Ya había atardecido cuando la legión volvió a la estancia. Como Hange no les ordenó nada acerca del regreso a la ciudad, los soldados se fueron a sus cuartos. De todos modos, la oscuridad que tenía que llegar pronto impediría las siguientes maniobras. Levi también se fue a su dormitorio para revisar las consecuencias del combate que acabaron de tener. Resultó no ser tan malo, su cuerpo no había sufrido mucho daño y aparte de un dolor de la espalda no le molestaba nada. Ya quiso salir para buscar a Hange cuando escuchó un fuerte golpeteo en su puerta y por una impaciencia característica de este sonido detectó que la comandante vino primera. El moreno también sabía que responderle no era necesario, ya que su superior no iba a esperar su permiso para entrar.
− ¿Cómo estás? − preguntó Hange pasando por la puerta y cerrándola tras sí. Tenía un aspecto inquieto, incluso preocupado.
− Estoy bien − le aseguró el capitán inmediatamente − solo me duele un poco la espalda. Tenemos que hacer el informe y pensar en qué vamos a hacer.
Al escuchar que el moreno no solo no sufría por efectos secundarios del ataque, sino ya pensaba en el trabajo la comandante se relajó notablemente y le replicó con calma:
− Leblanc no nos han perseguido. Dudo que aparezcan aquí, al menos esta noche. Podemos planear mañana, así siempre se piensa mejor.
− Sí, pero al menos tenemos que hacer el informe − insistió Levi, pero por el rostro de su superior entendió que era imposible hacerle trabajar ahora.
− Creo que es mejor hacerlo mañana. Quiero que tú descanses.
− No voy a descansar en las circunstancias así − la voz del capitán se volvió firme. De todos modos, tenía demasiados pensamientos sobre lo ocurrido en su cabeza para poder distraerse de ellos tan fácilmente, aunque sea la orden.
− En tus circunstancias es lo mejor − frunció la frente Hange con desaprobación.
− ¿A qué te refieres?
− A tu espalda. Tienes que descansar para recuperarte pronto. Y los informes puedo hacer yo.
− No necesito descansar − negó Levi rotundamente haciéndole a la comandante poner el ojo en blanco.
− Claro que necesitas.
− Hange, déjame en paz. Te he dicho que estoy bien − la voz del moreno se volvió un poco irritado por esa terqueza de su superior quien obviamente no iba a ceder.
− Tú mismo me acabas de contar que te duele la espalda.
− Y ya estoy arrepentido de esto.
− Has recibido el choque muy fuerte contra el árbol, es normal que te duela. Necesitas el reposo.
− No lo necesito.
− Claro que sí. Solo una noche y estarás bien.
− Yo ya estoy bien.
− Estamos dando vueltas − suspiró Hange desesperadamente − Volveré enseguida y ni se te ocurra desaparecer. − sus ojos brillaron hasta con amenaza antes de que saliera corriendo de la habitación.
En unos minutos ya estaba en el segundo piso tocando a la puerta del dormitorio de Mikasa y Sasha y abriéndola sin obtener ninguna respuesta. El cuarto de las chicas estaba inundado de oscuridad, aparentemente las dos ya se habían acostado.
− ¿Hange? − entornó los ojos Mikasa incorporándose un poco mientras Sasha seguía durmiendo.
− Disculpa por molestarte tan tarde, Mikasa, pero tengo una tarea para ti − una expresión determinada en el rostro de la comandante le causó a la azabache levantarse rápidamente tratando de despertarse. No fue fácil, dado que ya estaba profundamente dormida después de este día agotador en cuanto acudió su superior. Pero teniendo en cuenta que Sasha también tuvo un día duro y ya estaba descansando, Mikasa se deslizó silenciosamente al pasillo para no despertar a su compañera antes de pedir más detalles:
− ¿De qué se trata?
− Vamos − la comandante tomó su mano y tiró a la azabache hacia la escalera.
Mikasa parpadeó con fuerza para despertarse por completo. Primero pensó que se dirigían al despacho de Hange, pero por la enorme sorpresa de la azabache la comandante llegó más adelante y entró en la habitación de Levi sin siquiera tocar a la puerta. A Mikasa no le quedaba otra opción a menos que seguirle a su superior, aunque no tuvo ni la menor idea para qué habían venido aquí. El capitán les echó una mirada interrogativa a ambas, no obstante parecía estar igual de asombrado que la azabache en este momento.
− Bueno − empezó Hange respondiendo a la pregunta silenciosa que se colgó en el aire − Mikasa, como sabes Levi ha recibido el golpe muy fuerte contra el árbol por tu culpa.
− No fue su culpa − le gruñó el moreno de inmediato, pero la comandante no le hizo caso siguiendo hablando con la azabache:
− No importa. Ya tiene que descansar, pero teniendo en cuenta su mal carácter sé que no lo hará. Así que tengo la orden para ti. Tienes que velarlo esta noche con tal de que permanezca en la cama hasta la mañana siguiente.
