Capítulo 6: Un momento incómodo.
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"¡Piensa, piensa!" Le urgió a su mente buscar una solución a su predicamento. "Hina me habló de esto alguna vez."Eso había sido poco después del atentado al castillo, cuando Hina le dijo sobre la recuperación de su conexión con el Alfa interno y que tal vez eso trajera ciertas consecuencias sobre su cuerpo, pero ya que no pasó nunca algo como esto, realmente no ahondó en preguntar sobre el tema. El tratamiento había sido efectivo.
Retiró la toalla del frente, y sí, ahí estaba. Un falo completamente erguido y dolorosamente vergonzoso. Con la cara roja y con la mejor de las intenciones, lo observó con detenimiento. Era algo extraño, con las líneas de las venas, la cabeza rosada y ligeramente curvada, no lo sintió como parte de su cuerpo, aunque sabía que salía de ella.
"La mejor manera de calmarlo es tomando una Omega." Eso había dicho Hina, pero ella no iba a hacer eso. No cuando la Omega más próxima era la princesa, claro, descartando a la Omega pequeña, pero ella también estaba fuera de la discusión. Sólo que, ¿qué otra cosa podía hacer? Justo en ese momento detesto tanto ser una Alfa, hubiera preferido seguir siendo una Alfa sin conexión que convertirse en un ser que no podía refrenar sus deseos. "Lo siguiente que puedes hacer, es darte placer a ti misma. Con eso puedes mantenerlo abajo, aunque sólo será una solución pasajera." Tal vez eso no fuera tan malo, Hina le había dicho que en muchas ocasiones había tenido que recurrir a ello, así que quizás por esta ocasión tendría que hacer lo mismo.
Aún así la idea no le entusiasmaba en lo más mínimo. Se cubrió de nuevo tratando de pensar en otras cosas para distraerse, sin embargo su mente parecía rehusarse a obedecer. Una y otra vez sus pensamientos iban a parar sobre la única cosa que sabía no podía tener, a Rinko.
"Vamos hermana, no seas aburrida." Escuchó la voz de Hina en su cabeza, como si fuera un demonio atormentandola. "Si es sólo para satisfacer a tu Alfa y evitar un dolor innecesario, puedes imaginar una fantasía sobre lo que quieras y apagarlo, sin consecuencias. Adelante, ambas sabemos que es lo que quieres."
—¡Aghh! ¡Estupida Hina! —gruñó enojada todavía sin querer ceder, pero un pequeño dolor fue creciendo en su entrepierna.
Regresó sus ojos al falo que parecía temblar y finalmente aceptó hacerlo para calmarse y mantener en control a su lado Alfa.
Su mano izquierda tomó la base apretando con fuerza y un leve gemido salió de su garganta, pero tal cosa no fue suficiente, así que con su mano derecha rodeo el cuerpo del falo y comenzó a frotar de arriba a abajo lentamente, todavía dolía la herida en su espalda. La sensación de su mano no fue desagradable, más bien, fue todo lo contrario, por lo que pronto aumentó la velocidad olvidándose de los malestares pasados y cada vez que su puño llegaba a la cabeza, un ligero líquido empezó a mojar su mano lubricando el movimiento.
No estaba mal, sin embargo no parecía ser suficiente.
Su mano derecha se movía furiosa de arriba a abajo, ya con el dolor completamente ignorado, y de pronto, su sentido del olfato se agudizó. Un aroma dulce llegó a su nariz y fue como una descarga, podía oler las feromonas de la Omega aunque era apenas leve. Buscó en la habitación la fuente de aquel dulce olor y sus ojos alcanzaron a ver una cesta de ropa. En el interior estaban las prendas que la princesa había usado el día anterior y que estaban impregnadas con su sudor y por consiguiente todo el olor de las feromonas Omega pegadas en la tela.
Como un depredador al acecho se levantó sin sentir el dolor de su hombro y espalda. Fue hasta el cesto arrodillándose frente a él y con su mano izquierda agarró una prenda llevandosela a la cara para llenarse del aroma y perder la compostura por completo. En ese punto estaba gimiendo apenas aguantando alzar la voz demasiado y el movimiento de su mano sobre su falo estaba siendo furioso.
