Capítulo 6: Así debe sentirse
Hubiera imaginado que, teniendo tanto trabajo, no hubiera tenido tiempo de pensarlo. Pero, a pesar de tener que completar tareas atrasadas de Mai hasta horas de la madrugada, no logra dejar de mirar su celular de reojo y espera un mensaje que nunca llega.
Kasumi pierde por completo la esperanza.
Mai ya le había mentido en una ocasión, aquella vez que le aseguró que Maki era alguien débil, y aquello le había servido para continuar convenciéndose de que seguramente el caso de Gojo era igual.
Tristemente, la realidad habla por sí sola y en algún momento deja de esperar ver un mensaje suyo aparecer sobre la pantalla de su móvil y se abstiene de ver su última conexión.
Y le duele.
Miwa lleva días sufriendo aquella ausencia en silencio, avergonzada incluso de haberse prestado a un juego tan obsceno. Por ello, no tiene el valor de contarle absolutamente nada a Mai, no quiere escuchar sus burlas, no quiere humillarse más de lo que ya lo ha hecho.
En medio de la noche sale de su habitación hacia el comedor y se prepara una taza de café para luego terminar la tarea de matemáticas de Mai. Se sirve una taza y se sienta en una de las solitarias mesas de madera contra la pared. Mira superficialmente sus redes sociales, las fotos de algunos de sus antiguos amigos en el instituto al que asistía le llaman la atención. Se sonríe, se ven felices mientras organizan un evento escolar y por un momento hecha de menos su antigua vida.
Pasos lentos rechinan la madera del suelo y Kasumi levanta la vista para ver a Momo entrando, viste un largo pijama y trae el cabello suelto hasta la cintura.
—¿Tampoco podías dormir? —le pregunta asomándose por el marco de la puerta.
—Algo así…
La muchacha llega para prepararse una taza de leche caliente y vuelve para sentarse frente a ella. Frunce el entrecejo tan ligeramente que a penas se nota, mira la taza de café de Miwa y luego alza la vista para ver sus ojos cansados. Kasumi no lo nota, sigue deslizando un dedo sobre la pantalla de su móvil mirando desinteresadamente un montón de fotos.
—¿Sigues esperando que te escriba?
Su repentina pregunta toma a Miwa completamente por sorpresa. Observa su gesto adusto y abre sus ojos cansados sobre ella. Se lo ha dicho con tanta calma que se siente descubierta, abre la boca, pero no logra articular palabra.
—Has estado mirando ese aparato toda la semana, quien sea que sea evidentemente no está interesado.
El corazón de Kasumi se hunde sobre su pecho. Realmente todos se han dado cuenta excepto ella. Su gesto se vuelve angustia.
—Creí que le gustaba… —contesta ella, finalmente dejando salir algo de la amargura que la aqueja.
—Los hombres son una porquería. Siempre te dirán lo que quieres oír para obtener lo que ellos quieren.
—¿Y si no lo obtienen?
Miwa hace esa pregunta con un nudo apretándole la garganta. Se ruboriza súbitamente y evita su mirada, volviendo a sumergirse en su taza de café.
—Al menos conservaste tu dignidad. ¿Hubieras preferido darle lo que quería y que luego te lance una bomba de humo?
—Supongo que no…
La sonrisa forzada de Miwa no parece afectar en lo más mínimo el rostro inexpresivo de Momo.
—¿Estás bien? —le pregunta repentinamente luego de un momento de silencio.
—No estoy segura.
Momo suspira.
—Si te gusta tanto, ¿por qué no pruebas escribirle tú? No debería ser así… Como mujer tú deberías ser quien elija si contestar o no. Pero supongo que no pierdes nada al intentarlo. Solo, tal vez, un poco más de dignidad. Si fuera tú ya lo hubiera bloqueado por hacerme perder el tiempo.
—¿Y si no responde?
—Él se lo pierde.
Por alguna razón, Miwa no siente que Gojo se esté perdiendo la gran cosa. Al contrario, se siente como si ella fuese quien saliera perdiendo más en este asunto y la idea de enviarle un mensaje para saber el porqué de su ausencia le aterra. Teme una respuesta brutal, que la destroce por dentro.
—No tengas miedo, sólo es un chico. La mayoría son tontos y desagradables, no tardarás en encontrar otro igual, o más tonto.
Miwa se sonríe. Momo no sabe cuán alejada de la realidad está. No existe otro Gojo Satoru, ni nadie que se le compare. No hay persona en la tierra que pueda llegarle a los talones.
