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Capítulo 6: Entre el caos.

Khorne, el Dios de la Sangre y la matanza, estaba sentado en su trono de cráneos, disfrutando de la inmensa guerra que consumía la gran espiral. El inmenso dios de la guerra observo como varios de seguidores seguían recolectando tributos en un vano intento de ganarse su favor, claramente eran dedicados en su labor, pero ninguno de esos tributos era digno de la atención de Khorne, así que los ignoro.

Movió sus ojos buscando algo mas de interés, cuando su visión se topó con la procesión más pintoresta, y coreografiada que pudiese recordar alguna vez haber visto en su territorio. Varias diablillas bailaban, a la vez que decapitaban a cualquier incauto que se atreviese a intentar atacarlas. Detrás de ellas; Arietes de Slaanesh, Saltadores Quiméricos, Bestias de Slaanesh, Impíos, Demonios de los Placeres Prohibidos, todos danzaban salvajemente, mientras recorrían territorios claramente hostiles. Pero lo que definitivamente mas le llamo la atención al dios de la sangre, fue la figura que caminaba en el centro de toda esta "caravana"

Slaanesh, el Príncipe del Exceso. Había venido en persona a los dominios de Khorne.

Por unos momentos Khorne considero coger su espada, y usarla para partir la cabeza de su hermano menor, pero cuando sus dedos acariciaron el frio metal, se detuvo, no pudo encontrar la motivación para atacar, fuese curiosidad o algún otro sentimiento que no entendía del todo, el dios de la sangre, le daría la oportunidad de hablar a su hermano menor. Ya si después no le gustaba lo que tenía que decir, podía cortarlo en pedazos.

-Es agradable ver que estas dispuesto a recibirme hermano.

Hablo Slaanesh cuando por fin la caravana llego ante el trono de cráneos.

-Tengo curiosidad por el motivo que te haya impulsado a venir.

Respondió Khorne, mientras acariciaba su espada.

-Vengo a proponerte una alianza, hermano.

Esto definitivamente llamo la atención de Khorne, cualquier pacto entre los dioses del caos, casi siempre eran llevados a cabo por Tzeentch, más que nada, porque era el único que parecía estar interesado formar uno.

Pero en esta ocasión, el príncipe de los excesos se había forzado a salir de su palacio, y buscar una audiencia. ¿Qué podía ser tan importante?

-Te escucho.

Declaro Khorne, al momento de golpear su trono con su puño, esta acción hizo que todos los demonios bajo su mando dejasen de asechar a Slaanesh y su sequito, segundos después todos los seguidores del dios de la sangre se habían alejado del trono de cráneos.

Slaanesh sonrió y con una señal todas las fuerzas bajo su mando se retiraron, dejando a ambos dioses en relativa privacidad.

-Hermano, supongo que abras notado como el vigilante ojo de Tzeentch, que siempre nos mantenía vigilados, ha desaparecido.

Slaanesh ciertamente no sabía mucho del delicado arte de la negociación, por lo que comenzó a hablar sin darle mayores vueltas al asunto, su hermano Khorne no era precisamente un dios paciente, y no quería molestarlo en el centro de sus demonios.

-Y porque me preocuparía las artimañas de ese miedoso.

Respondió el dios de la sangre, a quien claramente le traía sin importancia el asunto.

Slaanesh se sintió tentada a retroceder, no había esperado una respuesta tan simple y agresiva por parte de Khorne. Debía cambiar su táctica, o no saldría con cabeza de este lugar.

- ¿Me estás diciendo que el desaparecer de cientos de miles de tus seguidores te tiene sin cuidado, hermano?

Khorne gruño ante esa pregunta, si bien la cantidad de almas que se habían escapado a su pacto era insignificante, seguía siendo molesto. En el lugar donde debían estar dichas almas, ahora solo se podía sentir un vacío, eterno recordatorio de que las almas que se habían escapado.

Slaanesh sonrió al ver el rostro de su hermano, ciertamente había llegado a provocar una reacción. Ahora solo tenia que seguir empujando en esta dirección.

