Tuve que volver a subir el capitulo por que me falto un buen pedazo la primera vez xD
Iba a actualizar el día de mañana pero las ganas de publicar pudieron conmigo espero que lo disfruten
Durante los próximos días, con buena comida y un poco de paz, Hanji comenzó a recuperar su fuerza. Todavía se sobresaltaba cuando escuchaba altas voces y ruidos, pero no siempre, y la herida en su rostro había desaparecido finalmente.
La mecedora había resultado ser un regalo del cielo. Después de aquella noche horrible, Sasha había recuperado su temperamento dulce, aunque a Hanji le encantaba mecer al bebé mientras le daba de comer o la ponía a dormir. A veces se sentaba junto a la ventana y la acunaba mientras Hanji la cantaba. Sasha se quedaba mirando hacia ella con los ojos muy abiertos y una media sonrisa, cautivada por completo. Aunque el ruido de la calle de abajo era casi continuo, era el momento más tranquilo que Hanji había conocido como madre de hecho, el único que había conocido en toda su vida. Ninguna voz fuerte asaltaba sus oídos. Ningún borracho exigía acceso íntimo a su cuerpo, plantandole babosos besos y usándole hasta desmayarse.
A pesar de que aún veía a Levi como a un hombre intimidante, a veces ya no se inmutaba cuando oía sus pasos por la escalera. Y, fiel a su palabra, no había hecho ni un sólo intento de tocarle de ninguna manera, más allá de aquella noche cuando le ofreció su mano. De hecho, a excepción de las comidas que hacían juntos, ella apenas lo veía. Se habían adaptado a una rutina según la cual, él pasaba la mayor parte de su tiempo abajo en la tienda, y Hanji se quedaba en esa sala, limpiando, cocinando y cuidando de Sasha.
Estaba en una posición muy peculiar. Sabía que ella y Sasha estaban invadiendo su intimidad, y que él se sentía atrapado con ellas, como si fueran un par de casos de la caridad. Lo cual, supuso, así era. Ella no era la señora Ackerman, ella trabajaba para él, él lo había dejado claro. Y le había dado dinero el sábado pasado, diciéndole que era el salario de una semana. Pero su trabajo no era como el de la chica que trabaja en una tienda, o el de una trabajadora de una fábrica; ni siquiera como el de una mujer dedicada al trabajo doméstico, al menos no como su madre había estado en la casa de los Reiss. Para lograr mantenerse y pagar la deuda de Zeke, tendría que hacer algo más que barrer la habitación y cocinar. Ni siquiera eso era suficiente para mantenerse ocupada.32
Dawson era como un carnaval gigante, y Hanji sabía que una gran cantidad de oro en polvo iba de mano en mano, en esa ciudad, más que todo el dinero que había visto en su vida. Una gran cantidad de personas se estaban haciendo ricas sólo por atender a los mineros y a los Reyes del Klondike. Levi, de hecho, se ganaba la vida de esa manera. Tenía que haber alguna manera de que ella pudiera hacer eso, también. Tener dinero en efectivo le daría independencia y seguridad, y la capacidad de salvaguardar el futuro de Sasha. Nada parecía más importante para ella ni ropa bonita, ni un marido, ni siquiera ser querida por alguien.
Su deseo creciente de mejorar su suerte se vio reforzado una mañana temprano poco después del incidente de la mecedora, cuando ella y Levi estaban de pie al lado de las escaleras. Hanji había puesto una tina y una tabla, para lavar, y Levi le había bajado algo de ropa. De entre la multitud de la calle, una pequeña y bien vestida mujer, con un rostro inexpresivo, les saludó. —Levi Ackerman, ¡No te he visto en las últimas semanas!
Hanji reconoció a Nanaba, una de las empresarias más exitosas, que habían venido a Yukon. Era muy respetada y admirada por su conocimiento de los negocios; Hanji deseaba poseer una cuarta parte de su astucia.
—Estoy aquí en la tienda todos los días, Nanaba. Me mantengo muy ocupado,— respondió Levi, riéndose entre dientes. Todo acerca de esa mujer, incluso su porte, parecía enérgico, pensó Hanji.
—Lo entiendo. Hay demasiadas oportunidades en esta ciudad para descuidarse y dejar escapar algo importante. Deberías haber aprovechado el arrendamiento del que te hablé. Conseguí un terreno de 500 metros cuadrados, e hice más de mil dólares diarios durante el tiempo que trabajé la tierra.
