Nota de autora:

¡He vueltooo! Tengo que pedir perdón por esta ausencia tan larga, pero vengo con mucha fuerza. Quiero recordaros que esta historia está publicada tanto en AO3 como en Wattpad, por si queréis seguirme también por allí (en wattpad mi usuario es Geillissh, con dos "s"). Digo esto por que por allí suelo poner noticias, avisos sobre las actualizaciones y de vez en cuando suelo poner pequeños "avances" de mis historias :)

A todos los que leéis y sobre todo comentáis esta historia sois maravillosos. Os voy a enviar una invitación al Club Inferno solo por ser tan pacientes.

Ahora sí, os dejo con el capítulo y espero veros muy prontito.


Este capítulo va dedicado especialmente a Carina.

Gracias por todos y cada uno de tus comentarios, los leo siempre y me hacen muchísima ilusión recibirlos.

Gracias también por animarme a continuar escribiendo esta historia.


CAPÍTULO 5.


Hermione salió de Gringotts con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. El bullicio del ajetreado Callejón la envolvió de golpe haciendo que por un momento se sintiera mareada y fuera de lugar. Se llevó una mano al pecho, como si ese gesto pudiera calmar su respiración agitada y no pudo controlar el impulso de mirar hacia detrás, hacia el impoluto edificio de mármol blanco.

Hacia los enormes ventanales de la oficina de Draco Malfoy.

En su reflejo se veía las nubes del cielo, pero Hermione tuvo la sensación de que alguien la estaba observando desde las alturas. Un escalofrío la recorrió de los pies a la cabeza y una sensación extrañamente familiar la envolvió. La bruja sacudió la cabeza, haciendo que los rizos rebeldes rebotaran con el movimiento, y se giró dispuesta a alejarse de allí cuanto antes.

Caminó mientras se aferraba a la cartera donde tenía guardado la exposición del proyecto, y se dio cuenta de que todo el esfuerzo que había puesto en ella no había servido para nada. Malfoy había ido un paso por delante, y Hermione simplemente había tenido que improvisar sobre la marcha. No había ido como tenía previsto, pero tampoco había sido un desastre.

Para su sorpresa había sido todo lo contrario.

Mientras se alejaba por el camino empedrado sin saber muy bien a dónde se dirigía, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Todavía podía notar el calor de la mano de Draco sobre la suya, sus ojos de acero mirándola fijamente, la electricidad latente entre ambos... Pero sobre todo no podía quitarse de la cabeza todas y cada una de sus palabras. La manera en la que había hablado de la libertad de los elfos como si... Como si de verdad le importara.

Podría decirse que Hermione estaba confusa. No podía evitar pensar si en verdad habían sido demasiado cruel con él durante la reunión. Tal vez se había precipitado un poco al creer que seguía siendo el mismo imbécil que cuando tenían quince años, que no había posibilidad de redención para alguien como Draco Malfoy, que él seguiría actuando como siempre lo había hecho.

Pero lo que se había encontrado Hermione fue a un hombre completamente distinto. Parecía...¿reformado? No, esa palabra se sentía incorrecta. ¿Normal? ¿Ese debería haber sido el verdadero Draco Malfoy si no hubiera existido una guerra? ¿Alguien capaz de extenderle la mano sin que le importara la pureza de su sangre?

Hermione no sabía qué pensar sobre él.

Le había parecido honesto cuando había hablado de la libertad de los elfos, de cómo sabía lo que era la privación de la misma. Hermione no podía parar de pensar en lo que había sentido al sostener las cartas de libertad entre sus dedos, en observar las huellas de los pequeños elfos junto a la firma de Malfoy.

Entonces comprendió que ese hombre era un completo desconocido para ella. Y era extraño, porque sabía quién era Draco Malfoy pero cuando había hablado, su voz ya no había sonado tan petulante y molesta como antes. Cuando sus dedos envolvieron los suyos, no sintió rechazo ni miedo. Y cuando le había explicado sus intenciones, Hermione pudo ver la honestidad brillando tras sus ojos. Algo que jamás pensó ver en ellos.

