Harry, se da cuenta una mañana, que no recordaba mucho de su vida antes del accidente.
Lo notó cuando vio una pequeña foto que Ron trajo hace unos días, junto con un par de cosas más en una caja, porque eran cosas que según él, nunca le había devuelto. Y se dio cuenta que ahí, hay una fotografía, donde ambos sonríen a la cámara en algún país que no luce como Inglaterra. Jóvenes, y felices, y llenos de vida. Esperanza.
Entonces, tiene la vaga sensación de que la persona de la foto no es él, que debe ser algún extraño que tomó su lugar, porque no puede recordar haber estado allí.
Algunos fragmentos lo golpean con el pasar de las horas, de todas formas. El sol, el olor a mar, la claridad del agua, sonidos de risas y arena entrando a sus ojos. Pero no puede recordar, y siente que su mente le está engañando.
Quiere decírselo a alguien, realmente desea contárselo a Draco, entender por qué no es así, y por qué cuando trata de pensar en algo significativo de al menos, los últimos cinco años, nada viene a su mente. Pero no lo hace. Porque muy en el fondo, tiene miedo de encontrar la respuesta.
Lo deja pensando un poco, en cómo nunca hablan de los últimos doce años, al menos de su parte. Porque Draco le cuenta sobre sus viajes, sus seminarios, sus sueños y sus metas. Le cuenta sobre intentos de amores fallidos, y ex locos que buscan venganza. Hablan sobre cómo hubiesen sido las cosas si al final de todo, se hubieran llevado bien, y llegando a la conclusión de que eso no era ni remotamente posible. Hablan de Hogwarts, y Snape, y del maldito Albus Dumbledore y su extraña relación con Grindelwald. Pero nunca hablan de él.
Real, realmente tiene miedo de saber por qué. O si realmente hay un por qué, o quizás Harry solo está comiéndose la cabeza, y nadie ha notado nada.
Tampoco quiere ser quien lo haga saber, romper con el brillo de esperanza que ha tenido. Ha mejorado. Puede sostenerse en pie por unos minutos, dar algunos pasos. Y es un logro tan grande. Duele como el infierno, a veces hasta el punto de las lágrimas, pero lo ha logrado. Incluso su magia ha avanzado un poco, pudiendo conjurar hechizos más leves. No quiere agregar otro problema, no quiere pensar en que hay algo más que sanar, o que hará que retroceda en su progreso.
Pero, una semana luego de ver la foto, comienza a preocuparse en serio, porque se mira al espejo. Es extraño; nota como hace bastante tiempo no era capaz ni siquiera de soportar su reflejo, como hace meses que no se mira, y sin querer, mientras era llevado por Draco a su baño a paso lento, ve de reojo su otro yo, antes de dejarse caer en su silla.
Es finalmente consciente de algo que no había notado, y no sabe cómo no lo había visto, siendo que ahora sentía con la fuerza de una tonelada, cómo su cabello caía libremente hasta la mitad de su espalda, revuelto, y eso no podía ser posible, porque a pesar de que solía crecer insanamente, su último corte había sido apenas dos meses atrás, en Enero, porque estaba seguro que lo cortó casi finalizando el primer mes, y que desde ahí solo habían pasado unas semanas. Que debería ser Marzo, o máximo mediados de Abril, porque esa es la cantidad de tiempo que él recuerda que ha pasado, pero mira hacia la ventana y el clima está cada vez más caluroso, el sol brillando como si ya fuese verano, y el puto pelo no miente.
No pudo evitarlo, enfocó sus ojos llenos de horror en Draco, intentando hacerle la pregunta, pero ninguna palabra salió de su boca. Era como si súbitamente hubiese perdido toda habilidad de habla meramente básica, y solo pudiese sentirse asustado. Trató de recordar cuándo fue su conversación, la que inició realmente las cosas, pero no podía. Tenía la noción de que fue hace unas cuantas semanas, pero ya no sabe. No sabe nada.
El rubio frunció el ceño, agachándose hasta quedar frente a él, con preocupación impresa en todo su rostro, mientras Harry se llevaba una mano a la boca, sin entender completamente nada.
—Harry, ¿qué...? —preguntó él con delicadeza, posando sus manos sobre sus rodillas—. ¿Sucede algo?
El pelinegro trató de enfocar sus ojos en su rostro, y ni siquiera sabía ya qué quería preguntar, porque en su cabeza estaban todas las ideas revueltas, y apenas era consciente de donde estaba. Es su baño, lo sabía. O no. No entiende.
—¿En qué fecha estamos? —replicó él, con la voz quebrada, mirando a su alrededor—. ¿Qué mes?
Draco lo miró fijamente por lo que parecieron horas, y ni un poco de la preocupación se había drenado de su rostro. Parecía estar analizándolo, pero Harry no tenía tiempo para prestarle atención, de preocuparse, porque realmente sentía que iba a estallar, porque no podía concentrarse en nada a la vez, y no podía recordar nada, y sentía que iba a llorar de la desesperación.
