Disclaimer: Los personajes de Slam Dunk y Naruto no me pertenecen
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Enamorado
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—¡Bien hecho, Rukawa!
Kaede observó, complacido, al balón atravesando la canasta y cayendo al suelo luego de su tiro de tres puntos, cerrando el puño y flexionando el codo como festejo.
—¡Gracias! —exclamó, chocando palmas con Akagi, quien se dirigió a todo el equipo después:
—¡Bien! Falta poco más de una semana para el partido contra Miuradai, pero creo que tenemos muchas posibilidades de ganar si seguimos entrenando a este ritmo. Por el momento, pueden descansar unos minutos.
Hubo una exclamación general de alivio antes de que todo el equipo dejara la cancha. Kogure y Akagi se quedaron hablando con el director Ansai mientras Sakuragi y los demás reían estúpidamente de algo. Rukawa los miró sin muchas ganas antes de salir a beber un poco de agua, tomando una toalla de las bancas y cubriéndose los ojos del sol mientras su atención fue capturada por un sonido claro y alegre, haciendo que su mirada buscara la fuente, como si estuviera siguiendo alguna clase de orden muda. Y al encontrarla su ceño se frunció de inmediato, siguiendo la cabellera rubia de Yamanaka Ino a través del patio.
Ese sonido alegre y claro era su sonrisa; ella estaba riendo. Parecía feliz. ¿Por qué parecía tan feliz? Sintiendo que empezaba a desesperarse, Kaede se dio la vuelta, dedicándose a meter la cabeza bajo el agua para despejarla de cualquier pensamiento que no estuviera relacionado con las prácticas.
Llevaba semanas evitándola, y ahora parecía que ella lo evitaba también. Eso estaba bien, quiso creer, y aunque mantenerse lejos de ella le había ayudado a poder volver a enfocar toda su energía en el básquetbol, quedaban esos breves momentos en que no entrenaba, y su mente podía divagar sobre otras cosas, y siempre divagaba sobre ella. Rukawa odiaba la manera en que su imagen de rubia perfección se colaba en su mente, sobre todo porque por más que quisiera no podía mantenerla fuera. Aunque aún podía enfocarse en la cancha, fuera de ella no podía evitar que sus pensamientos se dirigieran siempre hacia ella. Era molesto, incómodo y confuso, por lo que regresó dentro del gimnasio y tomó un balón para evitar pensar en nada más. Y funcionó; siempre funcionaba.
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Rukawa llegó a la escuela a la hora usual, entró a su salón y se sentó en su lugar habitual, pero, extrañamente, aquel no se sentía como un día habitual; comenzando porque no se quedó dormido durante las clases. Estaba mortalmente aburrido, sí, también agotado por las prácticas, pero aun así resistió todo el primer período sin dormitar sobre su mesa. Incluso había tomado algunas notas en su libreta, aunque no demasiadas, pues estaba más ocupado observando disimuladamente hacia el pupitre de al lado, viendo a Yamanaka Ino ignorar su presencia durante todo el primer período.
"Bien", se dijo mentalmente después de un rato, enfurruñado mientras recargaba la cabeza sobre la palma abierta de su mano y fingía volver a prestar atención a la clase. Pero nada estaba bien. En absoluto. ¿Por qué seguía molesto? Ya ni siquiera era porque ella no había ido a su partido. Tampoco era porque lo ignorara en clases y los corredores; de hecho, le gustaba pasar desapercibido frente a la gente, pero, por alguna razón, le molestaba que fuera así con ella. No podía entenderlo más de lo que entendía la clase de matemáticas, y lo odiaba.
Era demasiado molesto y confuso ver a Ino. Ella, de alguna forma, era diferente a todas las personas que había conocido antes, quizá por eso su mente lo traicionaba y volvía a pensar en ella todo el tiempo, y a escuchar su canción favorita todo el día, lo que tampoco ayudaba, pero no dejaba de hacerlo, porque se había convertido en su canción favorita también. De hecho, había vuelto a pasar por la tienda de discos para comprar la discografía la banda, gastando casi toda su mesada de los últimos dos meses, dinero que había estado ahorrando para un nuevo equipo deportivo. Se sentía muy estúpido cada vez que lo pensaba, pero, de cualquier forma, eran buenos discos. Le había comenzado a interesar la música por ellos, y eso era algo nuevo para él. Tan nuevo como lo que Yamanaka Ino le hacía sentir.
Kaede tomó su lápiz y empezó a garabatear balones en los bordes de su libreta para despejar sus pensamientos y de volver una y otra vez sobre cosas tontas. Él había decidió ignorarla, no era al revés. Él eligió evitarla. Él había ganado aquel juego, no ella. Ino y su postura no le afectaban en lo más mínimo, porque lo que ella hiciese lo tenía sin cuidado. Así era. Lo único que debía quitarle el sueño eran las eliminatorias para los nacionales, no alguien como Yamanaka Ino.
—Rukawa —Kaede levantó la mirada con aburrimiento y algo de sobresalto, dejando de dibujar en su libreta para mirar al profesor de inglés con confusión antes de recordar dónde estaban —Bueno, ya es un milagro que estés despierto, supongo que era mucho pedir que estuvieras prestando atención a la clase —dijo su maestro, haciendo reír a algunos de sus compañeros mientras Rukawa fruncía el ceño —Lee la siguiente parte, por favor.
Kaede suspiró, sujetando su libro mientras se ponía de pie y se frotaba la nuca con su mano libre, sin tener idea de dónde comenzar. Estaban leyendo una novela, eso era todo lo que había entendido de la clase de la Literatura. Sin embargo, tuvo la inteligencia suficiente de mirar en la mesa de uno de sus compañeros, que le señalaba la página y el párrafo. Entonces carraspeó y abrió su libro en la misma página, tardando solo unos segundos en encontrar la parte que debía leer.
