Dos años después
Harry abre la puerta del laboratorio de Felicis Pociones y Antídotos con fuerza y entra caminando rápida y enérgicamente ondeando la capa de su uniforme de aurores tras él. No parece de muy buen humor.
—¿Dónde está? —le pregunta a Theo sin siquiera mirarle.
—¿Dónde va a estar? En el laboratorio de abajo —y añade—: después de que tirase el tercer vial contra la pared nadie más ha tenido el valor para bajar a interrumpirle.
Cuando Harry cruza la puerta y la cierra tras él, Theo sabe que ahora solo hay dos opciones posibles: que discutan, Harry salga aún más cabreado de ahí y Draco se quede toda la noche en el laboratorio, o que ambos salgan juntos después de, seguramente, haberlo hecho sobre la mesa de calderos de Draco. Y aunque no es muy fan de la primera opción (cuando Draco le pide ayuda, a él le toca trabajar en esa mesa; gracias), reza porque sea la segunda. Pansy se enfada cuando hace horas extras.
—¡Draco Malfoy! —grita Harry nada más cruzar la puerta—, ¿has vuelto a dejarme plantado?
Este se encoge en su banco de trabajo y gira la cabeza con lentitud.
—No te he dejado plantado. Tengo trabajo, ¿sabes? Al contrario que tú, no puedo ir y venir cuando me viene en gana.
Sabe que eso solo va a conseguir que el humor del auror empeore, pero no quiere ponerle las cosas fáciles. Harry no se enfada a menudo, pero cuando lo hace, siempre termina claudicando. Esta vez no piensa dejarle.
—¿Sabes? —dice este mientras se cruza de brazos—, creo que empiezo a comprender cuál es el problema.
—A ver, ilumíname —responde Draco imitando su postura.
—Está claro que no quieres que vivamos juntos, pero al menos, me gustaría tuvieses el valor de decírmelo a la cara en vez de dejarme plantado cada vez que quedamos para ir a ver una casa.
—Otra vez con esas —suspira masajeando el puente de su nariz—, aléjate de los calderos Harry y deja de aspirar vapores porque estás empezando a tener alucinaciones. No es nada de eso, estoy ocupado, ¿vale? ¿no podemos dejarlo?
—¿Quieres dejarlo? —pregunta con ironía.
—Sabes que no me refiero a eso —responde entrecerrando los ojos incrédulo.
—No sé a qué te refieres, porque no me lo dices. Explícame de una maldita vez que te pasa. No lo entiendo, prácticamente vives en mi casa, pasas más tiempo allí que yo. Pero no quieres vivir conmigo y necesito una razón. Estoy harto de que me evadas, de que trates como si fuese estúpido. De no saber qué pasa en nuestra relación.
Draco se levanta y se acerca a él con cautela. Está muy nervioso; Harry es muy directo, siempre lo ha sido, no tiene tapujos a la hora de expresar cómo se siente o lo que quiere, así que le es muy difícil entender que para él no es así de fácil.
—¿Podemos discutir de esto en casa?
—¿En casa? —repite con sorna—, ¿en qué casa? ¿En la tuya o en la mía?
—Harry no tengo tiempo para esto —suspira cansado.
—Ya lo sé. Ese es el problema, Draco. Que nunca tienes tiempo para mí, o para las cosas que de verdad importan.
—Querrás decir para las cosas que te importan a ti —replica con rabia.
Sabe que ha metido la pata en cuanto ve la mirada dolida de Harry. Pero este no grita ni discute. Y sabe que eso es aún peor.
—Mensaje captado —dice levantando ambas manos, harto de que Draco sea tan borde con él cuando se siente inseguro y acorralado.
Cuando Harry se va de allí; Theo sabe que hoy la mesa de calderos de Draco, solo ha sostenido calderos y se preocupa un poco, así que avisa a Pansy que seguro que sabe mejor que él que hacer.
Harry vuelve al trabajo abatido. ¿Qué le pasa a Draco? No lo entiende. Un momento están bien, todo parece ir genial y de repente Draco se comporta como si no fuesen enserio, se pasa días sin verle, se sumerge en su trabajo y se olvida de él como si no fuese parte de su vida ¿por qué es tan terco y tan cerrado? A veces le gustaría poder abrirle la cabeza y ver que tiene dentro.
Como esperaba, esa noche no aparece por su casa. Se duerme de mal humor. Ni siquiera le ha mandado una lechuza para avisarle, o para contarle por qué no está. Lo ha llamado por red flu y no ha contestado, seguramente está pasando la noche rodeado de sus calderos.
Al día siguiente, en el mismo estado, se va a trabajar al ministerio.
