Por fin!

Enjoy!


Capítulo 6

"Preparativos"


─ Buenos días, profesoras ─

─ Buenos días, Decana ─

─ Por favor, tomen asiento y disfruten del té ─

─ Muchas gracias, Decana ─ Marceline y Bonnibel se sentaron frente a la decana.

Marceline lucía un traje a dos piezas con botas altas, gris claro y de corte exquisito. La blusa roja le daba su toque renegado personal. Bonnibel por otro lado, usaba un vestido purpura de corte recto y zapatillas, junto a un saco blanco a la cintura.

─ Le pedimos que nos recibiera porque Marceline tiene algo qué comentarle ─

Marcy lucía aburrida y consternada a partes iguales.

─ Hablen con libertad, por favor ─

Bonnie miró a su esposa con silenciosa amenaza y hasta la Decana sintió un poco de compasión por la inmortal pelinegra.

Era curioso que las tres presentes aparecieran en el mundo al rededor de la misma época, con variable de poco más de un siglo. Si Angella no estaba equivocada, Bonnibel era la más joven de las tres, con unos 850 años, seguida de ella misma con poco más de 900, y seguido al final por Marceline, que superaba por una o dos décadas el millar de años.

Marceline sintió la presión sobre ella, se acomodó en su asiento y cuadró los hombros.

─ Bien, Angie... ─ Una nueva mirada afanosa de parte de su esposa ─ Quiero decir, Decana Angella, debido al.. incidente de ayer, me gustaría ofrecer una disculpa y mis servicios para amenizar el siguiente baile ─ Dijo con la mirada hacia el techo, recordando la frase que Bonnie la había hecho aprender.

─ Es excelente escuchar estas noticias, Marceline. Los estudiantes estarán mucho más emocionados por participar en el baile ─

─ Además, Angella, me gustaría proponer que el anuncio de la participación de la profesora Marceline sea anunciada o bien, después de los últimos exámenes o antes, pero solo como una posibilidad si el alumnado cumple con ciertas expectativas acádemicas ─

─ La segunda opción me parece de lo más acertada. Motivará a los estudiantes lo suficiente para romper nuestros records de aprovechamiento ─

Siguieron platicando de los detalles unos minutos más, para solamente después desquitar un buen rato de chisme inmortal. Quiénes se habían vuelto a casar, quiénes llevaban décadas desaparecidos e incluso dos o tres decesos, uno por enfermedad, un horrible accidente y uno asistido. Marceline solo quería salir de ahí.


─ Buenas tardes, Catra ─

─ Hey, Flechitas ─

─ ¿Lista para empezar la segunda fase? ─

Catra sonrió con suficiencia. Desde que tenía que trabajar más estrechamente con Bow, había aprendido a tolerar los repentinos ataques de entusiasmo y genuina bondad del chico moreno. Bow le había regalado una pequeña figura de sí misma con tanto detalle que incluía el pequeño collar negro con la piedra azul y continuamente le daba galletas que había entendido, sus padres le mandaban desde Hitomi, la ciudad en donde había vivido con Brillitos. Bow podía hablar hasta por los codos, con su voz amable, cándida, animada y a veces exuberante, y Catra casi no le respondía, pero sabía que lo escuchaba y así se entendían.

─ Yo nací lista, Flechitas ─

─ ¡Excelente, entonces empecemos! ─

Mientras Catra estaba fuera, de pie frente al panel de control del laboratorio ambiental, Bow se metió en el área de cambio climático, con las mesas de trabajo repletas de los materiales que necesitaban para implementar la siguiente fase de mejoras en sus nanobots. Tenían que trabajar bajo condiciones extremas dado que había todo tipo de transhumanos y los nanobots debían de ser capaces de trabajar bajo cualquier circunstancia. Bow estaba dentro del área con el torso desnudo y sudado a 50º C, trabajando con cuidado sobre uno de los nanobots, implementando un cambio en sus patas para mejorar su motricidad, una vez terminado ese cambio, Catra probaría la programación para asegurarse que la adición sería beneficiosa y el nanobot lograría controlarla exitosamente.

─ Muy bien, ya tienes que salir de ahí ─

─ Enseguida ─

Catra cuidaba los signos vitales de Bow, no podía trabajar mucho tiempo dentro de esas instalaciones sin sufrir consecuencias. Así que Catra lo monitoreaba.

─ Por hoy ya no podemos continuar ─

─ Está bien, espero que con este cambio se solucione el problema con el desplazamiento ─

─ Seguramente ─

─ ¿Te veo mañana para seguir con los cambios? ─

─ No tengo más remedio, sin mí aquí no sobrevivirías, eres tan nerd que te sofocarías ahí dentro ─

─ Genial, entonces te veo después ─ Bow había aprendido que el sarcasmo era el idioma natal de Catra, así que sabía que de hecho le estaba dando un cumplido.

Parecía que habían llegado al entendimiento mutuo y al acuerdo tácito de no tratarse fuera del Club Tecnológico aunque Bow la saludaba con más confianza cada vez más seguido en los pasillos y en las clases.

El trabajo además ayudaba a Catra a distraerse. Korra había estado tan distraída y ensimismada en sus entrenamientos que en toda la semana no habían tenido ninguna sesión. Por lo menos podía estar segura que Scorpia la invitaría a su casa. Cada vez tenía que pasar menos tiempo en Etheria. Envidiaba a Kuvira por poder salir de ese lugar por su propio pie.


En los siguientes días Korra había asistido a los entrenamientos con el estómago encogido, pero había acudido. Esperando encontrar a Asami, no sabiendo exactamente qué esperar, porque no tenía ninguna duda que Asami no se iba a quedar a callada y ya.

Le había costado semanas y semanas de distanciamiento frío y medido alejarse de ella, sin qué pudiera haber marcha atrás. Cuando Asami se dio cuenta de lo que estaba pasando, demasiado metida en su mundo, sus responsabilidades, deslumbrada por su novio, envuelta en los problemas de Adora, que insistía en dejarse llevar por Catra, la presión de su padre, ya era tarde. No se dio cuenta, que Korra simplemente se había alejado de ella. No la culpaba, sí de hecho estaba tan ocupada y distraída para no darse cuenta que no había hablado con su mejor amiga en días y que no habían salido juntas en casi dos semanas. Cuando intento recuperar la comunicación, Korra simplemente se alejaba con cualquier excusa y poco a poco, en medio de la culpa y concentrándose de vuelta en sus responsabilidades, llegó al punto de aceptar que su mejor amiga había decidido apartarse de su vida.

Habían coincidido en algunos eventos sociales, y sus padres se saludaban con la familiaridad qué una carrera política y ser el dueño de la más grande multi empresa del mundo traían entre sí. La platica había sido mínima y siempre dentro de la más aburrida y correcta etiqueta correspondiente a sus lugares sociales. Tonraq y Hiroshi no eran amigos, eran socios. No comercialmente, pero era bien sabido que el Alcalde de Ciudad Avatar, Tonraq Arashi, tenía todas las intenciones de ir por el ministerio. Aquel que dirigía los asuntos más banales de la República Unida en nombre del Avatar en turno, pues con el tiempo se había demostrado que los Avatares, muy diferente a como era en la antigüedad, en donde debían renunciar a las posesiones materiales, ya no podían seguirse manejando así en el mundo actual; debían de tener un soporte económico, social y militar a veces.

Así por eso a Hiroshi Sato le interesaba llevarse lo mejor posible con el siguiente brazo derecho del Avatar Shruikhan, quien ya llevaba 70 años en su ciclo y todavía lucía como un mozo de 20 años. Se rumoraba qué cada vez eran más poderosos los Avatares, en función de que había transhumanos S con capacidades qué llegaban a asemejar a las de un Avatar. Los inmortales rondaban por el mundo, cada siglo y década con nuevas cualidades, pues se había demostrado que en vez de eclipsarse con el tiempo, solamente ganaban más poder, igual que los propios espíritus más antiguos. Entonces Hiroshi Sato y Tonraq Arashi eran socios en medio de la política para perseguir cada quien sus propósitos.

