Advertencia: Este capítulo contiene descripciones de violencia tak vez un poquito más gráfica que la canónica.Recomendación musical para el capítulo: Trouble's Coming, de Royal Blood).

Ni siquiera tuvo que pensarlo: En cuanto Giorno se dio cuenta de que el camión iba hacia su compañero dejó caer todo y corrió para interponerse, como si fuera capaz de detener las cuatrocientas toneladas de acero. Tal vez hubiera podido hacerlo de haberse preparado para rechazar el impacto, pero en su desesperación por llegar a Leone le dio la espalda al vehículo. El golpe, el cual le destrozó la columna al instante, la arrojó hacía el cristal de su propio auto.

Abbacchio abrió los ojos, incapaz de ignorar las vibraciones del auto, o el ruido de cristales y huesos rotos. Frente a él estaba Giorno, la persona más poderosa a la que conocía, incapaz moverse o siquiera respirar. Sus costillas habían perforado sus pulmones, haciéndola ahogarse en su propia sangre. Era un milagro que siguiera viva.

Los orbes turquesas, empañados por las lágrimas y el dolor, buscaban los dorados y violetas de su compañero. Era la primera vez que veía tanto miedo en ese perfecto rostro, un miedo que no correspondía a la idea de perder su propia vida, sino de perderlo a él, a los demás... A su familia.

Abbacchio no comprendía que estaba pasando. Solo entendía que si no hacía algo en ese instante la vida de Giorno se iba a extinguir frente a sus ojos, y no podía permitirlo, no podía permitir que nadie más muriera por un error suyo.

Pero sus intenciones eran inútiles, pues el camión estaba a punto de estrellarse frente a ellos, de reducirlos a una masa sanguinolenta entre pedazos de metal, vidrio y cuero.

Réquiem borró los últimos trece segundos.

El camión se aproximaba nuevamente. El conductor debía estar dentro de su rango, pero no sentía vida proveniente del vehículo.

Otra vez, Giorno corría hacia su muerte.

- Esta acción te costará la vida. - Advirtió Requiem.

"No me importa", pensó la rubia. El poder de Requiem únicamente se activaba cuando su propia vida estaba a punto de extinguirse. Si no hacía nada Abbacchio moriría y no podría deshacerlo.

Otra vez un impacto de acero contra carne, sangre, vidrios rotos y una muerte inminente.

Esta vez, Requiem retrocedió cuarentena segundos. Su límite conocido era de quince minutos, pero al igual que su usuaria, odiaba las cosas inútiles, y consideraba inútil retroceder más tiempo.

- El camión va a embestirlos. - Informó el stand.

Giorno no tardó en unir los cabos sueltos. Si GER le decía eso, es porque ya había sucedido. Tenía que sacar a Abbacchio del auto de inmediato. Tiró las cosas al suelo, corrió hacia el auto, y (para no perder tiempo en abrir la puerta) transformó la carrocería en un montón de algas marinas, y tomó a su compañero con brusquedad para apartarlo del camino. Justo en el último segundo, la chica empujó a Leone con todas sus fuerzas para sacarlo de la trayectoria del camión.

Abbacchio observó estupefacto como el vehículo se estrellaba contra un muro. Luego desvío su mirada hacia Giorno, descubriendo con horror que las piernas de la chica habían sido cercenadas a la altura de las rodillas por el vehículo: ella no se había apartado a tiempo.

La alarmante pérdida de sangre, el dolor y el shock de ver su cuerpo mutilado no le permitían reaccionar. Abbacchio se acercó a ella y la tomó de los hombros, sacudiéndola sin delicadeza.

- ¡USA TU ESTÚPIDO STAND, IMBÉCIL! ¡HAZLO ANTES DE QUE TE DESANGRES!

El rostro de su don comenzaba a volverse borroso por culpa de sus lágrimas. Ella estaba muriendo y era su culpa, por no haber prestado suficiente atención. La historia se repetía: otra persona sacrificándose por él, como si su vida tuviera algún valor.

- ¡DEBISTE DEJARME MORIR!

Giorno respondió con un alarido de dolor inhumano. Por fin había sido capaz de llamar a su stand. Los sanguinolentos muñones estajan demasiado destrozados como para perder tiempo reparándolos, así que Gold Experience los cortó, dejando un espacio limpio para trabajar, y usó algunos de los escombros para crear las nuevas piernas. Y todo el proceso, aunque rápido, fue infinitamente doloroso. De forma inconsciente se aferró al cuerpo de su subordinado, y aunque el agarre era lo suficientemente fuerte para lastimarlo, no se quejó ni trató de soltarse.

