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Si no lo pides, no se te dará
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—¡Omi, apresúrate con la comida! ¡Aída y Teresa ya se encontraron!
Ser el chico del delivery es cosa seria.
Y es algo así como un privilegio del que pocos gozan porque un día puede abrirte la puerta tu ex-pareja y al otro puede ser Beyoncé.
"Dios santo, ¡le llevé fideos a Beyoncé!"
En serio, ser el chico del delivery debería ser nombrado y reconocido como uno de los top 5 peores trabajos mal pagados porque en serio uno tiene que saber desde ser psicólogo a saber artes marciales ante cualquier contingencia porque un día puede ser LP abriéndote la puerta y concediendo una fotografía de la forma más amable y al otro día puede ser algún luchador de la triple AAA furioso porque su pizza con pasta lleva 2 minutos de retraso.
—¡Eso, Aída! ¡Dale otra cachetada! ¡Anda, con la silla!
—Gracias.
—De...¿nada?
Y al otro día puede ser que quien te abra la puerta sea Sakusa Kiyoomi, uno de los tops 10 de los jugadores profesionales de voley más calientes según las revistas y las encuestas, haciendo una cara de completo fastidio y resignación mientras ambos escuchan los gritos, ahora, de uno de los tops 5 del mismo conteo que acaba de referirse: Miya Atsumu.
Dios, la mejor amiga del chico del delivery no se lo va a creer cuando se lo cuente.
¡Que el armador y uno de los rematadores de los Black Jackals están viendo novelas mexicanas durante la Golden Week!
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T e
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—Rápido, Omi, pásame la salsa.
Kiyoomi ni siquiera ha terminado de asentar las bolsas del delivery en la mesita de centro de la sala y ya está rodando los ojos mientras pone una expresión de fastidio.
Comiendo pasta y tenders de pollo no es precisamente la comida saludable que se les permite cuando están bajo el régimen de entrenamiento. Lo que significa que, en efecto, están de vacaciones pero parece que Miya ha determinado que ese término es sinónimo de comer comida rápida, molestarlo y ver series.
Bueno, lo de molestarlo es de todos los días, pero las otras dos cosas no.
¿Tan siquiera eso que están viendo aporta algo a la humanidad?
Lo único que Kiyoomi ve ahí es un narcótico problema de prioridades. Eso junto a un guión muy barato acerca de cómo una mujer se obsesiona demasiado con el dinero y hace de todo por conseguirlo.
¿Qué hace él viendo esas cosas?
Lo que es más, ¿Qué hace permitiéndole a Miya Atsumu pasar los días que les han concedido por la Golden Week en su departamento?
Lo de ver series ya ni siquiera lo considera como el primero de sus problemas.
Quiere decir, los chicos de su edad hacen eso ¿no? Perder el tiempo comiendo comida no saludable y viendo series sin considerar su tiempo de sueño. Y no es que también esté categorizando a la gente por el desgaste que se acumula de sus huesos por cada día que envejecen más, pero incluso su hermana, su cuñada y su madre son así de intensas cuando hibernan en sus cuartos durante las visitas a sus padres, a ver todo tipo de series y doramas.
Pero ellas son mujeres...Y él, bueno, él odia perder el tiempo viendo esas cosas que no le van a traer ningún beneficio aunque, bueno, con Miya realmente no fue una sorpresa enterarse que también era un aficionado a las teleseries como su hermana y su madre pero Dios sabe lo mucho que está detestando la serie mexicana por la que Atsumu lleva la mitad de la mañana gritando y armando revuelo.
¿Y si tanto le molesta, qué hace él ahí?
Esa pregunta ciertamente debió hacérsela desde hace seis meses.
Seis meses en los que, de algún modo, Miya parece haber ganado esa ridícula batalla de la insistencia con respecto a "conocerse un poco más".
No lo entiende.
¿Qué demonios hace él ahí consintiendo no solo que Miya esté dejando residuos de comida en su sillón, sino también que esté prestándole su televisor para ver a una mujer que todo lo que hace es arruinar la vida de otros?
Pero Atsumu no es de los chicos con la iniciativa de buscar cosas por sí mismo como mero entretenimiento. Al menos no en cosas llenas de ocio que no tengan nada que ver con su buen rendimiento como jugador profesional.
Y Kiyoomi sabe a quién le deben que estén viendo esa telenovela mexicana como si no existiera más variedad de programas.
—Ah, es muy bueno. Le tengo que dar las gracias a Tooru por esto.
Dar las gracias, dice.
¡Que se las dé a él por estarlo soportando en su departamento!
Pero la culpa no es completamente de él ni de ese armador con apariencia odiosa. También Kiyoomi tiene parte de culpa por ceder a las peticiones de Atsumu como si para evitar cansarse al decirle que no, recurriera decirle que sí solo para terminar con el problema sin antes afrontarlo.
Bueno, ahora sí que tiene un problema.
Un problema que data de hace seis meses.
Creyó, en un inicio, que darle el gusto a Atsumu de hacer lo que quisiera, invitarlo a todos lados, acompañarlo y pegarse a él como si fuera un chicle, haría que toda esa efusividad se desvaneciera en cuanto se diera cuenta de lo aburrido y poco genial es estar con él.
Kiyoomi no tendría ni que esforzarse por arruinar cualquier plan porque ya de por sí su expresión atemorizante y seria era un repelente natural para las personas que intentaban acercarse a él. Es decir, ¡Funcionaba con todos! Entonces, ¿por qué con ese demonio de ojos claros no?
—Omi, Omi, ahora pásame los aros de cebolla.
—Como hagas un desastre, te juro que...
—Ah, sí, sí, limpiamos luego. O pago para que vengan a limpiar, qué importa. ¡Ah, mira, ya apareció Mariano!
Justo ahora, y lo que queda de la tarde, se la pasan así. Y Atsumu no pierde la oportunidad en ningún minuto, luego de pausar por una hora su maratón de capítulos de Teresa, de adjudicarse todas las labores domésticas como si fuera su ama de casa. Como si hiciera lo que le venga en gana a pesar de que Kiyoomi odia que alguien extraño entre hasta su cocina.
Atsumu lo era, hasta hace un tiempo, en realidad.
Y Kiyoomi enserio que estuvo al borde del homicidio las veces en las que Atsumu dejaba residuos de huevo, harina o de cualquier cosa gelatinosa durante sus innovadoras recetas de cocina.
Ah, debió detenerlo cuando tuvo oportunidad.
Debió usar la fuerza para repelerlo y seguir siendo tan desconocidos como fuera posible.
—Luego de que terminemos de ver Teresa, Tooru ya me dio el nombre de la próxima novela que veremos —Kiyoomi ni le pone atención pues está muy concentrado en ver cómo se inflan y doblan su tamaño las palomitas dentro del microondas—. Podrías agradecerle tú la próxima vez que...
—Lo que voy a hacer es maldecirlo.
Por convencer a Atsumu de ver ese tipo de cosas.
Pero, más que nada, por estar causándole cierta inconformidad cada que Miya habla de él como si fueran dos viejas cotorras o dos comadres dejadas por su crush.
Seis meses, uh.
Seis meses y son así de cercanos ahora.
Apoyarse en la barra de su cocina, viendo a Atsumu parlotear mientras le da la espalda y lava las tazas del desayuno que dejaron pendientes, no es ni digerible para él todavía.
¿Pero puede admitir entonces que es lo suficientemente iluso para no sentirse atraído hacia él? Porque enserio que le está poniendo mucha atención al bonito vaivén que hace su cadera mientras lo ve bailar al ritmo de la música que sale de su teléfono.
Cuando le dijo a Miya que no le gustaban los hombres, bueno, lo decía enserio. Lo suyo con Wakatoshi, hasta el día de hoy, no puede ni darle un nombre realmente. Y sí, él dice que no le gustan los hombres pero también podría decir lo mismo de las mujeres?
Bueno, puede que sí se sienta más inclinado a preferir a alguien de su mismo género, pero a su edad, y siendo el tipo de persona que sabe que es, Kiyoomi siempre pensó que ese tipo de atracción o sensación instintiva, o el mero gozo de apreciar la belleza física de alguien fuera del sexo opuesto o no, no conflictuaría su vida ni sus días de ninguna forma.
Algún día, sí, quizá, se casaría o algo parecido pero...
—Omi, se acabaron las servi-toallas. Hay que ir a comprar más.
—Iré por ellas luego.
—Iremos.
La complejidad de hacer que una sonrisa torcida se vea así ¿es cosa de ciertas personas o solo de él? Porque él seguramente no ha hecho ninguna de esas sonrisas, ni ha visto a otras personas hacerlo, ni...
—Kiyoomi, las palomitas ya están desde hace rato —ríe Atsumu, y aunque no es una risa burlesca, Kiyoomi chasquea la lengua. No lo puede creer, ahora le dice qué hacer, increíble.
Aunque lo que para él es increíble para Atsumu, secretamente, hace que las orejas se le pongan rojas, apresurandose a terminar de lavar los trastos mientras respira rápida y cortamente un par de veces en lo que Kiyoomi pierde la cabeza entre las gavetas de la parte superior de la cocina en busca de un bol para las palomitas.