Hace su papeleo rutinario con la cabeza en otro sitio. Lleva más de veinticuatro horas sin saber nada de Draco, nunca ha pasado tanto tiempo sin comunicarse con él, pero no quiere volver a ir a su trabajo como si fuese un paranoico.
A la hora de comer, no tiene hambre, así que se queda en su mesa terminando algo pendiente, con la suerte de que ve a Pansy corriendo hacia él algo afligida.
—¿Qué pasa? —le pregunta a su amiga que está sin aire después de la carrera.
—Tienes que ayudar a Draco, le han detenido.
Harry la mira atónito.
No se para a preguntarle a su amiga, y se va directamente a donde se imagina que tienen a Draco. No le cuesta mucho encontrarlo, solo tiene que seguir las miradas de culpabilidad de sus compañeros. Ya hablará con ellos después.
—¿Por qué nadie me ha avisado? —pregunta entrando a donde están las celadas y Draco está retenido.
—Nos lo ha pedido él —replica enseguida uno de sus compañeros señalando a su pareja.
Draco suspira y se cubre la cara con ambas manos, que tiene esposadas.
Harry entra en la celda sin preguntar y se acerca a él, su compañero, que permanece fuera, le observa resignado.
—Potter, todos saben que eres el sucesor natural de Robards, no sé en qué piensas arriesgando así todo el trabajo duro que haces.
Ambos le miran con rabia. Draco sabe bien quién es ese auror. Ha invitado a Harry a salir en varias ocasiones aun sabiendo que están juntos. Todo porque se cree mejor que él. Le mira y le sonríe mientras intenta que capte lo que intenta decirle: que aún esposado y en una celda, le prefiere a él.
Pero todo queda en nada, porque el mismísimo Jefe de Aurores aparece allí con cara de pocos amigos.
—Potter, venid los dos conmigo.
Conducen a Draco a la sala de interrogatorios donde Harry aprecia con más claridad, que no solo está esposado. Le sangra un labio y cojea un poco.
—¿¡Se puede saber qué demonios te ha pasado!? —le pregunta aun sabiendo que su jefe no va a aprobar su "interrogatorio".
—Harry —le advierte Robards—, estás aquí porque necesito que hable para que puedas llevártelo a casa. No lo estropees.
Intenta tranquilizarse un poco, pero Draco no ayuda evitando su mirada y quedándose en completo silencio.
—¿Qué ha pasado? —le pregunta esta vez a Robards—, ¿dónde estaba? ¿qué sabes?
Viendo que el pocionista no va a abrir la boca, contesta.
—Estaba en Azkaban —Harry gira la cabeza con brusquedad hacia su pareja, incrédulo—, ha pedido un bis a bis con su padre. Y han terminado los dos pelándose. No me preguntes más, es todo lo que sé.
Harry se sienta y se cubre la cara con las manos.
—¿En qué estabas pensando Draco? Tu padre lleva en esa celda desde que terminó la guerra. Nunca has ido a verle. ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? —este sigue sin contestar—. Yo —titubea—, yo no sé qué más puedo hacer, esto me sobrepasa. Es como si de repente no te conociese. Primero lo de la casa, y ahora esto.
Nota la mano de su jefe sobre su hombro.
—No vamos a presentar cargos, pero tienes que entender que está registrado como Mortífago y teníamos que detenerlo. Si al menos consiguieras que dijese algo.
Pero Draco es listo. Sabe que sin denuncia no pueden retenerlo más de cuarenta y ocho horas, así que sabe que hable o no hable, mañana saldrá como si nada.
Robards sale con los papeles de la detención y Harry se acerca a él lo suficiente como para poder sostenerle la cara.
—¿Puedo al menos arreglarte esto? —pregunta señalándole el labio partido. El rubio asiente y Harry saca su varita.
Con un hechizo el labio vuelve a su estado normal, pero Harry no deja de sostenerle y le observa interrogándole con la mirada, pero Draco la evita, no sabe si avergonzado o simplemente ignorándolo, así que le deja ir y apoya ambas manos en la mesa.
—Draco, ¿esto es en lo que se ha convertido nuestra relación ahora? Me ocultas cosas o simplemente las haces a mis espaldas, me dejas plantado, casi no vienes a casa… No creo que sea lo que quiero.
Draco deja caer su cabeza hacia delante sobre la mesa y posa su mano sobre las de Harry.
—Todo tiene una explicación —dice por fin—, te lo prometo. Confía en mí.
—Necesito algo a lo que agarrarme para poder confiar en ti.
El pocionista entrelaza sus dedos con los del auror y levanta la vista para mirarlo a los ojos en muda súplica.
