CAPITULO 5

PERFECCIÓN


La realeza siempre lo a sido todo. Los mas poderosos. Los mas fuertes. Los mas hermosos. Solo ellos nacían con el derecho indiscutible de gobernar. Su voluntad era ley y nadie podia ir contra la corona. Aquellos que no entendieran eso y buscaran convertirse en algo para lo que no estaban destinados solo eran unos simples tontos. El orden natural de las cosas no podia ser cambiado por nada, ni nadie. El mundo se regia de esa forma y lo seguiría haciendo por toda la eternidad.

Azula entendía eso muy bien y por ello debía de ser la mejor.

Como princesa de la nación mas poderosa sobre la fas de la tierra tenia que convertirse en la imagen de la perfeccion misma, y lo habia logrado con creces. Nadie podia igualarla en combate, su intelecto resultaba ser abrumador para personas que la doblaban en edad y la bellesa que poseía solo acrecentaba mas ese retrato de grandeza que generaba en las personas. No existia un solo ser en el mundo que fuera mejor que ella en algun aspecto, nunca se le cruzo por la cabeza la idea de que alguien pudiera superarla. Pero existia cierta molestia que no paraba de hacerse presente desde sierto día.

Practicando su fuego control ante la presencia de las ancianas consejeras, Lo y Li, la princesa se veía normal. Sus movimientos era tan precisos como de costumbre, las llamas azules que generaba mantenian ese color característico sin ningun cambio y su rostro tenia una exprecion de tranquilidad.

—Exelente. —Dijo Lo

—Digno de una prodigio. —Siguio Li.

Ambas estaban a un costado de la arena de entrenamiento que Azula utilizaba.

Como consejeras su unico labor era hacer eso, aconsejar. Y la joven apreciaba sus consejos. De ves en cuando resultaban ser algo utiles pese a ser unas ancianas decrepitas. Sus años de experiencia dentro de la corte las hacian las maestras perfectas para aprender lo basico de las intrigas politicas. Almenos cuando ella era un tanto inexperta en ese tema. Sus conocimientos ya eran lo suficientemente avanzado como para poder valerse por si misma sin la nesecidad de que esa dos estuvieran encima de ella diciendole que hacer. Ya no las necesitaba. Sin embargo su compañia le resultaba un tanto agradable en ocaciones como esa. Que te digan lo buena que eres una y otra vez era algo sumamente revitalizador ya que no mentían, ella era exelente.

—Su dominio del fuego es imprecionante.

—El señor del fuego seguro siente mucho orgullo hacia usted, princesa.

Azula sabia eso. Su padre la eligió por encima de su debil hermano mayor por que pudo ver el potencial que tenia, ¿Por que otra razon mas la favorecería a ella con todos los lujos mientras que a su otro hijo lo desterró de su propia nación?. Pero mas que un padre el era su mentor, su maestro, la personificación misma de como deve ser un buen gobernante: Fuerte, implacable, duro, poderoso e invencible. Nadie podia compararse con el, nisiquiera el avatar.

Al ser hija de tan grandioso hombre tenian que estar a la altura de sus espectativas y claramente las cumplia a todas con mucho orgullo. No la contradecían en nada, le temían y respetaban por igual e incluso su fuego control era unico. Las probabilidades de que existiera alguien capaz de vencerla eran...

—Un compañero podria ayudarle a mejorar mucho mas.

—Pero todos con los que entrena nunca estan a su altura.

—Una lastima. —Dijieron ambas consejeras.

Por alguna razon esas palabras intensificaron una desagradable sensacion que no lograba identificar. Era irritante el no saber el significado de tal situacion y la verdad se estaba hartando.

—Diganme, ¿ya hicieron lo que les pedi? —pregunto Azula deteniendo su entrenamiento. Su voz era tranquila y no transmitia un solo signo de agotamiento o cansancio.

—Si alteza —Dijieron ambas.

—Y?

—Nacido en una de las muchas colonias en el reino tierra...

—Se inscribió al ejercito a una corta edad.

—Segun los registros su desempeño en combate era excepcional. Siempre estaba al frente del combate y se ofrecia voluntario para cualquier tipo de mision.

—Pero de un día para el otro fue trasferido a la armada de fuego, por un coronel llamado Mak.