¿Qué le pasa?
Sintiéndose nervioso de ese modo solo por ver a Omi torcer los labios y elevar las cejas.
Aunque esa reacción no es algo que haya emergido de la noche a la mañana.
Así como Kiyoomi hace un recuento de las veces en las que se le queda viendo a Atsumu, siendo brutalmente honesto cuando se encuentra solo mirando el techo de su habitación, al armador de los BJ le sucede algo similar.
No sabe cuándo empezó pero tampoco quiere creer que fue a partir de lo que sucedió en Brasil.
Luego del cumpleaños de Kiyoomi con una desastrosa salida un día anterior a su festejo, puede admitir que algo cambió a partir de allí.
Atsumu nunca fue de las personas que buscara hacer amistad con otros por iniciativa pues solo por el hecho de ser gemelo con Osamu, la gente tendía a acercarse a ellos por mera curiosidad. No al revés. Y aunque tampoco se consideraba a sí mismo como alguien narcisista por ello o por la popularidad de la que fue bendecido por su buen aspecto o por lo que sea que fuese, no estaba en su naturaleza el insistirle tanto a una persona como lo ha hecho estos últimos meses con Kiyoomi.
Pero su mente es poderosa, y también una perra.
Y por mucho que no quiera vincular una cosa con la otra, asociar su insistencia por acercarse a él con intenciones simples de llevarse mejor con él, estaba también en su odiosa naturaleza el sentir que estaba por encima de los demás al Kiyoomi aceptar o cumplirle cada uno de sus caprichos. Siendo honestos había creído que sería complicado el camino hacia él pero ¿era porque se había esforzado demasiado que había desvanecido rápido la barrera de la no-comunicación con él o...había sido por algo más?
De vez en cuando, cuando empezó a ser consciente de lo mucho que miraba a Kiyoomi, lo sorprendía también mirándolo. A veces acompañado de una mueca, de un suspiro, o simplemente sin nada de lo anterior.
Pequeños cambios en Kiyoomi habían ejercido también pequeños -o quizá grandes en su caso- cambiosen él.
No recuerda cuándo fue la última vez que se fue de fiesta. Y tampoco recuerda la última vez que terminó en algún cuarto de hotel con todos los músculos a punto de romperse ni tampoco recuerda la última vez que sintió el asqueroso sabor de tabaco aspirado de la boca de uno de sus acostones al besarse.
Su piel lucía opaca y reseca por aquellos días. Tanto shampoo y jabón barato de los moteles estaba siendo perjudicial para él además de que por aquél entonces hacía todo eso para dejar de pensar tanto en Shoyo y en la forma en la que su vida se estaba yendo a la mierda viendo como el rematador de ojos bonitos sí era feliz y él no.
—Ah, Omi, ¿recuerdas la última marca de shampoo que comencé a usar? Esta parece ser la indicada.
Pero si se mira ahora, en retrospectiva, no se parece ni un poco al desastre de seis meses atrás que era. Incluso consideraría que su relación con Kiyoomi es la razón por la que se ve y se siente tan radiante. Una relación que si bien no es lo suficientemente profunda, sí es honesta y un poco estrecha ahora que puede contarle cosas tan cotidianas como las marcas de shampoo, jabón y lociones que usa o cambia con frecuencia como si fueran una joven pareja de recién casad-...
No.
¿Qué ha sido ese pensamiento recién?
—¡A-Ah! ¡Lo siento! ¡Yo lo limpio! —dice el armador cuando se ha dado cuenta de que el piso está ahora húmedo por el vaso de té que ha soltado impulsivamente del mismo modo que siente cómo su vida corre peligro al sentir un aura oscura emanando de Kiyoomi al ver su piso sucio.
Sí, bueno, eso de la limpieza no ha cambiado, y enserio que Atsumu se ha esforzado muchísimo por ser cuidadoso en ese aspecto para no hacerlo enfadar. Cosa que sucede con frecuencia porque sigue siendo un idiota muy descuidado.
—Ve por una maldita franela a la cocina.
—¡Pero no lo toques así! ¡Hay vidrios y...! —pero antes de que Atsumu se escandalice al máximo por ver las manos de Kiyoomi moverse de manera irresponsable, según él, sobre los restos del vaso de vidrio, esa predeterminada y horrible melodía que tiene Kiyoomi en su teléfono, suena, interrumpiéndolos—. ¡Ah, anda, anda! ¡Ve y contesta mejor!
—No me digas qué hacer —Atsumu contiene una risita que libera sólo cuando Kiyoomi, a regañadientes, obedece. Enserio, tiene que admitir que ha encontrado cierta afición a verlo enfadarse y a fruncir el ceño, del mismo modo que admitió hace unos ayeres que en realidad Kiyoomi se ve muy guapo cuando lo hace.
Sin embargo, cada que tiene ese tipo de pensamientos aleatorios sobre él, se le colorean las mejillas sin poder evitarlo. Y lo sabe con certeza porque siente como le pican y se calientan así mismo como siente un extraño cosquilleo en la boca del estómago.
Si fuera indigestión, ya estaría yendo al baño pero desde hace tiempo que Atsumu sabe distinguir eso con...lo que sea que le pasa a su cuerpo cuando piensa en Kiyoomi de un modo en el que no debería.
¡Y es que él tampoco ayuda si se queda ahí parado como ahora, manteniendo un perfil perfectamente...!
—¿Omi? —se ha quedado callado de pronto. Callado y rígido mientras su teléfono sigue sonando y él aún no lo toma ni parece haber intenciones de hacerlo para atender la llamada—. ¿Qué pasa? ¿Por qué no contestas? —curioso por encontrar el motivo, se muerde los labios y aprieta un poco la franela en torno a sus dedos cuando no hace falta preguntarle más al ver el nombre del contacto sobre la pantalla.
Incluso él, quien ahora tiene la confianza suficiente hasta de tomar su teléfono para descargarle música o algún que otro jueguito retro, siente que las manos se le entumen y se le enfrían sintiéndose incapaz de tomarlo.
No lo puede creer.
O, bueno, la verdad sí.
Y la verdad ahora es que no puede mirar a Kiyoomi con ojos amables pues se siente molesto aunque para él sea una molestia inconsistente.
—Contesta —es lo único que dice, dándose media vuelta para regresar a recoger el desastre que dejaron atrás. Sumidos en silencio, es obvio que ni siquiera lo oye moverse u obedecerle como hace unos momentos—. Contesta, maldita sea —Solo hasta que oye que finalmente hay ruido de movimiento a su espalda, para finalmente oír la puerta de una de las habitaciones cerrarse, Atsumu se maldice de ahora tener ese extraño poder en Kiyoomi de ordenarle cosas y que este las haga sin chistar.
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II
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Preguntarle quién era cuando ya sabe la respuesta ¿se vería raro?
No.
Se vería ridículo.
De hecho ya se siente así: ridículo.
Y no por estar pretendiendo ahora que le presta atención al siguiente capítulo de Teresa, sino porque aunque sus ojos están pegados al televisor, su mente está en otro lugar.
Y no, tampoco es por tener en el asiento contiguo, a donde está sentado, a Kiyoomi.
De hecho ni siquiera está pensando tan intensamente en él como lo está haciendo en sí mismo y en lo tonto que se siente por sentirse molesto por algo que, sabe perfectamente, no le concierne.
¿De cuándo acá le molesta que sus amigos se vean con otras personas que no son él?
Ah, qué va.
Lo primero que tendría que aclararle a su mente es que ve a Kiyoomi como un amigo y no como algo más.
Algo a lo que le lleva dando muchísimas vueltas en los últimos meses como si de esa forma dejara claro que son los típicos celos de amigos porque, hombre, ser amigo de Kiyoomi no es algo que vea que otra persona haya logrado. Y tampoco quiere darse aires de ser, de su equipo, el más cercano a él en tiempo presente, pero si se supone que es un privilegio del que se ha encaprichado últimamente, ¿está bien que ese sea el motivo por el que está molesto que otras personas le hablen?
Osamu tenía razón.
Sí que tiene una mente muy jodida y retorcida.
—Mejor pongamos otra cosa —termina diciendo a pesar de que llevan ya casi medio capítulo avanzado pero para Kiyoomi ha sido claro, desde que regresó de su habitación tras finalizar su llamada, que Atsumu está enfadado.
Subir las piernas a los asientos de su sofá debería ser un motivo intenso para botar, a quien fuera, de su casa, pero dado que parece demasiado condescendiente con el armador, y porque percibe la vibra extraña que emana de él tan pronto ocupa su lugar, a una distancia considerable, de él, es que pasa ese hecho por alto.
A lo que enserio no le encuentra razón es al hecho de que Atsumu luzca como si estuviera siendo miserable y mortificado en ese momento cuando hace unas horas estaba demasiado eufórico gritando a esa mujer dentro del televisor.
Sin embargo no le contradice porque él tampoco ha prestado atención ni siquiera a los insultos que los actores protagonizan en las escenas del capítulo. Al contrario, y porque Atsumu lo ha sorprendido, desde que regresó de su habitación, se siente demasiado inquieto mirando cada tanto la pantalla de su teléfono.