—El amor puede ser complicado, confuso y atemorizante -dijo Joey -. Puede hacerte reír o llorar con la misma facilidad; elevarte a las nubes, o derribarte al peor de los infiernos. Muchos le temen por eso, lo niegan o repudian, pero, en definitiva, el hombre no puede ser ajeno a él. Porque el amor da sentido a nuestras vidas; nos da paz y luz, nos llena, nos hace sentir invencibles. Nos hace sentir que el mundo tiene sentido —Kaede hizo una pausa, y, de forma automática, sus ojos se posaron sobre Ino, que estaba mirándolo, y las últimas líneas las dijo sin perder ese contacto —Y yo necesito que mi mundo también lo tenga. Por eso elijo aceptar que estoy enamorado.
El timbre del receso sonó después de eso, y casi todos los alumnos se levantaron de sus asientos para salir del aula, apenas escuchando al profesor cuando pidió que terminaran los siguientes capítulos de la novela para la próxima. Kaede suspiró y dejó caer su libro sobre la mesa, viendo a Ino pararse y salir entre sus demás compañeros delante suyo. Y Kaede iba a salir tras ellos, pero el profesor lo detuvo.
—Buen trabajo hoy, Rukawa. Ojalá te mantuvieras despierto más seguido. Quizá tus notas mejorarían. Y necesitas que mejoren.
Como respuesta, Rukawa asintió, aunque lo último que le importaban eran sus notas.
—¿Puedo irme?
—Adelante, adelante —respondió su maestro, concentrándose en acomodar los papeles sobre su escritorio.
Rukawa salió al corredor; tenían la próxima hora libre, así que sus pies se dirigieron automáticamente hacia las escaleras para visitar el gimnasio como hacía cada vez que tenía la oportunidad de practicar unos tiros. Bajó los primeros peldaños, pero a mitad de camino notó que había alguien en el rellano. Para su sorpresa, era Ino, que se sostenía del barandal mientras observaba el patio por el ventanal.
Kaede pensó en bajar como si nada, o en hacerla notar su presencia para ignorarla, pero entonces alguien más se acercó a donde ella estaba, haciendo que retrocediera un par de escalones, lo suficiente para no ser visto, pero no tanto para no escuchar lo que decían debajo.
—¡Hey, Ino! —exclamó la chica que se había acercado por las escaleras opuestas. Kaede no podía ver quién era, aunque eso tampoco le importaba.
—Hola, Matsui —respondió Ino, con una voz que le hizo fruncir el ceño. Ella no parecía feliz, e incluso alguien con su limitada capacidad de entender las emociones ajenas podía notarlo.
—Uy, pero qué cara… ¿Todo está bien? —preguntó la muchacha para agrado de Rukawa, que acababa de hacerse la misma pregunta.
—Sí —afirmó Ino, aunque no tardó en cambiar de opinión al respecto —Bueno, no en realidad. Es decir… No lo sé —bufó, quedándose en el rellano, donde se recargó contra el barandal, dándole la espalda a la ventana ahora.
—¿Qué pasa? —inquirió la otra chica, acomodándose a su lado. Rukawa seguía sin poder ver sus rostros, pero podía ver la parte inferior de sus uniformes —¿Acaso es por un chico? —me dijo, y entonces Rukawa sintió como si sus orejas quisieran ser más grandes para escuchar mejor, sobre todo ante la respuesta de su compañera:
—¿Cómo lo sabes?
—¡Ja! Tienes la misma cara que pone Haruko cuando ese tal Rukawa no le hace caso. La mitad de las niñas de esta escuela están tras él —dijo, haciendo que Kaede se sintiera casi avergonzado por ser nombrado, aunque no entendió el resto de la oración; tampoco sabía quién demonios era Haruko, ni le interesaba.
Entonces inclinó su cuerpo un poco más hacia adelante, teniendo que disimular cuando algunas chicas pasaron por su lado, lo mismo que Ino y su amiga, que esperaron a volver a estar a solas para seguir con su conversación.
—Oh, Dios mío —chilló la desconocida de repente, como si acabara de darse cuenta de algo, alertando a Rukawa, que no lograba entender nada todavía —¡No me digas que a ti también te gusta Rukawa!
El pie de Kaede casi resbaló del escalón cuando escuchó eso. Sin embargo, no pudo seguir prestando atención, porque alguien tocó su hombro, sobresaltándolo.
—¡Wow, Rukawa, tranquilo! —sonrió Kogure, levantando las manos con inocencia —No quise asustarte. ¿Ibas a las canchas?
—¿Qué? —Kaede parpadeó, sintiendo que sus mejillas se calentaban sin que pudiera evitarlo. Entonces se enderezó e hizo un esfuerzo enorme por verse tan estoico como siempre —Ah, sí, claro. Para allá iba —susurró. Kogure palmeó su espalda con compañerismo.
—¡También yo! Podemos ir juntos.
Rukawa quiso bufar, pero solamente asintió, siguiendo a Kogure escaleras abajo mientras trataba de no mirar a Ino y su amiga, que de nuevo se habían quedado calladas, esperando a que ellos pasaran para seguir con su charla.
—He estado pensando. Quizá, si Hanamichi pudiera aprender a... —comenzó a decir Kogure, pero Rukawa dejó de prestarle atención a mitad de la oración.
Todo lo que ocupaba su mente en esos momentos era lo que esa chica había dicho.
Él le gustaba a Yamanaka Ino.
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—¡¿Por qué dijiste eso?! ¡¿Qué tal si te escuchó?! —protestó Ino, nerviosa. Matsui, sin embargo, no le dio importancia.
—¡No, claro que no escuchó nada! —le dijo, restándole importancia al asunto con un gesto —¿Entonces qué? ¿Es él el que te gusta?
—No tiene nada que ver con Rukawa —se apresuró a aclararle Ino, frunciendo el ceño y bajando la voz —¿Por qué crees que tiene que ver con él?
—No lo sé —reflexionó la muchacha de coletas —Supongo que como nunca he visto a Rukawa hablar con nadie, exceoto contigo, deduje que podía haber algo entre ustedes —dijo, encogiéndose de hombros —. Cuando no te conocía los vi hablar un par de veces, y creí que eran novios.