El líquido en la punta estaba siendo cada vez más abundante y los dedos de su mano se estaban poniendo pegajosos. El olor presente en la tela había estimulado con intensidad el centro de Sayo y su respiración estaba siendo tan pesada y difícil que creyó que pronto estaría acabando. Su mente estaba jugando con ella, imaginando que la princesa estaba delante de ella y que sus manos eran las que estaban frotando de esa forma su carne caliente.
Un temblor le recorrió la espalda y el tirón vino con fuerza. Dejó caer la prenda sobre el cesto y cerrando los ojos, su cabeza le hizo crear la imagen de que quien estaba delante era Rinko esperando con impaciencia su semilla sobre ella. Una pasada, un golpe y un apretón sobre la base, la hizo correrse con abundancia llenando la tela de la ropa con la blanca sustancia que se esparció por todo el cesto en completo desorden. Frotó un par de veces más ordeñando hasta la última gota y el temblor fue cesando poco a poco.
El olor de sus propias feromonas combinadas con el olor de las feromonas del Omega le provocó una sensación de alivio y por ahora, se sintió satisfecha. El falo que ya no tenía más fuerza, comenzó a menguar volviéndose más pequeño hasta que volvió a su forma original. La breve bruma sexual había desaparecido y sólo quedaban los rastros de la fechoría, los cuales serían difíciles de ocultar con toda aquella neblina turbia manchando la ropa en el cesto. Un pánico nervioso apareció ahora, tenía que borrar la evidencia de su desvergüenza.
Si su hermana estuviera allí, se estaría riendo de ella con grandes carcajadas.
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La mente de Rinko no dejaba de pensar en lo que había pasado, incluso ahora que estaba en la cocina ocupada en otras cosas para no llevar a su cabeza la visión de Sayo con aquello entre las piernas. Seguía sin entender cómo es que era posible tal cosa. Su madre fue quien le había asegurado que la condición de Sayo le impedía convertirse en un Alfa completo y por eso era la opción más inocua para estar a su lado como protectora. Así que era imposible que Sayo pudiera convertirse, que se volviera un Alfa completo, pero si así era, entonces, ¿cómo fue que pasó lo que pasó? Ella lo había visto claramente.
Tenía tantas preguntas vagando en su cabeza, que prácticamente dejó a Ako hablando sola, porque no se dio por enterada de la plática que su amiga tenía con ella. Apenas y había contestado con monosílabos y frecuentemente Ako repetía sus palabras más de una vez, pero no dijo nada, ambas podían sentir el aura de la Alfa a pesar de estar en otra habitación. Ako agradeció que Tomoe no estuviera allí o se habría escandalizado. En parte por ello Ako había buscado hablar y hablar de cualquier cosa para no preguntar sobre lo que parecía ser obvio.
Algún tiempo después, el almuerzo estuvo listo y era tiempo de ir a la mesa, pero Rinko prefirió mantenerse alejada de la habitación en donde estaba Sayo, incapaz de enfrentarla hasta que no tuviera algunas respuestas. Por lo que, optó por no ir a llamarla y sólo llevarle la comida más tarde, cuando no tuviera más remedio que hacerlo. Ako por su lado, había abierto las ventanas y había quemado en el fuego de la cocina algunas hierbas aromáticas para ocultar y dispersar el olor espeso y pesado que el Alfa había liberado, aunque todavía se podía percibir cierto aroma.
Comieron en relativo silencio hasta que Ako no lo soportó más y envió a Rinko a hacer algunas labores fuera de la choza para agotar el tiempo mientras ella se hacía cargo del único lugar que no había limpiado.
—Lo siento… lo siento… —se había disculpado la joven princesa, tenía la cara roja hasta las orejas presa de la vergüenza.
—Anda olvídalo Rinrin —la despidió Ako—, mejor haste cargo de las tareas en el jardín y yo me hago cargo de esa Alfa tuya. No quiero que mi hermana se enoje por esto.
Rinko salió de la choza oyendo tras de sí algunos refunfuños de la pequeña Omega.
Ako se arremango las mangas del vestido y tapándose la nariz con un pañuelo y llevando un balde y una escoba en cada mano, entró en la habitación donde Sayo estaba hecha un desastre tratando de limpiar las sabanas en el agua de la tina.
