qué pasará para que quieran hacerle esto al señorito, pero es totalmente inhumano.

Una sonrisa irónica asomó en sus labios. - No creo que tardes mucho en saberlo.

- Si intenta algo… - Le avisó con el táser frente a él. - No pararé de darle descargas hasta que saque espuma por la boca. - Terminó con la amenaza sin deshacer su mirada dura. El duelo de miradas entre los dos hombres parecía no terminar, hasta que el hombre atado, asintió levemente con la cabeza, sabiendo que no tenía otra opción.

Deshizo el nudo y, en cuanto el brujo sintió que las cuerdas se aflojaban, comenzó a estirarse. Aoko agarró con más rigidez la pistola como había visto hacer a su padre millones de veces, sin apartar la vista de él. - Eso no será necesario. - Respondió finalmente a la amenaza, y se levantó con lentitud. - Tenemos un trato. - Dijo clavando su oscura mirada en la chica, extendiendo su mano hacia ella con la palma hacia arriba.

Aoko se acercó y, sin mostrar atisbo de duda, le entregó el objeto que él ansiaba. - Ahora, cumple. - Le exigió.

El hombre observó con una sonrisa el anillo, poniéndoselo en su lugar. - ¡Oh! Pero si ya está hecho. - Comentó como si fuese obvio, pero al ver la confusión en la chica, y seguramente en el hombre, que no podía ver porque estaría apuntando su espalda con ese dichoso aparato eléctrico, susurró hastiado. - Esto me pasa por tratar con novatos. - Se quejó hablando para sí mismo. - En el momento en que decidí detenerme, él ha dejado de desaparecer. - Señaló al mago en al cama con un movimiento de brazo despectivo. La chica no pudo evitarlo, y sus ojos se dirigieron automáticamente a su amigo. Se dirigió hacia él con pasos rápidos y le levantó de nuevo la camisa, viendo que su cuerpo volvía a la normalidad. Un suspiro de tranquilidad salió de sus labios. - En cuanto vuelva a la normalidad por completo, debería de despertar. - Se giró y vio al brujo en medio del cuarto con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, despreocupado. Como si Jii no estuviese tras él preparado para saltarle encima si se le ocurría hacer algo raro. - Bueno, espero no volver a vernos. Normalmente se dice lo contrario, pero no ha sido un placer conoceros. - Soltó una risita irónica y se dio la vuelta, encontrándose cara a cara con el otro hombre. Le sonrió con frialdad, se hizo a un lado y avanzó hacia la puerta, saliendo por fin de la habitación. Y esperaba que de sus vidas.

En cuanto escuchó la puerta finalmente cerrarse, un gemido ahogado se escuchó en el habitáculo.

Tanto Jii como Aoko miraron al otro integrante, observando con expectación el cómo abría los ojos y se incorporaba con rapidez, quedándose sentado mientras recuperaba el aliento. Se escuchaba como si hubiera estado corriendo en una maratón.

Los ojos de Aoko se humedecieron y un sentimiento de tranquilidad por fin la embargó en cuanto él conectó con los suyos, llenos de confusión por no reconocer el lugar. - Aoko… - Su voz salió débil de sus labios. - ¿Dónde...? - Sin embargo, su pregunta quedó suspendida en el aire al verse aprisionado por los brazos de su amiga, descolocándolo.

- Gracias a Dios. - Hipó sin control mientras le rodeaba el cuello, soltando la pistola en su efusivo abrazo. - Me tenías tan preocupada…

El mago consiguió salir de su asombro, correspondiendo al abrazo con uno de sus brazos, el otro sosteniendo el peso de los dos para no caer completamente sobre la cama. - Lo siento. - Susurró. Parecía que esa era la palabra del día.

Ella se separó y se quedó de rodillas a su lado. - No vuelvas a asustarme de ese modo, Bakaito. - Le increpó molesta, mientras se intentaba secar las lágrimas con las manos.

Arrugó el entrecejo. - Aún no sé qué ha pasado. - Dijo confuso. - Lo último que recuerdo fue el callejón, y… - Sus palabras se atragantaron, al recordar lo que ella le había dicho en ese lugar. Una sensación entre miedo y paz se alojaron en su pecho. Algo contradictorio, pero que ella lo supiera, por fin, de cierta manera le liberaba, pero el miedo a que le odiase y, sobre todo, que fuese un objetivo, estaban ahí.

- Muchas cosas han pasado desde que perdió el conocimiento, Kaito-botchama. - Esa voz le sobresaltó, reparando en ese momento de que tenían compañía, y una que conocía muy bien.

Sus ojos alertas se fijaron en el ayudante de su padre. - ¿Jii-chan? - Elevó la voz con sorpresa, mirando de nuevo a su amiga. ¿Cómo que Jii le había llamado de esa manera? - ¿Qué demonios me he perdido?

- Por favor, cálmese. - Intentó que el chico se relajara, parecía a punto de tener un ataque de nervios. - Se lo explicaré de la mejor forma posible. Aunque la señorita tendrá que rellenar algunos huecos que se me escaparon.

Kaito miró de Aoko a Jii como si estuviese en un partido de pingpon, la confusión dibujada en su rostro. La chica suspiró, intentando relajarse para lo que vendría. Porque… ¡Oh si! Iba a estallar.

Continuará…