No es para menos, la delfina ha tenido un despertar muy interesante, pues no solo se encontró con sus antepasados, sino que además los nazis sí se esfuerzan en matarla. Al menos tiene aliados inesperados, por sorprendentes que sean. ¡GRACIAS POR LEER!
Este fic es un Spin – Off del fic "DESTINO" de Abby Lockhart y cuento con su autorización para escribir esto (de hecho, ella me animó a hacerlo). Les recomiendo su lectura.
DISCLAIMER: Los personajes son propiedad de Thomas Astruc, Zag Toons y quienes hayan comprado las respectivas licencias. No estoy ganando dinero con esta historia, sin mencionar que no tengo ni donde caerme muerta: si me demandan, no van a sacar nada.
ADVERTENCIAS
La plaga todavía no ha sido purgada de estas tierras. Cuídense y cuiden de otros. Mantengan la distancia, lávense las manos y a resistir como mejor podamos.
Puede haber spoilers de la cuarta temporada.
"ENTRE DOS SIGLOS"
CAPÍTULO VI: Un agitado despertar
Habitación de Marie.
Momentos antes.
Gustave Laplant entrecerró los ojos con una curiosidad científica como no la sentía desde que estaba al alero de su tío, el anterior médico real. La herida del Rey estaba sanando estupendamente y no notaba signos de infección alguna. A lo largo de su carrera había visto miles de veces heridas similares y la mayoría había terminado matando a sus pacientes. Podía ser un rasguño poco importante, una mera abrasión, pero una infección sin duda era capaz de matar a un hombre sano y fuerte en cosa de días, por insignificante que fuera en un principio. La herida que tenía Félix en su costado debería estar incluso de otro color, pero veía más signos de mejoría que de empeoramiento y lo más importante…
—Su Alteza no ha tenido fiebre.
—No me he sentido enfermo. Solo adolorido: molesta bastante, pero no me siento al borde de la muerte ni por casualidad. Duele lo que tiene que doler y nada más.
—No le tenía fe al tratamiento que le dieron, majestad.
¡Es que no comprendía nada! Un simple estudiante había desafiado por completo años de experiencia y conocimiento y puesto de cabeza todo lo que sabía del tratamiento de las heridas. ¡Mocoso cabeza dura! Insolente y poco asertivo, pero con una determinación para cuidar de sus pacientes del todo admirable. Sebastián tenía su respeto, pero no se lo diría sino hasta el último momento posible: el muchacho no necesitaba que se le subieran los humos a la cabeza tan pronto. Si algo le habían enseñado sus años ejerciendo la medicina, es que el ego del médico difícilmente ayuda.
—Es como ver magia… la herida está sanando bien.
—Me alegra. Creí que me iba a postrar algunos días.
—No alteza, esto ya no lo va a tumbar ni de casualidad. —el hombre suspiró profundo y miró hacia la cama— Madame Royale está más desafiada… ella tiene la herida más grave.
Tanto Félix como Gustave le echaron un vistazo a la princesa. Marie Juliette seguía sobre la cama sin dar indicios de despertar. Había tenido algo de fiebre durante la primera noche, pero fue controlado a tiempo. Acababan de hacerle una curación, y ante la ansiedad de Sebastián, Gustave se había dado el tiempo de demostrarle al muchacho como revisar bien la herida en un paciente. Se notaba que todavía le faltaba mucho que aprender y bueno, quizás él no sabía tanto, pero sí tenía más experiencia y hay cosas que son universales, como la minuciosidad. La bala había atravesado el costado de la princesa de lado a lado, pero por gracia de Dios no había dañado órganos importantes, pese al descalabro provocado.
Todo un milagro por donde se lo viera. Marie no la iba a contar de nuevo.
—En tu experiencia, Laplant: ¿crees que se recupere?
—Difícil decir, Alteza. Una herida así es mortal y requiere de muchos días para curarse, pero la princesa está bien encaminada. Todo depende de cuán fuerte sea. —el hombre suspiró— Debo decir también que he visto hombres morir por menos.
—Me preocupa Laplant… —Félix dejó que un velo de angustia le cubriera el rostro— No debería, apenas la conozco, pero saber que…
—Es una situación muy rara majestad, pero no se sienta mal. Es su descendiente, su heredera, normal que tienda a angustiarse por su bienestar. Está en su derecho. —Gustave suspiró— Sí me gustaría que recuperase la conciencia: debe comer y beber agua.