Sin duda alguna aquel Malfoy... Era diferente. Y no sabía por qué pero se sentía particularmente atraída hacia la idea de conocerlo más en profundidad, de saber qué era lo que había sucedido todos esos años atrás hasta moldearlo hasta convertirlo en lo que era hoy en día. Sentía que tras bajo esa fachada de control y poder había un secreto. Un misterio sin resolver.

Y Hermione, que era muy curiosa por naturaleza, estaba dispuesta a averiguarlo. De pronto tenía el deseo descubrirlo, de meterse en su mente y saber quién era realmente.

Dejó escapar un largo y pesado suspiro, y de pronto se sintió muy cansada. Como si el estrés de las últimas semanas se hubiera asentado en cada parte de su cuerpo y amenazara con derrotarla. Necesitaba un descanso, una distracción.

De repente algo la agarró por el brazo y Hermione se sobresaltó.

—¡Hermione!

La bruja se giró hacia su izquierda con el cuerpo tenso, preparada para defenderse en cualquier momento, cuando un par de ojos castaños la miraron con una calidez familiar. Hermione chasqueó la lengua con fastidio y le dio un ligero pero fuerte empujón a su inesperado acompañante.

—¡Ginny! ¡Sabes que odio que hagas eso!

Ginevra Weasley rió y algo perverso brilló en su mirada. Sabía que Hermione era propensa a asustarse con facilidad y muchas veces ella, Ron y Harry habían hecho de eso su deporte favorito durante los calurosos veranos que habían pasado juntos en La Madriguera. Hermione observó a su mejor amiga. Llevaba un ligero vestido azul, una botas altas hasta las rodillas y un par de bolsas colgando de uno de sus brazos. El pelo rojo lo tenía recogido en una trenza sobre la cabeza lo que hacía resaltar su hermosa palidez.

Su amiga le rodeó los hombros con el brazo que tenía libre, como si con ese gesto pudiera firmar la paz.

—Lo sé, pero es muy divertido ver como la bruja más inteligente del país se asusta con tanta facilidad.

—Idiota. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar haciendo las maletas?

Ginny arrugó la nariz con desagrado. Dentro de unos días tendría que viajar con las Arpías de Holyhead hacia el otro extremo del continente para jugar en la Liga Internacional. Al principio, era algo divertido para ella. Estaba viajando por todas partes del mundo mientras hacía lo que más le gustaba: jugar al Quidditch. Pero Hermione sabía que cada vez le era más difícil permanecer fuera de casa. Lejos de su familia. Lejos de Harry.

—Tenía que comprar un kit de limpieza nuevo para mi escoba—respondió encogiéndose de hombros— Lavender me contó sobre tu reunión y decidí esperarte. ¿Te apetece desayunar algo en el Caldero Chorreante? Me muero de hambre.

Hermione suspiró casi al borde del desmayo. Cuando había salido de casa esa mañana apenas había probado bocado. No había sido capaz siquiera de tomar un sorbo de café y ahora que la tensión había pasado y que los nervios se habían disipado, un desayuno en compañía de Ginny no parecía tan mala idea.

—Siempre y cuando haya tortitas, aceptaré encantada. —dijo Hermione mientras enlazaba su brazo con el de su amiga.

Ginny sonrió satisfecha y ambas caminaron entremezclándose con los viandantes de atestado callejón mientras charlaban animadamente. Hermione tuvo una sensación extraña mientras dejaban el edificio de Gringotts tras sus espaldas.


