Capítulo VI. La noche de graduación

Eren fue el primero en llegar ese domingo al vecindario donde vivían las tres familias. Por lo general visitaba mucho a la suya, en especial a su madre, con quien tenía una relación muy buena. Carla era una mujer muy amorosa, tanto que incluso Zeke que no era su hijo de sangre, la veía como su propia figura materna.

Al llegar se encontró con su padre tratando de arreglar el aire acondicionado por él mismo. Grisha era pésimo para todo lo relacionado con las reparaciones domésticas y por lo general eran Zeke y Eren quienes terminaban haciendo el trabajo. Era bastante irónico que la persona que les había enseñado todo eso haya sido el señor Levi, quien solía tratar a los hermanos Jaeger con dureza, en especial de chicos. Sin embargo, era a él a quien solían acudir y él mismo los solía ayudar voluntariamente, eso hasta que varios años atrás se mudó del vecindario cuando por fin se casó con la tía Hange.

Después de veinte minutos, Eren terminó haciendo lo que su padre no había podido hacer en casi dos horas. Siempre que el menor de los Jaeger hacía algo por su padre, éste le repetía la misma frase cansina "Muy bien, mi pequeño ingeniero". Era como si aprovechara la más mínima oportunidad para recordarle que había estudiado la universidad, que se había recibido con honores y que, por lo tanto, tenía la obligación de ejercer dicha carrera. Aun así, Eren jamás le hacía caso. Si su padre era necio, él lo era mucho más y prefería morirse de hambre vendiendo antigüedades y haciendo tatuajes que hacer lo que su padre le dictaba.

De cualquier modo, debía de aceptar que en el fondo tomar esa decisión le costaba caro pues siempre tenía el dinero justo. Era Historia quien solía comprarle ropa nueva y pagar cualquier clase de lujo que los dos quisieran darse, cosa que le daba pena admitir.

Unas horas después de platicar con su madre y ayudarla en las labores domésticas, se dirigió a la casa de los Arlert pues los invitados empezaban a llegar.

Ese día era especial, el papá de Armin era una persona muy sociable, cosa que contrastaba mucho con la señora Arlert que era más bien retraída y solitaria, una personalidad que el mismo Armin había desarrollado, especialmente en su edad más temprana. A la señora Arlert no le solían gustar las fiestas grandes, sin embargo, al señor Arlert le gustaba pasarla bien con todos sus amigos y familiares por lo cual no dudó en invitar a todas las personas que él apreciaba, entre ellos los Jaeger y los Ackerman.

Eren se sorprendió al ver llegar a Kenny Ackerman de imprevisto junto a su amigo de toda la vida, Uri Reiss, quien al parecer estaba relacionado con la familia de su novia. Él siempre pensó que había algo entre ellos dos, pero que debido a su edad y del haber crecido en una época más conservadora, se negaban a decirlo abiertamente.

Tiempo después, también vio a Levi llegar junto a su esposa, la científica Hange Zoé. Juntos habían tenido un hijo que para ese entonces era ya un niño de 12 años que tenía la misma actitud hosca que su padre.

Eren se acercó a saludarlos con alegría.

— Mucho gusto verlo de nuevo, señor —dijo el menor de los Jaeger a Levi, éste lo observó con asombro, tenía tiempo que no lo veía y la apariencia desaliñada del castaño le había sorprendido bastante.

— ¿Qué carajos te pasó? ¿Por qué pareces un vagabundo? —le preguntó sin tapujos. Hange que estaba a su lado le dio un codazo.

— Respeta la moda de la gente joven, no todos quieren andar en camisa y pantalón de vestir como tú —lo regañó la científica. – Un gusto verte de nuevo, Eren.

— Una cosa es ser joven y otra muy distinta tener la apariencia de alguien que no se ha duchado por meses, parece que la universidad en vez de ayudarlo a ser un hombre de bien lo convirtió en un delincuente —se quejó.