—¿Rukawa y yo? —se burló Ino —Eso no funcionaría.
—Entonces, ¿por qué esa cara?
—Es que... Hoy tengo una cita, o algo así.
—¿Una cita? ¡¿Con Rukawa?!
—¡Que no es Rukawa! —exclamó Ino con hartazgo, aunque la sombre de una sonrisa apareció en su cara —Dios mío, deja de nombrarlo. No estamos en los mejores términos ahora.
Matsui apretó los labios, sorprendida.
—¿Problemas en el paraíso?
—¡Ya, deja eso! —Ino rió. De pronto, el nerviosismo que estrujaba sus entrañas se relajó. Matsui también rió.
—Entonces, ¿quién es tu chico?
—No lo conoces. No es de esta escuela. Y es del tercer año.
—¿Es mayor? ¿De verdad? ¡Qué suertuda!
—Él es lindo —Ino se encogió de hombros un instante —Y creo que le gusto.
—Espera, ¿es ese chico de la noria? —resolvió Matsui entonces, e Ino asintió —Era de verdad lindo. ¿Qué es lo que te preocupa? —indagó, frunciendo sus cejas. Ino parpadeó y se mojó los labios como si tuviera una respuesta, pero no la tenía.
—No lo sé —murmuró, encogiéndose en su lugar mientras veía a Rukawa y su amigo pasar por el ventanal —Quizá solo estoy nerviosa —razonó finalmente. Y, conforme con esa respuesta, se mostró súbitamente de mejor ánimo —No he tenido una cita en...bueno, mucho tiempo.
—Oye, eso es bueno niña —le sonrió Matsui —No debes estar nerviosa. Se nota que ese chico se muere por ti. Y además, los dos hacen una linda pareja. Ya se lo decía yo a Fuji y Haruko. Además, ¡es del último año!
Ino sonrió, sintiendo que la presión en su estómago se relajaba considerablemente.
—¡Matsui, Ino! —las llamó Haruko Akagi entonces, llegando hasta ellas con Fuji, interrumpiendo su conversación.
Ino les contó también a ellas sobre su cita, y todas la apoyaron con entusiasmo.
Se sentía agradable volver a tener un grupo de amigas, y, por primera vez en días, Ino no pensó ni una sola vez en Kaede Rukawa.
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Fujima suspiró, moviendo su pie con nerviosismo mientras retorcía los dedos dentro de los bolsillos de sus pantalones y levantando la mirada.
—Así que esta es la preparatoria Shōhoku —suspiró, observando el edificio desde fuera. La vez anterior no se había detenido a observarlo en detalle, aunque no era muy diferente de Shoyo, en realidad. Sin embargo, eso no le importaba demasiado, solo buscaba una forma de distraerse para evitar el pánico.
No que fuera un novato en el asunto; ya había tenido citas antes, no muchas, porque mayormente siempre estaba concentrado en armar jugadas, pero en esa ocasión era diferente. Era la primera vez que él invitaba a una joven, ya que, por lo general, eran ellas quienes lo invitaban, y por eso las cosas se le daban fácilmente antes, pero ahora era distinto. Siempre había sido un poco distraído al respecto, pero todo había sido diferente al conocer a Ino.
Fujima contuvo el aire un momento y balanceó el peso de su cuerpo de un pie a otro; era tonto sentir tanta ansiedad, casi como si estuviera a punto de jugar una final, pero era diferente en la cancha, allí sentía que podía tener el control de la situación, no como ahora, que su mente se llenaba de dudas. ¿Y si ella se arrepentía? ¿Y si había conocido a otro chico en esos días sin verse? ¿Y si...? Kenji movió la cabeza hacia los lados, recargándose contra uno de los muros de la escuela, de forma casual.
Entonces, un par de chicas que salían de clases y le sonrieron llamaron su atención, pero esta desapareció rápidamente al notar que ninguna era Ino. ¿Por qué tardaba tanto? ¿O quizá él había llegado demasiado temprano? Consultó su reloj una vez más, golpeando la pequeña tapa de vidrio como si eso pudiera hacer que su cita apareciera.
Quizá debió llevarle flores, no ese tonto obsequio que le había comprado. Aunque todavía estaba a tiempo de correr a la florería. Tal vez debería conseguir también unos chocolates, ¿o eso sería demasiado? Kenji comenzaba a entrar en pánico, tan distraído en su propio mundo que no notó a la joven que corría directamente hacia donde él estaba.
—¡Hola!
El capitán de Shoyo sintió que el aire volvía a llenar sus pulmones, pero ahora su corazón se aceleraba mucho más mientras veía a Ino correr a su encuentro; entonces quiso enderezarse con elegancia, pero su pie resbaló y su cuerpo se tambaleó de forma graciosa.
—¡Hola! —respondió de forma torpe, pasándose una mano por la nuca para intentar recuperar un poco su aire distraído habitual, pero fue en vano. Lo único que pudo hacer fue esbozar una sonrisa nerviosa. No obstante, a Ino no pareció importarle su torpeza, ya que solo le sonrió, viéndose mucho más bonita de lo que Kenji había creído que podía ser una chica; y eso hizo que se sintiera todavía más nervioso —Amm... Déjame llevar tu maletín —murmuró, recordando que eso era lo que hacían las parejas, o por lo menos era lo que había visto hacer a otros chicos; él nunca lo había hecho con sus otras citas, pero decidió que Ino no era como todas ellas.
Ino miró a su cita, y le sonrió. No estaba acostumbrada a las costumbres orientales, y su maleta no pesaba demasiado, pero no se resistió a que Kenji la tomara. Había algo muy romántico en ese detalle tan antiguo.
—Gracias —le sonrió. Fujima entonces recordó algo, y se apresuró a meter una mano en el bolsillo derecho de su pantalón.
—Por cierto, te compré algo —le dijo, extendiéndole una coqueta cajita de color rosa con algo de vergüenza.
