Nota:

¿Qué debería decir respecto a esto?

No sé lo que debería decir respecto a esto. Disfruten.


El planeta Sina era uno de los grandes y famosos referentes de naciones consolidadas y florecimiento. En su totalidad exudaba desarrollo y organización de los recursos vistos a un crecimiento de las naves, ciudades y tecnologías…

Claro que ese crecimiento no era siempre provechoso.

A diferencia de Trost, este planeta había reemplazado sus bosques y riachuelos por edificaciones sin límite. Pronto, la ciudad de Mitras, su capital, acumuló todos los tesoros y los buenos recursos que quedaban para formar la solidificación de una ciudad próspera, pero que sin duda alguna era evidente que dejaba atrás al resto de los otros distritos. Más allá de Mitras no había mucho que rescatar de Sina.

Era por esto que este planeta había caído en la patología común del contrabando y la corrupción. Cuando el Consejo de los Jedi había sido convocado allí para solicitar su ayuda para atrapar un enemigo peligroso del gobierno, ellos tuvieron que pensárselo dos veces; así, Erwin indicó que la misión sería asignada a un maestro Jedi ya su padawan. Sin embargo, pronto se notó el riesgo de la misión una vez que revelaron quién era al que debían atrapar, por lo que finalmente se resolvió enviar una pareja no tan común.

Hablamos de Levi Ackerman, con su padawan Eren Jaeger.

Ahora mismo, se hallaban en la Ciudad Subterránea. Aquí era el único lugar donde ambos podían darle caza al enemigo sin llamar la atención. Era un sinfín de miseria mezclada con bares, edificios de apuestas y entretenimiento barato; claramente, el centro perfecto para los contrabandistas y líderes que actuaban en las sombras. Pero esto a Levi ya Eren no les interesaba. Habían venido por algo mayor.

Ese algo por el momento se movía como una pantera (sí, ese animal extraño del planeta Tierra) pasando a lo largo de los distintos puestos del paupérrimo Subterráneo. Apenas atisbaron en que sus movimientos eran calmados pero listos en guardia alta, los afines a la Fuerza sintieron que no sería tan fácil después de todo.

Eren lo reflejó al hacer una mueca. ⎯ Se ve como si en cualquier momento esperara un ataque, ¿cómo vamos a hacer contacto?

Levi no le contestó enseguida y en su lugar permaneció mirando su holograma de información. ⎯ Annie Leonhart, espía de élite, asesina a sangre fría; combatió en muchas batallas al mando de otra gente… ⎯ Calló un momento y su padawan terminó de leer la parte que él había decidido omitir.

⎯ Puede ser un rumor pero se cree que es… ¿un discípulo oscuro? ⎯ Jaeger clavó sus ojos directo en su maestro. ⎯ ¿Por qué rayos no lo dijeron antes? Perdimos todo este tiempo buscando a los Sith ya sus secuaces, ¡pero ella estuvo aquí todo este tiempo!

⎯ No te precipites, muchacho. ⎯ Levi le dirigió una mirada helada. ⎯ Esta es la primera vez que oímos el nombre de Annie Leonhart.

⎯ ¿Qué?

El otro asintió lentamente una vez que se aseguró de que Eren comprendió el mensaje. ⎯ Podría ser el surgimiento de un enemigo que no conocimos hasta ahora… Así que estáte atento.

El menor asintió con firmeza. Ambos se concentraron en el objetivo:

La mujer no era de gran edad, tenía una figura bajita y menuda que ocultaba su verdadera fuerza; su pelo rubio se recogía por detrás y su flequillo le tapaba los ojos, que hablando de ellos, eran del color del hielo. Caminaba por las tiendas del mercado negro con la apariencia de estar buscando algo, mientras evitaba el roce con cualquier transeúnte. Levi y Eren decidieron, entonces, que se asegurarían de seguirla.

⎯ Pero si es parte de los Sith, ¿qué hace en este lugar? ⎯ Jaeger murmuró en dirección a su superior en cuanto ambos avanzaron en medio de la ajetreada callejuela, siguiendo la espalda de la presa, con sus capuchas puestas y los sables de luz escondidos entre la túnica.

⎯ Quién sabe… ⎯ el maestro Ackerman entornó su mirada oscura hacia el frente. ⎯ Luego le preguntaremos todo lo necesario.

Justamente la tarea parecía andar a buen ritmo, Annie solo se dedicaba a parar de vez en cuando a observar baratijas sin nada que contar y no se había volteado ni una sola vez. Maestro y padawan comenzó a pensar que sería una pérdida de tiempo continuar siguiéndola sin rumbo. Pero, repentinamente, la situación cambió por completo.