Hange sonrió resignada y luego se dirigió a Eren. — Sabes que no se le da bien eso de ser amable, pero en el fondo lo que trata de decir es que te ha extrañado y está orgulloso de ti por haber terminado tus estudios, espero que te esté yendo bien —le dijo la mujer mientras le daba una palmadita en el hombro, Hange tenía esa virtud de ser en extremo paciente, no había persona que entendiera mejor a Levi que ella, estaba seguro de que esa era la razón por la cual se habían casado.

— Hola, tío. Mucho gusto —Todos voltearon en dirección a la voz que saludaba, se trataba de Mikasa que venía con Jean. Eren sonrió al verla.

— Tiempo sin vernos —contestó Levi, quien luego dirigió su mirada a Jean. — Eres su prometido, ¿No es así? Recuerdo haberte visto antes —preguntó curioso.

Jean y Mikasa sonrieron nerviosos.

— No, no estamos comprometidos. Sólo somos novios y sí, ha llegado a la casa antes —contestó la pelinegra apenada. Eren escuchó con sorpresa aquellas palabras pues la vez pasada que había visto a la chica, jamás le aclaró si estaba comprometida con Kirstein o no. Parecía que al final no era así.

— ¡Jeaaan boy! —escucharon la voz de Kenny por detrás, quien llegó y tomó a Jean del hombro con mucha familiaridad. — ¡Tanto tiempo sin verte, querido cuñado! —exclamó con alegría para después darle un abrazo. Eren confundido se acercó a Mikasa.

— Así que toda tu familia conoce a Jean —habló con cierto desagrado.

— No tienes idea, lo adoran. En especial mis tías —contestó algo fastidiada. – Y Kenny, dios, la vez pasada se emborracharon juntos, fue muy vergonzoso —le contó de mejor humor. – Por cierto, te veo muy solo, ¿No trajiste a Historia?

— Nah, odio sus fiestas familiares y ella las mías, además no queremos que crean que vamos muy en serio por eso hicimos la tregua de no acompañarnos a esta clase de eventos —respondió mientras metía las manos a sus bolsillos. — Pero parece que tú si vas en serio... —afirmó con cierta inseguridad, siempre lo hacía de tal forma ya que le avergonzaba preguntarlo directamente.

— No... Es, complicado —fue la única respuesta de la pelinegra.

Levi miró a Mikasa y Eren con cierto interés, él sabía de primera mano lo que hubo entre ellos dos de jóvenes, en realidad, gran parte de su actitud hosca hacia Eren era debido a eso pues no quería que abusara de la confianza de su pequeña sobrina a quien protegía con la vida. — Algo bueno deberías de aprender de ese muchacho... —dijo de pronto Levi dirigiéndose al menor de los Jaeger y señalando a Jean. — ...Él sí se viste como un tipo decente —dijo lanzando esa última frase como una pequeña bomba.

— Por dios, tío, cállese. —espetó Mikasa molesta. — Este par de inmaduros tiene una rivalidad absurda desde la niñez, que los compare es como si le echara gasolina al fuego —explicó Mikasa a la vez que se retiraba jalando a Jean de la manga para alejarlo de Kenny. — Vamos a saludar a los Arlert —le pidió a la vez que se iban.

Eren los observó marcharse y luego se sentó a lado de Levi quien se veía cómodo en la mesa bebiendo sangría a lado de su esposa.

Jean y Mikasa por su parte, se acercaron a la familia de Armin a quienes saludaron con alegría. Ellos no conocían a Jean por lo cual lo recibieron con algo de incomodidad. — Es mi novio —les explicó provocando sorpresa debido a que tenían muy grabado en la mente a Mikasa y Eren como pareja exclusiva, tanto que incluso muchos años después de su ruptura, los seguían imaginando juntos.
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Cuando Armin llegó, fue la sensación entre su familia. Los padres del rubio amaban a Annie, a quien ya conocían desde hace meses; la mayoría se refería a ellos de forma muy seria e incluso señalaban un posible compromiso, cosa que, para su sorpresa, Annie y Armin no tomaban para mal, se veían muy comprometidos el uno con el otro.

En ese momento, Mikasa se dio cuenta de que ella y sus dos amigos de la infancia habían crecido en un ambiente lleno de familias con parejas felices; los padres de todos estaban juntos desde que tenía memoria y hasta lo que sabía, llevaban matrimonios exitosos, quizá por eso para ellos también era sencillo establecer relaciones duraderas y con un alto compromiso, estaban ya acostumbrados a ver eso desde casa.

