-Capítulo seis-
"Menta, perfume de la muerte"
-Puedo hacerlo por mis propios medios, madre. Comprende que no soy más un niño. ¿Acaso quieres tropezar con más estorbos como Potter y esa sangre sucia?
Narcissa Malfoy fulminó con la mirada a su hijo, quien ya la rebasaba en altura. Era verdad, no podía esperar a que Draco se dejara sobornar complaciendo cualquiera de sus caprichos o dándole evasivas. Quería abandonar de una vez por todas el nido y asumir la posición de hombre de la casa que ahora le correspondía ante la falta de Lucius, quien yacía en Azkaban por culpa de Potter y su séquito; pero ella juraba que apenas había dado un pestañeo cuando de repente le arrebataron a su pequeño rubio para convertirlo en un mortífago a los dieciséis años.
-En otras circunstancias sería lo correcto, Draco- replicó tomándolo por la fuerza del brazo. Evitó que el sentimentalismo la invadiera y sostuvo una gélida postura-. Ahora no estás en posición de decidir sobre ti, aunque te hayan hecho creer esa ilusión.
-¡No me digas! ¡No sabes cuánto imploraba tener esto...- lleno de sarcasmo, el rubio estaba a punto de subir la manga izquierda de su elegante gabardina cuando los delgados y estilizados dedos de su madre lo detuvieron.
-¡Deja de portarte como un estúpido!- Narcissa le dio una leve pero bien merecida bofetada. El rostro de Draco denotaba furia en su máximo esplendor.
Sin dirigirse la palabra, madre e hijo caminaron en descenso por la calle sobre la que se encontraba la exclusiva tienda de Twilfit & Tattings, donde compraron túnicas para Draco. Transcurridos varios minutos, Narcissa decidió entrar en la tienda de pergaminos, plumas y tintas. Él, sin nada de ánimo, pero con ansiedad efervescente por librarse de su madre, decidió entrar de todas formas.
Las discusiones entre ambos habían ido en aumento durante el verano, desde que su padre había sido enjuiciado. Notaba a su madre en histeria la mayor parte del tiempo. Algo que también había observado en ella fue el aumento considerable de su consumo de whisky de fuego, su bebida predilecta. Pelear por una decisión de la cual Draco no había sido consciente pero de la que ella quedó totalmente obsoleta, no hablarse por varias horas que podían convertirse en días y después compensarlo todo con helado de menta; ese era el círculo vicioso de ambos. La menta para Draco era uno de los pocos alimentos que aún producían un efecto de añoranza por su infancia y no sólo a él. Incluso su gusto por los caramelos había decaído de pronto. Parecía tan estúpido a lado de lo que eran situaciones de la vida real para él.
-Antes de ir a casa, ¿quisieras tomar un helado de menta conmigo?- preguntó Narcissa, revolviendo un puñado de plumas que tenía enfrente, fingiendo interés por adquirir una.
-Pensaba que querías apresurarte, para que nadie nos viera la cara- le respondió Draco, sin mirarla. Acarició con las yemas de los dedos los pergaminos que reposaban sobre una gran mesa de roble-. ¿De verdad crees que la menta sea suficiente para encubrir toda esta mierda?
-Para eso fue creada- lo miró con una sonrisa que hacía años el Slytherin ya no había contemplado-. La menta nace de los restos de una ninfa, obsequio de Hades. Vuelve a utilizarse cuando un cuerpo muere para encubrir su olor y guiar su camino.
-Por eso se le conoce como el perfume de la muerte- finalizó Draco, devolviéndole el mismo gesto.
-Creí que te olvidarías de tus primeros pasos en lo oculto. Todos los días me restriegas tus nuevos conocimientos.
-Permanecerán. Aunque me haya hecho de habilidades mejores.
La mujer rió discretamente y miró nuevamente el aparador, por el cristal de éste divisó la heladería de Florean Fortescue. Llamó su atención una cabellera larga, enmarañada que era inconfundible en cierta niña; ahora la había vuelto a encontrar pero en el cuerpo de la que, a su parecer, se había convertido en una señorita con muy mal gusto para vestir, aunque bastante parecida a su madre. La joven bruja usaba una falda gitana negra con grandes girasoles y un suéter tejido color carmín. Sostenía con una mano un bolso, también tejido, repleto de libros y con la otra un perfecto cono de helado de menta.
