La Boca, Buenos Aires.

Aquello charlado con Takeshi parecía haber ayudado a eliminar sus dudas. Si bien lo que el ex Meiwa y Toho le había dicho tenía sentido e incluso él mismo había logrado convencerse de que era así, al ver a la joven llegar a su encuentro junto con Yuki provocó que toda su seguridad se fuera al caño y regresara de nuevo al punto inicial.

-¡Shingo!

-¿Eh?- El nombrado, perdido en los llamativos restaurantes y construcciones que rodeaban al lugar, volteó.

-Te estoy hablando.- Le dijo, hablándole con suavidad. Aoi entonces se percató de la ausencia de su hermana y el sentirse completamente a solas con la chica, pese a la cantidad de personas que había allí, lo incomodó.

-¿Y Yuki?

-En el baño.

-¿Volverá pronto?

-¿Te sentís incómodo conmigo?- Preguntó, enarcándole una ceja. Los primeros días su trato había sido de lo más normal, pero al cuarto o quinto día sintió que el chico había empezado a comportarse extraño.

-No, claro que no.- Musitó sonrojado.

-¿Entonces?

-Bueno...

-Si no me lo decís, no voy a poder ayudarte.

- Yo...- Presionó sus labios, esperando por que algún foco se iluminase en su cabeza para lograr safar de esa situación. -...no estoy acostumbrado a tratar con chicas, me avergüenzo un poco.- Dijo, con una expresión muy creible.

-No te sientas así, yo con mis amigos varones tengo un trato también varonil.- Le sonrió. -Tratame como un amigo más.

-¿Eh?- Se sonrojó. No le convencía aquella propuesta.

-Probablemente en Japón o en Italia las amistades entre hombres y mujeres sean raras, pero acá son comúnes. Es más, yo tengo más amigos varones que mujeres y ninguno de ellos jamás se propasó o dijo algo malintencionado y viceversa.

Aoi la escuchó atentamente. La explicación tan convincente de ella le daba a entender que realmente le afectaba el hecho de que él se sienta incómodo con ella, cosa que indicaba algo bueno, pues ella ansiaba entablar un trato amistoso entre ellos. Por tal, no tuvo más opción que tragarse todas sus inseguridades y tratar. Probablemente así lograse tomarla como un amigo más y no como una linda chica que constantemente lo corrompia con su sola existencia.

-¿Todo listo para el partido de mañana?- Le preguntó Azula, más para iniciar una conversación que por otra cosa.

-Sí.

-Supongo que, como siempre, vas de titular, ¿no?

-Sí.

Azula hizo una mueca ante las respuestas tan cortas del chico.

-¿Vas a dejarme tus monedas de souvenir?

-Ni lo sueñes.- La miró, divertido.

-Estaba probando que estemos en el mismo mundo.- Sonrió ella. -¿Estás feliz con tu posición?

-¿Eh?

-Creo que, en la Selección, siempre te pusieron en una posición que no te favorece del todo, en donde no podés explotar tu potencial...- Inició, ante la atenta y sorprendida mirada del futbolista. -Me gusta más cuando jugás en Albese o cuando jugabas en las inferiores del Inter, en donde te daban una posición más ofensiva como mediocampista. En la Selección solamente esperan que actúes como un refuerzo de la defensa.

-Eso no es verdad...- Hizo un mohín, sintiendo menospreciado su labor como representante de su país. -¿o sí?

-Es solo una opinión, quizás vos te veas cómodo con eso y quizás crean que servís tanto como en la defensa como en el medio y en el ataque, pero siempre vi lo mejor de vos en los ataques más que en bloquear la ofensiva contraria.

-Supongo que lo hablaré.- Sonrió Shingo. -Gracias.

-De nada.

-¿Irás a ver el partido?

-Obvio.

-Y... ¿por quién alentarás?

-Me ofende que me preguntes eso.- Bufó. -Es obvio que voy a ir por mi Selección.

-Bueno... la novia de Tomeya alentará a Japón y es italiana.- Murmuró, enrojeciendo a todo dar al percatarse de la tontería dicha, sin tiempo de redimirse.

-Pero yo no soy tu novia, Shingo.- Dijo, mirándolo con una ceja alzada.

-No sé porqué dije eso.- Sonrió nervioso, sonrojándose aún más mientras jugueteaba con un trozo de servilleta.

-Tampoco lo haría si fuera el caso, no sé cómo pueden venderse así.- Bufó, viéndolo asentir sin siquiera mirarla. -Hey, no te pongas nervioso.- Le pidió, con una expresión apenada. Aoi se lamentó por su comportamiento, pero entendía que aquello estaba fuera de su control. -¿Cómo podría hacer para que te sintieras a gusto conmigo?

(Ay, Dios...)

Se sintió arder. Sentía la mirada caoba de ella posada en él, sentía su propia palpitación, sentía sus gritos ahogados en su garganta pidiendo porque su hermana mayor llegara a salvarlo. ¡Y ese maldito vestido negro, corto y escotado tampoco ayudaba! Tomó aire, la miró y decidió tomar al toro por las astas, confesándole las dudas e incomodidades que ella le hacia surgir.

-Ya volví.- Yuki apareció de nuevo, sonriente.

-Qué rápido que viajó eso.- Musitó la argentina, logrando una risita en el chico.

-No fuí a eso.- Sonrió. -Fuí a lo primero, pero mamá me retuvo con una llamada.

-¿Mamá?- Aoi abrió enorme sus ojos. -¿Por qué no me la pasaste?

-Quería hablar conmigo, no contigo.- Le sacó la lengua. -Es broma, dijo que después te llamaría.

-Bien, hace mucho que no hablo con ella.- Comentó, ya más animado.