Kiyoomi no lo sabe pero Atsumu está ejerciendo fuerza en exceso sobre el control remoto ahora que lo ve dirigir su mirada, por sexta vez, a su celular.
Por supuesto que no es la novela o porque se haya aburrido lo que lo tiene así.
Está así desde que Omi volvió con la atención perdida en la Luna o, más bien, en la persona que le llamó.
—Si tienes que irte, Kiyoomi, solo dilo —contrario al desplante o a la mala contestación que podría haber hecho, Atsumu lo toma con calma. ¿Y cómo no? Si Kiyoomi ni siquiera se ha dado cuenta que ha contado hasta tres y ha soltado demasiado aire por la boca segundos antes de hablar por estar atento al celular.
—¿Irme? ¿A donde? —pero Kiyoomi también está haciendo un buen trabajo en responder cosas que solo provocarían a una persona celosa. Y aunque Atsumu no sabe si en verdad ese es el motivo, solo sabe que le irrita un poco ese tipo de contestaciones viniendo de él.
—No te hagas el idio-...—el armador se muerde la lengua, sellando los labios de forma instintiva aunque también adrede, al mismo tiempo que, de nuevo, cierne sus dedos por encima del control remoto con fuerza. Como si haciendo todo eso en conjunto pudiera controlar ese estúpido y arbitrario vomito verbal del que es muy conocido.—. Perdón, eso fue muy rudo. No fue mi intención.
Kiyoomi lo sabe.
Lo sabe porque en estos pocos meses de frecuentar más y de conocer un poco más del otro, su imagen sobre Miya ha cambiado. Que sí, sigue siendo un pavorreal al que le gusta que lo elogien cada tanto, y al que le siguen gustando las cosas raras y sin sentido pero...no es una mala persona aunque para Kiyoomi de por sí la gente escandalosa siempre le ha parecido la más molesta.
Eso es algo que realmente no ha cambiado en él tampoco pero, si es así...¿por qué le ha permitido a Atsumu acercarse a él siendo sus personalidades tan contrastantes?
Siendo el tipo de persona que es el armador y el tipo de persona que es él, lo usual en ellos sería estar peleando cada tanto por alguna tontería. Y aunque las risas no faltan -más de parte de Atsumu que de él- cada que se pelean por, justamente lo anterior, una tontería, Kiyoomi, al final de todo, y discretamente, concede reírse de ello cuando algo le parece realmente gracioso o tonto.
¿Había hecho alguna de esas cosas con Komori antes?
Sí, bueno, él es su primo así que hay cierta complicidad y condescendencia en sus acciones porque son familia pero, además de él, ¿se había comportado así antes con alguien?
Quisiera pensar que en relación al Sakusa Kiyoomi de hace un año, de hace dos, o de hace cinco, la persona que es ahora es un poco más expresiva y más tolerante con el mundo y las personas que lo componen, a diferencia de antes.
Y aunque el crédito ante un cambio propio es de uno mismo, tiene que admitir que Atsumu ha influido de muchas formas para que ese cambio sucediera.
Por eso, aunque no se conocen de mucho, puede aceptar que su relación ahora es buena para ambos en el sentido que parecen haber superado o mejorado ciertos aspectos propios desde que se juntan y hacen lo que los amigos comunes hacen para hacer sentir bien al otro.
Y porque lo conoce un poco es que puede decir que, justo ahora, está molesto.
Y lejos de sentirse bien por hacerlo enfadar como en ocasiones sucede, la expresión que hace Atsumu ahora, no se siente bien para él.
—Si tienes que irte, solo déjame la llave. Cerraré todo cuando me vaya.
Sí, está molesto.
De no ser el caso no le habría pedido la llave de su departamento. En su lugar habría dicho algo como que se quedaría a hacer un desastre y que ocuparía su cocina para hacer un desastre aún mayor.
Bromearía diciendo que se recostaría en su cama y la llenaría de ácaros solo para verlo pasar de verde a morado.
Diría algo como que desordenaría su colección de jabones y esencias y en lugar de mantenerlas en orden alfabético, las acomodaría de acuerdo a sus gustos.
Sí, el Atsumu con el que está acostumbrado a convivir diría eso.
No la persona seria que tiene enfrente. La que está apoyada sobre la mesita de su sala, misma donde está su computadora, como si viéndola evitara la manera de prestarle atención a él.
—Te puedes quedar —el movimiento de presionar las teclas sobre el tablero de la laptop, misma que está ahora sobre las piernas de Atsumu, se detiene. Y aunque traga grueso y resiente la mirada de Kiyoomi desde su asiento a unos centímetros de él, solo aprieta los labios, recobrando la movilidad.
—Gracias por la invitación pero tengo algo que hacer al rato —dice, como si hubiese cambiado de idea y, tras cerrar la laptop, camina hacia su bolso y comienza a guardar sus cosas.
—¿Algo qué hacer?
—Sí. Algo qué hacer, Kiyoomi. Así como tú —dice, colgándose su bolso dispuesto a irse antes que él, con los ojos fijos en el suelo, y siendo ensombrecidos por una sensación que no le agrada a ninguno—. ¿Sabes? No tienes que fingir o forzarte a quedarte conmigo si tienes una cita a la cual acudir —de acuerdo, puede que su tono de voz ahora sí se oiga molesto pero es que no lo puede evitar. Si bien Kiyoomi ha hecho un avance increíble en cuando a tolerar a la gente y escucharla un poco más, Atsumu no puede evitar sentir que pierde la paciencia con él en este momento—. ¿Tan grandioso es? —Ah, Dios. ¿Por qué se siente como si fuese una novia despechada o herida? Definitivamente tiene que parar con el melodrama que le deja la influencia de las novelas latinas.
—No sé a lo que te refieres —Atsumu tuerce una mueca desgastante y a la vez bañada en ironía.
—Omi, por favor. Sé que no eres muy expresivo, aún estamos trabajando en eso, pero se te ve en la cara —dice, estabilizando la Luna, los planetas, sus chacras o lo que sea que le de paz y paciencia en estos momentos—. Si vas a verte con Ushiwaka, mi recomendación es que no te conformes con ser su plato de segunda mesa —ante el comentario, que si bien no fue con intenciones de otro tipo, Kiyoomi frunce el ceño, y ahora sí que no es ni una broma la mirada intensa y punzante que le dirige ante sus palabras.
—Tú...¿Qué demonios piensas que vamos a hacer él y yo? —acomodándose mejor el lazo del bolso al hombro, Atsumu le responde intentando conservar la calma.
—No lo sé. Dímelo tú.
—Solo quiere que lo acompañe a comprar unas cosas. Quiere mi opinión y... —cuando Atsumu rueda los ojos, Kiyoomi se pone de pie, mirándolo todavía más molesto—. No sé ni por qué te estoy dando explicaciones —adelantándose a él y solo cogiendo su chaqueta y su juego de llaves, se acerca al mueble que tiene en el recibidor y hurga en uno de los pequeños cajones, sacando la única copia que conserva, aventándosela a Atsumu sin ver si la coge en el aire o la termina recogiendo del suelo—. Toma la maldita llave y cierra cuando te vayas —abrumado y resentido por la forma dura de sus palabras, Atsumu levanta la cabeza como un resorte, inclinando su cuerpo hacia adelante, justo antes de que Kiyoomi tome el pomo de la puerta y se vaya.
—¡Omi! E-Espera...No quise... —sacudiendo su agarre, a pesar de que podría solo irse y dejarlo con las palabras en la boca, Kiyoomi le concede unos segundos en silencio para que continúe hablando—. No debí decir eso. Me disculpo —y aunque se quiere morder la lengua antes de decir lo que va a soltar a continuación, Atsumu lo hace de todas formas—. Sé que es tu amigo, y eso no va a cambiar, solo...Solo no quisiera que sufrieras por él así como yo lo hice con Shoyo y...
—No me compares contigo —de nuevo, aunque la intención de Kiyoomi no es decirlo de ese modo, el impacto hace que Atsumu lo sienta en el pecho aunque no lo dice. Ante el posible error, Kiyoomi suelta una buena cantidad de aire pesado, como si estuviera buscando su paz para no desquitarse del todo con él—. Escucha, Miya. Yo no sé cómo es que tú solucionas tus problemas pero no está en mis planes ser el amante de nadie ni el plato de segunda mesa, como dices. No va conmigo. Así que deja de hacerte de ideas tontas —hace una pausa antes de seguir. ¿Enserio? ¿Enserio Kiyoomi está hablando más de lo normal y está dando una explicación extensa a él solo porque le vio hacer una carita triste y dramática? De los dos, el azabache ya ni sabe quien es el más jodido—. No voy a ser un rompe hogares como lo es la maldita de Teresa —Atsumu, en cuanto lo oye, pareciera que dispersa toda la negatividad en segundos, terminando de reírse por la analogía.
—Omi. No iba a sugerir que fueras su amante o algo así.
—¿Entonces qué?
¿Entonces qué?
—Iba a sugerir que salieras conmigo, idiota.
¿Pero de qué sirve decírselo a la puerta habiendo transcurrido casi un minuto entero luego de Kiyoomi haberse ido?