Harry suspira y besa sus nudillos, dándole a entender que lo hace, que le cuesta, pero que confía en él.
La noche siguiente, Harry está poniendo la mesa cuando nota vibrar las protecciones de la casa, se queda quieto y expectante porque solo puede ser una persona.
Y efectivamente, Draco cruza la puerta dos segundos después. Deja caer un petate sobre el suelo y se dirige a él directamente. Harry no se espera un beso, y menos uno con tanta pasión. Draco se lo bebe y él se sujeta al pocionista para no caerse, debido a la sorpresa. La boca del rubio le besa con ganas durante un buen rato, pero luego abandona sus labios para pasearse por su cuello, por su clavícula; y Harry mentiría si dijera que no siente el calor subiendo por todas partes. Hace al menos dos semanas que no se acuestan y su cuerpo lo reclama. Draco lo sujeta con fuerza de los muslos y de un salto, se sube sobre él, acto seguido, lo aprisiona contra la pared.
No hablan, pero tampoco lo necesitan, hay pocas personas que se conozcan tan bien como ellos dos cuando se encuentran así. Harry expone su cuello y se muerde el labio. Draco se mueve, haciendo que sus cuerpos se rocen y que sus erecciones choquen. Los gemidos de ambos resuenan en el silencio de la noche. Draco clava sus ojos en Harry con la mirada nublada de deseo y este sabe inmediatamente lo que quiere, así que solo lo piensa y en un segundo ambos están desnudos. Es una ventaja que el auror pueda hacer magia sin varita en ocasiones como esta.
Draco le habla mientras le lame la oreja.
—No sé si voy a tener paciencia para prepararte esta noche.
Harry piensa que es absurdo que eso le ponga tanto, no puede evitarlo. Pero le mira con una sonrisa de lado y le contesta.
—¿Cuando has sido tú una persona paciente? Siempre que quieres algo lo quieres ya.
—Quiero entrar dentro de ti ya —le susurra entre gemidos.
—¿Y a qué estás esperando?
El gruñido que da después de decirle eso no le augura nada lento ni cuidadoso, pero, de nuevo, eso eriza toda la piel de su cuerpo. Aun así, nota un hechizo y un pequeño escalofrío. Sonríe contra su cuello. Su Draco no es un desconsiderado después de todo.
Lo que sí nota es la poca paciencia a la que se refería a la hora de entrar en él, lo hace ansioso, aunque no torpe; al fin y al cabo tiene mucha experiencia conociendo su cuerpo y se sabe cada centímetro casi como el suyo propio.
Bajo su barbilla, siente el pelo rubio y húmedo que huele a sexo pero también a hogar.
—Llévame a la cama —le pide algo incómodo.
Sabiendo que seguramente no va a querer caminar sino aparecerse, aprieta el agarre de las piernas alrededor de sus caderas y los brazos de su cuello. Y efectivamente, a los pocos segundos nota el tirón y a Draco dejándole caer sobre la cama.
Esa noche, tiene una panorámica de Draco Malfoy. Lo tiene sobre él y bajo él, a cada lado, delante y atrás. Lo tiene muchas veces y aunque está cansado y quiere dormir, le permite que se redima porque sabe que, durante esta noche, lo necesita. Le necesita. Hacía tiempo que no le reclamaba así y eso le hace sentirse lleno y completo de muchas formas.
Cuando se despierta, ya no está. Y aunque mentiría si dijese que no le apena un poco, ya no son unos críos y conoce el trabajo de Draco demasiado bien.
Le sorprende ver en cambio, que le ha dejado el desayuno preparado. Esto si es nuevo. No es que Draco sea desconsiderado, pero si es parco en palabras al contrario que él. Aunque a veces, no las necesita y ver su desayuno favorito sobre la mesa, le hace sonreír.
Una vez en el ministerio su mañana pasa sin pena ni gloria, hasta que, de nuevo, a la hora de comer, recibe una llamada por red flu y se sorprende al ver a Theo en su chimenea. Durante un segundo se asusta al pensar que algo pueda haberle pasado a Draco.
Y efectivamente es sobre él la llamada.
—¿Está Draco enfermo? —pregunta Theo en un tono no muy firme.
—No, que yo sepa. No lo he visto, se fue esta mañana muy temprano. Cuando me desperté ya se había ido.
La expresión de Theo no pasa desapercibida en absoluto para él. Ni el jadeante "ah" que suelta después.
—¿Qué pasa Theo? —le apremia viendo el apuro en la cara del otro mago.
—No sé cómo decirte eso, pero Draco no está aquí. No sé dónde está, no he podido contactar con él en todo el día.