—Estamos a finales de Junio. Es el día 26. —respondió, con voz neutra, y el moreno sintió cómo el alma le caía a los pies.
Finales de junio. Ya se iba a cumplir un año desde su ataque. ¿Cómo...? ¿En qué momento? No tiene ningún sentido. ¿Dónde se metieron dos meses? ¿Por qué no los recuerda? ¿O si pasaron, y simplemente no se dio cuenta? Trató de hacer memoria.
Entonces cayo en cuenta de otra cosa muy importante. El cumpleaños de Draco. Eso lo recuerda muy bien, el día que es. Lo ha sabido por años, desde que veía cómo su Búho Imperial le llevaba dulces y los regalos más costosos durante esa fecha a Hogwarts. Y no tiene un solo recuerdo de haber celebrado esa fecha ese año. No lo tiene, pero sabe que lo hizo.
Entonces bajó la mirada, y miró su piel. Está bronceada. Más de lo que debería, luego de haber estado diez meses encerrado en su cuarto sin salir al exterior. Y ahí notó, lo ridículo que eso sonaba. ¿Diez meses en su habitación? ¿Sin siquiera salir al sol de su patio? No tiene sentido. Es estúpido e irracional. Salvo que tampoco recuerda aquello. Hay partes que faltan, y no sabe por qué.
—¿He salido al patio, verdad? —preguntó, y sabía que sonaba como un demente, porque sus preguntas no tenían sentido. Pero honestamente, ya nada lo tenía.
Draco permaneció en silencio nuevamente, y Harry no se sentía capaz de mirarlo, a pesar de que podía sentir sus ojos sobre su rostro, estudiando, buscando alguna pista.
—Así es. O eso supongo. Nunca me has dejado hacerlo —respondió, con esa voz neutral que tanto odiaba. Casi prefería que estuviese burlándose de sus preguntas. De lo ridículo que todo parecía.
Su entrecejo se juntó aún más. ¿Por qué no dejaría a Draco llevarlo a su patio?
Y entonces recordó, lo humillante que eso debía ser. Así que no dijo nada al respecto.
Desvió sus ojos hasta el espejo colgando en la pared, a pesar que desde ese lugar no podía verse, y soltó una respiración temblorosa. Su pelo hacía que su cuello picara, y no sabía tampoco por qué no se lo cortó antes. Por qué dejó que creciera tanto.
—Tengo el cabello largo... —susurró a la nada, luego de unos minutos.
—Sí, Harry —replicó Draco, con cautela. Harry aún no le miraba—. Tú no has querido que te lo corten.
—¿Por qué...? —dijo, con confusión.
—No lo sé, sinceramente —respondió él con honestidad, afirmando más fuerte el agarre de sus piernas—. Te pones como loco cada vez que alguien sugiere el tema. Suponíamos que te gustaba así.
—¿Qué...? —preguntó, y un pequeño fragmento de tía Petunia, cortando su cabello con brusquedad hasta su cráneo, le vino a la mente, haciéndole cerrar los ojos— Córtalo, por favor —le pidió por lo bajo.
Draco no respondió de inmediato y Harry se obligó a mirarle. Sus ojos fríos tenían una emoción difícil de identificar, pero el resto de su rostro permanecía impasible, devolviéndole la mirada.
—No sé cortar el pelo, Harry —habló lentamente—. Soy muy talentoso en muchas áreas, pero--
—Draco —interrumpió, y tratando de imprimir el ruego en su voz, añadió:—. Por favor...
El rubio no se movió, y el ojiverde podía ver que estaba tratando de leerlo. Harry no estaba seguro qué quería leer, porque en ese momento, se estaba mostrando tal cual se sentía. Un desastre. El hombre elevó su mano hasta depositarla sobre una de sus mejillas, acariciando su piel y haciéndole cerrar los ojos ante su contacto. Lo calmaba. Lo hacía sentir bien.
Draco pasó un mechón tras su oreja, susurrando un "Está bien" mientras se levantaba, saliendo del baño para buscar unas tijeras.
Cuando volvió, y con indecisión se posó tras su espalda, tomando su cabello, Harry trató de enfocarse en ello. En sus dedos rozando su nuca y el sonido de las tijeras al cortar su pelo, mientras varios mechones caían al suelo o en sus hombros. No en la incertidumbre de su salud, ni tratando de rememorar nada. Si no en el toque gentil del rubio, el cariño, y en lo mucho que distaba de cómo su tía le había tratado.
—¿Ahí está bien? —preguntó Draco, luego de unos veinte minutos, y Harry se llevó una mano para tantear su cabeza.
