—No, no. Es de esta otra forma.
La voz de Shino es escuchó tranquila, como siempre, al corregir a Kiba que no dejaba de equivocarse. Hinata ingresó a la sala de estar de su departamento, con una bandeja de galletas recién salidas del horno, y sonreió al ver como sus amigos estaban concentrados, con envases de pintura repartidos en toda la mesa y 7 figuritas a medio terminar.
—Pero yo quiero que mis marcas sean así —reclamó Kiba.
Ella se acercó, y tomó la figura que el Inuzuka estaba pintando, que era una representación de él mismo, y notó que había pintado sus marcas rojas de las mejillas de otra forma. Más largas y horizontales.
—Si las pintas así—intervino—no serías tú.
Su compañero la miró y suspiró rendido, muy pocas veces podía con ella y su forma de decirle las cosas.
—Está bien—respondió agarrando el muñeco—entonces, este idiota debería pintar su piel del color que realmente es.
Shino se mostró ofendido y Hinata rápidamente miró la figura del Aburame para observar que Kiba tenía razón; se había pintado con la piel mucho más tostada.
No hizo falta que la Hyuga hiciera o dijera algo, porque Shino tomó la botellita de pintura con el color que correspondía y comenzó a corregir mientras miraba de reojo a Kiba con molestia.
Ella volvió a reír y se sentó; hacer un regalo, como ese, con figuritas que los representaban para el cumpleaños de Kurenai había sido una idea que venían pensando desde hace mucho, y hacerlo solo le daba un toque especial. Su maestra, había dado mucho por los tres, y siempre se preocupaba por ellos, así que esto era lo menos que podían hacer para demostrarle todo que la querían. Al fin y al cabo, ella había sido quien les enseñó el valor de la amistad.
Y la tarde pasó.
—¿Te queda negro?—preguntó Kiba mientras pintaba el cabello de una mini Kurenai.
—No —respondió Hinata—se acabó. Iré a comprar.
El Inuzuka negó, le dio una pequeña palmada a Akamaru e indicó que iría él; de todas formas, necesitaba mover las piernas.
Hinata y Shino se estiraron cuando su compañero se marchó, y ella se levantó a preparar más té mientras el la seguía, también quería un pequeño descanso.
Y ambos necesitaban hablar.
—¿Lo haz pensado?
Se recargó en la pared frente a ella mientras Hinata colocaba a hervir el agua.
—¿Qué?—respondió haciéndose la desentendida.
No quería hablar sobre eso, no quería dar una respuesta a eso que él había planteado semanas atrás, porque sabía que él tenía la razón; sabía cual era la respuesta que debía dar pero no lo sentía correcto.
Shino, al notarlo, se incorporó y tomó su manga con decisión; si ella no quería decirlo, él lo haría.
—Acerca de casarte conmigo.
Si no fuera por que conocía las intensiones de su amigo, se hubiese desmayado de la impresión, pero ellos ya habían conversado de esto y las consecuencias.
Shino estaba ofreciendo una oportunidad de tomar su situación y sacar lo mejor de ello, de casarse con él en vez de con un desconocido.
—No puedo hacerte esto —respondió.
Él negó.
—De hecho, sería un favor—indicó con tranquilidad—los dos ganaríamos algo y lo sabes.
Sí, lo sabía, lo habían conversado y por eso era difícil negarse.
Si ambos se casaban, podrían cumplir sus objetivos en conjunto: ella obtendría un esposo que cumpliera con las expectativas del clan y que le ayudaría en su lucha para cambiar su familia apoyando a Hanabi. Y él, podría optar a ser el líder de su propio clan, formando una alianza estable con los Hyugas, ahorrándose la búsqueda de una esposa política.
Ambos ganaban.
Era un contrato sin amor pero con amistad y de ayuda mutua.
—Pero Shino—habló, ahora ella tomando su mano—tienes la oportunidad de buscar una esposa, de esperar, y elegir.
