Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


Los ancianos guardaron silencio de pie ahí frente a ella, mientras que cada uno pensaba en que decirle para evitar contarle la verdad y que así se expusiera al querer acompañarlos. El que ella fuera al templo implicaba un riesgo al no saber a qué se enfrentarían realmente.

El maestro Fu dio un paso al frente dispuesto a ser el primero en hablar cuando una voz necesitada de aire sonó detrás del maestro Zhu.

- Lǎobǎn(1)...Adrien ha...llegado a la...cámara principal. - sus palabras se entrecortaban por lo pesada de su respiración.

El maestro Zhu solo pudo reprender a su pupilo con una mirada de desaprobación por la imprudencia de hablar de más frente a la azabache.

- ¡Maestro Fu! - azorada se giró de inmediato hacia el guardián - debemos de ir de inmediato, algo malo podría ocurrirle a Adrien.

Con tranquilidad Fu movió la cabeza en desacuerdo - Estamos preparando todo para salir hacia el templo cuanto antes pero tú deberás de quedarte aquí. - sentenció con autoridad.

- No puede pedirme eso no podría quedarme aquí sabiendo que él corre peligro, iré con ustedes. - sus palabras sonaron con decisión ante los ancianos que se miraban entre sí.

- No debes ir, - ahora era el maestro Zhu quien trataba de hacerle ver el riesgo que aquello implicaba hacia ella - lo hemos estado hablando durante la noche y a raíz de nueva información creemos que Adrien no es del todo consciente de sus actos, aun no sabemos cómo pero hay algo que al parecer influye negativamente en él y ese algo que no sabemos que es odia a Ladybug y sabe que tú eres ella.

- Pero ayer él nos salvo, podía no haber hecho nada y dejarme a merced de esos hombres o incluso haberme lastimado él mismo pero no lo hizo. - sus manos se apretaron fuertemente, tratando de dar convicción a sus palabras.

- Los sentimientos de Adrien hacia ti siempre han sido muy fuertes y estoy convencido que gracias a ellos ha mantenido su control, pero lo que sea aquello que le está afectando, - le dirigió una mirada de complicidad a Fu, era preferible no explicarle a la azabache la conclusión a la que habían llegado después de su charla con Nooroo - se hará más fuerte al estar tan cerca del portal y posiblemente Adrien no pueda mantenerlo a raya. Es por eso que no debes ir, correrías un grave peligro.

Marinette vio con frustración a los dos ancianos, por mucho que ellos dijeran ella no podía dejar a Adrien en esos momentos.

- ¡Iré con ustedes! - esgrimió sus palabras con contundencia y tenacidad - él me necesita y no voy a dejarlo a su suerte.

- ¡No iras! - sentencio con firmeza el mayor de los guadianés, aunque entendía perfectamente los sentimientos de Marinette no podía darle la más mínima opción de que los acompañara. Era mucho lo que estaba en juego, el que Adrien pudiera manipular el portal ya representaba por si solo un gran peligro y tener a Marinette cerca de él aun agravaría la situación. No podían permitirse perder a dos portadores.

- ¿Maestro? - dirigió su vista hacia el maestro Fu, su expresión denotaba su angustia y a la vez le suplicaba que le permitiera acompañarlos.

- Lo siento Marinette pero Zhu tiene razón. - se acercó a ella y tomó sus manos entre las suyas - Te prometo que lo traeremos de vuelta. - le mostró una afable sonrisa tratando de transmitirle un poco de tranquilidad.

Ella lo miraba con la intensidad de su frustración, sin decir nada más solo asintió con un simple movimiento de cabeza. El guardián soltó sus manos sin dejar de sonreírle y entró a su habitación a preparar todo lo necesario para su encuentro con Adrien.

Marinette se dejó caer cansada en la primera silla que encontró, sus ojos cristalinos dejaron escapar un par de lagrimas. Todo su temperamento se había desvanecido ante las recias palabras del maestro Zhu.

