Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, es de Inadaze22 y fue beteada por Julietta Regneey.
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Capítulo cinco: La personificación de la inocencia perdida
Primera parte: Privación del sueño
Draco supo que algo no estaba bien en el momento en que salió de la red flu.
Nada era visiblemente diferente; pero era un sentimiento y nunca se equivocaba con eso. Parecía ser un día normal en el Ministerio de Magia. Para su disgusto, ya había visto a dos Weasley. Percy por alguna razón tenía prisa y le dio un estúpido saludo. Y el Señor Weasley hizo un educado asentimiento con la cabeza, también parecía demasiado ocupado para charlar.
No es que le importara.
Draco había trabajado casi toda la noche en el caso Marquette, leyendo sus archivos y escribiendo notas para el caso. Todo lo que tenía que hacer ahora era esperar pacientemente, está bien, esperar no tan paciente a que llegaran las pruebas. Si los testimonios sobre las habilidades de Granger como romper maldiciones eran ciertas, ella ya habría roto la maldición de la mansión y el equipo está verificando la evidencia antes de dárselas a él.
Mientras paseaba por el Atrio, pasando por las largas filas de chimeneas, Draco miró a su alrededor. Todo seguía igual; el mismo ajetreo y bullicio de siempre, el mismo Ministerio lleno hasta los topes con rostros que no reconocía. La gente todavía lo saludaba cortésmente y los visitantes de otros países aún se maravillaban con La Fuente de los Hermanos Mágicos, mientras que los que la veían todos los días la pasaban sin siquiera ponerle atención. Los memorandos entre departamentos volaban sobre su cabeza, aunque había más de lo habitual. Entró en el ascensor para ir a su oficina que estaba ubicada en el segundo piso del Departamento de la Aplicación de la Ley Mágica.
Nada era diferente, pero tenía un presentimiento.
Cuando cruzó las puertas del Departamento de la Aplicación de la Ley Mágica, sus sospechas se confirmaron. Salió del ascensor y se había sumido en un caos total. La confusión o cualquier otro sinónimo que se adaptara a la ocasión. Más que nada, quería darse la vuelta y salir de allí antes de que alguien notara su presencia y solicitara su ayuda.
Tenía mejores cosas que hacer.
Y esas cosas estaban en su oficina.
«Maldición.»
Así que dio pasos hacia adelante en lugar de hacia atrás. La gente hablaba; en voz alta, se escuchaban voces enojadas; los empleados corrían de un lado para otro con archivos, listas, cajas y basura variada. Algunos chismorreaban y fingían estar trabajando. Algunos estaban con los ojos muy abiertos mientras escribían en pergaminos.
Incluso había personas que no reconocía, dando vueltas como si conocieran el lugar mejor que él, como si realmente trabajaran allí. El café y pasteles se distribuían por todo el lugar. Draco tomó una taza de una bandeja encantada que flotaba frente a un tipo de aspecto cansado e hizo su mejor mueca cuando dicho tipo tuvo el descaro de decirle que le pasara una taza. Memos interdepartamentales volaron por la sala; los respondían tan rápido como los leían.
Eran las nueve de la mañana, pero parecía que todos habían estado allí durante mucho tiempo.
Esos pobres desgraciados mal pagados.
«—Oh, bueno —pensó Draco encogiéndose de hombros mentalmente— mejor ellos que yo.»
Mientras luchaba a través del caos en dirección a su oficina que parecía estar a un kilómetro de distancia en lugar de los usuales setenta metros, escuchó lo que parecía ser una reunión bastante emocionante en la sala de conferencias principal. Con los gritos y el pandemónium ocurriendo, todavía escuchó a alguien gritar con bastante claridad.
—De todas las cosas egoístas y despreciables, ella era tu responsabilidad, una maldita civil, ¡y dejaste que se lastimara! ¡Está en el hospital por tu culpa y tu maldito resentimiento!
Eso fue todo lo que escuchó antes de que alguien colocara un fuerte hechizo silenciador en la habitación.
«Que desafortunado.»
La segunda sala de conferencias estaba llena de cajas, lo que le hizo saber que Granger era buena en su trabajo. Las cajas estaban siendo transferidas mágicamente a una habitación privada, probablemente en lo profundo del Departamento de Misterios, donde los rompe maldiciones probablemente las estaban revisando diligentemente junto con los Inefables. Tenía toda la intención de llevar a cabo ese proceso tan pronto como dejara sus cosas en su oficina. Nada se iba a mover de esas cajas sin su consentimiento.
Cortésmente, saludó a unas pocas personas con un asentimiento, incluida la secretaria de los Servicios de Administración del Wizengamot, Shannon Marcela, quien le lanzó una mirada divertida antes de tomar un memorando. Draco abrió su puerta…
Y casi saltó su piel cuando vio a Blaise Zabini sentado en su escritorio, en total oscuridad.