—¡Estupido Alfa hormonal! —la omega dejó caer el balde al suelo y con la escoba trató de alejar a una atónita Sayo de la tina para no acercarse demasiado a ella—. ¡Deja eso y vete de aquí!
Sayo se alejó tanto como su cuerpo herido se lo permitió y trató de articular alguna palabra, pero se calló cuando el débil olor de la Omega llegó a su nariz. Todavía se sentía extraña con lo que estaba pasándole, sin embargo su vergüenza fue más fuerte que cualquier otro incipiente instinto primario que tratara de colarse.
—Yo sólo… no quería…
—Si si, mejor guarda las excusas —Ako mantuvo la escoba levantada como barrera—. Vete de aquí antes de que mi furia quiera molerte a palos, Alfa tonto.
—Pe… pero…
—¡Anda fuera! —gritó para hacerse prevalecer. Sayo no tuvo más remedio que salir por pies de la habitación mientras la Omega agregaba—, ¡hay comida en la mesa y no dejes tus olores por doquiera!
La verdad es que a pesar del cabreo monumental que Ako tenía, por dentro estaba temblando de miedo y dándole la razón a su hermana sobre lo peligroso que era enfrentar a un Alfa, aunque Ako no supiera que no era un Alfa común.
De inmediato, abrió ventanas, ventiló el cuarto y juntó las sábanas y la ropa sucia en un cesto para llevarlo fuera de la casa y evitar que siguieran viciando el ambiente (y a ella también, le resultaba desagradable el olor).
Sayo la miró pasar como un perro regañado por su amo en un rincón de la casa, bueno, detrás de la mesa del comedor donde estaba ahora intentando esconderse. Si Hina pudiera ver a Sayo ahora sin duda estaría deshaciéndose en risas y burlas.
Ako volvió a entrar en la habitación y con la escoba barrio lo mejor que pudo, arregló la cama, retiró el agua de la tina y dejó decente el lugar en poco tiempo. También había llevado más hierbas de olor y un incienso que quemó para disimular el olor.
Sayo se había quedado apenada y apenas estaba tomando algo del guiso que Ako le había dicho que podía comer, seguía todavía con la culpa a flor de piel y la cola entre las patas. Aún así agradeció que la pequeña Omega no se riera de ella o hiciera un lío mayor señalando su falta. Al parecer la chica no quería que su hermana las terminara corriendo de casa por sus tonterías, por lo que no dijo nada más y volvió a esconderse en la habitación una vez Ako le permitió regresar.
Tuvieron que pasar algunas horas para el regreso de Tomoe y otro poco más para que Rinko encontrará el espacio adecuado para hablar a solas con ella. Para su fortuna, los esfuerzos de Ako habían resultado bien y las feromonas Alfa se habían disipado lo suficiente para, por si acaso, no ser percibidas por la Beta a su llegada.
Tomoe había llegado cansada de su viaje, el cual buena parte fue a pie, que antes de comer o más bien cenar, pues ya era entrada la noche. Había decidido tomar un baño y se dirigía hacia el pozo, en busca de agua, al ver esto, Rinko se ofreció para ayudarle, ganando la oportunidad que necesitaba.
—Tomoe-san… ¿pu… puedo preguntar algo? —la Omega intentó abordar el tema, al ver que Tomoe comenzaba la labor de sacar agua.
—Claro… dime Rinrin —le respondió amable y Rinko le acercó una cubeta.
—Si un Alfa... pierde la conexión interna con su lado Alfa... ¿qué… qué repercusiones tendría en el futuro? —Rinko se trabó un poco en intentar plantear la cuestión, sin que la chica sospechara, pero aún así Tomoe pareció pensarlo.
—Querrás decir, que le corten la conexión —aclaró la mujer—. Porque no es factible perderlo así nada más, aunque he escuchado sobre horribles métodos para cortarla, tanto para los Alfas como con los Omegas.
Rinko tragó duro. Nunca había platicado con Sayo sobre eso, pero ahora sentía la necesidad de conocer más sobre el procedimiento por el que tuvo que pasar su cuidadora.