El médico terminó de atender la herida del rey (una curación simple) y le permitió vestirse una vez más. Miró de reojo a Sebastián cuando éste entró tras pedir permiso y se abocó en su tarea de cuidar a la princesa. Frunció el ceño, recordando aquellos extraños polvos que había puesto sobre las heridas abiertas. Sulfamidas. Tenía que recordar eso e investigarlo a fondo. Bufó de nuevo… el muchacho lo aventajaba con siglos de conocimiento, pero todavía era considerado un estudiante, así como él lo superaba en experiencia. Llegó a la conclusión que debía dejar de antagonizarlo, y aprender todo lo que pudiese de él.
Sebastián por su parte estaba inquieto y esperaba no estar metiendo las patas. Marie era una de sus amigas más queridas y no solo porque fuera la delfina de Francia. Él no debería estar tratándole, sino médicos con mucha más experiencia. Ciertamente había tratado heridas de balas cientos de veces al punto que tanto su tío y padre, ambos médicos de larga trayectoria, lo dejaban actuar solo y confiaban en sus destrezas, pero una cosa era tratar a un desconocido y otra muy diferente a una amiga tan importante como Marie Juliette.
Y hablando de Marie, en ese momento la princesa tomó una profunda bocanada de aire, seguida de algunas respiraciones más. Sebastián le puso atención, pues la mujer comenzó a mover las manos y su rostro, de estar calmado y sereno, se frunció en una expresión de dolor. No pasó mucho rato antes que abriese los ojos y lentamente recuperase la conciencia.
Marie parpadeó por completo confundida y adolorida. Sentía como si estuviera el costado en carne viva, por lo que instintivamente se llevó una mano hacia su herida, dejando escapar un suspiro de dolor. Sin embargo alguien la tomó por la muñeca y se lo impidió. Sebastián apareció en su campo visual y la miraba sonriente… pero ella sonrió por breves momentos al notar que estaba en una habitación demasiado iluminada… ¿Dónde estaba? No reconocía ese techo, ni ese dosel… ¿por qué había tanta luz natural? No parecía estar en Versalles… pero sí estaba en alguna habitación elegante. ¿Dónde? Cerró los ojos con fuerza, tratando de adivinar como miércoles había llegado ahí o qué le había pasado, pero no recordaba…
Flashback
Explanada del Louvre. Noviembre de 1943
Comenzaba a llover a esas alturas, y el viento agitaba sus cabellos. Todos sus sentidos estaban enfocados en la situación y confiaba en que sus camaradas iban a cumplir con su misión. Miembros de la Resistance se encontraban desplegados por toda el área, ocultos y alertas: sabía que Liiri sacaría a su hermano del museo y que si se atenían al plan, todos tenían una oportunidad de salir con vida, pero… la cantidad de armas apuntadas en su dirección la ponía nerviosa. Miró al coronel Joseph Dönitz con ojos de fiera.
—Acabe con esto, Alteza, y ríndase ¿no lo cree? Usted es una traidora a su país… debería colaborar más estrechamente con…
—¡Primero me matan antes de colaborar con cerdos racistas como ustedes!
—Si se rinde ahora, el gobierno de Vichy será benevolente…
—¡TRAIDORES! Se bajaron los pantalones por una cuota ridícula de poder. ¡Ya tendrán su merecido cuando Francia sea libre! Vine por mi hermano. ¡NO A NEGOCIAR MI RENDICIÓN!
—¿Ah no? Madame, no sé si ha visto, pero está en desventaja: a un movimiento de mi mano, la matamos si no se rinde.
—Mátenme ahora y solo harán de mí una mártir de la causa. ¡Mis súbditos sabrán vengar mi muerte y Francia será libre! ¡¿DÓNDE ESTÁ EL DUQUE DE ORLEANS?!
Fin del flashback
—¡Philipe! ¡AAAAAGH!
Marie se incorporó de golpe, lo que alteró de mala manera su herida. Cayó sobre su costado en la cama, haciéndose bola. Apenas registró que otras dos personas se acercaron a su lecho, y que al menos una de ellas intentó ayudar a Sebastián en su afán por impedir que se lastimase más. Apretando los dientes, dio manotazos para sacarse de encima a quienes querían ayudarla. A base de resoplidos se incorporó en la cama, sentándose en el borde, tratando de serenar sus latidos y respiración, sujetando su costado.
¡Ardía como los mil demonios! ¿Y de dónde había sacado una pijama tan blanca?
—¿Madame Marie? —la llamó Sebastián, quien comenzó a mirarle los ojos. Le sonrió amistoso— Qué alivio verla despierta… Con calma: fue herida de bala, pero tuvo mucha suerte.
