¡Buenas!
Juli: A Mildred parece que todo le sale mal, ¿eh?
Capitulo seis.
Adios, Tabby
La cocina estaba en el sótano de la escuela. Se llegaba a ella por varios pasillos largos y oscuros y escaleras estrechas. Se tardaba una media hora en llegar desde el comedor, lo que explicaba que la comida estuviera siempre fría.
—No te asustes, Tabby —sollozó Mildred en el pelaje arrugado de la gatita—. Voy a idear un plan para que vuelvas a estar conmigo. Me escabulliré y te daré sesiones extra de entrenamiento para que mejores tu vuelo. No es justo.
Había una gran actividad en la cocina, que, debido a las gigantescas hornallas que había, estaba misericordiosamente caliente. Sobre la cocina burbujeaban enormes calderos de las atroces gachas que se servirían para el desayuno de las niñas, después de la asamblea.
Mildred pasó desapercibida en la puerta, observando a la señorita Tapioca, una persona grande, de proporciones robustas, con el cabello corto, oscuro y revuelto, sentada en un extremo de la mesa de la cocina, de cuatro metros de largo, consultando una receta.
—Ah, Mildred Hubble —dijo, levantando la vista y viendo a la desaliñada Mildred acechando en las sombras—. ¿Has traído nuestro nuevo ratonero? Ven y enséñamelo, chica. No te quedes ahí mirando.
Mildred sacó a Tabby de debajo de su capa y lo levantó. La señorita Tapioca se acercó y le acarició la parte superior de su cabecita.
—Justo para un ratonero —dijo la señorita Tapioca—. Y aquí está Ebony a cambio. Demasiado inteligente y bien entrenado para ser desperdiciado en la cocina. Bueno, deja al gato, Mildred, a menos que quieras quedarte con él y cazar ratones tú misma.
Le dio a Mildred la cesta. Mildred pudo ver un par de ojos verdes brillantes que la miraban desde la sombra del interior. Tabby, bien calentado por el calor de la cocina, se había retirado a su posición favorita alrededor del cuello de Mildred. No había nada más que hacer, salvo coger la cesta e irse.
—¿Puedo ir a visitarlo? —preguntó Mildred, con voz temblorosa, mientras desenroscaba a Tabby de su cuello y lo ponía en brazos de la señorita Tapioca.
—No creo que eso sea muy sensato, Mildred —dijo la señorita Tapioca, sujetando a Tabby con mucha fuerza mientras el gatito trataba de volver a los hombros de Mildred—. Estará demasiado ocupado persiguiendo ratones como para dedicar tiempo a las visitas. Ve y cuida de Ebony, que es un gato del que estar orgulloso. Te olvidarás de este pequeño desaliño en cinco minutos una vez que hayas salido a volar con un gato como Ebony. ¡Escucha! Ahí está la campana para la asamblea. Será mejor que te des prisa.
Mildred salió de la cocina sin mirar atrás. Pudo oír a Tabby aullando desesperadamente mientras intentaba seguirla. Subió las escaleras de dos en dos, corrió a su habitación, dejó la maleta, la escoba y la cesta del gato y corrió por los últimos pasillos para unirse a Maud y Enid que entraban en el Gran Comedor.
—Hola, Mil —dijo Enid—. ¿Qué pasa?
—¿Qué pasa, Mildred? preguntó Maud. Parece que te ha ocurrido algo espantoso.
—Así es —dijo Mildred, rompiendo a llorar lo más silenciosamente posible, teniendo en cuenta que se dirigían a la asamblea —. Te lo contaré más tarde.
Después de la asamblea, durante la cual la señorita Cackle anunció que no se podría salir al patio en los recesos porque la nieve tenía ya varios metros de espesor, las chicas se dirigieron a sus aulas, para ser recibidas por sus maestras.
La clase de Mildred tenía la mala suerte de estar presidida por la señorita Hardbroom, la maestra más aterradora del colegio. Era una genio en reducir a sus alumnos a un montón de balbuceos con una mirada fulminante. A nadie se le ocurría pasar una nota, ni reírse, ni siquiera hablar, a menos que se le hiciera una pregunta, durante las clases de la señorita Hardbroom.
De camino a la clase, Mildred se las arregló para contar a Enid y Maud la triste noticia de Tabby. Maud se puso triste y Enid se indignó muchísimo, pero no había nada que pudieran hacer en el momento, así que no les quedó opción que ir a la clase.
La señorita Hardbroom estaba sentada en una perfecta posición vertical detrás de su escritorio, esperando a que las niñas se acomodaran, mientras todas entraban en el aula y ocupaban sus lugares, acomodando los libros y el equipo de escritura en sus escritorios. La habitación sólo estaba un poco más caliente que el exterior y las chicas se frotaban discretamente los pies y se soplaban las manos en un intento inútil de calentarse.
—Vamos, chicas —dijo la señorita Hardbroom—. Dejen de hacer esas tonterías. No hace tanto frío. No falta mucho para la hora de la comida, y entonces podrán correr a toda velocidad por el Gran Comedor para entrar en calor. En fin, chicas, bienvenidas al curso de verano... Mildred Hubble, ¿qué pasa ahora?
