Nota de autora:

¡Holaaa!

Me paso rápido por aquí a publicar que últimamente estoy en racha y también para deciros que me he hecho una página de Facebook llamada "Geillish Fanfics" (yo influencer) por si queréis seguirme. Allí publicaré avances de mis historias, cuando actualizaré, podremos hablar del fandom, de otros libros o sagas que os guste. ¡De lo que queráis!

Ya de paso informaros de que he publicado una nueva historia que se llama "Heartless" y que ya está disponible el primer capítulo en mi perfil. Es un Hansy, pero entremedias habrás también un poquito de Dramione por si os gusta también esa pareja :)

Y eso es todo, como siempre espero que disfrutéis del capítulo y nos leemos en comentarios!


Capítulo 6.


Draco observó la habitación que se extendía ante ellos. Se tomó unos segundos para contemplar las paredes grises y el suelo oscuro, los muebles de roble y la elegante decoración del apartamento. A día de hoy todavía le costaba asimilar que Theodore le hubiera embaucado para comprar entre ambos un edificio muggle para revender las viviendas y ganar un dinero considerable después, pero así había sido. Habían conseguido vender todos y cada uno de ellos a excepción del ático, lugar al que Draco le había cogido especial cariño y había hecho de él su guarida secreta.

El lugar al que acudía cuando quería estar solo y apartado del mundo.

Jamás había llevado a nadie ahí. Nadie que no fuera Theodore o Blaise conocían de la existencia de ese lugar. Draco no podía entender por que diablos había decidido traer a Hermione Granger allí. Podría haberse aparecido en el hotel donde siempre llevaba a sus conquistas, un lugar sobrio y apartado de las miradas indiscretas.

Pero pensar en Granger en el mismo lugar donde se follaba a otras mujeres le causaba una sensación extraña. Se sentía...incorrecto. Fuera de lugar. Y a Draco no le gustaba para nada la dirección por donde iban sus pensamientos.

Se atrevió a mirarla de reojo. Hermione tenía los ojos abiertos de par en par y observaba todo en silencio, captando cada detalle de lo que la rodeaba. Su vestido caía elegante por todo su cuerpo formando un charco de tela plateada sobre sus pies. Tenía el pelo recogido sobre la nuca, con algunos rizos rebeldes enmarcando su rostro. Los labios rojos estaban entreabiertos mientras respiraba con fuerza. Y Draco pudo notar su nerviosismo, su expectación, el deseo…

Entonces Hermione levantó la mirada para clavarla en la suya y Draco tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre ella en ese preciso instante. A diferencia de la última vez que habían estado juntos, donde todo se tornó de una forma rápida y violenta, esa vez Draco quería tomarse su tiempo.

Quería disfrutar cada puto segundo y estaba muy seguro de que lo haría.

Pero fue ella, maldita sea, fue ella la que se tiró a sus brazos. Fue Hermione la que lo agarró por la chaqueta del ridículo traje que Blaise había diseñado para él y lo atrajo en su dirección. Lo primero que Draco sintió fueron sus labios contra los suyos, duros y exigentes pero suaves y delicados a la misma vez. Sabía exactamente como recordaba y todo resquicio de autocontrol se evaporó como una niebla.

Draco enredó una mano en su pelo, justo detrás de su cuello, y con la otra la acercó en su dirección para pegarla completamente a su pecho. Su lengua se enredó con la suya, desesperada, agitada, frenética, y Hermione no pudo evitar soltar un gemido ante aquella sensación. No se separaron. Fueron retrocediendo de espaldas mientras iban chocando con todo a su paso. Con una de las columnas que separaban una estancia de la otra, el aparador que había en una de las esquinas y por último contra un mullido sofá de cuero negro.

Ambos se separaron durante unos segundos mientras luchaban por quitarse la ropa el uno al otro. Draco tiró del vestido de Hermione hacia abajo mientras que ella le quitaba la chaqueta con fuertes tirones. Cuando lo consiguió sus manos volaron directamente al cinturón de su pantalón y Draco juró que le temblaban las manos mientras lo hacía. Él no se quedó atrás, tiró de la tela plateada hasta que este quedó arrugada sobre la cintura de Hermione y cuando observó que no llevaba sujetador bajo el vestido, Draco inspiró hondo.

Observó la piel pálida de Hermione, la infinidad de pecas que salpicaban sus hombros. Sus pechos...Por Salazar. Eran simplemente perfectos. Más grandes de lo que siempre se imaginó que serían, con los pezones sonrosados y erectos apuntando en su dirección.