De hecho, esta misma amistad comercial entre sus padres fue lo que dio origen a la genuina amistad entre las hijas. Las dos, hijas únicas, solitarias, rodeadas de cierta riqueza. Al principio Tonraq era solo uno de los concejales de cierto distrito, encontrando un poderoso aliado en Hiroshi Sato, para después ir creciendo y llegar a su actual puesto de Alcalde. Así que las niñas crecieron juntas, conviviendo mientras sus padres hacían fiestas para darse a conocer y ganar aliados, disfrutando al fin de una amiga en medio del mundo distante de adultos en el que tenían que vivir. Cuando fueron creciendo y ya no eran tan dependientes de sus padres, se la pasaban juntas de todos modos, tenían una mayor libertad de movimientos y cómo también iban juntas a la misma escuela, eran inseparables. Con el tiempo, Hiroshi incorporó a la relación de aparente ganar-ganar a uno de sus gerentes comerciales más ambiciosos, San Nakamura, orgulloso padre no maestro de dos talentosos maestros, Mako y Bolin Nakamura.

Korra y Asami se habían visto crecer, desde el proceso de perder los dientes de leche hasta los inicios del estro de Korra. Fue entonces cuando ella se empezó a alejar. Asami también había pasado por sus propios cambios un poco antes que Korra, como toda mujer, y aunque las primeras menstruaciones habían sido difíciles, la dejaban en la cama deseando poder calmar el dolor y en un estado de apatía total, con los meses se hicieron soportables y su madre la había ayudado con remedios efectivos para su tipo de espiritualidad. Una parte de ella quería creer, que como indicaban muchas veces, en los Doobutsu esos cambios eran mucho más radicales que en los transhumanos y superhumanos y que eso había contribuido al cambio en Korra.

Korra había esperado cada día por Asami en la sala de entrenamiento, incluso descuidando su relación con Catra, por las cantidad de horas extra que pasaba en el gimnasio, pero Asami no se apareció por ahí ningún día. Kuvira solo se paso 2 veces, y después de su regalo y la disculpa que le ofreció, todo se desarrolló sin incidentes, incluso practicaron entre ellas y Korra se enfrentó a los EM que gustaron de retarla, con unas reglas un poco relajadas pero sin su transformación. La morena estaba empezando a pensar que también tendría que ir a disculparse personalmente con Asami, porque sabía perfectamente que se la podía pasar entrenando en sus propias instalaciones en la mansión Sato. Pero tenían que pulir a Scorpia y no podía simplemente ignorar las indicaciones de Hordak por siempre, aunque fuera la Etoile. La morena no podía seguir así mucho tiempo, los nervios la quemaban. Sabía que ella tenía toda la culpa y eso era lo que la punzaba.

Faltaban solamente dos semanas para los exámenes finales y por tanto tres semanas para el gran baile. Korra entrenaba entre dos y cuatro horas diarias; sus hombros, cuello, deltoides, bíceps y muslos no podían estar más trabajados, solo superados por su abdomen. Y aún así tenía una figura esbelta porque sus músculos no eran voluminosos, sino nudosos y fibrosos, podías ver los músculos contraerse y reptar deliciosamente bajo su piel morena cada que se movía, y Korra amaba entrenar en tank top y pantalones cortos.

Los preparativos para el baile estaban en sus últimos detalles y Angella había alabado el arduo trabajo de la Etoile. Sabía que esa chica tenía aguardando por ella un futuro brillante, pero la preocupaba un poco ver signos de cansancio crónico en alguien tan joven, sin que por eso su calidad y capacidad de trabajo decayeran. Quizás tendría que hablar con sus padres.

Asami tenía todo bajo control. Y ella no había faltado a los entrenamientos como Korra pensaba. Pero se valió de sus privilegios, algo que raramente hacía, para entrenar muy temprano por las mañanas, antes de iniciar incluso con sus actividades como Etoile. Se había tomado muy apecho las palabras de Korra, y además de lo obvio durante la pelea, se sorprendió del nivel alcanzado por su ex amiga. Pero no le daría la satisfacción de dejarla saber que había ido a entrenar diario aunque sea una hora para mejorar sus niveles. El simulador, que todos los capitanes se pelearan, tan temprano y con sus credenciales, siempre estaba libre. Había cientos de horas grabadas de combate, de diferentes peleadores a lo largo de la historia, y de los propios entrenamientos que llevaban los alumnos en el gimnasio, así que Asami configuraba el simulador para que creará el holograma tangible de Korra y pelear contra esa copia que no la miraba hasta el alma.

Así que había cambiado un poco sus horarios. Como entrenaba tan temprano, ya no podía llevarse a Adora, quien estaba bastante concentrada en sus propios problemas, motivando a todo su equipo pues ya llevaban ganados dos de los cuatro partidos necesarios para clasificar al torneo. Ahora se quedaba hasta tarde en la oficina oval junto con Opal para terminar sus deberes y poder reunirse con sus compañeros del Concejo, que también lucían todos muy nerviosos. Cada uno de ellos era un gran trabajador y alumno de excelencia y varios además de pertenecer al Concejo también cumplían en algún Club extra, así que Asami los entendía a todos y los ayudaba como podía. Tampoco perdía de vista a Kuvira. Hace poco se había enterado que la Monitora tenía un trabajo también. Dos de sus compañeras estaban bastante metidas en su chisme, una era hija de un prominente comercial de la minería y la otra era hija de una artista visual reconocida, así que habían visto como la amedrentadora, seca y sarcástica Gran Monitora, era en realidad una mesera en un hotel.

Por supuesto que no podían notar también la pequeña circunstancia de que Kuvira era la Capitana de meseros más joven y que el "hotel" era el más grande de su ramo en la ciudad, que tenía a su disposición uno de los salones de eventos más prestigiosos y que magnates, celebridades y dignatarios se codeaban entre sus paredes constantemente. La Etoile se había acercado a ellas y con la firme suavidad que había aprendido a manejar, se metió en la conversación. Sus dos compañeras salieron con la cola entre las patas. Asami no podía creer esas actitudes. Kuvira se había vuelto una de sus colaboradoras más cercanas. Sin su ayuda para mantener a los alumnos bajo control, llevando un riguroso control de los Doobutsu que iban entrando en celo para su seguimiento y ayudándola en temas tan banales como informarle que los arbustos de la zona trasera de la Academia ya estaban más crecidos de lo requerido, no tendría la misma efectividad. Además, con los días, y después de ayudarla a regresar al Club de Combate, Kuvira se había relajado con ella y ahora hasta podían platicar un poco de cosas triviales, y no de puro trabajo, cosa que le ayudaba a relajarse. Era lo más cercano a una amiga que tenía de momento. Y casi se arrepentía de que su primer impulso de ayudarla, fue un intento para llegar precisamente de nuevo a Korra.

La morena se dirigió con pesar a la oficina de la Etoile. Estaba segura que si sus costumbres no habían variado mucho, la podría encontrar en su oficina cuando todos ya se hubieran ido. Porque era final de trimestre y además uno inusual por el baile de la década. Korra tocó a la puerta y Opal le abrió.

─ Hola, ¿Está la Etoile? ─ El título le sabía mal en la boca.

─ Sí, pasa ─ Asami tenía una política de 100% apertura. Bien, así Korra no tendría que ir hasta su casa a buscarla. Opal reconoció a la peleadora morena. Ella ya traía su pequeña bolsa al hombro. Se acercó a la puerta de Asami e introdujo a Korra. Y se fue. Estaba muy emocionada de que al fin iba a tener una cita con Bolin, sin que estuvieran presentes Asami o Mako.

Asami y Korra se miraron, la primera sin saber qué esperar, es decir, estaba trabajando tan tranquilamente sin enterarse ni de la hora hasta que Opal abrió suavemente la puerta, anunciando a una alumna y despidiéndose, que cuando vislumbró el hombro moreno conforme se abría la puerta pensó en Korra, solo movió la cabeza diciéndose internamente que dejara de imaginar cosas. Korra no era la única alumna morena, por Raava. Casi se le batía la mandíbula cuando de verdad entró Korra, con su musculosa negra, su chaleco azul y el cabello amarrado en una cola alta.

No tenía ni idea de que tenía el coraje entre pecho y espalda hasta que miró a Korra con las manos jugando nerviosamente.