Casi esperaba ver una botella medio vacía de whisky de fuego, pero no había ninguna. Lo único que iluminaba su oficina era la cerilla que Blaise usaba para encender un cigarro y aspiraba la que posiblemente era la calada más grande que había visto en su vida. Draco tosió mientras cruzaba la puerta; su oficina olía como un maldito cenicero. Hablando de eso, el recipiente estaba lleno; Blaise había consumido al menos una cajetilla completa.
Espera un segundo.
—¿No dejaste de fumar hace tres años?
—Vete a la mierda —murmuró su mejor amigo antes de dar otra calada.
Sonriendo, Draco encendió las luces y con los ojos llorosos, abrió la ventana de la habitación porque estaba a punto de morir a causa del humo. Hicieron una mueca al mismo tiempo, pero obviamente por diferentes razones. Blaise hizo una mueca ante la luz y Draco porque parecía que Blaise había sido arrojado desde lo alto del campo de Quidditch. Blaise todavía tenía puesta su túnica de Auror, que tenía una inquietante cantidad de sangre. Había envejecido treinta años en una noche.
—¿Cómo se llamaba? —Draco bromeó en un intento de mejorar su estado de ánimo. Se quitó la capa y la colgó en el perchero encantado.
Blaise, que estaba en medio de otra larga calada, lanzó una mirada aturdida y confusa en su dirección y exhalo el humo por la nariz.
—¿De qué diablos estás hablando? —su voz estaba ronca, probablemente por tantos cigarros.
—La mujer que te mantuvo despierto toda la noche, amigo. Parece que fuiste pisoteado por una manada de centauros maníacos y eso es ser cortés. Ella debe haber sido muy buena en la cama. —Abrió su maletín y tomó un largo trago de su café, luego frunció el ceño. El café era horrible.
Un pequeño resoplido vino del hombre detrás de su escritorio.
—Soy muy consciente de mi apariencia y no, no pude dormir nada anoche. Oh, y su nombre era Hermione Granger…
Draco escupió sin ceremonias el líquido caliente por todas partes.
Blaise sonreía mientras veía a su mejor amigo ahogarse. Por eso, recibió una desagradable mirada de Draco, una vez que se recuperó, puso el café en el escritorio.
—¿Granger? ¿Pasaste la noche con Granger? —su voz sonó incrédula, en el mejor de los casos. No es que le importara, pero era Granger por el amor de Merlín. Blaise no tenía estándares altos, pero no sabía que carecía por completo de estándares. Además, ¡todavía ni siquiera había superado a Pansy!
Más importante aún, era obvio que Granger estaba en un estado vulnerable. Su madre, que había tenido su tercera lección de italiano con ella el sábado pasado, la llamó "una cosita frágil" y confesó en privado que sentía bastante lástima por ella porque parecía estar sufriendo mucho. Y no solo sufría en silencio, sino que también lo hacía en solitario porque sentía que no merecía ayuda.
—Técnicamente no lo hice… —se calló mientras tomaba el café abandonado de Draco y se lo terminaba.
Draco lo miró, alarmado. Blaise ya no fumaba ni tomaba café, sino que no había bebido desde de que estaban en Hogwarts, decía algo sobre gérmenes, un término que aprendió de una de sus novias nacidas de muggles en quinto año.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? O pasaste la noche con ella o no. No es un concepto difícil.
—Y ahí es donde te equivocas —arrojó la taza plástica a la basura—. Pasé la noche con ella, pero estuve sentado en la sala de espera.
—¿Sala de espera? —ahora definitivamente estaba confundido—. ¿De qué diablos estás hablando?
Blaise apagó el cigarrillo y buscó en su túnica otro paquete.
—Sabes sobre la redada en la mansión Marquette, ¿verdad?
—Por supuesto. Pasé la mitad de la noche revisando sus archivos. No tienen la oportunidad de...
—Mantente en el tema, Draco. De todos modos, sabes que la enviaron para derribar las barreras y romper la maldición en la Mansión, ¿verdad?
—Sí, lo sabía. ¿Me escuchó sobre los elfos domésticos?
Blaise asintió solemnemente.
—Lo hizo. Eso fue lo primero que hizo cuando llegó —Draco sonrió con aire de suficiencia—. De todos modos —puso los ojos en blanco— el caso es que resultó herida cuando derribó la última barrera, la que nos permitió sacar las pruebas de la casa.
—¿Herida cómo?
—Muy grave.
Mientras Draco escuchaba a su mejor amigo relatar los eventos de la noche anterior, lo miró con incredulidad.
—Toda la casa estaba temblando. Ni siquiera pudimos entrar; tuvimos que esperar hasta que se detuviera. La encontramos sola, en el piso contra una pared. Debió haber sido arrojada por toda la habitación.
—¿Dónde estaba su protector?
