Me disculpo por cualquier error que puedan encontrar, espero les guste el capítulo.
Capítulo 6
REGINA la vio salir corriendo, atónita. ¿Qué había pasado?
Nunca había visto a Emma más que calmada, segura de sí misma. Pero acababa de ver pánico en sus ojos. Había pasado algo y algo malo.
Y pensaba averiguar qué era.
Mirando alrededor para buscar a Henry, la encontró hablando con su amiga Katryn.
–Kat. ¿Te importa quedarte con Henry un momento?
–No, claro que no.
Regina buscó a Emma por todo el recinto y la encontró detrás del establo grande. Toda la actividad se concentraba delante de los establos, de modo que estaba completamente sola.
–¿Emma? ¿Se puede saber qué ha pasado?
–Sí, no… –contestó ella–. No lo sé.
–¿He dicho algo que te haya molestado?
–No, no… es que…
–¿Qué?
–Que mi mundo se acaba de poner patas arriba.
–No te entiendo –suspiró Regina.
–Lo sé, tampoco lo entiendo yo –dijo ella, paseando de un lado a otro–. A lo mejor lo he imaginado. Eres guapísima, desde luego. Y me siento atraída por ti…
–¿Qué?
–Y tú por mí, así que deja de disimular. Pero no pasa nada, es una reacción natural y…
–Emma, estás empezando a preocuparme –la interrumpió ella, tomándola de un brazo para que dejara de moverse.
Regina la miró a los ojos. En ellos había esperanza, desesperación, miedo, anhelo. Y una repentina decisión antes de echarle los brazos al cuello. Emma cerró los ojos un segundo antes de besarla.
Después de eso no vio nada.
Regina cerró los ojos también y dejó de pensar.
Cómo había deseado aquello, besarla, tenerla entre sus brazos. Sabía tan dulce como el chocolate y su cuerpo era tan cálido, tan deseable… Sin pensar, la empujó suavemente para apoyarla contra la pared del establo. La necesidad de llevar aire a sus pulmones no parecía detenerlos, pero unas voces lo consiguieron. Dejaron de besarse, pero no se soltaron.
Emma estaba temblando. En lugar de demostrar que no sentía nada por ella, aquel beso había… le había demostrado que era real, que Regina Mills era su alma gemela, la mujer de su vida. Cuando se tocaban, sentía un escalofrío desde la cabeza a los pies.
Pero no podía ser más equivocado para ella.
Era una mujer arraigada en Storybrooke, con varias generaciones detrás de ella. Ella era una mujer que siempre estaba en la carretera. No podían ser más diferentes.
–Muy bien, me parece que esto no ha sido buena idea.
–No sé si ha sido mala idea, pero a mí me ha sabido muy bien –murmuró Regina–. Creo que me he hecho adicta.
–Ya, yo también. Una pena que no pueda volver a pasar.– contesto la rubia nerviosa
–Sí, una pena.
–Entonces, ¿estás de acuerdo en que no hay futuro para esto?
Regina dejó escapar un suspiro. –Ni siquiera sé qué es esto.
–¿Una aberración? –se rió Emma.
–No sé, supongo que podríamos llamarlo así –sonrió ella.
–Ése es el problema. Que esto no va a funcionar. A menos que tú tengas interés en un romance de verano.– dijo con cierto tono de nostalgia la rubia.
–Los romances temporales no son mi estilo. Y tengo la impresión de que tampoco el tuyo.
–Normalmente no –le confesó Emma–. Pero nunca había sentido algo así. Podemos llamarlo… un cortejo de algodón dulce.
–¿Qué? ¿Tienes un nombre para esas cosas?– preguntó la morena con burla en su voz
–No, no, se me acaba de ocurrir. Sería… no sé, un cortejo de algodón dulce, algo que está lleno de aire, de nada. Algo dulce, pero que dura poco.
–Ya. ¿Y cuántas veces has vivido algo así?
–Una o dos –contestó ella–. Hace años, cuando era más joven y más tonta. Aunque sabía que todo iba a terminar después de unas semanas, siempre acababa con el corazón roto.
Regina tuvo que sonreír, mientras apartaba un rizo de su cara.