Una hora después de eso, empezó la comida. Era el cumpleaños número 65 del señor Arlert, pero lo que lo hacía verdaderamente especial era que ese mismo año había recibido un premio importante por su colaboración como antropólogo en el laboratorio más importante de Paradise y tal logro lo quería celebrar con la gente que quería.

Todos escucharon conmovidos el discurso que el hombre dio a mitad de la comida, recordando sus primeros años como investigador cuando viajaba por el mundo siendo joven. Una vez terminó, la comida continuó una hora más y pronto la mayoría de los invitados se fue retirando, quedando sólo los amigos más cercanos. Los hombres de las familias presentes se empezaron a reunir para jugar cartas y entre todos forzaron a Jean, Eren y Armin a participar.

Eren no lo quería aceptar, pero estaba muy celoso. De alguna forma podía aceptar que Mikasa y Jean estuvieran juntos pues ella no era de su pertenencia ni podía decirle qué hacer con su vida. Sin embargo, que Kirstein entrara al rango familiar al cual, en su cabeza, sólo Armin y él tenían acceso, le pegó con mucha fuerza, mucho más al ver lo bien que era aceptado Jean por los Ackerman.

La mamá de Mikasa era la que más contenta se veía con la presencia de Jean pues muchas veces le daba atenciones especiales y le preguntaba por su comodidad. Cada vez que la señora Ackerman iba hacia Jean para darle un postre o establecer una conversación amena, sentía que le hervía la sangre, en especial porque cuando él salía con Mikasa, solía recibir los mismos tratos amables y cariñosos por parte de la progenitora de su ahora exnovia, sentía que lo estaban desplazando y eso lo quemaba por dentro.

Cuando ya no lo soportó más, se alejó de la mesa de hombres y salió a la puerta principal donde, para su sorpresa, encontró a Mikasa.

— ¿Qué haces acá? —le preguntó curioso.

— Siempre me aburro rápido. Annie estaba conmigo, pero la señora Arlert y tu mamá se la llevaron para hablar sobre cosas de matrimonio y, ya sabes, eso me da escalofríos —le explicó mientras sacaba de su chaqueta un cigarrillo, Eren observó el gesto con gracia. Creyó que Mikasa ya no fumaba.

La pelinegra le ofreció uno también y los dos fumaron juntos sentados en las escaleras de la entrada.

— Entonces se arruinó la propuesta de Jean por culpa de Connie —aseguró de nuevo por miedo a preguntar directamente.

— No, me dijo que no me daría el anillo —le confesó más calmada. — Me daba pena decirlo, pero bueno, las cosas entre Jean y yo no van de maravilla. Tampoco van mal, pero, es raro decirlo, simplemente siento que somos un cascarón vacío... —le explicó repitiendo las palabras que Kirstein ocupó para describir su relación con anterioridad.

— Oh, una pena —respondió el castaño sin saber qué decir. — Oye, por qué no vamos a tu casa a escuchar esos discos viejos que guardabas debajo de tu cama —sugirió levantándose del suelo y animándola a irse de ahí.

— ¿Crees que sea buena idea? Jean me va a buscar.

— Da igual, tiene un celular, puede llamarte en cualquier momento —le respondió mientras le estiraba la mano tentándola a seguirlo.

Mikasa lo pensó un par de segundos, pero pronto aceptó. Caminaron hasta el otro lado de la calle donde se encontraba la casa de sus padres, los Ackerman. Al entrar, Eren notó las leves diferencias en la casa pues tenía años que no entraba. Juntos subieron las escaleras hasta la habitación de Mikasa que era la que daba al patio trasero. Cuando pasó la puerta, Eren notó lo vacío que estaba, tenía sólo un par de cosas que eran las que ella había decidido dejar cuando se mudó de ahí.