—En los registros dice que eso se debio por una pelea que tuvo con varios de sus compañeros. Los testigos afirmaron que el los ataco sin ninguna provocación.

—De alguna forma logro ascender de posicion hasta llegar a ser nombrado capitan.

—Actualmente esta bajo las ordenes del comandante Zhao.

—¿Y sus parientes? Debe venir de una familia noble débil y empobrecida como para que yo no supiera de su existencia.

—Lo siento alteza, pero el es solo un plebeyo. No pertenece a la nobleza.

—¿No es...un noble?— Pregunto sorprendida la princesa— ¿Siquiera es un...maestro fuego?.

—No alteza, no lo es —respondieron ambas consejeras. No entendían por que este repentino interés por una persona tan ajena a ellas.

Azula en cambio desvío su mirada mientras asimilaba la horrible verdad.

Aquel día, cuando recibió ese fuerte golpe en el estómago, tuvo que hacer uso de toda su fuerza para poder levantarse y preguntarle su nombre.

—Takeda. Mi nombre es Takeda.

Verlo irse mientras ella se quedaba allí parada, sin hacer absolutamente nada fue la peor experiencia de su vida. ¿Por que le permitio irse? ¿Por que dejo que se escapara sin antes responder por lo que hiso? Aun recordaba como le faltaba el aire tras su ataque, lo mareada que se sintió segundos despues de que se fuera y como casi se desploma mientras se recuperaba del golpe. Trato de convencerse de que no valia la pena hacerse problema alguno por un simple evento desafortunado. De que solo cometió un error momentáneo por haber subestimado a su oponente. Sin embargo, el recuerdo de ese maldito día siempre se le venia a la cabeza cada vez que entrenaba, como un recordatorio de algo que no lograba comprender. Por eso les habia pedido a sus consejeras que investigarán sobre ese tal Takeda y asi, tal vez darle un cierre definitivo a todo el tema para despues dejarlo caer en el olvido.

Pero tras escuchar eso su ira se disparo.

Ella era una princesa, la hija del señor del fuego, unica heredera al trono y una prodigio de su generación. Alguien de tan noble alcurnia...¿derrotada por un sucio plebeyo? ¿Acaso estaba soñando? De ser así solo podia estar en medio de una pesadilla.

No podia creerlo. Nunca imagino que algo así pudiera suceder. La gran princesa Azula vencida por un don nadie que ni siquiera podia hacer fuego control, ¡UN NO MAESTRO!. Jamas habia sufrido tal humillación ni tampoco sentido tanto odio hacia alguien, ni siquiera por el estúpido de Zuzu. Lo peor de todo es que en realidad no habia perdido nada ese día. Fue el quien huyo, solo el. Si, le habia acertado un golpe pero nada mas y nisiquiera fue un combate de verdad. Solo un encuentro de entrenamiento que jamas concluyo gracias a la intervención de aquel sirviente inutil. Si hubiese llegado otro par de segundos mas tarde lo habria acabado en nada. Pero entonces ¿por que sentia que ella era la unica perdedora? ¿Por que esa sensacion de angustia y derrota la estaba recorriendo? ¿Por que estaba sufriendo tal incordio por alguien que no valia su tiempo? Mientras mas lo pensaba su resentimiento hacia el capitan crecía mas y mas, no habia forma alguna de que dejara pasar semejante crimen hacia la corona.

Aun que su rostro no emitía ninguna emocion que delatara todo lo que estaba sintiendo, sus puños por otro lado no paraban de temblar por la frustracion y eso fue algo que las ancianas lograron percibir.

—¿Sucede algo Princesa? —Preguntaron las consejeras. Estaban intrigadas y algo sorprendidas por todo el asunto.

—No, nada —Dijo dándose cuenta del temblor de sus manos y volviendo a practicar su fuego control—Solo estaba pensando en lo que dijieron.

—¿Sobre un compañero de entrenamiento?—

—¿Acaso desea que el capitan Takeda...

—Yo no dije eso —le interrumpo Azula alzando un poco su voz, con sierto tono de disgusto. Tal era el desagrado que ya sentia por esa persona que la sola mención del nombre le resultaba molesta.

