-¡NO PODÉIS HACERLO, SOLO TIENE CATORCE AÑOS! –bramó Sirius.
-Por eso no será oficial hasta dentro de dos años. Pero cuanto antes se vaya formando, antes se ganará su confianza –comentó Orión con calma.
-¡Pero ese Voldemort es un psicópata, Regulus no sobrevivirá!
-¡Porque lo digas tú! –intervino el aludido- Soy perfectamente capaz de defenderme y puedo ser muy útil a la noble causa del Señor Oscuro para mantener y defender la pureza de nuestro linaje.
-¡Ay, qué bien habla nuestro niño! –exclamó Walburga emocionada.
-No, Reggie –suplicó Sirius-, no dejes que te envenenen el cerebro… Te ayudaré, podemos…
-¡No necesito tu ayuda! –le cortó su hermano pequeño- El rebelde y arrogante Sirius Black, el más listo con mejores notas que tiene a todas las chicas detrás de él… Te crees mejor que nadie y eres el peor. Y pienso demostrarlo. Seré el mejor mortífago que Lord Voldemort haya conocido.
Esa fue la primera vez que Sirius Black escuchó la palabra mortífago. Aún sin saber lo que significaba sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Su hermano se marchó airado, Orión continuó hojeando el Profeta y Walburga miró a su hijo mayor con una sonrisa cruel. Con los puños apretados, Sirius subió a la habitación de sus padres y cogió cincuenta galeones de la cartera de su madre. "Me lo debes por daños y perjuicios" pensó con rabia. Ya en su dormitorio, llenó su baúl y bajó arrastrándolo por las escaleras causando un estruendo que alteró a todos los retratos.
-¿A dónde crees que vas? –le interceptó Walburga.
-Me largo. Os podéis meter vuestra pureza por el mismo sitio donde tenéis la dignidad, ¡EN VUESTRO GORDO Y ESTÚPIDO TRASERO!
Tras esa pulla infantil y aprovechando que su madre había desaparecido en busca de su varita, salió corriendo de Grimmauld Place. Ese fue también el día en que conoció el Autobús Noctámbulo que lo llevó a casa de los Potter. Fue Euphemia quien abrió la puerta.
-Buenas noches, señora Potter… -empezó avergonzado- Me he ido de casa y no tengo a donde…
-Menos mal –le interrumpió la mujer haciéndole pasar y levitando su baúl-, si no hubiésemos ido nosotros a buscarte. James nos ha hablado de tus padres y no quiero que pases un minuto más en esa casa. ¿Has cenado? Te prepararé algo. James está durmiendo pero…
-¡Siriusín! Sí que has tardado…
Su amigo se había despertado al oír el timbre y sonreía somnoliento con su pijama de snitches. Los Potter le acogieron con los brazos abiertos y sintió que aquel era su hogar más de lo que nunca lo fue Grimmauld Place. Se involucró mucho en ayudar en las tareas del hogar y se convirtió prácticamente en el hermano de James. Y precisamente por eso su amigo se dio cuenta de que algo no iba bien. Una noche le obligó a confesar. Sirius le contó la verdad:
-El curso pasado estuve saliendo con una chica… Pero al final lo fastidié y me dejó. Mis padres me han contado que va a pasar el verano con otro compañero que estoy seguro de que está enamorado de ella y…
-Estúpido Lestrange… -masculló James- Nunca me cayó bien.
-¿¡Qué!? ¿Cómo? ¡Cómo sabes que es Bellatrix!
-O es ella o su escarbato –comentó su amigo burlón-. No paras de inventarte excusas estúpidas para verla. ¿Recuerdas la vez que decidiste que necesitábamos a Raspy para robarle a Slughorn un botón de la chaqueta y que creyese que la había reventado con su barriga? Ahí empecé a sospechar. Y luego están tus desapariciones nocturnas y tus sonrisas embobadas…
-Vaya… -comentó abochornado- ¿Y por qué no dijiste nada?
-Bah, cada uno lleva su ritmo. Sabía que me lo contarías cuando fuese el momento –le tranquilizó su amigo.