Estaba hasta poco más abajo de su mandíbula, como casi siempre lo llevaba, porque sabía que aunque intentara cortar más que eso, estaría de ese largo al otro día, y asintió, con los labios presionados juntos. Al menos ahora se sentía más como él mismo, aunque eso no fuese totalmente verdad.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó, sin girar la cabeza, oyendo cómo las tijeras eran depositadas sobre el lavabo—. Desde nuestro primer beso...
Draco rodeó la silla de ruedas, volviendo a su posición de cuclillas casi de inmediato, para verle bien. Tenía los labios presionados como él, y sus cejas caídas. A Harry no dejaba de revolversele el estómago ante la vista de su presencia.
—¿Por qué? —preguntó, un poco brusco.
Harry no fue capaz de contestar, y posó sus orbes en la bañera. Estaba llena de agua. Lo hizo pensar momentáneamente si estará caliente, o helada, debido a las altas temperaturas, o si tendría algún hechizo especial. No lo sabía. Tampoco contestó.
Oyó como Draco suspiraba, y de reojo lo vio pasando sus manos por sobre sus ojos.
—Un mes. Más o menos —respondió.
Un mes. Bueno, no era del todo extraño, es más, incluso bastante posible. En su mente habían pasado apenas unas semanas. Dos, máximo. Pero un mes sonaba mucho más grande viniendo de su boca, o solo era su percepción, porque tres semanas sonaban mucho menos que un mes. Tampoco respondió nada a eso.
Harry se sacudió el poco pelo que había caído en su ropa, y, aunque aún no era un experto con la movilidad de sus articulaciones, trató de sacarse los calcetines con sus pies, hasta que Draco lo notó y le ayudó el mismo a desvestirse, entendiendo el mensaje de que no quería hablar.
Se quitó su camiseta, y vio cómo el rubio dejaba la vista en su abdomen por bastante tiempo, a pesar de que el músculo había disminuido, e incluso se sentía más liviano que hace--diez meses. Pero podía sentir que Draco lo deseaba de igual manera, tanto cómo él lo hacía, aunque nunca hubiese intentado nada al respecto. Le retiró los pantalones de pijama, con ayuda de Harry, hasta solo ser dejado en ropa interior, que el ojiverde se moría porque fuera retirada. Solo en ocasiones distintas. Solo cuando su mente no estuviera hecha un lío.
Lo dejó solo un segundo, porque sabía que Harry aún tenía problemas con su privacidad y qué cosas le resultaban humillantes o no, así que ahora que podía moverse con mucha más facilidad, e incluso tener la fuerza suficiente para meterse por sí solo a la bañera, aunque con mucha dificultad, Draco dejaba que lo hiciera todo por su cuenta. Solo que en ese momento, estuvo a punto de pedirle que volviese. Que no se sentía capaz de hacerlo.
Terminó de todas formas dentro del agua, que comprobó que estaba tibia, cuando Draco ingresó de nuevo al baño, dispuesto a lavar su cabello, porque Harry amaba que lo hiciera. Y sinceramente, Draco amaba hacerlo también.
—¿Me dirás qué te sucede? —preguntó, con voz suave luego de un rato, mientras masajeaba su cuero cabelludo y haciendo olvidar a Harry de todo problema.
Sintió como su cuerpo se tensó de pies a cabeza. Y no quería, Merlín, no quería decirlo. No quería romper con la paz que había sentido desde, aparentemente, hacia un mes atrás. Pero se forzó a hablar de todas maneras.
—El tiempo... —respondió. Sabía que no era respuesta suficiente, lo tenía claro, aunque deseaba con todas sus fuerzas que así fuera. Carraspeó— Creí que--estábamos en Abril. Y no recuerdo algunas cosas —admitió con pesadez—. Ni de antes del ataque, ni de estos meses, no sé-- —Draco echó agua sobre su cabeza, retirando el shampoo— No entiendo.
Por un minuto, lo único que oyó fue el sonido del agua, mientras la espuma era lavada de su pelo, y Harry quería ver su expresión. Pero no se volteó, con la incertidumbre de saber si se encontraría allí alguna mueca de decepción.
—¿No lo recuerdas ahora, o nunca lo has hecho y te acabas de dar cuenta? —preguntó, con la misma suavidad de hace un rato.
—No lo sé —la respuesta salió de su boca con demasiada facilidad. Draco suspiró.
—¿Crees que el tiempo ha pasado así de...rápido porque te faltan pedazos en la memoria o porque no haz contado bien los días que pasaron? —volvió a preguntar, masajeándolo con cariño.
Harry pensó en ello un momento, mirando la bañera llena de espuma, que no había descendido su temperatura. Y al centrarse en eso, no sabe si es porque tiene un hechizo, o porque no ha pasado el tiempo suficiente como para que el agua se ponga fría. No sabe cuánto ha pasado desde que empezó a tomar el baño. Y de pronto se dio cuenta que las dos alternativas suenan igual de ciertas.
—No lo sé —respondió nuevamente.