− Hange, tú no puedes... − empezó el capitán, pero su superior le cortó con una amable sonrisa:
− Claro que puedo. Necesitas descansar y punto.
− ¿Y Mikasa según tú no lo necesita?
− No tanto − respondió Hange inocentemente. Claro que en realidad no lo pensaba, solo necesitaba que Levi se acostara más temprano de que solía hacerlo consiguiendo así más horas de reposo. Así que estaría bien que Mikasa lo velara al menos un par horas, después podría dormir. La comandante miró de soslayo a la chica. Esta parecía estar muy cansada, tarde o temprano se dormiría. La pregunta era cómo Mikasa y Levi iban a resolver este asunto. Ella podría regresar a su habitación o quedarse y en este caso tal vez... O Levi como su superior simplemente le diría a Mikasa que se fuera. No, definitivamente este variante poco interesante tenía que ser excluido.
− Y una cosa más − musitó la comandante − Esta noche tú, Mikasa, serás su superior. Estarás autorizada para darle órdenes.
− Hange, es un absurdo − replicó el capitán con firmeza. Aún mantenía su calma, pero la comandante sintió que su paciencia se acababa, lo que le hizo sonreír aún más amplio:
− Tú mismo me has provocado.
− ¿Es uno de tus experimentos?
− Tal vez − le guiñó. De todos modos, Levi la conocía bastante bien para negarlo.
− Pues, vete a la mierda, Hange − le escupió el moreno mirando a su superior como si fuera su enemiga, lo que poco se relacionaba con un tono coqueto de la comandante cuando respondió:
− Claro, me retiro − y con la última frase abandonó la habitación con la gracia de una gata.
− No le hagas caso − dijo Levi con mucha más suavidad en cuanto la puerta se cerró tras Hange − a veces cosas extrañas pasan por su cabeza. Puedes ir a tu cuarto.
La azabache lo meditó por un rato.
− Me temo que no.
− Claro que sí. Hazlo esto bajo la responsabilidad mía.
− Pero ahora mi responsabilidad es más alta que la tuya − la voz de Mikasa estaba tan serena que el moreno sintió que no podía estar enfadado con esta chica, aunque quisiera. Solamente se asombró que las ideas de la comandante le hubieran parecido adecuadas.
− ¿En serio? ¿Tú también? Espero que vuestra demencia no sea contagiosa.
− Hange tiene razón − añadió la azabache con calma mirando directamente a Levi.
− ¿En qué?
− Tienes que descansar. − Ahora entiendo porque Hange te ha elegido a ti. Eres hasta más terca que ella − concluyó el capitán preguntándose a sí mismo por qué a pesar de esa terqueza, a diferencia de su superior Mikasa no le irritaba para nada.
− Tal vez.
− De todos modos, no puedo ir a dormir ahora.
− Claro, tienes 15 minutos − la voz de la azabache se volvió firme, aunque su rostro permanecía tranquilo. Este intento de control hasta le parecía gracioso a Levi, dado que ambos sabían que la decisión final sería únicamente del capitán. − ¿Por qué eres tan cruel? − le preguntó con una sombra de la sonrisa mientras Mikasa se encogió de hombros manteniendo la misma expresión de calma serena.
− Me diste menos cuando estaba aquí la última vez.
− Cruel y vengativa − suspiró el moreno aún casi sonriendo − volveré pronto − dijo al fin abandonando su dormitorio.

Al regresar después de un rato el capitán encontró a Mikasa en el mismo lugar donde estaban hablando, o sea en el centro del cuarto.
− Siéntate al menos, si de verdad no quieres dormir en toda la noche − suspiró Levi acostándose. Siguiendo su consejo la azabache cogió la única silla que había en la habitación y la puso cerca de una cama. Aun cuando se sentó, su posición no se veía muy cómoda, causándole al moreno preguntar:
− ¿Vas a estar así?
− Sí − por la tranquilidad firme en la voz de Mikasa Levi podía concluir que no era posible convencerla cambiar de opinión.
− Aún más terca que yo he pensado − constató el moreno, aunque en el fondo para nada estaba sorprendido.
La azabache solamente se encogió de hombros y por algunos minutos el cuarto se hundió en silencio. Para el capitán la presencia de Mikasa observándole fue algo inhabitual, distraía la atención, a pesar de que la azabache no decía nada. Incluso le tomó un tiempo entender que la habitación aún estaba iluminada. Al percatarse de ello quiso arreglarlo, pero la azabache le paró a penas se incorporó:
− No te muevas, por favor. − He olvidado apagar la luz − explicó Levi − Apágala tú si no quieres que me mueva.
− Vale.
− Tienes que estar feliz − comentó el capitán sarcásticamente al observar a Mikasa levantarse y llegar a las lámparas en vez de él − Ahora me puedes tratar de tu manera favorita que usaste con Eren.