Fue solo un segundo, uno solo, pero bastó para que se desequilibrara la fina línea por la que caminaban. Leonhart paró sus pasos en seco, bruscamente; entonces, su cabeza se movió hacia atrás, milimétricamente y con la lentitud exasperante. Eren pudo notarlo, sus ojos como el hielo que se clavaron en ambos Jedi una sola vez; pudo sentirlo:

Ella sabía que le seguían.

Fue por eso que echó a correr increíblemente rápido, de manera totalmente inesperada. Eren no lo pensó dos veces antes de ir detrás suyo, mientras Levi quedó en piedra observando la espalda de su pupilo perderse en el callejón siguiente.

Contuvo un suspiro. Era culpa de Erwin que terminara con un muchacho tan exasperante como este.

" Levi, no podría encargarle a ese niño a nadie más".

" Harás un buen trabajo".

Oh, y vaya que sí se esforzaba. Así, luego de hacer una mueca y dejar que su momento de duda se disipara por completo, comenzó a ir detrás de esos dos.

El enemigo había ido corriendo a lo largo de caminos torcidos y vacíos de gente, hasta que finalmente llegó hasta un lugar sin salida cubierto de oscuridad, sin nadie alrededor; el joven Jaeger creyó que se detendría.

Lo creyó.

La rubia no lo dudó un segundo y dio un salto acrobático hacia la pared; después, se sostuvo por la irregularidad de la construcción y volvió a impulsarse en dirección al aprendiz de Jedi. Fue un ataque deliberado, pensó Eren al esquivarla con dificultad, y se dijo que en ese caso no tenía por qué contenerse.

Lejos de toda duda, dejó salir su sable de luz, resplandeciente de un llamativo azul. Notó cómo Annie se tensaba, y era claro, porque estaba en desventaja. O eso creyó Eren, de nuevo equivocado.

Con una velocidad inexplicable, el supuesto aprendiz de Sith le propinó una patada en las piernas para hacer perder el equilibrio y seguidamente se aseguró de golpearle fuertemente en el brazo derecho. El arma de Jedi voló por el aire en un segundo.

Tiene que ser una broma.

Cuando menos lo notó, otro puñetazo se dirigió a su rostro. Eren apretó los dientes al sentir el dolor. Levantó un brazo para responder al ataque, pero ella lo esquivó. Tenían la misma fuerza, se dio cuenta, increíble para alguien con esa apariencia. Vio cómo Annie se acercaba para darle el golpe final y pensó en una manera de pararla, pero no podía; era una verdadera máquina.

Así que esto era un aprendiz del lado oscuro. Como un último intento, Eren concentró la fuerza en hacer mover una tubería rota en dirección de su enemigo. Su esfuerzo sirvió hasta que funciona estupefacto cómo la rubia volteaba y hacía parar el objeto en medio del aire con una mano extendida. Él no quiso pensarlo, pero de igual forma lo terminó asimilando… ¿Él tenía miedo?

Leonhart pareció notarlo, porque en su rostro se vislumbró una oscura sombra de diversión, a pesar de conservar sus ojos helados con la misma seriedad de siempre.

⎯ Acéptalo, Jedi, no puedes vencerme.

Pero la respuesta fue más inesperada. Levi Ackerman se apareció de la nada, cayendo del tejado y dejando que su sable de luz brillara en el cuello de la chica, mientras despedía su amenazante color lila. Ella dejó caer la mirada, sin duda acorralada; o era que quizás simplemente entendía bien con quién estaba tratando.

Eren atrajo su propia arma de vuelta y le cubrió el otro lado del pescuezo. Estaba frustrado por su momento de debilidad, pero no había sentido en dejarse llevar por ello. Entonces, intercambió una mirada con su maestro.

Ambos asintieron. ⎯ La tenemos.

(…)

La ciudad de Mitras tenía altos edificios, muchas naves y un tráfico insoportable. El paisaje siempre parecía ser un montón de moscas que zumbaban alrededor de fríos adefesios. Uno no podía evitar pensar que esta vista al menos mantenía la acción en un planeta que se había vuelto aburrido…

Pero la acción siempre existía, andaba entre las sombras; en esas sombras había caído Sina y era necesario cuidarse de ellas. Por esto, el honorable maestro Jedi, Erwin Smith, comandante fiel también en las batallas de la república, meditó con esmero al pensar qué clase de asuntos traería a una aprendiza del lado oscuro a un lugar tan trivial como la Ciudad Subterránea de Sina. Cuando vio la llegada de un callado Levi y un padawan aún más callado, trayendo detrás de una chica de mirada más helada y sombría que las cuevas del espacio exterior, presintió que tal vez se estaban metiendo en algo que les costaría entender caro.