Tan poco fue el tiempo que le tomó al armador darse cuenta de que su boca había soltado esas palabras como el tiempo que le ha tomado soltar el bolso y dejarlo caer como un peso muerto sobre las duelas del piso, como si las fuerzas se le hubieran drenado de pronto ante el descubrimiento que acaba de hacer.
¿Qué demonios?
—No...Imbécil, ¿en qué demonios estás...? —"pensando".
Finaliza él mismo, ya teniendo suficiente de ese tipo de emociones que nunca lo llevan a ningún lado.
¿No había jurado no volver a encapricharse con nada ni con nadie?
Porque está seguro que con Shoyo fue así.
Y hace tiempo -desde que es cercano a Kiyoomi en realidad- que no se sentía tan bien con solo vivir su vida de una forma tranquila sin necesidad de recurrir al alcohol cada vez que pensaba en el rematador de cabello naranja.
No quiere decir que todo es gracias a él pero desde Osamu, hace tiempo que no encontraba a alguien con quien hablar de esas cosas. Y aunque con Tooru mantiene una comunicación relativamente estrecha, hay ciertas cosas que a él no le cuenta pero que a Kiyoomi sí.
Y, hasta hace poco, había creído que las lesiones espirituales que ambos tenían habían sido atendidas y ligeramente sanadas por la presencia del otro. O al menos para Atsumu así fue. El saberse seguro de que Kiyoomi lo escuchaba siempre que se lo pedía era un alivio y a la vez algo que le servía como medio para no ahogarse en sus propios pensamientos. Ambos habían llegado a ese acuerdo, o al menos habían establecido implícitamente escuchar al otro porque...
—No está bien que por un error quieras auto-destruirte —dijo Kiyoomi aquella vez, hace unos cuatro meses. Una de las últimas veces en las que Atsumu quiso recaer en si estaba bien solo dejar el recuerdo de Shoyo como eso justamente o seguir aferrándose a ello pero sin realmente intentar algo con él.
Al final, había entendido una cosa.
—¿Qué no hacías eso tú también, Omi?
¿Fue ahí?
¿Fue cuando Kiyoomi torció una sonrisa que se le hizo sumamente encantadora y que nubló sus pensamientos por Shoyo por unos segundos?
—Hacía. Tiempo pasado. Pero dejé de hacerlo cuando...
—¿Cuándo qué, Omi?
—Cuando comenzaste a acercarte a mí.
Diciéndole ese tipo de cosas, ¿Cómo era posible que no se emocionara y no se diese cuenta, en ese momento, de que las cosas que estaban pasando por su cabeza tarde o temprano iban a repercutir de algún modo?
Y, de todas las personas en el mundo,...
¿Kiyoomi?
Ah, no...
Todo esto es una mierda.
Una mierda que hace que termine acuclillado y con la cabeza entre las piernas mientras se la sostiene con fuerza, dándole vueltas a todo lo que acaba de pensar y a lo que no quiere seguir teniendo en la mente.
—Necesito...
Un trago.
Salir y gritar.
Correr por el pasillo, el andador o ir a donde sea para ver si así, con el aire que se atropelle en su cara, enfría sus pensamientos.
Pero lo primero igual le viene genial.
Y definitivamente su garganta se siente sedienta y ansiosa de una buena cerveza tanto a como si recién estuviese saliendo del celibato y necesitara tener sexo. Aunque no, la última vez que salió, según él, en plan amistoso, todo eso acabó mal.
Acabo jodidamente mal y...
"Eres un desastre justo ahora ¿lo sabías?"
Ah.
No lo puede creer.
¡Ni siquiera la música estridente del bar en el que ahora se encuentra evita que su corazón bombee con fuerza ante sus pensamientos!
En el peor de los casos, la música debería hasta marearlo junto a la octava cerveza que lleva y contando.
¿Por qué?
Sí, bueno, quizá le mintió a Kiyoomi al decirle que él también tenía cosas que hacer solo para no verse humillado de saber que se vería con Ushijima mientras que él se quedaba solo como un imbécil esperando.
¿Esperarlo?
¡Jah!
No iba a esperarlo, ¡no es un jodido anciano ni mucho menos una novia dejada!
—Ese...hic...jodido y guapo, Omi...hic...¿No sabe quién soy?
Se suponía que el de las fiestas y las citas era él. ¡No al revés!
¿Qué hace Kiyoomi reuniéndose con Ushijima si se supone que ya se había rehabilitado?
Ay, Dios, esto es tan tonto. Tan tonto emplear esa palabra como si ambos fueran unos alcohólicos y se hubiesen recluido en uno de esos lugares de ayuda para superar tal vicio. Pero como fuera...tanto él como Kiyoomi llevaban el mismo tiempo de haberse liberado, según ellos, de esas cadenas invisibles que ellos mismos se habían autoimpuesto al aferrarse a alguien que no los volteaba ni a ver.
¿Entonces por qué?
¿Está mal pensar en lo peor ahora que él está ahí y Kiyoomi quien sabe en donde con ese...mastodonte?
Lo dijo fuerte y claro antes de irse, que no era como él. Y aunque debería sentirse ofendido por entender que se refiere a él como una persona de mente simple, que ve primero lo malo antes que ver lo bueno, no puede dejar de sentirse inquieto por ello sabiendo que Kiyoomi y Ushijima tienen más historia de la que él y Shoyo pudieron haber tenido.
Sí, sí, ya lo había dicho, Kiyoomi no es ni la mitad de una persona loca y desatada que se deja llevar por el momento, el calor o el deseo. Aún hoy Atsumu sigue pensando que va a ser muy divertido reírse de él cuando sean unos viejitos arrugados, viéndolo a él solo y con dos gatos pues haberse tomado la soltería demasiado en serio terminó dejándolo en ese estado pero, últimamente, no ve a Kiyoomi solo balanceando los pies encima de una mecedora.
Se ve así mismo junto a él.
Y aunque en un principio podría atribuirlo a que así se verían en unos años como un par de amigos, la verdad es que, de a poco y durante cada sueño, Atsumu siempre va acercando su mano a la de él para finalmente alcanzarla y estrecharla mientras algo brilla en los anulares de cada uno.
No.
Dios.
¡¿Tan ansioso está por haber estado en abstinencia tanto tiempo que ahora está pensando en Kiyoomi y en él como una pareja de ancianitos casados y con dos gatos?!
Ya ha bebido demasiado.
Lo suficiente como para justificar que sus locos pensamientos se deben a que ha bebido mucho y se ríe como un demente.
Sí, eso debe ser. Y por las muchas margaritas que se ha tomado ya.
Es...imposible.
No puede estar proyectando su deseo de estar con alguien en Kiyoomi solo porque es el más cercano a él ahora.
Está todo menso.
Está idiota.
Está...
—¿Y por qué salimos a beber?
—Dímelo tú. Atsumu luce como si hubiese sido dejado por su esposa.
Ah, ¿en qué estaba pensando al llamar a esos dos tipos, con los que ya había tenido sus encuentros hace más de seis meses, para decirles que lo acompañaran a beber?
Dios, cómo se nota que no tiene amigos honestos a los cuales llamar.
Amigos reales que le darían varios sermones pero que apaciguarían, un poco, todo el caos que tiene en la cabeza en este momento. Y, por supuesto, que no le dejarían emborracharse a lo bestia.
Y, ¿acaso dijeron esposa?
—¿E...hic...Esposa? ¿Qué no...hic...han visto a...hic...Kiyoomi? —aporreando la mesa con su mano, casi sin el control total del peso de su cuerpo sobre esta, mira a ese par con ojos recelosos—. Omi es...hic...Es un papucho. Es...Es...
—Es...¿Ushijima Wakatoshi? ¿El cañón de Japón?
—El cañón de...hic...—esperen, ¿qué? Está borracho pero no sordo. ¿Qué acaban de decirle? Pero antes de que pueda enfadarse y entender qué sucede, uno de sus compañeros lo toma de los hombros para darle estabilidad y lo hace voltearse como si fuera un muñeco de cera, justo hacia donde ese par de bobos mira y señalan, extasiados.
No puede ser.
¡¿Por qué el alcohol primero se ocupa de su coordinación y no se ocupa en dejarlo ciego de una vez?!
—¡Sí! ¡Es él! ¡Es Ushijima!
—¡El cañón de Japón está en el mismo bar que nosotros!
Concentrado está en enfocar bien a ese mastodonte para confirmarse así mismo que no es efecto de la borrachera lo que lo hace delirar y verlo, deja de oír los chillidos de sus compañeros a su espalda como si fueran dos colegialas.
—Cañón de Japón...hic...,mi culo...hic.
—¡Anda, Atsumu! ¡Pídele un autógrafo! —Miya mira a su compañero con cara de asco. Tanto como si quisiera vomitar por la petición—. ¡Ah, no me mires así! Sus equipos son cercanos, ¿no? No seas maldito y pídeselo.
Cercanos, su culo.
¿Qué?
Solo porque dos de sus miembros más destacables andan jugando a los noviecitos no significa que sus equipos sean siameses o algo similar. Ni siquiera da la analogía para pensar que Shoyo y Tobio son como Romeo y Julieta, y los titulares son como sus alcahuetes para que tengan sus encuentritos en cada sitio en el que coinciden los equipos.
