¡Hola! Espero que se encuentren muy bien. Hoy en uno de mis descansos me llegó la inspiración y escribí la que es la sexta canción de Funbari. Espero la disfruten. Agradezco mucho a todas las personas que leen estas pequeñas historias y agradezco enormemente también a las que se toman la molestia de dejarme un review. ¡Muchísimas gracias a todos ustedes! Espero esta colección de drabbles esté siendo de su agrado. Sin más preámbulos, vayamos a la pensión En.

Desayuno tradicional japonés

Era una apacible mañana como cualquier otra, el trinar de los pájaros proporcionaba una hermosa melodía, todo era calma y quietud.

- ¡A desayunar! - se escuchó el potente grito dentro de la pensión, rompiendo con la armonía del momento.

De inmediato se escucharon pasos apresurados, cual tropel de caballos desbocados.

- ¡Eso era mío Ren! - gritó uno.

- ¿Tuyo? ¿Dónde decía tu nombre? - inquirió el aludido con visible enojo - la palabra idiota no estaba escrito en el hot cake.

- ¿Alguien puede pasarme la salsa de soya? - preguntó una voz todavía somnolienta en medio de un bostezo.

- ¡¿A quién llamas idiota?! Tiburoncín - reclamó Horo Horo.

Ante el apelativo Ren se levantó de un salto de su asiento y se abalanzo sobre el joven del norte, comenzando a golpearse mutuamente.

- ¡Cálmense chicos! Están tirando todo- reprochó Manta quien los miraba con gesto preocupado.

- Déjalos que se peleen- apuntó Yoh mientras bebía un sorbo de té- Eso es un claro signo de amistad- soltó su risita tan característica.

Manta entornó los ojos, había días que la serenidad de su amigo le exasperaba.

Mientras tanto Ren le aplicaba una llave china en el brazo a Horo Horo, que aullaba de dolor y buscaba como zafarse, como último recurso tomó un tazón de fideos con la mano que tenía libre y se los arrojó en la cara al heredero de los Tao .

- ¡Mierda Horo! - exclamó mientras lo soltaba- ¡¿Con qué quieres jugar sucio?!

Sin pensarlo asió la jarra del té y se la vació toda en la cabeza al ainu.

- ¡Quema, quema! - chilló mientras sacudía todo su cuerpo.

En cuanto se repuso agarró la jarra del jugo y le aventó el contenido a Ren, quien logró esquivar el líquido, que fue a caerle directamente a Manta en la cara.

El pequeño hartó de la situación y sin pensarlo sostuvo la olla de arroz y empezó a aventarles puñados a los iniciadores de la trifulca.

Yoh ajeno a la situación se dedicaba a comer su sopa de miso, de vez en cuando le caía un poco de fideo por aquí y unas gotas de jugo o té por acá, pero él seguía en lo suyo, soltando unas risitas de vez en cuando .

Adoraba el ruido de las peleas amistosas, de la compañía. Sabía perfectamente que si su prometida veía aquel desastre y el desperdicio de comida los molería a golpes a todos, pero por fortuna no se encontraba en casa aquel día.

O eso creía…

Desde la puerta de la cocina Anna Kyoyama observaba la escena con ojos de asesina.

FIN