Regina entró a su habitación como alma que llevaba el diablo aventando la puerta que se cerró de un portazo y empezó a pasearse furiosa por el lugar.

Tenía unas ganas inmensas de ir con Snow a reclamarle el haberse atrevido a enviar a su lacaya a amenazarla de esa forma y además, estaba muy interesada en saber si el príncipe idiota estaba enterado y consintió que Ruby hiciera eso.

Si de verdad él pensaba dejar que la mataran cuando el bebé naciera.

Por un momento se detuvo ante el pensamiento y entonces sucedió algo que no esperaba: sintió ganas de llorar al pensar en la posibilidad de que David estuviera de acuerdo en eso.

Soltó un reniego y estampó un pie contra el suelo molesta consigo misma.

El embarazo la tenía muy sensible y estaba odiando con todas sus fuerzas el ponerse así de sentimental por cosas que normalmente la llenarían de sed de venganza y no de lágrimas. ¿A ella qué le importaba si el pastor inmundo quería matarla, si quería encerrarla o mandarla de nuevo al exilio? Lo que él hiciera o dejara de hacer no tenía por qué afectarla emocionalmente.

Apretó los labios mientras ponía ambas manos en su cintura y volteaba hacia arriba buscando calmarse. Respiró un par de veces, bajó la cabeza y concentró la mirada en su apenas notable vientre

- Te amo pedacito bello, pero no es gracioso - le dijo a su bebé y entonces, se llenó de un sentimiento hermoso que nunca antes había experimentado porque era la primera vez que hablaba con ese pequeño ser que crecía en su vientre, que le había cambiado la vida por completo y por el cual lo estaba arriesgando todo.

Llevó la mano derecha hasta ese lugar en su propio cuerpo y empezó a acariciar la diminuta lomita mientras retomaba su andar, pero ahora a un ritmo calmado que logró tranquilizarla.


Granny estaba tejiendo tranquilamente en la alcoba que compartía con su nieta cuando ésta entró

- ¿Qué hiciste ahora? - preguntó sin siquiera voltear a verla. La conocía muy bien y sabía cuando la joven lobo se metía en algo

- Quizá algo que no debía - habló molesta consigo misma. Volteó a ver a su abuela quien ya la miraba por arriba de las grandes gafas - Amenace a Regina con matarla cuando nazca el bebé - confesó de golpe. Sabía que no tenía caso mentirle a su abuela

- ¡Ruby! - le llamó molesta

- Ya sé, ya sé - le dijo con un poco de histeria porque sabía que Granny le daría un sermón

- No me agrada esa mujer y no estoy contenta con lo que está sucediendo, pero me parece reprobable lo que has hecho - la reprendió - Si David se entera se va a molestar y causaras un conflicto entre él y Snow - le dijo - Además, Regina es una mujer embarazada y no está bien que le digas esas cosas en su estado - la regañó está vez

- ¿Te preocupas por sus sentimientos? - preguntó sorprendida

- Sí, porque su estado anímico afecta al bebé que es un ser inocente - explicó su sentir sin dejar de mirar a su nieta con severidad.

Ruby se mordió el labio inferior en conflicto al pensar en ello y se sentó en la cama

- ¿Crees que el bebé nazca enojadito por eso? - preguntó con genuina curiosidad causando que su abuela no pudiera evitar reír.


Regina estuvo toda la noche pensando en lo que planeaba hacer. No estaba convencida, pero no veía otra forma de conseguir irse de ahí un día con todo y su bebé, y si era con su pedacito bello en el vientre aún, mucho mejor.

Miró hacia la ventana segura de que la hora se aproximaba. Estaba ataviada en uno de sus elegantes vestidos entallados. Era de color azul muy oscuro, casi negro, llevaba zapatillas altas, el cabello recogido en un elegante moño y un suave, pero muy refinado maquillaje.

Los suaves golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos causando un sobresalto en ella

- Soy David, dejaré aquí el desayuno - anunció amablemente el Rey como ya era su costumbre. Lo oyó carraspear, sabiendo que a continuación haría el intento por acompañarla, como siempre - Si gustas… -

- Pasa - ordenó Regina interrumpiéndolo, al tiempo que tomaba una pose altiva.

Vio la puerta abrirse, al pastor asomándose primero y después entrando con la bandeja del desayuno. Caminó hasta la mesa y ahí la dejó.

Se volvió hacia ella que le tenía clavada la mirada y por primera vez en mucho tiempo se sintió un tanto intimidado. Regina era extremadamente bella. Era muy elegante y sensual. Las veces que le había visto en batalla contra ellos siempre la vio majestuosa, poderosa y soberana.

Inalcanzable.

Hasta que por azares del destino y la insistencia de Azul se vio escoltándola hasta el Castillo Oscuro y terminaron follando en medio del bosque encantado

- ¿Te vas a quedar ahí nada más como idiota? - preguntó Regina sacándolo de sus pensamientos.

Sacudió un poco la cabeza volviendo en sí y se encontró con que la reina tenía la bella nariz arrugada y le miraba con algo de desprecio. Hasta podría decir que se veía linda haciendo ese gesto y con ese maquillaje tan sutil y natural.

La admiró lo más discreto que pudo de pies a cabeza notando los altos tacones, el entalladísimo vestido, la diminuta curvatura en el vientre y el elegante peinado

- ¿Y bien? - presionó algo exasperada por la lentitud del pastor

- ¿Me permites acompañarte? - se atrevió a preguntar.

No es que estuviera interesado en Regina como mujer, era sólo que quería llevarse lo mejor posible con ella por el bien del bebé que tendrían.