─ Hey, Asami ─ Recuperó solo un poco el aplomo.

─ Hola, Arashi ─

Ya sabía que esto iba a ser raro y que Asami podía guardarse los corajes mucho tiempo. La Etoile bajó la mirada al escritorio y siguió trabajando, ya sin ver en realidad los informes frente a sus ojos. Korra se balanceó sobre los pies sin avanzar, no estaba para nada dentro de sus planes tener que hablar a solas y de frente con Asami de nuevo en la vida. Tal vez hubiera sido mejor haberla esperado junto a su VEM en el estacionamiento, ya que sabía que Adora se había marchado después de machacar a su equipo en el simulador. Entonces avanzó y se sentó sobre una de las sillas frente al escritorio, disfrazando de asertividad su desesperación.

─ ¿No es algo tarde para que sigas por aquí? ─

¿En serio? ¿Después de su último encuentro a Korra no se le ocurría nada más qué decir? La frustración surgió en Asami.

─ ¿Es todo lo que tienes para decir? ─

Korra sabía que había empezado bastante mal, se mordió la lengua. En su interior luchaban las ganas de ponerse pesada también y el deseo de arreglar las cosas con Asami.

─ No, espera... ─

─ ¿A qué viniste? ─ La interrumpió antes de que pudiera seguir hablando.

─ Por favor, Sam, me quiero disculpar por lo que paso... en las pruebas ─ Concluyó. Sabía que no era justo. Vio como la vulnerabilidad acudía al rostro de Asami. Sabía que ella era la única que la llamaba así hasta que el idiota de Mako le empezó a copiar. Pero rápidamente recuperó su rudeza.

─ Disculpa aceptada ─

Por todos y cada uno de los Profanos, Asami se iba a poner en su mejor papel de "Soy una Sato y nadie me merece".

─ ¡Sé que estuvo mal, lo siento! ─ Asami la miró insondablemente después de dejar de tipear de nuevo.

─ No te preocupes. Todo está bien ─ En serio que podía ser tan necia.

─ Asami, por favor, tenemos que entrenar a Scorpia... ─

─ ¿Así que solo viniste por tus entrenamientos? ─

─ No, lo siento... ─ Korra detestaba morderse la lengua ─ No quería herirte ─

La Etoile estampó ambas manos en el escritorio e hizo un movimiento expansivo hacia afuera, todos los holos desplegados se apagaron de inmediato. Korra se echó un poco hacia atrás.

─ No lo hiciste. Estoy bien ─ Y su voz fue un poco más suave.

Korra detestaba casi tanto su lado sufrido como el terco, pero sin duda no lo toleraba igual. Odiaba no poder enojarse con ella cuando se ponía así, lo único que quería era que no fuera tan sacrificada y aliviarla de sus presiones para que las líneas de sus ojos se suavizaran como cuando eran niñas.

─ Lo siento mucho ─ Dijo de nuevo, sin poder verbalizar mejor sus emociones. Todavía podía ver la sangre en sus garras. No es que antes no hubiera tenido, pues si entrenaban hasta que Asami ya no podía regenerarse, podía ver continuamente sus propias manos manchadas, el problema fue que estaba tan ensimismada que no se diera cuenta que la sangre no dejaba de manar.

Korra observó intensamente a su interlocutora por primera vez. Debajo de la belleza natural y el maquillaje, Asami estaba pálida y unas ojeras se empezaban a percibir.

─ ¿De verdad estás bien? ─

Asami no pudo con el tono comedido de la morena. Korra recordó una época de sus vidas en la que Asami estaba siempre ojerosa, cansada y pálida. Hacía siete años, un año después de que los Sato adoptaran a Adora, Asami se ponía cada vez más mala sin una razón que ellas pudieran entender. Las largas tardes de juegos se redujeron a visitas más espaciadas y llenas de Pai sho y juegos de video, Korra estaba aprendiendo a controlar su transhumanismo y pasaba varios días transmutada, cosa que le daba mucha ternura a Asami por el largo pelaje cobalto y los gruñidos juguetones de Korra la hacían reir. Luego se llevaron a las niñas Sato a uno de los largos viajes de negocio de la familia a la Nación del Fuego, y cuando volvieron, las largas tardes de juegos y aventuras regresaron hasta que crecieron lo suficiente para que los juegos fueran entrenamientos.

─ Estoy bien, Korra ─ No iba a dar su brazo a torcer. Pero Korra había venido a disculparse, como secretamente una parte de ella lo esperaba. El salvajismo con el que Korra había luchado, no era más que un reflejo de la pasión que ella sintió. La verdad es que esperaba con ansias y nervios por igual el siguiente entrenamiento, pero no había tenido las agallas de presentarse de nuevo en el gimnasio y más después de escuchar por los pasillos los murmullos emocionados de los alumnos que esperaban verla competir en una categoría que nunca había tocado oficialmente. Y su orgullo, sí, el orgullo también la había instado a mejorarse y de verdad entrenar para escalar al nivel de su antigua amiga.

─ Esta bien... ─ Korra no quería presionar más la situación de lo que ya estaba.

─ No te preocupes... Los preparativos para el baile me retuvieron más de lo esperado, pero ya está todo listo ─

─ Entiendo... tienes muchas más responsabilidades ─

─ Y te aseguro que eso no intervendrá con las indicaciones del entrenador Hordak ─ Asami recuperó el tono filoso.

─ Bien ─ Korra también ya estaba lista para sacar las uñas, pero decidió realizar una retirada estratégica ─ Entonces te veré en los siguientes entrenamientos ─

─ Tenlo por seguro ─

Las dos se miraron a los ojos directamente por primera vez desde que Korra ingresara en la oficina. Y las dos se calaron. Korra fue la primera en desviar la mirada. Y salió sin más, sin hacer ruido.

Asami nunca supo durante cuanto tiempo miró la puerta, ni cuántas lágrimas después al fin se levantó para llegar a una casa vacía y fría.


Kuvira estaba sentada en su escritorio dentro del pequeño salón con escritorios que tenía a su disposición la Brigada de Disciplina. Explorando todas las cualidades del regalo que le diera Korra la noche previa. Estaba tan emocionada, se sentía como debía sentirse un niño normal en su cumpleaños lleno de juguetes nuevos. Temblaba de emoción toda la noche anterior. Cada que los nervios la iban a rebasar en el evento, acariciaba la forma rectangular en su bolsillo, y una feroz alegría le devolvía el animo. El hotel se había llenado de todo tipo de personalidades para asistir a la ceremonia de inauguración del Festival de los Portales, celebrado cada diez años y presidido por el avatar en turno.

Le emocionaba la capacidad de la hipercamara y el realismo del holo. Solo necesitabas empotrar el glassight a la pared y era capaz de prodigar hologramas en tamaño real con gran realismo. Del mismo modo se podía usar como un escritorio al desplegar holográficamente todos los elementos necesarios, solo necesitabas una base en la cual trabajar, así que el piso o cualquier mesa se podía volver una computadora.

La verdad es que había logrado conseguir la imagen del Avatar Shruikhan aunque sin transformar. No hubo ninguna necesidad de que el avatar adoptara su forma espiritual de una especie de dragón negro antropomórfico de 3 metros de alto durante el evento. De por sí ya era bastante intimidante con su piel totalmente cubierta de finísimas escamas negras, unos sorprendentes ojos grises como el hielo y la tundra de su natal Agna Qel'a y una impresionante melena rojo sangre que le crecía en un mohicano natural.

Vio la hora y se apresuro. Había quedado con Rogelio, Kyle y Lonnie de acuerdo en que hoy la ayudarían a llevar sus pocas cosas hasta el departamento, en el pequeño y algo ruinoso satoVEM de Rogelio. Korra la alcanzaría después para pasar la tarde juntas después del entrenamiento. Tomó sus cosas y caminó rápidamente, pero con aplomo hasta la terminal a fueras de Luna Brillante en donde pasaba el trenEM. Esperó tranquilamente a que dieran las 3:17p.m. la hora marcada como el siguiente arribo del tren. El gran tunel con forma de catenarias hecho de perspex* dejaba ver nítidamente el cielo claro con algunas nubes. El vehículo estaba compuesto por cuatro vagones de 15 metros de largo cada uno, con uniones de oruga en medio. Era mayormente blanco y unas líneas negras lo adornaban, junto con el casi onmipresente logo de industrias Futuro en las puertas corredizas.

