Luan se arrepentía de haberle hablado así a Lincoln en el momento en que las palabras salieron de su boca. Realmente tenía que pensar en todo lo que había pasado. Pero ahora, ya no podían siquiera verse a los ojos. Ambos se sentían culpables. Luan nunca quiso gritarle a su hermanito, y Lincoln creía que le había hecho algo a Luan sin darse cuenta.
Pero después de todo, Lincoln se las arreglaba de alguna forma. Ahora era el turno de Cookie de tener una cita con él, y eso lograba distraerlo.
Se juntaron en el parque para hacer un picnic. Lincoln llevaba mucha comida de donde escoger, cortesía del señor Loud. Su especialidad, la "Lynnsaña" era el plato principal.
Cookie vivía con su madre ya que su padre viajaba mucho, aunque las visitas que hacía su progenitor eran agradables. La madre de Cookie quedó fascinada por la forma de ser de Lincoln, y aceptó el collar que le obsequió el albino. Cookie y Lincoln salieron de la casa charlando sobre cualquier cosa. La chica se veía muy bonita con su vestido azul oscuro, el cabello suelto, pendientes en las orejas, y por el maquillaje, sus ojos lucían más grandes, de manera muy atractiva. Montaron el picnic en una zona desocupada, y por pura casualidad, no fueron molestados. Comieron mucho, y a Cookie le encantó el platillo sorpresa de Lincoln.
Quiso conocer la receta, pero Lincoln decía que aparte del señor Loud, nadie sabía el ingrediente secreto que usaba, aunque él sabía cuales eran los otros ingredientes.
- Preguntaba porque me gustaría hornearte uno -dijo Cookie, jugando con su cabello y apartando un poco la mirada- Porque pienso que te gusta mucho ese platillo.
- Y me gusta mucho -aseguró Lincoln- Pero mi papá no quiere decir nada sobre el último ingrediente. Aún así, me enseñó a cocinar sin él. Y no solo sé cocinar esto, también hay muchas otras cosas que sé hacer.
- Yo igual -rió Cookie- Deberíamos preparar algo juntos.
- Jajaja... Sí, eso me gustaría.
Se la pasaron hablando sobre platillos y recetas. Ya se estaba haciendo tarde, así que Lincoln dejó a Cookie en su casa. Antes de que se fuera, Cookie lo retuvo.
- Lincoln, quiero que sepas que en serio disfruté esta tarde contigo. No me siento así con nadie más, y eres el único que me hace sentir... viva. Sabes, yo haría todo por ti. Te seguiría hasta el fin del mundo, si fuera necesario.
Roja como un tomate, le dio un beso a Lincoln en su mejilla, cerrando rápidamente la puerta tras ella. Lincoln volvió a su casa feliz y pensó en lo bien que se le estaba dando hacer sentir especial a una chica. Sin embargo, estaba de acuerdo con sus hermanas: no podía jugar con los sentimientos de ambas, tenía que decidirse y rápido.
El problema era que ambas eran tan buenas parejas que no era fácil decidirse. Ambas tenían puntos buenos y malos.
- Bueno -pensó- Es mucho mejor tener que decidir entre dos, que ser odiado por todas.
Y era que muchas chicas seguían dolidas y furiosas porque Lincoln hubiera elegido a esas dos como posibles novias. A veces recibía otra declaración o invitaciones o muchas otras cosas, pero siempre se negaba. Eso sí, procuraba hacerlo de la forma menos dolorosa posible.
Ya llegando a su casa, volvió a tierra y puso atención a su alrededor cuando escuchó el sonido del televisor encendido y a varias de sus hermanas riendo. Entró, y las vio reír a carcajadas de algún chiste que era contado en el programa que veían.
Luan era de las que reía más fuerte, pero cuando vio a Lincoln su risa desapareció. Por suerte, ninguna de sus hermanas se dio cuenta. Pero Lincoln se sintió mal, y se fue hacia arriba sin hablar con nadie.
- ¿Qué habré hecho? -se preguntó.