-Supongo que la respuesta es no, tu cara lo dice claramente. Hermano, por favor apacigua tu ira y escucha mis palabras. El Que Cambia los Caminos a apartado su siempre atento ojo de nosotros, justo cuando un evento nunca antes dicho ha roto el pacto de cientos de miles de demonios que juraron servirnos eternamente. Estos dos eventos no pueden ser hechos aislados.

Khorne gruño una maldición, el príncipe de los excesos lo tenía donde quería.

-Hermano, se que no eres alguien que se interese en la política, los pactos, alianzas, o algo que no este relacionado con la incesante guerra, pero incluso tú, debes estar harto de los intrincados planes de nuestro hermano Tzeentch, durante milenios a estado conspirando en nuestra contra, y en más de una ocasión a interferido en nuestros pactantes. Seguramente recordaras como varios de tus guerreros mas leales se han revelado en tu contra.

Khorne levanto la espada y la dejo caer, justo alado del príncipe de los excesos.

-Vasta de palabras Slaanesh, no creas que no e notado como usas tu poder en mi contra, di la razón por la que viniste, o yo pondré tu cráneo como adorno en mi trono.

Slaanesh maldijo mentalmente, había estado seguro de haber logrado fascinar a su hermano lo suficiente con sus palabras, como para que este no notase la influencia que estaba tratando de ejercer sobre él. Bueno, ya que, perdido por perdido.

-Una alianza hermano, claramente Tzeentch a descubierto una forma de interferir en los pactos que tenemos, y eso es un peligro, si pone nuestros juramentos en nuestra contra, estaremos luchando una guerra contra nuestras propias tropas.

Khorne cerro los ojos al momento que se relajaba en su trono de cráneos, el príncipe de los excesos tenia razón. No seria agradable una guerra contra sus propias tropas, eso seria casi como perder el gran juego. Pero una alianza con Slaanesh, su mas odiado hermano.

-Solo para que lo sepas hermano, Nurgle el Señor de la Podredumbre, ya a accedido a esta alianza, claramente Tzeentch a cruzado una línea muy peligrosa al tocar las almas que nos juraron obediencia eterna.

Eso sin duda era una sorpresa, tres dioses del caos se unirían para un objetivo común, eso era algo que no ocurría desde la guerra contra Malal.

-Considerare tu oferta hermano, ahora vete, te daré una respuesta cuando la tenga.

Khorne despidió a su hermano sin darle oportunidad a decir nada más. El dios de la sangre necesitaba pensar, Slaanesh era muy joven para saberlo, pero los dioses de caos siempre habían sido cuatro, desde el principio de los tiempos ese número siempre se había mantenido, no así sus integrantes, cuando un nuevo dios del caos nacía, uno era expulsado, como lo dictaba la ley oscura. Pero expulsar a uno de los cuatro, sin que uno nuevo hubiese nacido para tomar su lugar, ¿Qué tipo de repercusiones podría traer?

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Commorragh la ciudad de Dark Eldars era un nido de depravación en el más alto grado. Inmensas torres oscuras rasgaban el cielo, todas sostenían cadáveres de cientos de diversas especies sintientes que habían sido capturadas alrededor de la galaxia, en algunos casos, el colgado aún estaba vivo, gimiendo de dolor, para el deleite de sus oscuros amos.

Abajo, en las calles, cientos de Dark Eldar estaban comerciando con esclavos, algunos buscaban obtener grandes ganancias, otros estaban aquí, para obtener sujetos de prueba para probar y extender los límites de los oscuros placeres carnales a los que eran adictos. Toda la ciudad palpitaba con el incesante comercio.

Los Dark Eldar no paraban nunca, pues esa era la única forma de olvidar el incesante dolor que sentían, por el incansable tirón que ejercía Slaanesh sobre sus almas. Incluso tras tantos milenios, la hambrienta ansiaba con cada fibra de su ser, devorarlos.

Pero eso fue en cierto sentido una bendición para Commorragh, ya que los Dark Eldar necesitaban provocar un exceso de placer u dolor para escapar de su triste destino, sus habitantes tuvieron que trabajar sin descanso. Lo que provocaba que las celebraciones, gritos de agonía, y demás libertinaje, la ciudad nunca se podía detener.

