A comparación al año pasado, tuve que ir sola hacer las compras navideñas.
Y como siempre, dejé todo para última hora. Aunque, por lo menos Ben me dejó la camioneta par que fuera cómoda a realizarlas, y rápido.
Por suerte, el ir al supermercado fue bastante expedito. Aunque estaba algo lleno, justo lo que yo necesitaba se encontraba a libre disposición, por lo que, sólo me tardé en realizar la fila para la caja. Ya con todo pagado, al breve instante que salí del estacionamiento, me llegó un mensaje del piloto avisándome que había llegado a Coruscant, y que pronto tomaría un taxi para ir a casa. Le contesté de prisa el que yo estaba justo a las afueras, y que lo podía pasar a recoger, así que no me demoraba más de diez minutos en estar en el aeropuerto.
Traté de ir lo más rápido posible, pero el tráfico no me ayudó por lo concurrido, por lo que me demoré unos minutos más de lo habitual. Pero parece que al moreno no le importó ya que, cuando vio su camioneta llegando, sonrió deslumbrante, saludándome a lo lejos. Le hice cambio de luces para corresponder el saludo aproximándome a la entrada, mientras el joven Solo se acercaba corriendo a encontrarme.
-¿Qué tal Rey?. – el muchacho me saludo tierno con un beso en la mejilla mientras se acomodaba en el asiento, y yo pisaba el acelerador para salir del estacionamiento. Nos fuimos tan deprisa que no alcanzamos a saludarnos como corresponde. - ¿Cómo estuvo tu día?.
-Agotador, como vísperas de navidad. ¿El tuyo?. –
-Agotador también, pero, por lo menos este último vuelo que tenía en el itinerario lo cancelaron. –
-Genial. – lo miré de reojo para no desconcentrarme en el camino. Iba con bastante velocidad conduciendo, tenía muchas ganas de llegar al departamento – Entonces, qué suerte que justo había salido del supermercado cuando me avisaste que ya estabas en tierra firme.
-Si. – cambió su tono de voz a uno con algo de remordimiento. -Perdóname Rey
-¿Qué? ¿Por qué?. –
-Porque tu día fue mucho más pesado que el mío, y tuviste que hacer las comprar tu sola.
-¿Ah? ¡No te preocupes Ben! ¡No me costaba nada! - traté de sonreír. -Además, ya habíamos conversado que tendría que hacer las compras sola en esta ocasión – le tomé la mano para reconfortarlo sin dejar de mirar el camino -Además, sabes que me gusta conducir.
-Lo sé. Pero, prometo que te lo compensaré.
-No te preocupes. - repetí riéndome sutil.
Llegamos a nuestro hogar, y nos dispusimos a preparar la cena navideña enseguida. Y como suele ocurrir a menudo, cuando volvemos a casa con las compras para la despensa, batallamos con un intruso BB8 que enloquecido se acerca con la idea de probar lo que sea que fuera comestible. Mientras, con Ben conversábamos para organizarnos y definir bien qué iba hacer cada uno para la preparación de nuestros platos.
La cena estuvo exquisita, hasta nos repetimos la comida con el joven Solo, honrando lo glotones que somos. Nos quedamos conversando unos minutos antes de disponernos a limpiar. Con toda la comida que habíamos devorado nos bajó toda la pereza, y lo que menos queríamos por el momento era movernos.
Ya con la comida algo más digerida, nos encaminamos a limpiar todo lo que habíamos utilizado para cocinar entre risas, besos, cantando las canciones navideñas que trasmitían en la televisión. Amaba eso de nosotros. Luego de terminar, nos recostamos en el sofá haciendo el esfuerzo en no quedarnos dormidos antes de las doce, por todo ese cansancio acumulado que traíamos encima por parte del trabajo y la preparación de la comida. Si no fuera porque bebimos un café después de la cena, lo más probable fuese el que nos quedáramos dormidos. Por suerte no pasó, y llegamos bien despiertos a la hora.
- Son las doce, ¡Es hora de abrir los regalos!-
Rey fue la primera en salir corriendo en búsqueda del suyo que en algún rincón del departamento lo había escondido, luego de ver la hora de su celular y darse cuenta de que estábamos algo pasados. Cuando volvió, traían en sus manos dos grandes obsequios envueltos en un papel de un solo color. Me emocioné de repente, como un niño, porque generalmente grandes bolsas traen con ellas geniales regalos.
-¡Feliz navidad!- me los entregó expresando radiante felicidad, mirándome ansiosa para que lo abriera. Se le notaba tan emocionada como yo – Espero te guste.
Paciente, comencé a abrir los envoltorios por donde había una unión entre los dos pliegues. Los miré por dentro, y al ver que era un regalo de lo más original por parte de la joven Palpatine, se me estremeció el corazón, riéndome de nervios al ver su contenido.
Los empecé a sacar uno por uno, nombrándolos con conmovedor asombro. La bella mujer, había comprado para mí, un sable de luz rojo de excepcional imitación en lo que era su encender, iluminar y sonar. También había una capa, y una máscara que distorsionaba la voz como aquel personaje que desde niño adoraba.