—Llevo toda la semana deseando hacer esto...—murmuró Draco mientras se agachaba lo suficiente para meterse un pezón en la boca.

Hermione jadeó, arqueando la espalda hacia atrás, sus dedos se quedaron paralizados sobre el botón de sus pantalones. Draco aprovechó el momento para mordisquear la punta y tirar de él con los dientes con exquisita lentitud. Repitió el movimiento en el otro pecho. Ella gimió con fuerza y acto seguido Draco notó como apoyaba la palma de su mano sobre su pecho y lo empujaba hacia detrás con fuerza.

Se dejó caer de espaldas sobre el sillón mientras la observaba desde su nueva posición. Hermione estaba de pie ante él, desnuda de cintura para arriba, con algunos rizos rebeldes sueltos por los hombros y su mirada ardiendo como caramelo fundido.

Draco estiró una mano para poder alcanzarla. Deseaba tocarla. Deseaba sentirla por todas partes, deseaba verla completamente desnuda, pero lo que hizo Hermione logró dejarlo sin respiración.

Ella se inclinó mientras sonreía. La misma sonrisa que le había dirigido sobre el hombro en el baño de la Mansión Nott. Una sonrisa que prometía muchas cosas, una sonrisa perversa cargada de deseo. Apoyó sus manos sobre sus rodillas, meciendo sus pechos sobre su cara lo que hizo que Draco casi se relamiera, y entonces Hermione se dejó caer entre sus piernas. Con cierta sorpresa, Draco observó como ella deslizaba sus manos con lentitud por sus muslos sobre la tela de pantalón cada vez más arriba. Y más arriba.

Draco casi se deshizo allí mismo cuando pasó sus traviesos dedos por encima de su dura erección. Y tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no correrse en ese mismo instante. Hermione pareció notarlo por que su sonrisa se estiró con cierta maldad. Cuando sus dedos encontraron con el botón de la cremallera de sus pantalones y tiró de ella hacia abajo, Draco ya estaba jadeando.

—¿Qué…?—gruñó con la voz tomada por el deseo—¿Qué demonios estás haciendo?

Hermione lo miró mientras bajaba la tela con un fuerte tirón y liberaba, al fin, su miembro.

—Eras tú quien quería ver lo que mi boca podía llegar a hacer… —susurró Hermione y sus dedos temblaron un poco mientras le acariciaba con el grueso y largo eje.

Su mano se cerró entorno a él y Draco dejó escapar todo el aire que estaba conteniendo entre sus dientes.

—Pues entonces veamos lo que puedes ofrecerme, Granger.

Fue todo lo que pudo ser capaz de responder. Verla arrodillada ante él mientras le apretaba la polla con fuerza era una de las fantasías que tanto lo habían atormentado durante años. La sensación de sus dedos contra su piel…Joder, era lo más increíble que había sentido jamás.

Hermione apretó una vez más esta vez realizando un suave movimiento hacia abajo, y luego hacia arriba de nuevo y él se estremeció al ver como levantaba los ojos castaños en su dirección. Iba a derretirse. Iba a fundirse contra el cuero de aquel puñetero sofá si ella no hacía algo de una maldita vez.

Ella comenzó a bombear su polla con exquisita lentitud hasta que encontró un ritmo rápido y frecuente. Las caderas de Draco se arquearon hacia arriba yendo a su encuentro y no pudo evitar estirar una mano para retirarle un mechón de pelo que le caía por la mejilla. Ella lució sorprendida durante unos instantes pero cuando la mano de Draco se enredó en su pelo para sujetárselo con suavidad, Hermione inclinó la cabeza hacia abajo para lamer la gota de humedad que se había acumulado en su ancha punta.

Draco gimió con fuerza. Todo su cuerpo se estremeció cuando Hermione comenzó a acompasar los movimientos de sus manos con la lengua. Se paseó por el otro lado y recorrió su larga longitud hacia abajo y luego de nuevo hacia arriba, y cuando creía que nada podía ir mejor, Hermione lo rodeó con la boca y lo deslizó entre sus labios.

—Granger...—siseó Draco echando la cabeza hacia detrás ante la sensación de calidez que lo envolvió.

