¡Hola de nuevo!

¿Cómo están mis queridas y queridos lectores?

Espero este mes les haya ido muy bien y que el "cliffhanger" pasado no los haya dejado demasiado colgados.

Los dejo con un nuevo capitulo que espero les guste.

Entraron y vio como las puertas se cerraron detrás de él. Realmente no quería estar aquí, no ahora, no con él. Al menos debía agradecer que escogió lugar sin público, más como que tenía que asegurarse que no hubiera testigos innecesarios. Tomó aire profundamente, era hora de enfrentar lo que evitó por mucho tiempo. No podía escapar, no debía siquiera intentarlo, porque con esto, tal vez por primera vez desde entonces, podría encontrar un poco de paz interior. Al menos eso deseaba.

Capitulo 6. Tiempo Fuera

Verla bajarse de la moto con un salto rudo pero elegante, lo prendió de maneras que jamás pensó. Nunca consideró que una mujer en este deporte podría ser atractiva para él, pues consideraba que su estilo era una mujer fina, delicada, con un cuerpo pequeño que encajara en sus brazos perfectamente y que supiera satisfacer sus deseos con intensidad. La chica que lo miraba con ojos inocentes, claramente no era ninguna de esas cosas en su lista.

— ¿Necesitas algo? — habló con una voz suave, pero con un tono duro —. Si no, dame permiso ¿sí?

Y con un gesto, lo empujó ligeramente a un lado, alejándose con genuina molestia de él. ¿Qué clase de cara estúpida tenía en este momento? Se analizó por un par de segundos, ¿cómo es que no actuó como…? Levantó la mirada, encontrándose con la mirada de otra corredora. ¡Exacto! ¿Cómo es que no actuaba como ella? Prácticamente se lo estaba comiendo con los ojos y estaba sonriéndole seductoramente mientras acomodaba con delicadeza un mechón de cabello detrás de su oreja. Las mujeres venían a él, sea por la razón que sea, no él tras ellas.

¿Entonces porque había caminado hacia ella y se había quedado sin decir una sola palabra como un estúpido? Parte de su orgullo había sido lastimado, otra parte de él quería acercarse más a ella, conocerla y… sentirla. Una alarma se disparó en su interior, intentó recordarse a sí mismo que algo como el amor a primera vista era una historia para dormir. Así que decidió que calmaría su sed de curiosidad primero y después pensaría en llenar su lujuria, la cual era obvia.

Recopiló toda la información que pudo de ella, descubriendo que era un nuevo tipo de mujer en su vida. La primera y más obvia cuestión, no tenía novio, nadie había conocido alguna pareja romántica de ella. Muy buenas noticias, las otras… no tanto. No le importaba nada más que el motocross y su familia. Había hecho su respectiva investigación de campo, su popularidad en este momento no era la más grande, pero tenía una base estable de fans, los cuales se habían aventurado a invitarla a salir varias veces y antes de sonreírles profesionalmente les lanzaba una mirada irritada mientras les soltaba un rotundo no. Y debía admitir que un par de esos mocosos estaban a la altura de él, claro en aspecto solamente, si lo consideraba él era el mejor candidato, con los mejores parámetros. Aunque no hacía falta un genio para saber que a una mujer como ella no le importaban los "buenos parámetros".

Pensó larga y duramente en cómo podría conquistarla para llevarla a la cama y por fin alejarla de sus pensamientos, pero un día sin más, coincidieron con un empujón de la vida. Él iba saliendo de una ponencia que presentó en Shinjuku, una donde habló acerca del rendimiento casi perfecto que las partes que SK producía tenían y además de cómo pronto comenzarían con su propia línea de motocicletas, deportivas, motocross y más. Nunca esperó encontrársela tan lejos de donde sus ojos la vieron por primera vez. Chocaron hombro con hombro y tiró varios papeles que tenía en su mano. Se pasmó por un momento, sin lograr concebir esta coincidencia tan increíble. Rápidamente se agachó y le ayudó a recoger sus papeles. Sin saber qué decir su mirada se pasmó en una hoja, era del catalogo de SK y la pieza que acababa de exponer, pero tenía anotaciones sobre diversos modelos de motocicletas y las posibles modificaciones para un mejor rendimiento en la arena. Era bastante increíble haber desarrollado algo tan detallado y complicado como esto.

— Creo que, si pretendes usar esta pieza, es mejor que te esperes a la actualización que saldrá a la venta dentro de un par de meses. Es una pieza cara, así que hay que explotarla al máximo — continuó leyendo la hoja — y si la quieres usar de esta manera deberías pedir una asesoría con alguien dentro de SK, hay un par de ajustes que hacerles a estos cálculos. Aunque mi consejo es que pidas la instalación por parte de un mecánico profesional que esté certificado bajo la empresa, no dejes que cualquiera toque algo tan preciado.

— Lo sé — fue lo único que obtuvo como respuesta y hubo un silencio seco mientras continuaba recogiendo sus papeles. Maldita sea, su lado profesional había tomado riendas en lugar de enfocarse en la oportunidad que la vida le dio. Levantó la mirada lentamente, esperando encontrarse con el gesto molesto que ya conocía, pero no. Su corazón saltó a su garganta cuando esa sonrisa grande, bella y sincera se posó sobre él. La primera que había visto en todo este tiempo. Le tendió una mano —. Soy Sakuno, mucho gusto. Sé que estos cálculos no están bien al cien por ciento. Tú eres alguien de SK, ¿no? ¿te puedo hacer un par de preguntas? Prometo que seré breve.