—¿Para mí? —Ino amplió su sonrisa cuando Kenji asintió, y se apresuró a abrir la cajita. Dentro, había dos llaveros metálicos muy bonitos, uno tenía un dije con forma de raqueta de tenis, y el otro uno con forma de pelota de básquetbol.
—Los vi en la tienda y pensé en ti —dijo el chico entonces, recuperando un poco de aplomo mientras tomaba uno de los llaveros —Yo me quedaré con la raqueta, y tú con el balón, para que pienses en mí cada vez que lo veas.
—¿Y tú pensarás en mi cada vez que veas la raqueta? —Preguntó ella, divertida, aunque Kenji se tomó esa pregunta con seriedad, y respondió de la misma forma.
—En realidad, no la necesito para pensar en ti —admitió, sin pensar, sonrojándose como un niño después, igual que Ino. Sin embargo, ella volvió a sonreírle, y se detuvo para buscar sus llaves dentro de su maleta y ponerlas en el llavero, para gusto de Kenji.
—Me encanta —le dijo, haciendo que el enorme peso del nerviosismo se aliviara un poco sobre los hombros del capitán de Shoyo.
Después empezaron a caminar lado a lado, en un silencio bastante incómodo, o quizá solo eran los nervios de ambos, que aún seguían latentes. Pero Ino no era buena para los silencios, así que decidió romper el hielo ella ahora.
—¿Y qué quieres hacer? —preguntó, y Kenji la miró, enderezando la espalda al instante. Por lo general, él era más conversador y espontáneo; muchas chicas decían que era encantador, pero de alguna forma todo su encanto parecía bloqueado con Ino cerca.
—Mmm… Podemos hacer lo que quieras. ¿Quieres comer algo? ¿Hamburguesas?
—No lo sé. Creo que debería bajar algunos kilos…
—¿Por qué? Luces perfecta como estás —respondió Fujima sin pensar, sonrojándose al instante por su insensatez. Sin embargo, pareció funcionar para Ino, que se sonrojó tanto como él. Kenji lo tomó como una pequeña victoria, y eso ayudó a que se relajara un poco más y ganara confianza —De verdad, eres muy bonita, y no deberías cambiar nada de ti.
—Eres muy lindo —respondió Ino, y él volvió a sonrojarse —Quizá podríamos pasar por un jugo y pastel, pero eso será después.
Kenji la miró, sin entender.
—¿Después de qué?
—Mmm… Estaba pensando en jugar videojuegos, ¿qué dices? —sonrió —Siempre iba al arcade cerca de mi otra escuela después de clases, y extraño hacerlo.
—¿Te gustan los videojuegos?
—Mi padre los ama, y no tengo hermanos varones, así que, ¿con quién crees que jugaba? —sonrió ella, y Kenji se detuvo a contemplarla, con una sonrisa brillante en los labios.
—Tú…eres…perfecta —sentenció. Ino se sujetó a su brazo y sonrió.
Y ya no hubo incomodidad entre ellos.
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Rukawa se secó el sudor de la frente y se inclinó hacia adelante para recuperar el aire cuando el partido terminó.
El capitán Akagi dio por terminada la práctica de ese día, felicitándolo una vez más por su desempeño, advirtiéndole, como Ayako, que no se quedara hasta muy tarde esa vez. Después todos se fueron a los vestidores, excepto por Rukawa, que tomó su equipo deportivo y salió del gimnasio hacia la escuela, sin saber muy bien lo que estaba haciendo.
El director Ansai estaba en su oficina como casi todas las tardes, bebiendo una taza de té mientras revisaba algunos papeles con la puerta abierta. Kaede asomó la cabeza y se arrepintió al instante, pero decidió no darle demasiadas vueltas al asunto, así que golpeó la entrada con los nudillos y entró en la oficina mientras el hombre obeso levantaba la mirada con una sonrisa amable.
—Oh, Rukawa. Qué agradable sorpresa —le dijo, dejando sus papeles por un momento para darle toda su atención —¿Qué te trae por aquí? ¿Tienes más preguntas sobre el básquetbol?
Kaede negó con la cabeza, y, sin esperar permiso, tomó la silla frente al director y se sentó. No sabía muy bien cómo decir lo que había estado rondando por su cabeza desde hacía días, así que solamente lo soltó:
—¿Cómo sabes que estás enamorado? —preguntó, con la misma curiosidad que un niño tratando de descubrir cómo funciona el mundo.
El directo Ansai entonces levantó sus cejas blancas con algo de sorpresa, pero fue lo suficientemente amable como para no hacer preguntas incómodas ni nada más.
—No creo que sea algo que sepas. Solo lo sientes —contestó amablemente, mas Rukawa no pareció contento con esa respuesta.
—¿Cómo lo sientes? Quiero decir, ¿cuáles son las señales?
—¿Piensas en esa chica casi todo el tiempo sin poder evitarlo?
—Sí.
—¿Te gusta estar con ella?
—No me desagrada.
—¿Te sientes ansioso cuando ella está cerca?
Rukawa lo pensó por un segundo.
—¿A qué se refiere?
—A si te pones nervioso cuando estás frente a ella. Te cuesta entender tus pensamientos, no sabes qué decir y te sientes muy incómodo.
—Oh, eso —lo pensó por un segundo otra vez —Sí.
—¿Crees que ella es bonita?
—Lo es —replicó, frunciendo el ceño. Ya había hablado demasiado, y todas esas preguntas empezaban a confundirlo todavía más.
Para su buena suerte, el profesor dejó de hablar y solo se dedicó a sonreír por unos segundos.
—Entonces sí. Estás enamorado —resolvió. Kaede parpadeó, sin estar realmente impresionado.
—¿Y cómo hago que pare?
—Oh, Rukawa, temo que esto es algo que no depende de ti. Pero que te guste alguien no es malo.
—Lo es si me distrae de mis objetivos.
—Porque estás viéndolo como una distracción —dijo el anciano, sonriendo nuevamente —El secreto de todo buen basquetbolista es convertir ese sentimiento en inspiración.