No recordaba qué era lo que había hecho, pero Luan se veía muy afectada por ello. Lincoln no pensaba decir nada por miedo a empeorar las cosas. Luan, por su parte, se odiaba a sí misma por haber permitido que ella y Lincoln se apartaran. Quería decirle que no había sido su intención haberle gritado, pero no podía.
El albino siguió subiendo. Estaba a punto de llegar a su cuarto cuando escuchó unos sollozos provenientes de una habitación cercana. Se extrañó y fue a ver qué ocurría.
Luan, en cambio, trataba de pensar en una forma de enmendar las cosas con su hermano. Mientras se pasaba el rato viendo el programa, fue pensando en posibles formas de hablar con Lincoln, aunque ninguna de sus ideas la convencía del todo. Cuando el show terminó, sus hermanas pusieron un programa de acción, algo que a la comediante no le gustaba mucho. Subió para dejarlas en paz, y se dirigió a su habitación. No obstante, algo la detuvo. Cuando ya casi llegaba a su cuarto, escuchó unos lloriqueos que venían de la habitación contigua. Se dirigió hacia ahí y vio a Luna, quien también había acudido con intención de ayudar. Luna levantó la vista cuando se acercó.
- No sé que decirle -le contó- pero Lynn se ve devastada. Lincoln la está tratando de animar, aunque no parece que pueda hacer mucho.
Eso extrañó a Luan por ambas partes. Por un lado que Lynn estuviera llorando era algo sin precedentes, ya que ella y Lana eran las más fuertes y rudas de entre todas las hermanas; y por otro que Lincoln, el cual siempre tenía un plan, no mostrara resultados.
- Tú sabes alegrar a la gente, Luan -suspiró Luna- ¿Crees poder hacer algo?
- Puedo intentarlo -contestó.
Entró al cuarto y cerró la puerta suavemente tras ella. El rostro de Lincoln se tiñó de angustia en cuanto se acercó, pero Luan decidió ignorarlo por el momento. La sorprendió mucho el estado de la deportista. Su cara mostraba que había estado llorando por horas. Seguramente las demás no se habían dado cuenta por estar en el televisor. Su cama tenía arrugas por todas partes, sus rojísimos ojos estaban hinchados de tanto llorar, su cabello estaba enmarañado y revuelto, jadeaba y sollozaba como novia dejada en el altar, y se recostaba en el regazo de Lincoln, abrazando con fuerza su almohada.
- Lynn, ¿qué pasó? -preguntó Luan, acariciándole el cabello lo más suavemente posible.
Ésta trató de responder, pero era agredida una y otra vez por nuevos ataques de lágrimas.
- Tranquila, tómate tu tiempo -dijo dulcemente Luan.
Lynn tardó más de veinte minutos en tranquilizarse lo suficiente como para sentarse. Cuando lo logró, siguió respirando con dificultad, mirando con desgana al piso. Su voz salió entrecortada, y costaba mucho entenderla.
- Es que... estaba jugando con... mi equipo de baloncesto... y llegué con Ryan... quien era el... chico que me gustaba... Y se veía... tan bien... que no pude... resistir decirle... que... que... que me gustaba... Incluso logré... darle un beso en los labios... Pero... Pero... el desgraciado... ¡SE BURLÓ DE MÍ...!
Luan escuchaba ensimismada. No podía creer que algo así le hubiera pasado a Lynn. Miró a Lincoln, y vio su propia cara de horror reflejada en su rostro.
- Me alejó, y empezó a reírse más... Todos los demás se empezaron a reír también... Me lanzaron cosas... Me abuchearon... Me empujaron hasta que me caí... Y él me gritó: ¿Cómo podría gustarme alguien como tú...? Siguieron riéndose... Empecé a llorar... Y regresé... Nadie me vio siquiera... y... y...
No pudo continuar, y volvió a hundirse en su desesperación. Luan la abrazó y Lynn la sujetó con fuerza. La comediante le acarició el cabello, dejando que se desahogara. Lincoln las veía, inseguro de qué debía hacer. Por fortuna, entendió por una mirada de Luan que debía quedarse quieto y callado. Con el tiempo, Lynn por fin dejó de llorar, aunque seguía triste. Fue cuando Luan consideró seguro comenzar a hablar.
