Enserio que sin sus fragmentos no tendría noción de que hacer con sus personajes, me ayudan mucho a armar cada vez mejor esta historia…

Dolce

El olor a dulce, así como el calor fue inmediatamente perceptible en cuanto llegaron a la residencia Kurozaki, en cuya cocina encontraron a Yuzu malabareándose entre mezclas y adornar algunos pastelillos en lo que otros más salían del horno.

Los mellizos no tuvieron que preguntar si necesitaba ayuda, simplemente se adentraron a la cocina y se pusieron un mandil, siendo que con simples gestos amigables le dieron a entender a la chef que la apoyarían en lo que necesitara, algo que la dulce castaña agradeció profundamente.

Asami se puso como la ayudante principal de Yuzu, aprovechando en aprenderse las deliciosas recetas de pasteles y pan dulce que eran su adicción en la división trece, a lo que Yuzu con gusto le explicaba de forma amigable y con suma paciencia, habiendo de paso algunas risas y conversaciones divertidas entre las chicas.

Por otro lado, Karin y Asahi se encargaban de sacar los postres que iban saliendo del horno y decorarlos, a lo que el menor de los Yamamoto veía con fascinación y embeleso al ver la dedicación y cuidado que estaba poniendo su amiga al poner el betún y darle algunas decoraciones, tal como si estuviera pintando en un lienzo. Únicamente salió de su ensoñación cuando Karin lo miro y le dedico una espontanea sonrisa, gesto que el correspondió de la misma forma para continuar en su tarea de poner los pastelillos en sus respectivas cajas.

-oye Asahi – este voltea a de nuevo a con su amiga, quien de la nada le embarro la nariz con betún de un amarillo chillón

-pero que… - como puede mira en el puente de su nariz, viendo aquel color – Karin – le reclama a su amiga, quien suelta una divertida carcajada – muy graciosa – suelta algo molesto, aunque inevitablemente siendo contagiado por la risa de su amiga – no te rías, sabes que no me gustan esos colores chillones, casi me dejas ciego

-que exagerado eres Asahi – dice entre leves risas – además ese color te va bien, deberías pintarte el cabello así – claro que lo dice para molestar a su amigo, cosa que consigue al ver la clara de desagrado que puso

-¿y parecer letrero de neón como Asami?, no gracias –

-Oye, yo no parezco letrero de neón – replica está lanzándole un puñado de harina, la que su mellizo esquivó y termina en la cara de Karin – lo siento, lo siento… - se apresura a disculparse al verla tosiendo – yo quería lanzárselo a Asahi – mira a este reclamante

-no… descuida… - le resta importancia Karin mientras buscaba a ciegas con que limpiarse, escuchando luego las risas estridentes de Asahi – así que te parece gracioso – pone sus manos en su cadera

-un poco, pareces alma en pena – le sonríe burlón, gesto que podría asemejarse un poco al de su hermano Sato cuando los molestaba con algo

-pues veamos si esto te parece gracioso – le apunta como la manga pastelera, cubriéndole toda la cara de un betún rosa – creo que mejor deberías pintarte el cabello de rosa – dice con una sonrisa ladina una vez que vació todo el betún en la cara del castaño – te queda bien ese color

La risa estridente de Asami no tardo en escucharse, su hermana incluso se puso las manos en el estomago al estarse doblando por las carcajadas que se interrumpieron cuando una gran cantidad de harina entró por su boca, mirando luego perpleja a su hermano que se regocijaba con un gesto victorioso.

De un momento a otro aquello se volvió una guerra campan entre betún y harina que se lanzaban, escenario que Yuzu miraba con una sonrisa nerviosa mientras una gota se le resbalaba por el costado de su nuca, esperando que no fuesen a arruinar los postres.

..

-valiente ayuda la que resultamos ser ¿verdad? – dice Asahi limpiándose el betún de la cara con una toalla húmeda – lo sentimos de Yuzu, te ayudaremos a limpiar

-descuida, de hecho, fue divertido – dice esta sacando la ultima tanda de galletas, mientras Karin limpiaba la harina del suelo

-¿no se arruinaron los postres? – pregunta un poco inquieto, realmente habían hecho un desastre casi al estilo Satoshi cuando quería servirse un cereal

-no, para nada – Yuzu siempre tan gentil, en su lugar sí que estaría furioso – iré a ver si Asami le quedó la ropa que le preste – se quita el mandil, dejándolos solos

-tu hermana es demasiado amable – le dice a Karin, ayudándole con el recogedor mientras ella barría el resto de harina que quedaba en el suelo

-así es ella desde siempre – se encoge de hombros, aunque orgullosa de tal amabilidad de su hermana – tú también deberías cambiarte – observa al notar la ropa de Asahi llena de betún y harina – creo que hay ropa de Ichi-nii que podría quedarte

-no te preocupes, traigo en mi mochila una chaqueta, me la pondré encima – termina de guardar algunos postres que ya se habían enfriado

-como quieras… - como Asahi estaba de perfil, notó que tenía una gran mancha de betún rosa en la mejilla, pareciendo que tenía un exagerado maquillaje, por lo que no pudo evitar reírse sutilmente

-¿y ahora que es tan gracioso? – le cuestiona alzando una ceja, siendo un poco contagiado por la risa de Karin

-nada, es que parece que traes maquillaje – se acerca divertida al mellizo con una toalla húmeda, limpiándole la mejilla

Karin solo era unos diez centímetros más baja que Asahi, así que extendió un poco su mano a la mejilla de Asahi, quien inevitablemente profirió un suspiró al ver los grandes ojos negros de su amiga mientras le quitaba los restos de betún que quedaban en su cara, lo que le hizo recordar el día en que se conocieron, bajo una circunstancia muy similar, solo que esa vez tenía pintura en la cara.

Incluso seguía conservando la chamarra de mezclilla que ella hábilmente arreglo al darle un diseño muy original con pintura, convirtiéndose esa prenda en uno de sus mayores tesoros.

-otra vez tenemos esta mala costumbre entre nosotros – comenta Karin con voz tenue al terminar de limpiarlo

-no importa, comienza a agradarme – la mira con ensoñación, quedándose momentáneamente prendado del rostro de su amiga, que estaba sonriendo encantadoramente

Que ganas tenía de besarla en ese momento, de decirle que la quería más allá de ser una de sus mejores amigas. Podría decírselo ¿Por qué no? Aunque una parte de él, su lado romántico que todo musico poseía le decía que no era el momento, debía ser especial cuando se le declarara, no en una situación tan banal como esa.

-emmm, deberíamos terminar con esto, seguro Rukia-san e Ichigo-san ya esperan los postres – se vuelve a terminar de empacar los postres que ya estaban listos

-sí, tienes razón – se lleva un mechón de su cabello detrás de su oreja, ignorando en lo posible el momento que tuvo con su amigo

Se enfrascaron en una de sus usuales charlas casuales, ignorando que detrás de la puerta de la cocina estaba una Asami furiosa mordiendo parte de la blusa que le presto Yuzu, mientras que esta trataba de tranquilizarla para que no fuese a matar al torpe de su mellizo. En parte la comprendía, ella también necesitaba charlar con su hermana.

Pese a su pequeña travesura en la cocina, pudieron acabar de preparar todos los postres y empaquetarlos en su adecuada presentación para su venta, el problema ahora seria llevarlos. Normalmente era Renji o Shuuhei quien iba por ellos en la camioneta de Ichigo, pero cuando Yuzu le llamó a su hermano este le dijo que la camioneta se había averiado.

-entiendo… - suspira esta – no te preocupes, veré donde los guardo – cuelga, pero, aunque le dijo que no se preocupara ella tenia la inquietud de donde guardaría tanto postre, no cabrían ni la mitad en su refrigerador

-quizá mi hermano Sato pueda venir en el carro de papá – propone Asami al escuchar la conversación de Yuzu

-¿de verdad?¿no habrá problema? – pregunta Yuzu esperanzada

-claro que no, enseguida le llamó – saca su teléfono para buscar el contacto de su hermano

-no deberías darlo por hecho – le aconseja Asahi – podría estar ocupado

-tú déjamelo a mi – le dice confiada llevándose el celular a su oído, esperando a que Satoshi le respondiera – además, ha estado de tan buen humor por su cita con su novia imaginaria que hará cualquier cosa – eso era verdad, Satoshi no ha parado de hablar sobre eso

-solo no abuses mucho de eso – pide, la que más ha estado sacando ventaja del excesivo buen humor de su hermano era su melliza

Satoshi se encontraba dando una asesoría, pero le dijo a Asami que no había problema en pasar por los postres y llevarlos a la división trece si lo podían esperar una hora, a lo que ella le respondió que podían esperarlo, después de todo no era tan urgente entregar los postres, únicamente era llevarlos hoy para que no se quedaran a la intemperie y se echaran a perder.

Mientras lo esperaban, Asahi y Karin fueron a la sala a una partida de diablo en el Xbox con otros jugadores en línea mientras que Yuzu y Asami platicaban de algunas cosas cerca de ellos.

Ambos chicos tenían una coordinación asombrosa para acabar con los monstruos y enemigos, no necesitaban hablar o ponerse de acuerdo para saber lo que cada uno tenia que hacer para seguir adelante y aumentar de nivel.

-¡buen trabajo! – ambos chocan las palmas al acabar un nivel, mirándose con gesto cómplice que claramente ocultaba algo más allá de una linda amistad

-ya llego Sato – los interrumpe Asami llegando junto a su hermano, quien alza la mano sonriendo con simpatía

-muchas gracias por ayudarnos – le dice Yuzu al recién llegado

-no hay problema, ya somos casi familia después de todo – insinúa molestando a Asahi, quien refunfuña por lo bajo

-pues bueno, subamos ya los postres al coche – se levanta Asahi de su asiento, evadiendo por completo las sonrisas burlonas de sus hermanos

Asami les abrió la puerta a sus hermanos que llevaban las manos ocupadas al llevar las charolas llenas de los postres, llevándose una sorpresa que casi la hace caer de espaldas al ver a Grimmjow en el auto de su papá sentado en el asiento del piloto, quien en cuanto la vio le mostro su clásica sonrisa socarrona y burlona.

-¿Qué haces tu conduciendo el auto de mi papá? – reclama Asami, a lo que el peli azul solo acentuó más el gesto burlón

-me lo encontré saliendo de la academia y le dije que me acompañara – responde Sato saliendo de la casa – pensé que necesitaríamos más manos para llevar los postres – empieza a acomodar las charolas en la cajuela junto a Asahi

-¿pero porque tiene que conducir él? – pregunta mirando fulminante a Grimmjow – es el auto de papá ¿Qué tal si lo choca?

-cálmate hermanita – le alborota el cabello – sabes que a mi no me gusta mucho manejar y Grimm se ofreció – dice restándole importancia y yendo junto a Asahi por las ultimas charolas

-¿entraras o le tengo que abrir las puertas a la princesa? – le molesta Grimmjow, a lo que Asami bufa ofendida ladeando la cabeza entrando al auto, ignorando por completo la sonrisita burlona de Grimmjow tras el espejo retrovisor

Durante el camino a la división trece, Grimmjow, con toda intención de molestar a Asami, daba algunas vueltas abruptas o frenaba de golpe, riéndose ante los reclamos de Asami de que era un salvaje y que lo que quería era matarlos, alegatas que solo le daban más risa a él peli azul y a Satoshi, Asahi por su parte iba demasiado inmerso en sus pensamientos como para prestar atención al manejo del amigo de su hermano o a los gritos de su melliza.