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Ino miró el cielo oscurecido por su ventana, y luego la hora en su reloj. Eran casi las nueve y Kenji no había llamado después de pedirle su número y decirle que lo haría. Bueno, siendo justos, no tenía la obligación de hacerlo. Aunque Matsui y las demás le habían dicho que en Japón era costumbre que los chicos llamaran después de una cita, Ino no estaba habituada a las costumbres del país, quizá por eso Kenji no había visto la necesidad de marcarle.
O quizá algo había pasado. Tal vez se había quedado dormido, o simplemente lo había olvidado. Eso podía pasarle a cualquiera.
Suspirando, la joven Yamanaka rodó sobre la cama y observó el pequeño dije con forma de balón de básquet que Kenji le había dado. Era un detalle muy bonito; nadie había tenido un detalle así de bonito con ella antes, y el que él llevara una raqueta consigo solo lo hacía más lindo. Su cita había sido linda, aunque más divertida que romántica, pero le había gustado. Kenji era gracioso, y deferente a la mayoría de los chicos de su escuela. Le gustaba.
Ino se sonrojó ante ese pensamiento, pero no tuvo tiempo de pensar en ello porque casi de inmediato escuchó el teléfono sonar en la sala, y saltó de la cama, corriendo hasta las escaleras y bajando a toda velocidad para impedir que su padre atendiera la bocina, llegando hasta el teléfono justo antes de que él se levantara del sofá donde leía el periódico.
—¡Yo atiendo! —anunció, impidiendo que su progenitor terminara siquiera de pararse. Entonces dejó que el teléfono sonara una vez más, arreglándose el cabello antes de atender, como si la persona del otro lado pudiera verla al contestar —Residencia Yamanaka.
—¿Ino? Soy yo, Kenji —le respondió la alegre voz de Fujima al otro lado, haciéndola sonreír —No es demasiado tarde, ¿verdad? Dije que te llamaría antes de irme a dormir, pero no sabía si...
—No. Está bien —respondió Ino de inmediato, jugando con la punta de su trenza, casi como si estuviera nerviosa —No es muy tarde.
Escuchó algunas voces del otro lado que interrumpieron su conversación. Alguien le pidió a Kenji que no se olvidara de sacar la basura, y él respondió que lo haría después. Ino sonrió, pero solo esperó a que él volviera a hablarle.
—Lamento eso, era mi madre —informó el muchacho, en un pequeño bufido —¿Y qué estabas haciendo?
—Mi tarea de matemáticas —respondió en un resoplido —¿Y tú?
—Solo planificaba algunas jugadas —respondió Kenji —El sábado jugaremos un amistoso, y me preguntaba...
—¿Sí? —preguntó, tan entusiasmada que se arrepintió de inmediato. Llevaba tanto tiempo sin preocuparse por chicos que había olvidado cómo tratar con ellos, al parecer. Sin embargo, para su buena suerte, como esa tarde Fujima se oía tan ansioso como ella.
—Yo...bueno, sé que apenas me conoces, pero me preguntaba si a ti... Si te gustaría venir a verme jugar. Digo, tal vez no juegue porque soy quien dirige al equipo, pero...
—¡Me encantaría! —gritó entonces, sobresaltando a su padre, que frunció el ceño desde el otro lado de la sala, curioso. Así que Ino procuró bajar la voz —Por supuesto me gustaría ir.
—¿De verdad? ¡Estupendo! Quiero decir, es una cita —respondió Fujima. También se oía emocionado —Si quieres podemos vernos en Shōhoku el sábado temprano e ir juntos. Pasaré por ti.
—Suena muy bien —respondió Ino, dándole la espalda a su padre para que no pudiera escuchar nada —Es una cita.
—Te veré el sábado en la mañana —respondió Kenji, dudando un segundo antes de volver a hablar —¿Puedo volver a marcarte mañana? Quiero decir, si no es molestia...
—Claro que puedes —Ino sonrió, sintiéndose de verdad feliz desde que habían llegado a Japón.
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Rukawa frunció el ceño y bajó la revista deportiva que estaba leyendo hasta sostenerla sobre su regazo, pensativo.
Michael Jordan, Larry Bird, Magic Johnson, Chris Mullin, todos eran grandes del básquetbol, y todos estaban casados o tenían novias. De hecho, según las revistas, muchos de sus ídolos de la NBA salían con actrices o modelos famosas, una tras otra, cambiando de pareja como de calcetín, pero ninguno parecía afectado en su rendimiento.
¿Cómo podían ser tan buenos jugadores teniendo una mujer distrayéndolos? ¿Sería posible que una novia los hiciera jugar incluso mejor, como había insinuado el director Ansai? ¿Podría funcionarle eso a él?
Kaede nunca había pensado en tener una novia; de hecho, nunca había pensado en chicas que no fueran Jodie Foster o Brooke Shields. Sabía que la pubertad lo atraparía tarde o temprano, pero hasta entonces era algo que no le quitaba el sueño. Quizá tenía que cruzarse con Yamanaka Ino en su camino para caer también. Quizá solo debía dejar de ignorarla y decirle cómo se sentía al respecto. Tal vez ella querría ser su novia, después de todo, su amiga había dicho que él le gustaba. O tal vez, al decirle que él también podía sentirse de la misma manera, la sensación desaparecería y ambos podrían seguir con sus vidas.
Pero, ¿cómo todo podía ser tan simple? Kaede odiaba esa sensación de no tener el control, pero, al mismo tiempo, estaba resignado a que estaba enfrentando una situación que estaba a punto de desbordarlo.
Su prioridad seguía estando en el campeonato nacional, por supuesto, pero a veces sentía que no podía concentrarse como era debido en su juego cuando fuera de la cancha su vida era tan desastrosa. Y todo por una chica, porque ni siquiera sus notas bajas o amonestaciones por llegar tarde o dormir en clase le quitaban el sueño.