—¿Potter? Oh, la dejó sola —explicó Blaise acaloradamente y encendió otro cigarrillo—. El idiota la abandonó. Me di cuenta de que no quería quedarse con él y yo la dejé de todos modos.
Blaise Zabini perdió los estribos y todo lo que Draco pudo hacer fue escuchar con gran atención. Él nunca perdía los estribos.
—La dejó y se fue a casa sin decir nada. Estaba en su casa cuando Johnson lo encontró después que lleváramos a Granger a San Mungo. ¡Estaba sentado en su sofá con su novia, viendo una maldita película muggle sobre un chimpancé parlante! ¡Chimpancés, Draco, chimpancés parlantes! ¡No le importa una mierda el mundo!
Y luego se dio cuenta de por qué Blaise estaba tan lívido.
La historia hasta ahora había invocado una extraña emoción en Draco; una emoción que nunca pensó que experimentaría por Granger. Draco vio rojo. Se levantó de su silla y caminó por su oficina mientras Blaise continuaba, incapaz de estar sentado por más tiempo.
—La varita de Granger se rompió en varios pedazos y su pierna... La sangre... Tarsiers vomitó cuando la vio...
Hubo un pequeño "humph" por parte de Draco.
—Siempre fue un cobarde. No sé cómo...
Blaise negó con la cabeza y aplastó otro cigarrillo en el cenicero.
—No, no lo entiendes, Draco. Pensé que yo también iba a vomitar y sabes que ya nada me impresiona.
«Cierto.»
—Draco, su pierna estaba... Sabíamos que estaba más allá de una simple reparación con magia. Y su brazo —se estremeció al recordarlo y dio otra larga calada antes de explicar—. Se veía destrozado. Había tanta sangre saliendo de su cabeza. —Se estremeció de nuevo—, no estamos entrenados para lidiar con ese tipo de cosas. No sé qué pasó en esa habitación, pero me sorprende que estuviera consciente cuando la encontramos.
—¿Estaba realmente consciente? —Granger era más fuerte de lo que pensaba.
—Apenas. Ella estaba moviendo sus labios, sus ojos estaban desenfocados y estaba hablando cómo lo que paso fuese su culpa. Podría haber maldecido a Potter por hacerle pensar que era su culpa.
—¿Cómo la encontraron?
—Vimos las chispas de magia bruta desde afuera. Parecía un campo de batalla; o como si alguien encendiera fuegos artificiales en la habitación... Y Potter. No habría sido tan malo si no hubiera estado sola, podría haber terminado de forma segura. El protocolo... El puto protocolo.
Se tomó un momento para procesarlo todo.
Una cosa era avergonzarla delante de todo el mundo, pero otra completamente distinta era ignorar el código de ética de su trabajo y desobedecer abiertamente órdenes que provocaran que un civil resultara herido. Draco había trabajado con Potter bastantes veces y ese tipo de desobediencia desvergonzada no parecía ser algo que él hiciera. Él era malditamente noble, incluso molesto, pero cuando hacía su trabajo, lo hacía bien y nunca rompía los protocolos.
Hasta ahora.
—Ella me miró, susurró mi nombre y sus ojos se pusieron en blanco y comenzó a temblar. Ninguno de nosotros sabía qué hacer. No somos sanadores ni médicos muggles; somos Aurores. Simplemente la levanté, todavía estaba temblando y me aparecí en San Mungo. Pensé que la había despartido... —Blaise dio una larga calada al cigarrillo que estaba casi consumido mientras Draco contenía el mareo que quería subir en su pecho.
Durante varios minutos, Draco observó a su mejor amigo juguetear con su ropa; había consumido otro cigarrillo y le temblaban las manos. Era obvio que lo de Granger lo había asustado hasta la muerte. No es que alguna vez lo admitiera en voz alta, pero también se habría asustado si hubiera presenciado algo así.
Incluso después de escucharlo todo, no podía creer que hubiera sucedido.
Él había estado furioso cuando ella lo comparó con su padre en esa maldita reunión, pero Draco se tomaba en serio todo lo que hacía y si era su trabajo protegerla, el infierno se congelaría antes de que la abandonara como lo había hecho Potter.
Demonios, ni siquiera dejaría a la Comadreja y lo odiaba.
Como regla personal, nunca dejaba que sus sentimientos hacia alguien afectaran su trabajo.
Envió a los padres de algunos de sus mejores amigos a prisión sin pensarlo dos veces y estaba a punto de hacérselo con la familia Marquette. Era su maldito trabajo. El hecho de que el noble Potter abandonara a Granger le hizo darse cuenta de que lo que fuera que pasara entre ellos era más algo realmente serio, más de lo que había anticipado y eso solo lo intrigaba... Y lo hacía sentir un poco cauteloso al mismo tiempo.