-¡Es un atuendo de Darth Vader!. – era lo más auténtico que me habían regalado, había retrocedido a mi infancia.
-¡Si!. – me afirma rebosando de dicha. -¡Vamos, pruébatelo!
Sin dudarlo, le hice caso a la bella castaña, prácticamente saltando de mi puesto, para ir a ponerme encima todos los accesorios. Por fortuna, mi pijama era completamente negro, así que, hizo un conjunto perfecto para mi capa y la máscara.
-¡Yo soy tu padre!- rebotó mi voz con distorsión, mientras extendía mi mano simulando la fuerza, y con la otra poseía mi nuevo sable.
Como siempre, Rey aclamaba con admiración cada estupidez que me atrevía a hacer delante de ella, y la amaba por eso.
-Espera. – se levantó rápido la exingeniera del sofá, encaminándose a toda velocidad a su escondite. -Yo también compré uno para mí. –
Al instante llegó de nuevo con él. Era de un tono verde, igual al que poseía el hijo de mi personaje favorito. Lo encendió, y se dispuso a enfrentarme para recrear esa escena tan épica conmigo. Pero, no pudo actuar por más de un segundo su pose, pues la risa la derribó. No pude aguantar el reírme con ella.
-Gracias Rey. -me saqué la máscara. -Es el mejor regalo que me han dado en toda mi vida. –
-Por favor, Ben, no exageres. – me hizo un ademán con la mano. – Pero, me alegro de corazón que te haya gustado. –
¿Había algo más preciado que estar expectante a una persona que irradiaba felicidad, y más aún que es por tu mérito? Creo que no. Por eso, me llenaba el alma el que fuera participe de la suya. Para mí, el verlo así ya era un regalo más que suficiente, el que me diera la oportunidad de ser parte de esas emociones cargadas de cautivar, regocijo en sí mismo, y esperaba con anhelo estar presente en todas ellas.
Pero, me estaba costando sacarme de la cabeza esa incertidumbre si es que el moreno tenía algo para mi o no, aunque fuera algo pequeño. También quería experimentar la emoción que traía un presente envuelto por esos colores tan característicos de la época. Demonios, me estaba volviendo una niña.
-No desesperes Rey. – se caló en mis pensamientos. -Como el año pasado, te tengo que llevar a él.
-¿En serio?-
-Si. Pero, esta vez, te vendaré los ojos para que sea más emocionante.
No me dejó que le refutara, o manifestara alguna reacción, pues el piloto rápido fue a nuestra habitación en búsqueda de nuestras cosas para salir. Regresó al breve instante a la sala listo, y con él, unos zapatos para mí y un abrigo. Ya vestida con lo que me había traído el joven Solo, el moreno procedió a vendarme mis ojos con una bufanda bastante oscura que tenía el guardada en nuestro armario, quitándome toda oportunidad de espiar por el reflejo de la luz. El moreno me ayudó en todo el trayecto de salir de casa, hasta que llegamos al estacionamiento.
Estaba emocionada. Esto me estaba gustando. Amaba que el joven Solo fuera tan original a la hora de entregar algún detalle, un simple obsequio. Sin embargo, me cortó toda la inspiración cuando el piloto me detuvo de modo repentino, y me quito la venda detrás de mí. Tuve que frotar mis ojos para apaciguar el brusco destello de luz que volvió a recurrir a mis ojos, que trajo con ella la imagen de algo que me dejo estupefacta.
-¡Feliz navidad!-
Me quedé estática, tiesa como una estructura del acero más duro.
En situaciones contadas con los dedos de una mano, insulté en mi cabeza al moreno por hacer cosas verdaderamente idiotas, y esta indudablemente se había ganado su puesto. ¡¿Un auto?! ¡Qué demonios! Esto debía ser una broma, y una de muy mal gusto. ¿Qué se le cruzó por la cabeza a Ben el tomar la estúpida decisión de regalarme un vehículo? Y no cualquier vehículo, sino el que siempre quise, que valía una fortuna. Además, quedamos que un simple presente era más que suficiente para esta fecha, pero esto era descomunalmente lo contrario.
Se me vinieron los peores pensamientos a la cabeza.
-¿Me engañaste?- me giré para confrontarlo.
-¿Qué?. – lo descolocó mi pregunta. -¡Por supuesto que no!. -sonó indignando.
Le creí de inmediato. Confiaba demasiado en él, y lo veía incapaz de traicionarme, pero no perdía nada en preguntárselo. Además, dicen por ahí, que regalos grandes son para compensar errores grandes.
Entonces, si no era eso, ¿cómo lo obtuvo? ¿se habría endeudado? Sé que el piloto no tiene un mal salario, pero si mis cálculos no fallan, esto salía de su presupuesto. Sin ánimos de desmerecer su trabajo. Pero, tenía que sacarme la duda.
-¿De dónde sacaste el dinero?-
-¿Eso importa?- comenzó a sonar irritado.
-Devuélvelo. – dije tajante, chocando las llaves en su pecho sin esperar a que las tomara, y me largué de ahí, exagerando mi pisar.