Sirius sonrió agradecido por poder confiar en él. Seguidamente James declaró con seriedad:
-Ahora vamos a solucionar lo de Lestrange. ¿Sabes a dónde han ido?
-Mis padres dijeron que a su famoso castillo a las afueras de Perigueux. Lo busqué y aparece en un libro de los castillos más bonitos de Francia -comentó con rabia.
-Perfecto. Este jueves mis padres se van tres días a Irlanda a la boda de un excompañero de trabajo de papá. Nosotros nos quedaremos aquí sin vigilancia… O eso creerán. Nos vamos a Francia y recuperas a tu novia/prima. ¡Argg, no había caído en que es tu prima! Suerte que sois ricos, eso hace que sea elegante y no repugnante…
-Pero no podemos usar magia siendo menores, ¿cómo íbamos a llegar?
-Siempre he querido saber cómo funcionan los aviones –sentenció James.
Por muy loco que le pareciera a Sirius, tres días después prometieron a los Potter potarse bien en su ausencia y cinco minutos después corrieron al aeropuerto. La tarde anterior habían visitado Gringotts y Sirius aprovechó para cambiar los cincuenta galeones por dinero muggle: trescientas libras, nada mal. Con eso pagaría los billetes de avión y un hotel sencillo. Hubo un par de incidentes porque no conocían el funcionamiento del aeropuerto, pero entre la labia de James y la sonrisa encantadora de Sirius esquivaron todos los impedimentos.
Poco esperaban sus compañeros aquel viaje…
-Oye Bella… quería preguntarte una cosa –murmuró Rodolphus mientras paseaban por el jardín de su castillo-. Hace años que somos amigos y yo creo que… podríamos dar un paso más.
La mandíbula del perro oculto tras unos tupidos matorrales se tensó peligrosamente.
-¿Cómo? –preguntó Bellatrix- Ya somos mejores amigos. ¿O es que me estás engañando con otra? –preguntó en broma
Viendo que en esos temas su amiga seguía tan obtusa como siempre, Rodolphus decidió pasar a la acción. Se acercó a una paralizada Bellatrix acortando la distancia que separaba sus bocas.
-¡NOOOOOOO! –gritó Sirius ya en su forma humana abalanzándose sobre Rodolphus.
Entre gritos de rabia y terror, ambos cayeron al suelo.
-¡¿SIRIUS?! ¡El padre que te parió, qué haces aquí! –exclamó Bellatrix.
-¡Soy tu primo! Digo… ¡tu novio! –jadeó desde el suelo-. ¡Soy un idiota, pero soy tu idiota!
-Pero… ¿cómo has venido? –susurró su prima atónita- ¿Tus padres lo saben?
-Noticias: me he largado de casa. He venido en avión, esos chismes muggles que vuelan. Ha sido duro y difícil, pero todo merece la pena por verte.
La cara de estupor de Bellatrix solo era superada por la de Rodolphus, que intentaba curar su labio sangrante.
-¿Has subido a uno de esos trastos voladores tan peligrosos? –susurró la chica que consideraba un avión muchísimo más terrorífico que un basilisco.
Su primo asintió. Bellatrix se arrodilló junto a él y le besó. Él la abrazó y rodaron juntos por la hierba. Después llego el momento incómodo de aclarar la situación. La chica le confesó a Rodolphus que llevaba un año saliendo con su primo, pero quería mantenerlo en secreto para que su familia no la repudiase por aliarse con un traidor. Rodolphus parecía dolido y herido en su orgullo, pero mantuvo el tipo y aceptó no revelar nada a cambio de que Bellatrix se quedase los tres días que restaban de su estancia.
-Para que mis padres no sospechen o me culpen de ser un mal anfitrión –alegó Rodolphus.
Bellatrix aceptó. Los Lestrange habían sido muy amables con ella y no quería ser grosera. Además le repitió a Rodolphus que era su mejor amigo y no quería perderlo. A Sirius no le hizo gracia, pero acababa de recuperar a su novia y no quería estropearlo, así que se contuvo también y se disculpó con Rodolphus por su brusquedad. El chico asintió y entró al castillo.