Torció un poco la boca, como deteniéndose a sí misma de rechazarlo y mandarlo fuera de su habitación, pero tenía que ceder aunque fuera un poco si quería ganar esa batalla que se avecinaba

- Por algo te deje pasar, ¿no? - respondió mordaz.

Caminó lo más elegante y sutilmente sensual que le fue posible. Lo hizo más por costumbre que por otra cosa, pero esperaba que esa carta fuera algo a su favor. Mientras se sentaba lo escuchó aclararse la garganta y después se sentó del otro lado de la pequeña mesa. Lo más lejos que podía dada la redondez del mueble.

Sí, sí, sí, le había visto el trasero por accidente. Bueno no, no fue un accidente. Fue algo que no pudo evitar, pero es que verla pasar por enseguida de él de esa forma tan sensual y poder percibir el delicado y delicioso aroma que despedía le hizo voltear para no perdérselo.

Regina empezó a comer a un ritmo calmado y casi tortuoso porque no estaba diciendo nada, ni siquiera volteaba a verlo y eso le ponía ansioso. No estaba seguro de cómo debía empezar para entablar una conversación con ella, pero de lo que sí estaba seguro era que había algo que debía hacer sí o sí.

Aguardó un poco más pues estaba seguro que lo que diría le quitaría las ganas de seguir comiendo y él no quería que por su culpa no se alimentara bien. Realmente le preocupaba, por el embarazo. Además, no le pasaba desapercibido que la reina estaba disfrutando de los alimentos aunque trataba de disimularlo

- ¿Ya no tienes malestares? - preguntó, cayendo en cuenta que las últimas veces no había visto más que el cansancio aquejándola. Regina sólo torció los ojos y siguió comiendo. Se esperó otro tanto sintiéndose ansioso hasta que ya no pudo aguantar. Tenía que decírselo - Lamento mucho lo de tu padre - dijo sabiendo bien que esa platica podría ir muy mal, pero necesitaba que la reina supiera que matar al príncipe Henry jamás fue la intención

- Cállate - ordenó arrojando el tenedor sobre el plato. Sintió la sangre hervirle por el cuerpo

- De verdad lo siento - se apresuró a decir. Regina le aventó la servilleta al pecho y se paró de la mesa.

Estaba segura que si seguía hablando rompería en llanto y no quería volver a mostrarse vulnerable ante él, pero era tanto el dolor y el sentimiento que no estaba segura de poderse contener. Quería gritarle, culparlo y hacer que se arrepintiera verdaderamente por el asesinato de su padre

- Los guardias tenían órdenes de no hacerle daño - aseguró mientras se ponía de pie al igual que ella

- ¡¿Entonces por qué está muerto?! - le preguntó con el bello rostro contraído en una mueca de furia y los ojos vidriosos, llenos de lágrimas de dolor, de coraje y de rabia

- Porque entró a la lucha defendiéndote - le contó y entonces, Regina se le fue encima tomándole por sorpresa

- ¡Te odio! - comenzó a decirle mientras le golpeaba repetidas veces el amplio pecho con todas sus fuerzas - ¡A ti y a la estúpida de Snow! - gritó.

David permitió que Regina se desahogara y desquitara un poco golpeándole. No le dolía como tal porque en realidad ella no era muy fuerte, aunque tampoco podía decir que no sentía nada.

La sujetó de las manos con las suyas después de unos momentos y la reina volteó a verle, fijando la mirada vidriosa en la suya. Fueron apenas un par de segundos donde no hubo nada más que dolor reflejado en el bello rostro de Regina y David fue incapaz de contenerse.

La envolvió entre sus brazos y ella se quedó quieta.

Le tomó por sorpresa que el Rey la abrazara y era difícil describir lo que sentía. Por un lado quería seguir golpeándolo hasta cansarse, pero por otro el sentimiento de sentirse abrazada y el saber que su padre había muerto luchando por ella la hacían querer soltarse a llorar ahí mismo. Pero orgullosa como era, no se permitió a sí misma dar semejante espectáculo. Al menos no otra vez

- Le dimos debida sepultura - informó mientras le acariciaba sutilmente la espalda. Esperaba que eso le diera algo de calma y la tranquilizara aunque sabía que era lo menos que podían hacer después de lo que sucedió a consecuencia de la decisión de detener a Regina.

Sintió su alma descansar cuando lo escuchó. Todo ese tiempo estuvo pensando que se deshicieron del cuerpo de su padre sin que les importara un poco. Sorbió su nariz percibiendo el olor del Rey y se atrevió a inhalar profundo porque le agradó.

Era una total ironía, que los brazos de David eran los únicos que le habían brindado consuelo desde que toda esa pesadilla comenzó.

Mordió su labio inferior como en conflicto. Las ganas de llorar seguían ahí, atoradas en su garganta amenazando con desbordarse en cualquier momento. Así que se separó de él pasándole por un lado.

Se quedó ahí en medio dándole la espalda pensando que debía correrlo antes de que hiciera esa pregunta que no quería hacerle porque se suponía que no le importaba, pero sentía algo, como una sensación de arrebato que no podía controlar

- ¿Piensan matarme también? - preguntó girando su cabeza hacia un lado para poderle mirar desde esa posición

- ¿Qué? - preguntó extrañado - Por supuesto que no - aclaró, pero no se atrevió a acercarse. No quería incomodarla de ninguna forma. La había abrazado y entendía que eso ya era mucho atrevimiento de su parte - ¿Por qué lo preguntas? - preguntó ahora él con sospecha.