No podía ver el rostro de la azabache, dado que ella apagó la luz antes de responder, pero su voz permaneció tranquilamente firme sin ningún matiz de tristeza:
− Hablas demasiado. Duerme.
− Pff... − el moreno puso los en blanco − Pobres tus hijos.
− Dudo mucho que los vaya a tener − la respuesta de Mikasa resonó cerca, obviamente ya estaba de vuelta a su silla.
− ¿Por qué?
Por un momento la azabache se quedó pensativa, meditando cómo explicárselo con claridad. Por fin cuando encontró las palabras apropiadas recordando sus pensamientos de últimos meses, ya no pudo disimular una resignación entera en su voz:
− Cada día tenemos que luchar para sobrevivir. Incluso los muros no son bastante seguros y pueden caer en cualquier momento si nuestros enemigos lo desean. No quiero llevar a alguien más a este mundo.
− Ya veo − respondió Levi, cortando el tema. Como Mikasa no añadió nada más, la conversación se extinguió dejando a los dos con sus propios pensamientos.
El tiempo transcurría lentamente. Se suponía que ahora el capitán tenía que dormir, pero aunque cerró los ojos y dejó de moverse, no podía hacerlo. Su mente estaba dando vueltas a los Leblanc. Era muy probable que él fuera su objetivo desde el principio, ya que hoy le habían atacado directamente. En este caso ¿por qué la anterior vez habían capturado toda la legión? ¿No sabían a quién atacar? ¿Qué había cambiado, que lo sabían ahora? Al fin y al cabo ¿qué les daría su muerte? Obviamente para derrotar la legión habrían tenido que atacar a Hange. Aunque con sus poderes podían hacerlo fácilmente ya en su primer encuentro. Entonces, la legión no les interesaba. ¿Y él sí? ¿Pero por qué?
Las preguntas sin respuestas volaban por la cabeza Levi no permitiéndole no solo conciliar el sueño, sino simplemente relajarse. Al entender que igual no podía dejar de pensar, el moreno abrió los ojos ajustándose a la oscuridad. En poco rato los rasgos de objetos alrededor se pusieron más distintos, incluso la figura delgada de Mikasa en su silla. Estaba raramente inclinada a un lado, como si tratara de caerse. Al observarla por un segundo más el capitán entendió que la chica ya estaba dormida, corriendo el riesgo de encontrarse con el suelo si no cambiaba su posición.
"Que te den por el culo, Hange, con todos tus experimentos" − pensó el moreno, dado que las acciones estúpidas de su superior le estaban hasta las narices. ¿Cómo podía inventar que Mikasa no iba a dormir toda la noche, a pesar de que había participado en el mismo combate y necesitaba descansar aún más que Levi? La comandante definitivamente estaba mal de la cabeza.
Muy despacio para no despertar a la azabache el capitán la envolvió en sus brazos trasladándola a su cama. La chica no reaccionó, ni siquiera el ritmo de su aliento se cambió tan cansada estaba. Al echar un vistazo a su rostro pacífico mientras ella se acurrucaba en la cabecera Levi se alegró que Mikasa pudiera conciliar el sueño tan fácilmente después de lo ocurrido. Pero al fin y al cabo dormir ahora era lo más racional, no importaba cuántos problemas se quedaban sin resolver. Teniéndolo en cuenta, el moreno se sentó en el otro lado de la cama aprovechando el espacio que le quedaba para recostarse contra la pared. Cerró los ojos y como ya no pensaba en planes de los Leblanc, se hundió en el sueño sorprendentemente rápido.
A diferencia de su superior la azabache sí tenía pensamientos importantes en su cabeza antes de dormir, ya que estaba responsable velar a Levi. Aunque en el principio le fue completamente imposible resistir el sueño, la conciencia de esta deuda despertó a Mikasa en cuanto recibió su mínimo cantidad de reposo. Al abrir los ojos la azabache no sabía cuánto tiempo exactamente había pasado, pero supuso que más bien fueron horas que minutos. Se sentó en la cama de prisa deduciendo que aparentemente se había dormido y el capitán la había colocado en esta posición. Mierda, tenía que velarlo toda la noche y resultó que se durmió primera. Un pesado suspiro abandonó el pecho de la azabache mientras enfocaba su vista aún no enteramente acostumbrara a la oscuridad buscando a su superior. Esto no le tomó mucho tiempo, ya que el moreno dormía sentado en el lado opuesto de Mikasa. Rayos, ella estaba allí justo para prevenirlo y al parecer había fracasado por completo. Hasta un pensamiento macabro que Hange la mataría si se enterara de ello, apareció en la mente de la azabache. Tenía que arreglar las cosas.
Quiso devolver a Levi en su posición inicial y lo tomó con cautela por los hombros, pero por su sorpresa el moreno lentamente abrió los ojos y la miró. Era peor de lo que Mikasa esperaba que saliera, ahora tenía que explicarse.