¿Qué demonios? Aceptó sin dudarlo, platicaron por horas sobre motos y al final logró obtener su número celular. Desde ahí todo fue magia. Caminó sobre el vidrio con pasos pequeños y seguros, pero disfrutando cada momento y entendiendo que Sakuno realmente era el epitome de sinceridad, honestidad y trabajo duro. E intentó responder de la misma manera, porque sabía que no podría ganarse su corazón si hablaba con pretensión y falsedad. No tardó en entender que estaba equivocado. Lujuria nunca fue su deseo, estaba perdidamente enamorado de esta mujer y esto ya no se trataba de solo llevarla a la cama.

Aunque, conforme aumentaba su felicidad, también su miedo. Había demasiadas cosas con las que lidiar, con quién… su padre no estaría contento con estas noticias, especialmente porque él solo veía a las mujeres como un simple pasatiempo y un medio para obtener placer, pero él estaba cambiando. Por primera vez se imaginaba un futuro feliz, con Sakuno a su lado. Dios, el día que la tuvo en sus brazos pudo haber llorado de la felicidad. Todo iba tan bien, hasta que la vio en la cena informal de negocios que SK solía tener en aquel bar donde todos los secretos estaban bien guardados. Ahí entendió que su padre realmente controlaba cada aspecto de su vida y por primera vez, eso parecía una mala cosa.

Cuando lo dejó, cuando ignoró sus mensajes y cuando no la vio más, se volvió loco. Se ahogó en trabajo y más trabajo. Intentando no pensar en el hecho de que Sakuno lo había abandonado, por un lado, era obvio, su naturaleza no era una que podía aceptar a alguien que sería dueño de un todo como SK. Era un alma demasiado libre para atarse a alguien quién, a pesar de poder hacer lo que quisiera, en realidad no podía hacer nada que a su padre no le pareciera. Estaba bien. Había evitado el enfrentamiento entre él y su padre, eso era suficiente.

No. No lo era.

La quería a su lado, la quería de nuevo en sus brazos. El tiempo pasó y por fin la pregunta surgió. ¿Cómo estaba Sakuno? ¿Qué había hecho de su vida? Y la información, extrañamente, fue difícil de conseguir. No tardó mucho en atar los cabos, su padre, en lugar de una sutil advertencia había lanzado una bala mortífera… y había dado en el blanco.

Caminó enojado, enfurecido, hecho una rabia. Estaba en el borde de la locura.

Avanzó por el pasillo, con grandes y sonoras zancadas. Aventó las puertas con fuerza, ignorando a la secretaria que llamaba su nombre con angustia. Entró y se plantó enfrente de su escritorio. Frío e indiferente como siempre, terminó de firmar tranquilamente el documento en sus manos, lo acomodó en su folder y lo colocó cuidadosamente a un lado. Por fin levantó la mirada mientras se recargaba por completo en su lujosa silla de piel.

— Está bien, Martha. Disculpa la falta de educación de este muchacho, puedes regresar a tu puesto — levantó la mano ligeramente y le dedicó una sonrisa, tranquilizando a la mujer, la fiel secretaria que no dejaría pasar a nadie, incluso a su hijo, sin cita. Ésta solo hizo una pequeña reverencia y se fue, cerrando las puertas con ella —. ¿A qué se debe tan efusiva visita, mi querido hijo?

— Ambos sabemos que sólo soy un heredero para ti, así que podemos dejar el acto a un lado — su sonrisa amable desapareció al instante, dejándole el paso a una mirada que claramente expresaba su desaprobación. Así había sido toda su vida. Pretender ante el mundo que era un padre responsable y a su manera cariñoso, pero no era más que un bastardo egoísta con una sed insaciable de dinero y poder —. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué la alejaste de mí de esa manera? ¡¿Quién te crees para decidir toda mi vida?!

Su enojo explotó, su garganta ardió al gritar con todas sus fuerzas. Y todos sus sentimientos hirvieron más al verlo rolar sus ojos en blanco.

— Después de todo este tiempo, ¿uh? — le mostró una sonrisa soberbia, la cual desapareció en un segundo —. Así que realmente no tienes cerebro para pensar por ti mismo, ¿cierto? ¿Por qué razón me vería en la penosa necesidad de arreglar tus problemas? Porque eres un inútil que no sabe ni siquiera distinguir en una mujer para jugar un rato a una que traerá beneficios a esta empresa.

— A diferencia de ti, Padre, mi vida no solo es la empresa. Encontré algo, a alguien que me hizo feliz aparte de mi trabajo. No quiero y no pienso crecer como un hombre viejo, solo y que será abandonado al final porque no tiene a nadie en quien confiar. Ella era perfecta para mí, fuerte, valiente, centrada, independiente…

— Una patética mujer que quiere ser una "estrella del motocross" — marcó las comillas al aire con sus dedos —. No es alguien que deba mezclarse con nosotros, Kintarou. No puedes pretender que tirarías la cuchara de oro con la que naciste por una mujer como ella.

— Si está llevando a mi hijo, podría hacer eso y más, Padre — su viejo padre le lanzó una mirada de sorpresa y se puso de pie en un impulso. Lo sabía. Había descubierto eso que tanto había tratado de esconder de él. Aprovechando el momento, se le acercó lentamente y se inclinó sobre su escritorio, quedando a centímetros de él —. Así es, ¿crees que no me iba a enterar? Piensas que solo soy un pobre mocoso que disfruta de lujos, fiestas y alcohol, pero desde hace mucho, padre, aprendí cómo funciona este mundo. Traeré a esa mujer, como tú la llamas, a mi lado y la mantendré ahí toda mi vida. Sin importar lo que tú o los demás digan. Así que termina con tus estúpidos juegos y déjala en paz.