Sería muy fácil decirle lo que sucedió con Ruby, pero no se imaginaba una escena donde ella causara un conflicto serio entre el Príncipe Encantador y Snow White. No estaba interesada en ello y no iba a darle importancia a las acciones de caperucita.

Ya recuperaría su magia y entonces sí se la cobraría a todos…

- ¿Alguien te dijo algo? - presionó. No sabía si quería o no saber que Snow estuviera amenazando a Regina con algo así cuando se suponía que había un trato - Porque si alguien se atrevió a… - no siguió hablando porque escuchó una ligera risa.

La reina giró sobre sus talones para encararlo

- ¿No me digas que vas a pelearte con todos por mí? - esta vez se rio con más ganas y con tono burlesco - Ya deja de mentirte a ti mismo, pastor. Admite que te estás complicando demasiado la vida haciendo esto - le sonrió con superioridad.

Sí, admitía que le gustaba ese pequeño juego de hacerles ver que no iban a ganar tan fácil. Que no importaba que la hubieran dejado sin magia, que la tuvieran ahí como una especie de prisionera y más adelante pensaran en quitarle a su bebé. Era ella quien seguía moviendo todo lo que hacían. Sus vidas seguían girando alrededor de ella.

David apretó las manos en puños y un poco la mandíbula con impotencia al escucharla

- ¿Y qué hago? ¿Te dejo libre para que cualquier persona te mate? ¿Para que te vayas lejos y nunca pueda conocer a mi hijo o para que lances la maldición? ¿Puedo confiar en ti? - lanzó todas esas preguntas para que Regina se diera cuenta que las cosas tampoco eran tan fácil como ella las pensaba. ¿Qué hubiera pasado con el asunto de la maldición si no van por ella?

La mente de la reina le gritaba que le dijera que sí y que después se encargara de convencerlo de que así sería. Podía llevarlo fácilmente a la cama y poco a poco ganarse su confianza. Después de todo, sabía bien que David la deseaba y no necesitaba ser adivina para ver que su relación con la tonta princesa no era la mejor en ese aspecto dadas las obvias circunstancias.

Pero su orgullo podía mucho más. No era y nunca jamás volvería a ser la misma joven complaciente que debía decir sí a todo y no oponerse. Quería que David tuviera muy en claro que nunca estarían bien, que no podrían llegar a un acuerdo y eso significaba que por nada del mundo les iba a dejar a su bebé.

Caminó hacia él y se detuvo justo cuando lo tuvo a un paso. Lo vio tragar saliva y mirarle hacia abajo. Alargó la mano, tomándole de la mandíbula y se alzó de puntitas

- No - pronunció la palabra con firmeza sobre los labios del Rey. Le dio un par de palmaditas en la mejilla izquierda y se hizo hacia atrás para poderle mirar a los ojos

- Bien - se tuvo que tragar su propio orgullo. Estaba seguro que su corazón se detuvo al menos un segundo cuando pensó que Regina lo besaría, pero como era de esperarse, sólo se burló de él - Al menos ya sabes por qué estás y permanecerás aquí - se dio la vuelta y salió de la habitación.

La reina inhaló profundo y soltó el aire largamente sintiéndose algo contrariada, aunque se suponía debía sentirse feliz porque vaya que el Rey se fue perturbado. El problema es que no sentía la acostumbrada satisfacción inundar su cuerpo, más bien había como un sentimiento agridulce.

Había algo de tristeza reflejada en la mirada azul y profunda de David, como un sentimiento de melancolía que le contagió el corazón. Sin mencionar, que no pudo hacer lo que realmente había planeado.

Se recostó en su cama volteando hacia arriba mientras se convencía que todo se debía al embarazo que la tenía sensible. Limpió la lágrima que resbaló por una de sus mejillas y se acurrucó sobre las finas cobijas.


- Soy un idiota - David entró enojado al salón de asuntos reales creyendo que estaba solo

- ¿Y Regina? - preguntó Azul al verlo entrar

- Perfecto - murmuró entre dientes al darse cuenta que estaba equivocado - No creo que venga - comentó dejándose caer con pesadumbre en el sillón más amplio del lugar. El mismo en el que Regina solía quedarse dormida. Dio un largo suspiro

- Discutiste con ella - afirmó el hada y él volvió la mirada hacia ella entornando los ojos con sospecha

- ¿Cómo sabes? - preguntó

- Intuición - respondió con naturalidad - Dale tiempo - comenzó a decirle - Regina es una mujer muy desconfiada y no se le puede culpar por ello - explicó caminando hacia él

- Dudo mucho que sea cuestión de tiempo - dijo sarcástico

- El embarazo la está haciendo cambiar - aseguró Azul con total confianza

- No lo sé - negó un poco con la cabeza sintiéndose escéptico ante el comentario del hada suprema, aunque sabía que eso era una mentira y que ella tenía razón.

La reina le permitió abrazarla y consolarla un poco. Quizá no le regresó el abrazo, pero tampoco le apartó con brusquedad ni amenazó con arrancarle las manos si volvía a tocarla. Lo estaba negando sólo porque estaba muy molesto porque Regina jugó un poco con él cuando todo lo que quiso hacer fue ofrecerle sus sinceras disculpas por lo del príncipe Henry

- Sólo piénsalo. Te dejó entrar a la habitación - le alentó el hada y le sonrió cuando David volteó a verle sorprendido.

Abrió la boca dispuesto a preguntarle cómo lo sabía, aunque no era ningún secreto para Azul que todos los días, cada vez que le llevaba los alimentos trataba que Regina aceptara su compañía.