− Perdona, yo no debía dormir, lo siento − la voz de la azabache se volvió culpable − tú no tenías que dejarme ocupar tu espacio...
El capitán la miró con ironía. Aunque no entendió toda la frase con claridad, dado que Mikasa empezó a hablar antes de que se despertara por completo, la expresión confundida en el rostro de la azabache le decía mucho más que su discurso. Especialmente sus ojos donde la ansiedad de hacer algo se mezclaba con la inseguridad por no saber qué exactamente hacer. Una sonrisa cálida se formó en los labios de Levi casi sin querer.
− Tú eres muy bonita cuando estás turbada así − el moreno incluso estiró la mano tocando levemente el pelo de Mikasa y acariciando después su mejilla.
− Yo... − todos los sentimientos de la chica se mezclaron aún más. No sabía qué responder, estaba confundida tanto por la sonrisa del capitán como porque la llamó bonita, ni mencionar el resto. Aún lo estaba mirando con los ojos muy abiertos cuando el próximo gesto de Levi le dejó completamente sin palabras, ya que él la tomó por la cintura y la empujó hacia la cama haciéndola yacer. El moreno a su vez se colocó detrás de Mikasa abrazándola desde la espalda y solo le ordenó:
− Duerme.
La azabache se quedó congelada, tampoco estaba segura si respiraba en ese momento. No se movía, solo miraba en la oscuridad, mientras su corazón golpeaba a cien por hora sin entender lo que estaba pasando. ¿Tenía que regresar a su silla? Eso parecía lo más correcto, pero ahora, cuando no lo hizo enseguida, dudaba que fuera capaz hacerlo. Primero pensó que era imposible dormir así, al menos para ella, ya que en el abrazo cálido de Levi estaba demasiado agitada. Hasta podía sentir la respiración del moreno en su cuello, tan cerca se encontraba. Pero después, al cerrar lentamente los ojos y permitirse a ella misma caer en esta calidez, la azabache entendió con claridad que no quería escapar de su posición actual, ni pensar en qué en realidad era o cómo lo iba a arreglar mañana. Solo le gustaba estar donde estaba. Así que poco a poco se relajó por completo dejando que el sueño la llevara.

Ya casi amaneció cuando la mañana siguiente Hange andaba silenciosamente por el pasillo para chequear los resultados de su experimento preguntándose, si sus "observados" ya se habían despertado. Se paró junto a la habitación del capitán prestando atención a los sonidos, pero todo el piso se hundía en un silencio pacífico. "Muy bien" − pensó la comandante reabriendo muy lentamente una puerta para conseguir más información. Al ver lo que estaba dentro las mejillas de Hange enrojecieron y una sonrisa boba apareció en su rostro, dado que su experimento iba viento en popa: los dos Ackerman estaban dormidos abrazándose. Enseguida un movimiento sutil se formó en la habitación, ya que aunque la comandante actuaba muy silencioso, era bastante para despertar a Levi. Por su desgracia Hange tuvo que cerrar la puerta para que no la pillaran. Contuvo la respiración y se puso a escuchar, pero durante unos minutos que transcurrían para la comandante con demasiada lentitud no pasó nada. "Haced algo" − pensó Hange impacientemente. − "Quiero más". Como no podía resistir su creciente interés, abrió la puerta de nuevo, aunque esta vez fue solo una pequeña griega. Casi no se veía nada, pero la comandante pudo intuir que Mikasa aún estaba durmiendo mientras Levi ya se había levantado. ¿Ehhh? ¿No iba a despertarla? ¿No le diría algo sobre la noche anterior? Hange lo meditó un poco tratando de imaginar al moreno decir una de esas frases patéticas como "Fue la mejor noche de mi vida" y al instante siguiente casi se ahogó de risa que tuvo que contener. Nooo. Definitivamente Levi nunca diría algo así. ¿Pero qué diría? Pasaron unos minutos más haciéndole a la comandante empezar a perder paciencia. ¿Por qué en esta habitación no ocurría nada? ¡Qué aburrido! Hange ya pensaba en entrar y hablar con Levi de cosas militares, así al menos podría observarlo todo en detalles cuando notó el cambio en las sombras y luces dentro.

Por fin Mikasa se despertó, sentándose en la cama y forjando los ojos. En un momento recordó todo lo que pasó la noche anterior: el abrazo de Levi apretándola, su aliento en su cuello. Y antes de que el capitán pudiera reaccionar, la azabache se lanzó hacia la puerta. Sus sentidos le decían o hasta le gritaban que si Levi se acercara a ella o siquiera le dijera algo en voz tierna de anoche, perdería toda su sensatez y dignidad. Le estaría suplicando rodearla en sus brazos de nuevo y no soltarla nunca. Es más, estaría dispuesta a hacer todo lo que él quisiera. Así que necesitaba huir de este lugar.