-Tranquilízate niña, he manejado desde los trece años – presume, bajando un poco ya su conducción

-¿y acaso te enseñaron una banda de pandilleros? – suelta molesta, ya sintiendo el estomago revuelto por la forma salvaje de conducir de este tipo, ignorando las miradas serias tanto de Satoshi como de Grimmjow que obviamente no podía debatirle nada a Asami.

-ya llegamos – dice de forma seca, frenando – les ayudare a bajar las cosas – se baja del auto tras abrir la cajuela, de donde toma varias charolas para llevarlas dentro del café

-no lo dijo por ofender – le dice Satoshi al llegar a lado suyo – Asami no sabe nada

-lo sé chaparro – camina con varias charolas dentro del café, siendo seguido por Satoshi que también llevaba varias en la mano – pero de todos modos no deja de ser verdad…

Por el resto del día intentaron olvidarlo, especialmente porque Rukia como agradecimiento por haber traído los postres les invito a todos la bebida que quisieran, así que pasaron el resto de ese día en la división trece charlando con sus amigos.

Grimmjow estaba conociendo a los chicos del lugar, bromeando un poco pesado con ellos, aunque aun así les agradó él amigo de Satoshi. Sin embargo, no podría decirse lo mismo en cuanto a Toushiro, a quien Grimmjow miraba disimuladamente sintiendo una desagradable sensación al verlo platicando tan amigablemente con Asami. Casi lo mismo por parte de él peliblanco, que no le agradaba para nada las miradas discretas que ese sujeto le estaba lanzando a él, y, especialmente, a Asami….

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Lo sabía, sabía que el primer día que tuviera que impartir clases se extraviaría en aquella enorme academia. No tenía idea que pasillo tomar, pero definitivamente no era el área de música, eso podría notarlo al ver los salones enormes y con grandes espejos en donde varios alumnos estaban haciendo una serie de estiramientos en el suelo. Aquella área era la especialidad de danza.

-disculpa… - pide Isane Kotetsu tímidamente a uno de los alumnos que pasaba por ahí - ¿Cómo puedo llegar al área de música? – era una vergüenza que una maestra no supiera llegar a su salón correspondiente, pero si no preguntaba se terminaría perdiendo más

-aun esta algo lejos… - le responde la chica, a lo que Isane suspira con derrota – queda después del área de arte, luego tienes que doblar dos veces a la derecha y una a la izquierda, pasando la cafetería ya es todo recto

-dios esta escuela es enorme – lamenta bajando los brazos

-¿primer día? –

-es bastante obvio ¿verdad? – hace una mueca apenada

-descuida, el primer día la mayoría se pierde, pronto te acostumbraras – le anima

-muchas gracias por la ayuda – hace una leve reverencia yéndose luego a paso apresurado, ahora no podía llegar tarde a su primer día de impartir clases

Seguir las indicaciones de aquella alumna no fue tarea difícil, al menos ya había llegado al área de música, el siguiente reto era ahora dar con el salón donde daría su primera clase de arpa, pero la numerología de los salones era algo confusa.

-buenos días, profesora Kotetsu – escucha a alguien a sus espaldas, encontrándose con Takeshi Yamamoto, acompañado de una joven de cabello negro corto y con algunas mechas rosadas – ¿va en camino a su salón?

-muy buenos días, Yamamoto-san… - se inclina notándosele un leve sonrojo que atribuyó a las prisas – sí, voy a impartir mi primera clase de arpa, aunque debo admitir que me perdí un poco en el camino – ve las sonrisas comprensivas en Takeshi y su joven acompañante – termine en el área de danza

-no tiene de que apenarse, esta escuela es un verdadero laberinto – dice Takeshi con gentileza, tranquilizando un poco a la profesora

-¿entonces usted es la nueva profesora de arpa? – Pregunta curiosa Asami, aquella mujer trasmitía una sensación de mucha calma y dulzura, todo lo contrario, a su anterior profesora – se ve bastante joven

-gracias – dice con una tierna sonrisa – perdonen, ya debo apresurarme o llegare tarde, y todavía de encontrar mi salón

-nosotros vamos en camino para allá, podemos guiarla – ofrece Takeshi – justamente estaba acompañando a mi hermana a su clase de arpa, ya que queda de camino a mi salón

Isane mira a la mencionada ¿entonces la hermana del profesor Yamamoto sería su alumna? Vaya, como si el día de hoy no pudiese sentirse más nerviosa. Había escuchado mucho ese famoso apellido, todo músico sabía del genio musical Genryusai Yamamoto que fundo esta prestigiosa escuela hace tantos años. Ahora resultaba que uno de sus nietos era su colega y, además, su nieta seria su alumna.

En aquel corto trayecto en que se encaminaron al salón correspondiente, Takeshi iba quitándole un poco de los notorios nervios de la profesora al ser el primer día, dándoles algunos consejos y sacándole una agradable charla que Asami veía con interés. Si, admitía que era precipitado pensar aquello, pero no pudo evitar notar que lucían muy bien juntos, y esa nueva profesora ya le estaba agradando bastante.

-le aconsejó que se dé a notar desde su primer día de clases – dice Takeshi deteniéndose frente al salón – y no quiero decir que sea presuntuosa, cosa que dudo mucho – podía reconocer que aquella mujer tenía una linda humildad – pero muéstreles a sus alumnos lo que puede aprender de usted

-¿Qué sugiere? – llevaba una gran trayectoria en sinfónicas tocando el arpa, su historial como músico era asombroso, pero nunca había dado clases, por eso estaba algo nerviosa

-toque algo – habla Asami, casi emocionada –

-Asami tiene razón – secunda Takeshi – muestre su talento y gánese la admiración de sus alumnos para que se esfuercen y quieran a llegar a ser como usted

Dando un asentimiento de agradecimiento, Isane entra al salón detrás de Asami bajo la mirada de apoyo de Takeshi, quien se quedó unos momentos afuera para darle ánimos a su nueva colega.

Se presenta ante los alumnos con confianza y mostrando una angelical sonrisa, claro que, por su trayectoria, el estar frente a un público no sería problema alguno.

Isane Kotetsu, de treinta años. Ella había estudiado en la escuela de música Juilliard en estados unidos, graduándose a los veinte años. Desde entonces ha estado en diferentes orquestas tocando el arpa y la citara. Aunque ya recientemente había querido dejar la presión de estar de gira para dedicarse a algo más tranquilo y poder relajarse, topándose con que la prestigiosa escuela en Japón Atsudoragon necesitaría de una nueva profesora.

Claro que Ukitake no dudo en contratarla, y ni siquiera hizo falta que le hiciera una prueba al ver su historial, por lo que su contratación fue casi inmediata.

-¿quieren preguntar algo? – cuestiona angelicalmente, ante lo que varias manos se alzaron

Las preguntas variaron entre que les contara lo que era estar de una ciudad a otra con una sinfónica y cómo fue que salió tan joven de la escuela y empezó a tocar junto a una orquesta, saliendo de dichas preguntas más cosas sobre la nueva maestra que encantada les contaba.

-mi abuelo era director de la orquesta, por eso entre tan rápido – responde ella con humildad – pero también me vi muy presionada, practicaba casi todo el día y aunque es hermoso tocar en una orquesta también es una vida muy demente y agotadora, por eso decidí dejarlo y dedicarme a enseñar

-¿podría tocarnos algo de lo que interpretaba en la orquesta? – propone Asami, con toda la intención de darle la oportunidad a la maestra de demostrar su talento, a lo que ella asiente agradecida para irse a sentar al arpa principal del salón

(The Fountain – Marcel Lucien Grandjany)

Las delicadas manos de la arpista empezaron con un hermoso y mágico arpegio que inmediatamente llamo la atención de todos los alumnos, incluso de Takeshi que rápidamente le llego la dulzura de aquella melodía. Los dedos de la profesora se movían por el arpa con maestría y devoción, arrancando un sonido envolvente que a todos sumió en éxtasis y a la vez, en calma. Asami veía con atención y admiración como la nueva maestra tocaba aquel instrumento que ella también conocía, o al menos eso creía hasta ahora que observaba la interpretación majestuosa de la mujer, en definitiva, con ella podría aprender mucho más de lo que ya sabía.

La delicadeza y la armonía dulce de aquella melodía era embriagadora, tan solo un minuto de escucharla y todos quedaron cautivados de diferentes formas. Takeshi por su parte, sentía el pecho lleno, no sabría explicar lo que aquella interpretación de su nueva colega estaba haciéndolo sentir. ¿un nuevo comienzo quizá? Quien sabe, ahora eso no importaba, pero era algo que lo llenaba de calidez, algo hermoso.

El manejo excepcional de subir o bajar la intensidad y dar una mayor sensación de paz y éxtasis era abrumador. La anterior maestra era buena sin duda, pero sus enseñanzas siempre a ser excesivamente efusivas. Isane Kotetsu estaba demostrando que una pieza musical puede variar de un volumen alto a uno bajo y que eso influía de sobremanera en como hacías entrar a quien te escuchaba, y justo eso estaba logrando al pasar a una suave melodía que te sumía en una dulce calma, casi la que da un buen romance a la antigua, de esos que lo único que se requería para ser feliz era estar en una buena compañía dando un tranquilo paseo por el parque. Justo estaba evocando tal romántico escenario, como si se tratara de una película antigua en color ocre en donde una elegante pareja caminaba con aires cariñosos y románticos.

Nuevamente fue en crescendo con embriagadores arpegios, continuando con más alegría aquel paseo matinal en el que nada importaba más que disfrutar de la compañía y la frescura de la mañana.

Bien decían que la música expresa mucho más que mil palabras, Takeshi era un fiel creyente de eso, y justo en ese momento ya estaba conociendo a su nueva colega mucho mejor de lo que podría si se tomaran un café y le preguntara sobre ella; y aquella melodía le estaba dejando muy en claro que aquella mujer era alguien muy dulce y una soñadora romántica.

Aplausos efusivos se escucharon en cuanto la pieza terminó, junto a los rostros admirados y encantados de los alumnos que se pusieron de pie. Isane agradecio aquello con una humilde reverencia y el rostro levemente sonrojado, mirando luego a Takeshi, que también le aplaudía sutilmente mirándola con una sonrisa gentil mientras daba un asentimiento en señal de que no pudo tener mejor carta de presentación ante sus alumnos y ante él.

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Una asesoría...

Sólo ofrecería una asesoría...

Cada ciclo escolar era lo mismo, se presentaba en las horas en que Ukitake daba alguna charla de inducción a los grupos de tronco común y se ofrecía a dar asesorías a los novatos.

Normalmente caminaba chascando los dedos, abajo, izquierda, derecha, arriba, marcando el compás de cuatro tiempos como si estuviera componiendo o repasando, ahora no tenía cabeza ni para eso.

Su sensei le había pedido que dejara las optativas de violín ese ciclo, ya que estaba iniciando con el cello y aplicaría a otras artes, pero Haruki tenía claro algo, tenía tiempo para dar una asesoría.

