EPÍLOGO
KATSURAGI (II)
El tiempo es muy agradable aquel día. Un sol de atardecer dibuja sombras alargadas en el cementerio.
Allí basta con fijarse en las letras grises de un nombre.
"MISATO"
Hay tres figuras espigadas frente a la tumba; atrás se encuentra Makoto, en el medio los dos jóvenes, y a la derecha el monolito.
El ramo de flores brilla bajo el sol anaranjado. Shinji se agacha; se mantiene así, todavía agarrando el ramo, hasta que Asuka se acuclilla junto a él y le pasa la mano sobre los hombros. Shinji suelta las flores para aferrar su colgante y ambos se incorporan.
Una suave brisa se levanta, y comienza el minuto de silencio.
La cabeza caída sobre el pecho de Makoto es la primera en aparecer, dando paso a una Asuka que apenas deja entrever una hundida mirada triste.
En el rostro de Shinji, la vista se topa con una mirada de rabia. Una rabia dirigida al horizonte que no duda ni un ápice. Tampoco dudaba mucho Misato Katsuragi: no lo hizo cuando se ofreció como su tutora, ni cuando luchó contra ella misma para ayudarle, ni cuando le abofeteó, ni cuando se sacrificó por él. Y ahora, de todo aquel pasado, sólo queda una lágrima que comienza a resbalar por su mejilla.
Una lágrima solitaria cortada por un fondo negro.
FIN