El trenEM tenía dos niveles y Kuvira subió al segundo para poder sentarse junto a la pared translucida y observar como tranquilamente se elevaban a la vía exclusiva, delimitada por curiosos drones ovoides que fluctuaban de colores. El tren no tenía conductor e hizo su recorrido en silencio. Kuvira admiró el cielo claro y casi gris de un día todavía fresco de principios de abril en una ciudad donde incluso a principios de mayo podía presentarse alguna nevada. En el cielo se movían por igual figuras de bisontes voladores, maestros aires en aerodeslizadores, grandes dirigibles de las fuerzas de seguridad, espíritus jugando y transhumanos con alas o levitación. Por eso era tan importante que los vehículos respetaran las vías señalizadas.

Kyle, Rogelio y Lonnie ya la esperaban en Etheria. Recogieron sus pertenencias en medio de bromas, todo cupo en cuatro simples cajas, así que cada uno tomó una y salieron rumbo a la entrada principal. Kuvira los dejó a todos ahí, tenía que ir a terminar el papeleo.

─ Así que al fin te vas de este lugar ─

─ Así es, Shadow Weaber, no podía esperar un día más ─

─ Puedes decir lo que quieras, gracias a este lugar eres lo que eres ─

─ Supongo que es un modo de decirlo ─

─ Siempre fuiste una chiquilla insolente ─

─ Solo contigo ─ Kuvira le dedicó la mirada más abrasadora que tuvo y Shadow Weaber retrocedió solo un poco. La máscara tras la cual se escondía, era gracias a Kuvira. El metal control de Kuvira despertó del modo más violento posible.

Recordó con cierto amargo placer, como Shadow Weaber pretendía dejarla encerrada en una de las "habitaciones para reflexionar" tan minúscula que no podía tenderse por completo en el frío suelo de fierro, lejos de cualquier fuente de agua o tierra para los incipientes maestros como ella, arrastrándola del cabello por todo el pasillo mientras los más pequeños que ella, y no tan pequeños, corrían a esconderse para no ser los siguientes. Kuvira solo había intentado guardar la mitad de su pan para más tarde. Estaba tan asustada y enojada, segura que no era justo un castigo por guardar su propio pan, que justo cuando era arrojada violentamente al pequeño espacio, la puerta se rompió y casi salió de sus goznes, escuchándose espantosos sonidos del metal rompiéndose y estrellándose en la cara y brazos de la mujer. Kuvira corrió y corrió. Logró salir del edificio, pero solo un par de días después fue devuelta por la policía, al no encontrarle heridas ni ella atreverse a decir nada, porque sabía que la calle era peor, ya que ni sus propios padres la habían querido. Al final, Shadow Weaber fue la única que la acogió en su vida.

Después de eso los castigos disminuyeron, la puerta fue retirada y nunca más se uso esa espantosa habitación. Pero Shadow Weaber era capaz de idear castigos más terribles. Y al mismo tiempo, Kuvira se sintió tan satisfecha de sí misma cuando la nombró la encargada del ala para niñas y señoritas. El férreo control que ejerció sobre sus compañeras le valió el odio y el miedo de algunas, pero los castigos disminuyeron y varias otras les estaban agradecidas porque se metía con otras "huéspedes" como Huntara, tan grande y fornida como una pared, para defenderlas. E incluso con los varones, nadie peleaba como Kuvira, solamente quizás Catra. Pero Catra solo peleaba por sí misma y nunca se metía con la maestra metal.

Cuando Kuvira terminó de firmar los folios de carbono que la volvían una ciudadana oficial e independiente de la Republica Unida de Naciones, los escaneó con su glassight y por fin salió de la oficina de la mejor y peor mujer que había tenido en su vida hasta el momento, y por Raava, esperaba que así fuera durante toda su vida. No quería conocer a nadie peor.

El trío de amigos la esperaba fuera. Pero Kuvira tuvo que parpadear cuando vio a Rogelio sosteniendo la mano de Lonnie y a Kyle acariciando la cola de Rogelio, que descansaba sobre su regazo distraídamente. ¿Es que esos tres estaban juntos o ni siquiera ellos se daban cuenta? No tenía idea.

─ Chicos, vamos ─

Estaban tan distraídos y relajados dentro del satoVEM que en serio no la notaron llegar.

─ ¡Kuvira! Eso fue rápido ¿Qué te dijo la vieja bruja? ─

─ Solo sus dulces palabras habituales ─

Los tres rieron, solo Kyle un poco nerviosamente.

Por fin emprendieron el camino y cuando arribaron, los tres estaban impresionados. El edificio de departamentos era todo blanco, a excepción de los pocos dueños que habían decidido decorar o pintar sus fachadas, dándole un toque estrafalario y colorido. El satoVEM de Rogelio subió en medio de uno o dos traqueteos hasta la terraza de Kuvira, y al fin entraron, pasando las cajas en una pequeña cadena humana.

Kuvira no poseía mucho. Nunca le había gustado acumular cosas, porque tarde o temprano alguien las rompería, las perdería o simplemente desaparecerían. Solo los últimos tres años, cuando su papel como encargada ya era reconocido hasta por las huérfanas más grandes, fue que comenzó a juntar algunas cosas. La primer cosa que compró cuando se volvió la encargada y por tanto, obtuvo su propia habitación, fue un futón para colocarlo sobre el destartalado colchón de su cama. Era la cosa más cómoda que había conocido en su vida, ahora era lo único que adornaba la única y pequeña habitación de su departamento sobre el suelo. Dos cajas eran de ropa, que incluía sus cuatro cambios de uniforme, una pequeña lámpara para un escritorio que ya no tenía, algunos pares de zapatos, sabanas, una manta, y su segunda posesión más preciada que tenía después de su amado futón, un calentador de fisión.

El departamento solo tenía una pequeña habitación con su closet, un baño con ducha, una estancia con una barra en una de las esquinas para la cocina y la pequeña terraza donde había espacio para una gran moto como la de Korra o apenas el necesario para un pequeño modelo como el del lagarto. Todos se sentaron en el piso en el centro de la estancia, en medio de un silencio acogedor y un tanto triste. En eso, Rogelio gruñó de la nada y se levantó y corrió al satoVEM para regresar con una pequeña caja cerrada.

─ ¡No puedo creer que lo hayas olvidado! ─

─ ¡Grra grrrr! ─ Rogelio le recriminó a Lonnie y todos se rieron.

Kuvira era capaz de entender lo suficiente de reptiliano para conversar en términos muy simples con él.

─ No se tuvieron que molestar, chicos... ─

─ Es tu regalo de despedida de esa porquería de lugar ─ Y Lonnie abrió la caja revelando una botella de color humo con un liquido aún más oscuro dentro. Seishin, la bebida espirituosa más potente y pura.

También había aperitivos. Repartieron los platos y la comida y las bebidas y los cuatro festejaron. La tarde lentamente iba cayendo y con los ánimos un poco más relajados, contaban historias graciosas de todos y recordaron a los pocos otros que se habían logrado ir también con el tiempo, y a los aún más escasos que eran adoptados, como Adora. Envidiaban su buena suerte, pero no del modo que los haría odiarla. Adora siempre había sido buena y cuando la volvieron a encontrar, siempre les daba regalos y los invitaba al Dragón Jazmín a comer, y Lonnie era uno de los mejores refuerzos del Club de Voleibol, y esperaba pronto pasar a ser una de las titulares, solamente porque Adora le había dado un nuevo renombre al equipo después del desastre que era. En un principio se había inscrito en ese Club porque era uno de los requisitos para mantener la beca para Etheria y ese club era solo un chiste donde ni quisiera los títulares se presentaban a todos los entrenamientos.

Rogelio sostenía su vaso casi vacío, porque tenía que ir a trabajar en un par de horas.

─ De verdad te vamos a extrañar, Kuv ─

─ Y yo a ustedes, pero todavía podremos vernos en Luna Brillante y en el trabajo ─ Le sonrió a Rogelio, ya un poco sonrojada por el alcohol. El lagarto le contestó con un dulce ronquido que Kuvira nunca le había escuchado y no lo supo interpretar.

