Recién había comenzado mi tercer año en Rusia cuando conocí, por primera vez y en persona, al hada rusa — que ahora sé, me golpearía si supiera que alguna vez lo llamé de esa forma —. Fueron sólo unos instantes en que cruzamos nuestros caminos dentro del campus, pero fue suficiente para que captará por completo mi atención.
Para mí fue como ver a un ángel en la tierra. Sus cabellos rubios tan brillantes como la luz del sol, su piel tan blanca y tersa como polvo de nieve, sus ojos tan brillantes como un par de esmeraldas, pero tan duros y burlones como las espinas de un rosal.
Sería poco decir que me obsesioné mucho con él.
Tanto como para buscar hasta dar con su nombre — cosa que no fue muy difícil debido a su fama, y no precisamente de la buena, — reconocer a su familia y poder admirar por un buen tiempo — al menos a través de una pantalla, — el por qué de tan característico apodo.
Resulta que Eleni Plisetskaya quiso que su hijo mayor siguiera sus pasos a temprana edad, así que desde antes que pudiera ponerse en pie por sí solo — y hasta que pudo rebelarse contra sus padres, — Yura fue un conocido modelo de muchas y muy famosas marcas en toda Europa y una pequeña parte de Asia. Por mucho tiempo fue conocido como el "hada rusa" debido a sus rasgos finos y casi perfectos, exhibidos en anuncios colocados de manera estratégica para ser vistos y apreciados por todos lados y por todo el mundo.
Pero jamás, ni en mis más locas fantasías, imaginé que me salvaría de una brutal paliza patrocinada por mi compañero de clases. Mucho menos que a partir de ese momento, sería capaz de pasar la mayor parte de mi tiempo con él.
Claro que desde el inicio supe que yo no era la clase de personas con las que él se relacionaba, y por ello mismo fue más que obvio darme cuenta que yo era solo una relación de beneficio para él. Aunque algo que él ignoraba es que yo también obtenía algo a cambio de esa relación, y eso era el poder pasar tiempo de calidad a su lado, solo nosotros dos. Pues estaba casi seguro que él no se comportaba con los demás de la misma forma que lo hacía conmigo, se notaba relajado, tranquilo, seguro; como si fuera él mismo.