Los dedos de Draco se cerraron entorno a su pelo con fuerza. Atrás quedó la suavidad, la dulzura del gesto que la había dedicado. Hermione gimió y el sonido vibró por todo su miembro con fuerza. Draco cerró los ojos durante un instante, abrumado por la sensación de tener su polla enterrada en su boca. Era…no tenía palabras. Se moría de ganas de embestirla, de alzar las caderas y follarle la boca con fuerza, pero lo que ella estaba haciendo era aún mejor.

Lo estaba saboreando a su manera. Sin ningún tipo de prisa, sin pudor. Siendo muy consciente de cada movimiento que hacía. Él siempre había sido muy exigente en el sexo. No le gustaba no tener el control de la situación pero ver a Hermione moviendo su boca, usando la lengua a la misma vez que su mano lo rodeaba y se movía al compás…

Lo estaba destrozando y ni siquiera habían comenzado.

En ese momento Hermione alzó los ojos hacia arriba para mirarlo a través de las pestañas y Draco casi se corrió al instante. No supo de donde sacó las fuerzas la tirar de sus rizos hacia atrás haciendo que la calidez de su boca abandonara su miembro de golpe. Por un instante la sorpresa recorrió sus rostro sonrojado y Draco observó sus labios rojos y húmedos de él.

La empujó suavemente hacia detrás pero él no se movió ni un ápice de donde estaba. Se recostó de nuevo en el sofá, dejando que su polla adolorida por su ausencia descansara sobre su vientre e hizo un gesto con la barbilla en su dirección.

—Quítate la ropa.—ordenó Draco, la voz grave y autoritaria.

Hermione obedeció aunque lo hizo despacio. Gateó hacia atrás hasta alejarse de él a una distancia prudencial y luego se puso en pie tambaleándose sobre sus tacones. No dejó de mirarlo en ningún momento mientras paseaba sus dedos sobre sus pechos desnudos y jugueteó con los pezones tirando de ellos de la misma forma que había hecho Draco con sus dientes.

Luego fue descendiendo hacia abajo, hacia el vestido arrugado sobre su cintura y tiró de él haciendo que cayera como una cascada sobre el suelo. Draco palideció cuando observó el encaje negro de sus bragas, en la forma en la que Hermione deslizó las manos sobre sus caderas para deslizarlas por sus largas piernas. La prenda acabó en el suelo junto a vestido y allí estaba ella, desnuda ante él vestida solo con sus tacones.

Sus ojos grises la recorrieron con calma, devorándola con la mirada y luego se centró en su rostro. En la forma en que había levantado la barbilla como si estuviera retándolo. Tenía las mejillas sonrosadas y se hallaba prácticamente jadeando. Entonces Draco estiró un brazo en su dirección. Se había alejado pero no lo suficiente como para que no pudiera tocarla. Una de sus manos se movió por la suave extensión de piel de su cadera y la sintió temblar bajo su tacto. No despegó los ojos en ningún momento cuando le sonrió de forma condescendiente antes de inclinar la cabeza en su dirección y depositar un beso justo bajo su ombligo.

Casi soltó una carcajada de júbilo cuando a Hermione se le doblaron las rodillas y tuvo que aferrarse a sus hombros para no caer. Draco fue depositando varios besos, cada vez más abajo, y más abajo…

Y cuando estuvo cerca de sus sexo ya húmedo y empapado, Draco susurró contra su piel:

—Mi turno.

Hermione enterró la uñas en sus hombros con fuerza cuando sintió como su boca la devorada entera. La lamió despacio deteniéndose en el vértice entre sus piernas, deshaciendo ese nudo de nervios con cada barrida de su lengua. Gimió con fuerza ante sus caricias expertas y dejó la caer la cabeza hacia atrás mientras se estremecía con fuerza. El placer la envolvió casi fracturándola en dos y la sensación fue tan intensa que apenas sintió como Draco deslizaba un mano por dentro de su muslo, y fue demasiado tarde cuando notó como deslizaba un dedo en su interior. Entonces su gemido se convirtió en un grito y pudo notar como Draco sonreía contra su piel. Curvó el dedo que tenía dentro de ella, elevándolo hacia un punto concreto, y Hermione volvió a gritar cuando acompasó el movimiento al de su lengua.

—Tan mojada.—murmuró Draco sobre ella, usando los dientes para morderla en ese punto con suavidad. Lo suficiente como para resultar doloroso y placentero a la vez—. Tan perfecta...