— Por favor, un embarazo accidental — resopló a través de su nariz —. Como si alguien se pudiera creer eso. Esa ha sido y siempre será la manera en que las mujeres intentarán atarte a ellas para poder exprimir cada centavo que tengas. A veces confiar y creer en las personas te puede hacer daño, Kintarou. Así que toma tus decisiones con cuidado.

Las palabras se negaron a salir y la furia le hizo temblar, él mismo tenía miedo de que fuera así, porque había experimentado esa situación muchas veces. Donde él sabía que no era verdad, pues siempre se cuidaba, pero esa vez… Su pasión y deseo por ella era tanto que simplemente se abalanzó sobre la situación. Cuando notó que él era su primer hombre, todo razonamiento se perdió. Soltó una pequeña risa. Probablemente no le importaría si fue a propósito, la amaba lo suficiente para ser un tonto por ella toda la vida. Aunque también conocía a Sakuno lo suficiente para saber que ella no haría algo así, probablemente esa era la razón por la que no lo había contactado todo este tiempo.

Le lanzó una última mirada a su padre, sintiendo lastima y determinación a la vez.

Él sería feliz con Sakuno a su lado.

Salió del baño, secándose sus manos en su pantalón, cuando sintió una mano sobre su hombro. Este tarado de nuevo.

— Y no podías quedarte en tu asiento como buen muchacho, ¿verdad, Ryo...? — al girarse y observar al dueño de la extremidad sobre ella, sintió como la chatarra encontraba camino sobre su garganta, queriendo regresar definitivamente.

— Hola, Saku — susurró esa voz que parecía una eternidad que no había escuchado. La piel de gallina inundó su cuerpo y tembló por un segundo en su lugar.

– Kintarou…— es lo único que pudo soltar en una débil voz. Antes de dejarse arrastrar hacia los vestidores —. ¡E-espera!

– Tenemos mucho de qué hablar y muy poco tiempo. No puedo esperar más.

Entraron y vio como las puertas se cerraron detrás de él. Realmente no quería estar aquí, no ahora, no con él. Al menos debía agradecer que escogió lugar sin público, más como que tenía que asegurarse que no hubiera testigos innecesarios. Tomó aire profundamente, era hora de enfrentar lo que evitó por mucho tiempo. No podía escapar, no debía siquiera intentarlo, porque con esto, tal vez por primera vez desde entonces, podría encontrar un poco de paz interior. Al menos eso deseaba.

Pensó que se ahogaría en sus emociones si es que alguna vez se encontraba con él de nuevo. Incluso, aunque quisiera negarlo, había soñado varias veces con él y con una escena donde ambos se reconciliaban y todo volvía a ser como en el pasado. Antes muerta que confesar ese sueño de niña patética enamorada. Sabía que esto no iba a ser fácil. Honestamente lo único que deseaba era borrar todo y continuar con su vida, con sus sueños, pero no iba a pasar. Especialmente, con él aquí, eso significaba solo una cosa.

— Te extrañé — soltó en un susurro mientras se sentaba delante de ella. Miró a su alrededor, notando que habían entrado a un cuarto con lockers. Decidió no sentarse, pues así era más notable su situación y sería demasiado obvio si intentaba cubrirlo de alguna manera u otra. Aun no estaba segura sí lo sabía, así que debía moverse con cuidado. Se recargó en la pared.

— Claro, lo noté — respondió en un tono sarcástico. Tantos meses sin saber de él no podían traducirse a un "te extrañé".

— Después de que no respondiste mi mensaje, ¿qué esperabas que hiciera? — se llevó ambas manos a la cabeza, restregándolas con frustración —. Sabía que estabas decepcionada, enojada… triste. No podía simplemente venir a ti, sin ningún reparo en cómo te sentías. Esperé a qué tus sentimientos se tranquilizaran… cosa, que nunca pasó.

— No sabía cómo lidiar con un secreto de ese tamaño — eso era cierto. ¿Cómo podía digerir que salió con el dueño de la empresa más grande de todo Japón? Especialmente que tendría un hijo de dicha persona… no podía. No quería —. Sigo sin saber cómo hacerlo, Kintarou.

— Aún te amo, ¿sabes? — sus mejillas se calentaron al instante. Golpe bajo, uno muy bajo.

— ¿Qué es lo que quieres? — cortó cualquier posibilidad de que esto se desarrollara hacia ese lado. No iba a regresar con él. No tenía ninguna intención de mejorar su relación y si se podía, mantendría ese secreto para siempre alejándolo.

— ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? — segundo golpe bajo en la tarde, uno que hizo estragos en su cabeza y corazón. No. NO. Si él lo sabía, significaba que su padre lo sabía. Y esa era la persona que jamás, jamás debería saber de esto. El pánico la inundó al pensar en esa escena de nuevo.

Sakuno salió corriendo de aquel bar tan elegante y de élite, no podía continuar con la pretensión de un mundo que desconocía, sobretodo, del que no quería ser parte. Al menos, eso lo sabía bien. Gracias a su abuela había estado en grandes eventos donde solo lo mejor de la alta sociedad se presentaba, ella había ido simplemente para mantener buenas relaciones con los patrocinadores y las empresas que representaban, pero nunca, ni una sola vez logró sentirse cómoda entre ellos. La hipocresía y las dobles caras se notaban a leguas, justo como esa noche.