─ Rogelio dice que le alegra poder verte ─ Y más gruñidos rápidos y entrecortados siguieron a la traducción. Lonnie sonrió cuando lo escuchó ─ Y también dice que puede traerte siempre que quieras ─

─ No se preocupen... Estaré bien. Ustedes pueden venir cuando quieran ─

─ Te tomaremos la palabra. Te arrepentirás ─

─ No lo dudo ─ Pero la sonrisa en su rostro decía todo lo contrario.

Justo después de que ellos se fueron, arribó Korra. Detrás de la motoVEM la seguía una especie de canasta metálica. Los ojos de Kuvira se abrieron mucho y la borrachera se le despejó un poco.

─ ¡Korra, te dije que no hicieras ninguna locura más! ─

─ ¡Vamos, Vee! No es una locura, todo esto estaba en un viejo armario! ─

Korra había llegado con un montón de cosas para equipar el departamento, que había pasado a recoger después de su intensa plática con Asami, pero nada era nuevo, de verdad eran cosas que sobraban en su casa pero podían seguir siendo útiles en las manos correctas y a Kuvira le encantaba ponerse a prueba con cualquier prueba manual, arreglar muebles, pintar y "restaurar cosas". Gracias a que no temía tomar la iniciativa, muchas puertas chirriantes en Etheria dejaron de espantar a los niños, muchas mesas y sillas con partes rotas fueron reparadas y viejas y sucias paredes fueron pintadas o lavadas.

Korra ya estaba un poco más relajada después de "solucionar" las cosas con Asami y esperaba con verdaderas ansias el festejar con Kuvira.

Cuando terminaron de acomodar las cosas, Kuvira no pudo más y simplemente se lanzó sobre Korra, quien solo atinó a abrir sus brazos y recibir a la monitora con los labios abiertos. El beso empezó hambriento, la necesidad era mucha. La piel de Kuvira era suave, un suave totalmente diferente al delicado y pachoncito pelaje de Catra. Kuvira era casi una cabeza más alta que Korra, así que la tomó por la cintura y Korra automáticamente acomodó sus manos sobre los hombros de su compañera.

─ ¿Cómo la última vez? ─

─ Solo por que es tu celebración... ─ Rio Korra con su fuerte sonrojo. Recordando como Kuvira la había amordazado y disfrutado impunemente de su cuerpo.

─ Estoy segura que te encantó... ─ Ya sabemos de dónde tomó Korra su autosuficiencia.

─ No seas tan engreída ─

─ Pero si solo digo la verdad ─

─ Eres insufrible ─ Mientras hablaban, se besaban y caminaban al futón en la pequeña habitación. Lo último de Seishin las esperaba todavía en la botella.

Kuvira la sujetó, bebió y le ofreció con su boca el líquido a Korra, quien bebió sedienta. Un pequeño río descendió por su barbilla y Kuvira la tomó y le levantó la cara, para poder delinear y recoger con su lengua el oscuro brebaje. Korra se estremeció y sintió como se le erizaba toda la piel. Con deliberada lentitud, Kuvira le fue quitando la chaqueta y Korra era mantequilla en sus manos. Cuando terminò con su ropa superior, la morena sintió un deje de rebeldía. Levantó por los muslos a su compañera y la llevó hasta el futón, donde la deposito con delicadeza y Kuvira se sonrió divertida. Esta noche no sería como las otras, lo sabía.

Con la luz encendida de la habitación y el tacto de sus dedos, descubrió las recientes heridas en el cuerpo de Korra. Tenía tanta experiencia con diferentes tipos de heridas por haber crecido en Etheria, que podía saber con asombrosa exactitud cuales eran las causadas por el entrenamiento; cuatro moretones tenían ya un tono muy claro que seguramente serían de su pelea contra Asami, además de unas curiosas marcas como centellas. Incluso tenía un buen moretón y dos cortes largos y superficiales que estaban encostrados productos de veloces golpes que no esquivo del todo bien de las filosas pinzas de Scorpia: uno en el antebrazo y otro en la pantorrilla. Los cortes irregulares, profundos y de solo unos centímetros de largo sobre los hombros, en la curva de sus costillas y en la nuca, no eran nada fruto de las peleas. De verdad era tan obtusa a veces, no se había dado cuenta hasta donde llegaba la profundidad de la relación de Korra con Catra.

Korra estaba sobre ella, acariciando sus costados y mesando sus senos mientras la besaba, con una sonrisa traviesa y satisfecha en sus labios. Kuvira decidió concentrarse en lo que tenía entre manos. Se concentró en la sensación de los rudos dedos sobre su piel y como Korra rascaba suavemente las crestas de sus brazos, en una sensación relajante y placentera. La conocía bien... No se arrepentía de ninguna de las pocas veces que había tenido a Korra en su cama. Solo hacía unos meses se había dado cuenta que la sincera amistad que sintiera por ella, estaba transformándose en algo más. Y la pasión la quemaba.

Después de dejar que Korra la consintiera un rato, se giró para quedar ahora ella encima.

─ ¿Estás lista para empezar con la verdadera diversión, cachorra? ─ Korra sonrió con socarronería. Kuvira sabía que era la única que le podía decir así sin que le saltara al cuello.

─ Yo siempre estoy lista ─ Y respiró profundo ─ Pero tú estás mucho más que lista ya ─

─ Eso es pasarse de la raya ─ Le riñó juguetona, conocedora de sus sentidos más desarrollados y corroborando para sus adentros que la humedad estaba más que presente.

A pesar de estar bajo ella, empezó a desabotonar la blusa blanca de Kuvira con cuidado, sabiendo que esa era una de las pocas piezas que de verdad apreciaba de su escaso guardarropa. Sus dedos largos se movían con soltura contra la suave tela de lino hilado.

─ No veo que hagas nada al respecto... ─

─ Tú lo pediste, cachorrita ─

Kuvira no la dejo terminar de desabrochar sus botones. Se sentó mejor sobre el oscuro estomago y con una sola mano sujeto las dos muñecas de Korra sobre su cabeza. Con la otra mano terminó con sus propios botones, teniendo inmovilizada así a la luchadora AG. No tenía ninguna prisa, pero podía sentir a Korra moviendose bajo ella. La besó con fuerza en los labios para después pellizcar con fuerza sus pezones. Korra gimió por el dolor y rodó los ojos.

─ Parece que esto te gusta ─

─ Síii... ─

La monitora ya no se hizo del rogar y envolvió en sus labios suaves y calientes el pezón derecho de Korra, librándolo del dolor y provocando que Korra se retorciera bajo ella. Liberó sus propias manos y se concentró en darle sensaciones placenteras con ellas. Introdujo su mano entre su ropa y llegó al preciado tesoro escondido. Korra podía oler su excitación pero ahora ella podía sentir su humedad. La morena gimió sintiendo sus dedos sobre ella.

─ Vee! Por favor! ─

─ ¿Qué, Korra? ─

─ Te necesito... Dentro ─

─ ¿No piensas que vas muy rápido? ─ Kuvira no sabía de la semana de abstinencia de Korra.

─ No, te necesito.. ─ Kuvira solo se río y le bajó lentamente el pantalón y las bragas sin quitárselos, ni las botas, enterrando sus uñas un poco largas a lo largo de las poderosas piernas mientras descendía, dejando un ardiente rastro.

Por fin pudo apreciar el mimado y recortado monte de venus, con los labios rojos e hinchados pidiendo por su lengua, sus dedos, su total atención. Korra no era vanidosa, pero había ciertas cosas con las que tenía una especial atención. Kuvira acarició muy superficialmente los vellos y eso solo hizo estremecer más a la morena.

─ ¿Quieres que juegue con esto? ─ Le dijo mientras retorcía sus dedos entre el vello y subía al ombligo hundido entre sus perfectos músculos abdominales y bajaba de nuevo.

─ Sí, por favor! ─

─ ¿Serás una buena chica, cachorrita? ─

─ Seré tu buena chica ─ Dijo con voz profunda y entrecortada.

Todo el autocontrol de Kuvira se fue al carajo. Nunca usaban posesivos. Ahora Kuvira la haría suya de verdad entonces.

