Obito decide salir esa tarde, luego de desarrollar un intenso dolor de cabeza por los incesantes pensamientos y preguntas que abordaban su mente sin descanso, especialmente en esos últimos dos meses, desde que se tomó la licencia.

No salía mucho, de todas formas. Sólo cada vez que necesitaba reabastecerse con comida, alcohol o cigarrillos. El resto del tiempo la pasaba encerrado en su cabeza, inundado en un mar de pensamientos que cada vez lo hundían más y más en un pozo sin fondo.

Se había llegado a abrumar por un pensamiento automático que llegó a su mente minutos antes de salir de casa, que fue, realmente, el causante de su impulso por tomar un respiro.

Una idea que lo asustó por completo y que le hizo temblar. Una idea que ahora se había plantado en su cabeza y, que, a pesar de lo terrorífica que era, no tenía ni la más mínima intención de arrancarla de su mente.

No sabía cómo, tampoco.

Pero ahí estaba.

Ya no quiero vivir más.

Se la repetía una y otra vez, casi como si no pudiera creer el mismo significado oscuro que carrileaba el pensamiento. Esa verdad que aun no se atrevía a decir pero que era obvia si consideraba la idea como tal.

¿Ya había llegado a ese punto?

Al punto sin retorno donde las personas pierden la esperanza.

Obito siempre había creído que la esperanza era lo último en perderse; pero ahora, con una nueva perspectiva, sabe que aún le falta algo más por perder. Algo que, de hecho, ya no tiene un significado importante para él desde hacía ya más de un año, desde que… bueno.

A Obito, lo único que le quedaba por perder, era la vida.

Se vuelve a estremecer por el pensamiento.

Si estaba pensando en eso, era porque ya, definitivamente, estaba vacío. No tenía fuerzas ni motivación para hacer nada, para intentar salir adelante, para intentar, al menos, desviar dichos pensamientos oscuros.

Estaba agotado.

Antes, hacía un tiempo, Obito sentía que quizás alguien se daría cuenta de que necesitaba ayuda. De que estaba ahí, extendiendo su mano, esperando a que alguien más la agarrara y le hiciese saber que no estaba solo. No del todo.

Ahora, Obito ni siquiera tiene fuerzas para llorar. Sus lágrimas se secaron y su corazón pareció dejar de palpitar, porque no lo sentía más; su pobre corazón había dejado de sentir. Ya ni siquiera tenía esa abrumadora desesperación cargada de soledad que lo consumió por todo un año.

Obito, simplemente, ya no tenía nada más que ofrecer.

Se había agotado cada cosa que él, como persona, podía dar al mundo.

Una vez había escuchado a Tobirama decir que los Uchiha amaban intensamente. Que poseían una gran capacidad de amar; aunque irónicamente esta misma ha provocado la caída de muchos miembros del clan a lo largo del tiempo.

Mierda, él sí que sería un buen ejemplo para ello.

Había caído tan bajo, que, simplemente, no podría levantarse ni aunque quisiera. Había cruzado una línea que no le permitiría volver al mismo hombre completo que no sabía que alguna vez llegó a ser.

O no.

Quizás ahora sólo era un cascarón vacío de alguien que fingía ser, pero que jamás existió.

Una persona radiante y positiva que… él jamás fue.

Dicen que el descenso a la locura, en ocasiones, es dulce.

Pero él la sintió insípida, casi amarga. Con unos cuántos toques agrios y muchos sabores caducados.

Alza la mirada, por primera vez observando las calles de Konoha luego de un tiempo de no haberlo hecho y ahí está él.

Riendo suavemente mientras sus dedos se entrelazan con los de un castaño.

Kakashi estaba a sólo cinco metros frente a él.

Se detiene abruptamente. Congelado.

De repente siente una fuerte oleada de ira recorrerlo. Un sentimiento que, a falta de otros en los últimos días, siente como le quema el cuerpo por completo.

Kakashi, a comparación del pelinegro, no se detiene. Aún así, conecta su mirada con la suya. Sólo dura segundos, pero se sienten eternos. Obito tiene su Sharingan activado debido a las emociones que lo dejaban totalmente impotente ante la situación y nota, gracias a esto, los dos anillos que tiene la pareja en sus dedos anulares.

Kakashi se había comprometido.