No estaba sorprendida, fingir que no la conocía era el mejor paso que pudo tomar. Ambos estarían en graves problemas si esto saliera a la luz. Algo dentro de ella se apretó dolorosamente. Tendrían que romper, eso era seguro. Obviamente. No solo por el lugar donde cada uno estaba parado, si no, porque detestaba las mentiras. Podía entender que a lo mejor esto empezó como un juego para él… muy probablemente lo seguía siendo, por eso nunca consideró decirle o mencionarle algo. O muy en un muy típico cliché, tal vez la veía como una mujer que iría por su fortuna en el momento que se enterara de la verdad.

Iba demasiado concentrada en sus pensamientos, cuando su tacón se dobló dolorosamente. Se inclinó hacia adelante, intentando amortiguar el impacto con sus manos, pero en vez de eso, aterrizó en los brazos de alguien. Levantó la mirada, para encontrarse con unos ojos similares, pero con más años y experiencia sobre ellos. El parecido era increíble, solo difería la sonrisa. Cuando le sonrió mientras la ayudaba a ponerse de pie, notó lo diferente pero similares que eran. La sonrisa hipócrita que vio hoy en él, era un total reflejo de este hombre. Usualmente sonreía amable y cálidamente, pero probablemente era una fachada para lograr sus objetivos.

— Entonces, supongo que con esto por fin mi hijo puede librarse de ti — ajá. Sabía que era demasiado para ser una casualidad, especialmente cuando el paquete con el vestido venía a nombre de Kintarou. No sabía si enojarse o agradecerle al viejo Kin, como decidió llamarlo, por la sorpresa y la clara bienvenida.

— Más bien, puedo yo librarme de su hijo y, al parecer, de usted — respondió con enojo contenido. El viejo la miró sorprendido, probablemente esperaba que se pusiera a llorar como una damisela con el corazón roto —. Esto iba a pasar, incluso sin su intervención. ¿Cuál era la necesidad de armar una escena así?

Sus dudas flotaron, intentando entender lo sucedido con un poco más de detalle.

— Porque mi hijo es demasiado para una mujer como tú — ¿cómo yo? No pudo evitar pensar que en definitiva este hombre no le agradaba —. Entre menos tiempo pase contigo, menos se contaminarán sus pensamientos y alma. No quiero que tus manos sucias arruinen a mi hijo, he trabajado e invertido demasiado en él para que alguien como tú llegue a tirar todo a la basura.

¿Contaminar? Con un padre como ese estaba creciendo prácticamente en veneno. De pronto sentía una pizca de lástima por Kintarou, al igual que enojo. Estaba aprendiendo más de él en este momento, que en el tiempo que estuvieron saliendo. 6 meses de conocerse y más de un mes de noviazgo, al parecer, no valían nada en este momento.

— Le agradezco el espectáculo. Si eso es todo, debo retirarme.

Se alejó de él con un empujón y empezó a caminar hacia el otro lado, pero sus palabras la detuvieron.

— Bastante arrogante para una mera mujer que sueña con lograr algo en un mundo tan patético como ese — por supuesto que sabía quién era, qué hacía y mucho más. Encontrar esa información era pan comido para alguien como él. Alguien arriba del presidente de SK, alguien con mucho más poder del que jamás se imaginó. Continuó con su camino —. Espero no me des una razón para encontrarnos de nuevo, porque entonces no seré tan amable.

Eso fue la gota que derramó el vaso, ¿qué tan ególatra podía ser ese anciano? Se dio la media vuelta, le enseño el dedo corazón y le gruñó salvajemente antes de continuar con su camino.

Sus pensamientos volvieron al presente, con el hijo de ese horrible señor mirándola detenidamente. Obviamente estar embarazada y darle un nieto, contaba como una razón lo suficientemente poderosa para ganarse su atención nuevamente. Y sabía que no iba a ser nada bueno si ella, alguna vez, se metía en su camino o en el de Kintarou.

— ¿Por qué tendría que decírtelo? — intentó sonar lo más desagradable posible —. No volví a saber de ti ni tú de mí. Hasta ahí quedó la relación entre tú y yo. Lamento romper tus ilusiones si crees que tienes algo que ver en esto. Lo que haya pasado después con otros hombres en mi vida, no es de tu incumbencia.

Se dio la media vuelta para irse, pero Kin la detuvo y la azotó contra la pared. Cuando lo miró, se sorprendió. Su expresión calmada y amable de siempre se había roto, dejando ver un ceño fruncido y sus labios temblorosos.

— ¿Por qué dices eso? — dijo bruscamente. Lo empujó, no quería hacer esto. En cualquier momento su fachada de chica mala se quebrantaría y le mostraría todo lo que buscaba ocultar. Sin embargo, Kintarou era más fuerte. Fácilmente la sometió, levantando ambas manos sobre su cabeza. Le dio un ligero beso en los labios —. Yo sé que aun sientes algo por mí.