—¿Sabes… sabes cómo es el proceso?
—No lo sé a ciencia cierta, pero sé que involucra una cantidad exagerada de feromonas y es terriblemente doloroso —suspiró—. No todos sobreviven al proceso y los que lo hacen, obviamente quedan impedidos de sus instintos y los cambios que vendrían con el desarrollo.
El rostro de Rinko palideció, al pensar en el dolor que Sayo tuvo que soportar. A su mente vino el recuerdo de la primera vez que la vió, tan vacía, tan desprovista de cualquier reacción humana. Sin duda en ese momento tendría que haber salido de esa tortura.
—Y… en cuanto a las consecuencias, ¿cómo son?
—Hmmm, creo que siguen teniendo ciertas características de Alfas, pero todo cambio estimulado por feromonas es imposible. Por ejemplo, no tienen su voz de Alfa, no tendrán periodo de celo ni se verán afectados por el celo de una Omega —Tomoe explicó y a ese punto es donde Rinko quería llegar.
—¿Y si el Alfa es una mujer… ella puede… hacer "el cambio"?
Tomoe se detuvo de continuar sacando agua y miró a Rinko sospechando un poco de todas esas preguntas.
—No, eso no se puede. El cambio es estimulado al 100% por las feromonas, sobretodo las que emite una Omega y si no tiene a su Alfa para detectarlas, sería imposible hacer "el cambio".
Rinko asintió, lo que la Beta estaba diciendo era lo que su madre había dicho sobre Sayo, así que hasta allí todo era como lo conocía, pero todavía quedaba algo.
—Una vez que se ha perdido la conexión, ¿es… posible recuperarla?
Tomoe se levantó cruzando los brazos, no estaba segura de continuar hablando, pero al ver la preocupación en la cara de la chica no pudo no contestarle.
—Hasta donde tengo entendido o conozco sobre las interacciones de Alfas y Omegas, lo sé porque he investigado sobre ambos, más que nada para ayudar a Ako, pero sé que cuando una conexión se rompe, tanto entre un Omega y un Alfa o con sus alter egos internos es algo muy difícil. Tendría que suceder una situación drástica, algo extraordinario que forzara la reconexión y eso es prácticamente imposible de lograr.
Tomoe terminó de llenar la cubeta con lo último que había subido y se sentó en el borde del pozo para seguir escuchando a la Omega que aún no estaba satisfecha de sus preguntas, ya sospechaba por donde iba a aquello, pero la iba a dejar explayarse hasta que fuera necesario realizar la pregunta de la que ya sabía la respuesta.
—¿Algo extraordinario? —repitió Rinko y de nuevo recordó el día de su cumpleaños y el atentado en el castillo, había sido después de eso que las cosas entre Sayo y ella habían cambiado.
—Si, mira —Tomoe continuo—, puede ser una posibilidad, quizás no muy viable, pero no deja de ser una posibilidad, si una Alfa que perdió su conexión encontrará a alguna Omega a la cual se siente atraída, tal vez en algún punto crucial entre ellas, cómo en el celo de la Omega, podría ocurrir que la Alfa retome su conexión —oír eso dejó sin aliento a Rinko—. La atracción por dicha Omega tendría que ser muy especial, pero aún así no hay garantías. Tendrían que ser, quizás, una combinación de eventos.
—Dijiste que también podría ser por una situación drástica, ¿puede ser que uno o los dos se encuentren al borde de la muerte?
Tomoe iba a abrir la boca para preguntar ya si se estaba refiriendo a lo que les acababa de pasar a ella y a la Alfa, pero desde el inicio había percibido que ellas estaban unidas, así que tal vez se refiriera a otro evento anterior.
—Puede ser.
—Pero… entonces si… si eso pasara, que recuperara su conexión, ¿sería una Alfa completa de nuevo?
Tomoe se encogió de hombros.
—Debería, quizás no al cien por ciento, pero pudiera suceder. No habría nada que le impidiera serlo, pero vuelvo a repetirlo es muy difícil que eso llegue a pasar —con esto, Tomoe creyó que ya era el momento de hacer la pregunta—. Rinrin, acaso...