—Y… si el idiota te lastima. Puedes contar conmigo para maldecirlo.
—¿Lo dices en serio?
—No podemos permitir que un imbécil degrade a las mujeres de este colegio.
El nudo en la garganta de Kasumi se afloja. Le produce cierto alivio escuchar a Momo, su sororidad le acaricia y repentinamente siente que puede respirar con tranquilidad. Sin embargo, no logra soltarse del todo. La verdad es que aún no puede soltar el nombre de la persona que la martiriza. No lo logra pronunciar.
Luego de terminar sus bebidas calientes, hablando sobre las últimas clases y el inicio de la temporada de maldiciones, ambas se retiran a sus dormitorios. Momo a dormir y Miwa a terminar los trabajos atrasados de Mai.
Por la mañana se despierta completamente exhausta. Se quedó dormida sobre su escritorio y se lamenta por el acuerdo en el que se ha metido. Se da una ducha rápida y se viste su uniforme para iniciar su día.
Prácticamente arrastra los pies de clase a clase, no tiene la fuerza de mantener los ojos abiertos durante su última materia ordinaria. Al salir, se topa con Mechamaru y deja caer sus libros, ambos se agachan a recogerlos.
—Miwa, ¿estás bien? —le pregunta la voz mecánica de Mechamaru.
—Perdón, estoy más torpe que de costumbre —se ríe sin darle una respuesta.
Ambos se levantan, él permanece allí como si tuviera la intención de decirle algo. Él también puede notarlo, sabe que algo anda mal, ha estado así desde esa noche que compartió con Gojo Satoru y se lamenta por no haberla acompañado. Su sola presencia podría haber evitado lo que sea que haya sucedido esa noche.
—Miwa —vuelve a decir mientras ella sale apresurada. Kasumi se voltea en medio del corredor—. Nada… no es nada.
Ella se extraña, pero tiene mucho trabajo por delante y no tiene mucho tiempo qué perder si quiere sacarse de encima todo el trabajo que le ha dejado Mai.
Sin embargo, mientras está a solas en su habitación recibe una llamada que interrumpe completamente su jornada.
Cierra la puerta detrás de él y vuelve a arrugar la nariz. Realmente el hedor de esas paredes es insoportable, no duda que alguien debe haber muerto en alguna parte de ese edificio de departamentos. Hay energía maldita comenzando a emanar por doquier… Gojo ya puede comenzar a imaginar los lamentos, los cortes de energía, la gente sofocada, el alto índice de criminalidad, las drogas, la prostitución. Un coctel ideal para crear criaturas retorcidas.
Dentro de poco comenzarán a surgir.
Sale del edificio y mira la pantalla de su móvil. Por alguna razón le extraña que Kasumi no le haya enviado algún mensaje, es lo que las chicas hacen, generalmente.
Ha escrito varias veces en su móvil, pero a medida que pasan los días, un texto se siente terriblemente insuficiente. Decide llamarla, presiona el botón y espera. Por la hora que es asume que ya debe haber terminado sus clases para ese momento, es tarde y el sol se escondió hace al menos una hora y media.
El teléfono suela y repentinamente escucha la voz de Kasumi.
—¿G-Gojo-sensei? —pronuncia ligeramente inquieta.
—¡Kasumi! —le dice en voz alta. Ha estado repitiendo su nombre un par de veces durante la conversación que acaba de tener con Isao para distinguirlos, ya que tienen el mismo apellido—. Perdona la ausencia, he estado algo ocupado. Pero ya estoy libre, me preguntaba qué estabas haciendo.
Kasumi siente el pecho inflándose al escuchar su nombre siendo pronunciado por la voz de Satoru, pero la sensación le dura poco.
—Uhm… —la escucha dudar. Cerca de ella se oyen varias voces y él espera mientras camina por la acera—. Estoy en el hospital —responde ella y Satoru se detiene de inmediato.
—¿Estás bien?
—Sí, yo estoy bien. Es mi hermano… El apéndice. Tuvieron que operarlo, ha estado en el quirófano hace una hora.
—¿Quién te acompaña?
—Nadie, salí apresuradamente y…
—Voy para allá.
—¡N-No! No, no es necesario, por favor no se moleste… Oh… —se aleja del teléfono y luego regresa—. El doctor ha llegado, tengo que irme.
Miwa cuelga el teléfono y Satoru permanece mirando la pantalla. No sabe en qué hospital está y repentinamente comienza a sentirse inquieto. Teclea sobre la pantalla.