Bellatrix y Sirius pasaron la tarde juntos, ocultos en aquellos jardines mientras él la ponía al día. A su prima tampoco le hizo ninguna ilusión que hubiese roto los lazos con su familia, a ver qué hacía sin su herencia, pero prefirió disfrutar del momento y no se lo reprochó. Cuando anocheció, Sirius volvió con James portando una enorme sonrisa.
En cuanto volvieron a Inglaterra Sirius pasó el resto del verano visitando a Bellatrix en su mansión y haciendo excursiones juntos al mundo muggle. Cuando empezaron el sexto curso no se esforzaron tanto como antes en fingir que se odiaban. Se reunían en la Sala de los Menesteres –convertida en una suite de lujo- y pasaban las noches disfrutando y fantaseando sobre el futuro. Cuando estaba con él, Bellatrix olvidaba todas sus inseguridades y temores.
-Tendremos una gran mansión. Para no confundirla con la de mis padres la llamaremos Mansión Raspy –aseguraba la chica-. Y montaremos un criadero de dragones, daremos fiestas gigantes sin invitar a nadie y solo comeremos ranas de chocolate rellenas de whisky.
Pese a que le encantaban los desvaríos de su prima, también hacían que Sirius se sintiese mal. No se arrepentía de haber huido de casa, pero al hacerlo renunció a la vida de lujo que habían llevado.
-Peque, yo… Yo no creo que gane tanto como para tener una mansión… El programa de auror dura tres años durante los cuales ganas el sueldo mínimo. Me gustaría poder comprarte la mejor mansión del mundo, pero si te quedas conmigo creo que tardaré mucho en poder…
-¡Bah, me da igual un lugar que otro! –aseguró la chica- Mientras haya una cama y algún sitio con tierra para que Raspy pueda jugar todo irá bien, no necesitaremos nada más.
Ver que era sincera animó bastante a Sirius, aunque esa congoja se agazapó en su pecho y ya no le abandonó. Con tacto, Bellatrix le preguntó si se plantearía volver con sus padres. Era su primogénito y un gran mago, lo perdonarían con los brazos abiertos. Él respondió que antes muerto, no se vendería por dinero.
-No es por dinero… Bueno, no solo por eso. Podríamos casarnos. Seguro que si les dices que queremos casarnos te perdonan todo, nada es más importante para ellos que preservar sus bienes y la pureza. Lo único más puro que un Black son dos Black.
-Quiero casarme contigo, Bella –declaró sin tapujos-, pero libremente, porque nosotros queramos y no por seguir las tradiciones antiguas y roñosas de nuestra familia. ¿O tú quieres ser una de esas damas que únicamente toman el té con sus amigas y cuidan a sus hijos?
-¡Por supuesto que no! Nuestro único hijo será Raspy, de mi tripa no va a salir nada vivo.
Sirius se echó a reír y se alegró de compartir visión sobre la paternidad. De esa forma zanjaron el tema, aunque ninguno de los dos dejó de preocuparse sobre su futuro.
-¡Canuto! –le llamó James- Recuerda que hoy hay luna llena.
-No hace falta que vengáis todos, de verdad… -aseguró Remus.
-Por supuesto que sí. Como las ancianas que juegan al bingo: todos ahí sin fallar una –sentenció Sirius.
-¿Ahora eres experto en juegos muggles? –comentó Remus divertido.
-Soy experto en todo, querido Lunático. Por algo fui el primero que se transformó…
-¡Eh, que a mí solo me costó unos meses más! –recordó James.
Todos asintieron y nadie hizo mención a lo que habían tenido que ayudar a Peter para que se convirtiera en una rata casi al final del quinto curso. Esa noche, mientras el perro negro iba al Bosque Prohibido en compañía del lobo, el ciervo y la rata, le pareció ver un cuervo alejándose. Pese a su disgusto inicial, Bellatrix le había cogido el gusto a volar y Sirius sabía que abandonaba el castillo casi todas las noches que no estaban juntos. A dónde iba era un misterio que hubiese preferido no desvelar...