Ah, un balazo. Eso lo explicaba todo. Marie se apretó el puente nasal, recordando apenas el momento en que Weber le había disparado, pero todo era muy confuso. A propósito, ¿Sebastián desde cuando tan formal? Porque a menos que hubiera otros nobles cerca…
—¿Sebastián? ¿Dónde…?
—Definitivamente es una de sus hijas, Alteza. Igual de mañosa al despertar.
—¡No soy tan mal paciente! —reclamó Félix.
—Lo que usted diga, majestad.
Marie se sintió aliviada de ver a Sebastián frente a ella, lo que ayudó mucho a recuperar la compostura. Sin embargo no reconoció las otras voces y fijó la mirada en los extraños que estaban ahí: uno era un hombre mayor, vestido muy… pasado de moda y el otro era un joven de no más de 20, cuyo adusto y serio rostro se relajó al cruzar miradas con ella, y hasta la miró con ternura y alivio.
De la sorpresa, Marie irguió la espalda y hasta dejó caer los brazos, sin dar crédito a sus ojos.
—Me alegra verla despierta, madame. —la saludó Félix tratando de no asustarla, con una leve reverencia— Bienvenida al Louvre y mantened la calma: estáis bajo mi protección.
La princesa abrió los ojos como platos e hizo el movimiento consciente de cerrar la boca. Se tardó, pero reconoció a quien le hablaba, pero por obvias razones su cerebro hizo cortocircuito. Marie se volvió a Sebastián.
—¿Qué me diste? ¿Opio? Porque estoy alucinando. —quiso saber con una buena cuota de angustia— ¡Los cuadros del museo me están hablando en tres dimensiones! ¡Sabes que hay otras anestesias!
—Errr… pues… madame. Verá… errr…
—¿Sebastián?
—Estamos a diciembre del año de nuestro Señor de 1589, madame. —le dijo Laplant con calma— serénese, usted y sus compañeros están a salvo.
—Los nazis, madame, algo hicieron… —comenzó a decir Sebastián— No sé si recuerda el estruendo o el flash de luz, pero… eso nos hizo retroceder en el tiempo, por raro que suene. Estamos en la corte del Rey Astuto.
Marie no dijo nada, solo abrió los ojos todo lo que pudo, tratando de comprender la situación a cabalidad y por lo mismo, se puso pálida. Sebastián tragó saliva.
—¿Cuánto tiempo estuve noqueada?
—Es la mañana del segundo día, madame. Calculo unas 30 o 32 horas.
Marie se quedó muda de la impresión y por largo rato. Pronto comenzó a pasear su vista por la habitación, como tratando de convencerse donde estaba, y confirmando que no se trataba de una broma de mal gusto. Adolorida como estaba se volvió a Félix, quien había acercado una silla para sentarse junto a ella. Fue la sensación más rara del mundo para ambos, pero inexplicablemente se reconocieron incluso más. El rey tomó las manos de la princesa, como queriendo transmitirle fuerza, algo había notado que las inseguridades habían explotado en el pecho de Marie, y con una amable sonrisa la vio a la cara.
—Insisto, me alegra verla despierta. Entiendo que la situación es muy extrema y abrumadora, pero tenéis mi palabra de que están todos ustedes a salvo…
—Agradezco sus gestiones, alteza. —Balbuceó Marie sin estar muy segura de como proceder, pero pronto afiló la mirada, la que empezó a pasear por los presentes— ¿Y mi hermano? ¿De casualidad saben dónde está?
BOOOM. BOOM. PSSSSSSSSSSSSSSSSSSSST…
El escándalo de pasos y tumulto les llegó de golpe por el pasillo. Los cuatro volvieron la mirada hacia la puerta, notando en seguida de que justo del otro lado estaba sucediendo una suerte de pelea y por lo que escuchaban, era una lucha a muerte. Félix se puso de pie y desenvainó su espada. Laplant se agolpó contra la pared y Sebastián intentó impedir que Marie se levantara, pero la delfina se puso de pie pese a las protestas enérgicas de su herida y de los médicos, y sujetando su costado, avanzó hasta ponerse a la par del Rey, ayudada por Sebastián, quien comenzaba a ser presa de la histeria.
—Madame, su herida. ¡No se exponga! Vamos…
—¡Luego, Sebastián! —ladró Marie empuñando las manos.
¡PAAAAF!
La puerta se abrió de golpe y se pudo entrever el tremendo conflicto que había en el pasillo. Félix dio un paso adelante, espada en mano, mientras un nazi, acompañado por dos hombres más, que tenían toda la pinta de ser criminales locales, hacían acto de entrada y rápidamente trataban de rodearlos. Un olor muy agresivo le llegó a la nariz.