Mikasa entró en el pasillo como una ráfaga de viento tormentoso casi atropellándose con Hange. Un pánico aún estaba en sus ojos cuando saludó incómodamente a la comandante y se alejó de prisa obligándose a no correr. Mientras tanto, Hange se adentró en la habitación del capitán cerrando la puerta tras sí con un sonido lo suficientemente alto para atraer su atención.
− Hola, ¿me puedes explicar por qué Mikasa sale corriendo?
− No lo sé − el moreno se encogió de hombros como si nada − ha acabado de despertarse, se habrá ido para arreglarse.
− ¿Y cómo se ha despertado? − preguntó la comandante en una voz pícara.
− Por su cuenta − respondió el capitán con su tranquilidad de siempre haciéndole a Hange ser más concreta:
− Me he equivocado con la pregunta. ¿Dónde se ha despertado?
El moreno sabía a qué se refería esta bruja, lo estaba escrito en su rostro. Desafortunadamente para ella no tenía ni la menor gana de hablar sobre el tema, así que le espetó con brusquedad: − ¿Has venido para preguntarme esto? ¿O tienes algo más importante que decir?
− He venido a discutir lo que vamos a hacer − suspiró Hange entendiendo que Levi no le diría nada interesante.
− Está bien.
− Creo que tenemos que quedarnos aquí por un rato. Si retrocedemos ahora, de nuevo estaremos sin información − presentó su idea la comandante mientras el moreno asintió con la cabeza − Definitivamente están interesados en ti. Supongo que te necesitan vivo, ya que podían matarnos a todos en su castillo hace dos meses y no lo hicieron. También tenían la oportunidad de matarte ayer, pero usaron su poder solo para detenerte. La pregunta es qué quieren de ti. ¿Tienes alguna idea?
− No.
− Tal vez tu familia tuviera algo que ver con Leblanc. − A pesar de que casi no sé nada de mi familia, dudo mucho que esta posibilidad exista − negó Levi volviendo mentalmente a la ciudad subterránea que era un lugar lejano incluso para la gente de superficie, ni mencionar una familia del continente.
− Qué pena que no sepas nada de tu familia − suspiró Hange no muy convencida − En este caso tenemos que averiguarlo todo nosotros mismos. Como el resto de la legión igual no les interesa a nuestros enemigos, planeo mandar un grupo pequeño para vigilar el castillo y sus habitantes. Obviamente los Leblanc están bien informados sobre nuestros asuntos, quiero saber de quién. Tenemos que bloquearles esta fuente de información, aunque tengamos que chequear cada persona con quien siquiera saludarán.
− Suena racional − aprobó el capitán − parece que es verdad que tu cabeza por las mañanas funciona mejor.
− ¿Solo la mía? ¿Y la tuya después de esta noche no funciona? − le picó Hange no confundiéndose para nada ante una mirada amenazadora que le echó el moreno.

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Mikasa estaba en una esquina del comedor sentando el el suelo y abrazando sus rodillas. A estas horas por aquí no pasaba nadie, por eso parecía un lugar tranquilo para pensar. La azabache trataba de calmarse, pero lo que sentía era muy lejos del equilibrio. Lo que pasó la noche anterior desató algo en ella, no podía dejar de pensar en Levi. Como si siguiera sintiendo sus brazos contra su cuerpo y el toque delicado de sus dedos en su mejilla. Su voz suave aún estaba sonando en la cabeza de Mikasa: "eres muy bonita cuando estás turbada". Lo deseaba. Era una ola de pasión entera que la inundaba. Ansiaba tener mucho más de lo que había ocurrido la noche anterior. Que Levi la atrajera a sí, la besara en el cuello, quería sentir sus manos en su cuerpo debajo del uniforme. Después que él le quitara este mismo uniforme para hacerla suya... El corazón de la azabache latía como si quisiera abandonar su pecho, su respiración era agitada. Tenía que acabar con esto, dejar de pensar y volver su control cuanto antes. ¿Cómo iba a lograr el mundo mejor sin su frialdad y racionalidad? ¿Cómo iba a luchar codo a codo con Levi si tenía tantos pensamientos de él? Pero las imágenes en la mente de Mikasa no dejaban de aparecer.
− Ya, ¡basta! − gritó golpeando el suelo con su puño y suspiró de alivio sintiendo que el dolor le ayudaba aclarar la mente.
− Mikasa − la voz de la comandante le tomó a la azabache por sorpresa.
"¿Desde cuándo Hange me está observando?" − se tensó la chica levantándose mientras la comandante se acercaba. Su voz se llenó de una ironía amarga cuando le preguntó a su superior:
− ¿Parece que me estoy volviendo loca?
− No − respondió Hange con una calma reconfortante − parece que te estalles de emociones. Es normal, mejor golpear algo, que tratar de contenerlo.
− Es que no debo tener emociones − replicó Mikasa firmemente al recuperar ya una gran parte de su tranquilidad.
− ¿Eh? − la comandante alzó una ceja − Pero tú eres una persona viva, claro que las tienes.