Soltó la mejor risa falsa que pudo. Tenía ser la perra más mala que podría imaginarse, por el bien de todos. Incluso por el de él. Tener a su padre sobre ambos por algo como esto sería el infierno. Las pocas palabras que intercambió con él en esa única vez, era suficiente para entender que no era alguien con quien jugar. "No seré tan amable", esa frase le hizo preguntarse si alguien como él en realidad conocía lo que era amabilidad. Hizo un par de preguntas a personas de poder que probablemente conocían una o dos cosas de él, todas respondieron lo mismo:

No te metas con él, ni siquiera respires en su dirección. Ese hombre es alguien que jamás quisieras tener de enemigo.

Con una maldición si ella ya estaba en ese lugar.

Rumores corrían que ese era un hombre que solucionaba sus problemas sin miedo a las consecuencias, porque él nunca tendría que verse involucrado en el resultado de sus acciones y decisiones. Así de poderoso era. Aunque trabajaba sucio, su poder y su dinero se asegurarían de que, al final del día, sus manos se mantuvieran impecables.

Desde que se enteró que estaba embarazada, vivía en miedo y pánico. La vez que se encontró con Ryoga en la cocina, casi hace que huyera de la casa. Si no convencía a Kin que él no era el padre de este bebé, tendría que despedirse de los Echizen, porque se verían involucrados en esta batalla y eso era algo que jamás permitiría.

— Te amé, Kintarou. Fuiste el primer hombre en mi vida a quién le entregué mi amor, el tiempo que pasé contigo fue significativo — aprovechó su sorpresa y el afloje de sus manos para arrebatarlas y darle un empujón, haciéndolo retroceder un par de pasos —, pero tengo más tiempo por delante y claramente no lo iba a desperdiciar en ti y en tus mentiras.

Kintarou la miró detenidamente. Inseguro de si esta mujer era la misma que amó, por la que se enfrentaría a su padre, con el riesgo de perderlo todo. Lo miró a los ojos y sin expresión alguna, prosiguió.

— ¿Crees que no podría ver a alguien después de ti? ¿Salir con él o incluso, tener relaciones? — una pequeña risa arrogante salió de ella nuevamente —. Así que, lo repetiré: ¿por qué tendría que decirte que estoy embarazada? A ti, Kintarou, a quien ya no forma parte de mi vida y, especialmente, quien no forma parte de mi futuro.

La miró de arriba abajo, notando el pequeño bulto en tu estomago que se escondía con habilidad debajo de este vestido flojo. Y entendió que, parte de lo que decía, era verdad. Cuando la vio jugando en la arena con esa moto, casi corre hacia ella. El impulso de verla y tenerla en sus brazos era demasiado grande, pero cuando notó con quién estaba y entendió que debía tomar sus pasos con cuidado.

Había averiguado todo lo que su padre había querido esconder. Actualmente su abuela se encontraba en Europa y la había dejado a cargo de los Echizen, para su desagrado vivía con ellos. En el momento que supo que ambos hermanos y ella compartían la casa con el resto de la familia, entendió que no era nada bueno. Algo que Sakuno nunca dijo en voz alta y que trataba de ocultar a cada instante, era el ferviente deseo de pertenecer a una familia. Sentirse una pieza que embonaba a la perfección con el resto del rompecabezas y alguien le había dado la oportunidad de serlo.

Verla ser feliz y reír con toda la familia, le hizo pensar que por fin había encontrado su lugar. Especialmente con la madre de Echizen consintiéndola, la trataba tan íntimamente que por un segundo la duda cruzó por su mente. "¿Y si no soy yo el padre?". La mujer que cargaba al próximo miembro de la familia debía ser tratada como un tesoro, obviamente.

Sacudió la cabeza, había ordenado una investigación más profunda en cuanto se enteró que estaba embarazada. Registros médicos, visitas al hospital, ultrasonidos. Nada era imposible de conseguir para él. Y la bella verdad se hizo presente. Las semanas de gestación coincidían con la vez que tuvieron relaciones. ¡Era suyo! Lo sabía.

Exactamente, lo sabía. Él era el padre se ese bebé. Su mano se levantó, para tocar su panza, pero ella lo evitó. ¿Por qué lo rechazaba así? Si él era el padre, ¿no todo era más simple? No tendría que preocuparse por nada, él la haría feliz y amaría a ese bebé con su alma también. ¿Cuál era la necesidad de mentirle así?

— ¿En serio piensas que por un segundo me creeré esa historia, Saku? — desabrochó un botón más de su camisa mientras se alejaba un poco de ella, algo lo estaba sofocando. Esta vez fue él quién soltó una risa sarcástica. Sabía que mentía, pero tampoco era agradable oírla decir que estaba ya en brazos de otro hombre. Especialmente recordando la escena de hace rato, cuando estaba con Echizen en su moto.

De pronto algo se prendió dentro de él. Esa era una posibilidad. Ambos pertenecían al mismo circulo, incluso él lo conocía. Tenía una muy popular reputación con las mujeres, no era la primera vez que lo veía en persona. Nunca tuvo la oportunidad de interactuar con él, pero los rumores en los pasillos eran suficientes para sentir que sabía todo de él, especialmente cómo trataba a las chicas.

Y algo que todo mundo sabía es que nadie, absolutamente nadie tocaba a sus bebés. Ninguna chica era lo suficiente para subirse a sus motos. Eso solo significaba que ella era especial. ¿Podía estar saliendo con él? ¿Ese hombre la tocaba mientras llevaba a su bebé dentro de su vientre?

— No me importa si me crees o no. Hechos son hechos, Kin. Así que, déjame en paz. Terminemos con esto por la salud y bienestar de ambos — intentó dar un paso para alejarse de él, pero la detuvo nuevamente. No era posible, no era así ¿verdad?