'Dime en qué hospital estás'. Le demanda en un texto, pero ella ni siquiera lo ve, debe estar ocupada ahora mismo lidiando con el papeleo hospitalario.
Siente que la cabeza le va a estallar, pero al menos le alivia saber que su hermano ha salido bien de la cirugía. Incluso el muchacho bromea sobre la cicatriz y las mentiras que dirá al respecto de cómo la obtuvo. Dirá que luchó contra un delincuente para salvar una mujer durante un robo, o algo más fantasioso como recibir el corte de una katana. Kano siempre consigue hacerla reír con sus ocurrencias.
Luego de salir del hospital llama a Sochi, quien ya está en casa y la espera. Kano tendrá que pasar una noche en el hospital y si todo sale como esperan, al día siguiente podrá volver a casa y hacer reposo por la menos una semana.
Es tarde, Kasumi mira su reloj mientras viaja a la casa de sus hermanos y recuerda la llamada de Gojo. Revisa superficialmente su móvil y ve un mensaje de él.
'Dime en qué hospital estás'.
Decide contestarle.
'Ya he salido, estoy regresando a casa, mi hermano menor está solo'.
Permanece parada, sosteniéndose de una de las agarraderas del metro. Luego vuelve a guardarlo en su bolsillo. Está sumamente cansada y ni siquiera sabe qué la espera en casa.
Antes de llegar pasa por un pequeño mercado y compra algunas cosas para preparar algo de comer y camina cansada a su destino.
Gira la llave sobre la puerta y al abrir se encuentra con un par de zapatos negros junto a las zapatillas de deporte de Sochi. Inmediatamente se extraña. Escucha la risa de su hermano y cierra la puerta con cautela. Deja las bolsas sobre la entrada y pisa despacio hasta llegar a la sala de estar.
Kasumi está perpleja.
—Qué lindo celular, ¿tiene juegos?
—Sólo algunos, prefiero las consolas para esas cosas.
—¿Tienes una Play Station 5?
—Fui el primero del país en comprarla.
—No te creo.
—¿Me estás llamando mentiroso?... Oh, Kasumi, ya llegaste.
—¿Gojo-sensei? —pregunta incrédula.
—Kasumi tu profesor vino a vernos, ¡mira lo que me trajo!
Sochi se apresura en mostrarle las bolsas de snacks y las gaseosas sobre la mesa. Kasumi camina hacia él.
—Sochi, no debes dejar que desconocidos entren a casa. ¡Te lo he dicho muchas veces!
—Oye, no te molestes con él. Además, le dije que somos amigos. ¿O no lo somos?
Kasumi se siente inquieta y Satoru puede sentirlo de inmediato.
—Hey, Sochi. Tu hermana y yo tenemos cosas de adultos qué conversar. ¿Podrías esperar aquí?
—¿Me prestas tu celular?
—Ten, pero no husmees mucho —contesta entregándole el móvil.
Con el niño satisfecho, sentado en un pequeño sofá con el móvil entre manos, Gojo camina hasta Kasumi y la invita a retirarse hacia la cocina. Miwa tiene un nudo apretado en la garganta, la corbata incluso llega a molestarle. Se siente ligeramente invadida.
—No tenía que hacer esto… —logra decir, tratando de calmarse.
—Dijiste que el niño estaba solo.
—¿Acaso no estaba en Tokyo?
—Tuve que venir por algo urgente, pero terminé rápido. ¿No te alegra verme?
—No es eso… Es que… Mis hermanos son lo más importante para mí. Si Sochi es capaz de abrirle la puerta a cualquier persona que se diga mi amigo, entonces… podría ser peligroso.
—Entiendo… La idea era que estuvieras más tranquila. Pero quizás me extralimite. Lo siento.
—Está bien… Lo perdono.
Miwa mira a través de la banda negra e imagina su hechizante mirada. Su corazón vuelve a reaccionar a su cercanía y desvía la mirada rápidamente. Siente que lo ha perdonado por más de lo que se ha disculpado. La carencia de comunicación durante la última semana ya ni siquiera le molesta.
—Sochi —llama en voz alta—. ¿Qué te parece si ordenamos algo de comer?
—¿Podemos ordenar sushi? —se oye la voz del niño del otro lado de las paredes.
—¡Claro!
—¡N-No! ¡Ya ha hecho demasiado! No podría…
—¿Qué? No puedo decirle a Sochi que no habrá sushi ahora, ¿se lo dirás tu?
—Bueno… supongo que está bien.