- Lynn, sé que no hay nada que pueda decir para animarte -comenzó- Pero, ¿sabes? Muy pocas personas pueden contar con el honor de haberte conocido. No creo que ese chico sepa realmente quién es Lynn Loud.
Hizo una pausa, consciente de que sus palabras lograban calmar un poco a su hermana menor.
- Eres segura, animada, valiente, y nunca, nunca dejas que alguien cerca de ti sufra. Logras que los demás piensen que todo es posible con algo de esfuerzo. Nos has demostrado que hay muchas formas de ser fuerte. Y si ese bastardo hubiera visto alguna de esas cosas, habría aceptado sin dudar.
Lynn mostró la más débil de las sonrisas. Tiernamente, la comediante le secó la cara con sus manos, desvaneciendo las lágrimas, descubriendo a su hermana de siempre.
- No sabes la suerte que nos ha tocado tenerte como parte de la familia. Eres una chica extraordinaria, y estoy segura de que habrá un chico que se dará cuenta, tarde o temprano.
Lynn tardó un poco en recobrarse, pero al final decidió que Luan tenía razón.
- Gracias, Luan. Tú siempre sabes como animarme.
La abrazó, expresando así muchas cosas que no se podían expresar con palabras. Luan levantó la vista, y vio a Lincoln, quien se veía feliz por la resolución del asunto. Lynn se separó por fin, y luego abrazó a Lincoln.
- Y gracias a ti también, Lincoln, por intentar.
- No pasa nada. Para eso estoy aquí.
Los tres salieron de la habitación. Las demás hermanas estaban ahí, esperando. Luan se molestó un poco, ya que no habían acudido en ayuda de Lynn.
- Bien, Luna nos contó todo -empezó Lori.
- Sí, gracias por su ayuda -dijo fríamente Luan.
- No creas que no nos dimos cuenta -intervino Lola- Pero no creíamos que Lynn nos fuera a decir nada. Y mucho menos dejarnos entrar.
- Pero estábamos atentas por si podíamos hacer algo -aseguró Lana- Y ahora que sabemos lo que pasó, estamos listas para entrar en acción.
- ¿Entrar en acción? -preguntó Lincoln.
- Sí -dijo Lori. Su rostro se oscureció, solo podían verse sus ojos y su sonrisa, dándole un aspecto casi demoníaco. Las demás hermanas rieron por lo bajo, adoptando sonrisas acorde al de la mayor. Nada más verlas, Lincoln presintió peligro.
- Haremos que ese chico lamente el día en que se metió con una Loud -dijo Lucy, la más aterradora de todas.
Por fuera, Lincoln estaba de acuerdo con sus hermanas, y se ofreció para quedarse en la casa para cuidar a Lily. Pero mientras Vanzilla se alejaba y Lily bostezaba por el sueño, Lincoln le deseó su más sentido pésame, y rezó por el chico llamado Ryan.
- Oh, hermano -murmuró Lincoln por lo bajo, persinándose- No sabes la noche que te espera.
Ryan seguía con el hilarante recuerdo de Lynn siendo humillada en su cabeza, y no podía esperar para contarle al resto de sus amigos lo que había pasado. Como casi todos sabían, tenía la costumbre de pasarse por el arcade unas cuantas horas antes de regresarse a casa. Se notaba tranquilo e ignoraba a los demás transeúntes que pasaban. Varios carros se pasaban por la calle, y de ellos él solo alcanzaba a escuchar las melodías que sobresalían por el volumen. Por unos minutos nadie se acercó por ahí. sin embargo, se intrigó cuando una camioneta grande se acercó lentamente, hasta frenarse unos metros por delante de él. Se paró en seco, preguntándose cual sería el significado de todo aquello y preparando sus piernas en caso de tener que huir.
Varias personas salieron de la camioneta, pero por la oscuridad de la noche, no pudo distinguir a ninguna de esas personas. Antes de que pudiera reaccionar, ya lo estaban rodeando, y la posibilidad de escape desapareció.
Una de esas figuras se adelantó y habló con una voz conocida.
- Hola, Ryan. Supongo que me recuerdas.
- ¿Lynn?