—¿Se encuentra bien? —Draco cuestionó en tono evasivo.
Su conciencia quería saber más, o al menos eso era lo que se decía a sí mismo.
—Los huesos del brazo y la pierna se rompieron en varios lugares, tenía una fractura de cráneo, cinco costillas rotas, dos discos dislocado en la espalda y la mandíbula rota... ¿cómo crees que esta? No creo que se reponga hasta en varias semanas, si es que alguna vez sana del todo. Pasaron toda la noche sanándola, recuperando sus huesos y arreglando una hemorragia interna. Llamaron a algunos especialistas muggles, pero sí, al menos está viva, pero no consciente, es por su propio bien.
—Bueno, estoy seguro de que su familia y amigos la están cuidando.
Esos malditos Gryffindor se mantuvieron unidos en las buenas y en las malas, sin importar cómo se sintieran el uno por el otro en ese momento.
Blaise lo miró como si estuviera loco.
—¿De qué estás hablando? No tiene familia ni amigos y seguro que no tiene parientes cercanos. Lo sé. Tuve que enviar el Patronus, esa fue la única razón por la que me quedé. Su jefe vino, pero estaba tan furioso que tuvieron que escoltarlo fuera. Entonces, vino al Ministerio esta mañana y continuó su diatriba, que estoy seguro de que escuchaste.
Bueno, eso explicaba quién era el hombre que gritaba y a quién le gritaba, pero esa comprensión se vio ensombrecida por sus palabras. ¿Granger sola y sin amigos? Eso no parecía correcto. Draco descartó esa loca idea. Después de todo, Blaise estaba privado de sueño.
A raíz de eso, hubo una pregunta que presionó en su mente.
—¿Quiénes eran sus familiares más cercanos?
—Pansy.
Y la trama dio un inesperado giro.
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Segunda parte: Cincuenta y siete minutos
Draco tardó siete minutos en poner sus asuntos en orden. Le tomó diecisiete minutos y una maldición bien dirigida arrancar los cigarrillos de la mano de Blaise y enviar al demacrado hombre a casa con una dosis de poción para dormir antes de que fumara hasta morir. Estaría mejor durmiendo un poco. Le tomó veintisiete minutos inventar una excusa para irse temprano. Tomó treinta y siete minutos comprar un té y buscar a Pansy Parkinson. Le tomó cuarenta y siete minutos tener acceso al piso donde se encontraba Granger.
Y tardó cincuenta y siete minutos en llamar a la habitación del hospital.
Solo entonces se dio cuenta de que no tenía ningún plan bajo la manga.
Oh, bueno, él ya estaba allí.
Como no fue golpeado inmediatamente por una maldición, Draco lentamente abrió la puerta.
No tenía que ver su rostro para saber que Pansy estaba molesta; el hecho de que ella no lo oyera entrar en la habitación era un testimonio de lo molesta que estaba. Pansy vestía la misma ropa que había usado el día anterior en el almuerzo y él vio como ella descansaba cuidadosamente una mano en la frente cubierta de Granger.
—Maldito Potter por dejarte —murmuró en voz alta; su voz no hizo nada para ocultar la ira que prácticamente irradiaba de su piel—. Maldita seas por nombrarme tu pariente más cercano. ¿En qué estabas pensando? ¿Crees que me gusta verte así? —Pansy cerró los labios de golpe y exhaló un profundo suspiro.
Ella estaba cansada.
Había muchas cosas que Draco recordó mientras permanecía allí y observaba la escena frente a él.
Recordó que ella le había dicho que Granger necesitaba protección, que necesitaba mantenerse alejado para evitar ser absorbido por la tormenta que era su vida y que las dos mujeres no eran amigas. Lo último fue refutado por la contradictoria escena que tenía ante sí.
El afecto de Pansy por la comatosa Granger era innegable.
—¿Te gustaría explicar cómo diablos llegaste aquí, Draco?
Draco estaba casi asombrado de que ella lo identificara sin verlo, pero no se sorprendió.
Mantuvo su respuesta vaga.
—Tengo mis maneras.
Se volvió en su silla y se levantó. Sus mejillas teñidas de rosa y su falta de rímel revelaron su secreto; ella había estado llorando. Aun así, cuadró los hombros en un intento por retener su fachada de fuerza.
—Genial. Tienes formas. Úsalas para pavonearte de vuelta por esa puerta.
—Y volvemos a la rutina del perro guardián. Es terriblemente antiguo.
Ella respiró hondo; como si estuviera tratando seriamente de abstenerse de romperle la cara o romper a llorar, él no sabía.
—No necesito esto ahora mismo, Draco. Simplemente no. Sé mi mejor amigo y no comiences una pelea conmigo, detén lo que sea que estés planeando y… Y —sus hombros se hundieron y sus rasgos se suavizaron—. Solo sé mi mejor amigo.