− Tengo que mantener la calma y ser prudente para lograr mi objetivo − explicó la azabache.
− ¿Qué objetivo? − Luchar hasta que veamos el mundo mejor, el mundo salvo, donde podamos cumplir nuestros sueños − la voz de Mikasa se volvió insegura, dado que entendía que utópica parecía la última frase − ¿Suena ingenuo?
− Suena bien − aprobó Hange, aunque su mirada se puso inhabitualmente seria − aparte de una cosa.
− ¿Qué cosa?
− Que tú vives ahora.
La pregunta silenciosa se instaló en los ojos de la azabache, ya que no entendía que la comandante quería decirle.
− Tu vida − continuó Hange con firmeza − no empezará cuando la guerra se acabe, tu vida es ahora. Tienes que vivirla. No desprecies tu tiempo, ya que nadie sabe, cuánto nos queda o si vamos a ganar. Por eso cada día, cada segundo es importante. Si quieres hacer algo, hazlo. Si tienes sentimientos, vívelos en vez de reprimir. Si puedes soñar, sueña y no esperes a que llegue el mundo mejor.
− Hange... − La expresión de Mikasa se volvió conmovida.
− Vamos a hacer un experimento − la comandante le sonrió cómplicemente a Mikasa y sin otros comentarios la abrazó.
Los ojos de la azabache se abrieron al más no poder, pero poco a poco la tensión que Mikasa sintió al principio se desvaneció dejando el espacio para una sorpresa pura. "Hange y Levi se portan muy extraño" − tomó la nota mental la azabache − "¿Acaso es contagioso?"
− No estás acostumbrada a que te toquen − concluyó la comandante mientras tanto apartándose de Mikasa.
− No − afirmó la azabache.
− ¿Tus padres no lo hacían?
− Sí, hacían. Antes de que murieran hace muchos años − la voz de Mikasa se volvió opaca causándole a Hange mirarla con comprensión.
− Ya veo. ¿Y qué hay de tus amigos?
La azabache meneó la cabeza: Eren y Armin nunca la trataron así.
− ¿Pero te gusta? − una sonrisa cariñosa que le echó la comandante hacía las cosas aún menos claras para Mikasa quien en este momento no podía afirmar nada con seguridad.
− No lo sé, tal vez.
− En este mundo hay muchas cosas más que te puedan gustar y todavía no has probado − dijo la comandante en voz convencida aún sonriéndole a la azabache − Por eso no suspendas tu vida. Ahora dame tu mano, quiero limpiar la herida.
− Gracias, Hange − respondió Mikasa sintiendo como una leve sonrisa aparecía en su rostro en respuesta.

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Los días siguientes Mikasa volvió mentalmente a las palabras de Hange. Aunque desde la muerte de Eren ya había pensado mucho en su vida, por primera vez no se sentía tan desesperada e insegura. "Tu vida es ahora". El viento cálido que acariciaba su rostro, fragancias de flores que respiraba, la luz del sol cegador que la hacía entornar los ojos, todo era la vida y era ahora. ¿Cómo pudo olvidarlo? Desde que Eren murió dejó de pensar en sí como en la persona viva. Dejó de vivir, solo existía. Dejó de notar cosas que la rodeaban, dejó de hacer caso a la gente. Ahora cuando miraba atrás, sentía escalofrío. Como si estuviera mirando a un calabozo muy profundo de donde acabó de salir. Ahora quería vivir de verdad. No sabía qué iba a hacer o en qué iba a soñar, pero creía que encontraría el camino, porque ya se sentía viva. Aunque había una cosa que sabía con certeza qué quería hacer. Estar con Levi. Ceder ante esta pasión que la invadía. Se preguntaba si tenía que decírselo al moreno. ¿Pero cómo iba a decirle esto? ¿"Levi, no puedo dejar de pensar en ti, deseo estar en tus brazos de nuevo"? No−no−no−no. Sonaba ridículo y cursi. No podía ni imaginar la expresión del capitán si de verdad le dijera esto. ¿Te quiero? ¿Te amo? ¿Me gustas? Tampoco era lo que Mikasa quería expresar. Lo que sentía por Levi era extraño, la atraía, perdía toda la razón pensando en él. Dudaba que fuera el amor, no podía enamorarse del moreno en tan corto plazo del tiempo. Además no le conocía bastante bien. ¿Así que cómo podía estar enamorada? De otro lado, tampoco era solamente una pasión. Pensando en hombres que conocía y consideraba atractivos, la azabache no sentía nada parecido. Podría imaginar cualquier hombre: alto, guapo, rubio o moreno, tampoco sentía algo. Entonces, lo que sentía por Levi era personal. Tenía que admitir a sí misma que hasta Eren nunca la atraía tanto como para volverse loca.

"¿Por qué nunca dices lo que sientes?"