-Está bien –suspiró Bellatrix la duodécima vez que le preguntó por sus excursiones-, pero si te llevo prometes no refunfuñar ni asustarte ni nada así.
-¿Asustarme yo? Por favor, si le pedí a Minerva en broma que fuese conmigo al baile de Navidad… ¡y para fastidiarme aceptó! Si no me asusté ante eso, ya nunca me asustaré.
Bellatrix aceptó su respuesta y en una fría noche de noviembre se escabulleron a Hogsmeade por el pasadizo. Una vez ahí, su prima transfiguró sus túnicas escolares en unas de calle y le indicó que la agarrase para aparecerlos.
-No cumples diecisiete hasta el año que viene, no tienes la licencia de aparición –recordó Sirius-. Yo acabo de cumplirlos y aún estoy con las clases…
Su prima le dedicó una mirada de "¿Crees que me importa lo que diga la ley?". Como Sirius también era un rebelde y se fiaba de ella completamente, la abrazó y cerró los ojos. Empezó a arrepentirse de su promesa cuando los abrió y se vio en el Callejón Knockturn. Quizá Bellatrix se había equivocado de destino…
-Vamos, es por aquí –indicó desplazándose con soltura entre los oscuros personajes que deambulaban.
Pues no, no se había equivocado. Sirius la cogió de la mano y la siguió hasta una bocacalle aún más sucia y abandonada. Entraron a un pub llamado "The White Wyvern" situado junto a un inquietante salón de tatuajes. En comparación con ese bar, el Cabeza de Puerco parecía el Palacio de Versalles. Un camarero tuerto servía un viscoso brebaje a su único cliente: un fantasma reclinado sobre los roñosos taburetes. Por la barra correteaban cucarachas como un ingrediente más y la decoración de madera podrida no la hubiesen aceptado en ningún vertedero.
De no haber sido un gryffindor, Sirius habría salido corriendo a tal velocidad que habría avergonzado a las snitches. Iba a susurrarle a su prima que se marcharan cuando el camarero se giró hacia ellos. Sacó su varita para expulsarlos (eran demasiado jóvenes e higiénicos para estar ahí) y entrecerró su ojo de cristal para distinguirlos bien.
-Buenas noches, Krupper –lo saludó Bellatrix-. Hoy traigo a un amigo.
La respuesta fue un gruñido amistoso. Antes de que Sirius pudiese protestar, Bellatrix tiró de él hacia el fondo del local. Se detuvo ante la figura de una banshee y con la varita alzada murmuró: "Crucio". La figura se retorció con un desagradable aullido y se apartó dejando tras de sí una oquedad bajo la que se perfilaban unas escaleras de piedra.
-Tranquilo –comentó Bellatrix-, este local tiene maleficios inhibidores, nadie sabrá que he usado magia fuera de Hogwarts.
Esa era literalmente la última preocupación de Sirius. Su prima se giró al ver que no avanzaba, le dedicó una enorme sonrisa y volvió a tomar su mano. Casi por inercia, el animago bajó con ella.
El estruendo y el desagradable olor mezcla de sangre y alcohol que le recibió le provocó arcadas. Pero se contuvo y analizó el lugar. No parecía un sótano, sino una enorme cámara de techos altos y columnas de piedra con un ring central en una especie de foso. Había varias barras laterales con todo tipo de alcohol y sustancias prohibidas y bancadas entorno al escenario central. Al fondo en una ventanilla se leía "APUESTAS" y sobre los cristales con salpicaduras rojizas había listas de nombres y cifras. La sala estaba repleta de magos, brujas, vampiros, duendes y varias criaturas que no aparecían ni en los libros de Scamander. Todos chillaban y reían desquiciados sin dejar de beber.
-Es un club de duelo ilegal –comentó su prima sonriente-. Es mucho más emocionante que la liga de duelo, aquí los combates suelen ser a muerte y se gana mucho más dinero. También con las apuestas, manejan casi más galeones que Gringotts.
Viendo que su primo no reaccionaba, Bellatrix examinó el cartel de la jornada con tres parejas de nombres. Junto al ring un mago y una bruja practicaban diversos maleficios de calentamiento.