De hecho, Atsumu odia a los Adlers.
Primero por Tobio y ahora por...ese imbécil lleno de esteroides que...
—Ah, espera, ¿Qué ese no es de tu equipo, Miya? —dice el otro chico a su lado, haciéndolo que se ponga frío de pronto.
Ay, no.
No.
No, por favor.
—Ah, sí, sí, es Sakusa Kiyoomi. Está con él y...
Si termina dentro de una celda, será su culpa.
Si termina en la sala de emergencias de un hospital, será su culpa.
Si termina en un cuarto de hotel, también será su culpa.
¿Por qué no solo puede pasar de largo y dejar, aunque sea por esa noche, de ser un imbécil?
En primer lugar, no debió ir allí. No debió justificar su embriaguez solo porque no sabe cómo lidiar con sus pensamientos haciendo una autocrítica decente sin necesidad de alcohol. Pero la gente toma valor cuando ya no está en sus cinco sentidos, algo patético de hecho.
Tan patético como debe verse ahora abriéndose paso y tropezando con tanta gente que se le atraviesa solo para llegar a la barra donde ambos están.
No puede ser.
Kiyoomi está ahí.
Kiyoomi está bebiendo. ¡Bebiendo con ese tonto cabeza hueva mientras tiene una expresión saludable y serena! ¡Y el otro solo tiene esa maldita cara de muerto hacia él!
No es justo.
No es...
Le tocó el cabello.
Hijo de la...
¡Le está acomodando el cabello y tocando la oreja!
No, no, no, ¡No!
—¡Oye tu! ¡Quítale las manos de...! —a tres o cuatro pasos de llegar como la gente decente hasta ellos, Atsumu tropieza sintiéndose patético, adolorido y vulnerable. No puede escuchar lo que la gente dice alrededor pero seguramente solo son jadeos de sorpresa o preocupación al ver a un pobre tipo arrodillado y borracho en el suelo.
El barman, bueno, seguramente debe estar más que acostumbrado a ver este tipo de escenas a diario así que lo más seguro es que ya deba estar llamando a seguridad para que lo saquen.
¡No!
¡Quiere ver a la cara a ese tipo y decirle un par de cosas antes de que eso suceda!
—¿Qué carajos estás...? —para su buena suerte, o mala dependiendo el caso, la voz que reconoce primero, de entre todas las demás, es la de Kiyoomi aunque cuando alza la mirada se contrae un poco al ver que no está para nada contento de verlo. De hecho, su expresión es aterradora.
—Miya Atsumu.
Juraba que no existiría una persona más detestable que Tobio cuando su capricho por Shoyo estaba en todo su auge pero ahora siente que no es ni la tercera parte de lo que le sucedía cuando escuchaba la voz de Kageyama al ahora escuchar la de Ushijima.
Eso, sin contar que también tiene más alcohol en la sangre que ningún otro en ese momento, lo que se traduce a que necesita un bozal con urgencia para callarse, cosa que no va a hacer ahora que siente toda la cabeza caliente.
—Tu... —lo señala con el dedo con la gracia que solo un ebrio irritable como él tendría al buscar bronca—. ¡Sí, qué bueno que...hic... te sabes mi nombre, tu, mastodonte...!
—¿Qué carajos estás haciendo? —aunque tampoco se queja que de pasar a mirar la cara de bruto de Ushijima ahora esté viendo la de un Kiyoomi sumamente molesto pues ha tirado de su camisa y ha terminado con sus manos apoyadas sobre sus hombros para confrontarlo.
—Omi...hic... —Ah, es tan guapo con ese cabello quebrado. Enserio, ¿Qué hombre se ve así de bien con ese tipo de cabello? Solo él. Y esos lunares que se posicionan en su frente lo hacen ver todavía más sexy.
Sándalo.
Ahí está de nuevo.
Aunque hay un aroma mezclado con el suyo.
—¡Miya! ¡¿Qué carajos...?! A-Ah, es Sakusa Kiyoomi. Ho-Hol...—pero el saludo de uno de los acompañantes de Atsumu es interrumpido por Kiyoomi al hablar.
—¿Ustedes lo dejaron así? —ante el tono advertido y las ideas tontas de Atsumu por creer que Kiyoomi está demostrando que se preocupa por él, sin pensárselo, y aprovechando lo cerca que están uno del otro, descansa su cabeza sobre su pecho—. ¡Oye! ¡Quítat-...!
—Omi...hic...¿Por qué me...hic...engañas con ese mastodonte? —tensado y lleno de horror, Kiyoomi tira de sus mejillas a propósito—. ¡Ah, ah, Omi, me haces daño...!
—Creo que quiere vomitar —dice Ushijima como única intervención, haciendo que Sakusa palidezca.
—¿Qué?
Ay no.
Definitivamente todo eso es una mierda.
.
III
.
Parece un dejavú.
Un dejavú que había dejado de ser recurrente en él porque en serio sentía que había hecho un progreso al dejar de salir a emborracharse y acostarse con la primera persona que se le atravesara en el camino.
No recuerda ser alguien promiscuo pero tampoco debería culpar a Shoyo por el período más nefasto de su vida como si fuera una especie de víctima que se ve influenciada por otros.
Pero, bueno, nadie le decía nada tampoco como para darse cuenta solito del desastre que estaba ocasionando en sí mismo. Aunque tampoco es como que alguien tuviese la responsabilidad de hacérselo saber pero...le habría gustado que sí.
Le habría gustado tener a alguien que no lo viera como responsabilidad y solo lo viera como un mero acto a la humanidad.
Como una ayuda.
Recibir una reprimenda.
Un consejo.
Lo que fuera.
Al menos así la culpa que sintiera sería a costa de haber decepcionado a alguien que solo está buscando que corrijas la dirección de tu vida y no solo porque te sientas poca cosa.
Aunque la sensación que ahora siente apenas abre los ojos, si bien es la de sentir culpa, finalmente, por haber decepcionado a alguien, se siente ridículamente peor que si no lo fuera.
Ya no es solo culpa por sí mismo pues antes sus errores eran devorados por su propia voluntad. Ahora la culpa que siente es porque esos errores no solo arrastran a una sola persona, sino a alguien más.
Y es que con solo oler el ambiente, reconoce donde está.
Ahí, y en cada rincón de ese departamento, huele a él.
Y aunque debería sentirse reconfortado por saber que el aroma del sándalo ahora lo asocia con una persona en específico, justo ahora tiene miedo de moverse del sofá donde está recostado y verificar que se encuentra solo o acompañado.
Como siempre, el departamento de Kiyoomi luce impecable. Pero incluso si excede de orden y limpieza, Atsumu huele su propio aroma, sintiéndose asqueado aunque al lograr sentarse con un poco de dificultad, y al estirar la polera que tiene puesta, se percata de que el olor no viene de ella.
—Está limpia —murmura dándose cuenta que no es la que llevaba puesta apenas hace unas horas. Horas...—. Aún es de noche... —resume a través de lo silenciosa que está la noche y porque no escucha ninguna bocina ni bullicio desde el ventanal que da al balcón de la sala.
Cuando se pone de pie, luego de resentir el mareo y tener que coordinarse, solo se asoma a la ventana para darse cuenta que todo es oscuridad.
¿Qué hora es?
Bueno, al menos conserva sus pantalones pero no logra encontrar su teléfono en ninguno de sus bolsillos hasta que el sonido del de Kiyoomi —porque ya puede reconocer ese horrible ringtone— inunda la silenciosa habitación. ¿En dónde está él, por cierto?
Sí, bueno, no tiene mucho tiempo de pensar en ello pues cuando se acerca al mueble del recibidor, mismo donde está una canastita con las identificaciones, llaves y algunas pertenencias del azabache, ve también la pantalla de su celular iluminarse al recibir las notificaciones de mensajes de...
—¿Qué estás haciendo? —la borrachera se le baja de un solo golpe, aunque no toda realmente, cuando ve a Kiyoomi salir de su habitación con un cambio de ropa limpio en la mano y una toalla en la cabeza.
Sí, debería ser un delito verse tan bien saliendo apenas de la ducha pero...
—Te...¿Te sigues escribiendo con Ushijima?
—¿Estabas revisando mi teléfono? —no es como que lo haya sujetado o allá intentado meter innumerables veces contraseñas incorrectas, aunque en su estado podría esperarse todo. ¡Solo le dio curiosidad asomarse a ver por qué demonios vibraba tanto pero ese no es el punto!
—Omi...hip... —Ah, demonios ¡Menudo momento para tener un ataque de hipo! ¡¿Por qué Dios se empeña en darle sus peores batallas a alguien como él?!—. Omi...¿por qué...? —pero parece que en ese momento, de los dos, Sakusa es quien menos tiene ganas de comenzar una discusión. Así que solo le avienta el cambio de ropa asumiendo que ha captado la idea de que se largue a bañar—. ¿Qué...?
—Si cuento hasta diez y sigues delante de mí, te juro que... —sin embargo la mano de Atsumu, temblorosa y fría, logra atrapar su muñeca cuando el rematador pasa a su lado con intenciones de ignorarlo e ir en dirección a la sala—. Suéltame.