Seguía molesto porque todavía no podía sacar a Yamanaka Ino de su mente, pero llegó a la conclusión de que no podía seguir peleando contra eso o se volvería totalmente loco. Entonces, bien, tenía algún tipo de atracción por Ino, pero, ¿y si ella no sentía lo mismo? Después de todo, no había podido escuchar su respuesta en la escuela. Además, Rukawa había visto demasiadas telenovelas con su madre para saber lo que era estar enamorado y no ser correspondido. Un momento, ¿él estaba enamorado?
Se había negado a creerlo, hasta se había enojado después de que el director Ansai lo dijera, pero, en la intimidad de sus pensamientos, aceptaba que Ino era bonita, de las más inteligentes del salón; sabía de buena música y era divertida. O al menos eso se imaginaba. Kaede se había prohibido acercarse tanto a ella por sus sentimientos tan confusos, pero las personas a su alrededor siempre se estaban riendo, y parecían cómodos con ella. Él se había sentido cómodo con ella aquel día en la azotea o mientras ambos caminaban por la costanera al lado del otro. Supuso que esa comodidad era estar enamorado.
—Diablos —bufó entonces, arrojando su revista lejos y pateando una pila de ropa sucia que se había olvidado de llevar a la lavandería. Odiaba sentirse tan confundido con un partido tan cerca.
Volvió a bufar.
Tal vez el profesor Ansai tenía razón y debía dejar de intentar tener el control de todo y solo vivir su vida; quizá eso no afectaría su juego. Y no estaba obligado a salir con Ino. Quizá podría ganar las nacionales y después concentrarse en chicas. Ino no iría a ninguna parte, y aún si sus padres la enviaban a la preparatoria Kainan, seguirían viviendo muy cerca el uno del otro. Y si ella no le correspondía, podría seguir con su camino sin esa distracción.
Conforme con esa idea, Rukawa durmió sin preocupaciones por primera vez en días, soñando como casi todas las noches que ganaban las nacionales, pero esa vez Ino estaba en primera fila para verlo.
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—¡Ino! ¡Por aquí!
Ino levantó la cabeza y miró hacia el gimnasio, donde Haruko y las chicas la estaban llamando con señas.
—¡Hola, chicas! —las saludó después de no haberlas visto durante todo el día, notando que estaban con un chico que no conocía, que también la miraba, hasta que Haruko decidió presentarlos.
—Él es Yōhei Mito. Yōhei, ella es Ino. También es de primer año —dijo. El chico entonces le sonrió y extendió su mano amistosa.
—Hola, soy Yōhei. Nos conocimos el primer día. ¿También vienes a ver las prácticas?
—¿Hm? Oh, no, solo estoy de paso —le sonrió, recuperando su mano y sonriendo una vez más —¿Tú juegas?
—¿Yo? Nah —sonrió el muchacho —Soy bastante malo con los balones. Pero vengo a apoyar a Hanamichi, el chico pelirrojo.
—Oh, sí, el escandaloso —resolvió la joven Yamanaka. Yōhei Mito rió.
—Síp, ese mismo —aceptó —Pero que su personalidad no te engañe. Ha mejorado bastante, ¿verdad, Haruko?
—¡Claro que sí! —aceptó la aludida, haciendo que Ino se concentrara en observar la práctica por un segundo, viendo a Rukawa, pero concentrándose en el alto chico pelirrojo mientras intentaba encestar en la canasta.
—¿Te quedas con nosotras? —preguntó Matsui entonces, distrayéndola. Ino desvió la mirada hacia ella y negó.
—No puedo. Tengo que ir a la enfermería.
—¿Te sientes bien? —preguntó Fuji. Ino asintió rápidamente.
—Oh, sí, no es nada. Pero conozco a la enfermera, así que a veces la ayudo después de clases.
—Yo ya tengo que irme —suspiró Yōhei —Tengo que trabajar. Adiós, Haruko. Fue un placer, Ino.
—Yo también me voy —dijo Ino después de despedirse del muchacho, dirigiéndose a sus amigas.
—Oh, nos quedaremos por aquí hasta que termine la práctica —dijo Haruko antes de que se alejara demasiado —, ¿quieres que te esperemos para irnos todas juntas?
—¡Claro! Las veo después —se despidió Ino, rodeando el gimnasio de regreso hacia la escuela. Y mientras pasaba por una de las entradas, su mirada se encontró con la de Rukawa por accidente, paralizándola por un instante. Él también se quedó congelado en mitad de la cancha, mirándola; y, para sorpresa de Ino, él levantó una mano, como si estuviera saludándola, y ella parpadeó, confundida, pues Rukawa llevaba días ignorándola, evitando mirar en su dirección, y ahora estaba allí, saludándola como si las últimas semanas no hubiera sucedido. Sin embargo, la emocionada voz de Haruko distrajo sus pensamientos.
—¡Hola, Rukawa! —dijo, haciendo que la mirada del joven basquetbolista se posara brevemente en ella antes de ignorarla y seguir con el entrenamiento.
Ino desvió la mirada también y suspiró. De alguna forma, Rukawa lograba seguir confundiéndola, pero decidió no pensar demasiado en eso y concentrarse solo en el camino.
Caminando hacia la enfermería, Ino escuchó el estruendo de motores, y vio a varias motocicletas meterse dentro de la escuela y pasar frente a ella hasta perderse detrás del gimnasio, provocando algo de conmoción entre los alumnos, pero la joven los ignoró y siguió con su camino, encontrando a la enfermera Shizune acomodando algunos suministros, girándose al escucharla deslizar la puerta.
—¡Oh, hola, Ino-chan! —le sonrió, terminando de poner algunos paquetes de vendajes en su lugar —Qué bueno que pudiste venir.
—No hay problema —respondió Ino, dejando su maleta sobre una silla —Es un placer ayudar. Además, siempre es útil saber de primeros auxilios —sonrió, sentándose sobre una banqueta con las manos en las rodillas por un momento —¿Necesita ayuda con eso?