-El primer duelo será interesante: Sewdork lleva cinco victorias seguidas, mientras que Grinilda la última vez quedó despartida durante meses. No obstante fíjate que ha cambiado a una varita de álamo, es la mejor para el duelo… Y está practicando encantamientos demasiado sencillos, quiere que él se confíe. Creo que pese a que las apuestas le van en contra, ganará ella. ¿Quieres que apostemos? –le preguntó- No, no tienes buena cara, vamos a sentarnos.
Un mago con dos jorobas le cedió su banco a Bellatrix. Ella lo limpió con un gesto de su varita y se acomodó junto a su primo que seguía en shock.
-Aunque es una pena no jugar nada, porque si gana Grinilda el beneficio será de quince a uno… -siguió barruntado Bellatrix- ¿Cómo lo ves, Raspy?
El escarbato había salido del bolsillo de su túnica. Llevaba el jersey que le regaló Sirius y permanecía sentado en su regazo como si estuvieran en un salón de té. La miró expectante y la bruja declaró:
-Bah, solo por diversión: uno por mí y otro por Siri.
Cogió un panfleto del suelo con la foto de Grinilda y se la entregó a su mascota. Raspy saltó de su regazo y correteó con gran agilidad esquivando seres hasta trepar a la ventanilla de apuestas. Entregó la foto de la duelista, sacó de su bolsillo dos galeones y los colocó en el mostrador. La bruja tras la ventanilla guardó las monedas sin inmutarse y le entregó un papelito. Sirius comprendió con horror que no era la primera vez que Bellatrix mandaba a su escarbato a apostar.
-¿No te da miedo que le pase algo? –preguntó cuando Raspy regresó con el resguardo.
-A Raspy le hace mucha ilusión, él se encarga de gestionar nuestro dinero –explicó la bruja-. Además, le puse a su jersey un maleficio que inventé yo: si cualquiera se acerca demasiado a él, tropieza, intenta atraparlo o meter la mano en su bolsa, perderá sus extremidades. Pero nadie se atreverá, aquí lo más sensato es no molestar a nadie porque nunca sabes a quién te enfrentas.
Hubo unos segundos de silencio mientras Sirius procesaba lo que estaba viviendo. El desagradable maleficio que había creado su prima le parecía el menor de sus problemas.
-¿Cómo conoces este sitio? ¿Cuánto hace que vienes? ¿Por qué diablos apuestas en un lugar así? ¿Cómo sabes usar crucio?
A su prima le extrañó el temor y el disgusto en su voz, pero se lo explicó:
-Me habló de él Rabastan, solo se puede acceder con recomendación y siendo mayor de edad. Pero le pedí a mi maestro que me recomendara y por él hicieron una excepción. Suele mandar a seguidores suyos, como Rab, para probarlos y reclutar gente aquí. Aunque a mí me prohibió participar, dice que soy su arma secreta.
-¿Su arma secreta para qué? ¿Para qué recluta gente?
-Todo el mundo usa nombres falsos y hay un maleficio que impide hablar de este sitio con quien no haya estado –continuó Bellatrix ignorando su pregunta-. Apuesto solo cuando estoy segura de ganar, soy muy buena duelista y sé calar al resto; jamás desperdicio dinero. Y mi maestro me enseñó a usar crucio de pequeña, lo probé en el abuelo Pollux.
-¿¡Torturaste al abuelo!?
-Sí. Pegaba a la abuela, tanto con los puños como con la varita. Yo me encargué de mantenerlo a raya.
Sirius se quedó callado con la boca a medio abrir. Aquello era demasiado, no sabía qué responder. Su prima le avisó de que empezaba el duelo. Le besó sonriente y dirigió su vista hacia el ring. Parecía evidente que iba a ganar Sewdork, con su estilo agresivo y sin florituras. Bellatrix comentaba cada movimiento con fascinación. "Pese a que aquí luchan duelistas bastante hábiles, no suelen ser capaces de usar imperdonables, no tienen lo necesario. Y no hay nada más ridículo que alguien fallando un crucio o un avada" murmuró su prima. Sirius sentía que la cabeza le estallaba por sobreexposición a la locura.