Pero no pudo preguntar porque Snow irrumpió en el salón con expresión angustiada

- Siento mucho lo que Ruby hizo - comenzó a decir descolocando a David. Acaba de tener una conversación con la joven lobo donde ésta le contó lo que había hecho el día anterior y estaba segura que Regina ya le había dicho al Rey lo sucedido

- ¿Qué hizo? - preguntó poniéndose de pie, encarando a la que era su esposa. Snow ya tenía cinco meses de embarazo y su vientre era muy notorio

- ¿Cómo? - preguntó - ¿Ella no te lo ha dicho? - estaba muy extrañada

- ¿Quién? ¿Qué cosa? - preguntó con insistencia no entendiendo nada

- No, nada - trató de evadir la situación, aunque sabía era un intento inútil

- Habla - exigió el Rey

- Ruby le dijo a Regina que la mataría cuando nazca el bebé - habló muy rápido. Era pésima para guardar secretos. Eran una pesada carga para ella y le era imposible mantenerlos. Lo vio llevarse las manos a la cintura y alzar el rostro - Yo no le dije que lo hiciera - se apresuró a decir.

David entendió de inmediato la pregunta que Regina le había hecho y de dónde había sacado esa idea de que la matarían. Tomó aire profundamente buscando calmarse, sabiendo que Snow decía la verdad. No era una mujer de mentiras. Era muy directa y honesta. Además estaba embarazada y no era justo que le reclamara a ella

- Bien - dijo rodeándola para salir del salón directo a buscar a los aliados del Reino Blanco. Todos ellos le odiaban así que le importaba poco lo que pensaran ya de él.

Los encontró reunidos en el comedor. Azul y Snow llegaron tras suyo

- Si alguno de ustedes se vuelve a acercar a Regina los voy a echar a todos de aquí - les amenazó y no esperó a que alguien dijera algo. Simplemente se dio la vuelta y se fue de ahí, donde sabía no era ya bien recibido

- Hablaré con él - aseguró la Reina, tratando de suavizar la situación mientras Ruby bajaba la cabeza, sabiendo que todo eso se debía a lo que ella hizo.


Pasaron unos días en los que Regina decidió no atender absolutamente nada de los asuntos reales. Salía a pasear al jardín, iba a la biblioteca y regresaba a su habitación con algunos libros que decidió leer para no aburrirse. David estuvo tratando que le recibiera para hacerle compañía, pero la reina le rechazó en cada uno de los intentos.

El Rey se llenaba de ansiedad al pensar en que Regina estaba sola pasando por un momento tan importante como era un embarazo. No era indiferente al hecho de que Snow estaba rodeada de atención, cariño, apoyo y la reina no.

Ese día, fue un poco especial, Snow había sentido al bebé por primera vez y estaban todos muy emocionados por ello. La vio en el jardín principal, rodeada por los aliados que se mostraban muy entusiasmados con la futura llegada de ese bebé.

Y no pudo evitar sentir una punzada en el corazón al verse fuera del entusiasmo por ese hijo. Snow no le compartía ya lo que pasaba con el embarazo, aunque desde un principio no fue muy comunicativa al respecto, pero ahora era como si él no tuviera importancia.

Esperó hasta que algunos se retiraron y encontró la oportunidad de hablar con su esposa

- Déjanos un momento, Ruby - pidió a su amiga quien ni siquiera se dignó a ver al Rey. Asintió, se puso de pie y se fue

- Escuché que sentiste al bebé - habló con suavidad y la vio asentir entusiasmada

- Sí - afirmó - Pero ahorita no se está moviendo - informó antes de que David quisiera tocarle el vientre porque si no se estaba moviendo no veía la razón para que lo hiciera.

Se sentó enseguida de ella y puso una mano donde estaba uno de sus futuros hijos. Sintió a la Reina acomodarse, como si su acción la hubiese incomodado, como siempre

- ¿Has pensando en algún nombre? - le preguntó siendo incapaz de contener su interés por ese bebé que no tenía la culpa de nada y al cual amaba aunque sus sentimientos por Snow no fueran ya los mismos. No sabía si la había dejado de amar en realidad, pero sabía bien que ya no era igual

- Un par - respondió y se levantó de inmediato, quería evitar que le preguntara por el sexo del bebé porque seguía firme en que no se lo diría - Necesito descansar - se excusó y se retiró dejándolo solo.

David tomó aire muy, muy profundamente hasta que sintió sus pulmones llenos y después soltó el aire lo más lento que le fue posible. Sabía que ese comportamiento tan evasivo de Snow era una mezcla del embarazo y su grave falta, pero se sentía herido por no ser tomado en cuenta como el padre de ese bebé que nacería en poco menos de cuatro meses.


La mañana siguiente Regina despertó con ánimos otra vez. Durante esos días en los que decidió no atender nada de los asuntos reales se permitió llorarle a su padre y se llenó también de alegría y emoción por su bebé al que comenzaba a hablarle con regularidad

- Lamento que tu padre sea un idiota - le dijo mientras se miraba al espejo, inspeccionando su aspecto después de vestirse - Al menos es guapo - puso ambas manos en su vientre - Así que, sin duda alguna, serás hermoso, pedacito bello - acarició ese punto con amor - Sólo espero heredes mi inteligencia - torció un poco la boca al decir eso y no fue capaz de contener la risa que su propio comentario le causó.

Lo único bueno que veía de todo eso es que el padre de su bebé era un hombre bueno, aunque le pesara admitirlo. Y esperaba que eso compensara un poco todo el mal que ella había causado y que su bebé no pagara las consecuencias de sus malas acciones

- El hijo de un héroe y una villana - sonrió con ironía - Serás toda una leyenda - el sólo imaginarse a su bebé le llenaba de amor y emoción.