Si ella supiera que era la única mujer fuera de su propio clan que jugaba y no temía a sus insectos, probablemente lo negaría diciendo que era imposible que fuera así. Si supiera que era la única mujer que se acercaba sin sentir escalofríos, se reiría de él indicando que estaba equivocado. Y, más aún, si supiera que Kiba y ella eran las únicas personas con las que él se sentía comodo, le diría que era porque no dejaba que los demás lo descubrieran.
Ella no sabía todo lo que significaba su amistad para él.
No sabía que su presencia y compañía, junto a la de Kiba, era lo que lo hacía sentir menos solo y más normal.
Así que sonrió con suavidad, porque Hinata, a veces, era demasiado ingenua para ser ninja, y, precisamente era eso lo que le hacía tan valiosa para él.
No podía dejar su felicidad al azar.
—Bueno —respondió—siempre podemos divorciarnos si lo consideramos necesario.
Era una opción.
Una buena opción, si tenía la esperanza de que Shino encontrara a alguien que lo hiciera feliz.
—Lo pensaré.
Aquellas pequeñas luces brillaban juntas, acompañadas …
Decir que estaba asustado era poco, o tal vez, no tan acertado. Se sentía ansioso, y el sueño lo había esquivado gran parte de la noche.
Saber que Naruto aparecería en el día en que compartía con Hinata lo tenía nervioso, tanto por el resultado, así por como ella lo tomara. Podría enojarse, y él no había visto una version de ella así, no sabría como arreglarlo. Pero también, ellos podrían volver y de ser así, solo esperaba estar preparado; sabía que la semilla de la esperanza se había plantado en su corazón y luchaba por no hacerla crecer.
Pero era prácticamente imposible. Chouji le había mostrado la oportunidad, y él no podía dejar de pensar en ello.
Mierda.
Detente.
Aterriza.
Tres palabras que se repitió desde el amanecer, hasta ese preciso instante en que sonaba su puerta y caminaba para abrirle al rubio.
Naruto.
Él héroe de Konoha, el hombre que tenía el corazón que anhelaba y que, posiblemente, no podría alcanzar.
Suspiró, finalmente aterrizando y mirando el abismo de diferencias que había entre ellos; su amigo era físicamente muy distinto, rubio, de piel tostada y grandes ojos azul cielo, con una sonrisa capaz de iluminar el mundo entero. Él, en cambio, era moreno, su sonrisa no era nada especial y su expresión, por lo general, era de aburrimiento y cansancio. Ni hablar de sus personalidades, porque donde Naruto era pura emoción y energía, él veía los problemas, analizaba los pro y contra, y luego se volvía demasiado perezoso al comprender el esfuerzo.
Joder.
—Shikamaru —habló y su voz delató lo nervioso que se encontraba—muchas gracias por esto.
Una amplia reverencia lo sorprendió, porque Naruto no era muy dado a esas muestras de respeto y agradecimiento, él era mas de sonrisas alegres, y palabras de valentía.
—Solo, arregla esto.
No fue capaz de desearle buena suerte, tampoco quería preguntar que iba a hacer; se sentía demasiado contrariado por sus propias emociones como para poder decir algo más. Sentía que mentía y a la vez, hablaba con la verdad.
Y el timbre volvió a sonar, mientras Naruto se sentaba.
—Debe ser ella —indicó—espera aquí.
El frío golpeó su rostro al abrir y en seguida, vio un gorro gris con un gran pompom frente a él. Era ella, bajo kilos de ropa que la cubrían mientras su cabello que aparecía como hebras negras que se deslizaban con suavidad por su rostro, levemente enrojecido por el frío, y tapado por una bufanda del mismo color del gorro. El abrigo violeta cubría el vestido de invierno que llevaba y solo dejaba ver sus medias negras y botas claras.
Lucía terriblemente adorable.
—Buenas tardes, Shikamaru—le dijo.
Su característica y suave sonrisa apareció derribando cualquier muralla que hubiese puesto para mantenerse sereno ante lo que estaba por ocurrir. Y deseó, por primera vez, que ella recordara que tenía algo que hacer y se marchara.