—Así que aquí se escondía la perra…
—¡Una Hija de Francia No Se Esconde, Connard! —exclamaron indignados Félix y Marie al mismo tiempo, sintiendo ambos los efectos iniciales de una garganta muy irritada
—Ni ensayado les sale mejor… —rezongó Sebastián para sus adentros.
—No importa: hasta aquí les llega el linaje. —el soldado los apuntó con su fusil y se dispuso a disparar, pero…
¡PAAAAAAF!
—¡Ya Cállate Que Me Desesperas!
Un certero golpe de Plagg en la nuca le apagó las luces al agresor. Junto con él entraron miembros de la guardia real, que no tardaron en abalanzarse y reducir a los criminales con fuerza. Marie quiso correr para asegurar el arma del nazi, pero no solo Sebastián la detuvo, sino que Plagg se le adelantó.
—Llévenselos a la prisión de Saint Lazare a las patadas si no cooperan. —ordenó Plagg con cizaña, mientras se ponía la pistola al cinto, antes de volverse al Rey— ¿Está bien, votre altesse?
Félix asintió, envainó su espada y se apresuró en ayudar a Sebastián, que estaba teniendo problemas para contener a Marie. No es que la delfina se hubiera desmayado, el problema era justamente lo contrario: estaba más despierta y porfiada que nunca. Se negaba a tranquilizarse y el dolor de su herida, que sangraba de nuevo, no la dejaba tenerse bien en pie.
—Por favor, madame. ¡Su herida se va a abrir…!
—Ya se abrió. —gruñó Félix al ver sangre fresca— ¡Tranquilícese, madame! No me haga ordenárselo.
—¡¿En serio espera que me quede tranquila?! Estamos bajo ataque.
—Está todo controlado. —gruñó Félix frunciendo el ceño— La situación está siendo atendida.
—¡Hay gas lacrimógeno en el pasillo! ¿Los guardias de palacio saben lidiar con eso?
—No, pero se adaptan. ¡Más miedo les doy yo si no lo hacen! —bromeó Plagg con despreocupado descaro. Félix puso la mano sobre el hombro de Marie.
—Ma fille. Cálmate. Recuerda quién eres. Las Hijas de Francia no se desmayan ante la adversidad…
Las palabras eran muy mundanas, como sacadas de un cliché, pero la intensidad de la mirada de Félix no lo era y parecieron centrar a la princesa. Esta abrió los ojos del impacto y rápidamente reprimió un puchero, recuperando la compostura. Esa frase solía decírsela su padre cuando ella estaba con berrinche. Félix debió haber notado que había jalado de un nervio, pues le puso una mano sobre la mejilla, en un gesto cálido y tierno.
—Disculpad alteza. Tenéis razón. Las Hijas de Francia no se desmayan ante la adversidad… toman represalias. —añadió con emoción. Félix sonrió de costado, contento de que lo hubieran comprendido.
—Iba a decir que hacen algo al respecto, pero me gusta como piensa. Ahora pon atención a tus heridas.
—¡Es solo un rasguño! Aaaaaargh. —Marie se sujetó el costado con fuerza, volviéndose hacia Sebastián— ¿Dónde está mi hermano? ¿Y mi pistola? —preguntó compungida.
—Más importante aún. —gruñó el Rey mirando a Plagg— ¡¿Qué diantres está pasando?!
—Una infiltración, señor. —Plagg se encogió de hombros, con su típica despreocupación— Ya está bajo control.
—¡Plagg! ¡Maldita Sea! Ya Dime Qué Está Pasando En El Pasillo. —protestó Félix con energía. Plagg se echó a reír.
—¿Plagg? —preguntó apenas Marie, fijándole la mirada justo cuando Plagg se echaba un trozo de queso a la boca— ¡¿Michel Lombard, jefe de la guardia real de palacio, veterano de las guerras de Flandes y jefe de seguridad de la familia real?! ¡¿ESE Plagg?!
—¡Vaya! Soy famoso. —Plagg rió antes de hacer una reverencia— A su servicio, madame. Ahora… como iba diciendo…
Corredores del Louvre.
Momentos antes.
Se había producido una pequeña estampida al interior del palacio, en la que nobles, ministros, guardias y sirvientes por igual intentaban a toda costa salir al exterior en busca del precioso oxígeno. Habían bastado dos tarros de gas lacrimógeno para causar ese efecto y Heiden sabía que si bien sería efectivo, no les daría mucho tiempo. Los efectos de la tos eran violentos e incluso ya podía verse alguna gente desmayada. Miró a sus hombres: eran pocos efectivos con los que contaba, por lo que no se había llevado a más de 3 consigo. Los 15 restantes eran criminales de poca monta locales, o antiguos colaboradores de un noble de apellido de Bourgeois que querían vengar a su señor.