—Si lo que quieres es que me marche puedes decírmelo. No voy a ofenderme.
Satoru miente, de hecho, sí le ofendería un nuevo rechazo de su parte. Pero cuando la ve sonreír sabe que ha ganado. Kasumi no va a pedirle que se marche.
—Si va a ordenar sushi lo más correcto es que se quede, se ve que le ha caído bien a Sochi y detestaría verlo triste.
—Sí, no podemos permitir que Sochi esté triste.
La sonrisa de Kasumi se ensancha y en ese momento nota el desorden que hay en la cocina. Abre la boca en un gesto lleno de vergüenza y horror. Los platos sucios apilados uno sobre otro, hoyas, sartenes.
Kasumi suspira, agotada. Satoru se ríe.
—Voy a ponerme algo más cómodo. ¿Podrías quedarte con Sochi mientras ordeno esto?
—Soy bueno en las tareas domésticas.
—Claro, ¿hay algo en lo que no lo seas?
—Matemáticas.
Miwa suelta una risa repentinamente al escucharlo. Su risa es agradable.
—Por favor, ya has hecho mucho.
Gojo camina junto a ella al pasillo y regresa con el muchacho que tiene aún su celular entre las manos. Toma asiento a su lado y lo observa mientras él mira algunos videos en Youtube. Se inclina contra él y ve un muchacho jugando una partida online.
—Tiene muchos seguidores —le comenta Satoru.
—Es mi youtuber favorito —arruga la nariz cuando una notificación salta sobre la pantalla y desliza su dedo sobre ella para quitarla—. Tienes muchos mensajes.
—Déjame ver —dice Gojo y toma el celular.
Unos cuantos matchs en Tinder, una foto de Yuji dibujándole bigotes a Fushiguro mientras duerme, un recordatorio de Ijichi. Luego de revisarlos, prende la televisión y deja a Sochi elegir el canal mientras él hace un pedido de sushi para los tres. Luego se pone de pie al escuchar a Kasumi abrir el grifo de la cocina y regresa sobre sus pasos.
Ella trae puestos unos pantaloncillos cortos que no tardan en hacer efecto sobre la perversa mente de Satoru. Miwa lava los platos con dos guantes de látex. Él camina detrás de ella, mira la camiseta holgada que probablemente es de Kano, su hermano y se siente tentado a tocarle la espalda para desabrocharle el brasier, pero se abstiene. Está seguro de que sería demasiado para ella.
—¿Puedo al menos secar los platos?
La voz de Satoru le roza la oreja y Kasumi se estremece. Intenta verse tranquila, pero el corazón se siente como si estuviera a punto de explotar desde adentro.
—Está bien —contesta ella ligeramente complacida.
Le enternece lo mucho que intenta ayudarla, a pesar de que se siente ligeramente avergonzada.
Satoru toma un paño de uno de los cajones y se para junto a ella, recibe los platos, los seca y los apila sobre la mesada.
—Creí… —comienza Kasumi con la voz en un hilo—, creí que habías perdido el interés.
—Supongo que eso es culpa mía, ¿hay algo que pueda hacer para recompensarte?
Nuevamente Kasumi detecta un mensaje subyacente. Su voz se siente como un ronroneo. Le habla en un tono lo suficientemente bajo como para que Sochi no escuche su conversación y su pregunta logra estremecerla una vez más.
—Ya has hecho suficiente.
—Puedo hacer mucho más.
Un plato se desliza de entre las manos húmedas de Kasumi y cae al suelo. La porcelana blanca estalla entre sus pies y Satoru se agacha inmediatamente y ella siente sus largos dedos tocándole una pierna.
—¿Te lastimaste?
—¡Qué torpe!
Ella da un paso hacia atrás y los dedos largos la dejan ir. Él la mira desde el suelo por un momento y comienza a recoger los pedazos más grandes del plato.
—Creo que no… —balbucea poniéndose en cuclillas para ayudarle—. No me lastimé…
Su presencia es demasiado intimidante, Kasumi no puede siquiera respirar.
—¿Están bien?
La joven voz de Sochi interrumpe la momentánea taquicardia de Kasumi.
—Todo está bien, Sochi. Sólo se nos cayó un plato. Ve a ver la televisión, en unos minutos llegará la comida.
El niño asiente, sigue las órdenes de Gojo y regresa a ver TV. Miwa toma una escoba y barre, colocan todos los pedazos en una bolsa de residuos y terminan de lavar los platos.