—¿Por qué...?
—¿Por qué, qué cosa? —a Miya solo se le ponen acuosos los ojos de pronto, a punto de tener un berrinche delante de él. Genial, lo que faltaba para tener una noche de mierda.
—¡¿Por qué nada de lo que quiero me escoge a mí?! —sin embargo la confesión les toma desprevenidos a ambos aunque más a Kiyoomi porque realmente Miya no se ve en sus cinco sentidos aún. Y aunque el azabache intenta ignorar la pregunta, Atsumu se niega a soltarlo. El rematador solo rueda los ojos y lanza una maldición baja al cielo.
No lo puede creer.
—De modo que crees que esto es una lotería —dice, crudo y honesto, haciendo que Miya se de cuenta de su error a pesar de que sigue bajo los efectos del alcohol aunque en menor escala.
—No, no. No quise...
—Eres increíble —temeroso de que se aleje de él y, por supuesto, no teniendo ni un poco de control sobre su cuerpo, Atsumu termina tirando de él tanto que ambos terminan por tropezar hasta caer, gracias a Dios, en el mullido sillón de tres piezas. Kiyoomi de espaldas y Atsumu sobre él con la clara sensación de que algo oscuro emana desde las hebras negras del cabello del rematador—. ¡Miya!
—Espera, espera...hip...—dice Atsumu, haciendo el vano intento de contener ese último hipo con las manos. Se siente mareado y pesado pero siente la lengua tan suelta que no puede parar de hablar—. No te enojes,...hip...solo...
Kiyoomi no le insiste más en que lo suelte o se quite, porque es en vano.
Una persona en ese estado no piensa con claridad.
Y aunque eso no significa que quiera eximir a Miya de todo el desastre que está haciendo y del disgusto que le está haciendo pasar además, algo en su cabeza parece bloquear toda sensación de querer empujarlo o reprenderlo cuando lo ve haciendo esa expresión tan similar a la que hizo hace un par de meses en aquel baño del bar en Brasil.
Como si no supiera qué hacer.
Como si no supiera qué decir.
Con los ojos un poco llorosos y dilatados.
Con las mejillas sonrojadas.
Con la expresión de alguien indefenso y torpe.
Está sucediendo de nuevo.
Kiyoomi está siendo impulsado por la misma fuerza desconocida a rozar su mejilla a pesar de que sigue oliendo a babas y alcohol. A surcar sus dedos por encima de sus orejas, como si su objetivo fuese alcanzar y peinar sus alborotados y enredados cabellos.
Miya, ante el gesto y su roce, se queda helado porque no lo ve venir.
Pero esa sensación se desvanece pronto dándole paso a un extraño cosquilleo que nace desde su vientre y que se dispersa por todo su cuerpo subiendo y bajando, estremeciéndolo. Como un aire cálido y a la vez una sensación electrizante que hace que todo el estrés, el enojo, la frustración y la fragilidad se desvanezca.
Si están en una posición incómoda o no, no les importa. O al menos esa es la sensación que le da a Atsumu el ver con claridad los ojos de Kiyoomi mientras el mismo acaricia su mejilla con una extraña dulzura que no puede creer.
Afrontando la realidad, impulsado por el momento, Atsumu acomoda mejor su cuerpo sobre él aunque no lo suficientemente expuesto pues, extrañamente, se siente cohibido por la mirada tan intensa que le da Kiyoomi.
—Omi... —el armador tiene que contener el aliento cuando Kiyoomi suma más movimientos y roces a lo que ya conocía desde la vez en los baños del bar de Brasil.
Esta vez el azabache abandona su mejilla y sus orejas para detenerse en sus labios, usando su pulgar para acariciar el inferior antes de estirar de él levemente hacia abajo, dejando su boca entreabierta, mostrando un poco de sus dientes, dándole una imagen muy sugestiva de Atsumu comenzando a respirar agitadamente.
—No hables.
—Omi... —no se lo está impidiendo. No le está impidiendo que acerque todavía más su rostro hacia él. Haciendo que sus alientos se mezclen y que no se distinga más dónde inicia el cabello de cada uno de lo juntos que están—. Puedo...Puedo ser él —pero cuando dice eso, de inmediato el pulgar de Kiyoomi se detiene—. Puedo ser...hip...ese idiota enorme...hip...Si tu quieres... —pensando que ha hecho o dicho algo que no debía, Atsumu suelta un gemido asustado cuando Kiyoomi, aunque no lo empuja ni lo aparta, le sujeta con fuerza de las muñecas como si quisiera imponer, finalmente, una barrera entre ellos—. Omi...
—No puedes. No puedes ser él, Miya.
.
IV
.
Abre los ojos y de nuevo...De nuevo está recostado.
No.
¡Con una mierda!
¡¿De nuevo se ha quedado dormido y...?!
No, Dios, eso ni siquiera es lo importante. Lo importante es que...
¡¿Se besó con Kiyoomi?! ¡¿O por qué se toca tanto los labios?!
No puede ser. No puede ser. No puede ser.
¡No puede recordar nada!
—Ni siquiera estaba tan ebrio, maldita sea —lloriquea con las manos apretando fuertemente el lavabo esta vez. ¿Por qué demonios se le está haciendo costumbre el despertar de esa forma luego de haber hecho algo no planeado?
¿Está enfermo o qué le pasa?
¿Tan si quiera eso está pasando?
¿Está vivo? ¿O está muerto?
Bueno, allá afuera, según oye, ahora sí, el bullicio de la ciudad, seguramente ya es de día.
Dios, no quiere ni ver la hora.
Peor: no quiere ni asomar su cabeza por esa puerta y ver a Kiyoomi a la cara, si es que anda por ahí, luego de lo de ayer. ¿En qué momento lo llevó a la cama? Al cuarto vacío que nunca usa obviamente, donde apenas tiene muebles y que usualmente ofrece a su madre y a su hermana cuando vienen de visita, según le contó.
¿Cómo lo llevó hasta allí, de hecho?
O sea...¿Lo cargó?
Apenas su cerebro ha iniciado su actividad cerebral de nuevo, ha abierto los ojos como si fuera un muerto regresando a la vida. Casi risible la manera en la que terminó sentado en la cama como un resorte, mirando el lugar como si no reconociera ni en qué mundo o año se encuentra. Solo hasta que transcurre más del minuto es que todas las idioteces que hizo apenas hace unas horas vienen a él, carcomiendo y llenándole de culpa y de vergüenza y de...
"—Omi...
—No puedes ser él, Miya."
¡Puta madre!
¡¿Acaso perdió la razón?!
¡¿Enserio le dijo eso?!
¡¿Y qué se supone que hizo luego de escucharlo?!
¡¿Lo besó?!
¡¿Se besaron?!
—Aaaaaaaah. ¡Me odio tan-...! —interrumpe su propia exaltación solo hasta que reconoce el sonidito que hace la puerta principal cuando alguien ingresa la clave para ingresar.
Sí, está todo desarreglado, con un poco de pasta dental en la boca y ni siquiera se ha duchado pero no le importa. ¡Y sí, puede que se esté muriendo de la vergüenza pero no puede desaprovechar ni un segundo más!
Cualquier otra persona con decencia se quedaría quieto, abriría la puerta con pena y se mantendría con la cabeza cabizbaja mirando el piso mientras piensa en cómo comenzar a disculparse por los problemas ocasionados pero él no.
Él no conoce la prudencia ni la discreción.
No conoce nada de eso.
Así como no conoce o, más bien, no reconoce qué es lo que le pasa últimamente.
Pero quiere hacerlo.
Y ya que está tan predispuesto a humillarse un poquito es que abre la puerta de golpe, casi deslizándose con pies descalzos por el lustroso porcelanato en el piso, apareciendo en el momento preciso cuando Kiyoomi está entrando con un par de bolsas del conbini.
La escena, en otro momento, debería ser graciosa o incluso un poco incómoda pero si deja pasar esta oportunidad, siente que no va a volver a tener el valor y las ganas de hacerlo como ahora.
—Kiyoo-...
—Ah, sigues aquí.
Bien.
Esa fue una respuesta en un tono normal.
Pero aunque no luzca molesto, Atsumu aun así traga fuerte antes de seguir hablando.
—O-Omi...yo... —ni siquiera sabe porqué le estresa tanto que no lo mire y solo pase de largo a la cocina para colocar las bolsas en la barra. Sí, bueno, puede que sí esté molesto y su modo de demostrarlo sea ignorarlo pero es mejor eso a que le esté gritando.
—Termina de hacer tus cosas y vete rápido —Atsumu se estremece. ¿Lo...Lo está corriendo? —. Mi madre y mi hermana llegan mañana.
¿Eh?
Dejando a su cerebro procesar un poquito, Atsumu mira al reloj digital que Kiyoomi tiene en la cocina, ese que también marca el día y la fecha. Ah, puta madre, ya recuerda. Su familia viene a verlo por la Golden Week unos días también pero aquello solo lo pone más ansioso.
Significa que no se verán hasta dentro de un par de días, cuando regresen al entrenamiento con los demás.
No puede esperar a encontrar un momento para tener esa conversación con tanta gente alrededor.