No quería que lo viera, no quería que lo encontrara.
Cerró la puerta detrás de ella y le ayudó con el pesado abrigo que llevaba para colgarlo en el recibidor, mientras se decía, una y otra vez, que esto era lo mejor. Que era lo que tenía que pasar.
Pero actuó antes de pensar.
Se ubicó delante de ella y tomó la manga de su chaleco, sujetándola.
—Lo siento—dijo mientras su mirada viajaba al suelo—, de verdad lo siento.
Hinata no tuvo tiempo de reaccionar, cuando se vio arrastrada por él que caminaba hacia la sala de estar donde siempre jugaban Shogi.
Y supo exactamente porque él le había dicho aquello: Naruto.
No.
Ella no estaba preparada.
Buscó refugió en Shikamaru, pero el avanzó sin mirar atrás y se perdió en la cocina, dejándola completamente indefensa ante la presencia del Uzumaki.
Retrocedió.
Naruto, al ver que ella tenía intensiones de marcharse, se levantó y la alcanzó sujetándola de la muñeca.
—Por favor, espera —pidió—. Hablemos una vez más.
Esos ojos azules jamás mentían. Esos ojos azules eran incapaces de ocultar lo que sentían y en ese momento, rogaban por atención. La buscaban, como tantas veces soñó; como muchas veces anheló.
Lo extrañaba y no podía con eso.
Esa increíble atracción que nació luego del primer beso, luego de conocer lo que era caminar juntos, se apoderó de ella una vez más, recordándole esa verdad que su corazón siempre había gritado y que ella ahora quería callar.
No podía con la agradable sensación de las manos del Uzumaki sujetando las suyas; y en silencio, se dejó guiar.
—Me enteré que el clan te está buscando un esposo —comenzó—¿es por eso que me dejaste?
Intentó soltarse y huir, porque esa era una pregunta que solo podía responder con una mentira y ella no quería faltar a la verdad. Tampoco quería verlo sufrir, y la verdad solo iba a lograr eso.
Pero él la sujetó, firme y decidido.
—Hinata —continuó—fui a ver a tu padre y pedí tu mano.
Shikamaru, que estaba en la cocina intentando distraerse, no pudo evitar escuchar la confesión inesperada de Naruto y el miedo lo invadió. No había pensado en eso.
No había considerado esa posibilidad.
Pero antes de que pudiera seguir hundiéndose en sus propios pensamientos, la voz de Hinata lo devolvió a la realidad.
—¡No!
Su suave voz se escuchó fuerte y desesperada, casi asustada. Sus ojos, aquellos que el rubio había aprendido a observar y adorar, lo miraban con miedo y dolor. Y la soltó, al ver que ella no estaba sonriendo, ni mucho menos se sentía aliviada de escuchar su decisión.
Quizás, se había equivocado y los sentimientos de Hinata habían cambiado.
—¿De verdad, no me amas?
La mirada desconcertada de Naruto fue como un puñal a su propio corazón, porque esa no era la verdadera razón; porque eso no era verdad y ella lo amaba como siempre lo hizo.
Y dolió aún más porque un matrimonio con él era lo que siempre había querido y ahora, no podía estar feliz de escucharlo.
La vida era cruel.
Pero si él había llegado hasta ahí, entonces debería revelar toda su verdad.
Ya no había motivos, ni razones que ocultar.
Negó.
—Es porque te amo —respondió—que te debo dejar.
Eso era.
Y con eso, la caja de las verdades y la realidad se abría; y los alcanzaba.
Una mezcla de emociones se reflejaron en el rostro de Naruto, azotándolo con fuerza en su interior, y dejándolo sin saber como responder a eso. Abrumándolo con la confusión de no entender si debería estar feliz o triste.
Porque para él, si ambos se amaban, si el clan no había rechazado su propuesta, entonces no habían razones para estar separados.