La pelinegra se agachó y sacó de debajo de su cama una caja llena de discos de las bandas de rock que escuchaba en la secundaria. En ese entonces estaba obsesionada con coleccionar álbumes por lo que cada semana traía uno nuevo que le mostraba a Eren, de hecho, por diversión solían jugar a que eran pretenciosos críticos de música que les daban bajas calificaciones a todos los discos sin importar si eran buenos o no, esto imitando la actitud pretenciosa de Zeke, que cuando eran niños solía criticar sus gustos musicales constantemente.

Los discos se habían vuelto un chiste local que sólo ellos dos entendían, incluso habían anotado las puntuaciones de cada uno de ellos en notas adhesivas que adherían sobre la caja del disco; en ese entonces habían inventado cinco categorías que iban desde malo hasta vomitivo siendo "malo" la categoría mejor puntuada.

— Tú dime, ¿Qué checamos? ¿Malo, vomitivo o mediocre? —preguntó ella mientras revisaba la caja con una sonrisa.

— Hoy tengo ganas de oír algo mediocre —contestó él mientras conectaba la vieja grabadora de Mikasa al enchufe.

— Ok, hoy toca "The Dark Side of the Moon" de Pink Floyd – anunció ella mientras sacaba el cd del álbum y dejaba que Eren lo reprodujera.

— ¿Alguna canción en específico? —preguntó él.

— Tengo ganas de oír Us and Them —contestó nostálgica, ellos dos adoraban esa canción.

Cuando la música empezó a sonar, se acostaron en el suelo como lo hacían de adolescentes, cerraron los ojos y se dejaron llevar por el suave ritmo envolvente del saxofón.

Ninguno de los dos lo dijo, pero sin saberlo, se pusieron a recordar juntos. Esa canción era la misma que habían oído durante la graduación, aquella famosa noche donde los habían encontrado besándose en los baños. Mientras sus compañeros bailaban por todos lados, Eren y Mikasa se la habían pasado sentados en la mesa cuidando de las pertenencias de todos, incluidas las de Armin y compañía. Ni a él ni a ella se les daba bailar, y mucho menos la música cursi que ponían en esos eventos.

Eren se acercó a Mikasa para hablarle al oído pues la música alta no les permitía conversar apropiadamente.

"Odio esta canción"

"Yo también" respondió ella.

"Además la música romántica boba arruina todo" agregó él molesto.

"La odias porque no sabes bailar, ¿Cierto?" se bufó ella.

"Bueno, sí. Es verdad, quizá si no diera asco bailando no la odiaría tanto" se confesó él.

"Creo que me pasa lo mismo, ojalá pusieran música para no bailar"

"Traje mi reproductor de CD portátil y unos audífonos, si no te resulta ridículo, podemos salir de aquí y escuchar música en un lugar donde no haya gente"

Mikasa lo miró sorprendida, pero aceptó de inmediato y los dos salieron de la cancha escolar donde habían hecho el baile improvisado. Caminaron hasta los baños traseros que estaban cerrados y al llegar, descubrieron asombrados que el lugar estaba vacío.

"Estoy sorprendido, te juro que me imaginaba que habría al menos tres parejas aquí besuqueándose" señaló el castaño en broma.

"Al parecer todos querían bailar, incluso gente como Hanna y Franz estaban allá" mencionó Mikasa en mofa.

Eren y ella se sentaron en el suelo y el castaño reprodujo el único disco que traía, pronto empezó a sonar Us and Them.

"Mi canción mediocre y vulgar favorita" comentó la pelinegra mientras se acomodaba el audífono.

"Es buena, pero eso no le quita lo mediocre, Mozart lloraría sangre si le pones esa basura en el oído" contestó él siguiéndole el juego.

Después de un rato sentados oyendo la canción, Eren no se resistió a abrazar a su novia que aquel día lucía especialmente bonita. Abrazados empezaron a susurrarse el uno al otro un montón de cosas.

"No quiero que te vayas" confesó él avergonzado mientras escondía su cabeza en el hombro de Mikasa.

La pelinegra bajó la mirada triste.

"Yo tampoco, pero debo hacerlo. Aun así, no quiero que lo nuestro termine, al menos yo estoy dispuesta a esperar por ti" le dijo con el rostro completamente rojo.

"¿En serio?" preguntó él conmovido.