Hanji sabía que un arrendamiento era un arreglo temporal, a corto plazo, mediante el cual un propietario concede su tierra a otra persona para que explotara su propiedad a cambio de un porcentaje del oro que encontrase allí. Algunas personas habían sugerido ese tipo de negocio a Zeke, pero él siempre había rechazado la idea, contundentemente, alegando que él no era un aparcero. La verdad, por supuesto, era que ese acuerdo le hubiese obligado a trabajar. Levi cambió su peso sobre su otra cadera y frotó la parte de posterior de su cuello, fingiendo estar arrepentido. —Bueno, yo sé acerca de los caballos, no de minas. Además, no tenía ningún interés en escarbar en la tierra.
Nanaba sonrió maliciosamente. —Cuando hay este tipo de dinero de por medio, yo escarbaría la tierra como un cerdo, si fuese necesario.— De pronto, miró a Hanji de arriba a abajo, aunque no sin amabilidad. —¿Vas a presentarme a esta señora, Levi?
Hanji cambió a Sasha en sus brazos, sintiéndose incómoda, y esperó a ver lo que iba a decir.
Se enderezó. — Oh, ella es Hanji Ackerman. Hanji, esta es Nanaba. Tiene un dedo metido en todas y cada una de las más exitosas empresas de Dawson.
—Adulador,— dijo Nanaba, luego repitió, —¿Has dicho Hanji Ackerman?— Miró a Sasha.
—Bueno, es una larga— comenzó a decir Hanji.
—Hanji es mi...esposa.
Nanaba las consideró a ambas con una mirada perspicaz, y luego miró a la mano izquierda de Hanji. No llevaba anillo de bodas. Zeke lo había vendido hacía ya mucho tiempo, y Levi no le había dado uno. Sorprendida por el comentario de Levi, Hanji esperó a que ella dijera algo sobre el bebé, o su matrimonio obviamente, apresurado, pero se limitó simplemente a sonreír.
—Felicidades, Levi, no sabía nada. Qué gusto conocerla, señora Ackerman. Conozco a Levi desde hace un par de años. Fue una de las primeras personas a las que conocí cuando llegué.
—Oh,— dijo Hanji débilmente.
—Debéis venir cuando abra mi hotel. Estará listo en un par de semanas. Lo voy a llamar "El Fairview", y va a ser el lugar más grande en Dawson.— Comenzó a enumerar los atributos del hotel, contando con los dedos. —Voy a tener veintidós habitaciones con luz eléctrica y calefacción a vapor. Habrá una orquesta en el vestíbulo y porcelana china y plata de ley en el comedor.— Levantó la mano para reajustar su sombrero negro de paja en la fuerte brisa que soplaba bajo el cielo nublado. —Tendré camas de bronce y lámparas de araña de cristal que vendrán de White Pass, así que me voy a Skagway mañana para supervisar todo el asunto.
—¿Va a ir sola?— Preguntó Hanji. Parecía algo muy atrevido para una mujer. Skagway era un lugar bruto, salvaje, mucho más que Dawson.
Nanaba agitó su mano con desdén. —Por supuesto. Tengo que asegurarme de que los empacadores que contraté, no rompan ese material tan delicado, ni intenten engañarme.
Entonces, les dijo adiós, y corrió apresuradamente por la calle como un torbellino a través de la multitud hacia el lugar donde El Fairview iba a estar, para acosar a los trabajadores de la construcción. Levi volvió a reír y sacudió la cabeza mientras la veía ir. —Es una verdadera pieza de arte, esta Nanaba. — La tomó del brazo mientras caminaban hacia la tienda con el jabón. Hanji tuvo que admitir que le gustaba la sensación de su mano bajo su codo.
—Gracias por, bueno, no avergonzarme delante de ella — Levantó la mirada hacia él, viendo el modo en que su pelo soleado era atrapado por el viento y se movía en ondas por detrás de sus hombros. ¿Había notado el perfil de sus labios, antes?
—Oh, ¿quieres decir que no eructé ni me rasque donde no debía hacerlo?— Sonrió, mostrando sus hoyuelos y sus dientes blancos y perfectamente alineados.
La broma fue tan completamente inesperada, que Hanji se echó a reír. El Levi Ackerman que ella conocía, no hacía bromas. O al menos, es lo que ella pensaba.