Llevaba su violín colgando al hombro y la mano libre metida en el bolsillo, sus partituras estaban apretadas en la bolsa externa con sumo cuidado, apretadas en sus carpetas salvo la que llevaba encima, la única que no le pertenecía; su sombrero caía ligeramente hacia atrás, sostenido por la funda de su instrumento, la chaqueta de cuero negro arremangada hasta los codos, camiseta blanca cuello ve, pantalón de mezclilla con deslavados en las rodillas, botas negras de baqueta. Suspiró rascándose con el meñique, tratando de apagar la comezón que su arracada nueva le daba en el lóbulo de la oreja, tratando de acostumbrarse a que sus cabellos se enredaran.

—Sólo es una asesoría —dijo para sí mismo frenando en seco, irguiéndose antes de seguir adelante con su marcha.

El timbre sonó en los pasillos, llenando la academia con el bullicio habitual del cambio de clases, algunos estudiantes le saludaron a la pasada, pero ni siquiera se percató de su presencia, de sus palabras, siguió caminando mientras los lentes resbalaban hasta la punta de su nariz (odiaba usarlos en la escuela, no es como si arruinaran su imagen de punk rebelde consagrado, pero se reservaba para usarlos en casa únicamente, ahora le dolía la cabeza y los lentes ayudaban). No lo hacía a propósito, estaba nervioso, todo su mundo parecía estar patas arriba. Una corriente desbordada arrastrando con él con violencia mientras el muchacho buscaba desesperadamente algo a lo qué aferrarse, siendo la partitura de Ise Nanao lo único que le ayudaba a salir a flote.

—Sólo es una asesoría —se repitió llegando hasta el salón del que Ukitake se había adueñado.

¿Por qué estaba tan nervioso? A claro, porque sabía que justamente Ise Nanao estaría en aquel salón al que ahora se dirigía. Lo sabía gracias al director Ukitake, que le había comentado que ofrecería un discurso de introducción a los alumnos de tronco común y este le paso la hoja del salón donde se presentaría por si quería pasar a ofrecer alguna asesoría, viendo aquella lista el nombre de Ise Nanao, que para él pareció resaltar entre todos los demás alumnos.

—Lo haces cada ciclo —musitó frenando frente a la puerta, quitándose los lentes y apretando el gesto —, ¿qué te pasa? Sólo es una asesoría —repitió una vez más antes de componer una sonrisa radiante y golpetear la puerta cuatro veces, acentuando el primer golpe.

—Adelante —llamó la voz del director desde dentro.

Haruki asomó con su sonrisa radiante, mostrando la funda de su instrumento antes de entrar al aula a dar un apretón de manos al director.

—¡Haruki-san! Qué sorpresa verte por aquí.

—Pasaba por casualidad y quise saludar.

—Mentiroso —soltó divertido el director cuando su muchacho puso el instrumento sobre la mesa y encaró al grupo.

—Vine a ofrecerme tributo voluntario, lo sabes —comentó con desgarbo antes de volver la vista al peliblanco, reprendiéndose a sí mismo por buscar a Nanao entre los presentes, recordándose que no debía mirarla o su temple se iría al carajo.

—No tengo estudiantes de piano en este grupo, que yo sepa —murmuró Ukitake enarcando una ceja con un aire de reproche.

—No, tengo dos horas libres esta semana para una asesoría en violín —confesó con una mueca de culpa y una sonrisa de disculpa —, me di cuenta de que hay un día a la semana que no tengo que practicar ninguno de mis instrumentos y pensé que la mejor manera de poner el nombre de la escuela en alto es llevando a los estudiantes a su máximo nivel.

—No lo sé —murmuró Ukitake rascándose la nuca antes de componer una mueca de inseguridad —, ¿no les hará mal a tus muñecas?

—Ya sanaron, lo prometo, además, daré asesorías a intermedios para evitar futuras lesiones —dijo el muchacho con una sonrisa antes de mirar al grupo —, perdón, te estoy quitando tiempo —recuperó su funda y miró al director, inseguro de retirarse o continuar.

—Creo que no tengo estudiantes de violín en este grupo tampoco, pero ya que estás aquí ¿podría abusar de tu confianza?

Haruki sonrió divertido y negó con la cabeza, dejando la funda y sacando el instrumento mientras Ukitake encaraba al grupo de nuevo y comenzaba a hablar.

—La música debe ser un puente entre los seres humanos y aquello que está oculto profundamente en nuestras almas —inició el director de la escuela mientras caminaba por el frente de sus estudiantes —, no debería importar lo bien o mal que lo hagamos en un inicio, sino cuánto de nuestra alma nos estamos dejando al momento de interpretar. Algunos de mis estudiantes —dijo divertido mirando sobre su hombro, haciendo que Haruki riera discretamente mientras terminaba de instalar el cojín del hombro —, dicen que tomar un instrumento entre sus manos les ayuda a ponerle nombre y orden a sus pensamientos.

—Habemos quienes somos mejores con la música que con las palabras —interrumpió discretamente Haruki, aprovechando la pausa larga, arrancando risas discretas a los presentes.

Y entonces la escuchó, la risa tímida de Nanao al fondo del salón, inconfundible, armónica... angelical como su Ave María...

Suspiró.

—Cuando las palabras sobran, o simplemente no salen, la música siempre es nuestra mejor aliada. ¿Preparado? —inquirió cuando el muchacho se paró a su lado con el instrumento en mano.

—Espero que sí —murmuró para sí mismo, sintiendo que los nervios comenzaban a hacer mella, justo cuando hizo contacto visual con Nanao.

Ukitake señaló a Haruki con una mano antes de retirarse un poco, arrancando algunos aplausos tímidos a la clase.

Haruki suspiró repasando todo su repertorio. ¿Algo clásico, algo tradicional, algo triste, algo alegre?

La melodía del Fantasma de la ópera inundó su mente y el muchacho sonrió entretejiendo las primeras notas. No era difícil reconocer aquella melodía que se había reproducido todas las veces posibles en todos los instrumentos e idiomas posibles, así que la gente se quedó sin aliento ante la pasión de la interpretación. Sin embargo, las notas pasaron de sus acordes acelerados y poderosos a convertirse en una caricia suave, la transición apenas se sintió y de pronto todo el salón se había sumido en la ensoñación del ángel de la música...

Haru se permitió pasear la mirada por los rostros soñadores que le observaban con embeleso, disfrutando de aquel momento de calma antes de fijar su objetivo. Los ojos de Haruki capturaron los de Nanao justo cuando una nueva transición se apoderó de la pieza. Piensa en mí...

Sus ojos estaban rebosantes de anhelo, la miraban con una adoración vehemente, era como si no existiera nada más en la habitación que sólo ellos dos, frente a frente, con la música de por medio mientras el muchacho trataba de entender por qué de pronto aquella canción tenía todo el sentido del mundo. Su rostro se inclinó ligeramente, Haruki suplicaba una explicación que Nanao no sabía cómo dar, con el alma en vilo ante la interpretación perfecta de aquella pieza que transmitió tanto belleza como algo más. Algo que ninguno de los dos sabría nombrar hasta mucho tiempo después.

Amor.

Nanao suspiró justo cuando Haruki hizo el siguiente cambio. Fue casi como si el muchacho cantar aquel verso para ella...

Floating, falling, sweet intoxication

Touch me, trust me, savour each sensation

Let the dream begin, let your darker side give in

To the power of the music that I write

La mirada de Haruki paseó por todo el lugar mientras terminaba volviendo al tema principal, dedicando miradas abrasadoras, tratando de incitar a las emociones a salir a flote.

Sonrió complacido cuando escuchó los golpes de los pies marcando el ritmo, los chasquidos, alguno que otro músico martilleando contra la mesa de los pupitres tímidamente, el movimiento del cuerpo siguiendo la música. Dios, si sus hermanos estuvieran con el sería el prefecto berrinche monumental, tenía que hablar con Sato.

No, tenía que terminar la pieza, luego buscaría a sus hermanos.

La última aguda permaneció suspendida en el aire un poco más, dejando a todos a la expectativa, a punto de pasar saliva, pero sin atreverse a romper el hechizo que aquel violinista había puesto sobre ellos.

Fue Ukitake quien les sacó de su letargo, dando aplausos poderosos que contagiaron al resto, la gente ovacionando el trabajo de Haruki, quien sostuvo violín y arco en una mano para quitarse el sombrero y hacer una reverencia pronunciada, ocultando una sonrisa socarrona antes de agradecer con una mirada tranquila.

—No es justo —dijo alguien al fondo, desatando algunas risas —, los Yamamoto ya nacieron con talento.

—De hecho, no —corrigió Ukitake mirando con orgullo a su pupilo —. Este brillante muchacho practicaba a diario fuera de clases... No es que lleve la cuenta de las horas, pero... Bueno, le dedicó horas extra durante ¿dos, tres?

—Cuatro años —murmuró Haruki desmontando su cojín, con las mejillas ligeramente sonrojadas antes de guardar todo con parsimonia y atención.

—Bueno, muchas gracias por esto —murmuró Ukitake dando un apretón a Haruki cuando le vio colgarse el violín al hombro y prepararse para partir —, siempre es un placer escucharte tocar.

—El placer ha sido mío, creo que me retiraré por ahora.

Y aunque el muchacho se dio la vuelta para salir al pasillo de nuevo, sintiendo que había fracasado rotundamente. Le pareció ver por el rabillo de su ojo que Nanao alzaba lentamente su mano, lo que le hizo detenerse al tener una leve esperanza, pero no fue así, Nanao tan solo tenía la mirada fija hacía abajo, así que Haruki profirió un desganado suspiro y se retiró del salón.

Algunos minutos después de que el famoso prodigio se fuera, los demás estudiantes dejaron el salón. Nanao se quedó de última, acomodando sus partituras dobladas en su libreta pautada, suspirando con aires distraídos y ganándose una mirada curiosa por parte de Ukitake.

—Yo —murmuró la chica acercándose al profesor, pasando el cabello tras su oreja, nerviosa —, yo estoy interesada en la asesoría.

—Me imagino —murmuró Ukitake por lo bajo, sin que la chica le escuchara.

—Pero debo admitir que me intimida mucho el talento de Yamamoto-senpai... Siempre ha sido tan talentoso... – y además debía agregarle esa facha de rebelde, que solo hacía verlo mucho más llamativo, alguien como él, tan jovial, tan desgarbado llegando en su moto, seguro que buscaba una chica más interesante que ella, que eran tan tímida y recatada.

Ukitake sonrió conmovido, asintiendo una vez, sabiendo para dónde iría todo aquello.

—¿Sabes? —comenzó el director asintiendo una vez para la estudiante —. Cuando Haruki tenía doce años inició asesorías conmigo. Durante cuatro años se quedó en el octavo salón de música, el salón del piano, estudiando después de clases. Practicaba las mismas piezas una y otra vez, hasta que salían perfectas, a veces hasta que se sangraba los dedos, siempre usa cuerdas de aluminio. A veces practicaba seis horas el mismo día. No falló una sola vez, y aprendió un par de trucos. Si lo que quieres es mejorar, él sabe una o dos cosas que puede enseñarte. Yo nunca llevé la cuenta, pero si le preguntas, estoy seguro de que te dirá exactamente cuántas horas extra practicó en esos cuatro años.