Ellos llevaban razón debían de salvaguardar el portal, aunque no tuviera su prodigio ella se debía a su obligación de proteger a todas las personas y por mucho que le doliera aceptarlo lo más sensato era quedarse a esperar en la casa.

Una vez se hubieron pertrechado con todo lo necesario, los dos ancianos se acercaron a la azabache quien aún permanecía en la silla cabizbaja.

- ¿Marinette? - habló el maestro Fu llamando su atención - Nosotros tenemos que ponernos en marcha debemos llegar cuanto antes el templo. Espéranos aquí y bajo ningún motivo salgas de la casa.

- Todo saldrá bien, no debes preocuparte - habló el maestro Zhu tratando de infundirle ánimos.

Con unas suaves palmadas del maestro Fu en su hombro , los dos ancianos se despidieron seguidos del joven pupilo.

Al verse sola un cumulo de sentimientos convergieron dentro de ella. La impotencia, el miedo, y la frustración hicieron mella en su ya resquebrajada tranquilidad. Sin poder evitarlo llevo las manos a su cara ahogando el triste sollozo y ocultando las pesadas lagrimas.

Los tres hombres habían llegado a las faldas de la montaña por un sendero alejado del camino principal para evitar encontrarse con trabajadores de la excavación.

- A partir de ahora tendremos que ir aun con más cuidado, no deben de vernos si es que queremos tener alguna oportunidad. - advertía el maestro Zhu mientras revisaba con unos prismáticos que el antiguo camino que llevaba al templo estuviera despejado.

- Confió en que el pasadizo esté intacto y que no lo hayan descubierto. - dijo el maestro Fu recordando aquella entrada oculta que siglos atrás utilizaron para escapar del templo.

- Eso espero yo también - el viejo guardián guardó los prismáticos y se colocó la cartera al hombro para iniciar la subida hasta el templo.

[...]

- Los hombres ya están todos listos y esperando en el Atrio. - informó diligente a su jefe.

- Bien, los quiero a todos fuera del templo antes de una hora, no debe quedar nadie. - su voz retumbo severa y autoritaria en la pequeña habitación, mantenía clavados sobre el menudo hombre sus ojos que resaltaban en un intenso tono bígaro(2).

- A...así se ha..hará - trastrabilló las palabras al pasar pesadamente la saliva, por mucho que lo intentara el imperturbable porte de su jefe siempre lo intimidaba.

- Retírate y asegúrate que todos suben a los camiones. - ordenó por último.

El hombre se dio media vuelta y en silencio salió de la estancia aliviado de haber terminado su trabajo en ese extraño lugar.

Al quedarse solo Adrien fue hacia su vehículo, tomando la llave abrió la portezuela del compartimiento de atrás, levantó la tapa que cubría el neumático de recambio y tomó de ahí su cartera. Revisó que dentro de ella estuviera todo, con una sonrisa de satisfacción comprobó que no faltaba nada y con pasó raudo regreso al templo.

[...]

Los tres hombres detuvieron su avance al ver desde lo alto que varios camiones se aproximaban por el camino principal.

- ¡Vamos!, escondámonos detrás de aquellas rocas. - ordenó el maestro Zhu, el hecho de estar en un punto elevado y bastante alejados del camino no eran razones para escatimar las precauciones.

Desde su improvisado escondite vieron como se alejaban en dirección al templo cuatro camiones completamente vacios.

- Es extraño, ¿para que necesitaran tantos camiones? - inquirió el más joven del grupo.

- No lo sé, lo mejor será continuar y llegar lo más rápido posible. - advirtió el mayor de los guadianés.

Poniéndose en pie continuaron su camino hacia lo más alto de la montaña.

[...]

Marinette se paseaba nerviosa de un lado a otro de la habitación con la ansiedad a flor de piel. Hacía algo menos de dos horas que los guardianes se habían ido y la angustia y el no saber qué estaría pasando la carcomían por dentro. Se paró frente a la ventana sin dejar de mover inquieta sus manos entre sí, podía ver a varias mujeres sentadas en el portal de sus casas separando los granos del cereal en varias vasijas mientras sus hijos jugaban en la calle.