—Mu… muchas gracias por la información —Rinko hizo una reverencia nerviosa cortando a la Beta, para después tomar la cubeta de agua y volver a la casa.
—Espera —la detuvo agarrando también la cubeta para no dejarla ir—, ¿hay alguna razón en especial para todas estas preguntas?
—No no… —Rinko tartamudeó—. Sólo… lo había escuchado por ahí y… era una duda.
—Hmmm —Tomoe se acercó a la Omega, cómo queriendo sacar la verdad de su mirada, pero la chica estaba muy nerviosa—. ¿Esto tiene que ver con esa Alfa tuya? —soltó y Rinko se quedó muda—. Desde que las vi la primera vez, sentí su conexión, es diferente a otras que he conocido, están unidas y aún no te ha mordido, eso es muy raro de ver. Además parece que ninguna de las dos es muy consciente de esa conexión, lo cual me dice que tus feromonas y las de ella actúan dispares, ella es como un cachorro ignorante de sí misma.
—Tomoe-san, yo…
—Esta bien si no quieres dar explicaciones ahora, no soy quien para decir nada, pero si puedo ayudarte lo haré. Como dije, lo que ustedes tienen es diferente y creo que hay que ser pacientes para que pueda desarrollarse lo mejor posible si es que tu Alfa realmente puede recobrar su conexión y tú quieres ayudarle y estar con ella.
—Gra… gracias —respondió Rinko, apenada por las lágrimas que había comenzado a derramar y que Tomoe recogió con una de sus manos y cerró el espacio dándole un beso en la mejilla.
—Creo que tu Omega es muy fuerte. ¡Diablos! Hasta yo que soy una Beta me estoy empezando a sentir afectada de tu celo, creo que, sin duda, podrás ayudar a recuperar a esa Alfa.
Rinko se sonrojó ante la franqueza de la Beta y Tomoe sólo se rió un poco antes de ir por las cubetas y decirle que debían regresar a la casa porque ya habían tardado demasiado. Después de que Tomoe tomará su baño, Rinko aprovechó y se tomó su tiempo para darse un baño también, ya que no quería regresar todavía a la habitación con Sayo. Sentía que tenía demasiados pensamientos en la cabeza y que la Alfa fácilmente podría verlas, cosa que la ponía mucho más nerviosa, ya que no quería que notara su turbación.
Sin embargo, por más que quisiera evitarlo, la hora de la curación de las heridas llegó y no le quedó más remedio que auxiliar a Tomoe, ya que Ako no estaba por ningún lado y técnicamente era su obligación hacerlo.
La razón por la cual Ako no estaba allí era porque la pequeña Omega no deseaba acercarse por ahora al Alfa. Había tenido suficiente exposición a las feromonas y no, no se sentía cómoda. Esperaba que pronto el celo de Rinrin ocurriera y todo aquello pasara. Le daba escalofríos.
En la habitación de Sayo y Rinko, Tomoe alistaba sus utensilios para revisar a la Alfa. Las heridas se veían mucho mejor que el día anterior, incluso que en la mañana.
—¡Oh, vaya! —Tomoe se sorprendió al descubrir el vendaje—. ¿Qué clase de aura tienen ustedes? Esta herida ya está prácticamente cerrada.
Sayo desvió la mirada, sin atreverse a responder. No quería ver a nadie y que descubrieran su terrible falta de juicio. Seguía lamentando su pérdida de control, su Alfa estaba tomando más de su cordura cada vez y eso podía ser un problema con Rinko cerca de ella.
—¿Qué… qué quieres decir, Tomoe-san? —preguntó la Omega con las mejillas rojas, temiendo que la respuesta le hiciera arrepentirse de haberla hecho.
—Bueno es que mira esto —Tomoe descubrió por completo la herida. Aunque aún se veía inflamada la piel, los bordes habían cicatrizado y no había ningún tipo de sangrado emanando de ella.
—Es… eso esta bien, ¿verdad?
—Más que bien diría yo. Debe ser por tu celo Rinrin —Tomoe dio unas pequeñas palmadas en la espalda de Sayo agarrandola por sorpresa y sintió que cada golpecito era un clavo más a su ataúd—. Esta alfa está lista para tomarte —bromeó, guiñandole un ojo a Sayo que no podía creer lo que escuchaba y sólo lanzó un suspiro apesadumbrado ocultando aún más la cara de un color más alto que el rojo—. ¡Venga semental, no es momento de ser timido!