El supremo Lord Asdrubael Vect se sentó en su trono que brillaba con energía púrpura maléfica. Los restos óseos de las criaturas que fueron usadas para su placer, eran expuestos por todo el lugar, como si de una moda sádica se tratase.

Una esclava hembra se aferró tristemente a su trono, mientras el Señor Supremo miraba fijamente, de qué raza era esta esclava, eso ya no le importaba, ya que la cantidad de heridas que llevaba eran simplemente demasiadas para contar.

- Su…supremo Lord Asdrubael Vect.

Hablo un esclavo, que parecía haber entrado en algún sin que nadie de los presentes le prestase atención.

-Habla esclavo.

Ordeno el Lord supremo de Commorragh sin regresar a ver al recién llegado, estaba demasiado ocupado decidiendo cual serie el innombrable horror al que sometería a su actual prefería esclava.

-El señor Dracon ha venido.

Contesto el esclavo, esperando no llamar la atención del supremo lord sobre él.

El rostro del supremo lord se torció en una mueca de despreció por un momento, ¿Quién se creía Dracon para venir sin invitación? Odiaba a Trueborns, simplemente les entregaban todo como niños mimados.

-Ugh, envíalo.

Respondió con disgusto, sabiendo que dejarlo esperar seria un dolor de cabeza después.

En pocos momentos, Dracon se reveló seguido junto a un guardaespaldas, estaba sonriendo tan amplia y arrogantemente como se lo permitía la situación.

-Supremo Señor Supremo Asdrubael Vect.

El verdadero hijo saludo, mientras se inclinaba dramáticamente. Su armadura de placa fantasma era negra como la muerte con cráneos atados alrededor de la cintura y las hombreras.

Vect se burló de su actuación, quiso llamarle amateur, pero logro guardarse el insulto. Ya tenia planes para este petulante y arrogante idiota, por lo que tendría que tratarlo con respeto, al menos por ahora.

-Deja las formalidades.

Exclamo el lord supremo, preparando sus sentidos para ignorar las idioteces que estaba obligado a escuchar.

Dracon dejo de inclinarse, y se paró firmemente.

-Como sabrás la sedienta se a puesto intranquila recientemente. Hay descontento general en la ciudad, el miedo se esta esparciendo, muchos hablan de una invasión por parte de los demonios a la ciudad.

El lord supero casi bosteza, pero logro mantener un rostro serio, como si siguiese escuchando, aunque la verdad es que su cerebro se desconectó unos segundos, no importaba verdad.

-Algunos de mis exploradores han informado que nuestros parientes del mundo artesanal de Biel-Tan han enviado un crucero de batalla, con un peculiar contenido, rumbo al sector obscuros.

La conciencia del supremo lord regreso a su cuerpo ante esa declaración, ahora tenía algo de curiosidad.

-Así que... Simplemente quería preguntar, si lo permitirán amablemente. Para permitirme los derechos de la nave.

Dracon termino su petición mostrando una sonrisa sádica.

-Muy bien.

Contesto Asdrubael Vect, aunque solo lo hizo para sacarse a este molesto e incompetente ser de encima.

-Ah, usted hizo una elección inteligente Oh señor supremo.

Exclamo Dracon complacido. Se incluso dramáticamente, y cuando giro para irse, hizo ondular su capa con un viento que no existía.

Cuando el invitado sin invitación se fue, Asdrubael Vect fue libre de volver al asunto que le interesaba.

-Ahora que el tonto se ha ido, ¿Por qué Biel-Tan ha enviado un crucero a ese sector del espacio? ….Nah, no me interesa en este momento.

Al final el Señor Supremo simplemente se encogió de hombros, ya mandaría a alguien a averiguarlo después, ahora tenía asuntos más importantes que responder, ya había escogido el triste final que su esclava tendría.

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Tzeentch el señor del cambio observo como sus tropas volvían tras una aplastante derrota, había puesto demasiado esfuerzo en esta campaña, y solo había obtenido perdidas. Bueno es no era del todo cierto, sus súbditos habían logrado arrancar un nombre de los labios del Slayer.