Los conocidos golpes suaves en la puerta interrumpieron su enajenación

- Pasa - ordenó antes de que David emitiera alguna palabra

- Buenos días - saludó con ligera alegría porque al fin, después de varios días, Regina le permitía la entrada nuevamente. Se apresuró a dejar la bandeja sobre la mesa y la reina, que estaba ataviada en un elegante vestido azul rey que estaba tan entallado que su pequeño vientre se veía con claridad, se sentó enseguida.

Llevaba el largo cabello en un medio recogido que le caía en ondas perfectas sobre la espalda.

Si las circunstancias fueran otras, quizá tiempo atrás, podría decir que estar con ella así en un lugar íntimo, era una de sus fantasías. Ni hablar de cuando Regina se quiso acercar con claras intenciones cuando lo tuvo prisionero en las celdas del Castillo Oscuro. De haber sido otras las circunstancias no la habría rechazado

- ¿Estás bien? - sí, era la típica pregunta, pero no veía de qué forma comenzar a conversar con ella

- Mucho - aseguró mientras degustaba la comida que estaba deliciosa. Era tan buena que hasta le parecía placentero. Se extrañó un poco cuando por reflejo apretó su intimidad

- Me alegro - le dedicó una sonrisa pequeña que estaba seguro ella ni siquiera vio porque estaba muy concentrada en la comida

- ¿El reino sigue en pie? - preguntó Regina y le miró un tanto divertida mientras masticaba

- Se ha mantenido sereno - informó.

Desde luego no fue ninguna sorpresa para la reina. Estaba tan al día que sólo una situación apremiante podría haber hecho que corrieran a buscar su ayuda. Una que desde luego hubiera negado simplemente porque en esos días no le apeteció hacer nada más que ocuparse de sí misma

- No será por mucho tiempo - comentó llevando más alimento a su boca y se impidió a sí misma soltar un gemido ante el delicioso sabor

- ¿Por qué? - preguntó David un poco temeroso

- Porque estar encerrado en el Castillo resolviendo asuntos importantes no es todo lo que hace un Rey. Ustedes deberían estar haciendo diligencias en el pueblo - comentó y al verlo con una expresión confusa que denotaba no sabía nada, absolutamente nada de ello, habló - No me extraña que Snow no sepa nada. Es una inútil - torció los ojos, se recargó en su asiento y se cruzó de brazos

- Sí, no estoy enterado - habló entre dientes porque sentía que Regina buscaba burlarse de él

- Ustedes deben ir al pueblo, como la perfecta y maravillosa pareja de Reyes que son, y hablar con los campesinos para conocer sus necesidades y atenderlas - le explicó. Alargó la mano para tomar el jugo que era una revoltura de naranja con zanahoria que le parecía exquisito.

Obviamente el comentario le incomodo al Rey

- Veré que puedo hacer - comentó pensativo. El ir y visitar aldeas sonaba como algo que podía durar horas o hasta días. Estaba casi seguro que Snow se negaría a ir por el embarazo así que tendría que ir solo, y eso significaba que tendría que dejar a Regina sola con todos ellos

- ¿Dónde está Graham? - preguntó la reina. Era su oportunidad y no la dejaría pasar

- Por ahí - respondió restando importancia a la pregunta, pero sobre todo, tratando de desviar la atención de Regina de alguien más

- ¿Por qué no lo he vuelto a ver? - preguntó de nuevo. En sus trayectos por el Castillo había visto a varios guardias, pero no a él

- ¿Por qué estás tan interesada en Graham? - preguntó cruzándose de brazos ahora él, mirándola con el ceño fruncido

- Porque él puede defenderme - aseguró Regina bebiendo un poco de su jugo notando la molestia en el Rey

- Yo lo puedo hacer - aseguró ahora él sintiendo una extraña sensación de rabia trepando por su cuerpo. No le gustaba la insistencia y la confianza que al parecer la reina le tenía al cazador

- Oh, por favor. Tú no matarías por mí, encantador - se rio divertida

- No me conoces - aseguró poniéndose de pie - Te sorprenderías de lo que estoy dispuesto a hacer por ti -

Se dio la vuelta y salió de la habitación dejando a la reina con esa extraña afirmación rondando por su mente.


Minutos más tarde Regina se trasladó hasta el salón de asuntos reales y se dispuso a trabajar. La verdad era que no le incomodaba del todo hacer esa labor. El tiempo en el que tuvo el reino a su cargo le había tomado gusto a hacer estrategias para su propio bienestar. Era como un simple juego de ajedrez donde debías conocer las piezas, pero sobre todo, saber moverlas.

De pronto se detuvo un tanto extrañada al notar que se sentía demasiado apretada en el área del vientre. Al parecer, su bebé estaba creciendo, ocupando mucho más espacio del habitual y eso significa que ella estaba muy próxima a quedarse sin ropa por lo mismo.

Metió la pluma en el tintero y la llevó hasta el papel donde comenzó a redactar con fluidez mientras trataba de no pensar en lo último que le dijo David.


El Rey estaba algo molesto y preocupado a la vez.

Bastante preocupado por el asunto de las diligencias que llevaban más de cinco meses sin ser atendidas y molesto por la insistencia que mostró Regina con el asunto del cazador.

Sabía que debía restarle importancia, pero ellos se conocían y Graham fácilmente podía sustituirlo a él para hacerle compañía a la reina y no quería, bajo ninguna circunstancia, perderse también de ese embarazo. Aunque entendía que no estaba en posición de exigir nada y que si Regina no le quería cerca él lo iba a respetar, pero tenía la esperanza de que las cosas fueran distintas con ella a como estaban siendo con el embarazo de Snow.