El Caldero Chorreante estaba tan lleno como se podría esperar de un viernes por la mañana. Hannah Abbott las recibió con una enorme sonrisa al otro lado de la barra a la misma vez que agitaba su varita y despejaba una mesa para ellas en el fondo del local. Hermione le sonrió con agradecimiento mientras se dejaba caer sobre la butaca de madera. Ginny tomó asiento delante suya y acto seguido la comida apareció sobre la mesa. Dos platos rebosantes de tortitas con sirope y nata, y un par de tazas humeantes de café con mucha espuma y canela.

A Hermione le rugieron las tripas y Ginny gimió mientras se deleitaba en los intensos olores.

—Adoro a Hannah. Hace las mejores tortitas de toda Inglaterra.—murmuró la pelirroja mientras pinchaba un trozo con el tenedor y se lo llevaba a la boca.

Hermione no respondió. Estaba demasiado concentrada en el calor que desprendía la taza mientras la cogía entre sus manos. Dio un largo trago al café y casi puso los ojos en blanco de placer.

—Así que has tenido una reunión con Malfoy...—comentó Ginny como si nada, todavía con la boca llena.

Sus ojos castaños la analizaron desde el otro extremo de la mesa y Hermione no pudo contener su mirada mientras depositaba la taza de nuevo sobre la mesa.

—Ha sido culpa de Aedus. Creía que podía conseguir un acuerdo favorable para mantener el PD.—respondió Hermione escuetamente.

—¿Y?

Ginny alzó las cejas expectante.

—Y lo he conseguido.—Hermione no pudo evitar el deje de orgullo que tiñó su voz cuando lo dijo.—. Gracias a Merlín el PD seguirá en marcha.

Hubo un silencio que duró varios segundos. Segundos en los que Ginny aprovechó para apartar el plato a una distancia prudencial. Después apoyó los codos sobre la mesa, entrelazó los dedos de ambas manos y dejó caer sus barbilla sobre ellas. Su mirada se tornó inquisidora mientras recorría el rostro de Hermione.

—Pues no pareces muy contenta. ¿Ha sucedido algo con Malfoy que deba saber?

Hermione dio otro sorbo de su café mientras sopesaba aquella pregunta. Realmente no había sucedido nada, pero aún así seguía teniendo la sensación de que había pasado algo en aquella habitación. Algo que todavía no sabía muy bien cómo explicar. Dudaba que Ginny pudiera entenderla de alguna manera, así que simplemente dijo:

—No me fio de él. Eso es todo.

Esa parte era verdad. Una parte de ella creía que Malfoy había cambiado, pero otra...Una parte profunda de ella quería mantenerse todavía en alerta. De repente, todo lo que había pensando al salir de Gringotts le pareció insulso, una completa bobería. ¿Es que realmente podía confiar en alguien como él solo por el simple hecho de darle unas malditas cartas y un par de galeones? ¿Por qué tendría él interés en algo así?

Podía parecer diferente, lucir diferente pero en el fondo... En el fondo seguía siendo Draco Malfoy, ¿no?

Ginny frunció los labios como si estuviera tratando de averiguar si Hermione decía o no la verdad. Pero su amiga se mantuvo en silencio, no dijo nada mientras esperaba que Hermione ampliara algo de información. Así que Hermione le contó todo. Le contó como le había ofrecido la mano, le contó sobre las cartas de liberación de los elfos, la ayuda desinteresada que le había ofrecido, la cantidad de dinero que había aportado. Le contó todo, incluso sus peores temores. La desconfianza que no podía evitar sentir con respecto a él.

Cuando terminó, Ginny parpadeó y se recostó sobre el respaldo de la butaca.

—No te parece, no sé... ¿Extraño?—preguntó Hermione desesperada por saber su opinión.