Fue a su habitación y buscó entre sus cosas una botella de agua que había comprado en el aeropuerto el día anterior, la tomó y bebió de ella calmando la resequedad que desde hacía rato sentía en la boca, al dejar la botella sobre la mesilla de noche vio ahí las fotos de Adrien que el maestro Fu le había entregado, tomó la primera y la miró con detenimiento pasando con cuidado las yemas de los dedos por ella. Dando una profunda exhalación dejó la foto junto a las demás, con paso ágil fue al pequeño salón para tomar de la silla la sahariana de Adrien y vestirla, la ató al frente antes de salir con prisa de la casa.

[...]

Los guardianes y el joven pupilo habían cruzado sin ningún problema el pasadizo, para su suerte este había permanecido intacto a pesar del tiempo y el deterioro del resto de la construcción. Agazapados contra el barandal del segundo piso miraban a toda la gente que había en el atrio, estaban formados a la espera de subir a los camiones con los que se habían cruzado antes.

- Al parecer están desalojando el templo. - dijo el maestro Fu.

- Si, su trabajo ya ha terminado y Adrien no necesita de nadie para hacer lo que vendrá a continuación. - el tono afectado de la voz del antiguo guardián mostraba su preocupación.

- ¡Maestros! - exclamó el muchacho, señalando alarmado hacia un punto determinado en el atrio.

Ambos ancianos se asomaron con cuidado para poder ver lo que señalaba con tanta insistencia el joven pupilo.

Con las cejas enarcadas sus ojos se abrieron de más al descubrir a Adrien caminando hacia la entrada principal del templo, el maestro Zhu entrecerró los ojos enfocándose en la cartera que colgaba del hombro del rubio.

- Va hacia el portal y ahí debe de llevar el libro con los rituales. - dijo refiriéndose a la cartera el mayor de los guardianes.

- Debemos alcanzarlo ya y detenerlo. - se apresuró a decir su pupilo a la vez que se ponía de pie.

Rápidamente el maestro Fu lo tomó de la mano y tiró de él haciéndolo caer.

- ¡No te levantes que pueden vernos!, - exclamó haciéndole ver lo evidente al impetuoso muchacho - a todos nos preocupa lo que pueda pasar pero si nos descubren jamás llegaríamos hasta el portal. - dijo más sosegado.

- Fu tiene razón, debemos esperar hasta que todos los hombres se hayan marchado y entonces entraremos en la cámara. - con tranquilidad acomodó su espalda contra el muro que los ocultaba, dispuesto a esperar hasta tener el camino despejado y rogando poder llegar a tiempo. A su lado sus dos compañeros hacían lo mismo que él sin disimular la preocupación en sus rostros.

[... ]

Marinette siguió el camino que el maestro Fu le había indicado cuando le explicó cómo llegar al templo el primer día que llegaron a la aldea. Hacía ya un buen rato que las casas del pequeño poblado habían desaparecido de su vista, lo único que le importaba era llegar cuanto antes a la cima de la montaña que se erigía frente a ella.

Cuando finalmente llegó al lugar donde iniciaba el sinuoso camino que recorría la montaña hasta llegar a su punto más alto, abrió los ojos con sorpresa al ver la majestuosa construcción del templo que coronaba la cima, que a pesar del tiempo no había perdido su imponencia.

Aun ensimismada en la vista que el elevado paisaje le ofrecía notó en sus pies las fuertes vibraciones que se transmitían por todo el suelo y a continuación escuchó el ronco ruido de unos motores diesel que se aproximaban. Rápidamente buscó donde esconderse, dándose prisa corrió hacia un grupo de rocas que estaban apiladas a la vereda de la carretera.