Había exactamente ciento veintisiete respuestas burlonas en su mente, algunas ya estaban en la punta de su lengua, pero la expresión agotada en el rostro de Pansy lo hizo reprimir cada una de ellas. Maldita su conciencia, malditas sus lastimosas palabras y maldito él por preocuparse por Pansy.
Draco sacó la taza que tenía en la espalda y se la ofreció.
—Te traje té. Pensé que podrías necesitarlo. Es ginseng.
Pansy lo dejó quedarse y se aseguró de que la puerta se cerrara detrás de él.
Sin embargo, tan pronto como vio a Granger, deseó haberse ido en el momento en que Pansy sintió su presencia. Blaise tenía razón. Verla tuvo el mismo efecto que la lluvia ácida tiene en las rocas; solo que ahora era su roca de indiferencia hacia era lo que se estaba erosionado. No, no fue suficiente para corroerlo por completo; simplemente lo desgasto mucho.
Lo que le sucedió no fue algo que se mereciera, ni fue justo. Draco sabía que la injusticia no se detendría. Había escuchado indicios y rumores de que el jefe del Departamento de la Aplicación de la Ley Mágica quería que el incidente fuera olvidado con la menor cantidad de consecuencias posibles y aunque no creía que el Ministerio se rebajaría tanto como para proteger a su héroe, no estaría del todo sorprendido.
Ningún otro pensamiento coherente cruzó por su mente mientras estaba de pie junto a la cama de Granger, porque todo lo que podía hacer era mirarla. Pálida, magullada y golpeada; verla le heló los huesos. La única razón por la que sabía que no estaba muerta era por la leve subida y bajada de su pecho al respirar.
Debido a la calidez de la habitación, las mantas le llegaban a su cintura y él vio sus moretones, que cubrían cada centímetro de piel visible. El cabello de Granger, aunque limpio, estaba terriblemente atroz y enmarañado, más de lo habitual. El vendaje de la cabeza necesitaba ser cambiado porque la sangre comenzaba a manchar la gasa blanca. Tenía un ojo morado, el labio partido y una mejilla amoratada, probablemente por donde le habían arreglado la mandíbula rota. Vestía la bata estándar para pacientes comatosos de San Mungo, rápidamente notó que su brazo izquierdo estaba envuelto en una especie de yeso y el otro estaba cubierto de leves hematomas.
—Gracias por no hacer preguntas y por el té; era justo lo que necesitaba.
Los ojos de Draco aún estaban fijos en Granger.
—De nada —murmuró.
—Se ve mucho mejor que esta mañana —Pansy apareció a su lado, después de haber desechado la taza de poliestireno.
Draco encontró eso imposible de creer.
—Potter es un imbécil por dejarla y en el segundo que lo vea, lo voy a destripar.
En silencio, estuvo de acuerdo y lentamente apartó los ojos.
Todo quedó en silencio mientras Pansy enderezaba la manta que cubría a Granger. La amable acción lo desconcertó. Estaba a punto de comentarlo cuando ella habló.
—Acabo de llamar a una Medibruja para que venga y le cambie el vendaje de la cabeza. Con suerte, me permitirán hacerle algo a ese horrible cabello suyo. Ya está suficientemente enredado y estará peor para cuando se despierte —comentó mientras usaba su varita para abrir las cortinas de la habitación.
—¿Cuánto tiempo estará dormida? —Draco no quiso preguntar, pero el daño ya estaba hecho.
—No lo saben, probablemente otro día o dos, pero no más de tres. Bueno, no lo creo. No han terminado de curar todos sus huesos; pasaron la mayor parte de la noche tratando de reparar su pierna y su brazo. La hinchazón ha bajado y creo que van a terminar después de que la Medibruja la revise. Espero que lo hagan pronto, para que pueda despertar.
Pansy divagaba cuando estaba preocupada y necesitaba dejar de pensar en lo que estaba sucediendo.
—Me dijeron que hablara con ella porque aseguran que puede oírme, pero creo que eso es una completa tontería... ¿Dónde está esa Medibruja? Les dije que vinieran ahora...
Por un momento, Draco solo miró a su mejor amiga. Nunca en su vida la había visto interesarse por nadie más que ella, él, Blaise o su padre cuando este estaba vivo.
—Te preocupas por ella, ¿no? —su voz no era acusadora, no era curiosa, diablos, ni siquiera tenía un tono interrogativo.
Fue más como una declaración de lo obvio.
Pansy se congeló y lo miró. Con un suspiro y un momento de silencio, admitió en tono suave.
—No somos amigas.
—Pero…
Ella lo interrumpió.
—No porque no quiera que lo seamos, sino porque no confía en mí lo suficiente como para creer que no la apuñalaré por la espalda. Supongo que no la culpo porque todavía tiene mucho dolor y todavía es muy pronto. Sin embargo, tienes razón. Me preocupo mucho por ella. Haría cualquier cosa por ella; haría cualquier cosa para aliviar su dolor.