—Es...raro. Sí. Aunque no necesariamente malo. —dijo Ginny al final. Al ver la cara de incomprensión que ponía Hermione, añadió:—. Hace unos años Harry me comentó que el Ministerio mandó a sus aurores a seguir a Malfoy tras la sentencia de su familia. Por seguridad, o al menos eso fue lo que dijeron. Creo que sus intenciones era ver si Malfoy continuaba siendo afín a las Artes Oscuras. —respiró profundo antes de continuar— Nunca encontraron nada sospechoso. Acabó casándose con una de las chicas Greengrass y enviudó. Tras eso abandonó el país, lo que hizo saltar las alarmas. Pero Draco no hizo nada, permaneció encerrado en una de las propiedades que había pertenecido a su mujer y muy pocas veces salió al exterior durante los siguientes años. Hasta que regresó de nuevo a Inglaterra.

Hermione resopló algo frustrada. Todo eso ya lo sabía.

—¿Y todo ese dinero no te parece sospechoso? Quiero decir a los Malfoy le embargaron todas las posesiones lo que tenían. Incluso su cámara de Gringotts como pago por las crímenes de la guerra.

—Les arrebataron todo, sí. —contestó Ginny— Pero Harry también me contó que dejaron una parte pequeña para Draco. Lo suficiente como para que pudiera mantenerse durante unos años. Su fortuna actual al parecer la heredó de Astoria tras su fallecimiento.

La sombra de la sospecha corrió por el rostro de Hermione y de repente se puso pálida. Ginny pareció captar aquel cambio en ella y se adelantó antes de que la bruja pudiera hacer sus propias conclusiones.

— ¡Oh, por el amor de Circe!—exclamó Ginny abriendo los ojos de par en par—No creo que Malfoy tuviera algo que ver con la muerte de su mujer, Hermione. El Ministerio también investigó ese suceso. Astoria padecía una extraña enfermedad, una especie de maldición que su familia carga desde hace generaciones. Su muerte fue algo trágico, pero no fue culpa de él.

Algo en el pecho de Hermione estalló. No era alivio, no. Era algo mucho peor. Era vergüenza por pensar algo tan terrible. Tal vez si que Draco Malfoy había cambiado. Tal vez la historia acababa de dar un giro inesperado y era ella la que se había convertido en un monstruo terrible y cruel por pensar todas aquellas cosas sobre él. Sabía que su desconfianza tenía que ver con el aspecto de que el pasado que ambos compartían nunca había sido del todo agradable. Que Hermione siempre lo vería como el cabrón petulante que había sido con quince años. Pero ya no eran unos niños, pero al parecer ella no podía dejar de comportarse como tal.

Se llevó las manos a la cara. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Cuándo se había vuelto tan desconfiada con la gente? Ella sabía la respuesta, sabía quién era la persona que se había encargado de hacerla así. De crear ese mecanismo de defensa tan innecesario. La confianza para Hermione Granger había dejado de existir hacía tiempo y no estaba segura de que podía hacer para recuperarla. Siempre sería así, prefería creer lo peor de la gente antes que ver que existía una parte buena.

Toda esa bondad que la caracterizaba se había ido y no estaba segura de si algún día la recuperaría.

Fue Ginny la que rompió el silencio.

—¿Te ha servido de ayuda toda esa información?

—No lo sé. Ahora estoy más confundida que antes. —respondió Hermione, todavía con la cara oculta entre sus manos.— Y puede que quizás también esté un poco avergonzada.

Sintió la mano de Ginny sobre las suyas apartándolas de su rostro para mirarla directamente a los ojos.

—No puedes controlar todo lo que hay a tu alrededor, Hermione.—susurró Ginny como si hubiera comprendido la magnitud de todo lo que había detrás de cada una de sus palabras— Debe de ser realmente exhausto.

Hermione sintió como la tensión que se había acumulado sobre sus hombros se volvía más liviana, tan ligera como una pluma. Apretó las manos de Ginny. Ella sabía sin decirlo todo el desastre que era Hermione. Cuánto se esforzaba por aparentar ser perfecta cuando en realidad no lo era. Como la coraza que se había puesto para protegerse estaba comenzando a resquebrajarse lentamente.

—Entonces, ¿crees puedo confiar en él?