Justo a tiempo llego al improvisado escondite, en el preciso momento en que ella se agazapaba tras las rocas el primero de los camiones apareció. Con cuidado de no ser descubierta se asomó para ver la caravana de vehículos repletos de gente.

Cuando el último de los camiones se hubo alejado salió de detrás de las rocas, a lo lejos veía como la nube de polvo levantada por los vehículos a su paso se disipaba con el viento. Ajustó la sahariana a la cintura y dando una bocanada de aire inicio el último trayecto hasta el templo.

[...]

Los opacados ojos de Adrien veían maravillados la mística sala. Todo ahí emanaba magia, las paredes coloridas con las imágenes de antiguos portadores eran impactantes, las vigas en piedra del techo grabadas con glifos se mostraban imponentes aun ante el paso del tiempo, había constelaciones talladas sobre las losas del suelo y en el centro estaba el magnífico pórtico.

Sus hombres habían hecho un buen trabajo despejando toda la zona de escombros, habían colocado suficientes guías de luces para iluminar perfectamente la cámara dejando a la vista todos sus detalles, frente al portal habían dejado un atril de madera y una mesa tal como él les había indicado.

Se acercó al pórtico y lo rodeó lentamente pasando su mano por sus columnas dejando que sus dedos delinearan las formas de los grabados. Su cara mostraba la satisfacción del vencedor.

De su cartera sacó dos pequeñas cajas hexagonales de madera y las dejó sobre la mesa a continuación sacó un libro de cubierta negra y detalles orientales en dorado, con cuidado lo coloco sobre el atril. Al abrirlo en la primera página, la que mostraba un grabado perfecto del pórtico, los glifos de las columnas y el dintel comenzaron a brillar en un intenso azul.

La activación del portal aumentó exponencialmente su deseo por abrirlo y llevar a cabo su propósito. Una sonora carcajada resonó por toda la cámara, perdiéndose por los pasadizos de acceso.

[...]

Una vez que todos los hombres se hubieron ido no tuvieron ningún problema en acceder al edificio. Era el maestro Zhu quien guiaba al pequeño grupo por el pasadizo perfectamente iluminado. Avanzaban en el mayor de los silencios, evitando hacer cualquier ruido que los pudiera delatar. Sabían que lo único que tenían a su favor era el factor sorpresa.

Todos escucharon el retumbar de la fuerte carcajada haciéndose eco contra las paredes, inquietos se miraron entre sí.

- Ya falta poco. - informó el maestro Zhu, apurando un poco más su paso siguieron caminando hasta llegar al final del pasadizo.

Habían conseguido llegar hasta la puerta de la cámara principal, la intensa luz que de ella salía les obligo a cubrir sus ojos hasta que estos se adaptaron a la nueva claridad. El maestro Fu fue el primero en asomarse al interior, no disimulo su asombro al ver lo que acaecía dentro de la cámara. Más de un siglo había pasado desde la última vez que vio el portal activo, le sobrecogió la imagen inmutable de Adrien, ahí de pie frente al pórtico ojeando el libro.

Repaso lentamente el resto de la sala con la mirada, había algo sobre la mesa que llamo poderosamente su atención, un ligero brillo apareció en sus ojos entornados y una expresión de alivio se dibujo en su rostro al reconocer los dos objetos.

- ¿Fu? - El maestro Zhu llamó extrañado a su amigo al verlo sonreír - ¿Qué es lo que has visto?.

El guardián regreso a su posición tras la pared junto a sus compañeros.

- Adrien ha activado el portal pero no lo ha abierto aun, - al momento vio el gesto de preocupación en sus amigos - creo que tenemos una oportunidad, sobre una mesa he visto los prodigios de Ladybug y Chat Noir.

- ¿Estás seguro de ello? - preguntó de inmediato el mayor de los guardianes mostrando su sorpresa.

El menor de los guardianes asintió con un simple movimiento.

- ¿Y...y que vamos hacer? - intervino nervioso el más joven.

Ambos maestros bajaron la vista pensativos. Cada uno se devanaba buscando la mejor opción para afrontar la situación.