Draco lo ayudó a levantarse, desviando la mirada con mucha dificultad, tragando saliva, lo que hizo que su corazón y estómago se encogieran por dentro, mientras le tendía la toalla y Harry se la envolvía alrededor de la cintura, sin enfocar muy bien sin sus lentes. Lo subió a la silla, llevándolo de vuelta a su cuarto, siempre iluminado por la ventana. Y aunque en un principio odiaba aquello, que no pudiese tener un solo minuto de oscuridad en su lugar, y le hacía querer matar a Hermione de la pura frustración, ahora entendía su punto. Cómo así todo se veía un poco más claro. Un poco más lindo, mientras los rayos de sol tocaban el albino cabello de Draco y éste se movía por su habitación, buscándole ropa. Brillante, precioso. Haciendo su vida mucho más luminosa y feliz. O quizás, es Draco mismo quien iluminaba el cuarto, y era el sol. No la ventana, no el exterior. Él.
Cuando finalmente estuvo de vuelta con su vestimenta, dejándola encima de su regazo, volvió a hablar.
—Suele pasar... —comenzó con un poco de duda, y Harry lo miró con atención— Que los pacientes en cama, o con algún tipo de traumatismo muy fuerte tanto en su cuerpo como en su cabeza, olvidan ciertas cosas, o la percepción del tiempo pasa muy diferente... —le dijo, mordiéndose el labio— Es normal, sí. Pero hay que prestarle atención a eso, en todo caso. Ver las causas del problema, ver si es peligroso, o te afectará mucho. Ya tengo algunas teorías.
Él frunció el ceño, asombrado ante la rapidez del hombre al pensar qué podría estar causando su repentina amnesia, pero no comentó nada. No estaba allí para hacer su ego más grande de lo que era. Asintió, pasando la camiseta nueva por sobre su cabeza, mientras Draco organizaba algunas cosas para comenzar con la sesión, sin mirarle. Lo que parecía estar costándole todas sus fuerzas de hacer.
Harry sonrió un poco ante esto, tomándole el brazo una vez que pasó por su lado, aún sin estar completamente vestido. Vio cómo el ojigris pasaba saliva, y lo jaló aún más hasta abajo, hasta que estuviera lo suficientemente inclinado, para depositar un suave beso en sus labios que fue correspondido casi de inmediato. Al menos, eso sí era algo que no necesitaba meditar antes de hacer.
Desde ahí, el tiempo comenzó a pasar un poco más rápido. O no. Quizás. No lo sabía.
Su rutina no había cambiado mucho, Draco llegaba, hacían lo que debían hacer, aunque nunca se quedaba por las noches, a excepción de aquellas dos veces anteriores, y continuaban con su día, hablando y riendo. También, muriendo de deseo; o al menos él. Porque era totalmente injusto la manera en la que Draco lucía con sus trajes hechos a la medida o cuando se mordía el labio, apretando los párpados mientras gemía de placer luego de comer una comida que encontraba deliciosa. O cómo lo tocaba, al vestirlo, o ayudarle, haciéndolo pasar como roces inocentes, que ambos sabían que no tenían nada de inocentes, demasiado cerca de puntos sensibles, o posándose tras él, ayudándolo a dar algunos pasos y suspirando encima de su oreja. O la manera en la que lo besaba, fuerte, con avidez y expertiz, deteniéndose antes de que las cosas llegaran más allá, dejándoles a ambos sonrosados, con la respiración agitada, frustrados y con dolorosas erecciones apretando bajo sus pantalones, que debía calmar encerrado en el baño, lejos del resto de la gente.
Era una tortura, pero al parecer para el rubio era superar demasiados límites dejando solo que se lo follara, por el amor de Dios. Calmar la insaciable necesidad que crecía con cada día.
No pasaba aún, por supuesto. Tal como todavía lo que sea que tuvieran no poseía un nombre, ni limitaciones tampoco. El tema de sus sentimientos no salió a flote una sola vez de nuevo, y Harry no estaba seguro de querer que eso sucediera. Estaban bien así, con sus besos y cariños cada que les daba la gana, sin detenerse por nada ni nadie. Con sus charlas ocasionales, y palabras de afecto. No era necesario especificar qué eran. Tal vez, era demasiado complicado para ellos incluso, el determinarlo. Solo eran, existían; con eso bastaba. Era suficiente para él.