-Daissy.

El dios del cambio no sabia lo que este nombre significaba o a quien podía pertenecerle, pero de alguna forma estaba relacionado con el pasado del Slayer, por lo que tendría que ser investigado.

Otro dato importante que Tzeentch tenia que tener en cuenta, era la infame reunión que había tenido Slaanesh con Krone y Nurgle. Su hermano menor parecía haberse aprovechado de su descuido para mover ficha sin que el se enterase.

Bueno, no era como si pudiese poner los espías de nuevo en su sitio, si su hermano estaba tan enterado del movimiento de sus agentes, posiblemente había un traidor entre los demonios que había enviado a que lo vigilasen, tal vez lo mejor seria eliminarlos, no vaya a ser que más información se filtrase.

Y, por último, el problema que realmente le estaba llamando la atención, era el inesperado éxito de Ahriman al reclutar a los bastardos sin nombre. Sin bien el sabia que estos poderosos y antiguos demonios no se resistirían a chocar nuevamente contra el Slayer, no esperaba que la legión de los mil hijos pudiese convencerlos de unírseles tan rápido. ¿Tal vez había habido algo más en esa oscura y maldita cueva?

-Tal vez es hora de cambiar de táctica.

El dios del cambio cerro los ojos, buscando una nueva treta, todos sus planes en relación al Slayer habían fracasado apresuradamente, pero no por eso significaba que no podía usar un enfoque diferente. Ahora solo necesitaba a alguien, lo suficientemente desesperado, pero para cumplir con sus designios. De preferencia alguien que no estuviese relacionado al caos.

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Isha se retorció en su prisión, la mas reciente plaga que Nurgle había creado ya había pasado, aun así, el señor de la peste no se había puesto a trabajar en otra. Es más, no parecía estar interesado en volver a trabajar. Cosa bastante curiosa, para un dios que nunca se cansa de esparcir sus "bendiciones" entre todos los mortales.

Eso llamo la atención de Isha, la diosa sabia que la gran hambrienta había venido a parlamentar con el señor de la plaga hace no mucho tiempo. No sabia que oscuros asuntos habían tratado, pero estaba claro que era algo importante, porque ahora mismo podía ver al señor de la plaga parado alado de su amado caldero, pero sin hacer nada.

Aprovecho el momento, y usando las piedras de alma, le susurro a sus hijos sobre las ultimas plagas que había probado, con un poco de suerte este conocimiento debería facilitarles la vida un poco.

La diosa suspiro, y regreso a su cruel realidad. Atrapada y sin esperanza, ella solo podía esperar su final, uno que no parecía llegar nunca. Cuanta envidia sentía de los ignorantes mortales en estos momentos. Se dispuso a dormirse un rato, cuando escucho como una voz le llamaba.

Movió su cabeza de un lado a otro, pero no pudo ver nada. Se dispuso nuevamente a dormir, cuando sintió que algo tiraba levemente de su pie. ¡Era un arlequín!

- ¿Cómo…?

La diosa quiso preguntar, pero el arlequín le hizo una señal para que no hablase. Luego saco una piedra, la cual le entrego envuelta en la mas final de las sedas.

Isha vio como el arlequín desaparecía segundos después, sin dejar rastros. La propia diosa no tenia forma de decir si lo que había visto era realmente verdad, pero el curioso paquete seguía en su poder.

Isha miro de un lado a otro, con miedo a ser descubierta, y cuando se dio cuenta que nadie parecía estar cerca, abrió el paquete, examinando con cuidado su contenido.

La tela tenía un nombre bordado, y la roca tenía tallada una única y muy reconocible figura. Isha no entendía el mensaje, pero si Cegorach había encontrado una forma de hacérselo llegar, no podía ser solo una broma.

Isha suspiro tratando de entender lo que estaba pasando, al final llego a la única conclusión posible, Cegorach quería que ella convenciese al primarca de la plaga en ir a un mundo llamado Macrage. ¿Por qué? Ella no comprendía.

-Maldito dios de las risas, juro por los antiguos que si esta es otra de tus chistes sin sentido….