Hmpf. El tal Bourgeois había iniciado una conspiración en contra del Rey Astuto y por poco la consigue, pero le habían ganado la mano y él terminado decapitado por una espada por crimen de lesa majestad. Su esposa e hija habían sido desterradas, pero la muchacha, Chloé, había regresado en secreto buscando los medios para vengarse o recuperar algunos de los bienes familiares embargados, lo que sucediera primero. Los antiguos colaboradores de su padre, incluso algunos piratas sardos, quienes seguían en el anonimato y con el terror constante que el Secret du Roi los descubriese, la habían acogido y jurado lealtad.
Ocurrió que Heiden se la había encontrado de casualidad. No le costó mucho manipular la sed de venganza del grupo y ahora los tenían a su favor.
Se habían contactado con 1943, gracias a la misma máquina que los había enviado al pasado (sepa Dios como lo lograron, pero no lo iba a cuestionar). Las órdenes recibidas por Bichoffhaussen y transmitidas al resto eran claras: eliminar a la Daga de Francia y al duque de Orleans, o en su defecto, asesinar al rey Félix I y su esposa, lo que produciría el mismo efecto. El asesinato del resto de los rebeldes de la Resistance se consideraría un bono añadido. Mientras no lo consiguiesen, no los llevarían de vuelta a 1943.
—Señores, tienen sus órdenes. —Heiden preparó su pistola— Hagamos esto rápido, que quiero llegar a almorzar. Cuiden sus municiones y no se dejen atrapar.
Heiden se tapó la nariz y boca con un pañuelo y se lanzó directo al ataque, amparado por la confusión y el gas. Fue seguido por sus hombres hasta que se dividieron en grupos, buscando en las distintas habitaciones por la presencia de la Daga de Francia. Gracias a la información brindada por los colaboradores de Bourgeois, se habían infiltrado al Louvre por pasadizos secretos y por eso casi habían llegado al mismo corazón de los aposentos reales.
—ATACAN AL REY.
—A LAS ARMAS.
—¡NO LOS DEJEN ESCAPAR!
—¡ATAQUEN!
El caos se desató. Los distintos grupos se enzarzaron a en un crudo enfrentamiento con los guardias, quienes se sobrepusieron como pudieron de los efectos del gas y rápidamente enfrentado a sus enemigos, que les llevaban una clara ventaja. Pronto resonaron balazos en los corredores y todo se volvió mucho más frenético. La acción de los pocos piratas sardos que los acompañaban y el resto de los colaboradores de Bourgeois fue crucial para mantener las cosas a su favor… hasta que los Luka y su tripulación intervino, apareciendo por entre los rincones y liándose a sablazos contra los invasores.
—¡Cobardes Traidores! ¿Cómo Se Atreven?
—¡¿QUIÉN QUIERE PATADITAS?!
—¡DEJA DE HACER EL PAYASO, KIM!
—MUERE.
Kagami tenía su katana muy sujeta. Estaba aterrada y algo afectada por el gas, pero tenía muy clara su misión. Con la mano libre aferraba a Philipe del brazo y trataba de sacarlo de ahí. El muchacho, tras el término de su lección con Sass, había regresado indignado al lado de Bridgette, quien tras animarlo un poco, le sugirió que volviera con su hermana, lo que hubiera hecho sin demora de no ser porque pronto estalló el caos en el palacio. Kagami rápidamente se había hecho cargo e intentado llevarlo a lugar seguro, pero el duque se le escapó y corrió en dirección de las habitaciones de Marie, aterrado por la seguridad de su hermana, por lo que Kagami no perdió tiempo en ir tras la bendición, atrapándolo más temprano que tarde. Lamentablemente se habían encontrado de narices con dos nazis muy mala leche y los piratas sardos.
—¡Miren No Más A Quién Me Encontré! —el nazi sujetó a Philipe del brazo con fuerza, arrebatándoselo a Kagami— ¡Tengo mi presa! ¡Vamos!
—NO. ¡DÉJAME!
—¡SUELTA AL NIÑO! —ordenó Kagami avanzando sobre el nazi. Por desgracia este la ignoró y comenzó a llevarse a Philipe con él, dejando a los piratas lidiar con la mujer.
Clang. CLAAAANG. CLANG.
—¿A esto le llaman luchar? —siseó Kagami, sin demostrar miedo, sin dejar de mirar a sus enemigos, pero consciente que se estaban llevando al duque.