-¿Entonces cómo entran? Tú has cruciado la figura esa…
-Tienes que lanzarle el hechizo ofensivo que mejor te salga para mostrar tus capacidades y si eres bueno te permite el paso –aclaró su prima-. ¡Mira! ¡Grinilda ha usado un maleficio de ceguera! Dura solo cinco segundos pero…
Pero bastó. "¡Devaister!" susurró la bruja. Unas gruesas raíces emergieron el suelo y arrastraron a su contrincante hasta sepultarlo bajo tierra. "¡Grinilda gana el primer duelo!" sentenció en cíclope que ejercía de juez. Hubo unos segundos de silencio y al momento aclamaciones, mezcladas con abucheos y palabras soeces. Bellatrix aplaudió con ganas. Sirius no quiso ni preguntar si recuperarían al mago sepultado. Solo le suplicó que se marcharan ya y ella aceptó. "Un momento" murmuró. Extrajo el resguardo y se lo dio a Raspy que salió corriendo. Fue el primero en entregarlo en el mostrador y recibir a cambio una bolsita con treinta galeones. Volvió exultante y se la entregó a Bellatrix.
-¡Buen trabajo, Raspy! Vamos a guardar nuestra parte –murmuró contando quince monedas-. Toma Siri, el resto es tuyo.
De un salto el escarbato cogió otro galeón de la bolsita y lo colocó en el montón de Bellatrix.
-Ah sí, el préstamo para la apuesta. Lo siento, Siri, a Raspy no se le escapa una, es el mejor tesorero.
El escarbato sacó de su bolsillo una funda de terciopelo y empezó a meter los galeones. Viendo que cabían todos, Sirius comprendió que también tenía fondo infinito. Bellatrix le explicó que aquel monedero había sido una inversión cara, pero merecía la pena: contaba con hechizos antigravedad, de modo que aunque Raspy saltara, se cayera o diera volteretas, no se salía de su bolsillo, solo él podía sacarlo. A Sirius le impresionó la de medidas que tomaba Bellatrix para proteger su dinero. Se negó a aceptar el dinero, pero su prima insistió y se lo metió al bolsillo. Después salieron del bar y volvieron al castillo.
-¿Qué te ha parecido? –comentó mientras recorrían los terrenos de Hogwarts- Es bastante sucio y la gente es rara, pero aprendes un montón de hechizos que en el colegio jamás verías. Además has entrado sin nada y sales con catorce galeones.
Ahora que Sirius se había emancipado mentiría si dijera que no le hacía ilusión el dinero: ese fin de semana podría volver a comprar dulces en Hogsmeade. Pero ganarlos así le resultaba sucio. Además, no consideraba que fuese sencillo: salvo Bellatrix y cinco magos más, el resto habían perdido grandes sumas. Eso por no hablar del ambiente… Sobrepasado por lo vivido, respondió:
-Bella, prométeme que no volverás. Es peligroso y me da miedo que te pase algo.
-No quiero. Me gusta ese sitio y sé defenderme. A mí me da miedo que vivas pegado a un hombre-lobo y no digo nada.
Sirius gimoteó, pero al final tuvo que aceptar que no la haría cambiar de opinión.
-Al menos dime que nunca competirás y que no te volverás una ludópata ni nada así…
-Bueno, está bien –concedió ella-. Te he llevado porque no parabas de preguntar, creí que te gustaría, siento que lo hayas pasado mal.
Como su primo no quería terminar así la noche, la cogió del brazo y respondió: "Solo necesito estar contigo para pasarlo bien, peque". La besó, le dio las gracias por confiarle su secreto y se marchó a su habitación intentando sacudirse los negros pensamientos.
El resto del curso transcurrió sin sobresaltos. No volvieron a hablar del club de duelo, aunque Sirius no dudaba que su prima siguiese acudiendo. Tampoco comentaron las extrañas noticias que empezaban a aparecer en el Profeta sobre crímenes, muertes y desapariciones. No era posible que todos sus sueños de futuro quedasen aniquilados en una guerra...
