Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de mi invención, agradeceré no publicar ilegalmente en otro lugar.
Historia fuerte, si no te gusta este tipo de historias, pasa a la que sigue.
Gracias RakelLuvre por la edición y corrección del capítulo.
Corazón Oscuro
Capítulo 5
Comprometido
Y como me esperaba, Esme no tardó mucho tiempo en visitarme también, al parecer Rosalie y Emmett alargaron mis palabras, y las retorcieron a su conveniencia; sospechaba que Rosalie había sido la principal encargada. Me sorprendió con su visita al presentarse solo un par de días después, justo cuando me disponía a cenar; su rostro era serio, molesto. Y esta molestia fue incrementando al recalcar que, no era posible que viviéramos bajo el mismo techo sin estar casados…
Mi mesa me esperaba al interior del restaurante; Seth, ya tenía mi bebida lista, solo faltaba que mi plato llegara para empezar a comer. Justo disfrutaba del último trago de mi primera copa de vino, cuando apareció Esme frente a mí.
—Esme —me puse rápidamente de pie, y le ofrecí la silla que estaba al frente—, gustas que pida la carta u ordeno por ti.
Esperé su respuesta, su mirada era severa; recuerdo que era la misma que ocupaba cuando Jasper y yo éramos pequeños y rompíamos algo, pero ahora… eso solo significaba una cosa: discusión.
—Nada Edward, he venido a hablar contigo. —Se quitó su sombrero y lo colocó sobre la mesa.
Mi plato llegó en ese momento y asentí hacia Sue para indicar que así estábamos bien por el momento—, bueno Esme te escucho. —Le dije, mientras comenzaba a disfrutar de la comida.
—Edward, te considero como un hijo más; eres el hijo de mi hermana y sabes que siempre he apoyado tus decisiones, pero esta vez tendré que hacer una excepción. No puedo creer que vivan juntos sin estar casados.
La miré fijamente, sus palabras no encajaban con lo que me había predispuesto a escuchar de su parte. Esperaba reclamos, incluso gritos; pero las palabras de Esme me habían sorprendido de sobremanera, así que me supuse que esta era la pequeña venganza de mi prima, hacerle creer a Esme que yo había llegado a más con Bella.
—¿Y?, no dices nada Edward —su mirada permanecía fija en mí, esperaba que le respondiera; me tomé mi tiempo para hacerlo.
—Esme, no sé qué te habrá dicho Rosalie, pero creo que han malentendido mis palabras.
—¡Ah!, ¿no? Y entonces, ¿por qué ella vive en tu casa, si no es porque están juntos? —Vaya, tendría que pensar muy bien mis palabras para contestarle, puesto que no podía decirle que había comprado a Isabella porque su padre no me había dejado cortejarla. Eso sería desastroso, ya que en cuanto escuchara esas palabras, personalmente, se encargaría de quitarme a Isabella y devolverla a su hogar.
Medité cada palabra antes de que saliera de mi boca, debía ser sumamente cuidadoso.
—No vivimos de esa forma, no aún, ella será mi esposa muy pronto.
—Con mayor razón, no deberían vivir bajo el mismo techo, no es bueno para ella, la gente comenzará a hablar y… —corté inmediatamente a Esme.
—Sabes que no me ha importado mucho lo que la gente piense, y como te acabo de decir, ella será mi esposa en poco tiempo —expliqué, sabiendo que empezaría con todos los contras de que Isabella viviera bajo mi techo, quería dejarle en claro que no me importaba lo que la gente pensara al respecto.
Esme clavó sus ojos en los míos, con su ceño fruncido. Cuando su expresión se relajó y suspiró, supe que la había convencido.
—Muy bien, entonces, ¿cuándo se supone que vamos a iniciar con los preparativos?
—Bueno, Isabella y yo hablamos y será primero la boda civil y dejaremos la boda religiosa para más adelante.