—No, no quise decir eso. No tenías porqué haberle dicho que soy tu mujer.
—¿Qué otra cosa podría haber dicho?— Su sonrisa se desvaneció. Le soltó el brazo y metió las manos en sus bolsillos delanteros, como si de pronto fuese consciente de sí mismo. —No creo que lo hubiese creído, si le hubiese dicho la verdad.
—Tal vez no,— dijo Hanji en voz baja, casi deseando que aún estuviese sujetándola por el codo. Pero su obra contaba más que su credibilidad. Cuando él le había dicho que podía usar su nombre, nunca antes esperaba que fuese a salir de él mismo presentarla como su esposa. Tal vez, sólo tal vez, Erwin Smith le había dicho la verdad cuando dijo que Levi Ackerman era un caballero.
• • •
—¿Quieres trabajar? Nuestro acuerdo era que ibas a trabajar aquí para mí. ¿Qué más crees que puedes hacer teniendo un bebé que cuidar?— Levi le preguntó, mientras subían las escaleras.
Ella había abordado el tema de su trabajo con temor. Si él tenía en mente que ella sólo se dedicaría a cubrir sus propias necesidades, tal vez le prohibiría hacer cualquier otra cosa, y además se enfadaría. Pero después de conocer a Nanaba, Hanji le había dado más y más vueltas al hecho de ganar algo de dinero de su cuenta.
Levi estaba frente al espejo, descalza y vestido sólo con un par de pantalones vaqueros mientras se afeitaba. El brillo del sol, que ya se había puesto a las tres y media de la mañana, traspasaba las cortinas de lona y caía sobre su espalda desnuda, destacando el contorno de sus hombros con luces y sombras. Hanji trató de no mirar los músculos que sobresalen y flanqueaban a ambos lados del largo hueco de su columna vertebral, o la forma en que sus pantalones vaqueros parecían colgar suspendidos por debajo de su estrecha cintura y delimitar la curva de su trasero. Ella no quería darse cuenta de nada de eso. Él no era su marido y ella no quería otro después de Zeke. Pero encontraba esa vista, difícil de ignorar.
—Zeke me dijo que las chicas del saloon ganan cien dólares por noche sólo por servir bebidas y bailar con los mineros,— dijo ella, cambiando su atención hacia el fregadero lleno de platos del desayuno.
Él la miró por encima del hombro, cuchilla en mano, y la mitad inferior de su rostro oculto por el jabón de afeitar. —Jesús, ¿deseas trabajar en un bar?
—No, por supuesto que no. Pero he oído hablar de mujeres que dirigen tabernas y tiendas de confección, y hacer un montón de dinero con ello.
—¿Cuánto dinero necesitas?— Su tono se volvió extrañamente frágil. —No te voy a cobrar por alojamiento y comida.
Ella respiró tranquila antes de contestar. —No es mi intención ofender, pero tú mismo dijiste que esto es temporal. Que cuando decidas que has conseguido suficiente dinero, volverás a Oregon. Tengo que estar lista para cuando llegue ese día.
Levi se volvió hacia el espejo. —Te dije que te daría lo suficiente como para comenzar una nueva vida en otro lugar,— murmuró.
—Tengo muchas ganas de tener mi propio dinero, todo el que pueda hacer. De todas formas, todavía pienso pagar la deuda de los mil doscientos dólares de Zeke, y cualquier otro dinero que te haya supuesto mantenernos a Sasha y a mí.
—No espero que cubras la deuda de Zeke. Te dije que eso era entre él y yo, y que tú no eras responsable de ella.
Casi sonaba irritado, pero no podía imaginar por qué. Ella esperaba que la idea de recuperar su dinero, le alegrase. —De igual manera, yo la pagaré por Zeke.
Levi respiró hondo y se tragó la oleada de fastidio amargo que aumentó abruptamente en su interior. Zeke Jaeger. Pensó que si lo mencionase una vez más, iría a buscar a ese bastardo y darle la paliza que tanto merecía. ¿Y ella quería mucho dinero? Yelena había querido mucho dinero también, tanto como para revelar el verdadero objeto de su amor ella misma. ¿Por qué parece que las mujeres que había conocido en su vida, valoraban el dinero por encima de cualquier otra cosa? Habló con su imagen reflejada en el espejo donde se estaba afeitando. —¿Qué sabes hacer? ¿Tiene bienes para vender, o alguna habilidad por la que la gente estaría dispuesta a pagar?— Echó la cabeza hacia atrás para afeitarse la garganta.