Pidió a la Fuerza que los acompañe.

⎯ Pensamos en sedarla, pero aceptó todas las condiciones sin pelea. ⎯ Levi no perdió el tiempo y se dirigió directamente hacia el comandante Smith, sin saludar al resto de la comisión de bienvenida. Su rostro denotaba mal humor y parecía que no se molestaba en ocultar el presentimiento pésimo que tenía sobre la nueva prisionera. ⎯ Erwin, debemos interrogarla cuanto antes.

Su compañero asintió con lentitud. Dirigió su vista hacia la capturada; no hacía contacto con nadie y se limitaba a pararse con las esposas bien puestas. ⎯ Pero, si resulta ser lo que creemos, no hablará tan fácil.

Ackerman entonces dejó relucir en sus ojos un profundo deseo oscuro. ⎯ Puedes dejarme a mí esa parte.

Erwin miró pensativo a su colega. ⎯ Me temo que eso lo decidirá el consejo.

Levi quedó por un momento como si supiera que esa posibilidad se le escapaba. El comandante siguió hablando: ⎯ Además, hay algo que me preocupa. Pienso que Annie Leonhart tiene más secretos de los que ya podemos suponer…

⎯ ¿Tienes un plan para eso?

Como siempre, la respuesta a eso fue un asentimiento seguro. ⎯ En efecto. Solo que no es muy… convencional.

Levi no pudo evitar dar una sonrisa torcida. ⎯ Tus planos nunca lo fueron.

(…)

⎯ ¿Dices que es una aprendiza de los Sith?

Ante la pregunta de su amigo de toda la vida, Eren asintió con congoja mientras descansaba su cuerpo por la larga banca que ocupaba al alojamiento que les ha dado el dado al llegar a Sina.

⎯ Pude sentirlo, Armin… Todo esa… oscuridad. No es algo que deba tomarse a la ligera.

Su compañero le miró pensativo unos momentos y seguidamente se unió a él en la banca. Los dos se encuentran despojado de sus sables de luz y disfrutaban de la siempre caótica vista de este particular planeta. El chico de pelo rubio sonrió de repente, como amenizando la situación.

⎯ Pero, al menos, lograste hacer frente. Yo… bueno, ni siquiera he ido a una misión importante.

⎯ No digas eso, estoy seguro de que el maestro Erwin accederá a llevarte a alguna un día de estos. ⎯ Jaeger decidió dejar atrás su decaimiento y se concentró en su amigo. ⎯ Además, estoy seguro de que no quiere arriesgarse contigo en ningún caso; eres demasiado necesario entre los Jedi.

Armin se encogió de hombros. ⎯ Tal vez tengas razón.

Y un pequeño silencio, cada uno parecía estar atrapado en sus propias conjeturas, hasta que Arlert volvió a hablar con dificultad.

⎯ ¿Dónde dijiste que la retenían?

⎯ Exactamente en la última celda de gran seguridad, custodiado por algunos soldados del líder de escuadrón Hanji.

⎯ Es de temer.

⎯ Lo sé.

Entonces, Eren vio con sorpresa cómo su amigo se levantaba y procedía a tomar su sable de luz para guardarlo en su cinturón. ⎯ ¿Adónde vas?

El otro se volteó a verle un segundo antes de echar a andar. Le soltó una de esas sonrisas tranquilizadoras que siempre hacía.

⎯ El maestro Smith me dijo que podría necesitar ayuda con los papeles que reportarán la misión a los políticos de Sina.

El de pelo oscuro no replicó, la burocracia y los papeleos nunca fueron su fuerte, por lo que simplemente asintió en dirección a Armin. ⎯ Suerte.

Lo que él no sabía era que, en realidad, de eso no se encargaban los Jedi, y que lo que su amigo rubio haría no lo hubiera adivinado aun conociéndolo de pies a cabeza.

Armin salió a paso ligero de esas instalaciones y se dirigió hacia el compartimiento del edificio que guardaba asuntos mucho más interesantes. Buscaba a Annie Leonhart, ya pesar de que sabía que la dejaban en la celda que había dicho Eren, conocía el hecho de que en estos momentos cercanos a la noche ella debería estar bajo interrogatorio a manos del temible Levi Ackerman, que no temía usar cualquier método para sacar información. Por supuesto, él no iba hacia allí para interrumpir el curso de ese trabajo, sino para comenzar a hacer algo igual de importante:

Tenía que ver a Annie.