—¿Por qué?
—Ella me devolvió la vida, Draco, y yo confío en ella, casi tanto como confío en ti y en Blaise. Incluso si ella no siente lo mismo por mí.
—No creo que eso sea cierto. Después de todo, eres su pariente más cercano.
—Soy lo más parecido a la familia que tiene.
—¿Pero por qué?
—Ella me salvó... Dos veces —hubo un golpe en la puerta—. ¡Finalmente!
Mientras observaba y escuchaba a Pansy discutir con la Medibruja sobre el cabello de Granger desde la esquina de la habitación, se permitió pensar en sus palabras.
—Solo quiero arreglarlo o algo.
—Señorita Parkinson, no creo que pueda...
—Puedes y lo harás. ¡Míralo! ¡Es absolutamente atroz! Va a ser un lío enredado cuando despierte.
—No conozco ningún hechizo...
—¿Qué diablos quieres decir con que no conoces ningún hechizo? ¿Eres una especie de idiota o algo así?
«¿Dos veces? ¿Granger le salvó la vida dos veces?»
—Yo... Yo me disculpo, señorita Parkinson —tartamudeó la Medibruja.
—Maldita sea, tienes que disculparte. Por el amor de Merlín, ¿tengo que hacer tu trabajo por ti? Hazte a un lado, Helga.
—Umm…
—¡Muévete! —Draco no escuchó el encantamiento que ella usó, pero escuchó sus engreídas palabras—. Ves, así es como lo haces.
—Es bastante bonito y no interfiere con el vendaje en su cabeza.
—Lo sé, Helga. Usé mi cerebro. Deberías intentarlo alguna vez.
«Sabía de la primera vez, pero ¿cuál fue la segunda?»
Draco fue arrebatado de inmediato de sus pensamientos cuando un equipo de Sanadores entró a la habitación, conversando entre ellos. Pansy, apareció en la silla junto a él de la nada, apoyó la mano en su hombro antes de darle una pequeña sacudida.
—Tenemos que irnos, están a punto de llevarla para terminar de reparar sus huesos ahora que la hinchazón ha bajado. Necesito una ducha, almorzar y luego, tenemos que hablar.
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Tercera parte: El catalizador
Unos minutos más tarde se encontró en la casa de Pansy, la que había heredado de sus padres.
Mientras ella se duchaba y se cambiaba, Draco se sentó en su sala y ordenó sus pensamientos. Trató de averiguar cómo abordaría el tema sin ser maldecido hasta el olvido. Tenía quince ideas en la cabeza cuando terminaron el almuerzo, pero no tuvo que usar ni una sola.
—Visité a mi madre —dijo Pansy en voz baja mientras uno de los tres elfos domésticos retiraba los platos.
Draco no dijo nada. No había nada que pudiera decir.
Pansy era la niñita de papá y no era cercana a su madre, en absoluto. Durante su adolescencia, se peleaban por todo, desde la escuela hasta el matrimonio. Aunque no era la estudiante más brillante ni la más dedicada, Pansy se preocupaba por su educación y pensaba que sus siete años en Hogwarts fueron una gran experiencia de aprendizaje. Su madre sintió lo contrario y siempre enfatizó la importancia de casarse y establecerse lo antes posible.
—Ella no tenía idea de quién era yo y supongo es lo mejor. Si mamá supiera que no la he visitado en más de cinco años, no habría ningún encantamiento silenciador lo suficientemente fuerte como para callarla —Pansy reía entre dientes con tristeza.
Toda la idea del compromiso con Blaise había sido de su madre y Pansy la culpó de haber causado inadvertidamente la muerte de su padre. Después de todo, no tenía a nadie más a quien señalar con el dedo y por eso usó a su madre como chivo expiatorio. Después de que fue torturada hasta la locura y arrojada junto a los Longbottom, Pansy rara vez hablaba de ella, nunca la visitaba y el intento de Blaise de ayudarla a enterrar el resentimiento hacia su madre terminó con una pelea cataclísmica entre sus mejores amigos.
Pronto, Blaise dejó el tema en paz y esperaba que encontrara consuelo por su cuenta.
—Y... Creo... Creo que finalmente estoy lista para dejarlo ir.
Draco la miró, pero no dijo nada; pensó que ella solo necesitaba que él escuchara.
—No fue su culpa y, en todo caso, nos salvó la vida con su Patronus. Lo sé desde hace mucho tiempo, pero he estado estancada en mi propio dolor. Ahora creo que finalmente estoy lista para dejar ir algunas cosas. Dicho esto, necesito que me hagas un favor.
—¿Qué cosa?
—Usa Legeremancia.
Su ceja se elevó instantáneamente.
—¿Perdón?