—¿Eso es lo que quieren o lo que tú quieres? Hijo, en verdad, aún sigo sin comprender por qué te alejaste de Dios. ¡Pero está bien! ¿En qué puedo ayudarles? —preguntó emocionada…
Pero no fue lo mismo en nuestra segunda conversación:
La campanilla de la entrada sonó, así que no me preocupé por levantar la vista, no hasta que un fuerte golpe frente a mi escritorio me obligó a hacerlo.
—Esme, —susurré, y al ver su rostro supe de inmediato que tendríamos una nueva discusión.
—Edward Anthony Masen, ¿me quieres explicar por qué la madre de Isabella no sabe nada? Está bien que quieras hacer una sorpresa de la fiesta de compromiso, pero que su madre no sepa nada, es otra cosa.
Llevé mis dedos al puente de mi nariz, necesitaba tranquilizarme si no quería terminar gritando y hablando cosas de más. Sabía que Esme estaba molesta, solo me llamaba por mi apellido original cuando se encontraba furiosa.
—Esme, en verdad aprecio lo que haces, y la respuesta a esa pregunta es sencilla, su madre no sabe nada, porque nunca le dijimos nada, y porque no quiero verle la cara a su nuevo esposo, sencillo.
—Estás consciente de lo que acabas de decir jovencito; su madre debe y tiene que estar presente o no lo estaremos nosotros.
—Esme por favor no digas tonterías.
—No son tonterías, Edward. Es la verdad, y más te vale que la invites personalmente y esté presente mañana por la mañana en mi casa o no me verás el día del anuncio del compromiso —sin decir más se dio la vuelta y salió de la oficina.
Para mi mala suerte la madre de Isabella había salido en compañía de su «esposo» fuera del pueblo, por lo que me vi obligado a pedirle a Emmett que hiciera la presentación en lugar de mis tíos, puesto que, de antemano sabía de la negativa de Jasper, además Emmett me debía un favor, el cual cobraría con esto.
Miré a mí alrededor y la oscuridad del despacho me rodeó; abrí el cajón frente a mí y saqué la pequeña cajita que estaba dentro. Me levanté y tomé el paquete que estaba sobre el sofá, salí lentamente, no quería que Isabella me escuchara; subí de forma rápida las escaleras y llegué a su habitación, en el momento en que entré a través de la puerta su aroma me golpeó. Inhalé profundamente un par de veces antes de regresar a mi tarea.
Una vez dejé el vestido en su lugar y con el anillo seguro en su caja —dentro de mi pantalón—, estaba listo para ir por ella. Bajé las escaleras y antes de encaminarme a la cocina, donde muy seguramente la encontraría, cerré la puerta de mi despacho, la cual por mis prisas había quedado abierta; el olor del chocolate con leche me inundó como todos los días, aún no podía creer cómo fue ese primer encuentro con el chocolate hecho por Isabella.
Había llegado antes de lo previsto a casa; después de tener esa «agradable» charla con Esme, no había terminado de cerrar la puerta cuando el olor del chocolate me golpeó y me llevó hasta la cocina; donde observé fijamente a Isabella, quien, no tardó mucho en girarse y mirarme. Sus ojos reflejaron sorpresa y otro sentimiento que no supe identificar; me encaminé hacia ella que, de forma apresurada me contestó que enseguida serviría la cena y no sé qué más. Levanté mi mano para hacer que detuviera sus palabras, no quería que me sacara de este pequeño momento idílico. Me ubiqué a su lado y la llamé, pero siguió con la cabeza agachada, así que insistí.
—Isabella, te estoy hablando, mírame —levantó su rostro y de forma titubeante me miró.
—¿Sí? —preguntó viéndome fijamente.
Posé mi mirada en la pequeña olla y pregunté lo que ya sabía.
—¿Qué estás preparando? —su respuesta fue un susurró tan bajo que me fue imposible escucharla, así que le pedí que repitiera su respuesta. Solo quería estar seguro de no estar volviéndome loco.