Cualquier problema que hubiese, podrían enfrentarlo juntos.
Así que avanzó, cortando las distancias, dispuesto a atrapar aquella pequeña figura que parecía querer escapar.
Pero aquella verdad que Hinata había comenzado a soltar, ya no la podía contener. Su corazón se había abierto, y sus palabras buscaban poder gritar lo que ya no aguantaba ocultar.
Las responsabilidades pesaban y los sueños tienen su precio.
—Es porque te amo—continuó—, que no puedo hacerte esto. No puedo anclarte a mi.
Sus ojos, esos que a veces eran claros como las nubes, en ese momento se volvieron oscuros como la tormenta; furiosos como un huracán. Pero se mantuvo ahí, quieta, tiesa intentando retener la lluvia de lágrimas que buscaba explotar, porque aún faltaba. Naruto debía entender.
Naruto debía rendirse.
—¡No lo entiendo!—habló él un poco más alterado—¿por qué?¿por qué no puedes hacerme esto?¡soy yo quien lo está eligiendo!
—¿Realmente lo estás eligiendo?—respondió ella y su voz se quebró—¿realmente sabes lo que estás eligiendo?
No, él no lo sabía. Naruto no tenía idea y recién comenzaba a darse cuenta que Hinata estaba hablando de algo más; de las responsabilidades.
Pero ella no lo dejó continuar.
—¡Elegirme significa renunciar a tus propios sueños!—soltó.
Y Shikamaru, que continuaba en la cocina, entendió.
Comprendió lo que significaba casarse con ella y porqué lo estaba dejando; no, lo estaba liberando.
Hinata le estaba entregando libertad.
Porque casarse con ella significaba participar en un clan poderoso, implicaba cambiar prioridades. Exigía que cuando tomara una decisión, siempre pensara primero en el clan, luego en Konoha y después en su familia. Y Naruto, el próximo Hokage, no podía poner primero a un clan; la aldea siempre venía primero.
Casarse con ella lo haría parte del clan Hyuga, y eso podría hacer peligrar su puesto como sucesor, porque los demás clanes no querrían agrandar aun más el poderío de los Hyuga, y eso Hinata lo entendía.
—Si estás conmigo, tendrás responsabilidades dentro del clan, tu vida y tus objetivos serán los de un Hyuga y siempre deberás ponerlos primero ¿lo entiendes? Incluso, podrías perder la oportunidad de ser Hokage.
Sí, lo entendió.
Por primera vez comprendió la mochila que venia junto a Hinata, el deber que traía esa unión, y el sacrificio que implicaría continuar con esto.
—Naruto-kun—habló ella con más suavidad, y esta vez, alzó su mano para acariciar su rostro con cariño, en lo que quizás sería una última caricia—Tu eres el único que puede ser el próximo Hokage. Por el bien de Konoha, tú debes serlo.
La mano temblorosa del Uzumaki atrapó la de ella, sujetándola en su posición, mientras sus ojos se encontraban en un último íntimo asalto; un último momento de conexión entre ellos que no podría volver a repetirse. Porque entendía.
Porque sabía que ella lo liberaba para que pudiera cumplir sus sueños.
—Es porque te amo, que no puedo quitarte tus sueños así que te dejo ir.
Gruesas lágrimas escaparon del rostro de Naruto, mientras ella intentaba mantenerse firme y sin quebrarse; no podía hacerlo. No podía llorar frente a él y causarle más dolor.
No podía llorar frente a él y soltar su corazón; debía dejarlo ir sin remordimientos, sin ataduras.
Aún cuando quería gritarle que la eligiera.
—Y si busco la manera de liberarte del clan—respondió—puedo consultar con Tsunade-obachan, con Kakashi-sensei, o con cualquiera y averiguar como …
Negó, eso no era una opción.
—Tengo un deber —respondió—casarme es mi responsabilidad.
Con cuidado y suavidad, dio un paso atrás y lo soltó, para comenzar a decir adiós; pero él, parecía continuar buscando alguna posibilidad.