─ Excelente ─

La monitora estaba deseosa. Movió rápidamente sus manos usando metal control sobre las tiras que siempre llevaba en sus botas y con estas ató a Korra de las muñecas, quien se removió inquieta. Kuvira había tenido el detalle de dejar los bordes curvos y suaves para que no lesionar la piel morena. Ahora con la loba totalmente extendida sobre el futón e inmovilizada, Kuvira se levantó y procedió a quitarse la ropa, dejándola con cuidado sobre las estanterías del closet. Con su ropa reducida a un conjunto cómodo y blanco de sostén y braga, deleitó a Korra. Se hincó a su lado y la besó de nuevo.

─ Ruédate ─ Pidió con voz firme.

Korra le hizo caso y quedo bocabajo. Kuvira se sentó sobre los muslos morenos y disfrutó de un agridulce placer que se le asentó como un carbón ardiente en la boca del estomago. No solo estaban las heridas recientes ya casi cerradas, sino que pudo apreciar la variedad de rasguños en esa espalda. ¿Cuánto tiempo tenía que se habían acostado la última vez, cuatro meses, quizás cinco? La verdad es que no importaba. Sabía lo importante que era la lealtad para Korra, si su relación con Catra incluyera este tipo de exclusividad, se lo habría hecho saber. Así que una amarga sonrisa de reconocimiento y autosuficiencia se pintó en su rostro. Después de ver como Catra controlaba el ataque de pánico de Korra, simplemente había supuesto que como siempre, ella se enteraba al final de los problemas de la gente porque no solía tener ese tipo de sutilezas. Pero ahora que se daba cuenta de la situación, estaba dispuesta a jugar y apostar a lo grande.

─ Veo que te gusta rudo... ─ Korra se congeló.

─ ¿Kuvira...? ─

─ ¿Sí? ─

Korra se mordió la lengua. No le había comentado a nadie hasta donde llegaba su relación con Catra y no esperaba que le molestará a Kuvira... Porque Kuvira era como un libro abierto. Su tono de voz había sido de molestia, pero no sabía qué la molestaba.

─ ¿Solo vas a tenerme aquí amarrada? ─

Y fue cuando sintió la ardiente palmada sobre su trasero.

─ Si así lo quiero, claro que sí, cachorra ─

Kuvira controló su voz y ahora se concentró en delinear los músculos que se marcaban al tener a Korra con los brazos extendidos hacia arriba. El masaje logró calmar a la muto y olvidó lo que tenía en mente. Se dejo llevar por las placenteras sensaciones sobre su espalda y no pudo evitar empezar a sentir sus caderas restregándose contra el futón, pese a tener a la monitora encima.

Kuvira bajó y empezó a morder y lamer los hombros desde su posición, para bajar de Korra y arrodillarse a su lado. Su mano izquierda se metió entre el trasero de Korra, abriendo y acariciando las nalgas para sorpresa de la loba, quien gimió necesitada, pero no se detuvo ahí, viajó hasta la húmeda y apretada apertura por la posición, entonces Korra dejó levantadas las caderas, así que desde atrás Kuvira introdujo uno de sus dedos, disfrutando de la sensación y el calor. Korra estaba muy caliente y gimió al sentirse poseída.

Había en el modo de tocarla un nuevo sentimiento. De verdad algo diferente. ¿Kuvira estaba emocionada de poseerla en su departamento nuevo? Las caricias eran suaves y profundas, empezando con la palma completa y terminando con la punta de los dedos justo al borde de su trasero. La estaba excitando y relajando al mismo tiempo.

Kuvira se levantó de su posición y rebuscó en una de las cajas, y sacó una caja más pequeña, de un material solido. Dentro sacó un cubo de un decímetro cúbico, era hierro damaskino, con altas concentraciones de carbono y otros materiales gracias a su peculiar método de fundición, convirtiéndolo en el mejor material para los maestros metal, mucho más que el acero espacial. Se podía manipular a niveles mucho más profundos y precisos. Ella empezó por extenderlo y crear una forma orgánica, primero ovoide para pasar a ser más una especie de cono. Korra se removía inquieta mientras Kuvira trabajaba con mimo en su obra, al notar la inquietud de su amiga, se posicionó de modo que girando la cabeza con cierto esfuerzo, Korra podía ver a medias su progreso en el material. Cuando tuvo listo el cono con punta roma, paso a darle ciertas nervaduras y texturizar toda la pulida superficie, dejando de hecho hueca la figura, para maximizar el material que podía utilizar.

El metal era como arena con su habilidad. Podía mucho más que doblarlo, lo podía moldear como fuera, como ella quisiera.

Después de seguir besando a Korra un poco más en los hombros, dejando sus propias marcas, terminó de dar forma al metal, creando la forma que los ojos de Korra miraron con curiosidad cuando Kuvira se lo mostró. Y por fin un fuerte sonrojo la invadió. Kuvira lo ajustò a su cintura con más metal control, expandiendo el material suavemente para que se adaptará a su cuerpo y no la lastimara. Las finas láminas del metal se adaptaban a su piel como escamas sobre una serpiente, tan hábil y artesanal era Kuvira.

Así que se puso tras Korra y con una última caricia sobre su trasero, se acomodó y la punta redondeada empezó su camino a través de los calientes pliegues morenos que ya estaban rosáceos e hinchados por el hambre.

Korra gimió suavemente según sentía como el falso falo de metal, con suaves curvas y relieves para maximizar la experiencia, se iba incrustando en su interior.

— Vee… por favor, no pares… —

— Tienes que pedirlo mejor, cachorra —

— Por favor, te lo suplico, Kuvira… te necesito —

Kuvira azotó su mano sobre el trasero que la recibía con la fuerza para hacer que Korra contrajera hasta los muslos. Y un nuevo gemido llenó la habitación. Korra había apretado sus paredes alrededor del dildo, que sólo hace unos segundos estaba frío. Levantó las caderas para sentir mucho más delicioso como la monitora se inscrustaba en su caliente interior. Korra ocupó toda su fuerza en incorporarse un poco y apoyarse sobre los codos y curvar lo más posible la espalda. Kuvira tomó su cabello suelto con una mano y se lo enredó en la muñeca, se agachó para besarle los hombros, sin dejar jamás de atender sus movimientos cadenciosos.

— Ah, así... Estás siendo una buena chica, Korra — Respiró junto a la oreja de su compañera. Y Korra gimió fuerte. — Sí... Mi buena chica... — La voz de Kuvira era un susurro ronco — Quiero escucharte —

Korra se retorcía sobre el mullido futón, sintiéndose atrapada y excitada como pocas veces. Sentirse poseída de este modo era algo totalmente nuevo para ella. Su garganta soltaba gemidos y gruñidos bajos por igual.

— Sí, sí, sí... ¡Kuv... soy tu buena chica! ¡Más, maaaaas, por favor! —

Y Kuvira, como la excelente amiga que era, se incorporó para poder imprimir más fuerza y velocidad a sus movimientos. Sentía como se mojaba más y más solo de ver a Korra bajo ella. La morena era increíblemente versátil, iba de un extremo a otro con una suavidad impresionante.

— Por favor... DameDameDameDameDameDameDameDameDameDame... Dame más.. m-m-as Dame másDamem-as — Las palabras se volvieron un mantra ininteligible por momentos, según los gemidos atrapaban su garganta.

Kuvira no le daba tregua, cuando se acomodaba a un ritmo rápido y superficial, lo cambiaba por uno más lento y profundo, para después enterrarla hasta dentro mientras temblaba sobre ella. Las dos tenían una condición física envidiable, pero el sudor ya cubría sus cuerpos y Kuvira se recargó de nuevo sobre Korra, para poder llevar su mano hasta el botón que pedía por un poco de atención, para poder liberar toda la tensión acumulada. Sin cuidado, y dejándose llevar más por el mismo movimiento que sus caderas llevaban, acarició los labios hinchados y reconoció el carnoso bulto, lo acarició y presionó y Korra se dejó ir en medio de un gruñido profundo, que terminó en suaves y pequeños gemidos mientras Kuvira no le daba tregua y la seguía embistiendo, hasta que ya no pudo más y se derrumbó sobre el futón, gimiendo continuamente solamente como respuesta a los movimientos largos y deliberados de Kuvira, que podía observar como la humedad de Korra llenaba a su metálico amigo.