Hermione iba a correrse si seguía así. Podía notar la tensión acumularse en su vientre apunto de estallar. Gritó de nuevo cuando deslizó un segundo dedo que la llenó por completo. Nunca le habían practicado sexo oral así, ella de pie con las piernas separadas y con su cabeza enterrada en su sexo. La sensación de tener su lengua y sus dedos trabajando a la vez fue tan intensa que no pudo evitar que el orgasmo se apoderara de ella. Hermione gritó de nuevo y su cuerpo se estremeció y tembló hasta caer hacia delante, pero Draco ya la estaba esperando.

Sus brazos le rodearon por la cintura y la arrastró con él hacia el sofá, sentándola a horcajadas sobre su regazo, con las piernas rodeando su cintura. La besó con fuerza deslizando su lengua dentro de su boca y Hermione pudo notar su propio sabor. Por un momento se mantuvieron así, besándose desesperadamente, con ella hundiendo sus dedos en su pelo rubio, tirando de los mechones hacia atrás. Draco acariciando su espalda, pasando las manos sobre su cintura, sobre sus pechos. Por cada extensión de piel desnuda que encontró a su paso.

Fue Hermione la que paró en seco para acomodarse sobre él. Draco todavía seguía a medio vestir, con la camisa blanca del traje todavía puesta y los pantalones a medio bajar. Hermione lo miró a los ojos cuando sus dedos se movieron sobre los botones de su camisa con toda la intención de desabrocharla. Pero él la frenó, cogió sus manos entre las suyas y volvió a situarla sobre sus hombros. Sus ojos grises brillaron con algo extraño que Hermione no supo descifrar pero todo pensamiento se disipó cuando él movió su cintura hacia arriba y su polla rozó su sexo húmedo y caliente.

Hermione jadeó ante el contacto y se mordió el labio cuando fue consciente de lo que sucedería a continuación.

—Dime como lo quieres, Granger. —susurró Draco sobre su oído, agarrándola por la cintura mientras apoyaba la espalda en el respaldo del sillón. Hermione se deslizó con él y aquella nueva posición hizo que su miembro se deslizara unos centímetros en su interior.

—Todo lo fuerte que seas capaz.—respondió ella muy cerca de su boca sin dejar de mirarlo ni un solo segundo.

Él sonrió como si fuera un animal salvaje y con una sola estocada la penetró de golpe. Ambos gritaron ante la sensación de sentirse el uno al otro por fin. Hermione jadeó cuando el la agarró con fuerza por las caderas y la movió hacia arriba, instándola a seguirle el ritmo. Lo hizo. Se movió arriba y luego hacia abajo. Sus labios se rozaban compartiendo jadeos y gemidos, sus uñas volvieron a enterrarse en la tela de su camisa. Draco sacudía las caderas con fuerza bajo ella yendo a su encuentro, llenándola y a la misma vez dejándola extrañamente vacía.

Hermione supo que nunca tendría suficiente de esto. Que siempre querría, más y más, y más...

—He pensando en esto cada segundo de cada puñetero día...—gruñó Draco mientras la embestía con fuerza. Hermione jadeó cuando sus paredes se contrajeron al oír aquellas palabras. —En ti. En lo húmeda que estarías, en los ruiditos que haces cuando te corres. No he parado de pensar en ti, Granger.

Sus labios volvieron a rozarse pero no se besaron. Ni siquiera cuando ella se movió frenética sobre su regazo intentando igualar sus envites. Sus palabras tuvieron el efecto deseado en ella. Su interior se contrajo sobre su polla y Draco gruñó cuando lo notó. Cuando notó que estaba a punto de correrse de nuevo.

Hermione no fue capaz de decir nada. No cuando Draco gimió mientras la agarraba con fuerza por las caderas y aceleraba sus movimientos. Ella se retorció moviéndose al compás notando como estaba a punto de explotar en mil pedazos. Y todo quebró, se rompió y volvió a recomponerse cuando él alzó la cabeza para besarla de nuevo.

Y cuando sus lenguas se encontraron se corrieron a la vez. Hermione sintió como el placer la desbordaba mientras cerraba los ojos con fuerza, mientras se dejaba ir en entre sus brazos. Draco gruñó en su boca y alzó la pelvis mientras daba una última estocada. Después se separó de ella, deslizando los labios por su cuello y dejó caer la cabeza sobre su pecho. No supo cuanto tiempo estuvieron así, ella encaramada en su regazo, él con la frente contra su piel desnuda mientras trataban de acompasar la respiración.

Pero cuando Draco se irguió para mirarla a la cara y sus ojos grises se encontraron con lo suyos, Hermione supo que él sería su perdición.