Ella pensó por un momento. —No puedo bailar o cantar si eso es a lo que te refieres.
Levi no estaba de acuerdo con eso. No sabía si podía bailar, pero ella tenía la voz más dulce que jamás había oído. Las pocas veces que había estado allí cuando ella le estaba cantando a Sasha, se sentaba a la mesa y pretendía estar ocupado con alguna tarea sólo por el placer de escucharla. Pero para ser una mujer tan tímida, era terca como una mula.
Le robó otra mirada mientras ella frotaba la sartén. Al parecer, había renunciado a tratar de mantener su pelo en un nudo y ahora lo llevaba en una trenza larga y pesada que iba y venía detrás de sus hombros según se movía.
En un momento de silencio, la oyó suspirar.
—Supongo que no sé hacer apenas nada, salvo cocinar y limpiar. Eso era todo lo que hacía en mi casa, en Portland,— sonó derrotada. —Y nunca gané nada por ello.
—¿En serio? ¿Y por qué seguiste haciéndolo?
Se detuvo un largo rato antes de contestar. —Mi madre trabajaba como empleada doméstica para una familia adinerada, por lo que sólo venía a casa un día a la semana. El resto del tiempo, yo me hacía cargo de mis hermanos y de mi padre. — Se palpó el claro resentimiento de su voz.
—Las cosas no iban bien por ese entonces, ¿eh?
Ella hizo una pausa en su camino hacia el rellano para tirar el agua sucia. —No, no iban bien.
No dio más detalles, y Levi no le preguntó nada más. Sabía que la historia no era feliz, y escuchar los detalles sólo haría más difícil mantener las distancias.
Y él estaba teniendo algunos problemas con eso. A veces, su imagen se levantaba en su mente cuando él menos se lo esperaba. Diablos, no era más que un hombre, y tenerle en su cama, incluso con ese maldito saco de arroz entre los dos, le daba todo tipo de nociones. Siempre se decía a sí mismo que era porque no había estado con una mujer en meses. Tenía que ser eso—tenía que ser la razón por la que a veces se despertaba en mitad de la noche y se apoyaba en un codo para verla dormir.
La dejaré encontrar un trabajo, decidió, olvidándose de la imagen de su cabeza. Sería mejor para él no intentaría detenerla. Si ella aprendiese una forma de ganarse la vida, él sería capaz de dejarle continuar su camino, sin una pizca de remordimiento de conciencia sobre cómo le iría por el mundo con un bebé. Y podría volver a casa, a The Dalles, comprar la tierra que anhelaba, y seguir adelante con su propia vida. Se limpió el resto del jabón de la cara y se puso la camisa. Estaba perfectamente planchada. El cuello y los puños suaves como el almidón, y todos los botones en su sitio. Hasta que Hanji se había mudado allí, por lo general él había lavado su ropa en un cubo y luego cubría las sillas con ella, esperando a que se secase. Posteriormente se la había puesto tal cual se había secado, arrugada y dura como una tabla. Esto era un lujo. Un hombre podría acostumbrarse a los dulces cantares, las buenas comidas y las camisas planchadas. Se detuvo. Sí, un hombre podría acostumbrarse a muchas cosas el aroma del cabello de una mujer, el atractivo de su cuerpo, la suavidad de su voz. Y es entonces cuando sus problemas empezarían.
• • •
Después de bajar el resto de la ropa que necesitaba ser lavada, Hanji puso a Sasha en su caja y la caja en una silla al lado de la tina. Las nubes de la mañana estaban abriéndose, y el sol comenzaba a emerger. Levi había puesto un toldo para crear un refugio espacioso, y había colgado una cuerda entre dos paredes, que actuase como tendedero. Una pequeña estufa que había creado justo detrás del edificio, le proporcionaba un lugar para calentar el agua.
No era la mejor solución no sabía cómo se las iba a apañar cuando el clima comenzase a enfriarse. Y se sentía extraña haciendo la colada a la vista de la multitud que pasaba, que no tenía más que mirar por la calle lateral para verla trabajar. Por ahora, sin embargo, los días eran templados y ese lugar tendría que servir.