—¿Porqué debes ser tú?—cuestionó—¿no hay otra persona que pueda tomar tu lugar?
Una suave sonrisa adornó su rostro que luchaba por mantenerse compuesto y firme, que se tensaba ante la voz de quien la había hecho soñar muchas veces y que la inspiró muchas más, porque él no necesitaba saber. Porque no tenía que preocuparse por ella nunca más.
—Esto, es algo que solo yo puedo hacer.
Sí, solo ella podía tomar ese lugar, escapar no era una opción. No podía dejar que todo el peso del matrimonio y el liderazgo del clan cayera sobre su pequeña hermana.
Así que ella daría su corazón en el matrimonio político y Hanabi entregaría su tan preciada libertad para ser la líder del clan. Ese era el trato, ese era el sacrificio que ambas debían hacer para que su hermana lograra tomar el mando y terminar con el souke y el bouke. Si quería que el sello terminara con ella, entonces debía cumplir con su deber.
Seguro, iba a sufrir por elegir un destino que no quería, Hanabi también lo haría, ella anhelaba su libertad más que cualquier cosa y no deseaba tomar el liderazgo; pero ellas eran las únicas que podían hacerlo. Ellas eran quienes tenían la oportunidad de cambiar las cosas.
Por eso, no podía ceder; no podía soñar.
Se miraron una vez más, en ese instante que marcaba el final, el adiós; el término de un sueño que se demoró años en llegar.
Un sueño que viviría mil años en su corazón, y que continuaría cuidado como el recuerdo de un amor correspondido; un momento precioso y adorado.
Y, a pesar de que solo quería correr a sus brazos y olvidar, aprendería a conformarse con mirarlo a la distancia, con saberlo feliz realizando sus sueños.
Porque Naruto jamás le perteneció.
—Sé feliz, Naruto-kun.
Sé feliz, por ti y por mi, por favor.
Antes de que él pudiera decir algo más, ella hizo una rápida reverencia y se despidió.
La oscuridad jamás se sintió tan cálida para esa luz que hoy no quería brillar.
Huyó.
Porque su corazón dolía y no era capaz de aguantar.
Corrió.
Porque prefería perderse sin control, antes de detenerse y enfrentar su realidad.
Avanzó.
Porque ya no importaba donde fuera, solo quería alejarse y llorar.
Y esa carrera imparable, bajo la blanca nieve que caía, marcó el camino hacia una sola dirección: Shino.
Él era como ella; la calma que ella había perdido. Aún cuando podría haber acudido a Kiba, no podía ir con él, no podía ir así y alterar su recuperación.
Así que sus pies, que conocían muy bien el camino, se movieron por las calles de la aldea en dirección al departamento de su amigo, que quedaba en el mismo condominio de edificios que el suyo.
—Shino…
No necesitó decir nada más; no tenía que decir nada más: él sabía.
La conocía, y con él, ella podía llorar.
Esos fuertes brazos la acogieron y la guiaron al interior en silencio. Las luces tenues con las que él mantenía su departamento se sintieron cálidas y necesarias para ocultar su corazón. Y sus manos, que se movieron con tranquilidad entre su nuca y su espalda, le entregaron el cariño que buscaba.
Ella solo necesitaba llorar.
Soltar.
Liberar su corazón para poder dejarlo ir.
Decir toda esa verdad que no era capaz de decir, que no podía gritar; porque no quería asumirla. No quería reconocer que aún quedaba algo más.
Pero él, una vez más, liberó lo que ella no era capaz de hablar.
—Él no fue capaz de renunciar —dijo Shino —no fue capaz de dejarlo todo por ti.
Sabía que él no lo decía con maldad, sino porque era el anhelo oculto y no reconocido que ella tenía, el sueño imposible que la avergonzaba y que no era capaz de expresar. Aquella culpa que le hacía sentir egoísta, pero que no podía evitar, y que le rompía aún más el corazón.