"Si quieres hacer algo, hazlo. Si tienes sentimientos, vívelos" − sonaban voces en su cabeza.

Pero la verdad era que Mikasa no sabía expresar los sentimientos. Aun cuando estaba con Eren en un campo de batalla y pensaba que iban a morir, no pudo decirle las palabras correctas a este chico a quien amaba toda su vida. Solo le dio las gracias por toda su vida con él, pero esto no reflejaba lo que de verdad sentía por Eren. Si fracasó en este caso, ¿qué podía hacer respecto a Levi?

Sumergida en sus pensamientos la azabache salió de la estancia cuando una alta voz de Sasha atrajo su atención.
− Puedo hacer lo que me pega la gana − les gritó la cazadora muy furiosa a Jan y Armin.
− No mientras estemos fuera de los muros − trató de protestar Jan, pero su compañera no quiso escuchar.
− No necesito una niñera.
− Siempre os lleváis como el perro y el gato − Mikasa se acercó al grupo.
− Es porque Jan es un gilipollas − contestó Sasha dando la vuelta. Sus ojos se iluminaron cuando vio el pañuelo con flores adornando el cuello de la azabache − Vaya, lo has acabado. ¡Qué precioso!
− Tú ya lo has visto mil veces.
− Pero ahora, cuando está acabado, se ve aún más bonito.
− Gracias − una leve sonrisa iluminó el rostro de Mikasa − ¿De qué estáis discutiendo?
− No me dejen pasear − explicó Sasha en una voz ofendida.
− No es que no te dejemos, sino que te aconsejamos no hacerlo − le corrigió Armin.
− En vuestro caso es lo mismo − los ojos de la cazadora se pusieron en blanco. − ¿Por qué no le dejáis pasear? − se sorprendió Mikasa.
− Porque no es bastante seguro pasear sola cuando nuestros enemigos están cerca − el rostro de Jan era implacable − ¿No es obvio?
− ¿Ves? Y al mismo tiempo no quieren ir conmigo − añadió Sasha indignada.
− Es que estamos ocupados − dijo Armin en un tono un poco culpable − en media hora tenemos que irnos al castillo.
− Para contarme lo que debo o no debo hacer siempre estáis libres − la cazadora estaba preparada para seguir echando la bronca, pero las siguientes palabras de Mikasa le tomaron por sorpresa:
− Vamos a pasear juntas.
− ¿En serio? − una esperanza mezclada con un asombro apareció en sus ojos − ¿Quieres pasear conmigo?
− Sí − la azabache le sonrió levemente − A decir verdad, los últimos días paseaba mucho en solitario y no estoy en contra de tener una compañía.
− ¡¿Mikasa paseaba sola y a ella no le decíais nada?! − Sasha casi se ahogó de una indignación infinita que la invadió al escuchar aquello.
− Mikasa nunca nos escucharía − la sonrisa de Armin se volvió culpable mientras bajó la mirada.
− No me digas que estabas preocupado por mí todo este tiempo − inquirió la azabache con incredulidad.
− Solo un poquito − el rubio se rascó la nuca − Sé que tú eres muy fuerte y tal cosa...
La sonrisa sutil de nuevo apareció en el rostro de Mikasa:
− Entonces, ¿si paseamos las dos, vosotros dejáis de pensar en lo malo y os concentráis en vuestro trabajo?
− Sí, para nosotros será más tranquilo si vas con Sasha − aprobó Jan.
− ¡No soy una niña para que me acompañen! − se estalló la cazadora − Vamos − le dijo a Mikasa − no quiero verles más a estos dos.

− Al parecer ha vuelto a sentirse bien − dijo Jan después de una pausa mirando a las chicas que ya estaban lejos.
− Ya sabes cómo es ella − se encogió de hombros Armin − se enfada con nosotros rápido, pero aún más rápido lo olvida.
− No estoy hablando de Sasha, sino de Mikasa. Creo que ha superado lo de Eren.
− Ojalá.
− ¿No te parece así? Al fin puso en su cuello algo que no sea esta bufanda roja que Eren le había regalado.
− Dejó de llevarla aun cuando estábamos en la ciudad.
− Buena señal − Jan se animó aún más − Y ahora pasea en vez de entrenarse todo el día y pasa más tiempo con nosotros. Definitivamente está mejor.
− Sí. Yo también lo noto y me alegro − sonrió el rubio con inseguridad temiendo pasar por una mala racha al afirmarlo − Cuando perdimos a Eren, no sabía cómo explicarle a Mikasa que aunque Eren ya no estaba, ella merecía ser feliz.
− Creo que ella ya lo entendió − dijo Jan de una manera reconfortante − estará bien.

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− ¿Por qué has tardado tanto? − en la voz de Edmond sonaba impaciencia − La legión puede regresar a los muros de un día para otro.
Thierry hizo una mueca. Ahora cuando por fin logró deshacerse de una vigilancia y volver al castillo, sabía que con lo último su cuñado estaba muy equivocado.