Draco había dado una vuelta completa por la tienda y al ver pasmada a su madre, a punto de tocar el cristal del escaparate con su afilada nariz, prestó atención a lo que Narcissa tanto miraba: él también observó por breves segundos a Lovegood, deseando que se quedara ahí de pie como la perfecta estúpida y ridícula que era. La oportunidad perfecta para escapar de su madre había llegado gracias a ese fenómeno de Ravenclaw.
Narcissa se quedó inmóvil, sólo observándola. Las casualidades no existían; sabía de sobra que Luna Lovegood no comería por azar alimentos de ese sabor dados los tiempos que corrían.
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Nadie había podido cerrar los ojos en toda la noche. Era como si el mundo se hubiese congelado; como el silencio que hay el día después de la navidad; como si ese día simplemente no existiera. Pero quien había dejado de existir había sido Librana Lovegood, o Thalassinos, como Narcissa la conoció en Hogwarts. Su aflicción era profunda como el océano. Ni siquiera el vínculo sanguíneo con sus hermanas llegaba a compararse con la complicidad que tenía con su gran amiga desde el día la conoció.
Lucius había desaparecido después del funeral y no lo culpaba, después de todo, ni siquiera esperaba que la acompañara; su cabeza sería una tormenta tanto como la de ella aunque por razones muy distintas. Xenophilius, por otro lado, le había pedido que se llevase a Luna; necesitaba sólo un momento más a solas con su difunta esposa. Debía recobrar fuerzas para su hija, ahora que se encargaría él solo de cuidarla. Un gran peso sobre sus hombros sin duda alguna.
Narcissa se dirigió a la habitación de su hijo, luego de descubrir que la de su ahijada estaba vacía. Sabía que no le agradaba aquel cuarto; era uno de los más antiguos de la mansión y se prometió que algún día haría algo para que Luna se sintiera como en casa. Una vez dentro del cuarto de Draco, los vio a ambos recostados en la cama: ella tenía su cabeza apoyada sobre el pecho de él y éste la rodeaba con sus brazos, mientras sostenía un libro de leyendas que había sido obsequio de la madre de Luna. Le temblaron las rodillas cuando su pequeño le devolvió una mirada angustiada.
-Luna es sonámbula, madre. ¿Sabes que duerme con zapatos?
En efecto, pudo comprobar que la niña llevaba puestas las zapatillas del día anterior. Con mucho esfuerzo, hizo aparecer media sonrisa en sus labios.
-...y cada vez que degustamos la sagrada menta, obsequio de Hades, es llevar una bella rosa hasta el plano en donde nuestro ser amado descansa- finalizó Draco, cerrando el gran libro-. No llores- el rubio le había acercado un pequeño recipiente que contenía helado de menta, derretido. Olive se lo concedió a pesar de ser muy temprano en la mañana.
El alma de Narcissa se desgarraba al ver como los ojos de Luna no dejaban de soltar una lágrimas tras otra, en su rostro se dibujaba una expresión de insondable dolor combinado con agotamiento excesivo. Tan sólo era una niña, a la que generaciones pasadas, con sus decisiones erróneas y malos pasos, le habían cobrado un precio que no le correspondía pagar. En el fondo entendía que eso mismo podría sucederle a Draco si ella no ponía un alto. Si no se atrevía a alzar la voz, la muerte de Librana sería en vano.
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De vuelta en sí, se percató que Draco la había abandonado en la tienda. Corrió hasta la puerta y al salir Luna Lovegood ya no estaba; dio unos cuantos pasos más sólo para ser testigo de cómo su hijo se dirigía hacia el callejón Knockturn, aquéllo le cayó como balde de agua helada. No se sentía orgullosa en lo más mínimo que Draco aceptara con tanta devoción su nuevo destino. Odiaba admitir que al menos Xenophilius había hecho un mejor trabajo con Luna siendo padre viudo, que ella y Lucius fingiendo un matrimonio perfecto. Miró a su alrededor: un vacío total en el callejón Diagon, como un día que no existía.
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Una fina lluvia había aparecido desde hacía ya un rato sin parar. Aunque por fuera del expreso de Hogwarts parecía que el viento podía partirte la piel, por dentro del compartimento era otra historia. El calor golpeaba a todos de manera sofocante, causado por el aliento y los cuerpos de los cinco adolescentes que se encontraban en él.