—Chocolate con leche.
En cuanto esas palabras salieron de sus labios, acorté la poca distancia que nos separaba y luego la moví a un lado. Esto tenía que comprobarlo por mí mismo, así que al estar frente a la pequeña olla cerré los ojos e inhalé profundamente, dejando que los recuerdos que tanto encerraba resurgieran y me inundaran. Todas esas mañanas, tardes y noches con mis padres, o con mi madre en su mayoría. Abrí los ojos y sin siquiera pensarlo besé la frente de Isabella.
—Quiero una taza, en lugar de mi copa de vino, te espero en la mesa en cinco minutos —me giré y salí de la cocina con un mejor humor.
La vi, moviéndose de un lado para otro por la cocina, en verdad sería una gran esposa; la llamé suavemente e iba a continuar, pero sus palabras no me lo permitieron.
—La cena casi esta lista, en cuanto…
—No —interrumpí, y vi la confusión reflejada en sus ojos; quise disculparme por ello—. Lo siento, si te he hecho hacer la cena el día de hoy, pero… —Medité por unos instantes el tiempo que teníamos, aún me alcanzaba para degustar una taza—. Vamos a… salir, —le dije rápidamente y, continúe hablando, la sorpresa se instaló en su rostro cuando le dije que tenía un vestido para ella, al parecer si la había tomado por sorpresa, puesto que tardó en reaccionar.
—Eh… si chocolate y vestido, —repitió confundida, así que le reiteré nuestra salida; mientras disfrutaba del delicioso chocolate, la observé salir de la cocina, justo en ese momento recordé que había olvidado colocar los zapatos; me apresuré a alcanzarla al salir de su habitación.
—Olvidé esto —le tendí la caja y no pude evitar mirarla, en verdad se veía hermosa con el vestido que había elegido para ella—. Te espero abajo.
Me urgía la boda; cada día me resultaba más difícil controlar el deseo que me recorría cada vez que la veía, no importaba que estuviera usando; para mí siempre sería hermosa y muy deseable.
Bajé las escaleras hasta llegar a la puerta, llevando conmigo un abrigo para protegerla del clima frío; agradecí que Erik tuviera el carruaje listo. Ayudé a Isabella a subir primero; durante el camino la observé moverse ansiosa, pensé en algún tema de charla para aligerar el ambiente. Así que decidí decirle que esta salida era para recompensarla, sabía que no era toda la verdad, pero no me arriesgaría a que escapara de mí, no ahora que mi plan estaba completándose; también decidí advertirle sobre su comportamiento, no me gustaría que iniciara un escándalo.
El ambiente quedó en silencio hasta que me agradeció por el vestido y los zapatos, le respondí que no eran nada. El carruaje se detuvo y bajé primero para poder ayudarla a bajar, tuve la oportunidad de tomar su mano; justo cuando nuestras manos se toparon, me recorrió una extraña sensación de hormigueo, lo que me hizo sorprenderme.
El pequeño Alec nos recibió a la entrada de la casa, asentí en su dirección dándole las buenas noches y tomé del brazo a Isabella para llevarla conmigo. Al atravesar la puerta principal de la casa nos recibieron Afton y Heidi; a quienes di un asentimiento también como saludo. El interior de la casa era un hervidero de personas, demasiadas para mi gusto.
Llevé a Isabella conmigo hasta llegar al lado de nuestros anfitriones
—Emmett, Rosalie. —Los saludé y besé la mano de mi prima por cortesía, me giré hacia Isabella para hacer la presentación más formal.
Rosalie solo la miró, sus ojos eran como dagas, no estaba seguro si eran dirigidas a mí o a Isabella; Emmett por su parte como todo caballero, tomó la mano de Isabella y la besó, el rostro de Rosalie cambió de tono. Debía tener unas palabras con ella, así que le pedí a Isabella que fuera a tomar algo, no sin advertirle sobre su comportamiento.