—Eres muy amable —Shizune le alcanzó algunos francos de antiséptico para que los acomodara también, hablando mientras tanto —¿Y qué tal las clases? ¿Y el club de tenis?
—Todo está bien —Ino sonrió —. Si ganamos tres partidos más estaremos en semifinales.
—Me alegra oír eso. ¿Quiere decir que te quedarás en Shōhoku?
—No lo sé. De cualquier forma, la preparatoria Kainan solo puede darme un lugar después del verano, así que hay tiempo.
—Oh, decidas lo que decidas estarás bien. Eres muy inteligente —resolvió Shizune, terminando con su trabajo —. Por cierto, ¿qué fue todo ese escándalo afuera?
—Unos chicos en motocicleta. No sé quiénes eran —respondió la adolescente, indiferente. La enfermera frunció el ceño.
—Mmm... Tal vez debería buscar al director Ansai —murmuró, mirando su reloj —Pero tengo que terminar con el inventario. ¿Te molestaría tomar nota, Ino-chan?
—No hay problema, Shizune-san —Ino le sonrió una vez más y tomó la cartilla de la enfermería para anotar los insumos disponibles y los que hacían falta, segura de que nada interesante pasaría por el resto del día.
oOo
Rukawa ahogó un quejido y se sostuvo la cabeza con una mano, tratando de limpiar la sangre con una toalla, pero fue en vano. Tras él, Ryota, Sakuragi, sus amigos y el tal Mitsui lo seguían de cerca, siendo vigilados por Ayako y el capitán Akagi, que vigilaban que no volvieran a pelear.
Kaede soltó un gruñido mientras Ayako golpeaba la puerta de la enfermería y los anunciaba como un grupo de chicos tontos que necesitaba primeros auxilios. Entonces hizo pasar primero a Mitsui, que había perdido un diente y parecía tener la nariz rota. Rukawa pudo escuchar a la enfermera quejarse de todos los pacientes del club de básquetbol que tenía que tratar durante la semana, antes de escuchar el sonido de la nariz de Mitsui al ser enderezada.
Bien, eso se lo merecía por haber irrumpido en la práctica con sus idiotas amigos en motocicleta, causando problemas y golpeado al equipo, ¿y todo para qué? Para que el buscapleitos de Mitsui terminara rogando volver al equipo. No es que le molestara particularmente, pues ya había visto jugar a Mitsui una vez cuando estaba en secundaria, y era bastante bueno; pero, sin duda, no era de su agrado.
Rukawa bufó y trató de limpiarse la sangre una vez más del rostro, recordando otra vez el incidente del gimnasio, y la forma en que se había preocupado al creer que Ino había quedado atrapada dentro del gimnasio también. Por un segundo, había temido que esos sujetos le hicieran algo, al menos antes de darse cuenta de que ella no estaba con esa chicas que siempre iban a ver las prácticas. Eso era confuso. ¿Por qué se había preocupado por ella? Rukawa no quería pensar en ello en ese momento; le dolía demasiado la cabeza y seguía muy enojado.
Entonces, mientras levantaba la vista por un segundo cuando la enfermera llamó a Sakuragi, recordó su primer día de clases, cuando se encontró a Ino allí. No recordaba qué estaba haciendo ella en la enfermería, pero sí podía recordar el profesionalismo con el que había curado sus heridas, y lo suave del toque de sus pequeños y finos dedos en su piel...
Kaede soltó un gruñido y presionó un poco más la herida para que el dolor lo hiciera pensar en otra cosa. Solo entonces se dio cuenta de que el superior Miyagi y Mitsui, que ya había salido de la enfermería con el rostro limpio y algunos apósitos, estaban discutiendo de nuevo.
—De seguro el director sancionará al club, y todo será tu culpa —gruñó Miyagi, que, a pesar de sus golpes, parecía el menos afectado —¡Pudiste hablar con el capitán Akagi de forma civilizada, pero no! ¡Tenías que echarlo a perder invitando a tus idiotas amigos a nuestro gimnasio!
—Cállate, estúpido —masculló Mitsui mientras Sakuragi seguía gritando dentro de la sala de la enfermera, haciendo que el dolor de cabeza de Kaede solo aumentara.
—Ustedes dos, ya pueden pasar —autorizó la enfermera entonces, dirigiéndose a él y Miyagi, que entró primero y se sentó sobre una camilla, como si ya conociera la rutina —Pero si es el señor Miyagi otra vez —murmuró la mujer, casi con resignación —Tú y Mitsui en problemas, ¿por qué no me sorprende? ¿Y quién es tu amigo? También del equipo de básquetbol, imagino. Tú puedes sentarte. Te atenderemos en cuanto mi asistente termine con tu compañero.
Rukawa movió los labios para contestar, pero antes de que pudiera hablar su mirada se perdió al otro lado de la enfermería, donde Ino trabajaba en limpiar las heridas de Hanamichi Sakuragi mientras él hablaba y hablaba como idiota.
—Oye, eres muy bonita, pero el corazón del gran Sakuragi ya le pertenece a Haruko, así que no intentes nada, eh —dijo este, haciendo que, repentinamente, Kaede tuviera más ganas de lo usual de golpearlo.
Ino, sin embargo, solo sonrió, terminando de limpiar la herida en la frente del muchacho.
—Aunque es muy tentador, no me atrevería a interponerme —respondió, colocando apósitos y un vendaje en la torpe cabeza del pelirrojo —Bien, es todo. Solo procura descansar esa cabeza por el resto de la tarde, y los moratones desaparecerán en unos días. Oh, y la enfermera te dará analgésicos en caso de que te duela.
—¡Ah, no te molestes! ¡Un par de golpes no son la gran cosa para el gran Sakuragi! —exclamó el idiota, haciendo que Ino riera, y que algo se agitara violentamente dentro de Rukawa por eso.
—¡Gracias, niña bonita! Eres muy buena en esto —exclamó Sakuragi antes de tomar su camiseta y salir. Ino se le quedó viendo hasta que salió de la enfermería, y solo entonces reparó en Rukawa.