Luna Lovegood tomó sus rebeldes rizos para atarlos en una coleta, luego limpió el vapor del cristal de la ventana con la manga de su túnica y pegó inmediatamente la frente a él buscando refrescarse. Había visto a Harry abandonar el sitio para espabilarse, ya que cada minuto aparecía una chica de cualquier casa o curso en busca de "El elegido", creando situaciones embarazosas. Ella también habría salido huyendo por lo caluroso que estaba ahí dentro, si no fuera porque le entretenía bastante escuchar a Ron Weasley desafiar el razonamiento de Hermione Granger, a quien comparó con un escreguto de cola explosiva. Lo consiguieron, la rubia soltó varias carcajadas durante el camino y por ello el calor no le resultaba tan molesto después de todo. En sus años en el colegio, nunca había viajado por tanto tiempo con tantas personas a su alrededor. Los estudiantes solían arrojarla fuera de sus compartimentos y con el paso del tiempo no le quedó de otra más que apreciar la soledad. Ahora era diferente, viajaba con sus amigos; amigos reales. Nunca quiso rendirse a la idea de que la amistad sincera sólo existía durante lo efímero de la infancia, para que después la ilusión del mundo dual la hiciera pedazos. Siempre había guardado un poco de esperanza y valió la pena por completo.
Prestó atención a lo que sus ojos capturaron fuera de la ventana. Todo lo veía en azul y rojo, debido a algo singular que portaba en su rostro. Aunque era el más común de los objetos, y a la vez no tanto, la mayoría de las personas no entenderían lo que de verdad podían observar al usarlo…
-Luna, ¡Luna!- sintió palmadas sobre su hombro, era Ginny Weasley queriendo atraer su atención-. ¿Me puedo sentar?
Ron hizo un intento nulo por ahogar una risotada. En cuestión de segundos reemplazó su gesto burlón por uno de asco que le dedicó a su hermana.
-Quiere sentarse con nosotros cuando podría estar atragantándose con la lengua de Dean Thomas.
-¿Quieres saber con lo que tú te vas a atragantar, tarado?
-¡Ginny! Lo lamento, siéntate- la rubia se alegró de verla nuevamente. Se habían escrito bastante durante el verano.
Apartó la vista de la ventana y al girarse, miró a todos con unas excéntricas gafas coloridas, con uno de los lentes azul y el otro de color rojo. Aunque eran delgadas, lucían resistentes.
-¿A dónde vuela tu mente, Luna? Llevas más de una hora sin decir nada desde tu último ataque de risa.
-Hermione-comenzó la rubia-, no todos los silencios deben llenarse porque sí. Rompe el sortilegio de una atmósfera auténtica- dibujó una espiral en el cristal nebuloso.
Neville, sonrió y bajó la vista hacia su sapo, Trevor. Luna daba buenos puntapiés a la ahora prefecta de Gryffindor, quien quedó completamente muda ante tal respuesta.
-Además, es que ustedes tampoco se molestan por preguntarme nada.
-Yo sí quiero romper la atmósfera auténtica. ¿Qué llevas puesto, Luna? Pareces una lechuza- rió Ron, mientras intentaba quitarle las gafas recibiendo pequeños manotazos de Luna para impedir que eso ocurriera.
-Espectrogafas, Ron. Vienen en el nuevo ejemplar del Quisquilloso. Retomamos nuestro formato usual, por si estás interesado en adquirirlo.
-¡Sí, cómo no!- bufó el chico.
La hermana de Ron tomó asiento haciendo a un lado las pertenencias de Luna que no había quitado por distraerse, como siempre, con las cosas más simples. La pelirroja también logró quitarle con maestría las dichosas espectrogafas y abrió su propio ejemplar del Quisquilloso que llevaba con ella. A Luna le desconcertó no haber leído antes sus movimientos, ahora entendía por qué el quidditch era el fuerte de Ginny.
-Me pregunto si funcionan con el ejemplar anterior- dijo Ginny.
-Lo leíste- sonrió la Ravenclaw con inocencia.
-Claro que lo hice, te lo dije en las cartas- respondió risueña- ¿En dónde está Harry? ¿No regresó del almuerzo con Slughorn?
-Dijo que necesitaba aire, no debe tardar- dijo Neville.