—Rosalie te agradeceré que no arruines esta noche, creo que a nadie nos conviene. —Para hacer énfasis, giré mi rostro por todo el salón mirando a toda la gente alrededor.
—El gran Edward no quiere escándalos —rebatió con una sonrisa burlona.
—Sabes que a mí no me importa, pero no creo que quieras dañar más la reputación de Isabella.
Observé sus ojos entrecerrarse, sabía que eso sería suficiente para apaciguarla por el momento; si pretendía hacer un escándalo la más perjudicada seria Isabella, no yo. Dio media vuelta y salió del salón, Emmett me miró y suspiró antes de seguir a su esposa.
Me giré para ir en busca de Isabella a quien vi cerca de la mesa de bocadillos, estaba por dirigirme hacia ella cuando fui interceptado por Carmen y Eleazar.
—Edward que gusto verte aquí, —saludó Eleazar, quien fue inversionista de mi padre.
—Eleazar, —incliné mi cabeza y saludé a Carmen su esposa.
—Querido, no puedo creer que te cases con Isabella Swan.
—En efecto Carmen, ella será mi esposa —le dije mientras miraba a Isabella, que ahora estaba con Alice mi cuñada.
—Aún tenía la esperanza de que escogieras a mi Tanya.
—Mis afectos siempre han sido por Isabella, a Tanya solo la tengo en gran estima como amiga.
—En verdad una pena querido, estoy segura de que a tu padre le habría encantado que fuéramos familia, ¿no es así Eleazar?
Eleazar me miró, como disculpándose, asintió hacia mí y se llevó a su esposa. Agradecí el gesto, detestaba toparme con ella, quien siempre había lanzado a su hija hacia mí. Sin embargo, nunca tuve ojos para ella o alguna otra mujer, y menos desde que vi a Isabella.
Volvía a fijar mi vista hacia la mesa de bocadillos y para mi irritación Isabella no se encontraba ahí. Solo esperaba que no se le hubiese ocurrido escapar. Miré a todos lados para tratar de ubicarla, con su vestido no debería ser difícil.
Salí al recibidor donde pregunté a Afton si había visto a Isabella; suspiré relajado al saber que ella no había estado allí, le pedí que si la veía por favor la llevara de regreso a la fiesta.
Continué mi búsqueda más molesto al no encontrarla, ¿dónde podría haberse metido? Un destello azul llamó mi atención cerca de una de las cortinas de la terraza; caminé enfadado hacia esa dirección, al recorrer la cortina la encontré. Apreté mis puños ante su falta de tacto al haberse escondido.
—Isabella —la llamé, bastante enojado.
Me miró y levantó su pequeño dedo en mi dirección antes de hablar:
—¡Tú!
La corté, no quería esperar más tiempo, y menos para que ideara un plan para escapar de mí.
—Debemos volver adentro Isabella, tengo un anuncio que hacer.
—¡Tú esposa! —su voz salió un tanto burlona, lo que me molestó bastante. Si ella ya lo sabía no lo negaría, así que lo afirmé y tomé su brazo para que regresara al interior del salón a mi lado, justo para el anuncio oficial, la sentí resistirse un par de veces por lo que tiré de ella para que caminara.
Emmett me miró desde su posición, situado al frente de todos. Llegué a su lado junto con Isabella quien parecía bastante asustada.
Me coloqué frente a todos los presentes, aclarándome la garganta; el silencio se hizo presente y todas las miradas se dirigieron hacia nosotros.
—Emmett muchas gracias por ser el anfitrión de esta fiesta de compromiso. Gracias a todos ustedes por asistir a tan encantador momento, —miré a todos dando un par de inclinaciones de cabeza a modo de agradecimiento, pude observar al fondo a una molesta Carmen.