Tal como lo esperó, la Reina no sabía nada de las diligencias. Por el contrario le contó que, cuando su padre vivía, ella sólo se dedicó a pasear con él por los reinos, visitando monarcas y asistiendo a bailes importantes mientras Regina se hacía cargo del reino en la ausencia del Rey.

Pero para su sorpresa, accedió a ir con él a las diligencias.

Al poco rato, regresó al salón de asuntos reales con toda la intención de que Regina le orientara un poco con ese asunto y, como ya era costumbre, la encontró dormida en el sillón. Esta vez decidió no molestarla.


Regina estaba tomando un baño nocturno. Se sintió acalorada de un momento a otro y decidió que el agua fría podía ayudarla. La polilla azul tenía todo encantado con magia así que cuando ella quería un baño simplemente aparecía la tina llena con el agua a la temperatura ideal.

Cerró los ojos relajándose después del día que tuvo. Había un poco de dificultades con George. Estaba casi segura que el Rey sabía que ella estaba detrás de las respuestas que le estaban dando y amenazaba sutilmente con hacer algo al respecto si era así.

Lo cual, en palabras simples, significaba que podía aliarse con otros reinos para tomar el Reino Blanco bajo el argumento de que los Reyes no estaban fungiendo como tal y que tenían al mando a la Reina Malvada, lo que se podía ver como traición. También se corría el riesgo de que el mismo pueblo del reino supiera y les derrocara por la misma razón: alta traición.

Era algo de lo que estaba segura los dos idiotas no tenían idea y algo que ella trataría de evitar a toda costa porque sabía bien que lo primero que todos pedirían sería su cabeza y no se iba a arriesgar. Por ese lado estaban seguros y ni siquiera estaban enterados. Aunque casi podría jurar que Azul sí lo sabía.

Inhaló profundo y soltó el aire decidiendo olvidarse de todo eso por un momento. Sus manos acariciaban su propio vientre cuando de pronto sintió la necesidad en su intimidad. Era una sensación ligera, pero estaba ahí y no quería que se fuera.

Bajó la mano derecha hacia el sur de su cuerpo encontrándose con su sexo que acarició un par de veces a lo largo y después internó un poco dos de sus dedos por entremedio de los pliegues. Los subió encontrándose con su clítoris y lo masajeó. La sensación electrizante se dejó sentir por su cuerpo al instante y siguió, trazando círculos, moviendo de arriba hacia abajo mientras su mano izquierda viajaba a uno de sus senos y lo apretaba un poco.

Tenía las piernas dobladas y las acomodó mejor para abrirlas más. Jugó con su propio pezón y se decidió a meter uno de sus finos dedos. Lo sacó y lo metió de nuevo un par de veces, después lo curvó para golpear con precisión ese punto especial dentro de ella y empezó a mover sus caderas subiendo de intensidad poco a poco, al ritmo en el que sentía que su orgasmo se avecinaba. Cambió de pezón y se esmeró en que su palma estimulara su sensible clítoris y de pronto, imaginó a David entre sus piernas, metiéndole dos dedos, chupándole el clítoris, mordisqueando sus pezones, jugando con ellos en la boca.

Se alzó de pronto quedando casi sentada en su totalidad, con el cuerpo totalmente tenso, temblando apenas

- Oh, oh… - soltó con un hilo de voz mientras alcanzaba uno de los orgasmos más maravillosos que se había dado ella misma en su vida con la imagen del apuesto rubio en su mente.


Al día siguiente Regina estuvo lista muy temprano. Para su fortuna sus vestidos estaban ahora un poquito agrandados, lo suficiente para no causarle molestias y por supuesto sabía era obra de Azul. Aguardó paciente por la aparición del Rey que no se hizo esperar, pero para su decepción sólo informó que dejaría la bandeja afuera y se retiró sin intentar hacerle compañía.

Un tanto extrañada sin querer admitir que estaba decepcionada abrió la puerta y nuevamente la bandeja entró volando hasta colocarse sobre la mesa. Cerró la puerta, caminó con fastidio y se sentó a comer.


Una hora más tarde entró al salón de asuntos reales y se sorprendió de encontrar al Rey ahí, sentado en la silla frente al escritorio que ella ocupaba. Caminó elegantemente y se sentó en su lugar.

David la miró y sonrió. Regina se veía muy bella esa mañana. Tenía un brillo especial en el semblante y claramente se la pudo imaginar con el vientre grande, luciendo radiante. Estaba seguro que se vería así

- Necesito que, por favor, nos orientes con las diligencias - expuso ante ella.

La reina disimuló su alivio al escucharlo porque estaba segura que no faltaba mucho para que los campesinos mostraran su descontento ante la forma de gobierno que estaban llevando

- No quiero tratar con ella - aclaró antes de cualquier cosa. Por nada del mundo iba a ponerse a enseñarle a la inútil princesa sobre cómo llevar el reino o dirigirse a él. Nunca le interesó cuando fue su oportunidad y ahora a ella no le apetecía ayudarla, al menos no tan directamente

- Está bien - accedió complaciente

- Si saben cómo dirigirse a la gente no tendrán problemas - comenzó a explicar - Sólo irán, dialogaran con ellos, dejarán que les expongan sus necesidades y asegurarán que harán algo si está en sus manos - aclaró, porque no quería que anduvieran prometiendo imposibles con el tonto cuento de que todo era posible con fe, amor, corazones, unicornios y arcoíris

- ¿Cómo sabremos eso? - preguntó curioso y la vio torcer los ojos al tiempo que soltaba un pequeño gruñido denotando fastidio

- Les dicen que revisarán. Vendrás conmigo y te diré si es posible - ofreció con tal de que ya se fuera y comenzara con esa labor necesaria para el buen funcionamiento del reino. Lo vio asentir sin debatir nada y eso le gustó - Dile a Snow que sus discursos de esperanza y fe no le servirán más que un par de veces. Se necesita mucho más que buenas intenciones y deseos para ser una verdadera Reina - habló con superioridad y enarcó una de sus cejas con elegancia. Le sorprendió verlo soltar una ligera risa ante su comentario y para acrecentar su sorpresa, le gustó.

