Un millón de personas se pusieron triste alrededor de la muerte del gato.

Sin embargo, él ni una sola vez lloró.

Al gato realmente no le importaba morir.

Una vez el gato no le perteneció a nadie, se volvió un gato salvaje.

Esa fue la primera vez que él era su propio dueño.

De alguna forma, ya que era muy hermoso, se convirtió en un gato salvaje ridículamente bello.

Muchas gatas hembras deseaban convertirse en la esposa de aquel gato.

Le llenaban de regalos, dinero y acicaladas de pelo.

"He muerto millones de veces"

El gato siempre alardeaba diciéndolo.

Pero, él no amaba a nadie más que a si mismo. Muchas hembras deseaban convertirse en la pareja de aquel gato, por eso era envidiado por muchos gatos macho.

Pero solo un gato pasaba de él.

Un gato negro de una débil sombra y una presencia de ensueño.

El gato se acercó al gato negro y le dijo-

¡He muerto millones de veces!.

A lo que el gato negro solo respondio-

Ya veo.

El gato se enfadó, puesto que se amaba bastante a sí mismo.

Así que al día siguiente y al siguiente y los siguientes, el gato iría con el gato negro para continuar diciéndole- Como ya he dicho, ya he vivido millones de veces y tu ni siquiera has terminado de vivir ni una sola vez, ¿Cierto?.

Así es - contesto el gato negro.

Tch - emitió el gato blanco, pero inmediatamente volvió hablar- Yo soy diferente a ti, puesto que he vivido un millón de veces -hizo una pausa y continuo- He sido el gato de un rey y vivía en un palacio, también he navegado alrededor de los siete mares, aún que en esa ocasión me ahogue, incluso fui la compañía de un niño, comíamos un montón de dulces.

El gato negro nisiquiera se inmutó.

¡Como también fui gato de circo mis reflejos son excepcionales y puedo imitar a las personas!, ¡además el mago de aquel tiempo era bastante mal hablado!.

El gato negro por fin lo miro a los ojos y fue la primera vez desde hace millones de años que el gato blanco se quedo sin habla, al ver aquellos hermosos ojos amatista, que le decían todo y a la vez nada, nunca en ninguna de sus vidas había contemplado algo tan maravilloso.

Ah -fue lo único que salió de su boca, acompañado con un leve sonrojo.

Yo... un millón de veces, yo -dijo el gato blanco.

Un millón de veces...

¿Esta bien... si me quedo junto a ti? -pregunto tímidamente el gato blanco.

El gato negro lo miro por unos largos minutos, lo que para el otro parecieron horas.

Esta bien -respondió el gato negro a la vez que le daba una pequeña sonrisa.

El gato blanco estaba que no cabía en tal felicidad. Se apresuró a saltar encima del gato negro y gritar un enérgico y sonoro.

¡GRACIAS! -dijo el gato blanco.

Como un niño pequeño y es que eres tontito, por favor quitateme de encima -le pedia el gato negro.

Desde aquel día el gato blanco siempre estuvo con el gato negro.

El gato blanco nunca más dijo,

"un millón de veces".

Aunque el gato negro era un gato cuya apariencia no correspondía con la forma en la que hablaba. Se adaptó bastante bien a él.

El gato blanco empezó apreciar más al gato negro que a si mismo.

No importaba cuándo, el gato blanco siempre estaba cerca de donde el gato negro estaba. En cualquier lugar, en cualquier momento, los dos siempre estaban juntos.

Vegetta, mira flores -llamo el gato blanco.

A la Rubius, que es verdad -contesto el gato negro.

El gato blanco tomó entre sus manos una esas pequeñas flores, esta destacaba entre las demás por su precioso color lila, la colocó con cuidado y sin prisa detrás de la oreja del gato negro, este no puso resistencia solo se dejó hacer.

Luce preciosa en ti -dijo el gato blanco.

Un suave- Gracias -fue lo que salió de los labios del gato negro, seguido de un hermoso sonrojo.

El gato blanco también se sonrojo.

Rubius deseaba vivir por siempre al lado de Vegetta.

Pero un día...

Mientras se recostaba, aquel gato negro lenta y calladamente dejó de moverse.

El gato blanco se había ido solo por un rato y cuando volvió, pudo observar como los ojos de Vegetta permanecían profundamente cerrados.

E- Estas durmiendo, bobo -hablaba animadamente el gato blanco- ¡Mira recogi algunas fresas!, levantate.

Pero no recibió respuesta...

Ni siquiera una queja o un "calla pesado"

Rubius solo siguió.

¡Mira!, no mencionaste que querías comer fresas -decía contento el gato blanco- ya que ya estaban Rojas recogi muchas.

Ah eso me recuerda. También había manzanas, moras y otras cosas más. Que se veían muy deliciosas -poco a poco el tono alegre del gato blanco empezó a apagarse con forme seguía hablando- así que la próxima vez vayamos los dos...

Juntos.

En su cabeza solo pasaron memorias de lo que había vivido con aquel gato negro, los veranos, los otoños, los inviernos y también las primaveras.

Todo le cayó como un balde de agua fría.

El gato blanco se derrumbó.

y entre sus brazos tomó aquel gato que alguna vez fue dueño de unos preciosos ojos amatista, acaricio lentamente su rostro hasta que no pudo más... solto en llanto, un llanto tan lastimero y desgarrador.

Aquella fue la primera vez que el gato blanco lloró desde que había nacido.

El gato que ya había muerto millones de veces, levantó su voz y lloró por primera vez.

Hasta que se hizo de noche, después de día, otra vez de noche y día.

Una y otra vez, el gato lloro millones de veces.

Una y otra vez hasta la noche y la mañana.