Isha no pudo ni quiso continuar, seguía atrapada en los jardines de Nurgle, pero ahora sabía que Cegorach había encontrado un medio para contactarla, no era el mejor escenario, pero parecía que las cosas estaban mejorando.

-Está bien Cegorach, confió en ti.

Isha apretó la tela y la figura dentro de esta, mientras sentía una extraña fuerza nacer en su interior.

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-Nada deja una impresión mas profunda en tu alma, que el ver como los muertos se levantan, y usan lo que les queda de fuerza para llevarte con ellos.

Abaddon era el señor de la guerra, el mayor campeón que el caos ha tenido desde la muerte de su primarca Horus. O al menos así era como debería ser.

Abaddon movió su cuello, tratando de liberar un poco del estrés que sentía en estos momentos. Recientemente todo había comenzado a ir en una dirección desconcertante.

Tras su victoria en Cadia, y la posterior creación de la cicatrix maledictum. Abaddon se había sentido confiado, si bien el revivir de uno de los primarcas había retrasado sus planes, Abaddon confiaba en poder mantener su ofensiva contra terra.

Confianza que se veía puesta en duda, con cada día que pasaba;

Roboute Guilliman se las había arreglado para pasar por encima de los campeones de cada uno de los cuatro dioses del caos, y llegar a salvo a terra, donde comenzó a reunir las fuerzas del decadente imperio.

La Cruzada Indomitus dirigida por Roboute Guilliman quien había recuperado su título de Lord Comandante del Imperio, reconquisto cientos de sistemas solares que el en persona había conquistado, además allí donde viajaba, devolvía la fe de la humanidad en el emperador.

Los mundos del imperio de la humanidad incluso aislados como estaban seguían siendo leales y se resistían con todas sus fuerzas al caos.

Aun así los hubiese superado, ninguno de los problemas anteriormente mencionados era algo que Abaddon no pusiese superar. Lo que realmente planto las semillas de la duda en lo más profundo de su alma, fueron los hechos más recientes;

La gran fisura que dividía a la galaxia en dos partes parecía debilitarse. Abaddon no había recibido respuesta de este curioso evento por parte de ninguno de los dioses del caos, pero los hechos estaban claros, si no encontraba la causa de esto, la gran fisura que tanto le había costado abrir, se cerraría en menos de un milenio terrano.

El miedo parecía haberse apoderado de los demonios. Abaddon había interrogado a cuanto demonio se cruzase en frente sobre este hecho, pero ninguno le había dado una respuesta clara, los demonios simplemente sentía como si algo quisiese devorarlos, no sabían donde estaba o como era, pero si simple presencia bastaba para hacer que cada demonio de la galaxia se viese afectado.

Y para rematar su ya mermada confianza en el autentico poder de los dioses del caos, los fieles al falso emperador habían ganado un inmenso impulso. Tanto en su voluntad, como en su fuerza.

Abaddon no quería poner en tela de duda el límite del poder del caos, pero de los eventos recientes solo podía sacar una posible respuesta; El poder de los dioses del caos no era total.

Abaddon cerro los ojos, mientras su mente se perdía en los recuerdos aun recientes de su fracaso más reciente.

Estaba en el campo de batalla, en la superficie de un mundo sin importancia. Se había decidido sacrificar la población de este mundo a Slaanesh, pero las cosas no estaban yendo bien.

Se habían topado con una inusual resistencia en la superficie del mundo. Las primeras incursiones enviadas a sondear la fuerza de los defensores habían desaparecido. Lo que era peor, no parecía haber algún método convencional, y no tan convencional para contactar con ellos.

Finalmente, Abaddon se cabreo y decidió bajar al planeta con sus tropas de elite, el en persona enviaría a quienes se resistían a la fuerza de los verdaderos dioses al abismo.

Camino por la superficie del mundo quemado, pero no pudo ver nada, ni un alma. Estaba apunto de ordenar dispersarse y buscar en los alrededores cuando las cosas se salieron de control.

Sonó el inconfundible chasquido de un rifle láser al dispararse. El soldado a su derecha se tambaleó hacia atrás, agarrándose el pecho. Una mancha andrajosa de color carmesí manchaba su uniforme, la sangre había comenzado a salir de entre sus dedos.