—¡Te Ordeno Que Me Sueltes! —se revolvía el pequeño príncipe— ¡Que Me Sueltes, Nazi Y La Que Te…!
—¡Espérate a que te canses, princesita! Y verás que te pasa… —provocó uno de los piratas a Kagami mientras se relamía— Tu pelea es conmigo, niñita.
—¡A ver como te va! —Kagami se trenzó a golpes con el pirata, pero por el rabillo del ojo vio algo que la podía beneficiar— ¡LUKA, EL DUQUE!
En ese momento una mole se le vino encima al pirata que estaba atacando a Kagami. El Gorila dio cuenta del sujeto y sin piedad le cayó a puñetazos, al igual que Nino, quien no dudó en entrar en la lucha. Kagami pudo ver por el rabillo del ojo como Plagg corría en dirección de la habitación de Marie y que Allan también estaba interviniendo en la pelea.
Luka había intentado ir en ayuda del duque, pero alguien más se le había adelantado, por lo que volvió con su mujer. Liiri le dio esa oportunidad al atacar al soldado y recuperar al duque. No quería hacer uso de su arma de fuego para no desperdiciar municiones, así que se concentró en el uso de sus armas blancas y con eso atacaba en esos momentos. Lanzó una estocada con uno de sus puñales para herir al soldado en el brazo, consiguiendo su objetivo, y sujetando al príncipe con su mano libre, comenzó a defenderlo del acoso de sus captores. Esta vez Philipe no se pegó a las faldas de Liiri, sino que buscó refugio bajo una mesa a la primera oportunidad que tuvo, para así darle espacio a la mujer de defenderse y no ser un lastre. Desde allí observó la pelea y con horror se dio cuenta que si bien Liiri apenas era rival para un soldado, dos se le complicaba un poco más. ¡Para colmo de males aparecían dos piratas más salidos quizás de dónde! Se tapó los ojos, no queriendo ver como iba a terminar su gendarme favorita.
Liiri estaba concentrada. Lo suyo era dar un par de estocadas y defenderse lo suficiente como para salir corriendo, pero nunca había sido buena en combates extensos. No tenía tiempo para pensar en ello, pues o se adaptaba o la mataban, así de simple, así que daba lo mejor de sí misma. Al menos era buena en esgrima de puñal.
—Fräulein debería estar en la cocina… no jugando con los mayores.
—¡No tengo cocina! Ustedes malditos la bombardearon.
—¡Qué pena! —el soldado apretó los dientes y cargó contra ella— ¡Ya te voy a enseñar tu lugar, perra asquerosa!
Liiri se hizo a un lado en el último minuto. El soldado se giró apuntándola con su fusil, pero Iván le cayó encima como montaña de ladrillos. Viendo que el duque podría estar más expuesto, preparó su cuchillo y se lanzó contra el pirata sardo que avanzaba hacia el príncipe, pero este fue auxiliado por Allan, quien vaya a saber de donde había salido. Tampoco no lo pensó cuando detectó que algo se le acercaba por la espalda, por lo que giró sobre sí misma dispuesta a dar un golpe.
¡CLAAAAAANG!
Sass bloqueó con su espada el golpe de su puñal. Ambos se quedaron viendo con gélida intensidad en ese momento, estudiándose y reconociéndose como aliados; pronto volvieron a girar sobre sí mismos y reanudaron sus combates, espalda contra espalda, neutralizando a sus últimos enemigos. Una vez que estuvieron en el suelo, tenían a seis personas con distintos grados de inconsciencia.
—Ninguno está muerto, pero sí muy adoloridos. —dijo Kim— ¿Todos están bien?
—Todo bien aquí. —reconoció Sass, volviéndose hacia Liiri— Usted y yo debemos dejar de encontrarnos así.
—Usted me puede encontrar donde quiera, maese Sass. —se rió Liiri, pero de inmediato volcó su atención en el duque— Petit prince…
Iván y Kim miraron a Sass perplejos, pero se rieron para sí mismos. Ooooh, no le iban a dejar olvidar eso. Luka tampoco, pues pese a que se aseguraba que Kagami estuviera entera, sí se había percatado del intercambio. Liiri por su parte se quería dar una auto paliza: ¿qué pasaba con ella? Luego pensaría en ello.
—¿Philipe?
—Estoy bien. —el niño se levantó del suelo: se había agachado junto al nazi y tomado su radio— ¿Cómo estás tú?