La familia Weasley seguía yendo a visitarlo con la misma regularidad de siempre. Ginny había vuelto de su gira, y se había cortado el pelo hasta los hombros. Se veía mejor, la verdad. Molly no paraba de llevarle tartas, insistiendo que estaba muy delgado. (Como siempre, aunque probablemente, ahora tenía más razón que antes). Arthur le llevaba todo tipo de artefactos muggles que pensaba que le podrían gustar, o ayudarle, que eran mayoritariamente basura inservible, pero no tenía el corazón de decirle qué eran realmente, y los guardaba en el cajón de su mesita de noche. George había comenzado a gastarle bromas de nuevo, lo cual era un alivio, ya estaba cansado de que lo tratara como si fuese de cristal. Lo último que hizo, fue hacer que su cama sonara a flatulencia cada que se moviese. Percy le llevó algunas revistas acerca de métodos muggle de medicina y recuperación de los músculos, que Harry agradeció, pero sabía que no iba a leer. Que en cambio, se las entregaría a Draco para que viese si había algo allí que le sirviera.
Charlie fue un par de días, luego de no verlo por tanto tiempo, llevándole un huevo de dragón no fecundado, (algo de que estaba hueco por dentro, o algo así, no le entendió muy bien), y miles de historias sobre Rumania, e internados en América del Sur, con dragones más pequeños. Fue una alegría.
Bill y Fleur también lo visitaron, llevando a Victorie con ellos luego de que el año escolar en Beauxbotons hubiese terminado, y alegrándole la vida al verla. Discutieron sobre distintos temas, y por primera vez, supo lo que El profeta estaba diciendo de él. Teorías sobre secuestros, locura y planes de convertirse en el mago tenebroso más poderoso de la última década encabezaban la lista de posibles explicaciones de su desaparición.
Hermione y Ron eran los que visitaban con más frecuencia, y quienes llevaron a Teddy en algunas ocasiones, que no paraba de hablar sobre su nueva prima, mientras apuntaba al estómago de la morena, haciéndole reír. No comentaron nada acerca del estado de su mente, aunque Harry sabía que ellos sabían, lo notaba por la manera en que su amiga tenía cuidado al mencionar ciertas cosas, o cómo el pelirrojo lo miraba desde una esquina de la habitación, analizándolo como si fuese un tablero de ajedrez. Estaba casi agradecido de que no comentaran nada con él.
El tiempo pasó, y de repente, ya era 31 de Julio, y era su cumpleaños, y ya se iba a cumplir un año de su accidente e iba a celebrar su maldito día de nacimiento en su maldito cuarto, porque no tenía ganas de hacerlo al exterior debido al jodido calor.
Una maravilla.
Draco estuvo presente, junto a toda la familia Weasley, los niños, y Hermione, por su propia petición, aunque siempre desde un margen profesional, muy a su pesar.
Comieron hasta cansarse, escucharon música, charlaron, rieron, lo imitaron y rememoraron el pasado. No fue un mal cumpleaños a decir verdad, solo fue diferente. Diferente en el sentido, estoy enfermo y no me puedo parar diferente, pero fue bueno, al fin y al cabo.
No fue hasta el día siguiente, después de la emoción pasada y un buen descanso, que recordó a la mala, lo brillante que Hermione podía ser, y su habilidad de leer entre líneas, notando cosas que el resto del mundo no.
Harry lo sintió apenas ingresó a la habitación, mortalmente seria y con el ceño fruncido, para plantarse delante de él con una ceja acusatoria arriba. Mierda.
—¿Qué está pasando entre Draco y tú? —preguntó, sin siquiera saludarle.
Harry empezó a sudar en frío casi al instante, quedándose en blanco. No sabía qué responder, o qué harían en estos casos, porque ni siquiera tenían previsto que alguien se enteraría. Tragó en seco, desviando la mirada.
—Nada. ¿Por? —respondió cortante.
Sintió la risa irónica y amarga emerger desde la castaña, que comenzaba a pasearse por su cuarto.
—Harry, te conozco desde hace veinte jodidos años. No te atrevas a mentirme.
El pelinegro volvió a posar sus ojos en ella, quien le devolvía la mirada con furia, y debajo de todo aquello, aquella lástima que le ponía de los nervios. Que no soportaba.
—No es ninguno de tus asuntos —espetó, sabiendo que estaba siendo cruel, y que era una vil mentira. Aunque no tanto, después de todo, era un hombre adulto con la facultad de querer estar con quien quisiera.
Los ojos de Hermione ahora disparaban dagas, acercándose a él a paso lento.
—Resulta que si es uno de mis asuntos, porque eres mi mejor amigo, eres mi hermano, y aunque no puedes comprender eso, cabeza hueca, lo seguirás siendo. Tú, gigante idiota —replicó, con una cercanía peligrosa. Harry pasó saliva—. Yo solo-- —suspiró— Harry, estoy preocupada.
Eso hizo que sus guardias cayeran, solo un poco, mientras estudiaba sus movimientos y cómo sus hombros se relajaban casi en el acto, dejando de sostener esa postura recta. Hermione se pasó una mano por el cabello, enroscando uno de sus rizos.
—Debes detener esto. Ahora, Harry. Te estás causando un daño terrible. A ti, y a él —dijo con un poco de histeria, la expresión de lástima no se había ido de su rostro—. Es--
—Jamás me he sentido mejor en mi vida —la cortó, con voz dura—. Me hace bien. Yo le hago bien. ¿Cuál es el maldito problema?