A estas alturas sabía que Levi estaba dejando un descanso antes de reanudar la tanda de preguntas al enemigo. En ese periodo de tiempo él podría ingresar a la celda de Leonhart y… ¿hablar con ella?

No tenía idea de lo que estaba haciendo, en verdad. Tampoco sabía si el Jedi gris estaba al tanto de todo esto, solo esperaba que no. Nadie podía saberlo, debía ser así.

Entre todos estos pensamientos llegó más rápido de lo que se imaginó.

No había nadie vigilando la entrada, solo se oía la voz de Levi detrás de la puerta negra y maciza. Armin esperó a que su superior saliera y sacó de entre sus túnicas dos pequeños paquetes. Cuando Ackerman salió y lo vio, le dedicó una simple mirada antes de continuar su camino.

⎯ No tardes mucho. Ella tampoco parece estar de buen humor.

Armin no pudo hacer más que tragar saliva y respirar hondo. Estaba solo enfrente de la puerta oscura; solo tenía que presionar un botón para entrar y luego se encontraría con el objeto de su reciente mal estar. No lo negaría, estaba asustado, pero el miedo no le ayudaría a afrontar esto… Deseó que la Fuerza no se despegara de él. Al final, entró.

Se encontró con una habitación completamente sellada, toda oscura, con una mesa de mármol negro en el centro y dos sillas a cada frente. En una de las sillas estaba una chica de la misma edad que Eren o él mismo, con ambas manos esposadas y la mirada gacha. En un principio Armin pensó que se veía deplorable, pero luego de dos segundos de analizarla, se dio cuenta de que se veía increíblemente fuerte; aunque se hallaba presa, sus hombros eran rígidos, como en guardia alta, sus ojos celestes miraba sin expresión alguna hacia el piso. Aparentaba ser inofensiva y eso en cierta forma repelía.

Apenas la vio, Armin quedó de acuerdo con los pensamientos de Erwin. Ella era mucho más profunda de lo que ya parecía ser de por sí.

Iba a hablar, hasta que ella le echó una mirada helada que decía que no quería ver a nadie. Tragó saliva de nuevo.

⎯ Si vienes a hacer cambio con el sujeto anterior, no te molestes.

Parecía que iba a seguir hablando, pero el Jedi dejó caer en la mesa los dos paquetitos que había sacado.

⎯ Traigo comida para ti.

La otra esbozó una sonrisa amarga, casi irónica. ⎯ Los Jedi son muy amables.

Armin en verdad no estaba seguro de cómo proceder. Leonhart era alguien difícil, extremadamente cerrada y fría; pero tenía que avanzar de alguna forma.

Dio unos pasos hasta quedar frente a ella y se sentó en la silla con lentitud. Esperó que hiciera algún movimiento que mostrara desagrado o rechazo, pero la rubia simplemente se dedicó a seguir con la cabeza gacha. Aun así, él pudo notar, sus ojos le inspeccionaban, escudriñaban en lo profundo de su alma; solo esperó que él también se viera tan convincente como para dar a entender que la que era sometida a interrogatorios era ella y no él.

Queriendo ahorrar tiempo para pensar, se dedicó a desenvolver los paquetes encima de la mesa. El ruidito produjo por el movimiento de los envoltorios llenó el espacio de la habitación junto con sus respiraciones.

Él decidió seguir el breve intercambio de palabras, mientras se concentraba en el objeto que manipulaba, en lugar de la mirada penetrante y repelente de la otra acompañante. Esto le dio tiempo para pensar en lo que había venido a hacer:

Erwin Smith era un Jedi aclamado por muchos y su mayor logro era la gran inspiración que logró ser para la mayoría, era simplemente impresionante. Cuando había llegado la nueva prisionera, el comandante había mandado llamar a Armin para ofrecerle su primera misión, riesgosa, poco convencional. Cuando el muchacho lo escuchó en un principio creyó que se trataba de una broma; uno no podía ir y tratar de hacerse el amigo de un aprendiz de los Sith así nada más. Pero ese era el plan: Armin debía ir y ganarse la confianza de Annie Leonhart con la esperanza de obtener más información de la que ya el maestro Levi le sacaría. Erwin sabía que esta chica iba a ser alguien difícil, porque parecía entrenada por los mejores, y la forma de sacarle respuestas no podría ser cubierta ni por los métodos de Ackerman; a veces, había que usar el mismo corazón para descubrir algo. Era terriblemente contrario al buen código moral de los Jedi e inaceptable para cualquiera que no tuviera suficientes agallas para jugar con otra persona.

