Lance se envolvió en su capa y maldijo por enésima vez aquel día. Inspiró hondo para prepararse para salir de nuevo al frío e inhóspito exterior aunque se arrepintió de hacerlo casi al instante, pues el gélido aire congeló sus pulmones. Tosió un par de veces y retomó la marcha, pues por mucho que su cuerpo quisiera parar y volver a la calidez de la Liga sabía que no podía, no mientras Lira siguiera en paradero desconocido.

El día había empezado como cualquier otro. Se había levantado, había desayunado con su prima y su abuelo, había entrenado un poco a su equipo y había acudido a la Liga para tratar algunos temas con ella. Fue ahí cuando las cosas empezaron a torcerse, pues el Alto Mando le dijo que hacía un par de días que no sabían de la Campeona, que les dijo que se iría a entrenar y que no tardaría más de una semana en volver, que no se preocuparan. Evidentemente ellos estaban preocupados y, conociendo a Lira como la conocía, Lance tenía una ligera sospecha de dónde podía encontrarse, sospecha que fue confirmada por el guarda que custodiaba la entrada del Monte Plateado al afirmar que la Campeona cruzó el acceso hace un par de días. Al oír eso no le cupo la menor duda, tenía que asegurarse de que no había sufrido ningún accidente buscando a Rojo; confiaba en sus capacidades de entrenadora pero aquella montaña era muy traicionera y no sería la primera vez que se cobraba la vida de un experto.

El granizo arremetió contra él con fuerza al salir de una de las cuevas del monte. La densa niebla le impedía ver lo que tenía delante y el viento amenazaba con tirarle al suelo de un momento a otro. Dio un paso hacia adelante pero su lado racional logró imponerse al fin y le obligó a volver a la relativa seguridad de la cueva antes de que sufriera un aparatoso accidente. Sin embargo, antes de que pudiera dar la vuelta, cayó inconsciente provocando un sonido que nadie escuchó.


No sabría decir durante cuanto tiempo estuvo fuera de sí, pero cuando abrió los ojos vio que afortunadamente se encontraba en el interior de una pequeña cabaña cálida y acogedora. Parpadeó un par de veces e intentó incorporarse en la cama pero paró en cuanto sintió que una ola de dolor recorrió su cuerpo, así que se quedó como estaba. Un jadeo de sorpresa sonó desde algún lugar del cuarto y, tras eso, un par de pasos que indicaron que alguien se acercaba a él.

—¡Lance! ¡Por fin! ¡Nos tenías muy preocupados! —exclamó una voz femenina que conocía demasiado bien. El pelirrojo entreabrió los ojos y vio que Lira se encontraba de pie a su lado mirándole con alivio. Él también debería de haber sentido alivio al ver que ella se encontraba bien, pero sus palabras despertaron una indignación en él que le hicieron reaccionar de otra forma.

—No, yo soy el que estaba preocupado. ¿Se puede saber por qué has venido a este lugar sabiendo lo peligroso que es?

—Aw. ¿Tan preocupado estabas que has hecho algo tan irresponsable como intentar llegar a lo alto del Monte Plateado en plena ventisca? —preguntó ella alegre pero la sonrisa se le fue de la cara en cuanto vio que Lance estaba muy serio. La Campeona agachó la cabeza y empezó a jugar con sus manos— Perdón, no es momento para esto.

—No, no lo es —confirmó él. Lira acarició su mano y Lance se calmó un poco, lo que hizo que hablara en un tono más dulce—. Me parece muy bien que quieras entrenar con Rojo pero no puedes venir a un lugar así sin avisar. ¿Y si pasa algo y no vuelves? ¿Dónde empezamos a buscar? Sé que él quiere mantener su ubicación en secreto para la mayoría y me parece genial que no quieras decir nada para que la gente no le siga hasta aquí pero podrías comentármelo a mí, que soy de las pocas personas a las que le confió su secreto —Al acabar de hablar Lira le miró ligeramente sorprendida, preguntándose cómo había acertado.

—¿De todos los sitios que hay en Kanto y Johto cómo sabías que estaría aquí?

—Dado que te gustan los retos supuse que te irías a buscar al entrenador más fuerte de todos para poder superarte. Me alegra haber dado en el clavo —La entrenadora asintió lentamente, comprendiendo de donde salía su razonamiento.

—Así es; de hecho ahora nos encontramos en el pequeño refugio que se hizo. Vinimos aquí en cuanto vimos que la tormenta empeoraba por momentos y en el trayecto su pikachu olió algo y se desvió del camino, le seguimos y te encontramos tirado en la nieve. Tenías mal aspecto pero no demasiado, supongo que aparecimos a tiempo. Ahora se ha ido a buscar un par de bayas para prepararte un remedio natural —dijo mientras le acariciaba el cabello. Un destello de arrepentimiento brilló en sus ojos—. Lo siento, por mi irresponsabilidad ahora estás así.

—No pasa nada, me alegra que estés bien, pero por favor no vuelvas a irte a un sitio así sin avisar —Lira se acercó para darle un beso en la frente y sin darse cuenta él sonrió. La calidez de sus labios tenía el mismo efecto que un calmante y solo con sentir su contacto ya se encontraba un poco mejor.

—Tranquilo, no lo haré.

Por suerte, al final todo se había quedado en un susto.