—Sé que es horrible—dijo ella con voz quebrada y ocultándose en él—sé que no debería haber deseado eso, pero..
—Pero lo amas —completó él—y te hubiese gustado ser la primera en su corazón.
Sintió como los brazos de Shino la acurrucaron, como se inclinó hacia ella y la sujetó con más fuerza, y como su voz bajó a un susurro que no era acusador, sino comprensivo.
Porque él la entendía.
Porque Shino sabía que en el corazón de ella, incluso ahora, Naruto siempre había estado primero; incluso antes que clan y ella misma. Y, en esta oportunidad, su propio corazón quedó al final.
Ella era quien estaba haciendo el sacrificio al dejarlo ir, ella era quien estaba olvidando sus sueños al entregarle libertad. Ella era la que se estaba perdiendo al cumplir con su clan.
Hinata se estaba quedando sin su corazón al cumplir con su deber.
Así que tenía todo el derecho a gritar, a llorar, a anhelar lo que fuera porque ya no tenía nada.
Nada.
—Está bien —le dijo—mereces ser la primera. Mereces ser el sueño de alguien.
Merecía ser la prioridad.
Hinata debía vivir para ella misma y para nadie más.
Pero el deber, estaba matando su corazón.
Aquella luz quería fundirse en la oscuridad.
El sonido de la puerta cerrar lo devolvió a la realidad, golpeándolo con fuerza y revolviendo todo en su interior. Estaba enojado.
Estaba eufórico.
Quizás, un poco asustado.
Pero escuchar las razones, el peso de las cosas que Hinata estaba enfrentando, el dolor de las decisiones que estaba tomando lo abrumaban. Era demasiado.
Hinata había entregado todo al liberar a Naruto y asumir su responsabilidad.
Ella había hecho lo que él no pudo con Temari, sacrificar sin remordimientos; dejar todo por un amor que jamás la iba a elegir.
¡Joder!
¿Qué pasaba con sus propios sueños?
Corrió hacia la entrada, tomando solo su chaqueta y cerró la puerta detrás de él; debía terminar eso en ese momento. Y alcanzó a Naruto antes de cruzar la calle y lo enfrentó. Porque el Uzumaki ya había tenido su oportunidad, y había tomado su decisión y, ahora, era el turno de Shikamaru.
Ahora, él podía mostrarse.
—¡Naruto!
Fue totalmente consciente de lo fuerte que sonó su voz, de lo afectado que aún se sentía el Uzumaki y de lo desesperado que él mismo se debía ver. Pero ya no lo aguantaba.
Ya no podía contenerse.
—Ah, Shikamaru —respondió ido —muchas gracias por la…
—¿Estás seguro de su decisión? —interrumpió—¿estás seguro de dejarla ir?
Quería decir que no. Quería mandar todo a la mierda y olvidar; pero no podía.
Este era su sueño, su deseo y por lo que había luchado toda su vida. Y ese sueño, había alcanzado la esperanza de Tsunade, de Kakashi, de Gaara, Sasuke y de todos aquellos que lo apoyaban, y confiaban en él.
De todos aquellos que veían en él una esperanza de mantener la paz entre las aldeas, y el sueño por lo que Hinata también había arriesgado su vida y Neji había muerto.
Este era él.
Y por más que quisiera, no podía tenerlo todo; debía liberar a Hinata para seguir su camino.
Porque esto era lo que un Hokage debería hacer; poner a su aldea, a los demás, antes de su propio corazón.
—No, no lo estoy —respondió con sinceridad y sin poder ocultar el dolor—pero no puedo pedirle que me acompañe. No puedo pedirle que me siga, y no puedo pedirle renunciar a todo por mi.
"Ella ya entregó suficiente"
—Entonces, terminó —concluyó Shikamaru.
Asintió.
La mirada del rubio viajó hacia el Nara al sentir que él continuaba ahí, y notó como se acercaba a paso lento y decidido, para luego detenerse frente a él.
Y lo supo.
Entendió lo que su amigo iba a hacer.