—Me escuchaste... Usa Legeremancia en mí.
—Pansy.
—Mira —resopló—. A pesar de que lo he superado con años de intensa terapia, todavía no puedo hablar contigo al respecto. Prefiero mostrarte el recuerdo a través de mis ojos.
Y así fue como se encontró en su sala de estar, con el flu bloqueado y las luces tenues. Mientras miraba a Pansy, que ahora estaba sentada en un sillón esperando pacientemente, se preguntó cuánto se iba a arrepentir. Tan seguro y tan a gusto como parecía, Draco no quería nada más que huir a su casa y beber tontamente.
Pero correr nunca ayudaba en nada, por mucho que quisiera creer lo contrario.
Había querido descubrir los secretos de Granger, no los de Pansy. Los secretos de Granger eran más fáciles de manejar; a él no le importaba ella. Sin embargo, Draco se preocupaba por Pansy. No tenía ninguna duda de que lo que estaba a punto de ver era la razón por la que había tenido ese colapso emocional inmediatamente después de regresar de Australia. A él ya Blaise les había llevado casi cinco meses convencerla de que se registrara en San Mungo.
—Hermione me salvó la vida dos veces —dijo cuando él la apuntó con su varita—. Sé que te dije eso, pero necesitaba repetirlo. La primera vez fue la noche en que murió mi padre. Y la segunda fue aproximadamente un mes después irme a Australia. Ella llama al recuerdo que estoy a punto de mostrarte como "el catalizador", el principio del fin. Me tomó años entender por qué, pero ahora creo que lo comprendo.
Mientras ella hablaba, Draco recordó cuando Pansy apareció en su puerta en medio de la noche, rogándole que la llevara al aeropuerto. Acababa de heredar la propiedad de su padre y le dijo que necesitaba escapar de Londres, necesitaba irse porque todo le recordaba a él y era demasiado con lo que lidiar. Necesitaba un descanso, así que se fue. Nadie supo que se había ido hasta el día siguiente. Blaise estaba comprensiblemente molesto.
—¿Estás listo? —preguntó, aún recelosa del recuerdo que ella le estaba dejando ver.
Estaba interesado en que ese recuerdo fuera el catalizador en la vida de Granger y estaba interesado en por qué y qué siguió a los eventos de esa noche, pero realmente se sentía incómodo por saber el papel de Pansy en todo esto.
—Sí.
—¡Legeremens!
Lo siguiente que supo fue que estaba reviviendo un recuerdo a través de los ojos de Pansy Parkinson.
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Cuarta parte: Verde
El hombre sin rostro la agarró por la cintura mientras ella intentaba correr y arrojó su cuerpo contra la pared de ladrillos del edificio al lado del callejón. El impacto fue brutal y ella gimió de dolor cuando pequeños círculos negros le nublaron la vista. Y luego, ahí estaba él, empujado detrás de ella, tan cerca.
Olió su aliento y casi hizo arcadas. Algo la pinchó en la parte baja de la espalda y el vómito que estaba alojado en su garganta casi completó su camino hacia la superficie. Ella sabía lo que tenía en la espalda y la hacía sentir enferma.
—Eres una chica tan bonita, ¿cuántos años tienes? —susurró el hombre sin rostro, pasando sus dedos por su cabello negro mientras ella temblaba de miedo.
Pansy se preguntó cómo se había metido en esa situación en particular. Se suponía que era un atajo a su hotel.
No esperaba que la agarraran...
No había esperado no tener a mano su varita...
Ella no esperaba ser sometida rápidamente.
De repente, el agarre en su cabello se apretó y ella gimió en agonía.
—Contéstame, gatita...
—D-dieciocho.
—No definiría que lo que vamos a hacer no va a "lastimarte". Puede doler un poco, pero lo disfrutarás tanto como yo. Te lo prometo —le susurró al oído e inhaló su aroma—. Mmmm, hueles celestial, gatita. Como fresas, algo frutal... Vas a ser más memorable que las demás —le dio un beso descuidado en el costado de su cuello—. Dime, gatita, ¿alguna vez has estado con un hombre?
Pansy no respondió; estaba demasiado concentrada en planear su intento de fuga como para prestar atención.
Ella echó la cabeza hacia atrás de repente. Lo golpeó en la boca y el hombre soltó un torrente de palabrotas mientras se cubría el labio sangrante con la mano. Pansy no dudó ni un momento en pisotear su pie y salir corriendo por el callejón, gritando a todo pulmón pidiendo ayuda. Pero no llegó muy lejos antes de que él la agarrara del cabello y la tirara al duro.
Ella no podía respirar.
Su voz era tranquila mientras le sonreía con los labios ensangrentados.
Y la besó. La besó y ella no pudo respirar. La bilis subió cuando forzó su lengua en su boca agarrándola por la garganta, asfixiándola. Ella dejó escapar un grito ahogado y su lengua se hundió. Pansy gruñó, trató de empujarlo, incluso consiguió darle algunos golpes, pero fue inútil.