Arriba y abajo de Front Street, el barullo incesante de los martillos y las sierras resonaban mientras que edificios nuevos de tres y cuatro pisos eran levantados en ese lugar que, hasta hace poco más de un año, según Levi había señalado, no había tenido más que unas pocas tiendas de campaña y un alce para el pastoreo. Al menos, las calles embarradas por fin habían empezado a secarse bajo el sol de junio.
Sasha gorgoteaba y agitaba sus puños, aparentemente satisfecha con su cambio de ubicación. Mirándola, Hanji sintió que su corazón se llenaba de amor. Era una niña tan bonita, tan llena de promesas...Su futuro sería brillante con las posibilidades que Hanji sería capaz de darle.
—¿Te gustaría escuchar una canción, princesa?— Hanji preguntó mientras metía las manos en el recipiente lleno de jabón para fregar un pañal. Eligió la Oda de Stephen Foster a Jeannie, pero cambió el nombre por el de Sasha. La niña sonrió y la miró, fascinada, como si comprendiera las palabras.
Después de lavar sus pertenencias, empezó a lavar la ropa de Levi. Tenían su aroma impregnado, no era un olor desagradable, y uno que Hanji había llegado a reconocer, al igual que conocía el sonido de sus pasos sobre los tablones de la tienda. Mientras trabajaba, cantaba en voz baja, tanto para deleitarse a sí misma como para mantener al bebé contento.
Hanji estaba en el medio de —Shenandoah,— cuando miró hacia arriba y vio a un hombre justo debajo del toldo.
Ella se apartó rápidamente de la tina, con el corazón dando tumbos alrededor de su pecho. —¿Q-qué es lo que quiere?
No se parecía a ninguno de los mugrientos y cansados hombres que pasaban por Front Street, con barba y sombreros maltrechos. Tendría unos treinta años, pensó, tal vez unos pocos más que Levi.
—Disculpe, señora, no quería molestarle. Pasaba por— señaló con el pulgar por encima del hombro hacia las rejas—y me pareció oírla cantar.
Hanji se puso entre el desconocido y Sasha. —Le estaba cantando al bebé,— dijo mientras mentalmente calculaba la distancia hasta la puerta principal del comercio de Ackerman.
Él asintió con la cabeza, con el rostro ensombrecido por un rastro de melancolía. El cielo que se alzaba por detrás de él, contrastaba con su expresión. —Sonaba tan dulce, que sólo quería escuchar por un minuto. Me recordó a casa, eso es todo.
Hanji se relajó un poco. —¿Ha estado fuera mucho tiempo?— No se hubiese molestado en preguntar si no hubiese venido de muy lejos. Todo el mundo había recorrido una larga distancia para llegar a ese lugar.
Él asintió con la cabeza. —Sí, señora, me fui de Sacramento apenas hace un año ahora, pero parece diez veces más. Mi señora y mis dos hijas me están esperando allí. Les prometí que volvería a casa como un hombre rico.— Se rió sin humor. —Supongo que no puedo ir todavía, pero sin duda, las echo mucho de menos.
—Me imagino que ellas preferirían que estuviera allí con ellas, rico o no.
—Oh... Después de hablar tanto acerca de la gran vida que tendríamos, y todas las cosas buenas que podríamos comprar, siento que no puedo volver a casa como un fracasado— Su sonrisa arrepentida admitía la insensatez de su planteamiento.
Parecía decidido y aún así, sin esperanza, al mismo tiempo, y Hanji no podía pensar en nada más que decirle. —Bueno, le deseo buena suerte. Espero que no tenga que estar lejos de su familia por mucho tiempo.
—Gracias por el canto, señora. Y buena suerte con su negocio, también.— Hizo un gesto hacia la tina.
—Oh, no, no un negocio. Esto es sólo la colada de mi familia. De mi bebé.— Echó un vistazo a la camisa mojada de Levi en sus manos. —Y la de mi marido.
El desconocido miró sus propia ropa embarrada, y luego a ella. —Señora, perdóneme si parece que me estoy entrometiendo demasiado, pero pasar la mayor parte del tiempo en los campos de oro, hace que la mayoría de las veces, no tenga nada de ropa lavada que ponerme regularmente. Por lo general, me la pongo hasta que no puedo aguantar más el hedor, entonces compro trapos nuevos y tiro los viejos. Supongo que parece una pérdida de dinero. ¿Consideraría—Bueno, señora, ¿podría persuadirla para lavar mi ropa si yo le pagase?