— ¿Echizen? — la furia y el enojo estaban aumentando peligrosamente. La intimidad y amabilidad con la que trataban a Sakuno solo tenía una explicación: la aceptaban, la querían, sería una de ellos. La madre la veía como su futura hija y al bebé como su futuro nieto —. Dime que no es él.

Sakuno lo volteó a ver, con una expresión sincera al fin… una llena de pánico. Y el enojo, de pronto lo hizo ver rojo. — ¿En serio? De todas las personas con las que podías… hacer algo, ¿elegiste a ese idiota? ¿Qué acaso no sabes la clase de patán que es? ¿Cómo es posible? ¿No decías que te desagradaba? Dijiste que jamás te llevarías bien con alguien así, ¡dejemos a un lado ser su mujer! ¡Eso fue lo que dijiste!

Si creía que antes se había roto su expresión simple y estoica de siempre, ahora estaba completamente hecha pedazos. Nunca, nunca le había alzado la voz. Bueno, nunca le había dicho que ya no lo amaba y que estaba saliendo con otro hombre. Ahora estaba enojado, no… Kintarou estaba completamente furioso. Volvió a arremeterla bajo sus brazos, atrapándola entre la pared y él mientras gritaba.

— Si eso es verdad, Sakuno — uh-oh. Nunca, ni siquiera cuando la conoció la llamó por su nombre. Había cavado su tumba y si esto seguía así, también la de Echizen. ¿Cómo pudo llegar a una conclusión tan estúpida? Él mismo lo dijo, siempre lo detestó e incluso, entre bromas, le contó como odiaría ser una de sus juguetes —. Haré de su vida una miseria, arruinaré su carrera tan rápido que no sabrá que fue lo que lo golpeó. Si te toca una vez más me aseguraré de que jamás pueda volver a montarse en una motocicleta.

Maldita sea, esto estaba yendo en la dirección equivocada. Quería alejarlo de los Echizen, no volverlos su objetivo. Sus ojos conectaron con los de él. Tan bellos como siempre, pero ahora, por primera vez, veía la similitud entre él y ese anciano.

— Es desagradable ver lo mucho que te pareces a tu padre — soltó molesta. Aunque el miedo creció demasiado apagando el enojo. No dudaba en el poder de estos hombres para poder arruinar vidas inocentes en su nombre. Los Echizen solo tenían la culpa de ser buenas personas que la llenaron de cariño y le dieron un techo. ¿Qué debería hacer? ¿Contarle la verdad a Kintarou para sacar a la familia Echizen de los problemas? Eso significaba que debería aceptar la furia del viejo Kin, pero era algo que estaba dispuesta a hacer por ellos.

— ¿Conoces a mi padre? — preguntó Kintarou en un susurro, mientras se enderezaba lentamente. Alejándose de ella —. ¿Por qué…?

Sakuno analizó con detalle la expresión de Kintarou. Pudo sentirlo, sus ojos se llenaron con pánico y sus labios temblaron.

Un ruido a lo lejos, despertó a ambos de su trance. Kintarou la miró una vez más, antes de salir por la puerta. Gracias a Dios. Se había ido. No más cuestionamientos, no más ataques, no más mentiras… por el momento. Su mente comenzó a divagar más rápido, no tenía tiempo de pensar en lo que Kintarou sentía. Lo único que le preocupaba era Kin padre ¿Cuándo vendría por ella? ¿Cuánto tiempo le tomaría saber esto? Si es que no lo sabía ya. ¿Debería huir de la casa de los Echizen antes de que todo esto se viniera abajo? Si ella estaba en peligro, las personas a su alrededor también lo estaban.

Su estómago se apretó dolorosamente. Y las ganas de vomitar volvieron con toda la fuerza del mundo. No llegaría al baño. Miró a su alrededor, encontrando una cubeta y agradeciéndole a la vida que nadie tendría que venir a limpiar su chistecito del suelo. Su garganta ardió mientras la comida chatarra encontraba su paso de regreso. Odiaba esto, ¿por qué lo hizo? Debió ser más inteligente. No haberse dejado distraer por unos ojos bonitos y una actitud linda. Hubiera sido monja. Si hubiera decidido ser una maldita monja no tendría estos problemas.

Terminó de vomitar y se sintió mareada. La falta de aire hacia maravillas. Se dejó caer al suelo y se recargó en los lockers detrás de ella y miró la luz del foco, viendo doble. Ahora… ¿ahora qué haría? ¿Cuál era la respuesta correcta a esta situación? Las lágrimas amenazaron con acumularse, así que pestañeó rápidamente, no dejándolas salir. Odiaba su situación, odiaba su vida… odiaba… a este bebé que venía en camino. No tenía la culpa, lo sabía, pero no podía evitar detestar la manera en que estaba arruinando su vida. No tenía madera de madre. Lo sabía. Ni siquiera se llevaba bien con los niños que participaban en las carreras. Siempre huían aterrados de ella. Y no de esperarse, los detestaba. No podía con ellos. Les hacía caras para que se fueran. ¿Cómo esperaba la vida que una mujer así fuera madre?

Tenía miedo.