-¿Qué? ¡Rey espera! .- gritó a mis espaldas, tratando de alcanzarme. – No entiendo por qué te molestas, ¿acaso no te gusta el auto? –
-¡¿Cómo que por qué?!. -alcé un poco la voz- ¡Porque ese auto cuesta una fortuna Ben!-
Se qué quedamos que jamás nos gritaríamos, se salía el umbral del respeto, pero esto me sacaba demasiado de mis casillas. Para mí lo que estaba sucediendo era alarmante, de verdad sentía que me pasaba a llevar.
-Lo sé Rey, me costó muchos viajes de remplazo. –
Me sentí de lo peor. Para mí, eso significaba que le costó cansancio extra, y un reiterado abuso de parte de sus superiores por saber que el moreno siempre estaba disponible, que siempre detesté por esa parte.
-Rey, escúchame. - posó sus manos en mis hombros, gentil. - Sé que tu auto es costoso, pero era algo que sí podía costear. - me miraba fijo - No recibo un mal salario, y no tengo mayores gastos que el pagar a medias las cuentas de los insumos básicos contigo, y el combustible, que prácticamente es la nada. Ni siquiera pagamos renta, que en general es lo más costoso, porque el departamento es completamente tuyo. – explica. – Además, no tenemos hijos, y no hemos siquiera planeado en tener una familia de lo pronto. – se quedó mudo por un instante, cambiando tu temple de repente. – a menos que tú…
-No lo estoy. – contesté seca, y Ben suspiró exponiendo alivio.
-¿Ves? Por ello, no le veo el problema el obsequiarte un auto. – retribuye, tratando de convencerme.
Y lo estaba consiguiendo, pues si Ben lo exponía de esa manera era bastante razonable. Todos los argumentos que había mencionado el piloto eran comprensibles, que daban a entender que le quedó bastante dinero sin usar del cual pudo haber ahorrado, más ese extra que le llegó durante todo el año por esos viajes de reemplazo, que, por cierto, no le pagaron para nada mal por ellos. También por mi lado, podía mantenerlo, ya que estaba en la misma posición que el moreno, y aunque ganara mucho menos que el, con la ínfima cantidad que tenía que gastar para vivir podía conservarlo.
Bueno, y si surgía algún problema, tenía también mi otro dinero extra resguardado bajo siete llaves.
-Tú ganas. – terminé alzando las manos en modo de paz, dando por perdida esta batalla.
-¿Lo quieres probar?- me ofreció de nuevo las llaves manifestando inocencia.
Traté de hacerme la difícil, no quería soltarme tan deprisa por el encanto de mi nueva adquisición. Sin embargo, me ganó la ansiedad de estar montada en el auto de mis sueños, el que siempre quise desde niña, el cual no sabía con exactitud en todo este tiempo porque nunca me atreví a comprarlo cuando tenía el dinero suficiente para ello. No me pude aguantar por más tiempo, y le terminé por arrebatarle esas llaves, y el moreno no tardó en burlarse de mí entre risas. Pero, no me fui corriendo en búsqueda de mi regalo. Antes de eso, me acerqué a su rostro, para entregarle un beso dulce envuelto de pura gratitud.
-Gracias Ben. -susurré cerca del él, esbozando una sutil sonrisa.
No le di el tiempo al piloto el que dijera una palabra, o que me expresara algo, pues tomé su mano de improviso, y lo llevé conmigo para que nos fuéramos a dar una vuelta a probar mi nuevo juguete.
Subimos al auto, y quedé fascinada con la panorámica de mi visión del interior. Era mucho más hermoso que en mis fantasías. Realmente no se podía comparar verlo en imágenes de catálogos que vislumbrarlo en vivo, accesibles a mi tocar. Y eso que aún no lo encendía.
Y no perdí el tiempo. Fue placer para mis oídos escucharlo rugir en el primer contacto al partir, acallando al instante al bajar sus revoluciones manteniendo un ronroneo. Era exquisito. Ni siquiera podía dejar de acariciar el volante.
-¿Qué tal?-
-Es una delicia este auto. -sonaba extasiada. – siempre soñé con este momento. Sentir su aroma a nuevo. Ver su pantalla atrás del volante. Mirar con mis propios ojos todos los botones que pensé alguna vez iba a tocar, qué tan suave podrían llegar a ser la superficie de cada uno de sus componentes, saber cuán cómodos son sus asientos. Y el ya poseerlo bajo mis manos indudablemente supera todas las expectativas. Y eso que todavía no corro en él.
-¿Y qué estas esperando?. – me alienta.
Tenía razón ¿Qué estaba esperando? Absolutamente nada, solo que el aturdimiento del frenesí de por fin estar sentada en esta cabina, deleitándome con el auto de mis sueños detuvo mi pensar. Pero se podía quitar rápido. Las autopistas me esperaban, e indudablemente lo que iba a sentir próximamente iba a superar con creces lo que estaba viviendo ahora.
No esperé ningún segundo más, y salí de este estacionamiento.