Mildred se miró los pies, avergonzada por las lágrimas que no podía evitar que rodaran por sus mejillas.
—Es su gato, señorita Hardbroom —dijo Maud —. La señorita Cackle lo mandó a ser ratonero de la cocina, y Mildred tiene el de Fenella Feverfew, porque Fenella lo dejó cuando se fue el curso pasado.
—Bueno, Mildred -dijo la señorita Hardbroom—, no sé por qué lloras. Yo en tu lugar lo habría visto más bien como un motivo de celebración. La gata de Fenella es un crédito absoluto para la escuela. Espero que pronto veamos una notable mejora en tu forma de volar, sin esa molestia de un gato atigrado. Siéntate y contrólate de una vez.
"Tengo un anuncio que hacer, chicas, que debería animar a Mildred considerablemente. El señor Rowan-Webb, el mago que Mildred rescató del estanque de la escuela el curso pasado, le ha preguntado a la señorita Cakle si a Mildred y a su grupo les gustaría pasar una semana en su casa junto al mar durante el curso de verano, como agradecimiento a Mildred.
Las chicas lanzaron gritos de alegría y se volvieron hacia Mildred con comentarios de júbilo.
—Parece que todos tenemos que agradecerte este pequeño regalo —dijo la señorita Hardbroom, haciendo ver que Mildred había hecho algo malo.
Mildred no sabía si sonreír o poner cara solemne.
—Dios mío, muchacha —dijo la señorita Hardbroom, observando el rostro ansioso de Mildred —. Seguro que la idea de pasar una semana en la playa te anima.
—Oh, sí, señorita Hardbroom —resopló Mildred—, me ha animado mucho. Pero me preguntaba si podría llevar a Tabby conmigo como un pequeño descanso de la cocina. Me preguntaba si podría... —Su voz se apagó al ver que la ceja de la señorita Hardbroom se arqueaba, como una lanza preparada.
No tenía sentido continuar. Mildred se miró los pies y trató de parecer adecuadamente satisfecha por las vacaciones, lo que era difícil cuando se trataba de no llorar.
Maud coló una mano bajo el escritorio de Mildred y apretó el brazo de su amiga. Las dos sabían que las vacaciones no serían nada divertidas, con Tabby abandonado en la cocina preguntándose por qué Mildred no había venido a recogerlo.
Una vez que la clase llegó a su fin, salieron al receso. Cuando vio a Ethel pasar a su lado, Mildred recordó de pronto que tenía que hablar con Maud y Enid acerca de ella. Había estado tan ocupada con el destino de Tabby que lo había olvidado.
—Chicas, tengo que contarles algo. Vamos a mi habitación.
Confundidas, sus amigas la siguieron. Una vez que entraron, Mildred se aseguró de cerrar bien la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó Maud.
—Chicas, hay algo que tengo que decirles…
—No digas más —Enid daba saltitos de alegría—. ¡Quieres rescatar a Tabby! Pues mira, tengo una idea perfecta para…
—No es eso, Enid —respondió Mildred, aunque en realidad quería escuchar su idea—. Quería hablar sobre Ethel.
—¿Ethel? —dijeron las dos a coro.
—Si, Ethel. Lo que les quiero decir es que últimamente he estado hablando con ella e… hicimos las paces.
Maud y Enid se miraron entre ellas, confundidas.
—¿Es una broma? —preguntó Enid, con una sonrisa que resultaba inquietante.
—No es una broma. Estuvimos en contacto durante las vacaciones por el espejo —mintió. No le iba a decir sobre los problemas de Ethel, era un tema muy sensible.
—¿Y de que hablaron? —preguntó Maud.
—Bueno, hablamos de lo que pasó con la Piedra Fundadora, lo mal que se sintió al descubrir la verdad sobre su familia y decidió que no quería seguir los pasos de sus antepasados —explicó Mildred—. Así que quiso empezar desde cero con nuestra relación. Con suerte, tendremos una nueva integrante en nuestro grupo de amigas.
—Estás loca —dijo Enid, con la voz tan llena de veneno que Mildred casi no la reconoció.
—Enid…
—Ethel casi hizo que terminaras como el profesor Rowan-Weeb, pasando sus días en un estanque sucio, alimentándote de bichos.
—Pero se arrepin…
—De no ser por mi, serías parte de una poción en estos momentos.
—Pero…
—Ella estaba allí, viendo como iban a meterte en una poción hirviendo y no dijo nada.
—Ella no sabía si era yo.
—Apuesto a que sí lo sabía, Mildred. Para colmo, su madre tiene mucho poder, no expulsarían a Ethel ni aunque te matara delante de la señorita Cackle, mientras que a ti te han querido expulsar por cosas mucho más leves que eso, aún habiendo salvado a esta escuela más de una vez
Enid salió de la habitación de Mildred, dando un portazo que las hizo saltar a ambas de sus lugares.
—Se lo tomó peor de lo que esperaba —comentó Mildred.
—Mejor voy a tranquilizarla —murmuró Maud, antes de marcharse.
Mildred se acostó en la cama, con los ojos llenos de lágrimas. Primero le sacaban a Tabby y luego Enid se enfadaba con ella. Definitivamente hoy no era su día.