Medio minuto después, aún jadeando por el dolor, Giorno abrió los ojos y cayó en cuenta de que técnicamente estaba abrazando a Abbacchio. Se separó con cierta reticencia: Hubiera querido quedarse unos minutos así, darse tiempo de asimilar su encuentro cercano con la muerte (o no tan cercano, si la habilidad especial de Requiem no había intervenido), pero no podía darse ese lujo.

- ¿Estás bien? - Normalmente, el albino jamás hubiera expresado su preocupación por ella: Ni siquiera la habría admitido. Pero el verla al borde de la muerte por su culpa había tocado una fibra sensible. Sus rostros estaban lo suficientemente cerca como para poder sentir la calidez de su aliento sobre su piel. Giorno asintió de forma temblorosa.

- El conductor estaba muerto desde antes de estrellarse. - Informó la chica. Leone se dio cuenta de que estaba prácticamente sobre ella, restringiendo sus movimientos, así que se puso de pie, y de forma inconsciente, le ofreció una mano (que ella aceptó de buena gana) para que pudiera hacer lo mismo. No había lugar para rivalidades estúpidas cuando sus vidas estaban en peligro.

Manteniendo la guardia en alto, se acercaron al punto del choque. Los restos del auto habían sido arrastrados, interponiéndose entre el muro y el vehículo de carga. La pared había sufrido la mayor parte del daño, así que el camión estaba relativamente intacto. En el asiento del conductor había un hombre, o mejor dicho, el cadáver de un hombre, con los ojos y boca abiertos en una expresión horrorizada y la garganta abierta en canal. El cuerpo aún estaba cálido y la sangre lucía fresca, cosa que no correspondía con la rigidez antinatural del cadáver.

- ¿Crees que sea obra de un stand?

Giorno asintió. La verdadera pregunta era qué tipo de stand.

- Usa a Moody Blues.

El ex-policía invocó a su stand sin titubear. Antes de que pudiera comenzar a rebobinar una bala pasó rozando su cráneo. Se arrojó al suelo justo a tiempo (arrastrando a Giorno consigo), pues los disparos comenzaron a llover.

- Deben habernos esperado dentro de la caja. Era una maldita emboscada. - Siseó el peliblanco.

Giorno invocó a Gold Experience para determinar a cuantos enemigos se enfrentaban.

- Hay cinco fuentes de energía vital dentro de mi radar, sin contarnos a nosotros. Dudo que todos sean usuarios de stand, pero uno definitivamente habilidades para inmovilizar.

- ¿Tienes algún plan? - Preguntó Abbacchio. El arma seguramente había sudo destrozada junto al auto y su stand no era especialmente útil durante las peleas. Odiaba admitirlo, pero estaban atrapados.

- Sí. - Con una serie de golpes, Gold Experience convirtió la superficie sobre la que estaban en una gruesa capa de moho, permitiéndoles escapar de la cabina y amortiguando el sonido de la caída. Pudieron notar varios pares de piernas avanzando sigilosamente hacía la parte delantera del camión por un costado. Giorno tomó la mano de Abbacchio con fuerza. Se deslizaron hacia el punto contrario a donde estaban sus captores. Gold Experience tomó un enorme pedazo de metal y lo convirtió en una pluma que la rubia sujetó con la mano libre.

- Correr.

Antes de que los atacantes pudieran darse cuenta de qué estaba pasando, ambos comenzaron a moverse tan rápido como sus piernas les permitían.

- ¡Están escapando!

Las balas comenzaron a llover nuevamente, peligrosamente cerca de ellos. Eran rápidos, pero no lo suficientemente rápidos para lograr llegar a la tienda. Giorno arrojó la pluma tras ella, volviendo a convertirse en la enorme placa de metal, brindándoles cierta protección, aunque sabían que solo serviría por unos segundos. Estaban a menos de setenta metros del lugar, pero bajo la lluvia de balas, la distancia parecía infinita.

Nuevamente apareció el stand dorado y comenzó a golpear el suelo repetidamente, para luego convertir los fragmentos de pavimento en un centebar de avispas asesinas.

- En cuanto escuches el promer grito, corre hacia la tienda.

Eso fue un segundo después. La picadura de esos insectos era increíblemente dolorosa, a demás de ser potencialmente mortal en algunos casos. Abbacchio salió disparado hacia la tienda, pero cuando estaba a punto de entrar notó que Giorno no estaba con él: la muy idiota había corrido directamente hacia los atacantes.