La castaña levantó la cara y él la pudo identificar. Pero no había rastro de la chica llorosa que había humillado unas horas atrás. Sus ojos estaban muy abiertos, fríos y sin sentimientos, la clase que solo puede representar una persona que no tiene nada que perder.
- Te agradezco que hayas sido sincero conmigo. Pero creo que exageraste un poco tu respuesta, ¿no crees?
- Eh... -Ryan miró nervioso la pared de personas que lo acorralaban. Distinguió un cabello rubio, un ojo negro, y una falda amarilla. Pero se sintió de verdad aterrado cuando vio las sonrisas que enmarcaban los rostros de las nueve chicas que lo rodeaban.
- Juguemos un poco, ¿si? -dijo Lynn, esbozando una aterradora sonrisa.
Ryan estuvo varias horas ocupado. El parque era el único lugar seguro que había cerca, por lo que se dirigió ahí. Pero cuando una Loud se enoja, haces enojar al resto de la familia. Y lo peor que te podía pasar era hacer enojar a una Loud, sobre todo por lo que le tenían preparado en el parque.
A sabiendas de sus intenciones, las hermanas Loud habían hecho un sendero lleno de trampas en las que Ryan no cesaba de caer. Lo que él creía que sería una salida era solo la entrada para una nueva calamidad. Y como Luan era la maestra en bromas, era la que más había jugado con la mente del chico. Manipuló su instinto para que creyera que se sentía a salvo solo para demostrar que no era sí. Las demás aterraron a Ryan con sustos, uno que otro golpe, o una broma bien planeada. Todas lograban mantener a Ryan fuera de alcance de cualquier ayuda.
Su teléfono se había quedado sin señal, gracias a las interferencias de Lisa. Los animales que más temía, insectos y ratas lo atacaban comandados por Lana, los disfraces que lucían Lori, Leni, Lucy y Lola lo aterraban, casi se quedó sordo por un fortísimo solo de guitarra de Luna, y se pasó diez largos, culminantes, contundentes y dolorosos minutos siendo golpeado incansablemente por Lynn. Para finalizar, con su estado deteriorado y con un trauma que requeriría años de visitas al psicólogo, le tomaron fotografías para mantenerlas como medida preventiva en caso de que volviera a molestar a alguna de ellas. Ni falta que hizo. Ryan había entendido la lección, y no volvería a sentirse completamente seguro hasta dentro de varios meses.
Al día siguiente, a pesar de la enorme venganza que habían realizado, Lynn aún estaba triste. Lincoln fue la cereza del pastel al jugar con ella a los deportes que ella quería por el resto del día. Lynn ya estaba mejor cuando volvieron a descansar.
Luan estaba contenta por la mejora de su hermana, pero no recordó que estaba en malos términos con Lincoln hasta que éste la llamó.
- Luan, ¿podemos hablar? -le preguntó cuando ella pasó por la cocina.
- Eh, sí... -contestó Luan, insegura.
Salieron a la cochera, donde tendrían algo de privacidad. Lincoln respiró hondo antes de hablar.
- Luan, quería saber si he hecho algo que te molestara.
- ¿Qué? -preguntó Luan, sin entender la disculpa.
- Que si hice algo que te molestara, lo siento. Llevamos semanas sin hablar, y pensé que sería por algo que hice. Porque...
- ¡Ah, no, Lincoln! -se apresuró a aclarar Luan- Es que yo me sentía mal por haberte gritado cuando hicimos esa fiesta, ¿recuerdas?
- Si, ahí fue cuando pensé que había hecho algo.
- Solo me sentía insegura de un asunto, y tenía que solucionarlo sola. Pero no es tu culpa, Lincky. Nunca lo fue. No es algo de lo que te tengas que preocupar.
- Pero, ¿ya no tienes dudas? ¿Lo arreglaste?
Titubeó. No podía decir nada de lo que sentía. Pero al ver los brillantes ojos de Lincoln, su sincera preocupación, y todo lo que hacía que Luan se fijara en él, hicieron que Luan contestara casi sin darse cuenta:
- Sí, ya estoy segura. Todo ya está bien, hermanito.
Lincoln sonrió.