Fue de lo peor, y sin embargo, Armin sintió que no había otra forma de proceder. Lo hacían por el bien de todos… Además, lo cierto era que no conocía a los Sith, pero sabía lo peor que estos podrían llegar a ser. La chica enfrente de él no se veía como alguien que portara un sable rojo, por lo que la curiosidad lo carcomía por dentro con tal de saber qué clase de secretos guardaban sus ojos vacíos y temibles como el hielo. Todo era demasiado peligroso, pero iba a cumplir la misión.

Pensó que no tenía la confianza necesaria en sí mismo, pero Erwin lo había elegido; la Fuerza debió de haber sabido la razón detrás de esto. Así, decidió no dudar más.

Terminó de desenvolver los paquetitos y detallada el alimento.

⎯ No es nada especial, pero pude conseguirlos de parte de otros compañeros…

⎯ ¿Quién eres?

Se sobresaltó por la pregunta. De nuevo, Annie le miraba con recelo y cautela, pero tenía un atisbo de curiosidad en la pregunta.

Tranquilo… empieza despacio.

⎯ Mi nombre es Armin Arlert, soy un padawan, un aprendiz de Jedi.

A ella en verdad pareció no importarle la respuesta que le daría, sino el tipo de respuesta. Al entenderlo, el chico devolvió la pregunta:

⎯ ¿Y quién eres tú?

Leonhart bajó de nuevo la mirada y prestó atención a la comida enfrente de ella, una sencilla y nutritiva barrita de cereal comprimido. Estiró ambas manos estando esposada para tomar el alimento y en eso le respondió.

⎯ Puedes ir a preguntarle a tu maestro…

El rubio tragó saliva por tercera vez. En cierta forma, era el tipo de respuesta que esperó de ella; por conclusión, no era malo, porque indicaba que ella podía ser predecible… Pero no tenía que fiarse, se aseguró de recordar.

⎯ Sólo me han dicho que eres una nueva prisionera.

Annie se llevó con ambas manos la barrita a la boca y masticó lento. Luego de eso no le dijo nada más, entonces Armin creyó que tenía que seguir la apagada conversación.

⎯… De hecho, también me dijeron que eres una Sith… un discípulo oscuro.

La rubia no se inmutó por esas palabras, continuaba con su alimento. Su silencio le dio al joven Arlert una leve sensación de pánico, por lo que no pensó cuando siguió hablando.

⎯ Pero no creo que seas uno.

Ahora sí, causó una reacción diferente. La chica le miró por un segundo, con absoluta frialdad, su cara era tan parecida al mármol de la mesa que los separaba. Esperó la respuesta que pensó que le daría:

⎯ ¿Qué te hace creer que no soy uno de ellos?

Exactamente lo que creyó que le diría. Armin tomó aire.

⎯ Porque no lo pareces.

Annie casi dio una risa ante esa declaración. Dejó lo que había estado masticando de nuevo en la mesa y por primera vez sus ojos se encontraron de lleno con los del aprendiz de Jedi. En un segundo pareció que ambos se analizaron mutuamente, pero sin llegar a ninguna conclusión; al final, ella le dijo:

⎯ Tú tampoco pareces alguien que pueda mover objetos con la mente.

Armin tuvo que fingir que ese comentario no le afectó. ⎯ Bueno, sí, aquí estoy.

Ella volvió a su pose original de mirar al suelo. ⎯ Sí, aquí estás. Pero puedes irte, el sujeto que da miedo vendrá dentro de poco.

⎯ Él no me preocupa… ⎯ El chico se removió en el asiento, poniendo ambos codos sobre la mesa. ⎯ Yo ... he venido a hablar contigo.

⎯ ¿Y de qué podrías tú, un aprendiz de los Jedi, hablar con un discípulo de los Sith?

Armin no contestó enseguida y quedó un momento como si en verdad no supiera qué decir. Las palabras no le salían y no tenía ideas. Al verlo así, Annie habló.

⎯ ¿Ya lo viste? Puedes irte.