Y lo que tiene que decirle no es algo que pueda escribirle por mensaje.
—Necesitamos hablar —no es una petición ni una sugerencia, y aunque está yendo demasiado lejos con él al hablarle así, no da un paso atrás. Incluso después de que Kiyoomi parece endurecer su mirada mientras va sacando de uno en uno los utensilios de limpieza que seguramente usará para ordenar y limpiar la casa, Miya no se retracta—. Te ayudo si quieres con la limpieza. Sé que la mayoría del desastre es mi culpa y...
—Solo quiero que te vayas —de nuevo no lo está viendo. ¿Tan mal estuvo lo que hicieron ayer? ¿Tan enojado está con él? ¡¿Tan feo se ve por las mañanas sin arreglarse?!
—Omi, enserio. Hay algo que enserio necesito decirte y-... —una botella de limpiador es fuertemente azotada sobre la barra, estremeciéndolo y haciéndolo callar de pronto.
—Habla rápido y luego vete.
Está ahí.
Es la oportunidad que estaba esperando junto a las ganas que ha estado acumulando durante este último periodo de tiempo y que han sobrepasado sus límites de contención con todo lo acontecido ayer.
—Nos besamos, ¿no es así? —sin necesidad de que le responda, el hecho de que Kiyoomi cierre la mano en torno a otra botella de detergente es suficiente prueba de que sí. Y aunque Atsumu no debería ni siquiera alegrarse porque ni se acuerda de eso, por dentro está revoloteando de una emoción que no sabe ni de dónde proviene—. Aún estaba ebrio así que...
—No sería la primera vez que te besas con alguien estando así —arrugando la bolsa para guardarla en uno de los cajones esperando darle otro uso, le da la espalda esta vez, tomando lo que ha comprado para llevarlo al cuarto de lavado, seguido de un muy insistente Atsumu que le sigue de cerca—. Supongo que no significa nada para que-...¡Ay!
—¡Ah, perdón! —¿Habrá algún límite de veces para cagarla? ¡Porque está haciendo el ridículo justo ahora! ¿En qué estaba pensando al detenerlo por el brazo? Lo único que ha provocado ahora es que todas las botellas que Sakusa llevaba en brazos caigan y la mayoría le aplasten los pies—. ¿Te lastimaste mu-...? —No. ¿Qué está haciendo? ¡Tiene que atraparlo ahora que está indefenso!
Como puede, y tomándolo de la mano en contra de su voluntad, lo arrastra hacia el sofá de la sala, dejándolo ahí mientras él permanece de pie delante suyo como si estuviera a punto de dar una cátedra sobre la infinidad del universo.
—¿Pero qué estás...?
—¿No sentiste nada?
—¿Ah?
—Sakusa Kiyoomi. ¿Quieres prestarme un poco de atención a lo que estoy diciendo? —tomando aire, reteniéndolo un poco, para después liberarlo, Atsumu repite esa acción dos veces más antes de volver a hablar—. Cuando nos besamos me refiero. ¿No sentiste nada?
—Tu ni siquiera lo recuerdas —los ojos de Atsumu brillan ante eso, conteniendo un gemido casi eufórico pero que retiene para sí mismo.
—Entonces sí nos besamos —ante la odiosa afirmativa y verse claramente expuesto, Kiyoomi es quien, esta vez, abre la boca solo para mantenerla así, incapaz de negar el hecho porque aunque es sumamente serio y complicado con su propio carácter, cuando es atrapado con la verdad innegable tiende a ponerse así de nervioso—. ¡Jah! ¡Sí lo hicimos!
—¿Por qué demonios festejas? —incapaz de seguir de pie, Atsumu deja de lado la vergüenza un poco, pasando a sentarse a su lado, lo cual toma desprevenido a Kiyoomi quien de inmediato pega un saltito lejos de él. Ante la curiosa reacción, Atsumu no hace otra cosa más que mostrar los colmillos al sonreír—. No te acerq-...
—¿Se sintió bien?
—¿Ah?
—Besarme —involuntariamente los ojos del azabache se desvían a los labios del armador cuando pronuncia esa palabra—. Omi, mis ojos están acá arriba —con esa risita encantadora y ese cabello alborotado, ¿Cómo se supone que se concentre como se debe?
—¿Ya terminaste de hacerte el tonto? —empujándolo para su propia salud mental, Kiyoomi da indicios muy claros de levantarse cosa que Atsumu evita al tomarlo del brazo, volviéndolo a sentar—. ¡Que me sueltes ya! ¡Eres molesto!
—Si tan molesto soy, ¿por qué me trajiste a tu apartamento?
—"Puta madre" —maldice el rematador internamente. Dios, esto no puede estar pasando. ¿En qué estaba pensando ayer al...?
—¿Estás seguro que no tenías otras intenciones conmigo?
—No me va la necrofilia —demasiada es la presión y nerviosismo que siente que las palabras terminan saliendo por sí solas. Y aunque pretendía ser una ofensa de la que Atsumu pudiese tomar partido para que finalmente dejase de fastidiarlo, lo que sucede es todo lo contrario.
Sakusa no se da cuenta de ello hasta que pasan unos segundos en los que ambos se quedan en silencio.
Solo cuando voltea a mirarlo y descubre que el armador está con una expresión entre nerviosa y asombrada, junto a las mejillas sonrojadas, es que Kiyoomi se da cuenta de lo que acaba de decir.
—Eso quiere decir que...Que si hubiese estado sano y sobrio, tú habrías...
¿Qué?
No. ¡No!
—No...No te equivoques.
—¡Entonces no me confundas! —¿Qué no lo confunda? ¡Más bien que él deje de hacerle preguntas que solo hace que responda lo primero que le viene a la mente!
Ah, no se suponía que él iba a estar ahí cuando regresara. Aunque si tanta molestia le daba tenerlo ahí como él mismo dijo, ¿por qué lo llevó a su departamento en primer lugar?
No solo volvió a suceder lo mismo que aquella vez en Brasil sino que ahora le había comprometido a algo frente a más gente y, lo que era peor, frente a Wakatoshi. Y aunque el rematador de los Adlers no hizo muchas preguntas realmente, se merecía una explicación al menos.
Pero Kiyoomi estaba molesto como para darlas.
Estaba molesto de ver a Miya ahí con ese par de extraños, bebiendo de nuevo de manera irresponsable, pero, más que nada, estaba molesto consigo mismo por no poder abandonarlo solamente o permitirle a ese par de tontos que se lo llevasen y se ocuparan ellos de él.
Pudo haberlo embarcado a un taxi también pero ¿a donde lo habrían llevado?
La familia de Atsumu no vivía en Sendai así que el único otro lugar al que se le podría ocurrir mandarlo sería a los dormitorios asignados para ellos cerca del gimnasio oficial, pero de nuevo había ocurrido eso.
Había vuelto a sentir ese extraño estremecimiento al verlo completamente indefenso y a merced de todos. ¿Qué había sido? ¿Un instinto natural de no dejarlo a su suerte? ¿Era porque era su compañero de equipo? ¿Era para evitar un escándalo?
De ser así solo se habría atenido a ayudarlo de la forma tradicional con la que se le tiende una mano a alguien cuando está en problemas y no se habría atrevido a llegar tan lejos con él.
"¿Nos besamos?"
¿Cómo le dice que fue él quien lo besó?
¿Cómo le dice que a pesar de decirle que no podría ser Wakatoshi, no lo decía refiriéndose a que no fuera lo suficientemente bueno, sino todo lo contrario?
Oírlo compararse con alguien como, seguramente, lo hizo en el pasado con el armador de los Adlers, le hizo detenerse a pensar en él mismo como un espejo.
¿No hizo lo mismo él hace poco?
¿No buscó defectos propios para ser capaz de corregirlos y ser a quien Wakatoshi escogiera?
Cuando algo como sentirse atraído por alguien figuró en su vida de forma inesperada, más que escandalizarse o hacer un circo con ello, se auto flageló. ¿En verdad eso era lo que quería? ¿En verdad lo que sentía por Wakatoshi era eso a lo que la gente está acostumbrada a definir como estar enamorado?
La versión de Atsumu de estarlo se resumía a que en él no funcionaban las relaciones.
Él decía y juraba estar vislumbrado de Hinata y lo único que obtuvo fue ser miserable aunque aquello no fue culpa del rematador. Fue su propia culpa. Su propia indecisión. Su propia forma de aferrarse a algo que definitivamente no iba a ser.
¿Es culpa, entonces, del primero que cae en ese juego sin saber si será correspondido?
¿Entonces no se debe intentar nada y solo se debe de quedar de brazos cruzados?
Esa es otra cuestión que, al parecer, les disgusta a los dos.
No pueden quedarse quietos.
Y aunque no estaba en el plan de ninguno llevar las cosas a tal extremo, ¿estaría bien entonces volverse una persona que solo le gusta pasar el rato con otra para ver a dónde los lleva el destino?
Para Kiyoomi ese tipo de relaciones son incluso más volátiles que las que sí son algo más concreto y consensuado por ambas partes.
Entonces...
—Si me sigues mirando de esa manera, ¿Cómo se supone que mantenga controlada mi mente, Omi?
Por cómo lo mira, dice.