¿Alguien quería pagarle por lavar ropa? Todos estos años había realizado ese trabajo a cambio de nada más que un techo sobre su cabeza.
—Probablemente debería preguntarle a mi esposo,— dijo. Hanji no estaba acostumbrada a que se le permitiese pensar por sí misma. De hecho, ninguno de los hombres que había conocido, creía a una mujer capaz de pensar inteligentemente.
Entonces se acordó de Nanaba y su espíritu emprendedor, y el germen de la idea que había discutido con Levi comenzó a afianzarse. Hanji probablemente podría ganar mucho dinero en una ciudad con miles de hombres que estaban muy lejos de los servicios domésticos de sus hogares. Ésta podría ser la oportunidad que estaba buscando.
—Pensándolo bien, haré su colada, señor...
—Shadis, señora, Keith Shadis.
—Yo soy...— Vaciló un momento. —Soy la señora Ackerman, Sr. Shadis. Traiga su ropa.— En una de las decisiones más audaces que Hanji había hecho nunca, agregó: —Y dígale a sus amigos que traigan las suyas, también.
• • •
—Voy a necesitar mucho jabón, supongo, y almidón, y un par de tinas más.— Hanji marcó los artículos con los dedos mientras se paseaba frente al mostrador de Levi. Había entrado muy apresurada en la tienda, con Sasha en sus brazos; ansiosa por su nueva empresa en marcha. La perspectiva de la planificación de su propio destino era aterradora pero emocionante, al mismo tiempo. —Ah, y voy a tener que hilar más tendederos. Creo que voy a tener que conseguir un par de esas pesas de oro también, ya que empezaré mañana.— Se detuvo entonces y consideró tanto a Erwin como a Levi. Se dio cuenta de que ella era la única que hablaba, y una alarma sonó en su cabeza. Al hacer sus grandiosos planes se había olvidado de que a los hombres no les gustaba que las mujeres pensaran por sí mismas. —Es decir, si tú estás de acuerdo con esto. Todavía me encargaré de las tareas de arriba.
Levi se encogió de hombros con indiferencia. —No me importa lo que hagas con tu tiempo, siempre y cuando mantengas tu trato conmigo.— Tomó un sorbo de una taza de café blanca y gruesa, y luego comenzó a acumular pastillas de jabón amarillo delante de ella en el mostrador.
—Puedo hacer ambas cosas,— se apresuró a asegurarle. —Podré cocinar y lavar para ti, y hacer esto, también.
—Entonces, haz lo que quieras.
Hanji puso a Sasha en su hombro. —Tal vez debería tener un cartel pintado. Ya sabes, para que la gente sepa que estoy aquí LAVANDERÍA DE LA SEÑORA ACKERMAN, o algo así. ¿Son caras las señales?— Era una pregunta tonta, se dio cuenta— todo en Yukon era caro.
Levi alzó una caja de quince kilos de Almidón de Kingsford al mostrador. —No necesitas una señal. Puedo prometer que no te faltará trabajo. Una vez la palabra se extienda, estarás enterrada bajo una pila de ropa sucia.— Su tono tenía ese toque frágil tan extraño que ella ya había oído una o dos veces antes.
No le gustaba la idea. Lo notaba en su voz y en la expresión pétrea de sus ojos. Ni siquiera creía que a Erwin le gustase—le había enviado una mirada prohibitiva a Levi aún más imponente que la dura expresión en blanco de su amigo. Pero al menos, Levi no se había opuesto abiertamente, y se había ganado la confianza suficiente como para que ella supiese que no estaba simplemente esperando a quedarse a solas con ella para estallar en una furia hirviendo.
En ese momento, Sasha comenzó a demandar su comida de la tarde, y Hanji dio la bienvenida a su oportunidad para escapar. —Oh, Dios mío, voy a tener que volver luego a por todo.
—Lo pondré todo debajo de las escaleras para ti,— dijo Levi. El último pensamiento de ella fue que era el hombre más complejo que había conocido en su vida.