- Está claro que no podemos tener un enfrentamiento directo con él... perderíamos. - el maestro Fu fue el primero en hablar haciendo notar su evidente desventaja - Debemos ser cautos y hacernos con los prodigios, esa será la única opción que tenemos de poder detenerlo.

- Ustedes dos - dijo señalando a sus compañeros - entraran con sigilo y se ocultaran tras unos arcones que están junto a la pared del fondo. Yo lo distraeré para que tú - señalaba ahora al más joven - te acerques a la mesa y tomes los prodigios.

- No creo que sea buena idea que te expongas frente a él. - dijo el maestro Zhu mostrando su preocupación.

- Tratare de apelar a su conciencia, Adrien siempre ha sido fuerte y de convicciones nobles. - dijo con toda la seguridad de sus palabras.

Ante la firme decisión del guardián, el maestro Zhu solo pudo asentir - De acuerdo, solo recuerda lo que hemos hablado y espero que no sea demasiado tarde. Ten cuidado. - advirtió poniendo su mano sobre el hombro de su amigo.

Una serie de palabras en un extraño dialecto comenzaron a oírse dentro de la cámara a la vez que la claridad de la luz aumentaba. Los guardianes rápidamente se asomaron al interior de la sala, ahí estaba Adrien leyendo el texto del libro a la vez que reproducía con sus manos los movimientos conforme se indicaban en las ilustraciones de las páginas.

- Ha comenzado, hay que darse prisa. - el maestro Zhu indicó a su discípulo que se prepara para entrar en la sala.

Aprovecharon la distracción de Adrien al estar completamente concentrado en el portal para aventurarse al interior de la cámara, agazapados contra la pared maestro y alumno caminaron lentamente hasta llegar a los arcones y ocultarse tras ellos.

En cuanto el maestro Fu vio que sus compañeros estaban ya en su posición dio una profunda inhalación y lentamente fue soltando el aire, apretó los puños y entro en la cámara decidido a salvar a su joven protegido y a reparar el daño ocasionado.

En cuanto dio el primer paso dentro de la sala se quedo estático al ver como los glifos de las columnas y el dintel se apagaban totalmente, dando paso a un punto de luz blanca que se posiciono en el centro del portal, lentamente ese punto se fue expandiendo hasta cubrir totalmente la apertura del pórtico. La luz se movía en constantes movimientos oscilatorios formando un suave oleaje del centro hacia los extremos, de pronto un nuevo punto con una brillante luz azul apareció de nuevo en el centro del pórtico, este empezó a girar y cada vez lo hacía más rápido ampliando con cada vuelta su radio de giro hasta que después de unos segundos había formado un vórtice helicoidal...el portal estaba abierto.

Sabía lo que acababa de pasar y no era nada bueno, sin intimidarse avanzó hacia el rubio - ¡Adrien! - grito para captar su atención.

Al girarse vio sorprendido al menudo hombre que estaba al frente , con una sonrisa burlona se dirigió a él - Veo que te has recuperado de tus heridas "guardián" - expresó con sorna la última palabra.

- Adrien esto no está bien. Debes darte cuenta que esto es muy peligro, mucha gente puede salir lastimada...tú puedes morir. - manteniendo un tono apacible trataba de llegar a él haciéndole ver la temeridad que era el haber abierto el portal.

- ¿Cómo te atreves a venir aquí a decirme lo que está bien o lo que no, anciano?. - su voz sonaba más agresiva y sus ojos se habían inyectado de un violáceo oscuro - Yo controlo ahora el portal, yo decidiré quien va morir, recuperare toda mi grandiosidad y ni tu ni nadie podrán impedirlo.

El maestro Fu mostró su asombro ante aquellas palabras. Su mayor temor se estaba haciendo realidad, Adrien ya no era dueño de sus acciones, ya no era él con quien hablaba. Al parecer aquello que lo influenciaba se había adueñado completamente de él, debían de actuar rápido si querían tener una oportunidad de recuperarlo.