-¿Qué querría Slughorn de ti, Ginny? Escuché que sólo se interesa por magos con talento- escupió Ron.
-Si tan sólo fueras talentoso como eres envidioso, Ronald- se burló Hermione.
Todos rieron por el comentario. Luna se sentía a gusto estando con todos. Notó que sus gafas descansaban sobre el cabello de Ginny. De improviso, sintió una corriente de aire colarse al compartimento y miró por encima de la cabellera rojiza, encontrándose con un par de ojos castaños de gran tamaño. Una chica menuda y pálida los saludaba con la mano desde la puerta.
-Harry no está aquí, si es lo que buscas- dijo Luna de tajo.
-Me llamo Dot- su voz era grave para el aspecto aniñado y ansioso que poseía-. Es el Quisquilloso. ¿Vendes los ejemplares? Me gustaría uno.
Luna estaba un tanto desconcertada. Vio cómo esa completa desconocida le entregaba unos cuántos galeones.
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-Es una pena que no hayan podido acompañarnos al almuerzo. Todos son jóvenes hechiceros extraordinarios- Les habría venido bien escuchar de sus grandes hazañas- el profesor Slughorn charlaba animadamente con un par de jóvenes bastante distinguidos.
-Habrá más momentos para conocerlos, profesor. Disculpe por no haber asistido, debíamos revisar algunos asuntos pendientes- un hombre alto, de cabello lacio y complexión fuerte, que podía resultar atractivo si no usara anteojos tan gruesos, estrechó amistosamente el hombro del profesor.
-Con gusto asistiremos una próxima vez si usted nos recibe- habló esta vez la mujer que lo acompaña, era sumamente hermosa y portaba una túnica de color jade. Tomó una de las manos al profesor en señal de respeto.
-Por supuesto que sí, siempre serán bienvenidos al club de las eminencias aunque claro... ¡Ustedes han dejado atrás su séptimo curso hace casi una década!
-Eso no nos detiene en querer seguir aprendiendo, Horace- volvió a responderle el joven-. Volveremos a nuestro compartimento, estamos cerca de llegar.
-¡Adelante, Boris! Nos vemos en la cena- giró con su prominente estómago para despedirse también de la mujer-. Fue un placer, querida Vel.
Boris ofreció su brazo para que Vel lo tomara pero ésta lo rechazó con amabilidad, acercándose a él y besando su mejilla con discreción.
-Uno de nuestros ratones ha escapado de la jaula. Te alcanzo en un momento- dijo con ironía, señalando hacia el pasillo del tren.
-No tardes, cariño.
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-No comprendo- Hermione miraba incrédula su alrededor con las espectrogafas puestas. Minúsculas partículas del polvo le revoloteaban-. Esto debe ser una ilusión, no torposoplos.
-No son para que veas torposoplos. Si los estás viendo significa que ya han comenzado a estropear tu cerebro, por eso no puedes ver lo que en realidad muestran las gafas- Luna se las pidió de vuelta extendiendo una mano.
Neville, Ron y Ginny estallaron en risas por el espectáculo que ofrecían esos dos seres tan opuestos en ideales. Incluso Dot, inmediatamente tomó el ritmo y se divertía de lo lindo como si los conociera de toda la vida. El grupo la había recibido bastante bien. Esto capturó la atención de Luna, quien la observaba de pies a cabeza, como si fuera más una criatura que una persona. Parecía la versión miniatura de Ginny, pero con cabello castaño y muy corto. Con esos ojos inmensos y oscuros, que estaban adornados por un par de cejas espesas, le recordaba a la cría de un pingüino emperador.
-¡Qué pereza me causan las dos! Observen esto, es magia de verdad- habló de pronto Ron.
-Polvo peruano de oscuridad instantánea- alarmó Neville.
Ron sacó de su bolsillo una piedra que parecía más bien un trozo de carbón. La rubia notó cómo Hermione se abalanzó sobre él para que no la arrojara, pero fue demasiado tarde porque Dot, que estaba enmedio de los dos, la arrojó con fuerza dándole un golpe en la mano a Ron. Una nube negra ahogó y cegó a todos los que se encontraban dentro. La Ravenclaw creía que sus pulmones estaban repletos de esa cosa, no tuvo otra opción que abrir la ventana a pesar de la lluvia.