""

"¿Incluso si toma años?" preguntó Eren inseguro.

"Sí..." respondió con la voz incluso más queda, casi se suelta a llorar, cosa que no pudo hacer al sentir cómo Eren se le acercaba más al punto de recostarla bajo él en el suelo del baño.

"Eren ¡No! Nos van a descubrir" se quejó colorada.

"No creo, todos están divirtiéndose allá dentro, seguro que ni han notado nuestra ausencia" le dijo él tratando de calmarla.

El chico la empezó a besar suavemente, tratando de usar sus ojos verdosos para distinguir el pálido rostro de su novia en la oscuridad. Ella le devolvió el beso mientras le acicalaba su suave y sedoso pelo castaño con dulzura, acto que estimuló más al muchacho que pronto bajó al cuello largo y delgado de Mikasa, en un inicio, con la única intención de apreciar mejor el delicado aroma de su perfume.

Mikasa cerró los ojos dejándose llevar por el tierno tacto de la boca húmeda de Eren sobre su piel. Se sentía tentada a gemir, pero no lo hizo por pudor, en vez de eso, prefirió concentrarse en oír la siguiente canción que, aunque ya no traía los audífonos puestos, podía escuchar con claridad debido al silencio de la noche.

Se mantuvo así un par de segundos más hasta que el sonido de unas pisadas acercándose la alertaron, para cuando reaccionó y abrió los ojos ya era muy tarde: Armin, Sasha, Connie y Jean estaban frente a ellos observándolos con dureza.

— ¿¡Qué carajo estás haciéndole a Mikasa, maldita escoria?! —gritó Jean colérico al ver a Jaeger sobre ella.

De ahí recordó la risa de todos mientras se levantaban del suelo y los obligaban a volver, por meses estuvieron burlándose de ellos llamándolos los nuevos Franz y Hanna.

Mikasa abrió los ojos y vio el techo de su habitación con detenimiento, recordaba que de la misma manera que en ese momento, solía ver el techo cuando ella y Eren estaban juntos teniendo sexo, el no mirarlo y concentrarse en las sensaciones y sonidos siempre la estimulaban. Pensar en eso la avergonzó demasiado.

La pelinegra se levantó del suelo y de forma rápida desconectó la grabadora, acto que descoló al castaño que seguía concentrado en la música.

— ¿Qué pasó? ¿Ya no quieres oír el disco? —preguntó.

— Deberíamos de volver a la fiesta, Jean me debe de estar buscando y no va a poder soportar por sí solo a toda mi familia. —contestó mientras volvía a guardar la caja bajo su cama.

— ¿De qué hablas? Si parece que se lleva fenomenal con ellos —refunfuñó aún descontento.

— Bueno, no creo que le guste que tú y yo estemos acá solos, sabes... —explicó con timidez.

Eren suspiró profundamente y se llevó una mano a las sienes.

— Mikasa, no estamos haciendo algo malo e incluso si...— se detuvo.

— ¿Incluso si qué? —preguntó intrigada.

— Él no tiene ningún derecho a decirte con quién pasar el rato, además, somos amigos desde la infancia, él debería entender que tiene menos derechos —explicó casi como un berrinche. Mikasa quedó estupefacta al escuchar las palabras que Eren había usado.

— Disculpa... ¿Menos derechos? ¿De qué diablos hablas? Es mi novio, es mi pareja, vivo con él desde hace dos años casi tres, me parece que no está bien que ande sola en la casa de al lado contigo porque eso podría malinterpretarse.

— ¿Malinterpretar qué? Somos dos viejos escuchando música, no estamos haciendo nada raro, maldita sea.

— ¡Pero él podría mal pensar!

— ¿¡De qué carajo hablas?! ¡Mikasa, no te he tocado ni el puto hombro! —exclamó exacerbado. De nuevo otro de esos jodidos silencios incómodos, en especial por parte de Mikasa que estaba furiosa por la forma en que Eren trivializaba cualquier tipo de interacción entre ellos.

La muchacha se levantó con la intención de irse, pero Eren no se lo permitió al pararse frente a la puerta que él mismo ya había cerrado.