Finalmente, se apartó, respirando con dificultad.
—¿Qué te pareció, gatita?
Pansy le escupió en la cara e inmediatamente se arrepintió.
—¡Perra! —agarrándola por el cuello, el hombre sin rostro la levantó del suelo. La pateó furiosamente, Pansy jadeó en busca de aire y trató de sacar las manos de su cuello. Nada funcionó.
Ella iba a morir. Iba a estar con su padre.
Luego la tiró al suelo y cuando el dolor la recorrió, deseó que la hubiera matado. La castigó sin piedad; pateó y pisoteó su espalda, la golpeó y estranguló hasta el borde de la inconsciencia, de hecho, la abofeteó para despertarla cuando se desmayó.
La violencia era algo que nunca había experimentado en su vida. Pansy gritó, se disculpó, se protegió, se movió; ella hizo todo lo posible por escapar. Era peor que ser maldecida, peor que el Crucio, peor que cualquier cosa que haya experimentado en su vida. Y lloró, suplicó misericordia por primera vez, suplicó por su vida.
Pero él no escuchó. Estaba demasiado ocupado arrancándole la ropa. No le importaba. Le dijo todo tipo de nombres. Coño. Perra. Puta. Ramera. Él le escupió y ella nunca se sintió tan deprimida en su vida.
—No se lo diré a nadie —prometió entre sollozos, agarrándose el estómago con una mano y manteniéndolo a distancia; aunque apenas.
—No le dirás a nadie de todos modos. No cuando termine contigo. Serás como todas los demás...
Cuando él le levantó la falda y le clavó las uñas en la piel de los muslos con brusquedad, ella gritó hasta que se le acabó la voz. Ella luchó hasta que no le quedó nada. Fue entonces cuando Pansy aceptó su destino. Ella no iba a ganar.
Se bajó la cremallera de los pantalones con una mano mientras que con la otra la mantenía firmemente en su lugar. Sus piernas se movieron, raspando contra el cemento.
—Por favor, detente —le suplicó Pansy casi en un susurro.
—Cállate pequeña perra y deja de retorcerte o te mataré ahora mismo.
Sus pantalones estaban agrupados alrededor de sus rodillas y fue solo entonces cuando él le separo de las piernas. Pansy dejó escapar un aullido.
—Yo... —sus palabras fueron interrumpidas por un fuerte golpe que casi la dejó inconsciente. Veía manchas negras y se quedó mirando el cielo australiano.
La sangre brotó de su boca y el sonido de la tela rasgándose fue todo lo que escuchó.
Demasiado cansada y abatida para seguir luchando contra él, Pansy pensó en ello como karma por todo el mal que había hecho en la vida. Y lloró por todas las cosas que había perdido y por lo que estaba a punto de perder.
El hombre sin rostro solo sonrió, se colocó en su entrada... Y luego destruyó su inocencia de un solo golpe. La cabeza de Pansy chocó contra el suelo mientras gemía de dolor, demasiado desorientada para hacer mucho más. No se detuvo. No, eso sería demasiado amable. Su visión se volvió borrosa mientras se acercaba cada vez más a la dulce inconsciencia.
Pero entonces el mundo se puso verde y el hombre sin rostro cayó encima de ella, estaba muerto.
Al principio, no sabía qué hacer. Él todavía estaba dentro de ella y su cuerpo estaba en shock. Estaba convencida de que él se iba a levantar y reanudaría su tortura, no movió un músculo.
Fue entonces cuando la conmoción se rompió y recuperó los sentidos.
Pansy gritó con renovado terror y lloró de alivio. Con dificultad para respirar, su cuerpo tembló y su estómago se encogió al ver su cuerpo sobre el de ella. Casualmente, el rostro del hombre estaba peligrosamente cerca, lo que le permitió mirar directamente a sus ojos oscuros por primera vez.
Su cuerpo se sacudió incontrolablemente cuando lo arrojó fuera y se sentó con mucho dolor e incomodidad, inmediatamente buscó en el callejón sus ropas. Todo lo que quería hacer era huir, dejar Londres fue la peor idea que había tenido. Quería olvidarse de todo, volver a su hotel, darse una ducha y dormir hasta el final de los tiempos.
En cambio, se encontró cara a cara con la persona que la salvó.
Hermione Granger se quedó allí; su varita todavía apuntando al hombre muerto. Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas.
—¡Oh Dios! ¿qué he hecho?
Draco cayó de rodillas en medio de la sala de Pansy una vez que rompió la conexión.
Su único pensamiento coherente fue que ambas eran la personificación de la inocencia perdida.
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Fin capitulo cinco
Link historia original: s/4172243/1/Broken
Naoko Ichigo