–Si no fuera la alcaldesa… pero tengo que pensar en la gente de Storybrooke. Sobre todo en el Comité de Comportamiento Ético.
–¿No habías dicho que eran inofensivos?
–Sí, en general lo son. Pero que la alcaldesa tuviera una aventura con una echadora de cartas generaría demasiados rumores. Mi familia lleva generaciones en Storybrooke, Emma. Nosotros levantamos este pueblo y no quiero problemas. Además, tú y tus amigos de la feria os llevaríais la peor parte.
–Entiendo –murmuró ella–. Entonces, ¿estamos de acuerdo en que esto no puede volver a pasar?
–Es lo mejor.
–Sí, claro –dijo Emma, intentando disimular la tristeza que le producía ese sombrío acuerdo–. ¿Dónde está Henry?
–Con Kat. Y debería volver con ella.
–Sí, claro.
Ninguno de los dos se apartó, todo lo contrario. Emma la abrazó, sabiendo que debería apartarse, pero incapaz de hacerlo.
–Será mejor que te vayas –dijo por fin.
–No, vete tú –murmuró Regina–. No me había sentido tan en paz desde que murió mi mujer.
–¿Encontraste la alianza?
–Sí, gracias.
–De nada.
Regina bajó la mano para apretar sus nalgas, acercándola a ella.
–¿Qué haces? ¿No habíamos acordado que esto no volvería a pasar?
–Es que no puedo apartarme de ti. Además, tienes un culo estupendo. Me gusta mucho tu pantalón de cuero negro, por cierto –sonrió ella, apretando de nuevo–. Aunque estos vaqueros tampoco están mal. No sé si cambiar de opinión…
–Regina…
–Sí, lo sé, lo sé. Pero nunca volveré a mirar el algodón dulce sin pensar en ti.
–Espero que te haga sudar.
–No tengas la menor duda –sonrió Regina, apretando sus nalgas apasionadamente.
Incapaz de resistirse, la rubia le regreso el apretón tomando el trasero de la morena.
–No me hagas esto.–dijo la morena fingiendo una mirada molesta.
–¿Por qué?–contesto de manera inocente Emma
–Porque ahora no puedo moverme.
–Eso no es justo. Que tu puedas apretarme como quieras y yo no.
Regina soltó una carcajada.
–Siempre me haces reír, bruja.
–¿La frustración sexual te parece divertida?–contesto con burla la rubia, apretándola nuevamente.
Le encantaba el sonido de su risa, tan cálida.
–Merece la pena por esto –dijo Regina, tomando su cara con ternura para besarla en los labios. Emma se sintió querida y deseada al mismo tiempo. Y tuvo que hacer un esfuerzo para no volver a echarle los brazos al cuello cuando se apartó y, después de hacer un gesto con la cabeza, se alejó de ella.
Mientras estaba «ocupada» con Regina, Emma se había perdido la llegada de sus amigos. Encontró a August dirigiendo a todo el mundo mientras colocaban las roulottes en formación, en semicírculo como era la costumbre.
Su caseta ya estaba montada al otro lado del recinto, junto con las de comida, las de tiro al blanco, los puestos de caramelos y todo lo demás.
–¡August! –exclamó, echándose en los brazos de su amigo, casi su hermano. Esperaba experimentar la sensación de estar en casa, como le ocurría siempre, y al no hacerlo se dio cuenta de que había dejado esa sensación en el establo, en los brazos de un futuro que nunca sería suyo–. Me alegro muchísimo de que por fin estéis aquí.
–Hola, preciosa. ¿Cómo va todo? Esperaba que estuvieras esperándonos a la entrada.
–Sí, bueno, es que tenía cosas que hacer… Pero me alegro muchísimo de verte.
–¿Cómo te están tratando los ciudadanos de Storybrooke? ¿Voy a tener que pelearme con la alcaldesa o por fin ha entrado en razón?
–Tengo una caseta, no te preocupes.
Poco después llegaron Elena e Isabel, especialistas en la danza del vientre, y el resto de la troupe. Si Emma no hubiera podido convencer a Regina para que le dejara tener una caseta, no tenía duda de que sus amigas le habrían ofrecido participar en su espectáculo.