—Voy a intentarlo.
Pudo sentir como la rabia se apoderó de los ojos de su compañero por unos momentos y no lo juzgó, ni siquiera se movió de su lugar ni se preparó para recibir algún golpe o ataque, porque tal vez, se lo merecía. Porque quizás, no era el mejor momento para decir algo como eso, pero no podía esperar.
Si no lo hacía en ese instante, sería después y el dolor sería el mismo.
Si no era claro y exponía sus intenciones, sentiría que estaba traicionándolo y él quería hacer las cosas bien; Naruto siempre había estado ahí para él.
Pero el Uzumaki se calmó, bajó la mirada y asintió; ya no tenía derecho a reclamar, él era quien estaba haciéndose a un lado.
—Solo, hazla sonreír.
No necesitó más y no había nada más que decir.
Esa sombra iba a encontrar su luz en la oscuridad.
La distancia entre su casa y el edificio de Hinata no era tanta, un par de calles, muchas personas y nieve que calaba los huesos. Pero nada de eso fue suficiente impedimento para alcanzarla.
No sabía que iba a decir, ni como podía comenzar, mucho menos como se podría disculpar de haber armado ese encuentro que le terminó de romper el corazón; pero no se arrepentía.
Ella necesitaba enfrentar la realidad y él encontrar sus propias respuestas.
Y esperó.
Sentado en el frío suelo de la puerta de su departamento, acurrucado para que la nieve lo alcanzara, y preocupado de que ella aún no llegaba, se quedó; no se movería de ahí hasta verla.
Pero las horas pasaban, el frío aumentaba, la noche comenzaba a caer y ella no llegaba.
—Nara.
Esa profunda y fría voz lo alertó, aquella presencia oculta y silenciosa, misteriosa, apareció desde las escaleras casi sin hacer ruido al pisar.
—Shino.
Con una calma casi irritante, se acercó y se ubicó frente a él, evidentemente molesto, aún cuando solo pudiera notarlo por la expresión recta y tensa de sus labios.
—¿Qué haces aquí?
No se dejó intimidar.
—Espero a Hinata.
—No, sabes que no es eso lo que pregunto —respondió el Aburame.
No tuvo que ser el genio Nara para comprender que él lo miraba a través de sus oscuras gafas evaluándolo, esperando la verdadera respuesta y decidiendo cual sería su siguiente acción.
Acercarse a ella involucraba entrar en su mundo, y Shino era parte de ello; él sería la primera muralla que debía pasar.
—Solo quiero saber como está.
—Está bien.
Pero antes de que tuviera tiempo a continuar preguntando, el ninja de los insectos pasó por su lado como si no existiera y colocó la llave en la puerta del departamento. Había terminado la conversación.
—Espera —le pidió tomandolo del hombro y Shino se detuvo—¿dónde está?
Se giró, rápido y con violencia, como si aquella simple pregunta hubiese desatado más dentro de él que cualquier otra cosa; como si estuviera frente a un enemigo y no un compañero, un camarada.
—¿Por qué quieres saber?—cuestionó—¿Por qué debería decirte donde está?
Esto era una prueba, y Shikamaru entendió. El Aburame quería la verdad, toda la verdad, porque no dejaría que su amiga volviera a subir. Porque él siempre había sabido lo que Hinata había revelado ese día y probablemente había más.
Hinata estaba con él.
—Porque la amo y …
—No es suficiente—interrumpió y su voz mostraba furia y descontrol poco propio de él—Naruto también la amaba y colocó en primer lugar sus sueños ¿por qué tú serías diferente?¿por qué debo decirte donde está, solo por que la "amas"?
Decir que estaba molesto era poco, nada, Shino estaba enojado; enrabiado y su corazón hervía por concretar alguna venganza que pagara el daño que su compañera estaba sintiendo.
Necesitaba gritar lo que nadie parecía ver, lo que nadie quería mirar; porque el amor ya no era suficiente.