De verdad quería esas asesorías, pero perdió la oportunidad de decirle, su timidez no la dejo decirlo ante toda la clase. Aunque tal vez no era tarde, podría buscarlo y hacer lo humanamente posible para decirle que ella estaba interesada en las asesorías.

(Cómo mirarte - Sebastián Yatra)

Y ¿acaso era idiota? ¿porque estaba esperando a Nanao fuera del salón del que hace unos minutos había salido? ¿y por qué la estaba persiguiendo ahora por el pasillo? ¿Cómo había permitido que su insensatez se apoderara de él de esa forma? No era impulsivo, no era un bruto, abordarla así había sido algo fuera de su comportamiento habitual.

¿Qué demonios le pasaba?

Haruki no solía usar los lentes en la escuela, no le gustaba el dolor de cabeza que aquello solía provocarle, el peso del armazón sobre el puente de su nariz, pero ese día el dolor de cabeza por fijar la vista era mayor que su necesidad de evitar otros males. Claro, había levantado algunos suspiros a su paso, pero ese día ni siquiera era consciente de que seguía siendo un novio del instituto, como les habían denominado tiempo atrás; apodo que Sato había portado orgulloso hasta el día en que había conocido a Soi-Fong y se había olvidado de la gloria.

Nanao pasó saliva con dificultad ante la intensa mirada de aquel violinista que la había interceptado en el pasillo de la escuela. Haruki se quitó los lentes en un movimiento contenido antes de fijar sus ojos en los de la chica, que pasó saliva ante aquel gesto, sintiendo que su mente se nublaba un poco.

Los rumores de la escuela decían que, cuando se subía los lentes en un gesto distraído, arrancaba suspiros a su alrededor, jamás le hizo tanto sentido como en ese momento en el que su amor platónico se quitaba los lentes frente a ella para mirarle con la intensidad de mil soles.

—No lo entiendo, Nanao-san —confesó el muchacho con cierto aire de frustración —, si fuera el bully de la escuela, el abusivo, el fiestero irresponsable y desmedido, entonces lo comprendería, pero soy cuadro de honor, nunca he faltado a clase salvo por salud, doy asesorías a otros estudiantes, trabajo formalmente como músico algunos fines de semana. Sí, me gusta salir de fiesta, pero no suelo tomar alcohol, y la moto es un gusto. No entiendo por qué, señorita, insiste en evitarme todo lo que puede.

—Haruki-senpai —murmuró sin aliento la chica, percatándose de que la distancia que ponía con él parecía... dolorosa.

—Perdóneme, señorita —sus palabras salieron en un hilo de voz, Haruki había bajado la cabeza para pronunciar aquellas palabras, limpiando sus lentes con el borde de su camiseta antes de guardarlos en el bolsillo junto a su corazón y sonreírle con diplomacia —, no quiero que piense que soy un atrevido al hacer esto. Yo... yo...

Yo no sé qué me pasa cuando estás cerca —habría querido decir, sin embargo, negó con la cabeza y sonrió con cierta melancolía.

—Yo he estado nervioso últimamente. Y estoy abusando de una confianza que no me ha sido conferida.

Hizo una reverencia ligera antes de darse la vuelta y comenzar a caminar, esta vez sin tararear ninguna canción, sin chascar los dedos para marcar la cruz para cuatro tiempos, sin alzar la cabeza en un gesto altivo o presumido. Parecía... derrotado.

—¡Haruki-senpai! —exclamó Nanao levantando una mano hacia Haruki, sin embargo, recogió la mano contra su corazón antes de que el muchacho girara sobre sí mismo y le mirase con curiosidad y confusión.

Pasó saliva con dificultad, ¿cómo explicarle que sentía un nudo en la garganta? ¿Cómo explicarle que no buscaba evitarlo? ¿Cómo explicarle que se sentía abrumada en su presencia, por su talento, por su pasión, por su técnica y su apellido? ¿Cómo mirarle si ahora se enteraba que ella podría ser una de las causas de la melancolía en la que el segundo Yamamoto se había sumergido?

¿Por qué le afectaba tanto?

—Es que... es que usted me intimida mucho —confesó al fin, consiguiendo que los ojos de Haruki se abrieran en un gesto de sorpresa.

—¿Intimidarla?

—Es muy talentoso —admitió volviendo el rostro hacia un costado.

—Señorita, no tendría usted porque...

Por qué... ¿qué?

Primero lo más importante. ¿Por qué le gustaba tanto a Nanao cómo sonaba la palabra señorita en labios de su senpai?

Quizás porque nunca le había escuchado llamarle así a ninguna otra chica del instituto, o al menos no de aquella forma vehemente y apasionada...

—Es que verlo tocar es abrumador —murmuró la chica mirándole por fin a los ojos, armándose de valor —, su talento es impresionante y yo soy una novata que...

—Pero si su Ave María es sublime —interrumpió Haruki dando un paso en su dirección mientras que su mirada se llenaba de entusiasmo, pasó saliva, retrocediendo de nuevo, bajando la mirada, abochornado —, señorita...

—Quisiera... quisiera... la... —Nanao bajó el rostro y comenzó a retorcer sus manos, limpiando sus uñas, apretando los dedos —Quisiera tomar asesorías —dijo en un hilo de voz.

Haruki tuvo que leer aquello de los labios de la chica, seguro de que había entendido mal.

—Perdón, yo...

—Yo quisiera tomar la asesoría que ofreció en clases, Haruki-senpai —exclamó atropelladamente, mirando al muchacho a los ojos mientras los lentes resbalaban hacia la punta de su nariz.

Haruki soltó el aire, pasmado, sonriendo, sintiendo optimismo por primera vez.

Y esperanza.

-¿le parece bien comenzamos este miércoles en el salón 8? – pregunta sintiendo una peculiar tranquilidad, como si hubiese pasado al fin un enorme bache que lo llevaba frenando – claro, si es que usted no tiene ningún inconveniente, yo me adecuo a sus horarios – habla casi de forma atropellada al caer en cuenta que él estaba condicionando el horario sin preguntarle antes a ella cuando podía

-no, el miércoles me parece perfecto Haruki-senpai – también ella se apresura a hablar – ese día me parece muy bien

-pues bueno… entonces la veré este miércoles – con una sonrisa que a Nanao le pareció muy linda y a la vez galante, Haruki se despide con una pequeña reverencia – hasta entonces, señorita – lo ve marcharse, y no sabía si era idea suya, pero le pareció oírlo tararear alguna canción.

Lo ve marcharse con aires tranquilos y pasos confiados a la vez. Es hasta entonces que internamente empieza a entrar en pánico al caer en cuenta que en menos de una semana ya estaría tomando asesorías con Haruki Yamamoto ¿Pero en que estaba pensando?

.

.

.

Aquella semana la había tenido casi llenas de asesorías, tanto en guitarra como en cello. Y no solo eso, también estaba tomando algunos cursos de composición, talleres para fabricación de instrumentos y, por si no fuera suficiente, se lo ocurrió tomar una optativa para aprender a tocar la trompeta. A todo ella había que agregarle que su querido amigo Grimmjow le había estado hablando durante la madrugada para que le explicara algunos conceptos teóricos de la música que no lograba entender y que no podía esperar a mañana, alegando de que debía comprender todo eso lo antes posible. Le daba gusto que su amigo mostrara tal determinación por aprender, aunque de verdad era raro que pareciera tan ansioso, pero supuso que quería demostrarles a las chicas que estaba de verdad comprometido con formar de nuevo a la banda.

En fin, aquella semana apenas y ha podido descansar adecuadamente, y era bastante notorio en las bolsas que se cargaba en lugar de ojos y al bostezar sonoramente por centésima vez en el día.

-eres un digno retrato de una caricatura de Tim Burton hermano – le dice Haruki, quien le dio alcance saliendo junto a Asahi – ya hablando enserio ¿estás bien Sato?

-sí, tranquilo Bro, solo ando cansado – sonríe débilmente – fue una semana muy pesada

-yo en tu lugar le hubiese colgado a Grimmjow – le restriega Asahi, que había escuchado las llamadas nocturnas que le hacia el amigo de su hermano a mitad de la madrugada – podía esperarse a que lo vieras en la escuela para explicarle las dudas que tuviera

-lo pensé, pero realmente parecía muy apresurado de querer entender todo – dice Satoshi bostezando – supongo que ya quiere demostrarles a las chicas que realmente quiere volver a formar lo antes posible a la banda – ignoraba claro que había otra razón para que su amigo estuviese tan insistentemente aplicado

Asahi y Haruki se miran entre ellos, sonriéndose orgullosos por el corazón tan noble que poseía el loco de su hermano.

-bueno, será mejor que ya vayas a la casa a dormir – prácticamente ordena Haruki

-no puedo – nuevamente emita un sonoro bostezo – quede con Soi-Fong de ver hoy una película, voy a ir por ella ahora

Ambos sabían lo encantado que estaba Satoshi ahora que la campeona al fin había aceptado salir con él, pero Satoshi no podía ni con su propia alma en esos momentos, llevaba toda la semana de un lado para otro y desvelándose.

-tranquilos, solo iremos a ver una película – los calma al ver las expresiones preocupadas de sus hermanos – en sí, estaré descansando

-de acuerdo, pero al menos deja ir por el auto de papá para llevarlos – ofrece Haruki

-no, está bien Bro – niega con una sonrisa débil – si me subo al carro me quedare dormido, caminar me ayudara a despertar – se da la media vuelta, alzando la mano a modo de despedida

Sus hermanos se quedaron algo preocupados, aunque sabían que Satoshi estaría bien, su hermano parecía tener energías de reservas pese a lo cansado que pudiera estar.

Soi-Fong se encontraba en un pequeño conflicto interno a la salida de clases. Llevaba preguntándose qué fue lo que le hizo aceptar salir con Satoshi al cine, recordando que la semana pasada se comportó de una forma más tranquila, y fue sincero al decirle que lo único que buscaba era conocerla mejor. Aquello le hizo cambiar mucho su opinión sobre aquel efusivo musico, al que creyó que únicamente era un casanova que se la pasaba buscando nuevas conquistas.

Justo lo vio recargado en un poste de luz cuando salió de su escuela, pero su gesto y actitud al verla fue muy diferente. Tenía la mirada cansada, con marcadas ojeras en los ojos. Cuando reparo en su presencia apenas le dedico un gesto débil y media sonrisa, muy contraria a la efusividad de siempre con que la saluda en su milésimo intento de invitarla a salir.

-buenas tardes, linda – hasta su voz sonó apagada cuando se acercó a él - ¿ya estás lista?

- si… pero… - su semblante era un poco preocupante - ¿Qué te pasa a ti? Tienes muy mala cara – sonó un poco agresiva, pero Satoshi solo da una pequeña risa, aunque un tanto desganada por el cansancio

-no te preocupes linda – toma el maletín de Soi-Fong, colgándoselo al hombro – es solo que he estado demasiado ocupado esta semana, y no he dormido del todo bien

-lo mejor será que vayas a dormir – le pide, aunque también sonaba más a una orden

-¿y desaprovechar que por fin aceptaste salir conmigo? Claro que no – muestra un poco más su usual entusiasmo al sonreír mostrando sus blancos dientes – vamos…

Debatir con Satoshi era como discutir con una piedra, no llegaría a nada, era un tipo demasiado insistente, aunque lo hacía de una forma tan sutil y encantadora que por más que te reusaras terminabas accediendo, fue así como hoy terminó dirigiéndose con él al cine.