—¿Qué quieres decir? ¿cómo que no está ahí? —pregunta empezando a preocuparse.
—No ha aparecido aquí en todo el día —sentencia Theo mirándolo con culpabilidad.
—¿Y me llamas ahora? —dice consultando el reloj de pared.
—Bueno —contesta titubeando—, estuvo detenido y habéis discutido últimamente, así que pensé que igual se había quedado en casa para descansar o…
—Gracias, Theo. Voy a intentar averiguar qué pasa.
Lo dice con tranquilidad, aunque no se sienta así en lo absoluto.
Ha pasado toda la noche despierto en la cama con Draco, así que un dolor empieza a apoderarse de su cabeza. Ya no tiene veinte años y las noches en vela le pasan factura.
Obviamente, no está en casa. En ninguna de las dos. Así que al final termina mandadándole un Patronus. Uno que no obtiene respuesta. Y su angustia crece. Draco no dejaría su laboratorio por nada del mundo.
Cuando horas después, oye la puerta abrirse, Draco le encuentra sentado en la mesa del comedor y nada más verle la cara sabe que el idiota de Theo le ha avisado. Debía haberle dicho algo, pero todo ha pasado muy rápido.
Al verle se levanta y le mira con severidad. No le culpa.
—¿No piensas decir nada? —le pregunta indignado.
—Sé que te debo muchas explicaciones y te prometo que te las daré cuando pueda...
—No, Draco — le interrumpe— he llegado a mi límite. Las necesito ya. Estas actuando como un auténtico desconocido. Pasas de mí, te peleas con tu padre y acabas detenido, te acuestas conmigo y te vas a hurtadillas como si fuese un polvo de una noche ¿para ir a dónde? Nunca faltas al trabajo, ni siquiera faltaste cuando tuve aquel accidente y estuve tres días en el hospital. Necesito saber qué está pasando.
Draco parece derrotado. Agacha la cabeza y se talla el puente de la nariz como si no supiese cómo salir de esa.
—Está bien —dice de repente sin mirarle—. Vístete. Vamos a salir.
Harry frunce el ceño, pero le obedece.
Una vez está listo va a la entrada de la casa y le espera allí. Draco baja las escaleras con su mente en otro sitio, puede verlo con claridad.
—¿Listo? —le pregunta con una sonrisa nerviosa.
Él asiente y Draco posa sus manos sobre las caderas de Harry para terminar apareciéndose en un lugar que este no reconoce.
Está oscuro y huele mucho a cerrado. Puede sentir un suelo de madera bajo sus pies. Por las ventanas, anchas y altas, se cuela la luz de la luna.
Draco agita su varita y las lámparas se encienden. Harry mira atónito a todas partes.
—¿Esto es…?
—Sí —asiente el pocionista—, Malfoy manor.
Algo hace click en la mente de Harry como si poco a poco todas las piezas del puzzle fueran encajando.
—¿Por esto te peleaste con tu padre? —Draco asiente—, ¿por eso no querías que buscáramos casa ni querías instalarte en la mía? —vuelve a asentir— ¿Por qué no me lo dijiste? Te habría ayudado.
Draco suspira y recoge las manos de Harry entre las suyas.
—Quería hacerlo por mí mismo. Esta casa y todo lo que hay en ella me pertenece. Era mi obligación reclamarlo de una vez —levanta la vista y Harry nota algo en su mirada, pero no sabe que es—. Quería que todo estuviese en orden cuando te pidiese que fueses parte de la familia Malfoy —Harry abre los ojos con sorpresa y mira hacia abajo. Draco sostiene un anillo entre sus dedos y lo observa con duda—. Quería que todo esto fuese nuestro, porque como Malfoy, nos pertenece. Si aceptas, claro. Pero no quería pedírtelo con las manos vacías.
—Te habría dicho que si con las manos vacías mil veces.
Draco sonríe.
—Lo sé. Y era eso lo que hacía que quisiera esto con aún más ganas. No puedo darte todo lo que te mereces, pero quiero darte todo lo que esté a mi alcance.
Harry sonríe y le besa. Draco le devuelve el beso algo impaciente, pero cuando nota que el auror intensifica el beso, lo aparta con suavidad.
—¿No vas a responderme? —le pregunta inseguro.
—¿Qué crees que significaba ese beso, Draco? —este lo mira como si aún necesitase más confirmación—. Bueno, si te deja más tranquilo. Sí, Draco. Claro que sí.
El pocionista desliza el anillo en su dedo y le abraza, solo entonces Harry nota que tiembla un poco y eso le hace sonreír.