Mientras lava los últimos vasos, Kasumi intenta quitar de su rostro un mechón cian de cabello de su rostro. Le molesta, pero tiene los guantes puestos y las manos mojadas. Satoru la observa disimuladamente, sabe que la está poniendo extremadamente nerviosa pero no puede evitar darle una mano. Al sentir los dedos de Gojo acariciando su mejilla, se queda estática. El corazón retumba sobre sus oídos y espera mientras él acomoda el cabello detrás de su oreja.
Otra vez esa sensación, otra vez la felicidad de estar a su lado.
—Kasumi, ¿puedo hacerte una pregunta? —Ella asiente—. ¿Siempre has tenido el cabello de ese color o… cambió en algún momento?
—¿Cambiar?
—Claro, ¿era negro y un día se volvió azul?
—No… creo que siempre ha sido de este color. ¿Por qué lo preguntas?
—Tengo una teoría… Hay muchas cosas que aún no sabemos sobre la energía maldita. Pero creo que eres el primer caso que conozco en el que la energía se haya materializado de esta forma. Kasumi, tu madre podía ver las maldiciones, ¿no es así? Creo que algo terrible debe haberle sucedido mientras estaba embarazada y terminaste absorbiendo todos esos sentimientos negativos.
Miwa termina de limpiar la última hoya y la sostiene entre sus manos.
—Vaya… es un poco indelicado para decir las cosas, ¿verdad Gojo-sensei?
Nuevamente Satoru ve sus labios curvarse en una sonrisa sumamente intencional. Se da cuenta que ha sido inoportuno, rara vez lo nota. Esta vez siente un ligero pinchazo en el pecho, no es lo suficientemente intenso como para hacerlo sentir culpable de lo que acaba de hacer, pero le basta para entender que debe disculparse.
—Lo siento.
—Tiene sentido… —dice luego, alcanzándole la hoya—. Tiene razón, ella también veía las maldiciones, pero aprendimos a ignorarlas con el tiempo.
—Hasta que algún miembro del Colegio se dio cuenta.
—Así es —contesta con ligera nostalgia—. Voy a… colocar algunas cargas de ropa. Estos niños han estado viviendo como…
—Como niños —completa Satoru.
—Sí —Kasumi vuelve a sonreír.
El timbre de la residencia de los niños Miwa suena, Gojo asume que se trata del pedido de sushi que hizo hace un momento y le asegura a Kasumi que preparará la mesa mientras ella termina sus últimos quehaceres.
Sochi salta del sofá y corre hacia la puerta junto a Gojo. Le ayuda a poner la mesa y ambos se sientan para esperar a Kasumi.
—¡Va a enfriarse! ¡Kasumi! —grita el niño con sus hashi entre las manos.
Gojo ha ordenado nigiri, uramaki, kazari, oshi y gunkan, y para acompañar la variedad de sushis salsa teriyaki, ponzu tradicional y miso agridulce. Como de costumbre, se ha extralimitado un poco. Pero la ocasión parece ameritarlo. Kasumi no ha tenido un buen día y él pretende reconstruir el puente que comenzaba a desmantelarse entre ellos. De hecho, él también siente que necesita terminar la noche de la mejor manera posible. El encuentro que ha tenido con Iso aún le revuelve el estómago, no sólo por los nauseabundos olores con los que se encontró, sino también por la seguridad que tiene de que este hombre les ha causado un daño terrible a todos ellos.
Kasumi regresa apresurada luego de unos minutos, se sienta a un lado de la mesa, frente a Gojo, mientras Sochi ha tomado la cabecera de la mesa.
—¡Gracias por la comida! —dice Kasumi en un tono más alegre del que tenía hace un momento.
Ninguno espera un segundo más. Satoru se lanza al mismo ritmo que Sochi, se pelean por el último trozo de gunkan y Gojo levanta el sushi victorioso, como si ganarle a un niño de siete años fuera una hazaña. Kasumi ve el rostro molesto de su hermano y decide cederle su porción antes de que comience a quejarse. Le limpia las mejillas llenas de granos de arroz y Satoru ve la interacción hogareña que se desenvuelve frente a él.
'Un hogar', piensa por un momento y vuelve a comer.
Sochi le habla a Satoru sobre sus video-juegos favoritos y sobre su sueño de ser un veterinario en el futuro. Insiste con adoptar un gato, pero Kasumi lo disuade, como si fuera la décima vez que lo hace, recordándole que ni siquiera se ocupa de limpiar su cuarto. Kasumi aprovecha la ocasión para contarle sobre Kano y lo buen dibujante que es, y que pretende ser un mangaka famoso cuando sea grande.