Le gustó verlo divertirse por algo que ella dijo y por primera vez, se admitió a sí misma que la compañía de David no era tan mala después de todo

- Se lo haré saber - dijo con una amplia sonrisa. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia la salida

- ¿Pensaste en lo de Graham? - se aventuró a preguntar antes de que abandonara el salón

- No - respondió sin voltear y cerró la puerta tras de sí.


En cuanto supo que David abandonó el Castillo, Regina decidió ir en búsqueda del cazador y también decidió que lo encontraría por su cuenta puesto que no quería dirigirle la palabra a nadie.

Se encontró con un par de enanos que sólo la miraron atónitos, pero no dijeron ni media palabra lo cual la reina agradeció. Siguió andando hasta que llegó a las puertas principales del Palacio y ahí sí fue donde la detuvieron los caballeros que custodiaban

- A un lado - ordenó la reina con firmeza

- Tenemos órdenes de no dejarla salir - argumentó uno de ellos

- Me importa un demonio quién les ordenó que. ¡Quiero salir! - exigió energética

- No - dijo otro de los guardias que colocó su mano sobre la funda de su espada, listo para desenvainarla, aunque lo hacía sólo para asustarla. De ninguna forma se atrevería a atentar contra ella. No tenía magia y estaba embarazada, así que no le parecía amenazante en lo más mínimo

- Ni siquiera lo pienses - dijo el que habló primero - El Rey te cortará la cabeza si llegas a tocarla - le aseguró y el otro quitó rápido la mano del mango de la espada.

Regina se sorprendió y sintió una extraña sensación agradable al escuchar eso. Le hacía sentir bien que David se preocupara a ese grado, saber que efectivamente estuviera dispuesto a matar por ella

- Aléjense de ella - Graham entró con su espada en alto.

Uno de los guardias de afuera corrió a buscarlo en cuanto la vio pues sabía que el cazador la conocía y que podía hacerla desistir de salir del Castillo. Tenía miedo de que tuvieran que detenerla a la fuerza, estaba seguro que eso saldría muy mal

- Vuelve a tu habitación - pidió el cazador y para su sorpresa, Regina le propuso algo

- Ven conmigo - susurró comenzando a caminar de vuelta hacia el interior del palacio. Graham la alcanzó en dos zancadas largas

- David no me quiere cerca de ti - le informó por si acaso no estaba enterada

- David no es el dueño de mi vida - dijo con tono de fastidio. Llegaron hasta unos corredores donde no se visualizaba a nadie

- Regina, esta no es una buena idea - comentó, creyendo que la reina trataría de seducirlo como era su costumbre

- Necesito que me ayudes - le dijo directa y sin rodeos.

Graham abrió los ojos grandes ante la propuesta

- No - respondió de inmediato - Le jure lealtad a Snow y al reino - explicó y la escuchó reír

- Ay, por favor - se burló - ¿Acaso el lobo se terminó convirtiendo en oveja? - le habló seductiva y vio los ojos del cazador brillar por un segundo

- ¿Qué quieres? - le preguntó sabiendo bien que terminaría arrepentido.


La diligencia no estuvo tan mal como David la esperaba. No fue perfecta, pero al menos no fue un desastre. La gente les veía con algo de desconfianza por la ausencia de esos meses. Estuvieron muy emocionados porque al fin Snow había tomado el reino, pero la falta de su presencia les había decepcionado casi de inmediato.

Consideraban que era bastante egoísta que estuviera encerrada en el castillo bajo el argumento de que estaba embarazada. Al pueblo le hacía feliz saber del heredero que venía en camino y estaban felices por la Reina y el Rey, pero se sentían un poco abandonados.

Snow se terminó quejando de dolor de espalda y de hinchazón en los pies, así que en cuanto llegaron al Castillo se retiró directamente a descansar. David decidió acompañarla hasta la habitación donde la Reina fue recibida por las lobo y la doncella Johanna que la esperaban alegres y, por lo que alcanzó a escuchar, le darían un masaje en los pies y espalda para aliviar el malestar.

Así que se retiró y fue hasta la habitación de Regina. Era tarde, pero no tanto, así que se atrevió a tocar. Aguardó un poco y no encontró respuesta. Insistió y no hubo cambio, así que decidió entrar encontrando el lugar vacío.

Preocupado se encaminó corriendo hasta el salón de asuntos reales. Abrió la puerta sintiendo el corazón latirle con fuerza en el pecho y soltó el aire contenido con alivio cuando la vio dormida en el sillón.

Caminó hasta ella y, ahora con más confianza, le acarició el cabello mientras veía el bello rostro relajado. Sí, la había extrañado y había estado preocupado todo el tiempo que duró la diligencia pensando en ella, ahí sola, rodeada de personas que le harían daño sin titubeo a la primera oportunidad, aunque confiaba en que Azul no lo permitirá. Aún así se preocupó y le tranquilizaba verla bien.