Aun cuando era evidente la fatiga que traía, no le impedía ir conversando con ella, preguntándole sobre su semana, pero al llegar a la sala del cine, Satoshi empezó a cabecear, evitando lo humanamente posible de quedarse dormido durante la película. Soi-Fong notó aquello, realmente estaba muy cansado, pero, aun así, ahí estaba, cumpliendo con el día en que quedaron para ir a ver aquella película a la cual no le estaba prestando atención alguna.

Estaba por decirle que mejor se fuera a descansar a su casa tras oírlo bostezar, pero en un momento, sintió un peso sobre su hombro, sobresaltándose y adquiriendo un sonrojo que no fue notable gracias a la oscuridad de la sala al ver a Satoshi recargado en su hombro, cayendo totalmente dormido. El bochorno en ella fue abrazador, no pudo evitar tensarse, pero tampoco fue capaz de quitar a Satoshi al verlo dormir tan tranquilo, así como no pudo evitar reparar en su rostro, reconociendo internamente que de verdad era muy atractivo.

Quiso de verdad ignorarlo y centrarse en la película, pero Satoshi se removía en su lugar, acomodando mejor su cabeza en su hombro e incluso llegando a pasar su brazo sobre su regazo, casi abrazándola. Claro que le molestó tal atrevimiento, eso se ganaba por confiar en él, pero o realmente estaba dormido y estaba haciendo eso inconscientemente, o estaba fingiendo para tomarse tal libertad con ella. Soi-Fong, por alguna razón, creyó más en que enserio que estaba dormido, así que lo dejó, aunque quitando sutilmente y con bochorno la mano de Satoshi de sy regazo.

Aun cuando la película acabo, incluyendo los créditos, Satoshi seguía profundamente dormido, ni siquiera el que prendieran las luces de la sala lo despertó.

-disculpe… - le habla sutilmente uno de los empleados que se disponía a limpiar la sala – la función acabó. ¿podría despertar a su novio? – pide amablemente, incluso no queriendo interrumpir tan linda escena de aquella pareja

-¡él no es mi novio! – exclama molesta y abochornada, provocando que Satoshi despertara abrupta y totalmente desorientado

-la escala en modo frigio con variante en su séptimo grado – balbucea mirando de un lado a otro, a lo que el empleado lo mira sin entenderle mientras que Soi-Fong estaba con el rostro serio, casi molesto

-ya despertó – dice ella, poniéndose de pie y bajando las escaleras de la sala

Satoshi tarda unos momentos en reaccionar, recordando en donde estaba y a que había venido, viendo a Soi-Fong esperándolo en la planta baja de la sala, cruzada de brazos, molesta, o eso le pareció ver.

-soy un tonto – se reprocha golpeándose la frente con la palma de su mano, alcanzando luego a Soi-Fong para salir de la sala

De verdad que era un idiota, al fin, después de tanto tiempo de estar insistiéndole, Soi-Fong accedió a salir con él por lo menos al cine, y justo tenía que quedarse dormido. ¿Cómo no se le ocurrió pasar por una coca de café? Sus hermanos le tenían prohibido tomarla muy seguido porque se ponía demasiado inquieto, tan hablador que terminaba aturdiendo a todos, pero ahora por lo menos le hubiese impedido quedarse dormido.

-perdona Soi-Fong – dice nervioso al salir por los pasillos del cine – no te culpo si estás enojada por haberme quedado dormido durante toda la película, es decir, cualquiera estaría molesto por eso –

Lo mira de reojo al continuar caminando, era él quien parecía más molesto consigo mismo. Ella no podría decir que estaba enojada por eso, lo que sentía era bochorno por lo que había dicho el encargado y que Satoshi justo se despertó cuando ella debatió lo de que era su novio, por fortuna Satoshi no pareció escuchar aquello.

-estabas cansado – habla casi monótona, sin quitar su vista al frente – era lógico que te quedarías dormido

-¿entonces no estas enojada por eso? – nuevamente lo mira por el rabillo de su ojo. Preguntaba de la misma manera que haría un niño a su madre tras haber hecho una travesura. ¿Cómo estar enojada ante tal gesto?

-no – responde simplemente, tratando de ignorar el calor que empezaba a sentirse en sus mejillas

-eso es un alivio – nuevamente se animó un poco, aquel sujeto era sumamente transparente con sus emociones – pero, de todos modos, casi no pude disfrutar de tu compañía – se reprocha

-podemos salir otro día que no estés tan cansado – habla sin pensar, incluso ella misma se sorprende ante las palabras que salieron prácticamente por sí solas

-eso sería fantástico – exclama efusivo, colocándose delante de ella con la alegría infantil reflejada en su rostro – en ese caso, intercambiemos nuestros números telefónicos – le pasa su celular, que Soi-Fong toma por inercia – para estar en contacto y ponernos de acuerdo

Ella no solía intercambiar números telefónicos con ninguno de sus compañeros, ni tampoco nadie le pedía el suyo, estaba demasiado acostumbrada a su vida propia en sus estudios y las variadas disciplinas que practicaba por su cuenta. Satoshi era el primer ¿amigo?... no sabía si ya podía considerarlo como tal, pero algo en él comenzaba a generarle mucha confianza, incluso se sentía en cierta manera a gusto estando a su lado.

Dudaba un poco en anotar su número en el celular de Satoshi, seguramente no pararía de mandarle mensajes de texto, pero, al verlo tan ansioso en la espera de que le pasara su número telefónico…

Bueno, simplemente no pudo negarse.

-fantástico – exclama con una sonrisa que abarcaba casi todo su rostro mientras veía su celular con fascinación - ¿quieres ir a algún otro lado? Me gustaría pasar un poco más de tiempo contigo si es posible - pide casi con anhelo

-¿no estabas cansado? – le cuestiona, aun se le veía un poco adormilado, aunque también bastante contento

-ya no, me ayudo el dormirme durante toda la película – aunque esa no era la idea – y que me pasaras tu número me dio tanto gusto que se me olvido el cansancio, significa que ya empezamos a ser amigos – suelta como si fuese ya un auténtico hecho, lo que deja aún más sorprendida a la campeona, con una extraña sensación en el pecho - ¿te parece ir a tomar un helado? Hay uno cerca de un parque al que solía llevar a mi hermana cuando éramos pequeños y con el que suele extorsionarme cuando le quiero pedir un favor – dice haciendo un divertido puchero, ante lo que Soi-Fong no puede evitar soltar una discreta sonrisa, la cual enternece y llena de dicha a Satoshi.

Era mucho más linda al sonreír.

La verdad, es que no tenía memoria de cuando fue la última vez que se sintió tan tranquila, tan fuera de su estricta rutina y dejar pasar el tiempo paseando por el parque comiendo un helado en compañía de alguien, y mucho menos se imaginó que ese alguien seria aquel sujeto tan insistente que no paraba de pedirle que saliera con él, quien estaba resultando ser alguien muy agradable, aunque bastante parlanchín. En su tranquila caminata era él quien principalmente hablaba sobre diversos temas que la tenían bastante entretenida, especialmente al verlo hablar con gran efusividad sobre la música.

-¿y de verdad no te gusta la música? – pregunta estando sentados en una banca debajo de un árbol

-no es que no me guste, solo que no suelo escucharla mucho – responde con simpleza, dándole una cucharada a su helado

-bueno…. Para eso tienes a tu rockola humana – hace una teatral reverencia, que hace a Soi-Fong rodar los ojos

-el único problema es que dicha rockola parece no tener un botón de apagado – comenta despectiva, viendo a Satoshi bajar la mirada en un aura depresiva, acción que le provoca una disimulada risa

-ya enserio, podría recomendarte varias canciones que estoy seguro de que te gustaran – nuevamente vuelve a sus usuales ánimos - y claro, estarás más que invitada a las presentaciones que tengamos en la escuela, de verdad me encantaría que fueras – pide casi con anhelo – y también… estaría encantado de poder acompañarte a alguna de tus competencias

Eso la hace mirarlo, observando de verdad la ilusión y la sinceridad en los ojos grises perlados del musico. Nadie, ni siquiera su padre, ha estado presente en ninguna de sus competencias, únicamente su entrenadora personal que era lo más cercano que tenía a una amiga hasta ahora. Ggio Vega jamás la acompañó, y en ese entonces estaban saliendo oficialmente como novios, pero era un maldito machista que nunca le pareció que estuviera en esa clase de competencias en las que incluso peleaba contra hombres, siendo esa razón por la que terminó con ella.

No tenía ni un mes de conocer a Satoshi y el gustoso ya se estaba dispuesto a acompañarla, inclusos parecía emocionado con eso.

-ya debo irme… mi entrenadora no tarda en llegar… - se pone de pie evitando el contacto visual con Satoshi

-claro, permíteme acompañarte – pide también poniéndose de pie

Lo dijo con tal simpatía que no pudo negarse, aunque su primer impulso había sido el decirle que no era necesario, que ella era perfectamente de irse sola. Pero no lo hizo, dejo que la acompañara hasta su casa, que quedaba en una zona residencial a unos treinta minutos caminando, en los cuales Satoshi iba contándole animadamente algunas cosas más, ya sea de su familia o de sus pasatiempos fuera de la música, descubriendo que Satoshi gustaba también del deporte y que solía ir a veces al dojo de sus amigos para entrenar artes marciales.

-pensé que los músicos eran muy sedentarios – comenta Soi-Fong – que únicamente se dedicaban a ensayar largas horas

-bueno, en efecto tenemos que practicar varias horas al día, pero mi profesor siempre dice que no es bueno sobresaturarte de nada, ni siquiera de lo que te gusta – tenía sentido, aunque también eso le decía que aquel hombre no sabía estarse quieto, con razón cuando llego a buscarla estaba tan cansado - ¿y tú? ¿tienes algún otro pasatiempo además de entrenarte para patear traseros?

-también practico equitación, natación, arquería, esgrima y un poco de gimnasia – le enlista como si nada – Yoruichi-sama, mi entrenadora, era gimnasta olímpica además de practicar artes marciales, así que me hace hacer algunos ejercicios de gimnasta para tener más fluidez en las artes marciales

-eso es sorprendente, aunque ya lo sabía – presume – está en tu perfil en internet – aclara ante la mirada de Soi-Fong – pero debe haber algo que los medios no sepan de la prometedora campeona de artes marciales

Claro que había algo, una afición que ni siquiera Yoruichi conocía, algo que por alguna razón ocultaba de todo el mundo y que a pesar de que Satoshi se ha ganado rápidamente su confianza no quería contárselo, no aún.

-no, no hay nada más – dice con gesto frívolo – ya llegamos

Se detienen justo ante una reja que daba a una enorme casa, justo lo que podría catalogarse como una mansión, ante lo que Satoshi deja escapar un silbido admirado.