—No entiendo por qué demonios tienes que ser tan terco —Hermione espetó con amargura—. ¿Crees que te digo todo esto porque quiero que seas miserable? ¿Porque no quiero lo mejor para ti? Harry, francamente, eso es lo único que quiero, y esto no--
—Bueno, ese es mi problema, ¿no? —respondió con la mandíbula apretada—. Está hecho, Hermione, no hay nada que puedas hacer al respecto.
Ella inhaló, profunda y largamente, como si estuviese preparándose para lo que sea que fuese a decir, y Harry no hizo más que mirarla con expectación. No quería que siguiese metiéndose en su vida. Era su vida, de una vez por todas.
—Entonces, supongo, que no me queda más remedio que terminar el contrato y pedir un cambio de medimago —dijo, con una voz inusualmente fría.
El estómago de Harry decayó hasta el final de sus entrañas, viéndola con la incredulidad impresa en el rostro. ¿Qué había hecho, como para merecer ese trato? Que dirigieran sus movimientos, y que gente externa siempre decidiera su destino, lo que era o no, mejor para él. Pasó las manos tras sus lentes por todo su rostro.
—No puedo creer que--mira, Hermione —Harry la apuntó—. Te amo. Sabes que te amo, y no lo digo nunca, pero creo que es necesario decírtelo ahora, porque quiero que sepas que lo hago, incluso cuando en estos momentos estás siendo una maldita insensible, insoportable y mandona. Como toda tu vida lo has sido, conmigo, con Ron, con todo el mundo —dijo, sin tratar de ponerle azúcar a la verdad. Así eran las cosas, muy a pesar de la cara de asombro que le estaba poniendo—. Y te he aceptado con eso, como tu me has aceptado con defectos y todo. Y quiero decirte, que en estos momentos, mi terquedad no tiene nada que ver con lo que digo, es-- —hizo una pequeña pausa, dejando salir un ruido de exasperación, al no poder encontrar las palabras correctas— Sé que siempre me he caracterizado en no abandonar las cosas aunque me estén destruyendo por dentro, porque me siento comprometido con ellas, o porque cada que alguien me dice que de un paso atrás, siento que me están diciendo que en realidad no puedo hacerlo, o que no debo, en vez de que no es necesario. Lo sé, ¿bien? Sucedió cuando ingresé a los Aurores, y pasó cuando me propuse a Ginny incluso sabiendo todos que ya no nos amábamos de esa forma. Lo tengo claro. Pero esto no--esto no es —bufó, viendo como con cada palabra, la ira de Hermione se iba de su rostro—.Yo y Draco, no es así. Me hace feliz Hermione, es lo único que me ha traído felicidad desde que estoy en esta cama y siento que —lo amo. Oh Dios. Estaba a punto de decir eso, ¿no? Estaba a punto de decir en voz alta algo que ni siquiera había reconocido aún. Decidió ignorarlo, sacudiendo la cabeza—. Siento que no podré terminar de recuperarme sin él. Y no, no es solo porque lo necesito, y, con mucho respeto —se apresuró en agregar, una vez que ve que la morocha lo iba a interrumpir—, me importa una mierda si piensan que eso no es saludable, pero es la verdad de las cosas. Lo he necesitado para casi todo desde hace casi un año ya, y eso no cambiaría aunque seamos solo amigos. No es solo eso. Draco es el mejor en lo que hace, y estoy teniendo cambios reales, cambios que nadie más-- —suspiró nuevamente, cerrando los ojos—. Podrías, por una vez, ¿confiar en mí, y aceptarlo? —pidió, con la voz casi rota al final de la última palabra—. Si termino con el corazón hecho trizas, ya tendrás tiempo de enojarte, y gritarme, y decirme mil veces "te lo dije." Pero ahora, esto es lo que necesito de ti. ¿Puedes dármelo?
Ella se cruzó de brazos, callada, durante al menos un minuto entero, donde Harry no oyó más que el canto de los pájaros afuera de su ventana, y su respiración que ni siquiera sabía que estaba agitada, antes de que dejara caer sus manos a cada costado de su cuerpo, mordiendo su labio inferior con fuerza.
—No puedo creer que has tenido esa opinión de mí por más de una década, y acabas de decírmelo en un arranque de vómito verbal —terminó diciendo, rodando sus ojos, y Harry supo que el tema había acabado allí.
La cosa con Draco, y lo que aprendió de él el tiempo que habían pasado juntos, es que en realidad es una persona que no puede callarse.
No es que no quiera, no es que en Hogwarts los insultos saliesen de su boca con tanta facilidad solo para molestarlo, es que simplemente no puede evitarlo.