Tanto Sayo como Rinko se quedaron en silencio, haciendo que fuera la cosa más incómoda del mundo para las tres, ya que Tomoe supo que había metido la pata, pero poco le importaba, sólo estaba molestando un poco.
—Bueno, mi trabajo aquí está hecho —dijo la Beta quien levantó todas sus cosas y las acomodó en su lugar para salir de allí y acabar con la incomodidad que ella misma había creado a proposito, mientras, las otras dos mujeres la veían ir y venir sin mediar palabra—. Descansen. Mañana seguramente Sayori podrá salir ya de este cuarto y moverse un poco más. Rinrin —le habló a la omega—, no contengas tu aura esta noche, ya que tu alfa lo está disfrutando gratamente, ¿no es así Sayori? —dijo la mujer, en tono entre bromista y amenazador, pues aunque a Rinko le sonrió, a Sayo le lanzó una mirada feroz que le hizo ver que de alguna forma Tomoe se había dado cuenta de su falta.
Sayo gruñó entre molesta y avergonzada y se ocultó bajo la manta. Tomoe dejó la habitación
—Emm… bueno… yo creo que… va… vamos a dormir —dijo Rinko, cuando se quedó a solas con Sayo.
—Si, si, es hora ya —Sayo tomó las sábanas que estaban dobladas a un lado del futón y las extendió en el suelo—. Esta noche tomarás el futón, yo puedo dormir sobre las sábanas.
—No… eso no. Aún estás herida.
—Ya Tomoe lo dijo, está casi cerrado. No dejaré que vuelva a pasar mala noche por mi culpa, princesa —expresó tajante y Rinko mostró disgusto apretando los labios.
—Lo siento Sayori-san pero… no, no puedo dejar que hagas eso… —se acercó para tratar de quitarle las sábanas, sólo que Sayo se interpuso y quedaron muy cerca la una de la otra de una forma comprometedora—. En este momento no soy la princesa ni tú eres mi guardia —dio un paso al frente y habló con voz solemne poniendo a Sayo en un dilema con su deber—. Tienes que mejorar pronto… y eso no… no podrás hacerlo durmiendo en el suelo.
Sayo suspiró llenándose del aroma que estaba destruyendo su razón y dio un paso atrás temblando entre hacer lo que consideraba correcto y lo que su deseo le exigía. Algo en Rinko la hizo tomar el riesgo y movió sus manos hasta las manos de Sayo con el pretexto de sujetar la sábana. Sayo desvió la cara sabiendo que Rinko tenía razón pero sintiéndose contrariada por la situación.
—Yo…
—Por favor, Sayo…
Sus dedos apretaron la tela tanto como la fuerza de su brazo se lo permitió. A pesar de lo que decía la Omega, ella sentía toda la responsabilidad de cuidarla como su protectora y guardia personal y eso incluía tratar a toda costa de darle las mayores comodidades posibles. Rinko sintió su turbación y volvió a hablar para convencerla.
—Es un futón bastante grande, ¿Le molestaría compartirlo conmigo? —preguntó Rinko y Sayo movió la cabeza muy dócilmente sabiendo que era la peor idea que le habían propuesto en toda su vida.
El corazón de Rinko se aceleró tan solo de imaginar compartir el mismo espacio de esa manera, sabía que estaba extralimitando su presencia sobre la otra.
—Yo… yo… creo… que… —Sayo balbuceo derritiéndose de una forma no muy propia de ella.
—Lo entiendo… entonces debo insistir en que se quede en el futón y yo me pasaré a…
—¡Shirokane-san, escuchame! —Sayo elevó ligeramente la voz, aunque no lo suficiente para que las hermanas se percataran—. Está bien… está bien si compartimos, yo no… no tengo problema.
—Oh… —Rinko se sintió burbujeantemente feliz de haberse atrevido a empujar un poco su suerte que sonrió apenas conteniendo el sentimiento—. Bien. Me cambiaré de ropa.
—Yo… yo también.