Ginny meditó durante unos segundos antes de responder.

—Yo diría que sus intenciones parecen sinceras. Dudo que haya cambiado su temperamento, pero al menos no parece ser el imbécil que era antes. Aunque si fuera tú, mantendría un ojo abierto solo por si acaso. Uno nunca puede fiarse del todo de una serpiente.

Hermione sonrió cuando observó como su amiga le guiñaba un ojo de forma divertida. Antes de que pudiera añadir cualquier otra cosa o susurrar un simple "gracias", Ginny saltó sobre la silla como si de repente se hubiera acordado de algo sumamente importante. Se giró hacia las bolsas que había depositado sobre una de las sillas vacías y comenzó a rebuscar en su interior.

—Ah, casi se me olvidaba. Tengo algo para ti de parte de Harry. Dice que seguro que te vendrá bien para relajarte. Yo también lo creo. Trabajas demasiado.

Hermione puso una mueca. Adoraba el trabajo. Para ella era tan necesario como dormir o comer. Incluso puede que un poco más que esas dos cosas.

—Bueno, el proyecto no va a salir adelante solo, ¿sabes?

Justo en ese preciso instante Ginny dejó un sobre negro sobre la superficie de la mesa. Lo estiró en su dirección mientras su rostro se volvía repentinamente serio. Hermione miró el papel perfectamente sellado y su corazón comenzó a latir con fuerza. Había algo familiar en aquel sobre.

— ¿Qué es eso?—murmuró en voz baja.

Ginny se encogió de hombros mientras cruzaba sus largas piernas. Hizo una gesto con la barbilla señalando el sobre y dijo:

—Ábrelo y lo sabrás.

Con manos trémulas, Hermione agarró el sobre y sintió que su superficie estaba inusitadamente caliente al tacto. Miró a Ginny, quien estaba sonriendo ampliamente, como un lobo cuando está apunto de atrapar a su presa. Pero se mantuvo en silencio mientras Hermione volvía a prestar atención en su "regalo". Despacio lo giró y sus ojos se quedaron fijos sobre el símbolo color granate que había justo en el centro del sobre.

Un uróboro rojo. Una serpiente que perseguía su propia cola en un ciclo eterno.

No hizo falta preguntar que era. Ella sabía a la perfección de que se trataba. Algo que había preferido borrar de su memoria. Algo en lo que se había esforzado mucho en no pensar.

Una invitación al Club Inferno.

De repente pudo imaginar ante ella las enormes piedras rojas de su entrada, encajada en su fachada de mármol negro. La devastadora y misteriosa Lilith susurrando su nombre, invitándola a entrar. El estruendo de la sala principal. Por un momento fue como estar allí dentro, bailando entre todas aquellas personas. Pudo sentir su cuerpo sudoroso agitándose al compás de la música. La respiración agitada, y la sensación de no ser ella misma. De no tener ningún preocupación, de dejarse ir completamente.

Pero lo peor de todo fue imaginarse aquella mirada con la que llevaba días soñando sin poder evitarlo. La mirada de acero tras una máscara roja. Su sonrisa indulgente y dura, aquellas fuertes manos recorriendo todo su cuerpo, todo su ser, hasta llevarla al séptimo cielo...

Hermione soltó el sobre sobre la mesa de nuevo y toda su ensoñación se evaporó como la niebla. Su mente se aclaró y fue como si recibiera un soplo de aire fresco. Observó como la serpiente giraba sobre sí misma muy rápido, como si anhelara su tacto. Como si quisiera que la tocara.

Alzó la mirada para encontrarse con la de Ginny quien la estaba mirando con una sonrisa pícara.

—Yo...—Hermione tragó en seco.—No la quiero. Puedes quedártela.

Incluso sus palabras sonaron sofocadas. Notaba la cara ardiendo y las palmas de las manos repentinamente sudorosas. Ginny arrugó el ceño.