Lo hace reír, en verdad, verlo rozar en la histeria por el simple hecho de que el día de ayer algún muggle cambió el sabor de su helado por otro completamente diferente, y no fue capaz de decir nada porque no lo notó hasta que vio el recibo.
—¡La audacia, Potter! —exclamó hacia el cielo, mientras lo volvía a sentar en su silla luego de haberlo hecho pararse derecho por treinta segundos— ¡La audacia de no advertirme, y hacerme disfrutar del helado de todas maneras!
Harry ahogó una risa, negando con la cabeza, viendo cómo se arrodillaba hasta quedar frente a sus piernas, tomando una y untando sus dedos de una crema que n reconocía, pero olía bien.
—Nadie te obligó a nada, y tú ni siquiera lo notaste, imbécil —respondió, rodando los ojos, arrugando un poco el gesto al Draco tocar un punto sensible en un de sus músculos.
—¡Patrañas e injurias! —respondió, en el mismo tono— ¡Lo hizo a propósito! Es más, creo que disfrutó ver cómo me iba caminando con una sonrisa y mi helado en la mano, sabiendo que lo cambió. Lo tonto que debí haberme visto, al no haberme dado cuenta. Era todo un plan, y debí hacer que lo despidieran. No puede ser, que en algún punto de mi vida, me vi tan distraído e idiota como el maldito Harry Potter.
—¡Hey! —reclamó— ¿Acaso ahora es contra mí todo esto?
Harry frunció el ceño, mientras Draco dejaba ir su pierna y le sacaba la lengua de manera infantil.
—Siempre termina siendo contra ti. Porque tú eres responsable de todos mis problemas, y de todos los problemas del maldito mundo, ¿no lo sabías? Cada persona que ha caído y ha enfermado está así por tu culpa, ¡y deberías ir a salvarla en este bendito instante! —replicó en un tono alto, que hizo a Harry reír un poco, ante la estupidez sinsentido que decía— Ah, ¿y ahora te ríes? San Potter, ya sabía yo que toda ese cuento de niño bueno que no mata una mosca era una fachada. Dime, ¿ahora me enteraré que pateabas abuelas en tu tiempo libre? Debería dejarte morir ahora mismo, maldito imbécil, por ser una persona tan cruel.
Harry debe volver a reír, porque Draco es..como es, y quiere que siga hablando, e insultándolo, y que grite por las cosas más ridículas posibles. Y le encanta que así sea.
Pasan unas cuantas semanas antes de que algo relevante suceda. O al menos eso cree él.
La última vez que intentaron hacerlo conjurar hechizos más complicados o avanzados, terminó desmayado por un día entero al menos, o dos, no lo sabe muy bien, por lo que, conjurar un accio para atraer un objeto que Draco puso en el jardín, y hacerlo a la perfección, sin caer inconsciente en el momento, era un buen logro. Una buena señal.
No lo libra del decaimiento, en todo caso, porque su cabeza empieza a doler y palpitar casi de manera inmediata, mientras allí, donde Draco dice que la maldición lo alcanzó, lo atraviesa ese ya conocido dolor que hace que los cruciatus parezcan pan comido.
Le toma un minuto, o diez, estabilizarse lo suficiente hasta que el dolor se haga soportable y se vaya, dejándolo descansar apoyado en su almohada, mirando cómo Draco lo observa fijamente.
Todo se hace más claro aún, mientras la tarde termina y la noche empieza, la luz del exterior reflejándose en el rostro del rubio, los cálidos rayos anaranjados adornando cada centímetro, con su cabello desordenado, sus ojos grises con algunas manchas azuladas, y sus pecas que le hacen ver mucho más joven de lo que es. Se hace tan infinitamente abrumador lo mucho que lo ama, y la realización de aquello lo golpea hasta cortarle el aliento.
¿Cómo ha vivido diez, doce, quince años, sin esto dentro de sí? Esta pequeña luz roja que parece calentar cada espacio de su ser, hasta los tobillos, y hacerle sumergir la cabeza bajo el agua, mientras cada sentido parece adormecido ante su presencia. ¿Cómo ha vivido toda su vida pensando, creyendo, que sus sentimientos y su obsesión estúpida e infantil no eran más? ¿Que nunca podrían ser más?
Da igual si no sabe cuál es su comida favorita aún, o de qué forma le gusta tomar su café, o los sitios a los que va cuando tiene un mal día. Da igual, porque sea como sea, Dios, aunque le confesara que acababa de matar a la mitad de la población mundial, seguiría amándolo de igual manera.
—Quédate —pidió, por primera vez, en lo que parecían años desde la primera vez que lo hizo.
Draco no se movió por un momento, hasta que se levantó hasta la puerta, y Harry sintió el irracional temor de que se iba a ir, como ya lo ha hecho antes, pero finalmente la cerró con llave. Tiene que recordar, que últimamente, Ron y Hermione han venido mucho más que de costumbre.