Eliminar a los primeros dos extrangulándonos con enredaderas fue pan comido: Las avispas eran la distracción perfecta. Posiblemente hubiera podido acabar con los cinco si uno de los hombres no hubiera invocado a un stand rojo brillante con razgos y extremidades similares a las de una rana: Las avispas que entraban en contacto con este caían al suelo de inmediato, completamente inmóviles. Y el stand se acercaba peligrosamente a ella. Retrocedió por mero instinto.

- La piel de Everlast libera una neurotoxina qie paraliza a cualquiera ser vivo que entra en contacto con ella. El efecto dura solo quince minutos, pero es más que suficiente. - Informó el usuario del stand. Era el más bajito del grupo (debía medir menos de 1.60) pero su voz era sorprendentemente grave.

- Agradezco la información. - Expresó Giorno. Y honestamente, lo hacía. ¿Por qué muchos de los usuarios le explicaban el funcionamiento de sus stands? ¿Era porque estaban demasiado seguro de su victoria? Entonces ese tipo no tenía la más remota idea de a quién se estaba enfrentando.

Decidió que era el momento de otra retirada estratégica, pero antes, se abalanzó para tomar una de las pistolas: Ella tenía pésima puntería, así que no le sería de utilidad. Pero a Abbacchio sí. Nuevamente comenzaron a sonar disparos. Estando tan cerca y con los oponentes reducidos casi a la mitad lo mejor para ella era bloquear las balas, transformándolas en dientes de león o algo parecido.

Pero los disparos no iban dirigidos hacia ella.

Las tres armas apuntaban a Leone Abbacchio.

Afortunadamente, la inflamación de los piquetes les dificultaba apuntar correctamente. La mayoría de las balas fallaban por mucho. De pronto, el usuario de Everlast dejó de disparar y fijó su mirada en ella.

El stand dio un salto enorme, tratando de tocarla. Lo esquivó justo a tiempo. Todas las piezas encajaron para Giorno.

Desde el inicio, ella jamás había sido el objetivo. Incluso ahora, solamente trataban de quitarla del camino. No iban a matarla, solo a paralizarla el tiempo suficiente para eliminar al verdadero objetivo: Abbacchio.

Everlast dio otro salto, y esta vez alcanzó a rozar el dorso de su mano derecha. Giorno la cortó rápidamente, evitando que la toxina se expandiera.

En ese momento, deseó haber llevado a Mista a la misión. El pistolero ya habría eliminado a los cinco atacantes. Guido disparaba, ella curaba sus heridas, ambos se cubrían las espaldas: funcionaban de maravilla juntos.

Rápidamente frenó esa línea de pensamiento: lamentarse por lo que no tenía inútil. Debía concentrarse en sus recursos actuales. Y en ese momento, tenía a un tirador experimentado.

- ¡Abbacchio! ¡Atrapa!

La Glock 17 se transformó en un colibrí y voló directamente a la mano del ex-policía, donde recuperó su forma original.

Sonaron cinco disparos más, y todo terminó.

Las rodillas de Giorno cedieron: debido a su ritmo cardíaco acelerado y la falta de un torniquete estaba perdiendo sangre a una velocidad alarmante por su brazo mutilado.

- Abbacchio.

- ¿Sí?

- Nunca me dijiste que eras un excelente tirador.

Una diminuta sonrisa se formó en su rostro contra su voluntad.

- Nunca preguntaste.

Esta vez, Giorno se permitió permanecer en el suelo unos minutos. O por lo menos, eso pretendía.

- Dijiste que eran cuatro atacantes, ¿cierto?

- No. Cinco.

- Solo hay cuatro cadáveres.

Giorno se levantó de golpe, barriendo la zona con los ojos. No habían señales del quinto hombre.

Gold Experience Requiem identificó una fuente de energía vital dentro de la tienda, pero resultó ser solo el aterrorizado cajero. Revisaron la zona, en caso de que el hombre faltante estuviera al acecho, pero simplemente había desaparecido.

- Probablemente se acobardó cuando vio que se les salía de las manos y huyó. No es tan extraño.

- Es lo más lógico. - Respondió la rubia, no del todo convencida. A pesar de que ahora estaban aparentemente fuera de peligro, sentía que había algo más en todo ese asunto. Para empezar, estaba el hecho de que trataran de eliminar a Abbacchio y no a ella. La última vez que alguien había marcado directamente al ex-policía como objetivo había sido en Sardinia, cuando Diavolo trataba de evitar que descubrieran su identidad. No le gustaba el paralelismo entre ambas situaciones.

- ¿Ahora cómo vamos a volver? El auto quedó hecho mierda.