-no me digas que eres de la realeza o algo así – exagera al ver tal residencia

-claro que no, no exageres – dice despectiva ladeando la mirada – es la casa de mi padre… él… tiene cierto puesto en la política – no quiso entrar en detalles, el nombre de su padre era ciertamente reconocido

-bueno, algo me decía que eras niña rica por la escuela a la que asistes – comenta Satoshi sin intención de ofender, aunque dicho comentario si la molesto un poco

-¿tienes algún problema con eso? – reta encarándolo con el rostro endurecido

Odiaba que la juzgaran por su posición, que pensara que era una niña frívola y consentida, ella no era como la mayoría de sus compañeras de escuela, por eso mismo casi no se llevaba con nadie a excepción de Ishida Uryu, aunque en si solo trataban asuntos del club de arquería

-no, claro no – se defiende poniendo sus palmas al frente – lo mismo me hubiese dado si vivieras en una mansión o bajo un puente

Lo mira con un poco de recelo, casi analizando si lo que decía era verdad y que no era tan insistente de querer salir con ella por buscar algún beneficio. Sin embargo, Satoshi estaba resultando ser alguien sumamente trasparente y sincero, podía verlos en sus gestos y en sus ojos, en su sonrisa apacible. Decidió creerle, aunque su naturaleza todavía no le permitía bajar del todo la guardia ante él.

-Soi-Fong – escuchan atrás de ellos junto al motor de una motoneta, encontrándose con una mujer morena de cabello morado estacionando dicho vehículo – que sorpresa verte afuera de tu casa – observa, su pupila la mayoría de las veces ya estaba en el gimnasio esperándola puntualmente

-lo siento Yoruichi-sama – hace una leve reverencia ante ella – Salí un rato, pero enseguida iré a cambiarme para el entrenamiento

-así que al fin saliste – exclama emocionada yendo hasta la chica, quien se sobresalta un poco ante el tono de su entrenadora – y se puede saber quién fue el joven que al fin logro convencerte – mira en dirección a este

-soy Satoshi Yamamoto – se presenta este jovialmente, sin pena alguna, dándole buenos puntos según el primer criterio de Yoruichi – es un gusto conocerla, solo vine a dejar a Soi-Fong pero ya no retraso más su entrenamiento

-oh no, al contrario, me da gusto ver que al fin sale de su rígida rutina para salir con un amigo – se apresura a decir, ignorando la mirada pasmada de la pelinegra – me llamo Urahara Yoruichi, y puedes hablarme de tu

-¿Urahara? ¿Cómo el profesor Urahara Kisuke? – pregunta este al reconocer el apellido

-él es mi esposo – se señala con gesto orgulloso – y tú debes ser uno de los famosos hermanos Yamamoto, los prodigios musicales de los que tanto me habla – ve al joven sonreír y asentir casi presuntuoso - sí que es un mundo pequeño, quien diría que Soi-Fong tendría una cita con uno de los famosos hermanos Yamamoto –

-no fue una cita – exclama la aludida – tan solo salimos al cine – vuelve la mirada en gesto obstinado, ignorando la sonrisa divertida tanto de Satoshi y Yoruichi

-no interrumpo más tu entrenamiento – dice este dirigiéndose a Soi-Fong – me la pase muy bien, de verdad espero que aceptes de nuevo ir a algún lado – pide este de forma encantadora, al menos bajo la perspectiva de Yoruichi

-dalo por hecho – habla la morena - ¿verdad Soi-Fong? – la mira alzándole una ceja, observando con diversión como puso a su pupila entre la espada y la pared

-quizá… - dice simplemente, tratando de ocultar el bochorno tras su gesto duro

-con un quizá me doy por bien servido – lo ve de reojo, sonriendo muy animado – estamos en contacto, hasta luego – se despide de ambas, dándose la media vuelta y alejándose con las manos en la nuca

-quien lo diría… - escucha a su entrenadora, quien tenía una clara expresión divertida – parece ser que ambas sentimos inclinación por los músicos

-yo no estoy interesada en ese tipo – ladea la mirada

-¿no? Pero si es muy lindo – canturrea llevándose el dedo índice a su mejilla – si tuviera unos años menos y no estuviera casada…

-Yoruichi-sama – voltea a verla con los ojos bien abiertos

-tranquila Soi-Fong, solo bromeo… no me atrevería a quitártelo - le da unas palmadas en la cabeza, entreteniéndose mucho al ver que ponía cada vez más incómoda a su pupila – anda, vamos – se da la media vuelta – quiero saber los detalles de tu cita – dice empezando a caminar rumbo a la casa

-n-no fue una cita – reclama con voz un tanto nerviosa, aunque Yoruichi hizo alarde de ignorar aquello

Suspira con la intención de hacer todo lo posible de evadir las preguntas que seguramente le haría Yoruichi y concentrarse en su entrenamiento, deteniéndose tras dar algunos pasos y sentir la notificación de un mensaje, siendo este de un número desconocido que hubiese ignorado de no ser porque se trataba de un audio, asunto que le hizo abrirlo descubriendo que era un mensaje de Satoshi. Lo supo por el contenido del mensaje antes del archivo de audio.

"esta es una de mis canciones favoritas, espero que te guste" – mensaje que le siguió el emoji de la carita guiñando un ojo.

No pudo evitar una sonrisa ladina, casi divertida al ver que se tomó enserio de enviarle aquella primera canción que tenía por título scarborough fair, que seguramente sería la primera de muchas que le estaría enviando, idea que, para su sorpresa, se descubrió que no le molestaba del todo.

No se sentía del todo confiada aun sobre Satoshi, aunque una parte de ella parecía insistirle que él no era como todos los niños ricos presuntuosos que se jactaban del dinero de sus padres y que no parecían hacer nada de sus vidas materialistas, y que, además, se sentían con la autoridad de criticar a lo que ella se dedicaba, creyendo que podían exigirle que dejara esas actividades poco afeminadas, tal como el imbécil de Ggio Vega.

Satoshi incluso le dijo que quería ir a verla algún día, y parecía sincero en eso, además… ¿Qué provecho podría estar buscando Satoshi en ella? Por alguna razón, por más que quería sospechar de sus intenciones no podía. Quería confiar, aunque aún no se sentía del todo con la seguridad de bajar la guardia, y, aun así, guardo a Satoshi en sus contactos, respondiéndole con un simple "la escuchare después" a lo que el músico respondió con una carita sonriente.

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(Nota de suicidio - Porta)

El viento arremolinándose entre sus cabellos sueltos, bien sujetos bajo el gorro tejido, los audífonos de casco sujetando todo en su sitio mientras Haru tomaba vuelo de nuevo, golpeando el suelo con su pie derecho, impulsándose hacia el frente mientras ganaba velocidad, mirando a su alrededor con curiosidad.

Una canción tras otra pasaba por sus oídos mientras él se deslizaba por rincones de la ciudad en los que no había estado antes, los días en que se sentía más agobiado solía tomar su Penny y lanzarse a recorrer rutas antes no exploradas; una vez se había hecho el firme propósito de llegar a la División trece, y tardó tres horas en conseguirlo, metiéndose por calles cerradas y volviendo sobre sus pasos, descubriendo hileras de edificios, parques, zonas despejadas, construcciones a medio hacer.

Ahora se deslizaba por las orillas de un parque, los edificios del frente parecían más un complejo de oficinas que algo habitacional, pero cómo saberlo.

Suspiró profundo sintiendo que el redoble se apoderaba de su cuerpo. ¿Cuántas veces no había patinado ya al ritmo de aquellos versos depresivos que gritaban al mundo por auxilio?

Siempre se había preguntado cuán al borde tenía que estar una persona como para llegar al punto que aquel rapero abordaba. Las temáticas de ese disco (¿de verdad se había estrenado once años atrás?) eran todas igual de sombrías y funestas, una pista sólo podía compararse en dolor con la anterior. Haru siempre había tenido a su familia, su cariño, la música, siempre había tenido algo a lo que aferrarse y seguir avanzando. Nunca se había sentido lo suficientemente solo como para querer frenarlo todo.

Pero escuchar aquellas piezas le servía para encontrar la inspiración. La muerte, la vida, el dolor, la pérdida, las agresiones, la violencia. Temas ajenos en su vida, aunque les conociera por las noticias, por sus amigos, por los viajes de sus padres. Si se lo proponía, seguramente él podría componer respecto a aquellos temas.

Había compuesto alguna canción en su vida, unas cuantas, si acaso un puño, pero le parecían sosas, banales, comerciales y trilladas. El corazón nunca le había dolido lo suficiente como para poder componer una letra que mereciera la pena. Definitivamente era muy diferente componer una melodía, la música era sencilla, las palabras no...

Hasta que la había conocido a ella...

Salto, salto a un vacío que nunca se acaba

Quería plasmar aquello, quería ponerlo todo junto sobre el papel, poder dejar algún vestigio de la manera en que su mundo se había puesto de cabeza con la llegada de una extraña con la apenas ha cruzado algunas frases y lo hacia sentir un centenar de nuevas emociones que lo abrumaban y al mismo tiempo lo llenaban de una adrenalina inexplicable.

La música se había apoderado de él, el ritmo, las palabras, las rimas, todo se metía lentamente en sus huesos mientras el muchacho saltaba de su penny y levantaba la cámara que llevaba colgando al cuello, percatándose de los reflejos irreales en los vidrios espejo del edificio de enfrente.

Porta, Rayden, algunas veces DLD, pero sólo las melodías más depresivas, sólo las canciones que evocaban el dolor, la pérdida, la desesperación, sólo canciones como la que escuchaba en ese momento le ofrecían la inspiración que necesitaba para poder enfocar su objetivo y hacer un disparo que valiera la pena.

Volvió a subir a su penny, dándole la vuelta al parque con aires distraídos mientras analizaba todo con ojo crítico, buscando un encuadre adecuado...

Y las palabras del profesor Kuchiki lo golpearon con la fuerza de un tren de carga.

—Yamamoto-san, es interesante la composición que ha elegido para esta colección. Parecería incluso que está usted... enamorado...

Perdió el equilibrio, bajó de la Penny a tropezones, sujetando la cámara sobre su cabeza con una mano, ya tenía demasiado ensayada aquella rutina, había arruinado dos cámaras antes de entender cómo tenía que caer para salvarla y no arriesgar su vida o su integridad en el intento. Pero logró recuperar el equilibrio de último minuto, la pequeña tabla siguió deslizándose un par de metros y él se mantuvo de pie, vio su sombra, vio la tabla, vio el reflejo de los edificios y apuntó la cámara hacia el suelo antes de disparar.

Aquel día se sentía especialmente inspirado, tal vez por el entusiasmo de saber que pronto estaría en la misma habitación que Nanao y podría hablar con ella.

Pasa mi vida por mis ojos y el tiempo se para

No entendía por qué se sentía tan... Tan... ¿qué?

Haruki corrió un par de pasos y detuvo la penny con la punta del pie justo a tiempo para evitar que se cayera de la banqueta. Suspiró sonriendo de medio lado mientras un nuevo ventarrón le envolvía el cabello y lo hacía dar un traspié.

Respiró profundo, agradeciendo la sensación de su pecho inflamarse sin dolor.

Podía compararlo con ello. Recordaba la sensación de los pulmones ardiendo. Eran niños, estaban en el mar, una ola lo había revolcado, Takeshi había tenido dificultades para sacarlo del agua a tiempo, había respirado, tragado aquel líquido espeso que había raspado todo el trayecto. Conocer a Nanao había sido parecido.