—¿Por qué debería entregarte a mi compañera si no será tu prioridad?—respondió tomándolo del cuello de la ropa con voz amenazante—¡Ella renunció a todo por él!. Entregó su vida dos veces por protegerlo, lo apoyó todos estos años sin importarle que él no la viera y cuando finalmente llegó el momento de poner a prueba su corazón, fue ella quien cedió. ¡Una vez más!, ¿lo entiendes?. Ella lo liberó para no hacerlo elegir, ella renunció a su sueño para que fuera feliz ¿por qué tuvo que ser ella? ¿Por qué no fue capaz de renunciar él para seguirla? ¿Por qué debería ser diferente contigo?
Todo el miedo que le pudo haber provocado la actitud de Shino se calmó, porque él comprendía perfectamente lo que estaba diciendo. Porque él también entendía y se cuestionaba lo mismo, y comprendía la rabia que estaba siento.
Joder, él también la sentía.
Él también quería gritar.
Esa mezcla de sentimiento encontrados explotaban en su interior al comprender las razones de Naruto y el razonamiento de Hinata. Él había pasado por algo similar al no ser capaz de ceder en su posición con Temari y odiaba entender que el Uzumaki estaba pasando por lo mismo.
Odiaba comprender que Hinata se había dejado al final en todas sus decisiones.
Pero esta vez sería diferente.
Frunció el ceño y tomó la muñeca de su compañero que aún tenía firme el cuello de su ropa y habló.
—Porque si estoy aquí, buscándola y revelando lo que siento, es porque ella es mi prioridad —respondió—porque mis sueños y mis objetivos la incluyen. Y si ella me lo permite, podré cumplirlos a su lado.
El silencio llegó con la sorpresa de sus palabras, con la vergüenza de haber soltado algo tan íntimo que lo desnudaba, dejándolo totalmente expuesto. Pero sabía que era necesario.
Este era el primer paso.
El inicio.
El agarre de Shino cedió lento pero seguro, y mientras daba un paso hacia atrás una pequeña sonrisa apareció.
—Entonces soy tu rival.
La sorpresa no la pudo ocultar al escucharlo, porque de todo lo que habían compartido, jamás notó al Aburame en planes amorosos con Hinata, mucho menos lo imaginaba. Y aquella sonrisa de superioridad solo le decía que estaba seguro que podría ganar.
—¿Tú también la quieres?
Podría haber dicho que sí y asustarlo, porque sí la quería, solo que no de la misma forma que el Nara; él la quería como amigo, como hermana, como compañera. Ellos tenían un lazo que lo unía mucho más fuerte que una simple amistad pero que no llegaba a ser amor de pareja. Y por eso, le había propuesto el compromiso a Hinata; por eso, sabía que si él le demostraba a su amiga que ambos salían ganando ella podría elegirlo y de alguna forma podrían alcanzar la felicidad.
Pero la presencia y la revelación de Shikamaru cambiaba las cosas a un escenario mucho mejor si él hablaba con la verdad. Si el Nara lograba conquistar el corazón de su amiga, ella podría ser feliz mientras cumplía con su deber.
Así que negó ante la pregunta, porque tal vez, el genio de Konoha merecía una oportunidad.
—No de la misma forma que tú —respondió y se acomodó sus gafas— y por eso, te voy a dar una pequeña información.
El ninja de las sombras asintió, sin saber del todo de que se trataba y mucho menos entendiendo porqué decía ser su rival si no se sentía igual. Pero Shino era un caso especial.
—Mañana, a las 18:00 iré a ver a Hiashi para pedir la mano de Hinata —le contó—y sé que él y ella van a aceptar.
No esperó a una respuesta de Shikamaru para girarse, no la necesitaba, porque eso era una provocación. Shino le había lanzado un desafío para provar que tan cierto era todo lo que había dicho; para comprobar que tan en serio iba.
Y ahora, todo dependía de él.
En esa tarde de revelaciones, el reloj inició un nuevo ciclo de luces y sombras.