Sin apartar su vista de él se acerco despacio al centro de la sala consiguiendo que Adrien se girara, dándole así la espalda a sus compañeros para que ellos pudieran recuperar los prodigios .

- Sabes que realmente no sientes lo que estás diciendo, tú siempre has sido una persona justa. Jamás permitirías que un inocente fuera lastimado. Adrien, ¿acaso no lo ves?, este no eres tú, busca en tú interior a la persona que siempre has sido. - veía a las espaldas de Adrien como el joven muchacho gateaba hacia la mesa, sabía que en estos momentos sus palabras no le devolverían a su protegido pero al menos podrían distraerlo.

- Esta conversación me está cansando. Nadie podrá detenerme ahora, eliminare a todos los que osen interponerse en mi camino y tú serás el primero en morir. - lo miró con desdén, avanzando amenazadoramente hacia él.

- ¡Serias capaz de matar a tu propio hijo, Gabriel!, - Adrien se detuvo en seco, mirándolo con rencor - porque sabes que con lo que pretendes él morirá.

- Así que lo sabes, me sorprendes anciano. - mostró una sonrisa burlona - Mi objetivo está por encima de él y de cualquiera. Adrien escogió bando cuando acepto el anillo, ha luchado contra mi todo este tiempo, me ha tenido retenido en las sombras pero su debilidad por Ladybug lo ha hecho flaquear y yo he podido por fin liberarme, así que lo que tenga que ser será. Si tiene que morir por esta causa que así sea.

La serenidad y el aplomo del maestro Fu se resquebrajaron antes las horrendas palabras de aquel ser, ¿Cómo un padre podía sacrificar a su propio hijo?, y más por un afán desmedido de poder.

Rompiendo con todas sus enseñanzas y dejando de lado el plan se lanzó hacia él para tratar de doblegarlo y ponerle fin a esta locura, pero aunque su ímpetu y tesón eran el de un joven de veinte años su cuerpo tenía que afrontar la carga de más de un siglo de edad.

Adrien solo tuvo que tomarlo por el brazo y con un rápido movimiento hizo caer al débil anciano al suelo.

- ¡Déjalo! - sonó con agresividad la voz a su espalda.

Se giró rápidamente para ver como un chico joven, casi un niño se lanzaba con fiereza contra él. Separó ligeramente las piernas afirmando sus pies al suelo para esperar el brusco envite de su atacante.

En cuanto el chico estuvo cerca le lanzó un rápido y fuerte golpe contra el pecho, haciendo que el crio se detuviera en seco para después tomarlo por el cuello y estrangularlo lentamente hasta que el joven discípulo cayo desmayado por la falta de aire.

- Descuida que no está muerto, te dije que tú serás el primero. - hablaba con altanería hacia el maestro Fu.

- Detén todo esto, ahora. - ordeno autoritaria la voz desde el otro lado de la sala.

Frunció el ceño ante la orden, ¿quien se atrevía a hablarle así?, al ver de quien se trataba su expresión cambió a una de desprecio.

- Volvemos a vernos anciano. - sus ojos se clavaron en los del maestro Zhu - Reconozco que lograste engañarme, nunca me imagine que estabas con él. - señaló con menosprecio al maestro Fu - Supongo que también eres un "guardián". - una vez más se expresó con sorna hacia él.

- Así es, soy el guardián del portal y es por ello que te advierto de que todo lo que estás haciendo va contra la naturaleza del portal, ¡es una abominación!. - su voz denotaba la ira que en ese momento le quemaba la sangre.

- Eres igual de molesto que él. - dijo con hastío mientras señalaba al maestro Fu que continuaba en el suelo - Por lo que tú serás el segundo en morir.

Fue hasta donde el maestro Fu y tomándolo de la camisa tiro bruscamente de él hasta ponerlo de pie. Llevó su mano a la espalda y tomó su cuchillo, presionándolo contra el pecho del anciano.