Regina se despertó de golpe de nuevo, aunque esta vez, se relajó casi de inmediato cuando lo vio. Volvió a cerrar los ojos y soltó el aire largamente

- Puedo llevarte - carraspeó - Si quieres - ofreció con algo de esperanza. No sería problema alguno llevarla en brazos para que no tuviera que caminar

- No soy una inválida - bostezo con elegancia mientras se sentaba - Mañana me cuentas cómo te fue - se puso de pie y salió de ahí sin mirar atrás.


Algo a regañadientes se fue a su habitación. Esperaba tener aunque fuese una pequeña charla con la reina, preguntarle cómo le había ido y contarle un poco de la diligencia, pero ella, no quiso nada.

No debía ponerse así lo sabía, Regina estaba embarazada y le constaba que el cansancio la vencía la mayor parte de las veces, pero es que, tenía ganas de estar un rato con ella y el bebé que gestaba, era todo.

Tomó el libro en turno que tenía y se concentró para olvidarse un poco de sus problemas. Leía a buen ritmo y eso le permitió perderse entre las líneas rápidamente, olvidándose de todo, cuando de pronto, la puerta se abrió.

Alzó la mirada y se enderezó en la cama sin poder creer lo que veía: Era Regina y justo en ese momento cerraba la puerta tras ella sin dejar de mirarle. Seguía vestida y se acercó con porte seductivo hasta él.

Alzó el vestido y se subió a la cama tomando posición sobre su regazo

- No digas nada - susurró sobre sus labios y entonces lo besó con pasión.

David de inmediato la envolvió entre sus brazos y cambió de posición colocándola debajo de él. Las manos de la reina le abrieron los pantalones con urgencia mientras él le arrancaba la ropa interior de un tirón ganándose un quejido que murió en su propia boca dado que se seguían besando

- Estoy ardiendo de deseo por ti, encantador - Regina susurró con ardor al tiempo que restregaba la húmeda intimidad en la entrepierna del Rey.

Joder… Le habría encantado tomarse su tiempo, disfrutar minuciosamente de ese encuentro, pero entendía que debía ser algo breve dada la urgencia con la que la reina le acariciaba y le urgía a hundirse en ella.

Tanteó la entrada de Regina un poco encontrándola mojada así que se aventuró a introducir un dedo sin encontrar resistencia. Por el contrario, ella movió las caderas alentándole a seguir. Metió otro y ella se arqueó un poco, pero no dejó de mover las caderas y pronto se relajó.

Era maravillosa la forma en que sus dedos se podían deslizar con facilidad dentro del caliente sexo que estaba cada vez más mojado y estrecho. Gimió desde el fondo de la garganta cuando las delicadas manos masajearon su miembro, el pulgar acarició la punta de la cual ya brotaba líquido preseminal. Le sacó los dedos y fue ella misma quien colocó todo en posición.

Alzó la mirada para verlo directo a los ojos mientras él empujaba. La vio morderse el labio inferior, seguramente por la presión, pero no desistió, siguió hasta que su cabeza entró y Regina asintió

- Sí, por favor - pidió con voz dulce y eso le hizo adentrarse en ella de forma arrebatada. La reina se estremeció de pies a cabeza y se apretó con fuerza a su alrededor causándole mucho placer - Grande - susurró esa palabra de nuevo, tal como lo hizo en el bosque y eso sólo hizo que David se encendiera más.

Salió de ella y se metió de nuevo con un poquito más de fuerza viendo como la reina se estremecía de nuevo

- ¿Te gusta grande? - le preguntó repitiendo la acción. Ella asintió cerrando los ojos y siseando con ardor mientras empezaba a mover las perfectas caderas en sincronía con él.

Era maravilloso poder sentir ahora las manos de Regina sobre su ardiente piel, acariciando y rasguñando a su antojo mientras se esmeraba en penetrarla con largas y profundas estocadas que la tuvieron en un segundo gritando de placer.

No se le olvidaba que estaba embarazada y estaba teniendo extremo cuidado en no ejercer ningún tipo de presión sobre la casi imperceptible pancita donde crecía el hijo que tendrían juntos

- Dioooos, estás tan estrecha - gimió gustoso, casi delirando por el placer. Sentía su miembro hincharse más, estaba a punto de eyacular y el hecho de que las suaves paredes de la reina se estuvieran estrechando a su alrededor dificultando un poco sus movimientos amenazaba con hacerle perder la cordura

- Vente dentro - pidió abrazándose a su cuello, pegando su frente con la de él mientras sus penetraciones comenzaban a ser erráticas - Qui-quiero que te vengas muy dentro de mí - le pidió mientras gemía dejándole sentir el cálido aliento en el rostro.

Al escucharla, David comenzó a empujarse dentro con más fuerza haciendo que Regina soltara un grito pronunciado con cada embate

- Ah, ah, ah - gemía el Rey sobre los entreabiertos labios de la reina que soltaba los sonidos más hermosos que jamás había escuchado en su vida - Voy a venirme - anunció gruñendo - Oh… ¡Ohhhh! ¡Regina! - gritó el nombre de la reina en cuanto llegó con su miembro hasta lo más profundo de ella.

Abrió los ojos de golpe y la boca mientras el alucinante orgasmo azotaba su cuerpo provocando que se estremeciera de pies a cabeza sobre la cama al tiempo que el libro se deslizaba por un lado suyo y entonces, lo supo: se quedó dormido mientras leía, imaginó ese erótico encuentro con Regina y ahora tenía los pantalones mojados.