-¡Ronald! ¡Eres un irresponsable! ¿Cómo se te ocurre traer algo así?
-¡No iba a arrojarla!
La puerta del compartimento se abrió de golpe y por ella entró una mujer bastante atractiva de larga melena rubia opaca y túnica jade.
-¡Dorothea!- reprendió-. Dejé en claro que nadie deambulaba por el tren- la tomó por el brazo y la situó a un lado de ella-. Lamento las molestias- se disculpó al ver cómo los chicos hacían grandes esfuerzos por respirar.
-Descuida es normal en alumnos de primer año- intervino Ron, en medio de un ataque de tos.
-Te aconsejo que tu hermanita se coloque la túnica de una vez- sugirió Hermione amablemente, fungiendo su labor de prefecta.
En ese momento, el rubor se hizo presente en las mejillas de Dot. Luna no pensaba que las chicas fueran siquiera parientes. No tenían ninguna similitud física.
Vel rió y mostró una hilera de perfectos dientes blancos que dejaron embobados a Neville y a Ron. Luna observó a Hermione y le pareció percibir una mueca de desagrado al ver el gesto del pelirrojo.
-Nos presentarán esta noche- Vel guiñó un ojo a Neville quien se puso al instante colorado-. Y tú, camina- se detuvo antes de salir y sin soltarla del brazo la giró para verla de frente- ¿Qué traes puesto?
-Espectrogafas, es una edición especial de Quisquilloso- repuso la pequeña.
Con delicadeza retiró las gafas del rostro de Dot para colocárselas ella.
-¿Qué tal?
Hubo un silencio absoluto, aunque Luna estaba más que maravillada con lo que sus ojos contemplaban.
-Nos vemos- se despidió volviendo a mostrar su perfecta dentadura.
-Comienzo a creer en los torposoplos, Luna- dijo Ron, casi sin aliento viendo a la mujer alejarse.
Sin más ni menos, Vel se alejó del vagón donde dejó a Dot y caminó sin quitarse las gafas hasta su compartimiento que estaba en el mismo vagón de Slytherin.
-¿Qué está haciendo esa mujer?- chilló Pansy Parkinson sin preocuparse por bajar el volúmen de su voz.
Zabini intentó disimular una carcajada, aclarándose la garganta.
-Les digo que ese viejo no está más en sus cabales para contratar profesores. No vale la pena desperdiciar ni un minuto más en este lugar- gruñó Draco Malfoy. Sólo conocía a una persona capaz de llevar puesto algo así. Lanzó un suspiro al pensar en ello. Se había sentado de golpe para observar tremenda ridiculez. Después, volvió a las piernas de Pansy para que ésta continuara acariciándole el cabello como a un cachorro y alejara el pensamiento nauseabundo que causó su suspiro.
-¿Qué traes puesto, Vel?- Boris, la miró divertido.
-Los compró nuestra querida Dorothea con mi dinero.
Sobre la mesa del compartimento dejó caer el ejemplar del Quisquilloso de manera brusca.
-¿Compró esa porquería?
-Estas gafas me dan claridad- dijo ella, luciéndose en diferentes poses.
-Deberías compartirlas con cierto rubio de allá, su escoba está volando muy alto.
Vel miró por encima de su hombro en dirección a Draco Malfoy, quien besaba sin pudor a la chica Parkinson. Lanzó un gran suspiro y volvió a mirar a su esposo.
-Entre más alto vuele, más le dolerá la caída. ¿Por qué habría de perderme eso?
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¡Holaaa! ¿Cómo va su viernes? Espero que muy bien y que hayan tenido una semana no muy alborotada, que en estos tiempos es mucho pedir algo así. Ya se hicieron mayores estos rubios, ¿van a extrañarlos de pequeños?. Gracias, gracias de todo corazón por sus reviews que los amo demasiado. Es tan bello saber que disfrutan de la historia, al instante me brotan ganas de seguir y seguir la historia. Escribo casi diario ideas hasta hilarlas y tener un capítulo nuevo, pero no puedo actualizar tan rápido como me gustaría. Haré el intento de actualizar los viernes o sábados de cada semana, o puede que cada dos… En fin, mis mejores deseos a ustedes y nuevamente agradezco su tiempo, sus votos, sus reviews y que añadan a Thalassinos a sus listas de lectura. ¡Nos vemos en el siguiente!