Pero todavía no terminaba con ella. Una ultima vez salió de ella, le repartió algunos besos por la espalda y la dejó recuperar resuello mientras se terminaba de desnudar, también terminó de quitarle toda la ropa a Korra, que era un muñeco de goma sin fuerzas. No le quitó las esposas de metal de las muñecas.

─ Gírate ─

Korra obedeció y Kuvira la besó de nuevo, sientiendo como trataba de mantenerle el paso, lengua con lengua, verdadero placer líquido entre sus bocas. Kuvira incluso aprovechó para chupar ávidamente la larga lengua de Korra, tratando de controlarse, de no ceder tan rápido a sus impulsos. Tenía que obnubilar primero a su compañera. De nuevo se puso de rodillas bajo Korra, le levantó la pierna derecha y entró en ella con suavidad. La loba gemía y suspiraba, presa del post orgasmo todavía, pero sus paredes recibían obedientes cada deliciosa y lenta embestida.

─ Buena chica, buena chica... ─ Kuvira se impulsó hacía adelante con sus pies y Korra se sentía tan abierta y tensa, mientras sus senos eran atendidos con rudeza por Kuvira.

Repartía besos húmedos por todo su torso, como mariposas ávidas y juguetonas. Cuando los pezones oscuros estuvieron rojizos, Kuvira se levantó y se contentó con la vista y lentos empujes, la nota de los gemidos de Korra subía cuando entraba y se terminaba cuando salía, con cada ida y venida. La monitora ocupó su mano izquierda para jugar de nuevo, con más cuidado y presión esta vez, con el clítoris de su amiga.

─ No te muevas, cachorra ─ Pero Korra no se podía quedar quieta.

Recibió una palmada en su seno, que la hizo temblar.

─ No te muevas ─ Demandó de nuevo la monitora.

─ Pero... ─

─ Sé una buena chica, Korra ─ Las palabras fueron un estimulante más poderoso.

Korra luchó contra su cuerpo y el placer, contra sus músculos, para relajarse y quedarse totalmente laxa, incluso ante los embates lentos y concisos de Kuvira. Temblaba en ligeros espasmos, como si estuviera soportando un gran peso, que no se le permitía descargar. Sentía la tensión y el placer creciendo y acumulándose en cada uno de sus músculos, entre sus paredes calientes y ansiosas, cada segundo, cada embestida, cada distraída caricia sobre su botón, apretó los puños, pero relajó los hombros, respiró profundo y trató de relajar la garganta, que se retorcía en un gruñido cada vez más profundo. No podría más. Movía su cabeza de un lado a otro, boqueando, los dedos de los pies también contraídos, sudando el doble.

─ Esa es mi buena niña... Mi dulce cachorra ─

Kuvira se estaba recreando la vista. Con agonizante lentitud, ella también estaba tan mojada y caliente, entró y salió de Korra dos veces más, tocando ligeramente su clítoris, asombrada de ver reptar los músculos. Se impulsó de nuevo con sus pies hacia adelante, para poder susurrar sobre el hombro de Korra, al mismo tiempo que embestía una ultima vez, moviéndose de modo que su vientre tocara el botón de Korra...

─ Córrete... ─ Fue el suave y poderoso susurró que Korra ni siquiera proceso, para correrse en medio de un grito mudo y con sus manos atadas atrapo a Kuvira en un beso poderoso, de nuevo con sus lenguas, intensificando aún más el ansiado orgasmo, la liberación para su dolorido cuerpo.

Cuando Korra se quedo sin aliento y soltó a Kuvira, esta dejo de penetrarla. Salió lentamente de ella, disfrutando de las expresiones de doloroso placer que pintaban su rostro exhausto. Korra se habría podido quedar dormida después de eso, pero todavía no la iban a dejar descansar del todo. Con los cuerpos perlados, las dos representaban una oda a la sensualidad y hedonista placer, Kuvira sonrió ladina, lubrica. Al fin sería saciada, ahora que Korra tenía la mente tan relajada. Se aseguraría de llenar todos sus espacios. Korra la veía con ojos acuosos y desenfocados, respirando profundamente.

Vio como Kuvira se quitaba el arnés, pero ahora se lo ponía a ella. La penetró lentamente, y las delicadas cadenas de escamas que lo ataban a la monitora, ahora lo hacían con la luchadora, sosteniéndolo firmemente en su lugar dentro de ella. Kuvira uso un delicado y controlado movimiento expansivo con los dedos índice y pulgar de su mano derecha y Korra pudo sentir como el falo se expandía dentro de ella, y como sus paredes luchaban por adaptarse y se contraían y relajaban, en una estimulación deliciosa que no podía rehuir. Se retorció intentando acomodarse y era un circulo vicioso.

Kuvira reptó sobre ella de nuevo, besándola cariñosamente, para de inmediato impartir caricias rudas tras los dulces besos, lamer y besar sus pezones para después pellizcarlos duramente. Se sentó un momento sobre su estomago para besarla y Korra movía las caderas, buscando el placer que el falo le prodigaba, sintiéndose más llena que nunca. No podía más. El beso terminó abruptamente, pero Kuvira subió más y se sentó sobre la cara de Korra, que sonrió gustosa. Sus manos se debatían en puños. Quería tocar los senos de Kuvira, acariciar sus mulos, magrear su trasero y solo le quedaba luchar contra la frustración del metal contra su piel. El dulce sabor de los jugos de Kuvira rápidamente bañaron su boca, y su lengua viajó a todas partes, al norte, al sur, hacia dentro y no dejo lugar sin explorar.

Korra intercambiaba fuertes y concisas lamidas, con besos y chupetones sobre el necesitado clítoris de la monitora, no podía dejar de beber el néctar dulce que manaba, cada vez más salado por el sudor que las dos compartían. La cachorra penetraba lo más que podía y Kuvira gemía entrecortadamente. Se dejó caer hacia adelante, quedando en cuatro y Korra tuvo mucho mejor acceso a su botón ahora. Hizo lentos movimientos circulares con poca presión sobre él, para intercalarlos con suaves apretones con sus labios, cuidando bien de cubrir sus colmillos. Uso sus labios para expandir toda la piel lo más posible al rededor del clítoris y teniéndolo así, totalmente expuesto, sintiendo su hinchazón y dureza, prosiguió a golpearlo y acariciarlo lentamente con su lengua, subiendo el ritmo conforme sentía, más que escuchar, los gritos de Kuvira, que le apretaba la cabeza con sus muslos, hasta que sintió sus manos libres de las esposas, rápidamente, su mano izquierda la utilizó para acariciar, apretar y abrir el culo de Kuvira, y con su mano derecha la penetró fácilmente con dos dedos, haciendo presión hacia abajo y sintiendo la carne suave y rugosa de esa zona.

La de ojos verdes sintió todo esto y solo pudo morderse el puño para no gritar tan fuerte. Korra sintió como las paredes de Kuvira reclamaban hambrientas sus dedos y apretó lo más que pudo con su propio interior el dildo que no le había dado tregua en toda la sesión y se corrió de nuevo mientras sentía la oleada de jugos de Kuvira sobre su rostro, gimiendo con su clítoris entre los labios todavía.

Kuvira se giró y cayó pesadamente al suelo, mientras Korra recuperaba el aliento. Las dos se miraron, con el cabello hecho un desastre por el sudor y se sonrieron y se quedaron sin aire cuando empezaron a reir a carcajadas.

Kuvira se levantó a duras por unas mantas, Korra se acomodó y las dos se abrazaron y quedaron dormidas sobre el futón un poco pequeño para las dos.


─ Hola, gatita ─

─ Hey, Korra ─

Estaban a solas fuera del gimnasio, Korra de nuevo la última en irse. Pero esta vez, Catra la estaba esperando.

─ Gatita... ¿No crees que me he olvidado de ti, verdad? ─

La voz de Korra era tan acariciadora que las orejas de Catra se estremecieron... la necesitaba tanto.

─ No seas idiota... ─

─ Lo siento mucho, prometo compensarte ─

Con una mano la haló hacía sí, y acarició el pelaje que crecía un poco más largo al final de la mandíbula color durazno.