Satoru escucha, es todo oídos y las horas se le esfuman entre las manos. En un parpadeo han terminado de cenar y Kasumi se retira para arropar a su pequeño hermano.
La sonrisa que no ha logrado borrar durante la cena desaparece en cuando ellos dos salen por el pasillo. Vuelve a preguntarse todas las atrocidades que Kasumi ha vivido incluso antes de nacer, los años que ha debido soportar cargando con el peso que le han dejado sus padres. Levanta la mesa y guarda las sobras en la nevera. Luego vuelve al sofá y mira nuevamente su celular. Tiene un mensaje de Nanami.
'¿Dónde estás? Ha surgido algo, nos necesitan en Tokyo. Vuelve inmediatamente'.
'Copiado', contesta Gojo ante el autoritario tono de Nanami, pero no se levanta del sofá.
Kasumi regresa al cabo de unos minutos, el silencio que ahora reina en su hogar hace que su presencia se haga evidente, sus pasos tímidos se acercan hacia él y Satoru estira el cuello para verla. Hace el mismo gesto que hizo en el hotel, le da un par de palmadas al cojín a su lado para invitarla a sentarse y ella obedece.
—¿Cansada?
Ha notado las bolsas bajo sus ojos, se ve agotada. Él desconoce que Kasumi ha estado despierta hasta largas horas de la noche terminando las tareas pendientes de Mai. Ella asiente, recuerda la razón de su desvelo, pero esta vez le causa gracia.
—Un poco… gracias por todo, de verdad.
—No tienes que agradecer tantas veces.
—Lo sé, pero quiero hacerlo…
—¿Cómo lo haces?
Miwa deja caer su espalda contra el sofá y suspira. Sabe perfectamente a qué se refiere.
—¿Cuidarlos? Bueno, la ayuda del Colegio me ha facilitado mucho las cosas.
—¿Y antes?
—No lo sé, simplemente… Es una de esas cosas que sólo debes hacer… Son mi única familia, no puedo fallarles, ni abandonarlos. Es mi deber.
—Eres fuerte, Kasumi… —le sonríe, ella se sonroja y luego bosteza—. Puedo entender la idea de que seas la única capaz de lidiar con este peso impuesto. Lo estás haciendo bien, no conozco a Kano pero no dudo que se trata de un buen chico, Sochi es divertido. ¿Te molestaría que le envíe algunos juegos más actuales? Parece un chico energético, me recuerda a ti. Me sorprende que se haya dormido tan pronto… De hecho, ahora que estamos solos podríamos…
Satoru siente al cuerpo de Kasumi reclinándose sobre él y se gira. Se ha dormido profundamente y repentinamente una tibieza nueva nace dentro de su pecho. Mira nuevamente el mensaje de Nanami, sabe que tiene que marcharse. Pero antes de irse, levanta a Kasumi entre sus brazos y la lleva a uno de los dormitorios. Entra sin encender la luz y la deja sobre la cama, la cubre con un edredón. Se sienta durante un momento junto a ella, sobre la cama. Mira los dibujos pegados sobre las paredes. Los personajes que el otro muchacho inventó, con poderes destellándoles de las manos. Parece ser que es un fanático del shonen.
Luego, vuelve a mirarla, acomoda un mechón de cabello para dejar su rostro libre y se inclina sobre ella para besarla en la frente, justo encima de las cejas. Respira deliberadamente el aroma de su piel y se pone de pie.
Al marcharse, utiliza su energía para cerrar la puerta por dentro y se marcha. Tipea un mensaje mientras baja las escaleras.
'Tuve que marcharme', escribe y envía al celular de Kasumi, 'nos vemos pronto'.
N/A:¡Hola! Esta actualización llegó mucho más rápido de lo que esperaba. La verdad es que no he ido a trabajar porque tuve contacto estrecho con dos casos de covid así que estoy aislada. Aprovando el tiempo para escribir.
Este capítulo ha sido de los más tiernos que he escrito jaja Espero que les haya gustado. Es más, escribi este capítulo mientras escuchaba una canción de Roland Faunte llamada Hand over Hand, si quieren escucharla es de lo más linda.
Muchas gracias por leer mi humilde historia. En especial a Nicole, leslaut, natalysweet, kykiole e ina por sus comentarios en el capítulo anterior. Espero que les esté gustando. ¡Les mando un abrazo y cuidense mucho!