Tenía miedo de la persona en que se convertiría cuando este bebé naciera. En los resentimientos y el odio que estaba cultivando ahorita. ¿Los cosecharía en este bebé? Con una mano temblorosa, colocó su mano sobre su estómago. Nunca había sentido nada. Un solo movimiento, una patada. Y estaba agradecida por ello. El tener una vida dentro de ella la aterraba profundamente. Estos días había olvidado todos sus problemas gracias a la nueva familia con la que estaba viviendo, pero la vida no era tan fácil. Nadie aseguraba que no sería abandonada después de saber la clase de horrible persona que era, si alguien lograra saber las cosas que cruzaban su mente en este momento…

— ¡Ryuzaki! — escuchó un exclamo desde lejos —. ¿Estás aquí?

Aun se sentía mareada, así que le tomó unos segundos el concentrarse en la voz. Ah, lo reconoció. Era Ryoma. Qué inesperado. Juraría que se escuchaba preocupado.

— Aquí… — soltó en un susurro, sin fuerzas. Se empezó a poner de pie, mientras escuchaba como los pasos se acercaban rápidamente hacia ella. La puerta se abrió de par en par con un sonoro azote y el hombre que entró tenía una expresión preocupada en su rostro. Una que se alivió al verla a los ojos.

— ¿Qué sucedió contigo? Todos están buscándote, me los encontré en el pasillo. Dicen que tienes más de 45 minutos que fuiste al baño y no regresaste. El evento terminó. Todos están yendo a casa. Lo más importante ¿Qué demonios haces aquí? — habló como rayo veloz mientras la tomaba por la cadera para enderezarla con cuidado y despacio — Corrijo, ¿qué demonios es eso?

— Mi razón de perderme, fui al baño. Iba de camino cuando me dieron nauseas. No iba a lograrlo de regreso. Así que entré aquí, encontré esta cubeta y voilá. Comida chatarra y soda a la orden, señor — el menor Echizen arqueó antes de retirar la mirada de la cubeta. Lo comprendía, lo que había ahí era… asqueroso. Tomó la cubeta y caminaron hacia la puerta —. Voy a deshacerme de esto, mientras llama a tu hermano, por favor. De seguro anda haciendo un drama y preocupando a tus padres innecesariamente.

Pudo ver la duda en sus ojos, probablemente quería intentar ser considerado y decir que él se encargaba de eso. Rio suavemente antes de empezar con su camino. — Ambos sabemos que vomitarás antes de llegar siquiera a la puerta del baño, niño delicado. No te preocupes, yo me encargo de mis problemas. Te veo aquí en unos minutos, probablemente el baño esté lleno así que evitemos a tus fans. Me encargaré de regresar pronto.

El peliverde sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

No podía creer la clase de pánico que esta pequeña mujer había generado en su vida. Cuando acabó el acto final y caminó hacia los lockers para cambiarse, se encontró a Ryoga con la expresión más preocupada que jamás había visto. Con el aire faltándole, le explicó que Ryuzaki estaba perdida. Había pasado más de 35 minutos desde que fue al baño y no había regresado. Empezó a buscar, decidiendo separarse de Ryoga. Caminó de nuevo hacia los baños, esperando encontrarla por ahí. Ahora era peor la situación, pues toda la gente estaba bajando de las gradas y los pasillos se empezaban a llenar rápidamente. Se coló por las personas como pudo, siendo la celebridad que era. Cuando estaba a punto de llegar, reconoció a alguien. El pelirrojo. De pronto recordó la escena de hace rato, con él mirándolos intensamente. Sus alarmas se encendieron al instante, indicándole que tal vez él era la razón de no encontrar a Ryuzaki. Corrió entre la gente como pudo, pero cuando llegó al punto donde lo vio, ya no estaba. Miró a su alrededor, intentando localizarlo, pero un extraño ruido al final del pasillo llamó su atención. Era el área juvenil, cambiadores, salas de entrenamiento y más. Era un área que no estaba en uso hoy y… estaba relativamente cerca del baño. Corrió lo más rápido que pudo y ahí estaba. Pálida, con lágrimas acumuladas y con la voz entre cortada, recargada en los lockers como una muñeca sin vida. Todo… todo porque la señorita no podía mantener su comida donde debía.

Miró a su alrededor. Este pasillo no… no llevaba a las gradas. Conectaba directamente con la parte trasera del estadio. Justo por donde ese hombre salió hace rato. No era lógico relacionarlo con ella, no tenía ninguna razón para hacerlo, pero su instinto le decía que algo había sucedido aquí. Parecía que ese hombre salió de este pasillo y casualmente Ryuzaki se encontraba aquí también. ¿Realmente había una correlación entre ellos y esta situación?

Corrió a cambiarse a los lockers, se puso algo más casual y procuró ponerse una gorra, así podía esperar a Ryuzaki sin llamar demasiado la atención. Levantó la mirada, justo a tiempo para verla salir por la puerta del baño. Se veía mejor, se había retocado su maquillaje y se había soltado el cabello. Le quedaba mejor ese estilo. Iba a caminar hacia ella, cuando la vio congelarse en su lugar. Su mirada estaba enfocada en algo o alguien y su expresión se llenó de… ¿miedo? Caminó con prisa, intentando descubrir qué era lo que llamaba su atención. Cuando estuvo cerca de ella, lo vio. Un hombre relativamente grande, vestía un traje sastre de lujo, zapatos de piel y un reloj dorado que probablemente hacía juego en cuanto a precio con todo lo demás. Si consideraba que él tenía cosas caras, este hombre vestía un cuarto o más de su fortuna.