Giorno tanteó el bolsillo de su abrigó, donde por puro milagro seguía su celular. Lo encendió, notando que tenía cerca de doscientas llamadas perdidas, noventa mensajes de texto y veinte mensajes de voz, todas de Mista. Justo en ese momento, entró una llamada del pistolero. Respondió en altavoz.

- ¿Sí?

- ¡Giorno! ¡Por fin contestas! ¿Cómo se te ocurre desaparecer así? ¿Tienes idea de lo preocupando que estaba? ¡Soy tu maldito guardaespaldas! ¡No puedo protegerte si te escabulles de esa forma!

- Lo siento. - Respondió tranquilamente. - ¿Puedes venir por mí y por Abbacchio? Nos quedamos sin auto.

- ¿Qué le sucedió a su auto?

- Lo aplastó un camión.

- ¿Pero ustedes están bien?

- Sí.

- Bien. ¿Dónde están?

- En una tienda de autoservicio, en la autopista hacia Aversa.

- Eso no es muy específico, Giorno.

- Solo conduce hasta que veas un puto camión estampado. - Intervino Abbacchio, antes de arrebatarle el teléfono a la rubia y colgar. Giorno no se lo recriminó: Mista podía ponerse muy pesado cuando algo lo preocupaba y ambos estaban demasiado exhaustos para lidiar con él.

- ¿Quieres un café en lo que llegan por nosotros?

Abbacchio no contestó, se limitó a caminar a la tienda.

Giorno se dispuso a seguirlo, pero sintió un dolor punzante en uno de sus pies. Ahora que la descarga de adrenalina producto de la batalla había desaparecido, era mucho más sensible al dolor. Estaba descalza, y el suelo estaba lleno de fragmentos de vidrio, acero y grava, así que la idea de que algo se le hubiera clavada no era tan descabellado. Lo descorcertante fue que cuando revisó su pie no encontró ninguna herida. No pensó mucho en ello.

Paura Notturna no dejó de correr hasta estar seguro de que se había alejado varios kilómetros del punto de la batalla. Había alcanzado a distinguir como el ex-policía introducía una bala en el cerebro de Ranidi, el otro usuario de stand del equipo. Había sido una masacre. No es como si le importaran, en realidad: no era cercano a ninguno de ellos.

Se dejó caer pesadamente en el suelo, y con manos temblorosas sacó el teléfono que le había sido asignado para esa misión. Segun tenía entendido, era el único que había recibido dicho artefacto. Antes de comenzar la misión, el intermediario lo había retenido para darle instrucciones especiales: Si las cosas se ponían en su contra, debía garantizar que su stand, Sweet Dreams, infectara a Giorno Giovanna, huir y marcar al único número registrado.

Precionó la tecla de marcar.

- ¿Sí? - La voz al otro lado del teléfono era sorprendentemente suave, casi dulce.

- ¿Señorita Montanari? - Preguntó, con voz dudativa. Jamás había hablado directamente con ella, todo era a través de Pettego, el intermediario.

- Sí, soy yo. Supongo que tu llamada significa que la misión está finalizada.

Paura hizo una mueca.

- Fue un desastre. Todos los demás están muertos.

- Eso no quiere decir que hayan fracasado. ¿Lograste contaminar a Giovanna?

El hombre titubeó unos segundos antes de responder. No tenía forma de confirmarlo, pero la chica estaba descalza, y había dejado por lo menos medio centenar de cristales cerca de ella antes de darse a la fuga.

- Sí.

- ¡Perfecto! - Respondió con una alegría casi infantil la mujer del teléfono. - El jefe desea escuchar los detalles en persona. Pettego te dará las instrucciones para reunirnos.

- Pero...

- No te preocupes. - Le interrumpió Lila, adivinando los motivos de su inquietud. - El trato sigue en pie. Después de esto, podrás irte a cualquier parte del mundo y no tendrás que preocuparte por nada por el resto de tu vida.


¿Les he dicho que odio escribir batallas? ¿No? Bueno, odio escribir batallas. Mi cerebro no está diseñado para eso, pero aún así quise hacerlo. Ya saben, así se forman los mejores vínculos en Jojo's.Un detalle que quise mencionar en este episodio, pero no supe en qué parte meter, es que el camión no solo hizo mierda las piernas dd Giornito, sino también las perneras de sus pantalones, así que prácticamente estuvo peleando con shorts y descalza (?)Otra aclaración: Everlast es el nombre de un rapero con una canción llamada "I can't move" que en realidad no me gusta tanto, pero ne pareció una buena referencia para nombrar a un stand que te paraliza.