Ciertamente Sakusa se ha sentido fuera de sí en algunas ocasiones estando con él. Incluso ha hecho cosas que no haría por nadie. Un claro ejemplo, es el ser jodidamente muy paciente con él pero, enserio, ¿de qué forma podría estarlo mirando ahora como para que Atsumu esté casi hablando bajito y esté suavizando las expresiones de su rostro como si se sintiera apenado?
—Omi... —Kiyoomi baja la mirada a su mano, esa que está siendo tomada ahora por él de una forma inusual. Casi como si él fuera un santo y Atsumu estuviese rogando por su bendición.
Sí, definitivamente algo está mal con él pues no le permitiría a nadie que le tomara de ese modo. ¿Por qué con él sí? ¿Sí está consciente que no sabe controlarse para beber? ¿Que es un escandaloso? ¿Que le gustan las novelas latinas?
¿Qué podría tener de especial Miya Atsumu que él quisiera?
—¿Me lo recuerdas? —el azabache lo mira finalmente a los ojos, encontrando confusa la pregunta sin contexto.
—¿Qué cosa?
Pasar sus manos por encima de sus hombros.
Permitirle tocarle de ese modo.
Hacer que su aliento termine y comience con el de él.
—La forma en la que me besaste ayer. No me acuerdo.
Cerrar los ojos, apretar su cintura, y ceder a lo que le pide como si el Dios fuera él y no al revés.
.
V
.
No pasó mucho tiempo para que, en efecto, todo se volviera un problema.
Para que todo se le regresara en forma de una avalancha.
Y no.
No es que Atsumu insistiera con el tema luego de haberse besado durante la Golden Week. De hecho, desde que regresaron a entrenar, pocas veces se han mantenido la mirada durante algo más de veinte segundos sin que alguno de los dos no la aparte antes.
Sí, bueno, no tenían ningún acuerdo ni conversaron mucho en realidad luego de haberse besado pues habían sido interrumpidos y casi sorprendidos en el acto en cuanto el tablero electrónico de la puerta de acceso del departamento de Kiyoomi comenzó a emitir los sonidos conocidos de cuando una persona ingresa la clave para acceder.
Afortunadamente su madre y su hermana no tuvieron que escandalizarse o pasar un momento incómodo al encontrarlos comiéndose mutuamente las bocas pues aunque no tuvieron la necesidad de empujarse —pues Atsumu, aun medio borracho pero consciente de la situación se apartó primero—, afortunadamente lograron separarse a tiempo.
"Ho...¡Hola, mucho gusto, soy Miya Atsumu, amigo de Kiyoomi, es un placer!"
Y más placer le dio verlo, como modo de castigo y arrepentimiento por todo lo ocasionado, limpiar todos los baños del apartamento. Porque aunque se tenía programado que su familia llegase al día siguiente, la sorpresa de llegar antes no había sido del todo mala.
Sí, su departamento no era un basurero pero al menos en ese momento se sumaron varias manos extra para la limpieza. Y por supuesto que iba a cobrárselas todas mandando a Miya a limpiar su retrete.
"—Es la primera vez que veo que mi hijo trae un amigo a su departamento. Qué alegría"
Había dicho su madre.
Sí, bueno, de eso hace casi dos semanas en las que Atsumu no ha vuelto a pisarlo, en realidad.
Y no porque le haya negado la entrada rotundamente luego de lo que pasó, es que simplemente ninguno de los dos entendía qué rayos había sucedido y tampoco habían tocado el tema.
En teoría, si no había significado nada, tendrían que dejarlo pasar y seguir comportándose como siempre ¿no es así? Kiyoomi es lo que ha estado haciendo pero cada tanto sorprendía a Miya —y, a decir verdad, se sorprendía así mismo también—, observándolo. Perdiéndose durante varios segundos en verlo para luego ser aturdido por el llamado o del entrenador o de alguien más.
Aunque verse por mucho tiempo no era un delito ¿o sí?
—¿Qué se traen ustedes dos? —para desgracia de Kiyoomi, Atsumu no es ni un poco discreto con sus expresiones. Faltaba recordar cómo se ponía cada que Shoyo se le acercaba más de lo debido el año pasado para que se dieran cuenta de que lo que tenía no era un resfriado eterno que le provocaba tener las mejillas sonrojadas y hasta las orejas también.
Y es que ahora, mientras hacen los estiramientos diarios luego del entrenamiento, Atsumu casi pierde el equilibrio al estar flexionando una pierna hacia la parte trasera de su muslo, tambaleándose por la pregunta de Inunaki.
—¿Qué...?
—Sí, claro, hazte el tonto —sin embargo, los cuestionamientos no escalan a más aunque eso no significa que para el resto, especialmente para Tomas e Inunaki, el silencio sea respuesta suficiente.
Pero es que ¿Cómo podría responder Miya a eso?
Enserio que está poniendo todo de sí mismo para ignorar lo que pasó...¡El problema es que a cada tanto se sorprende rozándose los labios recordando el beso!
Si ahora se muestra ligeramente sereno es solo porque esa noche, cuando regresó a su cuarto, se puso a rezarle al cielo pidiendo un poco de sabiduría para entender que...que no había detestado ni un poco haber sido besado por Kiyoomi, de hecho había sido todo lo contrario.
Dios Santo.
¡Kiyoomi había iniciado el beso! ¡No él!
Sí, sí, pero también le había correspondido.
Y también sus dedos se habían apretado a sus hombros y su cuerpo se había inclinado lo suficiente sobre el suyo como para hacer que sus pestañas se combinaran.
Dios...De no haber sido por la llegada de la madre y la hermana del rematador...
Esa noche no pudo dormir.
Ni la siguiente.
Ni la siguiente a esa siguiente.
No se habían visto, no se habían si quiera mensajeado aunque fuese por algún estúpido meme de los que Atsumu solía enviarle sin ninguna razón.
Y solo Dios sabe lo desesperado que se encontraba el armador contando los últimos días de la semana dorada para que esta finalizara y pudiesen regresar a entrenar y encontrarse.
Pero todo seguía igual aunque...
Hoy, la pregunta de Inunaki, le iluminó un poco. ¿No es solo él entonces? ¿En Kiyoomi también se ha manifestado cierto cambio en su comportamiento? ¿O por qué Shion se habría referido a los dos en lugar de uno? Había estado tan ansioso y consciente de su propio malestar y comportamiento que no se había fijado en Kiyoomi también.
No era él solamente quien se le quedaba viendo, era también a la inversa.
Oh, por Dios.
¿En serio está pasando eso?
No sabe qué pensar ni qué sentir.
No sabe ni siquiera en lo que todo eso se va a convertir.
No sabe ni recuerda, para variar, cómo es que ahora está, de nuevo, en el departamento de Kiyoomi, o cómo es que ha llegado ahí.
Lo único que sabe es que está sentado a ahorcadas sobre él, presionando su pelvis contra el cuerpo contrario, siendo fascinado por el cambio de tono de su piel pálida y el cambio de expresión seria a tener una con los ojos bien abiertos.
Tendría que volver al comienzo de ese día y recordar cómo es que terminaron así.
Al inicio de esa mañana.
—Hagámoslo, Kiyoomi.
—¿Qué...?
—Tengamos sexo.
A la invitación de esa tarde.
A la proposición de esa noche.
.
.
Notas:
Ta potente el asunto(?) jajajaja
Bueno, que me salió tremendo capítulo más largo que cualquiera que pude haber escrito para Honne jajaja Algo debe estar pasándome. En fin. Ya están a punto de entrar en un sitio de no retorno estos dos.
¿Serán capaces de mantener bajo control sus emociones o irán perdiendo esa capacidad?
De que hay atracción entre ambos, la hay, y ambos la demuestran a su manera. Atsumu es más expresivo mientras que Kiyoomi es más de acciones involuntarias.
Solo quiero aclarar, porque veo que algunas personas tienen la duda de qué onda con su relación con Ushijima. No existe tal relación en la actualidad. Lo que pudieron haber tenido fue hace tiempo, y tampoco Ushijima está engañando a Shirabu ni mucho menos. Kiyoomi, a pesar de todo, lo estima como amigo aunque para él sus sentimientos pudieron llegar a ser de otro tipo, cosa que en Wakatoshi no trascendieron más. Él encontró a Shirabu y se enamoró, es la realidad.
¿A Atsumu le sigue gustando Shoyo?
No, ya no. Y de hecho él mismo manifiesta que quizá solo fue un deslumbramiento pero que se sintió abrumado por el hecho de que no lo escogieran a él. La misma sensación la experimentó Kiyoomi.
En fin, creo que es todo lo que necesitaba aclarar. Ambos han ido sanando con la ayuda del otro implícitamente, creo que queda muy claro eso, pero dar un paso más a lo que ya han construido podría traerles problemas. Veremos que tal les va (?
Y muchas gracias por sus comentarios a quienes leen c: Me hace muy feliz leerlos y contestarles. No estoy muy acostumbrada a escribir sobre otra pareja que no sea el KageHina pero tengo que admitir que escribir sobre estos dos me está gustando muchísimo akjsdhkahsdkajdshkjads
Bueo, eso, ¡Besos!
Romi-out