Sayo le entregó las sábanas a la princesa quien las devolvió al futon. Después se dio la vuelta y se despojó de la camisola y el pantalón. Ya no dolía tanto, era como si la mayor parte del dolor hubiera desaparecido después de… eso. La vergüenza apareció ensombreciendo su cara en varios tonos de rojo. Desvió sus pensamientos y en su lugar volcó su atención en ponerse una camisola mucho más larga que supuso era una especie de camisón para dormir.
Aunque se vio tentada a mirar, Rinko no lo hizo, aun guardaba cierto recato y era consciente de que hacer algo así sin permiso, no sería apropiado. Asi que como Sayo, puso su mente en otra cosa.
Tomoe también había dejado algunas prendas para Rinko, para que pudiera cambiarse. A juzgar por el estilo de la ropa, diferente a las que le había proporcionado a Sayo, Rinko dedujo que no le pertenecían a ninguna de las dos hermanas. Se preguntó si habían pertenecido a Himari-san, la exnovia de Tomoe. Una leve tristeza la invadió al recordar la historia de la chica.
Se colocó el camisón lo más rápido que pudo. No quería pensar en la posibilidad de que Sayo la estuviera viendo mientras se cambiaba, aunque sabía que ella no haría algo así. Además, tampoco quería cometer el error de voltear antes de tiempo y que Sayo sintiera que no le daba privacidad. Era difícil aprender a convivir con alguien de una forma tan drástica cómo les estaba pasando. Cada paso se sentía como pisar terreno inestable.
Cuando escuchó que Sayo se había metido al futón, supo que era seguro acostarse también. Así que lo hizo sin mirar siquiera.
Sayo se había colocado sobre su costado, se notaba que quería dejarle el mayor espacio posible, pero Rinko sabía que el futón era lo bastante grande y no había necesidad de limitarse de esa forma, particularmente con la herida de la espalda.
—Me alegra que… la herida esté sanando bien… ¿Aún duele? —dijo Rinko, en un intento por relajar el ambiente de la habitación.
—No, el dolor ha disminuido notablemente y todo es gracias a sus cuidados —respondió Sayo, sin voltear—. Tal vez no necesitemos estar tanto tiempo aquí.
—Eh… Sayo-san… sobre eso… yo quería hablar… bueno…
—¿Podemos hablar mañana? Tengo un poco de dolor de cabeza. Me gustaría dormir, si no le importa —la interrumpió con brusquedad huyendo de la plática, Sayo no quería tocar ningún tema delicado y sensible. Le aterraba lo que estaba sucediendo y no hablarlo era la única manera que tenía por el momento de afrontarlo.
Rinko, por su parte, no esperaba la respuesta hosca de Sayo y eso la hizo sentir cohibida. Necesitaba que hablaran sobre el plan para los próximos días, con su celo estando tan cerca y sin la posibilidad de conseguir supresores, era prácticamente un suicidio salir en ese momento, pero al parecer, esa plática tendría que esperar un poco más.
—Esta bien… descansa —se volteó hacia el lado contrario, ambas quedando de espaldas inconformes, frustradas y preocupadas.
No es que Sayo no quisiera hablar, tenía de hecho muchas cosas que discutir con Rinko, pero cada vez se le hacía más difícil le resultaba controlar sus impulsos, por eso es que estaba atemorizada. La Omega de Rinko estaba prácticamente sobre su alfa todo el tiempo, podía sentir como su aura la llamaba, el problema era que ya no podía seguir negándose y temía que en cualquier momento pudiera perder el control de sus acciones, cosa que estaba fuera de cuestión, no podía suceder. Con eso en mente repitiendose una y otra vez, dejó que el sueño la invadiera. Su plan era hablar con Tomoe para pedirle ayuda con supresores y si eso no funcionaba, entonces tendría que salir a buscarlos a donde fuera.
Si Tomoe iba al pueblo en un día, tal vez, ella pudiera ir y conseguirlos allí. Ya estaba lo suficientemente repuesta como para hacer el viaje. Era su última esperanza. No quería cargar con la culpa de mancillar la honra de la princesa con sus sucios instintos de Alfa. Aun cuando Hina estuviera en su oído susurrandole cuanto quería que eso sucediera.