»Esta fiesta, tiene como objetivo hacer del conocimiento de todos, las próximas nupcias con la señorita Swan, quien amablemente ha aceptado casarse conmigo.
Me volteé hacia Isabella quien miraba al suelo; con una de mis manos levanté su rostro; cuánto había soñado para hacer esto, acorté rápidamente la distancia para poder probar sus labios, lo que fue glorioso para mí. Finalmente ella seria mía, sería mi esposa y ahora todo el mundo lo sabía, ya nadie podría quitármela, no sin que hubiera una afrenta.
Dejé que mi deseo se desbordara en el beso, este era el momento ideal para demostrarle mi sentir a esta mujer que había robado mi corazón. Esperé que me correspondiera, pero para mí molestia sus labios permanecieron quietos; incrementé la intensidad del beso hasta que por fin cedió abriéndome su boca para profundizar el beso, el cual me supo a gloria.
Los aplausos a nuestro alrededor no se hicieron esperar, finalicé el beso aun con los ojos cerrados para prolongar la sensación. Me sentía extasiado; al retirar mis manos sentí humedad en mis dedos, seguramente lágrimas de felicidad, ante lo que sonreí. Abrí mis ojos y de inmediato la tomé de la cintura declarando mi posición como su prometido.
La gente se aproximó para felicitarnos; agradecí a todos, y cuando las felicitaciones terminaron llevé a mí ahora prometida al despacho de Carlisle, aún tenía un pequeño detalle por completar.
Al entrar al despacho dejé a Isabella cerca de la chimenea, se veía tan radiante rodeada por el brillo de las llamas. La llamé por su nombre sin obtener respuesta, por lo que insistí con el mismo infructuoso resultado, derivado de esto elevé mi tono un poco más.
—Isabella —esperé ver su expresión rebosando de alegría, pero fue todo lo opuesto.
El desprecio impregnó su voz y sus ojos se volvieron fieros.
—Tú.
La encaré, debía estar feliz y parecía todo lo contrario.
—Sí, yo. —Me acerqué a ella, debía entender que ahora era mía.
—No soy tuya y nunca lo seré, no puedes obligarme a algo como esto, a lo que yo no he accedido y sobre lo que no se me consultó a mí o a mi madre. —Su tono fue de completo desafío, parecía que no le ha quedo nada claro el motivo de la fiesta.
—Lo eres Isabella, todo el mundo lo sabe y quieras o no lo eres ahora, no me harás quedar mal con mis familiares, clientes y socios allá afuera. —Le recordé quienes habían sido los testigos del anuncio, esperaba que con esto entendiera.
Para mi infortunio volvió a replicarme
—Pues cuando menos lo esperes escaparé y jamás me volverás a ver.
Una involuntaria sonrisa adornó mi rostro antes sus estúpidas palabras. ¿En verdad creía que la dejaría escapar ahora que por fin seria mía?, estaba muy equivocada si creía que la dejaría alejarse de mí; y si debía recordarle unas cuantas cosas lo haría.
—Pagué por ti, me perteneces, quieras o no, tu vida, la de tu madre y padre están en mis manos.
Ante mis palabras su rostro cambió; así como su expresión, la cual ahora era de sumisión. Si ella quería esto por las malas lo haría de esa forma; ella sería mía de una u otra forma, no había esperado tanto como para dejarla ir.
Su semblante se puso serio, y me miró a los ojos antes de hablar:
—Te pagaré.
Casi me reí por sus palabras, ¿pagarme?, sería bastante interesante escuchar su respuesta para saber cómo pensaba pagarme.
—Isabella, no hagas esto más desagradable. De verdad, si te lo propones sería mejor para ti, a mi lado tendrás una mejor vida. Una vez que nos casemos podrás tener un par de criadas, si así lo deseas o más si las consideras necesarias. Serás la señora de la casa, y más cuando lleves a mi hijo en tu vientre. No trabajarás y no tendrás que preocuparte por nada.