Como ya no tenía idea de qué hacer, él se levantó lentamente de la silla con la mirada perdida. Sabía que si se retiraba ahora no debería tener otra oportunidad, pero, ¿qué podía hacer? Ella era cerrada, fría, apática y con pésimo apetito por como notó que dejó la mitad de las barritas. Tal vez Erwin se había equivocado al elegirlo, él en verdad no sabía cómo tratar este tipo de casos.

Hasta que lo sentimos. Una estrategia que era tan arriesgada que rayaba lo ridículo, y si fallaba, no podría volver a presentarse enfrente de ella. Pero era lo único que podía hacer… Era un plan arriesgado que se mezclaba con una corazonada que había tenido apenas vio a Annie Leonhart sentada en medio de esta sala oscura.

⎯ En realidad, creo que podríamos ayudarnos mutuamente.

Eso llamó la atención de la rubia, por cómo trabajo que sus hombros se tensaban, pero no le dijo nada. Debido a eso, Armin continuó; decidió jugar la carta que le había sido inspirada:

⎯ Podría ayudarte a saber qué ocurrió con tus compañeros.

Entonces, el aire en la habitación cambió por completo. Annie estaba completamente diferente; sus ojos se agitaban en lo inverosímil y de repente sus manos se movían entre las esposas. Estaba sorprendida, sin duda, y eso demostraba que Armin había tenido razón. Ya le había extrañado que alguien seguidor de los Sith que siempre andaban ocultos de repente se volvía visible para una nación tan poderosa como lo era Sina; solo podía indicar una guerra interna entre alguna organización, que había terminado desfavorable para los del lado oscuro. El chico infirió que probablemente ella estaba aquí en reemplazo de otros que no podría terminar el trabajo. Y, a juzgar por las siguientes palabras de Annie, que le miraba sin creerlo, estaba en lo cierto.

⎯ ¿De qué manera lo harías?

Él mantuvo su rostro en calma, aunque no pudo evitar sorprenderse por el cambio de actitud de la chica. Ahora le miraba sin pudor y los ojos de ambos se conectaban, pareciendo así dos mares agitados por la tormenta de un desconocido mundo. El Jedi se acercó de nuevo a la mesa luego de mirar por la puerta si alguien venía. Volvió a sentarse enfrente de ella, separados por la mesa.

⎯ Soy el pupilo de Erwin Smith, que forma parte del Consejo Jedi. Me resulta fácil acceder a información que no todo el mundo debería. Puedo buscarlos, quienes quieran que sean.

El entusiasmo de Annie se apagó por un momento y volvió a ser la desinteresada, con un rostro inexpresivo.

⎯ Ya veo… ¿y cómo te creo que esto no es un truco para que te diga quiénes son mis compañeros?

Armin supo que tenía que poner todo en esta apuesta.

Se acercó más a la mesa y de su cinturón sacó su sable de luz. Dejó el aparato exactamente enfrente de Leonhart, quien lo miró con escrutinio. Cuando sus miradas se encontraron, él se aseguró de poner en sus oraciones toda su voluntad.

⎯ Será así: el hecho es que como voy a ayudarte que mantener mi perfil bajo, por lo que no voy a indagar hasta sus ubicaciones o sus datos personales; me dedicaré exclusivamente a investigar si siguen vivos y su último trabajo. Vendré a notificarte y cada vez que lo haga pondré mi sable de luz justo como ahora… Puedes tomarlo y no lo impediré, si quisieras podrás tomar mi cabeza en cualquier segundo. Cada vez que venga, pondré mi vida en tus manos, ¿no te parece suficiente garantía?

Ella solo le brilla en silencio. Hasta que cuando menos lo advirtió, el sable de luz voló hasta sus manos y dejó relucir el color azul en el cuello de Armin. Él no se dejó desesperar.

⎯ Sabes que, aún si fuera mentira, es tu único recurso. Annie, ¿quieres rescatar a tus compañeros?

Como esperó, el sable de luz fue desactivado. Ella le miró con una mezcla de ira fría y resignación. Sólo le soltó una corta pregunta.

⎯ ¿Por qué haces esto?

Y antes de irse, Armin la vio y se encontró con la misma aura de curiosidad profunda que contenía la pregunta. De nuevo, se trataba de cómo contestara en lugar de qué le dijera. Y, quizás por designio de la Fuerza, se dijo que quería responderle con la verdad.

⎯ Porque sigo creyendo que no te pareces a uno de ellos… Quiero ayudarte.

Entonces, ella esbozó de nuevo una sonrisa amarga y deficiente.

⎯ Los Jedi son extraños.

Él se encogió de hombros mientras sonreía débilmente.

⎯ Supongo que sí.