Cuando llegó al puerto de Awa, Yona inspiró hondo para llenarse los pulmones de este aire que sabía a mar. Ryuuji soltó su mano y corrió hacia los muelles seguido de su (demasiado joven) instructor Yoon, que ya lo reprendía por su excesivo entusiasmo y falta de sensatez.
La comitiva que la acompañaba era bastante más numerosa de la que había sido su intención original, pues sus pretendientes, frotándose las manos y afilando los dientes con anticipación, se habían negado a dejarla partir 'sola', con la más que obvia intención de desposarla (a ella y a sus tierras) en cuanto se confirmara la muerte del esposo en la guerra. Yona chasqueó la lengua, en un gesto nada femenino que remedaba el que tantas veces le viera hacer a Hak. Montó de nuevo su caballo, a horcajadas y sin ayuda, para escándalo de Kija, el único decente de entre sus pretendientes. El pobre hombre se obstinaba en llamarla princesa, y la trataba como tal. Sus maneras afectadas e ingenuas eran refrescantes, al menos por contraste con los otros, brutos y zafios, liderados por el insoportable Kan Tae-Jun…
—Tae-Woo —dijo ella.
—¿Sí, mi señora? —preguntó él, adelantándose para quedar en su ángulo de visión.
—Mira a ver qué barco puede darnos pasaje —le pidió. Él asintió—. Y si puedes despertar a Han-Dae —Yona señaló hacia atrás con la cabeza, sin necesidad de mirar, porque sabía que efectivamente Han-Dae dormía. El muchacho era capaz de dormir en cualquier sitio y postura, así fuera sobre su propia montura—, que nos busque alojamiento para la noche.