Un dia el gato se recostó junto al gato negro, y lenta y calladamente dejó de moverse.

Aquel gato no volvió a despertar.

Rubegetta

Joder que el puto tren no se apura en llegar -dijo un joven alto de cabello blanco y cuerpo delgado, bastante guapo dirían algunos.

El hombrico se estaba comenzando a desesperar.

Puesto que llevaba aproximadamente 30 minutos parado en aquella estación en la espera del tren que se supone lo llevaría a casa, pero este no hacia acto de presencia- mierda, tendré que tomar el que me llevaba por el camino largo.

Y así lo hizo, en cuanto las puertas de este se abrieron el joven rubio las atravesó al momento, quería buscar un buen lugar y es que era normal que los trenes se atiborraran de personas. Pero lo curioso fue que eso no pasó. Las puertas nuevamente se volvieron a cerrar y el tren empezó avanzar lentamente.

Rubius se sintió algo avergonzado por haber entrado de esa manera tan "aceledara" al tren- Dios... que bobo -se dijo así mismo.

Después de un rato dejo de pensar en eso casi por completo y empezó a mirar atraves de la ventana que se encontrada atrás de el, la vista de noche definitivamente era todo un espectáculo de luces y más aún desde las alturas. Pero cuando llegaron a un túnel que tapó por completo su vista al exterior se percató de algo.

Y es que gracias al reflejo de la ventana se dio cuenta de la intensa mirada que el chico que estaba sentado frente a el le estaba dando. Rubius desde el primer momento en que vio aquellos ojos color morado sintió una inexplicable pero hermosa conexión con él.

Giro su cabeza para verle mejor y oh por Dios... este lo seguía viendo. Rubén penson que el chico apartaría la vista al verse descubierto pero hizo todo lo contrario.

Le sonrió.

El peliblanco tragó grueso, empezó a sentirse algo nervioso y sentía que las manos le sudaban un poco. Y es que como era posible que aquel tío que a simple vista se notaba que era mucho más bajo que el lo pusiera de esa manera solo con verlo.

Estuvo así un rato más pensando en si o no acercarse a él y al final lo decidió, se puso de pie y con ayuda del tubo que estaba frente a él es que pudo mantener el equilibrio. En ningún momento el chico de cabellos negros dejó de mirarle, al contrario su sonrisa se había hecho más grande.

Hola -dijo Rubius.

Hola -le contesto el pelinegro.

Y hasta ahí había quedado su habla, no sabía que más decirle y no quería soñar como un acosador ni nada por el estilo. Dios... ¿que podía hacer?.

"Un millón de veces" -dijo el chico.

Rubius se quedó helado por un momento, ¿como es que el... conocía eso?. Entonces el chico continuó.

El gato que vivio un millón de veces y fue amado por un millón de personas también -le siguió mirando- jamás soltó ni una sola lágrima por la desdicha de estas -Rubius empezó a soltar una cuantas lagrimas- y eso fue así... hasta que un día un hermoso y guapísimo gato negro llegó a su vida y cuando el gato blanco lo perdió, este lloro y no una sola vez si no millones de veces.

Rubius se dejó caer de rodillas frente aquel hombre que ahora también lloraba con él... su amado Vegetta. El ser que tanto amo en su vida pasada y que siguió amando se encontraba en estos momentos frente a él.

V Vegettita -dijo entre cortado el rubio, el contrario solo asinto. Ese gesto fue más que suficiente para que Rubius lo envolviera entre sus brazos.

Tranquilo chiqui... aquí estoy -dijo Vegetta.

La parada de Rubius hace mucho que ya había quedado atrás al igual que la del pelinegro. Pero poco podía importarles a eso dos ahora mismo. Ninguno de los dos tenía pensado soltar al otro, Rubius creía que si lo hacía lo volvería a perder y eso era algo por lo que no deseaba pasar otra vez.

Mientras que Vegetta no era que no quisiera, es que no podía. El chico lo tenía tan bien agarrado que le era imposible separarse de él. Pero tampoco le desagradava así que lo dejo ser.

Ya chiqui -dijo Vegetta que estaba a casi nada de quedarse sin aire.

L lo siento... -dijo este tallándose el rostro para secar sus lagrimas- pero estoy tan feliz de volverte a ver, que no lo pude evitar.

Vegetta le sonrio- y yo a ti, me alegra de verte otra vez tontito -el más alto soltó una pequeña risa.

Tu partida -su voz se escuchaba tan triste que parecia que volvería a llorar otra vez- realmente me afectó mucho -pero aún así le sonrio- y es que ¿porqué tuve que darme cuenta de que tenía a alguien realmente valioso, cuando ya no estaba conmigo? -de río un poco- la vida fue realmente injusta.

Pero eso ya paso cari -le dijo suavemente el pelinegro- ahora me tienes otra vez contigo -le sonrio- y esta vez por mucho mucho más tiempo.

Rubius coloco su cabeza en el regazo del otro y empezó a llorar. Vegetta por otro lado le acariciaba el cabello para que este se calmara y así lo hizo. Estuvieron tan tranquilos y en paz que no se dieron cuenta en que momento ambos se quedaron completamente dormidos.

¿No deberíamos despertarlos? -dijo uno de los conductores del tren que ya hace mucho que había llegado a la estación.

No, déjalos ser -le contesto su compañero que también veía como aquella pareja dormía tan profundamente.

Probablemente al día siguiente ambos sentirían en el cuerpo horribles dolores, pero eso sería mañana y ahora los dos querían vivir el momento de haberse encontrado nuevamente y de una cosa estaban seguros.

Que Rubius jamás dejarían ir Vegetta denuevo y viceversa.

Fin.