─ No tienes que hacer nada como eso ─

─ Entonces solamente déjame cumplir viejas promesas ─ Y Korra sacó de su mochila un ramillete con cuatro perfectas flores de melocotón guardado en una caja transparente sellada al vacío. Catra se sonrojó muy a su pesar.

─ ¿De qué estás hablando? ─

─ Te prometí llevarte al próximo baile ─

─ Eso fue porque pensabas que sería al final del curso... ─

─ No importa ¿Acaso no quieres ir conmigo? ─ Y una idea que no le agradó mucho le cruzó la mente ─ ¿O alguien más ya se me adelantó? ─ Había estado tan distraída con el asunto de Asami y los entrenamientos en general que casi no había pasado tiempo con Catra esa semana. Solo ahora que las cosas estaban de nuevo estables con la Etoile, su mente podía atender todos los demás asuntos.

─ Scorpia... ─ Y poniéndose nerviosa explicó ─ Dice que podemos ir como la pareja de mejores amigas... No es que me importe... ─

─ Tranquila. Kuvira también quiere ir con nosotras, podemos ir las cuatro juntas ─ Y Korra la atrapó de la cola, que se movía erráticamente ─ Pero solo a ti te daré esto ─ Dijo ofreciéndole de nuevo el ramillete y bajando a su cuello para aspirar su aroma a durazno.

La gata aceptó el paquete ofrecido y empezó a ronronear. Korra pudo sentir como el pecho se le entibiaba.


La semana de exámenes llego rápidamente. Todos estaban muchas más emocionados que preocupados, porque se había corrido el rumor de que si se alcanzaba cierto objetivo academico, la escuela contrataría a la profesora de música, Marceline Abadeer para amenizar el baile de la década. No había nada que los motivará más, pues la última presentación oficial de la profesora había sido hacía 15 años y todavía era leyenda.

Asami había cumplido con su palabra y había asistido a los entrenamientos puntualmente. Las cosas con Korra eran raras, pero se habían calmado bastante. No hablaban más allá de lo necesario y solamente habían entrenado juntas una vez más. Asami poco a poco se acostumbraba a la personalidad explosiva y expansiva de Scorpia y se había dado cuenta de que realmente no tenía que hablar con ella sobre su fuerza, porque Scorpia era la persona más dulce que pudiera conocer y aunque no estaba tan acostumbrada a tantas muestras de cariño, se sentía bien y se encontró a sí misma disfrutando mucho más de los entrenamientos de lo que se hubiera atrevido a esperar en un principio. Se divertía y estaba más relajada, dividiendo su tiempo entre los AG y sus compañeros PP a los que no había dejado tirados con su parte de los entrenamientos tampoco.

Se formaba a veces un trío que no terminaba de amarrar, porque Kuvira podía hablar tranquilamente con Asami y con Korra, pero entre ellas no podían desarrollar una platica normal y continua. Kuvira, por otro lado, le ponía mucha más atención a Korra. Había visto la relación que tenía con Catra, como la gata se derretía bajo su mirada azul y como Korra se relajaba visiblemente a su alrededor y con solo miradas se comunicaban. Pero nada de eso le importaba al final, porque la morena le respondía siempre que la llamaba e incluso habían compartido un beso furtivo entre los pasillos.

Asami no podía asistir diario ni tanto tiempo como Korra a los entrenamientos, pero su presencia rápidamente se volvió habitual y se encontró compartiendo alguna que otra sonrisa de nuevo con Korra, que se divertía ferozmente con Scorpia porque a las dos les encantaba medir sus fuerzas y las dos eran lo suficientemente rudas para medirse entre sí. Kuvira de vez en cuando se les unía, ya que tenía la agenda tan apretada como Asami.

Adora y todos los demás estaban muy nerviosos por los exámenes. Korra estaba bastante relajada, porque mucho de lo que tenía que presentar ya lo había estudiado el año anterior y tenía una buena memoria, además de que en general no era mala estudiante, solamente muy renuente con sus tareas. Adora logró una calificación casi tan perfecta como la de Asami y se sintió bastante satisfecha cuando Yasuko Sato arribó de sorpresa un día para cenar con ellas, platicar y felicitarlas por su increíble desempeño y se disculpaba por dejarlas solas tanto tiempo, a lo que las dos hermanas respondieron que no era problema, cuando la realidad era muy diferente.

Aunque las hermanas se amaban, las tensiones y las presiones, estaban empezando a fracturarlas, cada una se sentía sola de una manera distinta y Adora por su parte, no quería molestar a Asami con sus problemas sabiendo lo ocupada que estaba y la presión adicional que le estaba impartiendo Hiroshi, y Asami no quería incomodar a Adora, porque sabía que las cosas no eran ni serían como las esperaba Adora y la impotencia la frenaba, la frustraba y estaba bloqueando y desviando el amor que sentía por su hermana. Sentía que estaba fallando como hermana mayor.

A pesar de todo el trabajo que Asami hacía, de todos los logros conseguidos, de todas las felicitaciones, no se sentía suficiente. Sentía que se estaba ahogando y lo único que la paliaba un poco, era seguir trabajando, tener una tarea entre manos y la efímera satisfacción cuando la terminaba e ir por la siguiente, buscando de nuevo esa pequeña liberación que cada vez era menos eficiente para calmarla. Cuando su válvula estuvo a punto de explotar, fue cuando llegó su madre. Después de semanas de no verse en vivo, sentir su abrazo, su esperada aprobación y su sincera admiración, fueron un alivio mucho más real y potente, que la ayudó con las últimas semanas de un trimestre que parecía no terminar jamás.

Cuando Yasuko Sato vio entrar al amplio recibidor a sus dos hijas, su primera impresión fue de preocupación. Adora lucía cansada y determinada, pero el brillo en sus ojos era más frío de lo que su madre recordará. Y Asami, su adoración, se veía tan pálida y apagada. Las dos hermanas entraron distraídamente a su casa, en el primer día en varias semanas que llegaban juntas y cuando las dos voltearon a ver a la sombra que las recibía, las lágrimas de las dos no eran solo de alegría, sino de alivio y autentico amor. Los brazos no le bastaban a Yasuko para abrazarlas y contenerlas, pues se habían colgado de su falda como las niñas que ella misma seguía viendo. La preocupación fue sustituida por una alegría inmensa por tener a sus hijas con ella y mientras se seguían abrazando, dando palabras de saludo y sorpresa, y ella les acariciaba el rostro, veía con orgullo y sorpresa que Asami ya era tan alta como ella, que su belleza era arrobadora pero que su mirada era limpia y no arrogante. Y que Adora cada día estaba más fuerte y su mirada reflejaba a partes iguales su pureza y determinación. Las dos hermosas, las dos fuertes, honestas y dignas. No sabía lo que había hecho para merecer a un par de hijas más maravillosas.

La preocupación regresó, porque mientras cenaban y platicaban y las hijas recibían sus regalos y dulces, Yasuko se dio cuenta de las líneas de tensión en los ojos de Asami y que cuando Adora se quedaba callada y mirando a la nada entre la platica y las risas, sus ojos escondían una gran melancolía que no era propia de alguien de su edad. El corazón se le estrujo, porque cuando intentó acercarse a cada una, las dos levantaron amables muros de negación. La maldición de los Sato. Ninguna de sus hijas era arrogante, pero eran orgullosas. Y aunque no se las educó para competir entre ellas, ambas sabían que se esperaban grandes cosas de cada una. Yasuko también se sintió impotente. No podía ir con las dos. Decidió que la melancolía y la congoja de Adora eran más preocupantes y cuando fue a su habitación y la encontró recién bañada después de todavía ejercitarse un rato más, Adora no tuvo la fuerza para resistirse al abrazo de su madre y por una noche, se dejó consentir.


Notas finales:

No tienen idea de lo difícil que fue escribir este capitulo, atrevese un hiatus total que me duro cerca de un mes y después no lo podía terminar!

Tuve que cortar aquí, aunque ya quería pasar al baile.

En el próximo capitulo esperen mucho más drama juvenil, y una escena desde 4 ángulos distintos!

Namaste

MoonGray