• • •
Levi vio a Hanji salir, y oyó el crujido de su falda de percal, rozando el marco de la puerta. Se había producido un cambio abismal en esa mujer que acababa de salir por la puerta, y la muñeca de trapo silenciosa y aterrorizada que había conocido hacía tres semanas. Todavía estaba demasiado delgada, pero su ropa nueva ayudaba a ocultar eso.
Con no poco esfuerzo, Erwin estiró su largo cuello cadavérico en la silla de respaldo recto que ahora tomaba el lugar de la mecedora. Levi podía oír su respiración de nuevo. —Casi me había creído que tomé la decisión correcta al darte a Hanji y a su hija, para que las protegieses.— Caminando hacia el mostrador, sacó un pequeño frasco de plata del bolsillo interior de su chaqueta, y tomó un sorbo de él. —Admito que ahora me pregunto si hice lo correcto.
Levi le miró fijamente. —¿Por qué?
—Yo esperaba que le hicieses la vida un poco más fácil—obviamente, la mujer ha sido muy maltratada. Pero ahora parece que ella siente que tiene que lavar la ropa de los demás en la calle para ganarse su propio camino.
Ella va a ser la presa de cualquier oportunista desagradable de Dawson. ¿Qué la dijiste para que tuviese la impresión de que tenía que trabajar? —El lento y melódico acento de Erwin podía cortar como un látigo cuando se sentía molesto por algo.
—¡Ni una maldita cosa! Y ella no va a estar en la calle,— respondió Levi, sorprendido de que Erwin se preocupase por su relación con Hanji. —Ha sido su idea, no la mía. Me dijo que quiere ganar tanto dinero como pueda.
El abogado tosió, luego respiró jadeante. —¿Te has preguntado por qué piensa así?— Preguntó tras recuperar su aliento.
Levi sabía muy bien por qué, y la razón le hacía sentirse culpable de alguna manera. Pero no estaba de humor para hablar de la conversación anterior que tuvo con Hanji. Se encogió de hombros. —Bueno, ¿qué mujer no quiere dinero?— Se preguntó. —Por lo menos ella está dispuesta a trabajar para ello.— Erwin se encogió de hombros y bebió otro trago. —Yo no expondría a mi esposa de esa manera.
Sintiéndose acosado por el interrogatorio, Levi espetó: —¡Ella no es mi esposa!— Desde el primer día que accedió a esta alianza temporal con Hanji, tenía la incómoda sospecha de que su amigo veía el acuerdo como algo permanente —Y yo no quiero que lo sea.
Erwin miró a la calle a través de la puerta abierta, como si otra voz lo hubiese llamado. —Levi, ¿alguna vez piensas en tu propia muerte?— La ira había abandonado su voz.
Intrigado por el cambio de tema, Levi respondió: —Claro, de vez en cuando.
—¿Probablemente en esas noches que parecen no tener fin, cuando el resto del mundo duerme, pero tú no puedes? Todo tipo de pensamientos tienden a cruzar la mente de una persona en las horas que pertenecen a Morfeo.
Levi tuvo que admirar la educación clásica de su amigo. —Es cierto, pero no es un tema sobre el que me guste pensar.
Erwin asintió. —Probablemente no. No es algo atractivo en lo que pensar. Sin embargo, casi todo hombre muere lamentándose de algo — Tocó su delgado pecho. —Mantener este corazón, por defectuoso que sea, todo para mí, es uno de los míos.— Fue como el comentario más franco que jamás había hecho. Su mirada oscura y profunda penetraron los ojos de Levi. —No dejes que sea uno de los tuyos.
Respuesta a Poroto H: A mi tampoco me gusta el LevixYelena pero no sabia a quien mas poner y como ya dije Petra no es una opción xD
La razón por la que actualizo tan rápido es que como aclaro al principio esta es la adaptación de un libro ya escrito entonces mi trabajo solo es cambiar nombres y detalles como la apariencia de los personajes para que sean mas congruentes por ejemplo el protagonista original de este libro es rubio y Levi no es rubio, igual la protagonista original también es rubia, así como la niña aunque con tanto personas y ya que son capítulos muy largos a veces hasta yo me confundo y se me escapan estos detalles que los arreglare una vez termine la adaptación.
Si les interesa leer la novela original esta le pertenece a Alexis Harrintong y se titula "La señora Harper"
La canción que le canta Hanji a Sasha se llama - I DREAM of JEANIE With The LIGHT BROWN HAIR pueden encontrarla en you tube con subtitulos es hermosa.