Lo curioso, él también miraba intensamente a Ryuzaki. Se acercó a ella, tocándola por el hombro, pero recibió una respuesta inesperada, su cuerpo se tensó mientras volteaba a ver rápidamente quién la tocó. Su expresión estaba llena de pánico y preocupación, de nuevo se veía pálida, incluso con esos labios llenos de carmín. Lo miró por un segundo para soltar su nombre en un suspiro de alivio.

— Ryoma, eres tú — ¿qué demonios? Sus hombros y cuellos se relajaron increíblemente, dejándolos caer un poco. Su mano viajó hacia su brazo y apretó su manga en un puño. Ryuzaki regresó la mirada hacia donde estaba el señor y él la siguió, el hombre se había ido.

— Por supuesto que soy yo. ¿Todo bien? — regresó de nuevo su mirada a él y ella le sonrió mientras asentía. Continuaron su camino, deteniéndose una que otra vez para que Ryuzaki pudiera interactuar con una horda de fans que alababan su estilo y que le daban ánimos, esperando verla correr pronto. Cada vez su mirada se mostraba más nostálgica y su sonrisa más triste. Era increíble ver como la atención se enfocaba en ella y él pasaba desapercibido completamente, era la intención de sus ropas extremadamente casuales, pero no funcionaban tan bien un 99% del tiempo. Las palabras de Momo de repente vinieron a él y le dio la razón.

Su teléfono sonó. Era un mensaje de Ryoga, los esperaban en el estacionamiento. Los pasillos llenos de personas por fin se acabaron y la pequeña mujer empezó a hablarle de cómo le encantó todo. Estaba agradecida de haber ido, porque los actos estuvieron geniales. Y finalmente se disculpó por haberse perdido la última carrera. La escuchaba hablar y hablar, pero no estaba del todo en la conversación. No podía. La sujetó de una mano, deteniéndola. La miró, con la duda apareciendo en su cara —. Ryuzaki, en serio. ¿Todo bien?

Le preguntó una vez más. Y ella lo entendió completamente, pues su expresión se volvió complicada en su propio sentido. Una expresión que, por primera vez, no pudo descifrar. La vio dudosa de decir algo y el continuó mirándola a los ojos. Presionándola y dándole la confianza de que escucharía lo que tuviera que decir. Abrió la boca y cuando estaba punto de pronunciar una palabra…

— ¡Saku-chan! — escucharon el grito de Ryoga retumbar en sus tímpanos. Los labios de la mujer delante de él se curvaron en una sonrisa, pero antes de caminar hacia el oso que corría hacia ellos le susurró.

— Estoy bien, gracias.

Ryoga llegó y la abrazó. Le dio un beso en la frente y la empezó a regañar como niña pequeña. Sus padres también se acercaron. Y ella sonrió más brillantemente. Bueno, solo por este momento la dejaría estar.

Los días pasaron y su tranquilidad no regresó. Toda esa semana no pudo dormir, tenía pesadillas con Kintarou y su Padre como villanos. Hoy lo haría. Les diría que ya no podía vivir con ellos… porque… ¿por qué? ¿Qué excusa sería lo suficientemente buena para que la dejaran ir? Se hizo una pequeña bola en su cama y maldijo su destino una vez más. Cerró los ojos y lo vio de nuevo en el estadio. Ese hombre ahí parado, mirándolo con esos ojos fríos. Su sola presencia fue el mensaje. Una clara advertencia de que sabía lo sucedido, su fugaz e intenso encuentro con Kin.

Irónicamente, lo mejor era hablar con Kintarou, decirle la verdad y rogarle que no le hiciera nada a Echizen, ni a su familia. Eso… esa era la mejor opción.

Puso la laptop sobre sus piernas, la prendió y tan pronto el sistema cargó, abrió el navegador y empezó a escribir. Sabía que no debía decirle la verdad en un simple e-mail, pero no podía hacer nada más. No tenía manera de contactarlo más que esta, sabía… que había cambiado su número de teléfono. Tan pronto se enteró que estaba embarazada intentó llamarlo, le iba a dar la oportunidad de ser lo que tuvieran que ser, pero cuando la llamada no conecto y el mensaje automático hizo acto de presencia, sabía que había sido abandonada. Este problema iba a ser de ella y solo de ella. Y consideró que era para bien.

Cuando vio el resultado final, era una biblia. Había escrito demasiado, pero era la verdad y solo la verdad. Incluso… el hecho de que aún sentía algo por él. Probablemente no era amor, pero podría ser lo suficiente para hacer esto funcionar, para no quedarse sola con este bebe y darle el rol que, en el futuro, necesitaría. Claro, esto sonaba fácil y totalmente planeado, pero no tenía idea de cómo iba a desarrollarse. Finalmente le dio a enviar y esperó.

Toda la tarde pasó. Un día más también y no le había respondido. Cuando el reloj dio las 10 de la noche, perdió toda la esperanza de obtener una respuesta. Bueno, mañana pensaría en que otra manera podría contactarlo. Estaba a punto de cerrar la laptop, cuando un pequeño sonido la detuvo. Correo nuevo.

Caterin Echizen

Me da gusto verte de nuevo por acá y agradezco el review. Ojalá no recuerdes con detalle la versión anterior porque era terrible en muchos sentidos. ¡Hahahaha! Espero te agrade esta "nueva versión". Besos y abrazos.

Espero les haya gustado este capítulo. Muchas gracias por darse una vuelta por acá y espero verlas de nuevo.

Los y las amodoro.

¡Muchas gracias!

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

Con amor, Zhikizzme.