— Eren, por favor vámonos de aquí —le pidió lo más relajada que pudo.

— Primero quiero hablar contigo, actúas muy raro. Creí que ya lo habíamos superado, siento que si te toco un pelo me vas a poner una denuncia por acoso y no entiendo por qué, por qué no podemos tener el trato de dos personas normales —habló con un tono duro en la voz. Mikasa bajó la mirada avergonzada, tal cual como él se lo imaginó, ella no hizo ningún esfuerzo por quitarlo de la puerta, parecía que la joven evitaba a toda costa tener contacto físico con él.

— Estoy muy molesta, Eren —le aclaró con la voz baja.

— ¿¡Por qué!?

— ¡Porque actúas como si nuestra relación jamás hubiera pasado! —gritó furiosa.

— Eso es mentira...

— Eres un idiota. Es obvio que no debería estar encerrada en una habitación sola contigo, parece que has olvidado que alguna vez cogimos en este cuarto, no quieras disfrazar lo que pasó porque incluso si somos amigos, eso no quitará que fuimos pareja —soltó de repente, todavía evitando el contacto visual.

Eren apretó los puños y cerró los ojos, estaba nervioso, sabía que ella tenía razón, pero no quería pensar en eso. Sabía que en el fondo su amistad no sería igual porque el hecho de que fueran pareja cambiaba la perspectiva de todo, en especial cuando dicha relación había marcado a ambos tan profundamente.

— Te juro que lo he superado... Me avergüenza decir esto, pero estuve yendo a terapia un tiempo para aprender a controlar mis emociones y lidiar con ellas —le explicó a la vez que se dirigía al viejo mueble donde guardaba su ropa, el castaño observó sorprendido lo que sacaba de ahí: aquella vieja bufanda roja.

— La he guardado, pero ya nunca la llevo conmigo, eres importante para mí, pero ya no eres parte de mi vida, no como antes... —dijo mientras suavemente acariciaba el trozo de tela. – ...Puede que para ti sea estúpido, pero en su momento fue una decisión difícil para mí, el no cargar ni con esa bufanda ni con esos discos me hace sentir fuerte. Acepté venir contigo aquí porque quería comprobar si me seguía afectando ver todo esto junto, lamentablemente me sigo sintiendo incómoda con todo esto presente, espero lo entiendas —dijo a la vez que volvía a dejar la bufanda en el mueble. — ¿Entiendes qué quiero decir con esto, Eren? —le preguntó apenada.

— Te seré honesto, estoy muy confundido —contestó apresurado a la vez que se retiraba de la puerta. — Mikasa... —la llamó con suavidad. — ¿Realmente quieres a Jean? —preguntó tímidamente. La pelinegra se puso tensa, esa pregunta le caló en lo más profundo.

Ya no lo aguantaba más, cada vez que estaba con Eren sentía que necesitaba hacer un enorme esfuerzo emocional, era muy distinto a los días en lo que su compañía reconfortaba al otro, ahora el sólo verle le aceleraba la respiración y le exigía un gran esfuerzo para actuar de forma natural.

— Si no lo quisiera no estaría con él —contestó dolida, ni ella estaba segura de sus palabras.

La pelinegra salió de la habitación cabizbaja, Eren por su parte, permaneció ahí parado, decepcionado de haber oído eso. Una vez solo, se quedó pensando una y otra vez en las palabras de Mikasa, en sus movimientos, en sus acciones. No quería sonar como un obsesivo incapaz de aceptar el rechazo, pero la conocía bien y en el fondo sabía que estaba mintiendo, de cualquier forma, no podía obligarla a dejar a Jean para que estuviera con él, ni siquiera él se veía capaz de abandonar a Historia de un día para otro para volver con Mikasa. Simplemente se dio cuenta de lo inmaduro que era por querer retenerla incluso después de tanto tiempo, le costaba aceptarlo, pero ella tenía razón, eran tiempos distintos y debía empezar a aceptar que lo suyo llegando a ese punto de sus vidas, era prácticamente imposible.

Continuará...

NOTA DE AUTOR: Espero estén disfrutando del fic 😊 espero sus comentarios, me gustaría saber su opinión. ¡Lindo día!