Salto, salto al vacío que nunca se acaba

Conocer a Nanao se había parecido a ese trago de agua salada que le había hecho recordar que seguía con vida, porque hasta antes de ese día había estado tan metido en sus pensamientos y en su rutina...

Ir a clases, esforzarse en mejorar, presentar tareas, salir con los amigos, con alguna chica, pelear con Sato, fumar con Takeshi, revolver el cabello de Asahi, poner el chocolate de su almuerzo en la lonchera de Asami, gestos simbólicos que se habían convertido en costumbre...

Y luego Nanao recordándole que su corazón estaba hecho para sentir mucho más que la sosa tranquilidad a la que estaba tan acostumbrado. Porque por primera vez en años no sabía qué hacer o cómo moverse, no tenía las respuestas ni la seguridad, tenía miedo de cometer un error. Por primera vez en muchos años se sentía novato, se sentía fuera de sí mismo. Se la pasaba diciendo que nadie tenía el control de lo que pasaba a su alrededor, que lo mejor era dejarse llevar con lo que ocurría en el entorno y disfrutar lo que viniera. Bueno, Ise Nanao le había hecho sentir que aquello era cierto.

Sonrió con ganas cuando una nueva corriente lo envolvió.

Nanao...

Soltó un grito. Haruki soltó un grito con todas sus fuerzas, levantando el rostro hacia el cielo con un gesto de rabia, un grito controlado y relativamente corto que hizo que algún ave saliera volando, que la gente mirase en su dirección, preguntándose si estaría todo bien.

Volvió a tomar la cámara y disparó hacia el frente, sonriendo al ver la mirada de preocupación que le dedicaban los transeúntes. Dejó la cámara colgando de su cuello antes de agacharse a recoger la penny y comenzar a caminar con la tabla en una mano, tenía que volver a casa, estaba oscureciendo, si quería llegar caminando o deslizándose sobre su tabla tenía que volver sobre sus pasos ya, así que suspiro encaminándose hacia la siguiente avenida y buscar alguna calle conocida...

O mejor aún, caminaría hasta la estación del tren y se alejaría un poco más, tomaría alguna foto en los andenes subterráneos y luego iría a casa, pero primero se repetiría la canción y escucharía la letra con atención.

Porque desde que la había conocido a ella, bueno, era como si la música hubiese adquirido un sentido distinto, completamente nuevo.

Sí, sus composiciones podían ser magistrales, cuando se trataba de arreglos instrumentales. Ahora sí ya podía sentarse y componer alguna canción. Le pediría a Sato que tocara el cello para él, Asahi tendría las percusiones, Asami cantaría algún coro o tocaría su arpa para él. Y no sería una canción trillada y boba, sería un rap, sería algo más abrupto, sería algo con mucho ritmo. Algo que lograra reflejar cómo su mundo se había convertido en un desastre...

Pero luego, ahora debía llegar a la estación del tren.

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¿Morderse las uñas?

¡Seguro! ¿Por qué no?

O lo haría, si le quedaran uñas por masticar, los nervios la estaban comiendo por dentro mientras ella permanecía absorta en sus pensamientos, quien la conociera de verdad se daría cuenta de que había angustia en ella, en la forma en que erguía la espalda y en su mirada vidriosa.

No, profesor, compañeros, la angustia pasó desapercibida para la gente a su alrededor el resto de la clase...

¿Nerviosa?

¡POR SUPUESTO!

Más nerviosa que en su primer recital, más nerviosa que en su primer día de clases y, obviamente, más nerviosa que cuando había le había dicho al mismo Haruki frente a frente que si quería las asesorías.

¿En que estaba pensando? En nada, en el aire, o tal vez en la forma en que los aretes de Haruki resaltaban contra su piel pálida, negro profundo en contraste al alabastro inmaculado.

Podría haber alzado más reclamos contra sí misma, recordándose lo insensata que había resultado al aventurarse a soñar con la posibilidad de mantenerse entera estando sola en la misma habitación que su senpai.

Siguió con su letanía de reproches personales hasta que la mano de Nemu entró en su campo de visión y ella se sobresaltó alzando el rostro hacia su amiga.

—Le voy a decir que no puedo —soltó atropelladamente antes siquiera de darle ocasión a Nemu de preguntar por su lejanía —, conociendo mi mala suerte va a pasar algo, chocará el transporte, o le llegará paquetería a mi tío y tendré que irme a casa o...

—Nanao —soltó Nemu con determinación, plantando ambas manos en el escritorio, haciéndola saltar —, es la oportunidad de entrenar con uno de los mejores de la academia. No, con el mejor.

—Sí, pero...

—Esto no sólo ayudaría a subir tus notas, sino a mejorar tu técnica.

—Lo sé.

—¿Quieres postularte como una de las mejores de tu generación?

—Lo voy a hacer —soltó determinada, levantándose y cerrando un puño cerca de su rostro.

—¿Cuánto estas dispuesta a esforzarte?

—Practico a diario.

—Entonces iras allá.

—Sí

—Tomaras esa asesoría, pondrás atención a cada palabra y te va a gustar.

—¡Sí!

¿Qué demonios hacia frente al aula ocho y cómo demonios Nemu siempre conseguía convencerla?

En fin, ya estaba ahí, sería una enorme descortesía de su parte darse la media vuelta y tener a Haruki-senpai esperándola en el salón, así tomando valor prácticamente del aire al inhalar profundamente abre la puerta del bendito salón ocho, haciendo una reverencia en cuanto entró.

-perdone la tardanza senpai – suelta nerviosa con los ojos cerrados, los cuales abre al no escuchar respuesta alguna.

El aula estaba vacía, sintió incluso un poco de decepción al creer que su senpai tuvo algo más importante que hacer que presentarse a otra asesoría más. Aunque en sí, apenas estaba fuera de la hora acordada por apenas dos minutos, pero para ella ya era señal más que suficiente de que no se presentaría, por lo que prefirió darse la media vuelta con la intención de retirarse, chocando con otro cuerpo en el que inevitablemente puso sus manos sobre el pecho de aquella persona para no perder equilibrio, sintiendo a su vez como por inercia la tomaban de la cintura.

-lo siento…. Yo…. – sus palabras se quedan congeladas al alzar la mirada y toparse cardiacamente cerca con ese par de ojos celestes de Haruki que le robaba el suspiro, más todavía cuando la observaba tan fijamente y con sorpresa

Prácticamente se sentía el fuerte latir de ambos en ese momento, que se quedaron prácticamente congelados en el tiempo. Haruki sentía la garganta seca, incapaz de emitir sonido alguno, así como no pudo quitar su mirada del pulcro rostro de Nanao. Ni en sus sueños más locos imagino el tenerla tan cerca, y justo ahora lo confirmaba, tenia un rostro angelical que emanaba un aura tan pura que te hacia sentir en el mismísimo paraíso en la tierra.

-Ya-yamamoto-senpai – apenas alcanza a pronunciar con voz temblorosa

-lo-lo siento señorita… - da un paso atrás alzando las manos y a su paso tirando varias botellas de agua y demás bebidas de sabores que traía a medio guardar en su mochila – rayos…

Sintiéndose la persona más torpe en la faz de la tierra, o incluso también del universo, empieza a recoger todas las botellas del suelo, tarea en la que Nanao también empezó a ayudarle con los nervios a flor de piel.

No podía ni mirarla ahora a los ojos.

¡Había agarrado a Ise Nanao de la cintura!

Fue por la inercia para que no se cayera de espaldas al chocar con él, pero aun así tuvo ese atrevimiento con ella que de por si se sentía intimidada ante su presencia, seguramente ahora no querría estar ni a diez metros cerca suyo.

-perdone por llegar tarde – apenas habla recogiendo la ultima botella que dejo sobre un pupitre – es que… pase a comprar una botella de agua y me pareció correcto también traerle algo, pero no estaba seguro si le gustaba el sabor del agua – inmediatamente se da una cachetada mental al caer en cuenta de la idiotez que dijo

-si, estaba bien… - murmura Nanao tímidamente – si… si me gusta Haruki-sempai, gracias

-de acuerdo, de todos modos… traigo de varios sabores así que puede tomar la que guste – habla con voz temblorosa en lo que se dirigía al centro del salón para acomodarse, y tratar en lo posible de tranquilizarse

Y de verdad que había exagerado, en el pupitre había mínimo como diez botellas de una variedad de sabores, gesto que Nanao le pareció muy tierno.

-muchas gracias, Haruki-senpai – le muestra una tierna y relajada sonrisa tras tomar una botella de té helado, gesto que de verdad dejo a Haruki en las nubes

Tan inmerso se quedó ante aquel gesto de Nanao, muy diferente al nerviosismo que ha mostrado ante él desde que la encontró tocando el ave maría, que no se dio cuenta que estaba poniendo las partituras prácticamente sobre el aire en lugar del atril, ocasionando que estas cayeran regadas por todo el suelo ¿pero que le ocurría? Estaba comportándose como un autentico torpe frente a Nanao, ya ni siquiera un novato estaría de ese modo y ni que fuera la primera asesoría de violín que daba.

-que torpe… - se recrimina recogiendo las partituras – disculpe, no es mi intención estar quitándole su tiempo

-yo soy la que pidió las asesorías – nuevamente se inclina para ayudarle esta vez a recoger las hojas – la que le está quitando su tiempo, seria yo, seguro tiene muchas cosas mejores que hacer – acomoda las hojas que ya tenía en sus manos, entregándoselas al violinista

-para nada señorita, es un placer darle asesorías a alguien con un talento tan prometedor como el suyo – recibe las hojas, observando luego como Nanao bajaba la mirada apenada por su alago al tiempo que se llevaba un mechón de cabello detrás de su oreja – bueno… empecemos… - ambos se ponen de pie – diseñe estas partituras para ayudarte a mejorar tu técnica, me base un poco en como tocaste el ave maría – dice en lo que acomodaba dichas partituras, estaba vez asegurándose de ponerlas sobre el atril

-no se hubiera tomado tantas molestias senpai – nuevamente se sentía abrumada, pero esta vez por la importancia que le estaba poniendo Haruki a darle esas asesorías, lo mínimo que podía hacer es poner toda su atención y empeñó en aquella clase.

-no es molestia señorita, de verdad – la mira sintiéndose un poco más tranquilo, no podía seguir cometiendo esas descomunales torpezas el resto de la clase - ¿esta lista? –

Nanao sacó su violín casi como si este fuese de cristal, notando que incluso lo tenía tapado con un fino pañuelo blanco, parecido al que con el que vendo su muñeca hace unos días, lo que le recordó que debía devolvérselo.

En cuanto por fin las clases iniciaron como debían ser, Nanao prestó completamente su atención a las explicaciones que le daba su senpai, quien le explicaba con suma paciencia, siendo totalmente claro a lo que buscaba llegar con las técnicas que el mismo diseño para ella.

Haruki por su parte estaba admirado por la dedicación que Nanao estaba mostrando en sus explicaciones, mostrándose seria y atenta a cada una de sus palabras, enterneciéndose cuando Nanao tras hacer un ejercicio lo miraba esperando su aprobación de que lo había hecho bien. Estaba resultando ser completamente diferente a la mayoría de las alumnas que únicamente tomaban sus asesorías de violín con el único objetivo de coquetearle descaradamente, con quienes con todo el respeto que podía, pero, que no se merecían, les devolvía el dinero diciéndoles que mejor no le hicieran perder su tiempo.