¿Qué pudo lastimar de tal forma a un ser protegido por los poderes del caos?

La única respuesta logia a la que Abaddon podía llegar era que habían sido emboscados por algún otro poder del caos. Todos se volvieron hacia la enorme columna de niebla tóxica, Nurgle ciertamente se había lucido con esta plaga, incluso con sus poderes del caos para protegerlo, Abaddon sabia que no era prudente respirar mucho de este veneno. Aun así, se podía escuchar como alguien se movía dentro de ese humo que ennegrecía la vista, respirando pesadamente a través de sus máscaras, podían escuchar. Pasos. Pasos rápidos y enloquecidos.

Todos los presentes prepararon sus armas, listos para llenar de agujeros a lo que sea que se les acercaba.

Luego aparecieron a la vista. Un espectáculo espantoso y escalofriante. Un puñado de soldados no había dejado que el gas los reclamara. Estaban cargando, bayonetas bajadas, anhelando sangre en venganza por la invasión.

Los marines traidores abrieron fuego, acribillando a todos los que salieron de la pesada nube de humo, al principio estuvo bien, podían con esto. Pero más temprano que tarde, el puñado se convirtió en cien, cien en mil, y mil en millones.

Millones de rostros enojados surgieron de detrás de la nube toxica, carne desprendiéndose de sus rostros, ampollas en erupción en su piel corroída. Abaddon abrió su boca, listo para gritar sus órdenes. Pero todo lo que logro fue lanzar un chillido patético.

Abaddon estaba congelado en tu lugar, sentía gran terror al sentir como la mano de uno de los primeros en ser abatidos se apretaba alrededor de su servoarmadura, el agarre tenía tal fuerza, que Dios mismo tendría que cortarse la pierna si quisiese volver a moverse. La marea de soldados aumenta, y algo más, algo más grande se estaba acercando, llevando consigo el hedor de la sangre y el sonido del sufrimiento.

- ¿Recuerdas a los que ha matado antes, soldado?

Abaddon escucha una voz en su cabeza, pero se niega a responder, mas que nada porque es imposible, el dueño de esa voz ya no estaba entre los vivos, ¡estaba muerto!

-Porque ellos también recuerdan. Y ellos no están muy felices.

Abaddon grito, ahora si logro gritar, pero no fueron palabras lo que salió de su boca, era un conjunto de órdenes y frases desordenadas. Todas sus tropas lo interpretaron de forma distinta, algunos dispararon hasta quedarse sin balas, otros corrieron, pero al final todos terminaron de la misma forma, aplastados por la inmensa marea de leales al falso dios.

Para cuando todo termino Abaddon estaba tirado en medio de una pradera llena de muerte. Los leales al emperador habían muerto por millones, habían agotado lo que les quedaba de vida en esa última carga, aun así, Abaddon no podía decir que fuese una carga en vano. Sus leales servidores habían sido masacrados, sus cuerpos parecían haber sido cortados en pedazos y llevados a lugares distintos. Y este posiblemente también habría sido su final si no fuese por las inmensas protecciones que los dioses del caos le habían dado.

Abaddon no se atrevió a buscar entre los restos algún sobreviviente, temeroso de despertar a los leales, y que en esta ocasión si tuviesen el poder para romper su cuerpo. Llamo a su nave para pedir que lo teletransportaran, el dejaría a los leales dormir en paz.

De regreso a su nave, se sentó en el trono que tenía. Y comenzó a pensar en los hechos que había vivido hace solo unos pocos segundos.

-Mi señor ¿Se encuentra bien?

Pregunto uno de sus más leales allegados, ninguno de los presentes cuestiono donde estaban los demás marines que habían bajado a la superficie con él, pero el rostro temeroso de Abaddon era algo imposible de dejar pasar.

- ¿Encontró algo en la superficie algo que llamo su atención?

-Nada deja una impresión más profunda en tu alma, que el ver como los muertos se levantan, y usan lo que les queda de fuerza para llevarte con ellos.


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Este capitulo fue traído ante ustedes gracias a la colaboración de mi kaiser y Fan De.