—Espero que esto no se te haga un mal hábito, porque no voy a abandonar mi costosa cama por venir a tenderme en tus estropajos —le dijo, una vez que estaba acomodándose bajo las livianas cubiertas de la cama. Harry sonríe.
—Eh--por supuesto que no.
Draco rodó los ojos, apegándose más a la forma de su cuerpo, y Harry pasó un brazo por sus hombros, deseándolo más incluso. El rubio puso una mano sobre su estómago, golpeteando allí, antes de dejar un beso a un lado de la boca del ojiverde.
—A veces me pregunto si tu talento para la elocuencia es algo que vino de nacimiento, o aprendiste a confeccionarlo con el paso de los años. No, es más, me pregunto si Albus Dumbledore te daba lecciones de cómo decir frases encriptadas para hacerte el interesante y que el mundo te encuentre misterioso y genial. Sí, me imagino claramente que esa es la más probable.
Harry resopló, golpeándolo levemente en el hombro, mirando hacia abajo, viendo cómo Draco lo miraba de vuelta. Ojos brillantes y bien abiertos como un niño.
—¿Para qué quiero hablar, cuando claramente, es tu actividad favorita en el mundo y disfrutas dar tus monólogos mientras yo aplaudo? —preguntó con burla. Ahora el golpeado era él, que dejó escapar un ruidito de dolor, curvándose en si mismo por el golpe en la boca del estómago—. ¡No es justo, estás golpeando a un discapacitado! ¡Tráeme inmediatamente un abogado, te voy a destruir, Malfoy!
Draco lo miraba serio.
—No sé cómo te soporto —dijo, con voz neutral, pero Harry sabía que no lo decía en verdad—. En serio, no sé cómo nadie te soporta la verdad. Creo que se han quedado a tu lado nada más que para obtener cenas gratis en restaurantes de mala muerte--
—¡Fue una vez, y me confundieron con un actor muggle! —interrumpió con indignación—. Bueno, si tanto mal te hago, quizás es mejor que llame a Gin--
—¿Ah sí? —respondió él con una sonrisa ladina—. Bueno, entonces yo iré corriendo a los brazos de Thia--
—No digas su nombre —lo interrumpió, con un quejido—. Por favor no digas su nombre.
Draco abrió la boca, en clara protesta.
—¿Y eso por qué? ¿Acaso te da celos? ¡Acabas de decir que vas a llamar a tu ex, por la que debo decir, sufrí durante el colegio! Me encerraba a llorar en mi cuarto, deseando tener cabello rojo y apedillarme Weasley —dijo, imitando un llanto de bebé. Harry rió un poco.
—Claro, como si fuese a tener celos de alguien que se llama Thiangus —resopló con burla.
—Creo que es un nombre muy distinguido y de alguien de mucha clase, Potter. Como Draco —hizo el sonido de un gruñido, que Harry suponía, trataba de simular un dragón—. Algo que jamás podrías entender, porque Harry es lo menos original que existe en el mundo.
—¡Te daba vergüenza decir su nombre, así que decías que se llamaba Ty! —dijo, ofendido.
—Mentiras. Solo mentiras. Y si le cuentas a alguien más que alguna vez dije eso, soy capaz de morir primero antes de admitirlo. Te veré en la corte —respondió, como el maldito dramático que era a veces. Y Harry también adoraba eso. Lo adoraba a él.
—Creo que estoy enamorado de ti —confesó, sin pensar. Nunca pensaba nada, Merlín. Se sorprendió un poco con la facilidad que las palabras salían de su boca, como si hubiesen estado esperando ser dichas desde hacía mucho tiempo.
Sintió como el cuerpo que sostenía y que cariñosamente permanecía a su lado, se tensó apenas lo oyó, crispando un poco sus dedos por sobre su ropa.
—No, no lo estás —escuchó que susurraba en respuesta, enterrando la nariz en su cuello.
Harry dejó escapar un suspiro, bajando sus labios hasta que estuvieron sobre la frente de Draco, y dejando allí un beso, casto, y largo. Al menos desde su visión.
—¿También me vas a decir tú qué siento y qué no? —preguntó en cambio, acariciando la pálida piel descubierta bajo sus dedos— No es necesario que digas nada, o que hagas nada al respecto, es lo que siento. Y está aquí, y sentí la necesidad de decírtelo.
Draco no respondió, y aunque Harry hubiese preferido mil veces que hablara hasta no callarse jamás, o que hiciese algún comentario ingenioso para dejarlo en ridículo, no fue así. Y quizás, fue para mejor.
Se rindió finalmente ante su cansancio, cerrando cada vez más sus ojos por el sueño, y lo último que sintió hasta sumergirse en la inconsciencia, fue cómo su pijama se mojaba justo donde la cara de Draco estaba reposando.
Pero quizás, eran solo ideas suyas.
Solo un capítulo restanteepílogo!
Muchísimas muchísimas gracias por leerme