− Los soldados de la legión me estaban vigilando casi todo el tiempo desde mi partida, así que no pude actuar libremente en el puerto. Tuve que esperar un tiempo antes de que consiguiera engañarles y encontrarme a solas con mi contacto. Ahora estoy de vuelta mientras ellos piensan que aún sigo allí, pero creo que pronto se darán cuenta y vendrán al castillo de nuevo.
− Esta vigilancia no durará para siempre − el rubio levemente meneó la cabeza entornando los ojos − ¿Has conseguido alguna información?
− Sí − a pesar de un cansancio después del camino largo, el castaño sonrió satisfecho − No me vas a creer, esta chica que nos había estropeado todo la anterior vez es justo lo que necesitamos.
− ¿Es de los Maier?
− Aún mejor. Su nombre es Mikasa Ackerman.
− ¿Otra Ackerman? ¿Es cierto? − Aunque un gesto de asentimiento que hizo Thierry estaba lleno de seguridad, Leblanc mayor todavía no pudo creerlo − Casi no quedó nadie de esta familia. Buscamos uno durante meses. ¿Y ahora me estás diciendo que hay otra en esta misma legión?
− Exactamente así − confirmó el castaño triunfalmente − He conseguido encontrar una información de ella. Cuando tenía 9, Mikasa y su amigo mataron a tres hombres adultos. No hay menciones de que les mató exactamente ella, pero uno de ellos tuvo una sola herida profunda justo en su corazón. ¿No te parece familiar esta letra?
Una sonrisa contenta por fin se instaló en el rostro del rubio. Hasta en su voz ya no había esta tensión a que su cuñado tuvo que acostumbrarse recientemente cuando respondió:
− Has hecho buen trabajo, Thierry. Si lo que dices es verdad, por fin, tenemos suerte. Llamadle a Remy − les ordenó a los sirvientes saliendo por un momento en un pasillo. Después al regresar a su habitación continuó en voz un poco decepcionada − Yo tenía que adivinarlo antes, cuando esta zorra me atacó. Noté que era mucho mejor que los demás, hasta tuve que usar más poderes para detenerla, pero no le di importancia a esto. Ahora entiendo porque casi me mató aquel día.
El castaño estaba por contestar algo, pero en este instante una puerta se abrió de nuevo dando paso al pequeño Leblanc.
− Hermanito, ¿recuerdas a la zorra que nos lanzó el explosivo? − preguntó Edmond sin preámbulos − La próxima vez vamos a jugar con ella.
− Quiero jugar con Ackerman − hizo una mueca Remy.
− Ella también es Ackerman.
− ¿Son hermanos como nosotros?
− No − el rostro del rubio mayor se volvió pensativo mientras le echó una mirada interrogativa a Thierry − ¿sabes si son parientes?
− Definitivamente lo son, dado que los dos son Ackerman − comprobó el castaño − Pero por lo que yo he conseguido encontrar en los archivos no hay ninguna conexión familiar entre estos dos.
− Bien. Entonces, no van a esperar que la ataquemos a ella − la sonrisa complacida de nuevo curvó los labios de Edmond, ya que con este último detalle su plan le parecía aún mejor − Yo distraeré la atención de los demás persiguiendo al capitán mientras tú, Thierry, tendrás que cubrir a Remy mientras él haga su trabajo.
A diferencia de su cuñado el castaño no estaba tan seguro en el esquema:
− ¿Crees que Remy podrá detener a Ackerman sin tu ayuda? ¿Y yo cómo lo voy a cubrir? No tengo poderes.
− Sí, podrá detenerla, ¿verdad, hermanito? − una mirada de aprobación lanzada por el rubio menor causó que la sonrisa en el rostro de su hermano se ensanchara − No será una pérdida de sensaciones total como hicimos la última vez, pero esta zorra no podrá moverse. Y tú tendrás que proteger a Remy no de Ackerman, sino de los demás en caso de que algo salga mal.
− De acuerdo − asintió Thierry − ¿Pero cómo haremos que abandonen su estancia y vengan a nosotros?
− De esto no te preocupes, yo me encargo − la voz animada de Leblanc mayor se volvió firme despejando las últimas dudas de su cuñado. El único quien aún no estaba totalmente de acuerdo con el plan era Remy:
− ¿Por qué no podemos traer aquí a esta chica? Podría hacer más cosas divertidas.
− Porque toda la legión irá por ella − suspiró Edmond explicándole la situación a su hermano − Como has visto, tienen las armas que pueden dañarnos y aprenden rápido. Ya saben de nuestras habilidades y no nos permitirán hacer el mismo truco dos veces. Nuestra única oportunidad ahora consiste en que aún no saben que hemos cambiado el objetivo y tú haces tu parte rápido. ¿Lo harás, hermanito?
− Vale, lo haré − comprobó el rubio menor, a pesar de su decepción que fueran a hacer solo lo necesario.