Liiri abrazó al pequeño duque antes de proceder a revisar si tenía otras heridas. Era evidente que se estaba aguantando las lágrimas. Allan suspiró y miró a su alrededor mientras Liiri abrazaba al muchacho: el lugar apestaba a lacrimógena, pero por lo visto el ataque había sido contenido. Pudo reconocer a los nazis fácilmente, pero ¿de donde habían conseguido colaboradores locales en tan poco tiempo? ¡Argh! Debió prestar más atención a sus clases de historia.
Nino entonces apareció por el corredor
—¡Qué bueno verlos con bien a todos!
—¡General! —lo saludo Luka con un ademán de cabeza, avanzando preocupado hacia él— Todo neutralizado por nuestra parte, pero el Rey…
—Sus majestades se encuentran a salvo. —se apresuró en decir el hombre— La reina no alcanzó a darse cuenta, pero Tikki ya la está informando de lo ocurrido. El resto de los insurrectos están bajo custodia… —Nino fijó su mirada en el asustado duque— Su señora hermana está preguntando por usted, alteza.
—¡¿Marie?!
—¡¿Madame royale está despierta?!
Philipe no esperó confirmación y salió corriendo, sin soltar el radio que había tomado del nazi. Detrás de él partieron Liiri, Allan y el Gorila, aunque este último a trote más pesado.
—Se nota que la quieren. —comentó Kagami.
—Y bastante.
—Nino… ¿Adrien no estaba con ustedes?
—Mmmmm mmmmm Mmmmmh. —explicó el Gorila.
Todos asintieron comprendiendo a cabalidad la situación.
Sala de guardias. Palacio del Louvre.
En esos momentos.
La reina Amelie, Bridgette y Marinette no habían corrido peligro en ningún momento. Ni bien se habían percatado que algo andaba mal, Luka había dado la orden perentoria de que a ellas se las debía proteger a toda cosa y los guardias cercanos se lo tomaron a pecho. Con más celeridad que cuidado, aunque atendiendo a la gravidez de Marinette, rápidamente las habían llevado a la sala de Guardias y ahí las pusieron bajo fuerte protección. Amelie tuvo que estar a la altura de su rango e irradiar toda la nobleza que le fue posible. Marinette estaba tranquila, pero en su límite, y como no necesitaban ni querían que se pusiera de parto en ese momento, nadie le daba mucha información. Bridgette se daba vueltas como león enjaulado, ansiosa por querer salir a ayudar a sus camaradas o a obtener información. Ella misma estaba angustiada, pero confiaba en que todo se resolvería.
La tensión solo se alivió una vez que Adrien irrumpió en la sala de guardia y sin detenerse a saludar a Amelie, fue directo con su esposa, arrodillándose frente a ella.
—¡Gracias al Altísimo que estás a salvo! ¿Todo bien, ma lady?
—Todo bien chaton, solo el susto… —Marinette medio hizo un puchero y se llevó una mano al vientre— estamos los dos muy bien. ¡Dime qué está pasando!
—Marinette va a necesitar unos días en calma, Adrien. Ya deberías pensar en confinarla. —sugirió Amelie con ternura.
—Almirante. ¡¿Sabe Lo Que Está Pasando En El Palacio?! Las Lacrimógenas Se Huelen Hasta Aquí. —intervino Bridgette con ansiedad.
—Es un gas que no te deja respirar. Lo lanzan a las multitudes para neutralizarlas. —explicó Amelie con voz de circunstancias, repitiendo lo que momentos antes les había aclarado Bridgette.
—¡Almirante! Por favor… ¿sabe más?
Adrien detuvo unos instantes su mirada en Bridgette antes de volver a mirar a su esposa, a quien acarició en las mejillas.
—Ma lady…
—Chaton…
—Te juro por mi honor que siempre haré lo que esté a mi alcance para cuidarte a ti y a nuestros hijos. —Adrien se atrevió a poner su mano sobre la panza de Marinette— y que les daré a todos las herramientas para defenderse y se conviertan en hombres y mujeres de bien.
—Adrien… yo… acepto tu juramento, pero… ya sabía que lo ibas a hacer sin necesidad de formalizarlo —dijo Marinette enternecida y tomada por sorpresa. Adrien se levantó aunque no sin besarla en la frente y se acercó a Bridgette.
—¿Almirante?
—Espero que ese juramento sea capaz de resistir el paso del tiempo. —en un sorpresivo gesto le tomó las manos— Mientras pueda hacerlo, estará bajo mi protección… no deberá temer nada…
—Le agradezco, pero… —Bridgette se tragó sus palabras— Usted ya sabe.
—Hubiera querido que no pasaras por eso. —confesó Adrien acongojado. Marinette supo en seguida que algo no iba bien y se levantó expectante.