Observó, lentamente, como el peli plata se alejaba de él, sin reparar demasiado en su presencia. Quizás hasta sonriéndole levemente como despedida, como una despedida llena de lástima porque él no había podido superarlos y…

¿Acaso no le importaba?

¿Todos esos años juntos no significan nada para ti?

¿No te importo?

¿No me amas?

¿Nunca me amaste?

¿Por qué fue tan sencillo para ti?

¿Fue mi culpa?

¿Por qué me dejaste realmente?

¿No te di lo suficiente?

¿Algo te hizo falta?

¿Yo no era suficiente?

¿Por qué me pediste que confiara en ti?

¿Por qué no te importa?

¿Por qué no te importa lo que siento?

¿Por qué no te importo yo?

¿Por qué no estabas cuando juraste que lo estarías?

¿Así de rápido olvidaste tus promesas?

¿Así de rápido me olvidaste?

¿No hay manera de arreglar esto?

¿Puedo arreglar esto?

¿Podemos hablar?

¿Comunicarnos?

¿No puedes ver que te extraño?

¿No me extrañas?

¿No extrañas lo que solíamos ser juntos?

¿Cuántas noches más van a pasar para poder olvidarte?

Respóndeme, Kakashi.

Porque tengo muchas preguntas.

Tengo miedo de ti, también.

Tengo miedo de las respuestas que puedas darme.

Tengo miedo de lo que perdí.

Tengo miedo de pensar que jamás volveré a ti.

Ayúdame a entender qué hice mal.

No es justo.

Eras mi lugar seguro.

¿Ahora a dónde se supone que debo ir sin no es a ti?

Jamás dejaré de amarte.

Te necesito.

Obito agacha la cabeza, incapaz de dejar salir el torbellino de preguntas que se habían acumulado en su cerebro en sólo ese instante. Preguntas que ya se había cuestionado a sí mismo con el paso de cada día desde que rompió con él. Se siente insignificante, estúpido e impotente. Quiere cuestionárselas a Kakashi, quiere que este le escuche y lo mire a los ojos como solía hacerlo.

Quiere a Kakashi.

Obito no se puede mover, ya el peli plata no está cerca de él y, de nuevo, perdió la oportunidad de poder sacar todo lo que sabía lo estaba reteniendo en ese estado lamentable de depresión en el que se encontraba. Había dudado demasiado y ya era tarde. Kakashi desapareció de su vista, de nuevo.

Se había comprometido.

Con sólo un año y algunos meses de haber comenzado a salir con Iruka. Kakashi se había comprometido.

Ellos estuvieron juntos quince años, desde los trece.

Su corazón se comprime, y un dolor intenso se instala en su pecho.

¿Habré sido el que te retuvo de ser feliz por tantos años?

¿Qué le faltó a nuestra relación?

¿Qué no pude darte que tuviste que buscarlo en alguien más?

Obito no se da cuenta, pero comienza a llorar. Está llamando la atención de las personas que pasaban a su alrededor y puede escuchar los murmullos sobre él. Su mente se siente distante, puede escucharlos, pero no puede discernir lo que dicen.

Obito siente una muy oscura sombra cernirse a su alrededor y él se encuentra a sí mismo aislado del mundo real. En un lugar dónde sólo él se encuentra herido y nadie puede alcanzarlo.

El Uchiha solloza, con fuerza. No cree que sea capaz de caminar de vuelta hasta el hotel porque siente que le hace falta el aire. Sus piernas tiemblan con fuerza y lo hacen caer al suelo. Sus ojos analizan la tierra bajo sus pies y se pregunta si pudo haber hecho algo como para evitar terminar en la situación en la que está ahora.

Tiene miedo de alzar la cabeza y observar los rostros difusos de las personas de Konoha siguiendo con sus vidas. Tiene miedo de que no haya nadie dispuesto a ayudarlo a levantarse. Tiene miedo de que ya haya sido olvidado por todos.

Obito simplemente tiene miedo de vivir.

Tiene miedo del sufrimiento, también.

Tiene miedo de que ya haya muerto en vida y nada lo espere más allá.

Es un miedo profundo a lo desconocido, a lo que le esperaba.

Se siente como un niño pequeño.

¿Ahora qué hago?, se cuestiona. Ya no tengo nada.

No, a Obito aun le quedaba el miedo y la desesperación.

Aun le quedaba una decisión más por tomar.