Nanao de verdad se le notaba el firme propósito de mejorar, de aprender más, y claro, él estaba encantado con eso.

-pues eso es todo por hoy señorita… - por desgracia, la clase había acabado, vaya que no sintió para nada el correr de esa hora – me ha dejado impresionado, entendió perfectamente la lección

-es que usted es un excelente tutor, Haruki-senpai – estaba mucho más relajada, eso le gustaba mucho – tome…

Ve que le extiende un sobre, seguramente con el pago correspondientes de las asesorías.

-oh no, no, señorita… - pone sus manos al frente – no pensaba cobrarle

-pero Haruki-senpai…

-de verdad, no es necesario… - Nanao no insiste más, y se guarda aquel sobre en uno de los bolsillos de su falda – por cierto, no tuve ocasión de devolverle su pañuelo – lo busca en el estuche de su violín, donde lo tenia pulcramente guardado y doblado

-no, esta bien, al menos acepte quedarse con el en pago a sus asesorías –

-supongo que es un buen trato – ambos ya estaban más tranquilos el uno con el otro, era un enorme avance entre ellos, al menos cada uno pensó eso – nos vemos entonces la próxima semana a la misma hora ¿cierto? – era casi un ruego que así fuera

-si no es mucha molestia – vuelve a bajar la mirada acomodándose un mechón detrás de su oreja, gesto que Haruki empezaba a catalogar como encantador

-para nada señorita, será todo un placer – se quedan mirándose un momento, que Nanao rompió mirando nerviosa a otro lado

-perdone, ya debo irme, mi tío me espera para cenar antes de que se tenga que ir a trabajar – hace una reverencia a modo de despedida – gracias de nuevo por las asesorías, me han servido mucho

-me alegra saber eso –

-hasta la próxima semana, Haruki-senpai – se retira, con calma, tan diferente a cuando prácticamente huyo de él aquella ve que la encontró tocando

En cierta forma estaba más tranquilo al ver el cambio de actitud de Nanao con él, aunque todavía no terminaba de descifrar del todo que le ocurría al estar con ella, con solo pensarla. En fin, ya había pasado un enorme bache y se sentía satisfecho por ahora, así que desdoblo con vehemencia el pañuelo y con el cubrió su violín que ya estaba guardado en su estuche, cerrándolo tras haber concluido ese día.

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Estaba cansada, tenía sueño, apenas el baño lograría despertarla, pero no lo hizo, ni siquiera las gotas de agua que caían de su cabello sobre sus hombros y espalda desnudos. Envuelta en una toalla se acercó al gabinete del baño, ahí guardaba sus cosas personales, sobre todo, las cosas que tenían que ver con su periodo.

No, la caja no se encontraba donde ella debería tenerla, recordaba haberle dicho a Sato que la pusiera en el mismo lugar de siempre, no dudaba de que al idiota de su hermano no le hubiera hecho caso, dejándolas en algún lugar de la casa.

No tenía por qué pensarlo, iba a ir a la habitación de Sato a reclamarle y ver donde había quedado esa caja nueva de tampones.

¿Por qué tenía que tocar? Su hermano dormía solo, todos sus hermanos lo hacían, así que simplemente giro la perilla y vio a su hermano en la cama.

-¡Satoshi! – Grito furiosa mientras el aludido aun ni siquiera abría los ojos -Te dije que dejaras la caja morada en el gabinete del baño ¿Dónde la has puesto?

Se enderezo en la cama, sosteniéndose en su codo mientras que con la otra mano trataba de espabilarse, rascándose la cara insistente; giro un poco su cabeza, mirando a su hermana a la puerta y envuelta en una toalla.

- ¿Por qué vienes a molestar tan temprano? – Se quejo, primeramente, mientras bostezaba y se tallaba un ojo con insistencia - ¿Caja morada?

-Si, la caja morada que utilizo cada mes- Reprocho, sosteniéndose la toalla al cuerpo mientras daba unos pasos dentro de la habitación de su hermano -Espero no la hayas dejado olvidada por ahí…

Pasmo, sobre todo al sentir el colchón inflable en su pie descalzo ¡Maldita sea! ¿Quién más estaba en la habitación de su hermano? No hubo necesidad de preguntar nada más, no cuando pudo ver un mechón azul moverse frente a ella, dejándola aún más estupefacta.

-Como molestas- Gruño el hombre mientras se enderezaba, rascándose la cabeza y alborotándose aún mas el cabello, mirando de reojo a la chica - ¿No tienes algo mejor que hacer que despertarnos tan temprano?

Un escalofrío le recorrió el cuerpo, los colores le habían invadido las mejillas ¿Por qué diablos hacia tanto calor? retrocedió unos pasos, mirando a él peli azul, quien llevaba el torso descubierto.

- ¿Qué está haciendo él aquí? – Pregunto, mientas miraba a su hermano apoyado sobre sus rodillas, que aún estaban bajo la sabana, y sus ojos se posaban en ella - ¡Sato!

-Me pidió ayuda con unas cosas, es más fácil que estar horas pegados al teléfono…- Bostezo, quitándose la lagrimita del ojo mientras veía divertido a su hermana -Así que lo invite a quedarse, por otro lado, creo que tu deberías ir a vestirte…

Una sonrisa traviesa se dibujó sobre el rostro de Grimmjow, algo que ninguno de los hermanos pudo ver debido a las miradas que entre ambos se lanzaban, por lo que el mayor miró en dirección de la más joven una vez más, haciéndola correr hacia el marco de la puerta nuevamente, para luego señalar a ambos chicos.

- ¡Esto no va a quedarse así! – Grito antes de salir corriendo.

-¿debería preocuparme por la amenaza de tu hermana? – le pregunta Grimmjow todavía un poco adormilado

-no lo creo – se estira para terminar de despabilarse – solo le tomo por sorpresa encontrar que su crush durmió bajo el mismo techo que ella – lo molesta, solía burlarse de Grimmjow por el fanatismo que tenia su hermana con él cuando ella apenas tenia once años y Grimmjow dieciséis

-no se porque tomas con tanta calma que tu hermana menor pueda estar interesada en un tipo como yo – dice serio, llamando la atención de su amigo – en tu lugar, no permitirá que si quiera me le acercara – Grimmjow aun era perseguido por el fantasma de su pasado, eso aun no lo dejaba en paz y Satoshi era muy consciente que eso

Salió del tormento de sus pensamientos al sentir un almohadazo en su cara que casi lo tira de espaldas.

-¿a que vino eso? – le reclama con una vena furiosa palpitándole en la nuca

-ya deja de auto torturarte con eso Grimm – se pone de pie, estirando los brazos – si vez hacia atrás, te perderás de las nuevas oportunidades que tienes frente a ti – Grimm bufa divertido ante esas palabras, su amigo a veces tenia un toque de sabio – te toca preparar el desayuno

-¿yo? Se supone que soy tu invitado – reclama ofendido cruzado de brazos

-me lo tomare como pago por mantenerme desvelado la semana pasada hablando por teléfono – alega con gesto victorioso, a lo que Grimmjow no pudo debatirle

¿Qué iba a ponerse esta vez? No iba a poder usar el vestido que tenía preparado para ese día, no con "aquello" interfiriendo con sus planes, ni de loca, así que no tuvo otra opción más que de ponerse un pantalón.

Ese día había pensado en ser la misma Asami princesa de siempre, pero su hermano le había cambiado los planes, y su amigo estaba ahí, tal vez podría demostrarle a ese hombre que podía ser la misma princesa Yamamoto y, al mismo tiempo, una rebelde oculta bajo la faceta de niña linda.

El pantalón negro entallado la haría sentirse cómoda, por suerte, era negro y tenía algunas rasgaduras que le hacían ver bien. El tiro del pantalón quedaba por debajo de su ombligo, lo que le hacía lucir el percing que se había hecho casi un año atrás, así que, para no perder el estilo, decidió colocarse un crop top que le llegaba por arriba de la cintura, tenía mangas anchas y algo largas, pero la hacían sentirse cómoda y lucía tal cual ella deseaba.

Se puso sus tenis blancos, delineo un poco sus ojos de negro, aretes, anillos, pulseras y salió a desayunar junto con sus hermanos.

Vaya sorpresa en encontrarse a Grimmjow frente a la estufa con un mandil de cocina meneando algo en el sartén, ante tal escenario Asami no estaba segura de reírse o dar un grito interno por lo lindo que lucia ese rebelde con esa facha hogareña.

-ahora si hermanita…. – la voz de Sato sentado a la barra la sobresalto, vaya que si se había quedado prendada de Grimmjow cocinando en su cocina – buenos días – suelta cantarín meneando su clásico café frio en su taza favorita

-sí, buenos días – se sienta a lado de su hermano sirviéndose un poco de jugo

Ignoró por completo que Grimmjow había volteado a verla por unos segundos, quedándose impactado por la vestimenta ruda de la princesita de los Yamamoto, que la hacía lucir increíblemente atractiva, especialmente por el pircing que dejaba ver. Únicamente volvió su atención a lo que preparaba cuando un poco de aceite cayo en su mano, tratando de ignorar el molesto calor que se acumuló en sus mejillas.

No, el nunca creyó que la princesa Yamamoto tuviera otra fachada, solamente conocía a la chica con vestidos y cadenas de oro, pero, verla así, con esos jeans rasgados, dejando ver su piel de alabastro, la tela enmarcando sus caderas y resaltando su cintura, la cual, era completamente visible gracias al crop que llevaba, que a pesar de tener las mangas por encima de los codos, era suficiente para resaltar su busto y dejarle más allá a la imaginación.

Pero no solo eso, las pulseras y collares que llevaba, los anillos agregados y el delineador negro la hacían lucir, en sus propios pensamientos; espectacular.

-¿Qué quieres de desayunar? – le pregunta Satoshi – hoy tenemos chef personal – mira burlón a su amigo, que solo emite un molesto bufido

-en ese caso… quiero una orden de huevos con tocino por favor – pide como si realmente estuviese en un restaurante – con una rebanada de pan, si no es molestia – molesta a Grimmjow

-que originales – suelta Grimmjow con sarcasmo poniendo otros dos trozos de tocino en la sartén – Satoshi pidió exactamente lo mismo – le pasa a este su correspondiente desayuno, que, en efecto, eran huevos con tocino y una rebanada de pan – empiezo a ver que ustedes dos se parecen demasiado – comenta alzando una ceja para volver a su tarea de preparar ahora el desayuno de Asami

-para nada… - debate Asami al tiempo que le quitaba a su hermano un tocino de su plato, recibiendo reclamos de este mientras ella solo lo ignoraba con una sonrisa ladina

-de verdad se parecen demasiado – comenta nuevamente Grimmjow con los ojos en blanco al tiempo que una gota se le resbalaba por el costado de su nuca

El resto del desayuno paso sin mayores complicaciones, de hecho, para sorpresa de Satoshi y especialmente de Asami, Grimmjow terminó preparando el desayuno para el resto de los hermanos que se fueron levantando y alabaron que lo que comían se veía muy apetecible, a lo que él peli azul se ofreció a cocinar para todos, gesto que Asami no admitiría de momento en voz alta, pero le pareció algo muy lindo y encantador de parte de aquel bandolero.