- Le advertí a tu sierva que se largaran de aquí pero has tenido que venir...lo cual te agradezco porque me has evitado tener que buscarte para matarte. - el maestro Fu vio la locura en la mirada de ese ser - Y hablando de "ella", ¿Dónde está?.

- Se ha...ha ido y no podrás encontrarla. - había sido una irresponsabilidad no haber refrenado sus emociones, por ello el plan había fallado, lo único que le quedaba era proteger a Marinette.

- Ja ja, no importa que no hables, tarde o temprano la encontrare y le hare pagar muy caro todo lo que me ha hecho. - su amenaza destilaba todo el odio acumulado durante años hacia la azabache.

- Hasta nunca viejo. - afianzó el agarre sobre la empuñadura.

- ¡No lo hagas! - grito el maestro Zhu acercándose lo más rápido que podía a ellos.

En su interior se mofaba de la desesperación del mayor de los guardianes. Miró con altivez una vez más al maestro Fu y tensó el brazo para asestarle en el pecho el mortal golpe.

- ¡Adrien! - detuvo su ataque al escuchar la voz de la que había sido su obsesión durante años.

Marinette miraba aterrada desde la entrada toda la surrealista situación.

No lo pensó dos veces, ofuscado por la presencia de la azabache y el enorme rencor que por ella sentía arrojo al maestro contra el suelo y corrió hacia ella.

- ¡Marinette huye! - advirtió lastimado desde el suelo el maestro Fu al ver el peligro en que se encontraba la chica.

Antes de que Marinette pudiera hacer cualquier movimiento Adrien ya la había tomado por el cuello llevándola con fuerza contra la pared. Una mueca de dolor apareció en su rostro por el fuerte golpe recibido en la espalda.

El maestro Zhu llegó junto a su amigo para socorrerlo.

- Zhu ayuda a Marinette, ¡de prisa! - pidió alterado.

El mayor de los guardianes aun no se había puesto en pie cuando Adrien presionó el cuchillo contra el cuello de Marinette.

- Al fin podre hacerte pagar todo lo que me has hecho...¡esto es culpa tuya! - reclamó con violencia el ofuscado ser.

Las lagrimas corrían libres por las mejillas de la azabache - A...Adrien por favor vuelve, lo que sea que te controle lucha contra él... - tuvo que ahogar un grito entre los sollozos al notar como presionaba el cuchillo con más fuerza sobre ella.

- Ilusa, Adrien era como tú y tendrá tu mismo fin... - sus palabras destilaban el veneno contenido, la sórdida amenaza no hizo más que empeorar el estado de Marinette, tenía todos sus sentimientos a flor de piel.

Sin decir nada más retiró el cuchillo del cuello para tomar impulso. Sosteniendo el arma en esa posición giró la cabeza hacia los ancianos que miraban horrorizados la escena.

- Lo siento viejo, al final tendrás que ser el segundo. - habló hiriente refiriéndose al maestro Fu.

Volvió su vista sobre la chica - Muere Ladybug. - espetó con odio tensando su agarre sobre el cuchillo.

- Te...te amo, Adrien - fue lo único que pudo decir entre lloros con todo el sentimiento que tenia por ese hombre.

Sin cederle el placer del verla flaquear le aguanto la mirada en todo momento a aquel despreciable ser que se había atrevido a arrebatarle lo que ella mas amaba.

El se había quedado estático, su pulso infame cada vez temblaba más, Marinette por un momento vio la duda en unos ojos que se clareaban por momentos.

- Pe...pe... - sus palabras se entrecortaban saliendo de su boca como infantiles balbuceos - Pe...¡perdóname!.

Los ojos de Marinette se abrieron de más horrorizada al ver como el cuchillo se lanzaba hacia ella a gran velocidad y en el último momento el brazo atacante daba un giro enterrando la afilada hoja en el centro de su propio pecho.

- ¡ADRIEN!


(1) - El que está al mando.