—Este es el último, Ino-chan —dijo la enfermera mientras terminaba de curar a Ryota —¿Puedes encargarte también?
Ella asintió, y con una seña le pidió que se sentara en el taburete donde había estado Sakuragi, comenzando con la curación sin intercambiar palabra alguna.
Esa vez fue distinta a la primera; cada vez que ella se acercaba, o cada vez que lo tocaba, Kaede sentía que su piel le quemaba, pero no de una forma desagradable. De hecho, se sentía mejor que cuando hacía una buena jugada. Era extraño, pero no por eso incómodo. Al menos no hasta que la enfermera anunció que había terminado con Miyagi y que saldría un momento a darle el parte al director, dejándolos completamente a solas mientras Yamanaka Ino terminaba de limpiar y vendar sus heridas.
—Estás listo —anunció, dejando las gasas y vendas restantes sobre la camilla, y tirando los que estaban manchados de sangre —Lo mismo para ti. Intenta descansar esa cabeza por el resto del día, y, si re sigue doliendo, la enfermera Shizune te dará algunos analgésicos en cuanto regrese —anunció, y entonces, ahora que todos se habían ido, un incómodo silencio se formó entre ellos, interrumpido solo cuando Ino se levantó a ordenar un poco del todo el desorden que había quedado en el lugar. Y, mientras la veía, Rukawa, por primera vez en su vida, tuvo el impulso de decir algo que rompiera aquel molesto silencio.
—Yo... Escuché la canción —dijo lo primero que se le ocurrió, haciendo que ella se detuviera para girarse a verlo, con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—U2 —respondió rápidamente—Dijiste que tu canción favorita era With you or without you. También es mi favorita.
Ino parpadeó, sin entender al principio.
—Oh —murmuró entonces, siguiendo con su trabajo, forzando a Kaede a decir algo más para no volver a caer en ese silencio incómodo.
—Quiero disculparme —anunció entonces, logrando que la chica se girara hacia él una vez más, confundida y sorprendida por partes iguales.
—¿Qué cosa?
—Por no hablarte en estos días. Quiero disculparme —admitió, bajando la mirada pues, de repente, era incapaz de sostener la de ella —Estoy muy concentrado con las prácticas, y es molesta esta sensación…
—Descuida. Lo entiendo —ella le sonrió brevemente, y, por un instante, una luz de esperanza brilló dentro del basquetbolista.
—Jugaremos un partido mañana contra Miuradai. ¿Quieres venir? —preguntó, dejando a Ino sin palabras esa vez, pues, solamente el día anterior él parecía odiarla, y esa tarde no solo la había saludado en el gimnasio, sino que allí estaba ahora, invitándola a uno de sus partidos nuevamente. Ino parpadeó, solo para asegurarse de que no estaba soñando, pero Rukawa seguía allí cuando abrió los ojos, mirándola como si esperara una respuesta.
Quizá lo había imaginado todo y esas últimas semanas no habían sucedido en realidad, pensó por un instante.
—¿Ya no estás enojado conmigo? —le preguntó, todavía sin poder creer lo que estaba pasando. Y ahora fue Rukawa el que parpadeó, desviando la mirada hacia el suelo por un segundo.
—No estaba enojado. No contigo, al menos, supongo —respondió, encogiéndose de hombros, y sin decir nada más, aunque Ino tampoco tenía intención de preguntar. El chico ya parecía demasiado torturado ese día, y además estaba herido, por lo que decidió ser indulgente.
—¿Entonces vas a dejar ignorarme? —presionó solo un poco, ahogando la sombra de una sonrisa. Rukawa, sin embargo, asintió solemnemente con la cabeza —¿Y no me dirás que me vaya de la escuela? —Igual que un niño regañado, Kaede negó.
—No quiero que te vayas —admitió en un momento de debilidad, sorprendiéndose tanto él mismo como a Ino, que volvió a pestañear, como si, por un segundo, no creyera lo que estaba escuchando.
Sin embargo, solo le sonrió, terminando de desechar los vendajes usados.
—¿A qué hora es el partido?
—Por la mañana —respondió él de inmediato, e Ino parpadeó.
—Oh —dijo, sentándose en el taburete frente a él —Me encantaría verte jugar, Kaede, pero tengo un partido por la mañana también. Lo siento —se encogió de hombros, sin saber por qué le estaba mintiendo en lugar de decir la verdad, que ya se había comprometido a ir a otro partido. Sin embargo, ignoró ese pensamiento.
—Tal vez la próxima —dijo él, encogiéndose de hombros —. Creo.
—Cuenta con eso —respondió Ino, y Kaede se le quedó viendo por un instante, como si quisiera añadir algo más, pero no tuviera la valentía. Entonces, en lugar de hablar, se levantó del taburete.
—Tengo que irme —anunció, sin esperar a que ella pudiera despedirse.
Saliendo de la enfermería, Kaede empezó a caminar por hacia las escaleras, hasta que estuvo fuera de la escuela y empezó a correr. Sabía que esa tarde había sido horrible, que incluso estaría castigado por haber peleado, y la cabeza le dolía como si se hubiera caído de la Torre de Tokio, y, aún así, había sido un buen día. Tanto que mientras corría estaba sonriendo.
Tal vez eso significaba estar enamorado.
oOo
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N del A:
Después de no sé cuánto tiempo vuelvo por fin con este fic xD
No tengo mucho que decir, solo recordar que la historia transcurre a mediados de los '90, así que hay bastantes referencias a la vida antes de como la mayoría la conocemos hoy en día.
Y otra cosa, si vieron el animé de Slam Dunk, entonces sabrán de la gran pelea en el gimnasio. Primero iba a incluirla, pero me pareció más práctico que todo transcurriera fuera de la historia, ya que no aporta demasiado a la trama.
En fin, si les gustó el capítulo, tienen comentarios, dudas o sugerencias, todo es bienvenido :D
Hasta la próxima!
Su buen vecino,
H.S.