Bridgette abrió los ojos un poco más. Supo en ese momento que el almirante sabía lo que le había pasado mientras fue huésped de Gestapo y las SS. Hizo un breve puchero, pero se armó de valor casi en seguida. No era algo en lo que le gustara pensar, pero no podía negar que había pasado. Al menos la habían rescatado más que a tiempo, antes que su integridad fuera violentada. Dejó escapar un suspiro y sonrió con delicadeza.
—Ese juramento suyo sí resistió el paso del tiempo. No faltarán hombres y mujeres de bien. Puede estar usted orgulloso de sus hijos. —afirmó Bridgette con madurez— Es por ese juramento es que decidí ayudar todo lo que pueda a mis semejantes, sobre todo a quienes… ven peligrar su misma existencia… y lo que me pasó… es tan solo una marca de honor que da fe de ello…
—¿Qué te pasó? —preguntó Marinette asustada. Amelie aguantaba la respiración, pero aun así dio un paso al frente para contenerla.
—Yo…
—Fui prisionera de los nazis. Fui sometida a apremios violentos para delatar a mis contactos, lo que no consiguieron —confesó Bridgette en voz baja— Las SS me atrapó salvando vidas… no fueron nada amables.
—¡Tortura! —exclamó Marinette escandalizada— ¡¿Pero Como Se Atreven?!
Las implicancias de eso quedaron en el aire. Marinette sintió el estómago frío y no resistió el impulso de abrazar a Bridgette con fuerza, tomándola por sorpresa. Amelie mordía su pañuelo: pocas veces en la vida había estado tan indignada y también les dio un abrazo.
—Ya fue. —dijo Bridgette cuando la dejaron ir— Fui rescatada a tiempo… yo…
—¡Majestad! —exclamó un guardia interrumpiendo todo— ¡Almirante, mesdames! El Rey solicita su presencia en el acto.
—¿Ocurrió algo? —preguntó Amelie con urgencia— ¿Hay heridos?
—Solo entre los invasores. ¡Por favor, majestad! ¡El Rey pide urgencia!
Adrien irguió la espalda y frunció el ceño.
—En seguida vamos.
Continuará.
Por
Misao–CG
Publicado el 20 de abril de 2021
Próximo capítulo: Mensajes del futuro
Sass siguió caminando, sin dejar de mirar a Liiri a los ojos, quien pronto se dio la vuelta y comenzó a caminar normalmente. Dio un giro completo a la fuente antes de ubicarse junto a él. Se quedaron mirando largo rato sin decir nada hasta que de pronto Sass le ofreció el brazo.
—La acompañaré a su cuarto, miss. Así llega segura.
—Hasta el corredor.
—¿Huh?
—Perdonará mi insolencia, maese Sass, porque entiendo su amabilidad, pero… —Liiri le sonrió con coquetería— No puedo permitir que me vean cerca de mi cuarto con un hombre extraño. Le pueden ir con cuentos a su esposa y quizás hablar mal de mi…
Notas finales: Bueno, digamos que ya es 20 de abril en Australia y China. Digamos que tendré un día agitado y no podré actualizar con tranquilidad, así que aquí tienen el capítulo. Como ven, los nazis no les dan ni un momento. Al menos despertó la princesa y habrá que ver cómo se las arreglan para salir de este entuerto y volver al año que les corresponde. Me alegra muchísimo saber que están leyendo este mamotreto y que hayan llegado hasta aquí. Ojalá no los decepcione mucho. Tengan en cuenta que esto es un UA alterno y un spin off, por lo que si tienen dudas, háganlas.
Por cierto, no se olviden de leer el último trabajo de Abby Lockhart1. Siempre pueden esperar buenas cosas con ella y esta vez no es la excepción.
Por favor, cualquier error, gramatical o de ortografía, me lo dicen para poder arreglarlo si corresponde. Del mismo modo, estoy aprendiendo esto del uso del guion de diálogo y salí más cabeza dura de lo esperado, así que un poco de paciencia en lo que aprendo. ¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
Conozco esos mangas, de hecho, me inicié en el fandom de Inuyasha allá por el año 1999 (y detesto la segunda parte con la intensidad de mil soles). Ranma ½ lo vi en mi infancia. Gracias por leer, Manu, espero que esto te siga gustando.
BRÚJULA CULTURAL:
Traída gracias a la magia de internet y Wikipedia. Otros sitios serán debidamente indicados. Debido a que habrá bastantes, nos iremos con calma para no colapsar tanto esto. So… aquí vamos.
Hijos/as de Francia: Era el nombre con el que se refería a los hijos del Rey de Francia en su conjunto. También existían los pequeños hijos de Francia, que no eran sino los nietos del monarca.