Vi la expresión de su rostro volver a cambiar.
—No me voy a casar contigo. —Finalizó determinada
Me acerqué a ella, le daría sus opciones y la dejaría decidir.
—Lo harás Isabella, a menos que prefieras ser mi concubina en ese caso, tú decides. Pero solo te diré una cosa, si optas por lo segundo será peor para ti. Porque, en cuanto me des un hijo me desharé de ti, y sin dinero ni un lugar al cual regresar después de ser deshonrada quien sabe dónde acabarás.
Tomé sus brazos para que me mirara, mientras le explicaba cada una de sus posibilidades, debía ser sensata y dejar de ser tan obstinada como su padre. La observé detenidamente, viendo su hermoso rostro, el cual poco a poco fue perdiendo la determinación, debía ver la verdad ante ella, lo que yo le estaba ofreciendo, un futuro y una buena vida. La sentí removerse tratando de alejarse y las lágrimas comenzaron a escurrir por su rostro, lo que me hizo sentir mal; pero si así debían ser las cosas, así las haría. No dejaría que sus lágrimas me doblegaran. No la perdería.
Su reticencia continuó mientras seguía tratando de escapar de mí; la escuché susurrar mamá. Como si esa mujer pudiera ayudarla, si ni siquiera luchó por ella cuando fui a recogerla, se lo recordé un poco divertido, lo que al parecer no fue algo bueno, puesto que mi burla solo ocasionó que comenzara a llorar. La miré sintiéndome mal por ella por tener que orillarla a esto, si tan solo fuera más sumisa y comprendiera que solo quería su bienestar no estaríamos en esta situación.
Murmuró algo que no logre entender, mientras la seguí sosteniendo, no quería alejarme de ella, aún no; todavía no estaba listo para dejarla ir. Le permití serenarse un poco antes de volver a hablar, necesitaba que decidiera qué hacer.
Le di tiempo a que me contestara, un poco molesto ante su silencio, la solté para no lastimarla e inmediatamente se alejó de mí, lo que no me agradó, caminó hasta estar de espaldas a mí, deteniéndose frente a la chimenea.
—Está bien. —Apenas fui capaz de escuchar su aceptación, casi me sentí eufórico ante ella.
Le hice saber que la boda se celebraría en una semana, no podía esperar más para hacerla mi esposa y que fuera solo mía. Caminé hasta ella y pasé mis brazos por su cintura atrayéndola hacia mi pecho, ella era perfecta para mí. Encajábamos como dos mitades, descansé mi cabeza sobre su hombro mirando las llamas de la chimenea
—Alice te ayudará con todo lo necesario, ella es, —dudé por un instante como catalogarla—, como mi familia, y espero que nuestra pequeña charla quede entre nosotros dos solamente. Como te dije, es mejor que seas sumisa y obediente o de lo contrario, pagaras las consecuencias.
Le advertí, no queriendo que iniciara un escándalo en mi familia. Besé su mejilla no pudiendo resistirme, e inmediatamente me aleje de ella por su propio bien, no queriendo causar más revuelo. Llevábamos mucho tiempo en el despacho de Carlisle y no quería que alguien de la familia entrara, metí las manos a los bolsillos de mi pantalón y recordé la caja con el anillo dentro.
—Ah, por cierto, se supone que debes usar esto —caminé hacia ella y tomé su mano con más fuerza de la que pretendía. Coloqué el anillo en su dedo; mis ansias por ella me estaban superando, así que decidí que era momento de salir.
Sí, quieren matar a Edward. Lo sé, hay fila para ello, solo pido que se den cuenta de lo que hay detrás de su actitud, él realmente no es lo que pretende, todo es una pantalla. Él realmente no sabe cómo debe comportarse o actuar.
Estaré esperando sus comentarios al respecto del capítulo. Muchas gracias por todos sus comentarios.
Nos leemos en el próximo.
Saludos