—¿Y por qué no? Si no me equivoco esa noche te lo pasaste muy bien. ¿No te gustaría volver a repetir la experiencia?

Hermione abrió la boca. Y luego volvió a cerrarla. Había dicho que no volvería a pensar en ese sitio. Que lo mejor era hacer como que esa noche no había sucedido. Por un momento había funcionado, sabía que sus opciones de volver eran inexistentes. Que volver a ver a Hades era imposible y una terrible idea. Pero ahora que veía esa invitación sobre la mesa...

No sabía qué hacer. No sabía qué pensar.

—T-tengo mucho trabajo que hacer. —respondió al fin, apartando la mirada de la mesa y fijándola de nuevo en Ginny—. No tengo tiempo para gastarlo en estas...Estas tonterías.

Ginny bufó claramente ofendida.

—Divertirte no es ninguna tontería. Y el sexo tampoco. —no se molestó en bajar la voz ni un decibelio, ni siquiera cuando una bruja que había en la mesa de al lado la miró con espanto—. Tienes veinticinco años. Eres joven y muy guapa, Hermione. Debería aprovecharlo mientras puedas.

Hermione no pudo evitar soltar una carcajada que logró que su tensión se disipara un poco.

—¿Me estás alentando a que haga una travesura, Ginny Weasley?

—Te estoy alentando a que vivas fuera del Ministerio, Hermione.—respondió Ginny ahora un poco más seria— Tú piénsalo. Dentro hay dos invitaciones. Puedes decirle a Lavender que te acompañe. O...—la pelirroja hizo una pausa misteriosa mientras se inclinaba hacia delante para susurrarle:—. O puedes ir sola para explorar por tu cuenta... ¿No tienes curiosidad por volver? ¿Por saber que hay en cada una de esas salas?

Ante aquellas palabras ella estremeció. A ella no le había hecho falta subir a ninguna de esas famosas salas para saber lo que podría encontrarse en su interior. Si había sido capaz de dejar que un extraño la tocara de aquella forma sin ataduras, sin ningún tipo de restricciones... ¿Qué sería capaz de hacer si se atreviera a entrar en alguna de ellas? ¿Qué era lo que tanto hacía a la gente enloquecer en aquel lugar?

¿Hades estaría dispuesto a volver a verla? ¿Sería capaz de aceptar si ella le pidiera que le mostrara cada uno de sus secretos?

—En absoluto.—murmuró a lo que Ginny le lanzó una mirada asesina. Rectificó sobre la marcha.— Puede que un poco. ¿Qué...? ¿Qué sabes de ese lugar?

Hermione depositó una mano sobre la mesa y sus dedos comenzaron a juguetear con las esquinas del sobre. La serpiente pareció sisear ante la caricia, y sus movimientos se volvieron más calmados y suaves. Por un momento fue como si la reconociera.

Ginny sonrió, bastante satisfecha son su respuesta.

—Muy poco. Pero estoy completamente segura de que si alguien puede descubrir sus más profundos y oscuros secretos, esa puede ser tú. —Ginny golpeó el sobre con la punta de una de sus impolutas uñas, empujando el sobre de nuevo en su dirección—. No pienses tanto Hermione. Por una vez un tu vida déjate llevar y disfruta.

Ella permaneció en silencio mientras observaba como su amiga volvía a prestar atención a su plato de tortitas. Por un momento había dejado de pensar en Draco Malfoy, en Aedus, en el proyecto...

Ya no había lugar en su cabeza para el trabajo, ni para el estrés que suponía todo eso. Quería sentirse de nuevo como lo había hecho en el Inferno, aunque sólo fuera por unas pocas horas.

Hermione cogió el sobre y acarició con la yema de los dedos a la serpiente. La miró durante un largo rato, sopesando sus opciones. Después la guardó en el bolso mientras una sonrisa se instalaba, por fin, en su rostro.

Iba siendo hora de hacerle una visita a Hades.