—Es bueno escuchar eso.

—Seria indigno que un no maestro ocupara esa posicion.

—No importa que sea un capitan de la armada, jamas podra estar a la altura de un maestro fuego.

—La gente como el debería agradecer a los cielos por haber tenido la oportunidad de estar ante usted, princesa Azula.

—Una prodigio como usted no puede interesarse por gente de una calaña tan inferior.

Sus alagos no significaban nada, no las estaba escuchando. Se habia sumido en su propio mundo para pensar y ver las cosas con mas claridad. Solo era un simple capitan de los muchos que habia asi que ¿por que debería estar resentida por alguien como el? No era propio de una princesa como ella hacerse tantos problemas por un hombre tan insignificante. Solo tenia que dejar que el tiempo pasara y al final todo solo se convertiría en un mal recuerdo de su pasado. Pero por alguna razon no podia hacerlo. Ella siempre habia sido la mejor. Tantas fueron sus victorias que ya habia perdido de la cuenta. De echo no tenia ningun recuerdo de haber perdido en algo durante toda su vida, siempre habia salido triunfante en cada cosa que se propuso.

El inutil de su hermano no le llegaba ni a los talones, podia manipular perfectamente a cualquiera mientras le fuera beneficioso y de todos los maestros fuego que le traian para practicar ninguno estaba serca de poder igualarla en habilidad, los derrotaba sin apenas esfuerzo. Ella estaba en la sima de un pedestal, solo superada por la grandeza de su padre. Y sin embargo ese tipo, esa escoria, un simple plebeyo, despertaba en ella un sentimiento de derrota que jamas habia experimentado. No podia quedarse así.

Tal vez fue por que deseaba divertirse un poco con un nuevo juguete, por el aburrimiento que sentia al estar encerrada dentro del castillo, o por que en verdad le profesaba un odio extremo a Takeda, que en su mente surgio una idea de lo mas divertida. Al menos para ella.

—¿Princesa, podemos preguntar que tiene planeado hacer?

—Es muy extraño que aga este tipo de peticiones, nunca lo habia echo.

—Solo digamos que...voy a divertirme mucho con el. —decia Azula con una sonrrisa dibujada en su rostro.— Por cierto, voy a necesitar que agan un par de cosas por mi.

En aquel momento las consejeras seguian sin entender el como o el por que del interés que despertó un capitan cualquiera en la mente de la princesa. Algo así jamas habia pasado pero era obvio para ellas que fuera cual fuera la razon solo desgracias podían esperarle a tan desafortunada persona.

Una horrible tortura era el destino de todos los que se enemistaran con la realeza. Pero hacerse enemigo de la princesa Azula era directamente una sentencia de muerte. La conocían desde que era un niña y sabían lo capaz que era. No obstante, la sorpresa que sintieron al escuchar cada una de las nuevas ordenes que les dio fue algo que les resulto imposible ocultar.

—Pe...pero su alteza eso es...

—Lo que esta pidiendo...no seria mejor...

—Espero que cumplan, al pie de la letra, con lo que les pedí. Sino, buscare a alguien que si pueda hacerlo— Decia la princesa, deteniendo una vez mas su entrenamiento— Termine por hoy. Ire a descanzar.

—¡Su-Su alteza¡— Dijieron casi gritando ambas ancianas. Estaban completamente en shock, ya no entendía que era lo que estaba pasando.

—Como dije —decia ella con una exprecion de lo mas sombría en un tono mas que amenazante— Sino no son capases de hacer lo que les pedí buscare a alguien que si pueda.

Lo y Li no dijieron palabra alguna despues de eso.

Azula mientras tanto salio del lugar con una gran sonrrisa dibujada en su rostro. Lo que le esperaba al joven capitan era algo que disfrutaría con creces y el tiempo que transcurriría hasta que todo iniciara lo utilizaría para visualizar toda su dulce venganza. Ese era su plan.

Desde hacia mucho que no aguardaba nada en particular y por primera vez, desde que su Zuzu se fue, sentia un irrefrenable deseo por hacerle la vida imposible a alguien. puede que estuviera siendo caprichosa pero ella era la princesa, podia serlo las veces que quisiera. Ademas seria una buena forma para distraerse de su rutina habitual.