-¿De qué hablaban?- Preguntó Yuki, tomando asiento y viendo a su hermano sonrojarse. Entonces intercaló su mirada en ambos, haciendo un mohín.

-¿Qué?

-Creí que ya les había dicho a ambos por separado que...- Señaló a Shingo. -...no permitiría que intentaras ligarte a mi amiga y...- Señaló a Azula. -...no permitiría que intentaras ligarte a mi hermanito.

Ambos enrojecieron, mirando a la japonesa como si de un alienígena se tratase. El primero en hablar fué el muchacho.

-No estábamos haciendo nada de eso, solo hablábamos de mi lugar en la Selección.

-Exacto.- Concordó la chica.

-Si, claro, y yo soy Marie Curie.- Dijo, sintiendo la mirada castaña reprochadora del futbolista sobre ella. -No me mires así, Shingo.

-Tranquila, Azula está más a salvo conmigo de lo que podría estarlo con otra persona en el mundo.

-No sé cómo tomar eso.- Murmuró la nombrada.

-Tómalo bien.- Le sonrió Shingo. -Después de todo, la que es amiga de mi hermana es amiga mía.

-Oh.- Asintió.

-Mucho mejor.- Dijo Yuki, con una sonrisa. Sin embargo, algo dentro suyo le indicaba que la mirada revelde de su hermano, la cual era la primera vez que veía dirigida hacia ella, denotaba otra cosa. -¡Te dije que no me mires así!- Le lanzó un trozo de pan sobrante al sentirse aún observada con esa mirada de seño fruncido, ante la confusa mirada de la argentina.

Aoi entonces sonrió.


Ezeiza, Buenos Aires.

Ya casi era la medianoche y apenas y se estaba preparando para dormir. Su compañero Takeshi había decidido darse una vuelta por la cocina junto con Tomotsu para buscar algún bocadillo nocturno, por lo que un toquido en su puerta lo sorprendió.

(Por todos los dioses existentes en esta galaxia y todas las demás... ¡que no sea ella!)

Los ruegos de Aoi parecieran haber sido oídos, pues al abrir la puerta observó a su hermana Yukiko, con una mirada de cuestionamiento total. Aquella imagen le hizo pensar en si había preferido la otra visita.

(Bueno, Yuki se ve molesta. De haber venido ella hubiese sido mejor, estaríamos solos, pues Takeshi no volverá hasta por lo menos... ¡¿EN QUÉ DEMONIOS ESTOY PENSANDO?!)

-Veo por tu sonrojo que sabes porqué estoy aquí.- Dijo la chica oriunda de Gifu, adentrándose en la habitación y sentándose en la cama.

-En realidad no lo sé.

-¿Qué te traes con Azula, Shingo?

-¿Eh?- Fingió demencia, pero su sonrojo lo delató.

-¿A ti te gusta ella?

-¡C-Claro que no!

-Te conozco, Shingo.- Yuki giró sus ojos. -Cuando escaseaban los yenes y nuestros padres tuvieron que trabajar a la par, yo fuí la mamá de los dos. Te cuidé, te di de comer, te llevé a la escuela, te lavé la ropa. ¡Yo fuí la que convenció a nuestros papás de dejarte ir a Italia! ¿Y no puedes admitirme algo tan simple como eso?- Con cada palabra su tono de voz se iba aumentando y profundizando, denotando lo indignada que estaba por la situación. Shingo acabó de oírla inclinándose un poco hacia atrás por temor a una represalía. -Lo siento.- Dijo la chica, recuperando la cordura.

-Tienes razón.- Asintió el chico, preso de la culpa por los reproches de su hermana. -Si no comparto estas cosas contigo, ¿con quién podría hacerlo?

-Ya, suéltalo.

-Creo que estoy enamorado de ella.- Dijo, en un suspiro.

-No, hermanito, no estás enamorado de ella.- Le sonrió ella, comprensiva, acariciándole los alborotados cabellos. Él la miró, confundido. ¿Acaso no era eso lo que quería que admitiera? -Creerás que es así, te sientes atraído por ella y eso es obvio, pero el amor es otra cosa.

-¿Qué quieres decir?

-No sabría cómo explicarte qué es el amor exactamente, pero cuando lo sientas lo sabrás.

-Y... ¿cómo sabes que no es lo que me pasa ahora?- Preguntó, mirándola con inocencia. -Ya sabes, siento cosas cuando la veo, me siento bien estando con ella y me parece muy linda. ¿No es eso el amor?

-Sé que no es amor. ¿Quieres saber porqué? Porque es imposible que te enamores a solo días de conocerla.

-¿Qué es lo que me pasa entonces?

-Ella te gusta, solo eso.- Respondió, sonriente. -Quizás más adelante, si continúan en contacto, si acabes enamorándote de ella. Pero por el momento no te sientas en las nubes, que solo estás comenzando a sentir que tus pies se despegan del suelo.

-Vaya... qué profundo.- Sonrió.

-¿Te estás burlando de mi?- Yuki frunció el seño para luego reír junto a él. Unos segundos después, la chica suspiró. -Si quieres intentar algo con ella te apoyaré.

-Gracias, pero... ¿qué podría hacer? No puedo siquiera comportarme como una persona normal estando ella presente.

-Nunca te comportas como una persona normal.- Le sonrió. Él hizo un mohín. -Pero... creo que sé que podemos hacer.

Shingo la miró, temeroso por la propuesta que su linda hermana mayor tenía en mente. Sin embargo, no podía darse el lujo de perder tiempo; mañana sería el partido y a la mañana del lunes se irían, contando solo con la noche del domingo para lo que sea que planeen.

-Haré lo que sea.- Dijo entonces, haciendo sonreír con suficiencia a Yuki.