Emma se alegraba de no tener que hacerlo. No sólo no habría logrado el dinero que necesitaba; además, ella prefería una bola de cristal antes que unos adornos en el ombligo.
–Bueno, será mejor que empecemos a trabajar. Hay mucho trabajo que hacer –sonrió August.
–¿Puedo echar una mano?
–Por supuesto.
–Regina, no puedo creer que hayas permitido a la echadora de cartas tener una caseta en la feria –le espetó Cruella DeVille, entrando en su oficina como una tromba.
Cruella se había convertido en la socia de Zelena un año después de la muerte de Danielle. Una empresaria seria, llevaba trajes de chaqueta en colores oscuros que hacían juego con el pelo bicolor de la mujer.
–Siento mucho que el Comité no lo apruebe, pero tengo que hacer lo que me parezca mejor para el pueblo, ya lo sabes.
–¿Cómo puede ser bueno para Storybrooke que haya una echadora de cartas en la feria? ¿No recuerdas lo que pasó la última vez?– contrataco con burla
–Sí, pero no puedo dejar que el error o la mala suerte de unos cuantos afecte a la economía de todo el pueblo.
–Ya habías contratado a los feriantes, no había necesidad de contratar también a una adivinadora –insistió Cruella, agitada.
–Es que ella estaba contratada por el director de la feria y no quería arriesgarme a tener un problema legal…
–Esa mujer no tiene derecho a hacer nada en este pueblo. Tienes que decirle que has cambiado de opinión y debe irse.
Regina se levantó. Cruella nunca había sido una de sus vecinas favoritas. La aceptaba por su hermana. Por Zelena, toleraba a aquella mujer en su vida, pero nadie iba a decirle cómo llevar los asuntos del pueblo.
–Sé que perdiste dinero y lo siento.
–No sólo yo perdí dinero. Los White, los Tillman, los Dupres… todos ellos perdieron dinero y tú lo sabes. Y no les hará ninguna gracia, te lo advierto.
–Los Dupres no fueron víctimas del estafador, que yo sepa. Además, creo que deberías calmarte un poco. La decisión está tomada con la aprobación de los concejales y no hay nada que hacer.
Cruella se puso pálida. Absolutamente pálida. Luego hizo una mueca de angustia y se cruzó de brazos.
–Muy bien, sí, tienes razón. Reul me dijo que había estado a punto de invertir en el negocio… por eso la he mencionado. Afortunadamente para ella, no lo hizo. Quizá me estoy tomando esto como algo personal, pero es que para mí lo es.
–Nadie espera que tú seas objetiva, pero sí lo esperan de mí. Depende de mí que la economía de Storybrooke no siga hundiéndose por algo que pasó hace dos años.
–Pero esa echadora de cartas…–continuo la molesta mujer
–Emma Swan no va a robar a nadie –la interrumpió ella–. Graham ha investigado su pasado y tiene una reputación impecable. Ella y su abuela han trabajado con la policía en varias ocasiones para encontrar a personas desaparecidas.
–Ya veo –dijo Cruella, sugiriendo con su tono que veía más de lo que Regina habría querido revelar.
Quizá había defendido a Emma con demasiada pasión, pensó, pero se negaba a aceptar aquel absurdo y obstinado odio por los feriantes. Y, convenientemente, decidió olvidar que ella había pensado lo mismo hasta unos días antes.
–Hemos tomado todo tipo de precauciones para asegurarnos de que lo que pasó hace dos años no vuelva a pasar. Es lo único que podemos hacer.
–Pues espero que estés dispuesta a pelear, Regina –dijo Cruella entonces–. El Comité cree que hay maneras de conseguir dinero sin atraer a los malos elementos.
Impaciente, Regina volvió a su sitio y se concentró en unos papeles.
–A esta feria vendrá gente de todos los pueblos de alrededor. Reservarán habitaciones, se gastarán el dinero en restaurantes, bares y tiendas… No se puede generar la misma cantidad de dinero vendiendo pasteles.
No se molestó en levantar la mirada cuando la mujer salió de su oficina dando un portazo.
